[57]
Jungkook tomó asiento cuando las emociones de aquel día finalmente parecieron sobrellevar a Seokjin, quien, como nunca, rompió en un mar de lágrimas. Era eso o, bien, que Yoongi le hubiera escrito una canción y la hubiera interpretado al inicio de la fiesta, después de dar sus votos matrimoniales, lo había conmovido profundamente. De alguna forma, estaba orgulloso de sí mismo por haber sido parte de aquella sorpresa.
Seokjin siempre parecía seguro de sí mismo, confiable y hasta calculador, sin embargo, ahora estaba llorando mientras Yoongi intentaba calmarlo con esfuerzos que no parecían dar resultado. Era una escena ridículamente adorable, ciertamente. Había visto a Yoongi mordisquear sus uñas con nerviosismo antes de los votos y hasta notó como parpadeaba furiosamente cada vez que sus ojos amenazaban con humedecerse. También lo había visto dar vueltas en círculos justo antes de la presentación. Seokjin, en cambio, bien controlado, jamás mostró un atisbo de nervios o ansiedad, así que era hasta cierto punto gratificante ver que, como cualquiera, estaba emocionado en el día de su boda. Solo sabía manejarlo mejor que la mayoría, cierto. Pero, al fin y al cabo, no podía esconderse el sol con un dedo.
Y Seokjin estaba tan feliz como Yoongi de tener al menor en su vida.
―Hiciste un buen trabajo hace un rato ―lo felicitó Jimin casualmente, sentándose a su lado―. Seokjin lo estaba soportando bien hasta que cantaste el coro. Ningún hombre se conservaría imperturbable cuando su pareja le dice abiertamente que lo ama con locura frente a todos. Yoongi no es un hombre de palabras, así que eso debió ser como una explosión de fuegos artificiales frente a ojos de Seokjin.
―Algo como el festival de fuegos artificiales de Sumidagawa, supongo ―sonrió―. ¿Lo conoces? Es uno de los eventos pirotécnicos más increíbles del mundo. Se celebra el último sábado de julio en Tokio ―miró hacia sus amigos―. Honestamente... esperaba verlo contigo este año.
―Aun podemos verlo el próximo ―aseguró Jimin, sosteniendo su mano―. Es más, es una promesa.
―Para ser un hombre que odia las promesas, últimamente no dejas de hacerlas ―bromeó.
―Sí, alguien me hizo cambiar de parecer sobre ellas ―sonrió, dejando un beso en su mano―. ¿Entonces? ¿Quieres visitar Japón conmigo el próximo año?
―Contigo incluso ir por un hotdog suena como un plan alucinante ―confesó―. Pero, si quieres invitarme a Japón, no diré que no.
Jimin sonrió, extendiendo su mano hacia él. Jungkook se recostó contra su hombro, permitiendo que el mayor lo acariciara mientras ambos miraban a los presentes. Algunos bailaban, otros comían, muchos reían, Seokjin lloraba, pero al menos todos ahí parecían estar viviendo un buen momento. Habían viajado hasta la isla Jeju, donde Seokjin había organizado una reunión discreta, y el viaje hasta ahí había valido completamente la pena.
―Dios... ―murmuró Jungkook cuando Seokjin finalmente dejó de llorar, pidiendo que pusieran una canción lenta―. ¿Ellos realmente bailarán un vals? Estoy conmovido.
―Seokjin tiene alma romántica, no lo puede ocultar ―se burló Jimin, rozando sus labios contra los cabellos del menor―. Ahora que lo pienso, jamás hemos bailado una canción lenta.
―Es porque no son mi especialidad ―se excusó Jungkook, distanciándose de él para buscar sus ojos―. ¿O acaso esa fue una invitación indirecta? Porque no diré que no.
―Me complace oírte decirlo, amor ―Jimin le extendió su mano―. ¿Por favor?
Jungkook tomó su mano, permitiendo que Jimin lo llevara a la pista para bailar un vals. Abrazados, se mecieron al ritmo de la canción en silencio, disfrutando del momento. En menos de 48 horas, como si de una pesadilla se tratara, esa escena ya no sería más que un anhelo, porque Jungkook estaría volando de regreso a su país y Jimin se quedaría ahí. Por lo tanto, ¿cómo no bailar una última vez aun siendo personajes secundarios en ese magnifico evento?
―Dime algo ―Jungkook habló a su oído―. ¿Te queda algo de coraje?
―Sí, creo que me queda algo ―contestó Jimin con una sonrisita, sosteniéndolo con fuerza.
―¿Y de locura?
