Nicolás se encontró con Harleen en la glorieta del parque frente a su casa. Aquel lugar le traía tantos recuerdos; él lo consideraba como su refugio, como su lugar especial... y es que, además, precisamente allí él también había conocido a Harleen. Ambos se sentaron sobre una de las bancas y por cerca de un minuto guardaron silencio. Cada quien observaba su alrededor con aprecio, como el viajero que después de muchos años por fin vuelve al hogar. Un repentino estornudo de Harleen se encargó de romper con el embriagador silencio.
–¿Tienes frío? –él le preguntó, e hizo el ademán de quitarse su casaca.
–Oh, no, eso sí que no –Harleen lo detuvo–. Mejor apurémonos en ir a tu casa. Me dijiste que allí podríamos trabajar, ¿cierto?
–¡Sí, por supuesto! –Nicolás se envaró en su lugar. Cuando le hubo comentado a Harleen que podrían trabajar en su apartamento él no creyó que ella aceptaría. Le había advertido que ambos estarían solos, y al hacerlo estuvo seguro de que Harleen al final desistiría y le sugeriría que mejor trabajen en la glorieta. Pero ahora Harleen acababa de instarlo a ir al apartamento. ¿Sería posible que en algún momento su cercanía en un lugar tan íntimo pudiese dar lugar a algo más...? Nicolás se palmeó las mejillas para espabilarse–. Tienes razón, si seguimos aquí sentados bajo tan helada tarde seguro que nos resfriaremos –él se puso de pie e invitó a Harleen a seguirlo. Ahora que lo pensaba bien, era la primera vez que llevaba a una chica a su casa. Mientras avanzaban Nicolás fue meditando sobre cuál sería el lugar más apropiado para trabajar. Aunque llegó a la conclusión de que la cocina era la mejor opción, no dejó de darle vueltas por la cabeza la atrevida idea de trabajar junto a Harleen en su habitación. El rostro se le acaloró al imaginar un posible desenlace en tan personal espacio. Sin embargo, rápidamente desechó la idea. "Mi relación con Harleen no es de ese tipo. Nosotros somos más como hermanos, como amigos que están ahí el uno para el otro. Lo mejor será olvidarme de todas estas fantasías tontas que lo único que hacen es poner en peligro nuestra actual relación", el muchacho de los negros rizos terminó concluyendo. Decidió que lo mejor sería enfocarse plenamente en el trabajo. Así, apenas llegaron al apartamento, Nicolás llevó a Harleen a la cocina, la invitó a tomar asiento, y sobre la mesa desplegó sus bocetos y storyboards sobre el comic que ambos tenían planeado realizar.
Los días se fueron sucediendo y la presencia de Harleen en el apartamento pronto se hizo costumbre. Siempre que coincidían en sus tiempos libres en la universidad, ambos se encontraban en algún punto del campus y juntos partían juntos hacia la casa de Nicolás. Una vez instalados en el apartamento, el trabajo no se hacía esperar. En más de una ocasión habían terminado amaneciéndose. En dichas oportunidades Nicolás se vio tentado a invitar a su amiga para que se quede a dormir, aunque lo cierto es que nunca se atrevió a hacerlo. Harleen por su parte siempre terminaba llamando a un taxi por más avanzada que estuviese la hora. Incluso en cierta ocasión Harleen dijo que su tía debía de estar muy preocupada por ella debido a lo tarde que era, y, por supuesto, tales palabras fueron tomado por Nicolás como una clara señal de que su invitación era algo fuera de lugar y que por lo tanto no debía realizarla.
–Menos mal que te saliste de la RAU –una tarde de neblina Nicolás comentó mientras ambos trabajaban en la elaboración de unos guiones para el comic–. Debido a la cercanía de las elecciones presidenciales, toda la organización se ha vuelto un campo de batalla. Los que están a favor de los candidatos con propuestas más radicales no paran de bombardear al resto con sus discursos y propagandas, y lo peor es que lo hacen con tal descaro que muchos ya son los que se han hartado de tanta arenga, de modo que las discusiones y enfrentamientos se han vuelto algo inevitable. En la rama de artistas visuales de la RAU lo que te digo es el pan de cada día, aunque por lo que me han contado en las demás ramas la situación no es mucho mejor. De hecho, por allí me han comentado que, de todas, la rama de los escritores es la peor.
Con el pasar de los días las conversaciones entre ambos jóvenes se fueron haciendo más diversas y casuales. Ellos solían hablar sobre cualquier cosa sin ningún reparo. A tales alturas, la confianza entre ambos había crecido a pasos agigantados.
–Ni me lo digas. Si en mis clases nomás algunos miembros paran irrumpiendo a cada rato para soltarnos su insoportable adoctrinamiento, ¡no quiero ni imaginarme como estarán en la asociación de escritores! Debe ser una insoportable olla de grillos, ¡en buena hora que me largué de ese antro!
–Tenías razón sobre el tal Raúl –Nicolás dijo en tanto borraba un mal trazo de su boceto–. Ese tipo no se cansa de querer imponerse. ¡Imagínate que hasta ha acusado a nuestro presidente de fascista por el simple hecho de que no nos hablaba de política durante nuestras reuniones!
