CAPITULO SIETE

ESPERANZA
"Un día en la vida del padre"

Meses después, año 2010, Wurzburgo.

La televisión estaba encendida, la habitación solo resonaba con aquello mientras que un azabache a nariz arrugada intentaba con todas sus ganas y fuerzas realizar aquel trabajo de letras que le permitiría salvar aunque fuese uno de sus ramos. Ya había repetido una vez y no se permitiría hacerlo de nuevo. Su padrastro no se lo perdonaría. Y mucho menos su padre.

Si él repetía, no ganaría la aprobación de Madara como lo tenía Izuna.

No obstante, se le hacía tan difícil estudiar en esos míseros momentos. Más al tener a Chay frente a él de brazos cruzados observándolo y la televisión encendida con la programación en las noticias. Aquello no lo ayudaba para nada. Se sentía frustrado.

─No puedo, lo siento Negra. ─se excusó el pelinegro, dando un gran resoplido mientras dejaba el lápiz en la mesa. Chay alzó una de sus cejas.

─¿Cómo que no puedes? Ni siquiera lo has intentado. ─dijo ella, enrodando sus ojos. Luego, tomó el control remoto de la tv para apagarla─ Hazlo de nuevo, no vas a repetir.

Óbito soltó un leve gruñido con cierta queja, solo para luego tomar el lápiz y volver a presenciar aquella hoja del demonio a su parecer. Mío Cid, Hamlet, La vida es sueño. Santorski.

¿De qué le servirían esas porquerías? Al parecer, para no tener que volver a vivir el mismo año escolar por segunda vez. No pretendía ser como Shisui, a él no le importaba mucho el si pasaba o no. Aún así, lograba zafar sin tener que estudiar. No era justo.

Claro, aunque después de tres años Shisui logró pasar.

─Concéntrate, no es algo difícil. ─insistió la muchacha al ver como este leía en voz baja─ Y mira que yo sólo voy en primer año.

─Chay, si quieres que me concentre no deberías interrumpir mi lectura. ─respondió el azabache con su frente arrugada frente al papel─ Este Hamlet era todo un suicida, mira que pensar de esa manera ¿Por qué mierda debo leer esto?

La muchacha de cabellos negros dio un suspiro cansado y se tocó sus sienes al notar como Óbito no lograba concentrarse. Él solo pensaba en no repetir pero si no se esforzaba, lo más probable es que cayera al hoyo de igual forma.

─Porque si no lo haces, no pasarás y ya no serás compañero de Kakashi o de Shisui. ─respondió ella, la sinceridad evaporando de sus poros.

Óbito inhaló un tanto de aire y luego lo soltó de golpe, solo para después observar el reloj de la pared con detenimiento y cierta frustración. Las nueve y quince de la noche, aún sin conseguir nada o una pizca. Si no se apresuraba en terminar la pagaría muy caro y aquello lo sabía con certeza.

Aunque eso no fue lo que le llamó la atención o le hizo distraerse, otra vez.

─¿Bayern Munchen? ─cuestionó, observando el logo rojizo de aquel gran reloj. Chay frunció el seño─ Por tu rostro imagino que no sabes de qué hablo, pero es el peor equipo de la historia.

Ella se sintió ofendida ¿Realmente Óbito la trataba como a una niña pequeña que jugaba con muñecas? Para su mala suerte, ella y Marina eran amantes del fútbol alemán. Sobre todo del gran Müller.

─¿Conoces otro mejor? No me digas... eres del Borussia Dortmund.

Óbito alzó una de sus cejas y luego se cruzó de brazos con sorpresa, una sonrisa burlona posándose en su rostro mientras negaba con su cabeza. No se esperaba que la conocida de Shisui fuese esa clase de chica, le había sorprendido. Aunque para bien.

─Para tu mala suerte no lo soy, no me gustan los clásicos de acá. —respondió, alzando sus brazos─ Prefiero al Manchester city o al Real Madrid.

─Celeste, ya veo... Nada mal.

El azabache sonrió, relamiendo sus labios al notar aquella margarita que se formaba en los cachetes de la menor. Le parecía demasiado tierna, no tenía idea de qué le sucedía. Pues, en esos tres meses no habían dejado de hablar ni un solo día. Incluso si en algunas ─muchas─ cosas no coincidían podían debatir bien. Él iba en tercer año junto a Shisui, a pesar de ser un año mayor que Óbito. Muchas veces le habían hecho repetir por insistencias al de cabellos alborotados porque siempre faltaba. Era un don.

Y ahora, Óbito estaba a punto por lo mismo.

Asímismo, el azabache se había ido por las ramas al pensar en lo bella que lucía Chay con ese uniforme escolar o el tener que pasar sin excepciones. Ignorando aquellas páginas que tenía en frente.