―Desde que estás conmigo, de esa tengo de sobra ―admitió, distanciándose para verlo―. ¿Tienes algo en mente?
―Sí, acabo de descubrir que los lentos tienen un efecto afrodisiaco ―Jimin rio en voz baja, sin poder creer lo que estaba escuchando―. Y la playa está cerca.
―Estamos usando traje.
―Y, si me lo permites, dentro de poco no tendremos nada ―murmuró, jugando con el botón de su camisa―. ¿Alguna vez lo has hecho en el mar?
―No. ¿Tú sí?
―No, pero suena emocionante ―sonrió, tomando su mano―. ¿Nos escapamos?
Jimin miró a sus amigos, quienes estaban demasiado ensimismados en sus propios mundos como para ponerle atención a un par de descabellados. Así que, decidido a tomar la delantera, tiró del menor, obligándolo a escabullirse para luego correr en dirección a la playa. Dejaron sus zapatos y pantalones tirados en la arena y se sumergieron en el agua, como peces hambrientos de libertad.
Jungkook se arrimó sobre Jimin, buscando su boca. Las manos de este, en cambio, buscaron famélicas el contacto con su cuerpo. De repente, ya no importaba si alguien se daba cuenta de su ausencia y salía a buscarlos; en ese pequeño mundo donde coexistían, solo eran ellos bajo el cielo estrellado. Se besaron, nadaron y jugaron. Escondidos como niños que hacían una travesura, hicieron de todo, menos cosas inocentes. Jimin disfrutó cada minuto que Jungkook aferró sus fornidas piernas a su cuerpo mientras enterraba sus dedos en su espalda, sin aliento, pidiendo más y más de él. Y Jimin le dio más, perdido en las estrellas que se reflejaban en sus ojos; perdido en la humedad de su boca y la desesperación de su rasposa voz.
―Santa mierda, te amo tanto.
Jimin hubiera reído, de haber podido. Agotados y saciados, volvieron al mundo real donde existía el peligro de que alguien los encontrara, y entre risas, tirones y pasos torpes, se apresuraron en recuperar su ropa o lo que quedaba de ella.
―¿Has visto mi corbata? ―preguntó Jimin.
―Creo que se la llevó el mar ―respondió Jungkook, sentándose en la arena―. Así es como aportas a la contaminación ―murmuró con falso reproche, negando con la cabeza.
―Lo dice el chico que me propuso tener sexo en el mar ―se burló, tomando asiento junto a él. Sonrió cuando el menor acomodó su cabeza en su regazo, poco importándole lo que escuchaba―. ¿Estás bien? Es primera vez que lo hacemos sin...
―Estoy bien ―interrumpió, cerrando los ojos―. Tan bien, que me da escalofríos. ¿Alguna vez pensaste hacer el amor en la playa bajo luna llena? Porque creo que acabo de enamorarme más de ti luego de ver ese cielo sobre tu cabeza.
―¿Enamorarte más de mí? ―acarició sus cabellos―. No sabía que eso era posible. Ahora que lo dices, puede que me vuelva ambicioso. ¿Deberíamos repetirlo?
Jungkook rio, reincorporándose. Jimin se sorprendió cuando recibió un beso en la mejilla y después la más bella de las sonrisas. Esa noche, en especial, había un brillo en los ojos del menor que lo hacían más enceguecedores de lo normal.
―Dime algo, ¿eres feliz? ―preguntó el menor.
―Lo soy ―ordenó sus húmedos cabellos con cariño, inspeccionando su rostro―. ¿Tú eres feliz?
―Lo soy ―respondió de inmediato―. ¿Me amas?
―Te amo ―sonrió―. ¿Me amas tú?
―Te amo ―asintió, inclinándose en su dirección―. Por tanto, ¿puede existir un momento más perfecto que este?
―Justo ahora no puedo imaginarlo ―admitió―. Pero, si el futuro es contigo, entonces la respuesta es sí. Mañana, y todos los días que sigan por delante, serán perfectos por el simple hecho de que eres feliz y me amas.
Jungkook rio, abrazándolo. Jimin lo sostuvo a sabiendas de que detrás de ese abrazo había más que el simple deseo de estar juntos.
―¿Podemos quedarnos un rato así? Por favor ―pidió el joven en voz bajita.
―Todo el tiempo que quieras, cariño ―aseguró Jimin, dejando un beso en su cabeza.
Y, tal como prometió, permanecieron ahí por horas completas, abrazándose y mirándose como si no hubiera nada mejor en el mundo que eso: Ese momento y ellos.
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