Capítulo VI
Harleen se acercó al panel de anuncios de su escuela. Se fijó por un instante en un afiche que reclutaba miembros para que se unan a un club que ofrecía "crecimiento mágico y espiritual". Rápidamente apartó la mirada de allí. En primer lugar, porque no era lo que buscaba, y en segundo lugar porque aquella temática le parecía una patraña. Poco después por fin halló la lista de los nuevos miembros de la rama para escritores de la RAU. Esbozó una débil sonrisa cuando vio su nombre en la lista. "Reunión para presentación de los nuevos miembros el día lunes 16 a las cinco de la tarde", más abajo ella leyó. Rápidamente le tomó una foto al anuncio y luego se retiró hacia sus clases de aquellas horas de la mañana.
La reunión de la RAU se llevó a cabo en un salón vacío del pabellón de literatura. Cuando Harleen llegó al lugar solo encontró a unos pocos estudiantes en el salón. "Por lo visto la puntualidad no es algo que caracterice a esta organización", ella tomó asiento en una de las carpetas vacías. Poco a poco el salón empezó a llenarse.
–¡Harleen! –Teresa la saludó con efusión cuando la reconoció tras su ingreso al salón. Casi corriendo Teresa fue a abrazar a la mencionada, y acto seguido se sentó en la carpeta de su costado izquierdo. A Harleen le daba gusto ver a aquella vivaz morena de baja estatura y de grandes ojos negros que le hablaba hasta por los codos. De alguna manera le recordaba a su examiga Gina. "Solo espero que Teresa no me traicione", Harleen llegó a pensar, aunque rápidamente alejó tan pesimista pensamiento de su cabeza con un gesto de la mano.
Poco después por fin llegó el presidente de la organización. Era un hombre alto, de piel cobriza, cabello largo y sujeto en una cola con una liga, y con un sombrero de vaquero que en ese momento le colgaba sobre la espalda. En las muñecas él portaba numerosas pulseras de diversos colores.
–¡Buenas tardes con todos! –saludó el hombre. Harleen tuvo dudas sobre si aquel muchacho se trataba de un alumno de los últimos años o si se trataba de algún profesor. Al poco rato sus dudas fueron despejadas cuando el hombre se presentó. Se trataba de Raúl Reyes, un estudiante de literatura del séptimo semestre, quien además pertenecía al consejo estudiantil.
Luego de presentar a los nuevos miembros, Raúl habló sobre la razón de ser de la red, sobre sus reglas y formas de funcionamiento, y sobre sus actividades y lo que se esperaba que aporten sus miembros en estas. –Y hablando del tema, ya he conseguido la aprobación para organizar el concurso de cuentos que les mencioné en la última reunión. Gracias al trabajo de muchos de los aquí presentes hemos conseguido suficientes auspiciadores, y en reconocimiento a ello es que la universidad ha aprobado que utilicemos sus instalaciones para la ceremonia de premiación del evento. Por supuesto, nosotros también podremos participar. Oh, es verdad, los nuevos no tienen ni idea de lo que estoy hablando. Bueno, se los explicaré brevemente: este concurso consistirá en crear un cuento de dos mil palabras como máximo, en donde deberán abordar el tema de la exclusión y abandono en el que el gobierno tiene sumidos a nuestros hermanos de las zonas más alejadas del país. Quien logre plasmar mejor la problemática que acabo de mencionarles, y además consiga generar más consciencia con su relato, será el ganador. Por cierto, el premio para el ganador consistirá en una buena suma de dinero, y además en la gran oportunidad de que su cuento sea publicado en la revista literaria que saca nuestra escuela...
Harleen oía con suma atención los detalles que Raúl iba mencionando sobre el concurso. Le pareció una excelente oportunidad el que su cuento pudiese quedar como ganador. Más que el dinero del premio a ella le importaba el impulso que obtendría su carrera literaria si es que se hacía con el primer lugar del concurso. "En primer término, el concurso estará abierto para todo estudiante de la universidad, sin importar que pertenezca a la carrera de literatura o a cualquier otra, por lo que muchas miradas estarán pendientes de sus resultados. En segundo término, he oído de esa revista mencionada por Raúl. Es muy famosa en el campus, e incluso he visto que la venden en algunos quioscos de la ciudad. Sí, definitivamente esta es mi gran oportunidad", la joven de las llamativas pecas concluyó para sus adentros.
Luego de la reunión, Harleen acompañó a Teresa y a sus amigos a la casa de Miguel. Allí, junto con Lana y con otros amigos más de la red, los muchachos escucharon música y conversaron en tanto tomaban de una caja de cerveza que Miguel sacó de su tienda. Llegado un momento, la voz de Teresa se elevó por sobre las del resto para proponer un juego. Se trataba de la famosa "botella borracha". Empilados por la cerveza ingerida, todos aplaudieron con entusiasmo la idea. Así, en un par de minutos todos ya estaban sentados en círculo sobre la alfombra de la sala y con una botella vacía de cerveza colocada en el medio. –¡Aquí va! –Teresa hizo girar la botella, y de esta forma el juego dio inicio.