─No creí que te gustara el fútbol. —confesó el Uchiha luego de unos segundos, y ella alzó sus hombros.

─No es como que esté en mis prioridades. —respondió la azabache, intentando sonar desinteresada— Pero vivo entre dos fanáticos ¿Qué esperabas?

─Cierto, no lo pensé.

Ambos quedaron en silencio luego de ello, un silencio algo incómodo y sepulcral para Óbito al tener la mirada de la chica sobre él en cuanto tomó la hoja una vez más para seguir leyendo. Pero lo que no sabía él, es que más nerviosa estaba ella por tenerle de frente y sentado en el living de su propia casa. Incluso si haya sido para estudiar, para Chay ya era algo.

No le bastaba con solo charlar, como lo habían hecho esos tres meses. Puesto que, aún no sabía nada de él. Quitando el fanatismo por los juegos y One piece.

—Intenta ir subrayando las cosas importantes. —interrumpió una vez más la chica, aunque con cierto miedo al ver que este tenía serios problemas de concentración. Sin embargo, él hizo caso a sus palabras y comenzó a subrayar sin dejar de leer.

Chay se sonrió por ello, pues realmente esperaba que le fuese bien en aquel trabajo. No le quería ver repitiendo una vez más, incluso si apenas y lo conocía.

—Óbito, ¿qué haces? —cuestionó la de cabellos negros con algo de confusión luego de unos segundos, al ver como este parecía subrayar todas las palabras que veía.

—Pues lo que me has dicho, subrayar.

—Pero te dije que sólo lo más importante, así solo harás que te duelan los ojos con tanto brillo. —insistió ella, aguantando la risa.

Óbito frenó sus movimientos y alzó la mirada, algo cabreado y avergonzado por lo que estaba haciendo.

—La maestra patas cortas me detesta, seguro que si me pierdo una sola palabra de esta mierda me reprueba. Todo es importante. —se excusó, alzando un poco la hoja y el lápiz. Chay mordió su labio para no reír, aunque el azabache lo notó enseguida— ¿Te estás burlando de mí?

—¿Qué? ¿Yo? —sonó desentendida y algo desconcertada, Óbito entrecerró sus ojos mientras la observaba.— No, no, ¿cómo siquiera lo piensas?

—Chay no me estás ayudando.

—Oye, que yo no me burlo. Solo intenta concentrarte y...

Antes de que la chica pudiese dar algo de aliento al Uchiha para que siguiese en lo suyo, su sentencia fue interrumpida por la puerta que era abierta bruscamente. Causando así también el asombro y rabia de la Weber ¿Por qué llegaba justo ahora?

Él nunca estaba en casa, y justo cuando quería estar a solas con el azabache aparecía. No era justo.

—Hidan, creí que no llegarías hoy...—murmuró entre dientes, viendo cómo este cerraba la puerta sin importancia y lanzaba su mochila en el sofá.

Por su parte, el pelinegro solo mordió el lápiz que tenía en mano con cierta incomodidad. Era primera vez que veía al hermano de Chay, el cual para tener solo trece años era demasiado alto y lucía mayor de lo que era.

Pudo divisar también, unos cuantos parches de bandas que no conocía en su mochila y con esos pantalones parecía un gangster cualquiera, pero Óbito no juzgaba. Él simplemente observó.

—Hidan, te hice una pregunta. —insistió la muchacha, en cuanto le vio caminar hacia su habitación sin siquiera voltearse a ver a su hermana. La capucha cubriendo casi todo su rostro.

—Quería llegar antes porque se me dio la puta gana, ¿algún problema con es- quién es este?

Ahora Hidan finalmente se había quitado la capucha de su cabeza y observaba con el seño fruncido al azabache, quien solo saludó con la mano y una leve sonrisa inquieta. La Weber mandó un grito al aire en cuánto le vio, sorprendiendo al mismo Uchiha.

—¡¿Pero qué mierda te hiciste en la cabeza?! —exclamó, al ver los cabellos grises y no usualmente rubios de su hermano. Luego inhaló el aire que pudo y observó a Óbito con mucha vergüenza por su grito— Siento el haber gritado, pero él es rubio y debería estar rubio. No así.

—No hay problema... —respondió Óbito, rascando su nuca con gracia e incomodidad.

Hidan soltó un bufido, pasando una de sus manos por su nuevo color de cabello con mucho orgullo.

—El gris me senta mejor, ¿verdad? los rubios son hijitos de papi.—explicó, sin mucha importancia y generando que Chay contase hasta diez para no reprocharlo— ¿No vas a responderme? ¿Quién es éste y por qué está en casa?