–Nunca voy a poder superar el cinismo de ese energúmeno. Fíjate que durante nuestras reuniones se la pasaba hablando de la igualdad y de la justicia como si fuese un gran caudillo, y sin embargo no le temblaba la mano para aprovecharse de las pobres chicas nuevas de la organización. Con mi caso ya tienes bastante ejemplo de lo que acabo de decirte: los profesores me la tienen jurada por su culpa, en los eventos culturales de la universidad siempre me ponen cualquier pretexto para no dejarme participar... ¡incluso mis antiguos amigos de clases ahora me ignoran para quedar bien con ese idiota! Por todos los cielos, como detesto su doble moral: "¡no a la dictadura, abajo los explotadores y los saqueadores!", siempre repite como loro, y, sin embargo, él es el primerito en actuar como un dictador y un corrupto. ¿Puedes creerlo? ¡Abrase visto tamaño descaro!
Nicolás oía embelesado a Harleen. Ella podía ser muy apasionada cuando se lo proponía. Una vez la joven de la castaña cabellera terminó de desahogarse, Nicolás rápidamente desvió la mirada y comentó con un tono serio de voz. –Tienes razón, estamos llenos de hipócritas y de mentirosos por todos lados.
–¡Ah, Nicolás! Me siento tan liberada cuando hablo contigo. Eres el único que me entiende. Gracias por siempre estar a mi lado.
–¡Claro que no! –Nicolás súbitamente enrojeció–. Soy yo el que debería estar agradecido. Tú eres la que me entiende a mí, la que siempre sabe cómo animarme. Incluso ahora es gracias a tu idea que podemos estar aquí juntos, trabajando codo con codo en favor de nuestros sueños...
–Ay, Nicolás, a veces eres tan melodramático. Aun así, eres la mejor persona del mundo. En fin, mejor no digo nada más que sino nunca vamos a acabar con el capítulo que tenemos pendiente para hoy.
–Sí, tienes razón –Nicolás respondió acompañándose de una corta risita.
Así siempre les sucedía. Hablaban sobre lo que sea, se contaban sus penas y esperanzas, sus ideas y pareceres, y al final siempre era Harleen la que daba por terminada la conversación, aunque no sin antes soltarle algún elogio a su compañero. Nicolás llegó a la conclusión de que esto último siempre sucedía cuando su amiga lo descubría mirándola más de la cuenta, con unos ojos muy distintos a los que debería poseer un chico que mira a su acompañante únicamente como a una amiga. "Debo dejar de hacerlo, ella lo nota, se da perfecta cuenta de lo que hay en mi interior, de este sentimiento que aflora desde lo más profundo de mi pecho y que me corta la respiración... no quiero perderla, por nada del mundo quiero que se aleje de mí. Debo sacrificarlo todo por el bien de nuestra amistad. Harleen, me he enamorado de ti, cuanto lo siento. Todo es culpa de esta maldita soledad, de mi débil y estúpido corazón tan hambriento de afecto. Pero tranquila... sé que estás harta de que el mundo solo te vea como a una amante, tú misma me lo contaste alguna vez, así que yo, yo... me sacrificaré por ti, me tragaré mis sentimientos y los encerraré bajo siete llaves en lo más hondo de mi ser. Te lo juro, es una promesa que jamás romperé. Solo, por favor, te lo suplico... solo no te alejes de mí, no me dejes morir en la insoportable soledad", Nicolás se dijo una tarde luego de que Harleen volvió a ocuparse de su libreta para pulir el guion que estaba preparando para el comic. Ella esta vez había cortado de forma más abrupta que de costumbre la conversación. Nicolás no entendía el por qué; él se había mostrado sereno y sosegado en todo momento, no había permitido que sus emociones lo dominen ni por un segundo. Pero, aun así, Harleen acababa de reaccionar como si él la hubiese estado devorando con la mirada. "¿Será que esto ya escapa de mi control y que no puedo disimularlo por más que me esfuerce? ¿Acaso mis ojos me han traicionado?", Nicolás se lamentaba en tanto intentaba volver a enfocarse en sus dibujos. Luego del incómodo acontecimiento los muchachos ya no charlaron gran cosa hasta el final de la jornada, cuando Harleen anunció que su taxi ya había llegado para recogerla.
Esa noche Nicolás no pudo pegar pestaña. Se imaginó miles de escenarios posibles, en los que él de alguna forma, ya sea directa o indirecta, le confesaba sus sentimientos a Harleen. En algunas de sus proyecciones ella le correspondía, pero entonces la situación se tornaba demasiado comprometedora. En dichas proyecciones él se imaginaba a ambos acercándose el uno al otro y luego besándose, en un comienzo con recato y con ternura, pero poco después con una creciente lascivia y anhelo carnal. Él cortaba tales pensamientos en el punto en el que ambos empezaban a desvestirse. Y es que seguir con aquello le resultaba una tortura francamente insoportable. "Ella no me corresponde, eso es más que obvio. Pero aquí el único que está en falta soy yo, por supuesto. ¡¿Cómo puedo exigirle que me corresponda?! Yo traté de matarla, la amenacé con un cuchillo, por más que ahora seamos amigos eso es algo que no puede olvidarse nunca. ¡Soy tan idiota, tan, tan idiota!", a estas alturas Nicolás se reprochaba a sí mismo, y acto seguido pasaba a imaginarse la segunda posibilidad de la cuestión: cuando Harleen lo rechazaba y luego se alejaba de él para siempre, tras acusarlo de haber roto su confianza y de haber pretendido aprovecharse de la amistad que ella tan desinteresadamente le había ofrecido. Una y otra vez las descritas reflexiones se rebobinaron en su mente, y no lo dejaron en paz hasta el amanecer.
"Papá amó y se volvió un monstruo; ¡Maldito destino tan cruel, ¿por qué me permitiste enamorarme?!".
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top