Tras un par de rondas, por primera vez el pico de la botella apuntó a Harleen. La base por su parte apuntó a Teresa. –¡Uyuyuy! –Teresa se restregó las manos–, ya te estabas librando mucho, queridita. Pues bien, dime qué escoges, ¿verdad o reto?
–¡Verdad! –Harleen respondió en el acto–. En estos momentos no tengo ganas de besarme con nadie.
–¡Ash, que aburrida! –Miguel se lamentó en son de broma.
–No te la creas. A veces escoger reto resulta mucho más cómodo que escoger verdad –Teresa subió y bajó sus cejas un par de veces.
–Habla de una vez, ¿qué me vas a preguntar?
–Recuerda que debes hablar con la verdad y con nada más que la verdad –Teresa hizo hincapié.
–Eso ya lo sé.
–Pues bien, aquí va: ¿sigues siendo virgen?
Harleen casi escupe la cerveza que acababa de beber. Aunque la verdad es que no le sorprendió que su nueva amiga le haga una pregunta de ese calibre. De hecho, quedaba perfectamente a tono con el matiz que había tomado el juego a esas alturas. Ella se tomó su tiempo para pensar. Ante las atentas miradas de todos, Harleen de pronto se puso nerviosa, y como siempre le pasaba, terminó sonrojándose.
–¡Owww, mi tomatito!! ¡Ya te hacías extrañar! –Teresa bromeó.
–Solo le preguntaste eso para verla sonrojarse, ¿no es así? Eres una maldita sádica –Lana se burló. Numerosas risas le siguieron a su comentario.
–Como sea, déjense de interrumpir y que nuestra "tomatito" responda de una buena vez.
Todas las miradas volvieron a Harleen. Ella en ese momento quiso que se la trague la tierra. "¡Que responda, que responda...!", de forma repentina Teresa inició con la arenga. Todos le hicieron eco en el acto. –Sí –ante tanta insistencia, Harleen finalmente respondió, aunque con una voz tan apagada que nadie la oyó.
–¿Perdón? ¿Dijiste algo? –Teresa se llevó una mano al oído. "Yo no oí nada tampoco", "¿En verdad dijo algo?", "Creo que estoy sordo porque no escuché ni madres", de inmediato los demás también expresaron su sentir.
–¡Dije que sí soy virgen, así que ya dejen de fastidiar!! –Harleen exclamó ofuscada. A su arrebato le siguió un silencio sepulcral por parte de sus compañeros. Y es que nadie se esperó una reacción tan iracunda por parte de la joven de las coletas castañas.
–¿Estás segura? –Teresa por fin rompió el incómodo silencio–. Digo, eres una chica muy bonita, es imposible que te hayan faltado propuestas. No me digas que... ¡¿le tienes miedo al sexo?!! –ella finalizó su intervención con un exagerado gesto de sorpresa que acompañó llevándose las manos a las mejillas. Algunas risitas se oyeron por lo bajo tras la jocosa pantomima de Teresa.
–No lo sé –Harleen en ese momento sintió que se le comenzaba a formar un nudo en la garganta. De pronto ella había pasado a lidiar con un cúmulo de emociones. Estas comenzaban con su arrepentimiento por haber reaccionado de forma tan desproporcionada ante la insistencia de sus amigos, y terminaban concentrándose en su tristeza y frustración producidas por todos los recuerdos relacionados con el espinoso tema que acababa de ser sacado a colación. Tal cúmulo de sentimientos y pesares pronto se desbordó en su interior, y como consecuencia Harleen tuvo la imperante necesidad de desahogarse de alguna forma. Si hubiese estado con unos cuantos tragos menos Harleen habría podido controlarse, de modo que jamás se habría atrevido a decir lo que le pasaba por la mente en aquel momento. Lamentablemente para la pobre, ese no fue el caso–. Nunca tuve un padre, así que quizá a eso se deba mi exagerado recato con los hombres y con todo lo relacionado con el sexo. Yo... ¡ay! Estoy borracha, no me hagan caso, miren que ya comienzo a soltar cualquier tontería sin sentido... ¡ya dejen de verme así! ¡Que continúe el juego! ¡Arriba esos ánimos, yuju!! –ella expresó con voz atropellada, y acto seguido hizo girar la botella.
–¡Alto allí, jovencita! –Teresa detuvo la botella. Harleen la odió por haber evitado que el tema de su virginidad quede superado–. Haberme dicho antes que tenías ese problemita. Yo gustosa puedo ayudarte a que venzas tus temores; ya sabes que tengo bastante experiencia en la materia. ¿Y bien? ¿qué me dices? –Teresa adoptó una postura de felino seductor, y al mismo tiempo subió y bajó sus pestañas con teatral descaro. Todos los presentes estallaron en carcajadas. Oírlas le trajo a Harleen un gran alivio. Por fin la fiesta podía continuar. Poco después la misma Teresa se encargó de hacer girar la botella, y de esta forma la reunión continuó su curso y el tema de su virginidad quedó en el olvido. O al menos eso es lo que Harleen esperó. Lo cierto es que en ese momento le entraron unas incontenibles ganas de llorar, aunque rápidamente ella las consiguió ocultar bajo el disfraz de exageradas risotadas y de desorejados tarareos de la canción de turno.
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