—Óbito, amigo de Chay. —respondió el azabache, al notar como ella no pretendía responder— Tú debes ser Hidan, el hermano.

Hidan alzó ambas cejas con malicia al oír su nombre mientras observaba a su hermana mayor, chocando así el puño con Obito en señal de saludo.

—Así que éste es el Óbito del que tanto hablas... —dijo, causando el enrojecimiento y enfado inmediato de la chica— A papá no le gustará saber qué traes hombres a casa mientras no está...

Chay rechinó sus dientes al oír su canturreo, tomando enseguida un poco de dinero que tenía en su bolsillo y luego, entregó el billete al ahora peligris con demasiado enfado dentro de sus venas. Así funcionaban ambos.

El dinero movía montañas, al menos para Hidan.

—Wow Chay, eres la mejor hermana del mundo. —dijo, aceptando enseguida aquel dinero que sería para su semana. La felicidad evaporando de su cuerpo— ¿Qué hombres en casa? ¿Qué Óbito? Acá nada ha sucedido bella hermana.

—Solo vete y cierra la boca.

Hidan sonrió ampliamente y tras dar una sacudida de cabellos a la pelinegro salió de casa una vez más, no sin antes coger el encendedor y una pipa que había en la cocina. Cualquier inteligente sabría en donde se iría a meter el Weber, pero Chay era algo ingenua para saberlo. Al menos en ese entonces.

—Óbito, disculpa a mí hermano que él solo...

—No pasa nada, no has conocido a los míos. —respondió, cierta gracia tintando su voz mientras se repetía mentalmente el tener que terminar aquel trabajo antes de las once— Son diez veces peor que el tuyo.

—¿Cuántos hermanos tienes? —cuestionó ella, curiosa y causando que el azabache hiciera un cálculo mental con su rostro.

Óbito nunca solía hablar de su familia, solo por ello la chica aprovechaba y ponía mucha atención en sus palabras. Ella se sentía muy curiosa y ansiosa con respecto a él o lo que tuviese que decir.

—Tengo tres hermanos, y ahora mi mamá está embarazada. —respondió, carraspeando luego— Yo soy el segundo.

—Vaya... —dijo ella, algo sorprendida— pues venga, no me quejaré de Hidan nunca más.

El azabache soltó una risa, una de las tantas que adoraba la pelinegro escuchar de su parte y por ella. Sobre todo por esas cicatrices que cubrían gran parte de su rostro. Las cuales le hacían lucir cada vez mejor.

Sí, si lo están preguntando ella sí sentía ansias o curiosidad de preguntar cómo se las había hecho. Pero no había la confianza suficiente aún como para hacerlo, ya más adelante sería capaz de eso.

Si es que había un más adelante.

—Bueh... ¿Terminamos esto? —cuestionó, bastante desanimado con todas esas hojas que habían sobre la mesa junto a los lápices y marcadores.

Chay se sonrió, tomando unas cuantas junto a un destacador anaranjado. Él alzó una de sus cejas ante tal acción, algo sorprendido.

—Negra, solo tienes que ayudarme. No es necesario que...

—Tú termina de leer esos capítulos de Hamlet y responde las preguntas. Yo haré las de Mío Cid y La vida es sueño, luego hacemos el análisis de Santorski ¿Vale?

Óbito tragó saliva, rascando su nuca con incomodidad. Nunca antes en su vida alguien le había ayudado tanto en lo que sus estudios respectaba, y mucho menos el que le hicieran las tareas. Ella apenas y lo conocía, pero ya había hecho más que cualquier otro.

—¿Qué esperas? —interrumpió sus pensamientos la Weber, al verlo algo estático— sigue leyendo, luego se te hará tarde.

—Ajá, eso hago...

Dicho aquello, ambos dedicaron el silencio sepulcral a leer y responder preguntas. Él tenía que pasar, fuese como fuese.

Pasadas las horas, la azabache de cabellos lisos ya había terminado su parte del trabajo mientras ayudaba a Óbito con la última pregunta y luchaba con todas sus ansias para que éste no se desanimara o se desconcentrara; lo cual sucedía a cada segundo que transcurría.

Chay tenía paciencia con el pelinegro de cicatrices, demasiada. Aunque más, solo la tenía por el hecho de ser Óbito quien necesitaba la ayuda porque con alguien más... no la tendría.

—Óbito, ¿leíste todo el texto? —cuestionó ella al leer la respuesta errónea, a lo que este asintió— Entonces, ¿cuál era la razón por la que él se hacía pasar por loco? Dios, esto está incorrecto y ni siquiera he leído este libro.

El pelinegro moduló una mueca y soltó un quejido. Por lo que, Chay inhaló todo el aire que pudo y lo contuvo ahí, pues tenía que tener demasiada paciencia con este hombre. No quería desanimarlo, pero también quería terminar luego para que pudiesen hablar de otras cosas.

—Vale, no importa. —soltó ella, cogiendo el lápiz que Óbito tenía en su mano sorpresivamente— Yo lo hago.

Él soltó otro quejido, seguido de un gran suspiro frustrado y luego se echó sobre la mesa. Los papeles chocando con sus brazos y rostro suavemente.

Chay suspiró.

—Ugh, me siento un inútil. —comentó— ¿Cómo es que tú lo sabes todo?

—No es que lo sepa todo, solo es cosa de leer y concentrarse. —respondió ella, terminando de escribir la respuesta en aquella hoja— No eres un inútil, solo tienes serios problemas de concentración y seguramente eres mejor en otras asignaturas.

Óbito bufó.

—Los deportes se me dan bien, ¿esa asignatura cuenta para algo?

Chay soltó una risita pequeña, sus mejillas levemente sonrojadas al verle de esa manera tan frustrada. Le causaba ternura su actitud, sin saber exactamente por qué.

Cualquiera que la viese diría que estaba obsesionada.

—¿Por qué no lo haría?

—Pues, no es que a alguien le importe lo que son los deport...

Óbito quedó a mitad de frase, esto debido a que su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo trasero y entonces enrodó sus ojos, aún más frustrado y algo fastidiado. Seguramente tendría que ser Fugaku y no tenía ganas de hablar con él hoy, nunca tenía a decir verdad.

Observó el reloj, diez para las once.

—¿No vas a contestar? —cuestionó la chica de catorce años, sin dejar de escribir en una hoja aparte con cierta confusión.

Ella siempre solía contestar.

Él negó con su cabeza, aunque al ver el rostro inquieto de ella por su respuesta, no tuvo mejor opción que observar la llamada en su teléfono con un suspiro. Cosa por la cual terminó ansioso y sorprendido. Puesto que, no se trataba de Fugaku.

Ya habían pasado cuatro meses desde la última vez que había oído su voz.

Ahora parecía tener mucho ánimo al ver quien le llamaba: su padre.

—¿Aló? ¿Papá? —dijo, casi gritando de la emoción como un crío cualquiera tras descolgar su móvil inmediatamente. Una leve sonrisa posándose sobre sus labios de manera inconsciente— ¿Cómo estás? ¿Por qué no habías llamado? Hace mucho tiempo no te escuchaba.

Chay tan solo le observó de re-ojo al oír aquello, pretendiendo así no estar escuchando mientras escribía en un papel diferente. Curiosa.

—¿Por qué no estás en casa? —fueron las palabras de aquel hombre tras el móvil, su voz con un deje de enfado mientras ignoraba las palabras anteriores. Aunque claro, Madara siempre hablaba con ese tono de voz que daba escalofríos.

Ahora, la sonrisa de Obito se había esfumado y sus ánimos ya no eran los mismos ¿Acaso le había marcado al móvil después de cuatro meses solo para regañarlo?

—Pues... salí a hacer un trabajo para el instituto, ¿por qué? —respondió, frunciendo un poco el seño con decepción— De todas maneras, esperaba a que me llamaras algún día ¿Cuándo irás a verme? Los sábados siempre estamos solos con Izuna y...

—Hoy fui a entregar lo que le corresponde a tu hermano y no estabas, como el mes pasado y todos los que voy. Luego no me eches la culpa. —explicó— ¿Y sabes de lo que me he enterado?

Ahora el Uchiha progenitor sonaba aún más molesto tras la línea teléfonica, y Óbito cambió su semblante enseguida, presionando uno de sus puños con algo de impotencia. No lo encontraba justo.

Madara siempre iba a casa cuando él no estaba, tan así que parecía hacerlo a propósito. Le jodía en lo más profundo.

—No, no sé. —escupió— ¿Qué te han dicho?  —Óbito parecía inquieto y algo impotente por aquella llamada.

Cuatro meses esperó por una mísera llamada de su parte, para que fuese así luego. Lo odiaba.

—Me han dicho que estás por repetir y que no vas a clases, ¿así es como pretendes recibirme siempre? —bramó, su voz detonante tras el teléfono— ¿Como quieres que vaya a verte cuando lo único qué haces es vagar? ¿Por qué mierdas no estás yendo a clases?

Óbito comenzó a jugar con sus dedos y un papel, observando de re-ojo a Chay para verificar que no estuviese escuchando nada de lo que dijese su loco padre biológico. A pesar de que ella sí escuchaba aunque fuese un poco pero no dijese nada sobre ello.

Solo por esa razón, el azabache decidió en mejor no arriesgarse y se puso de pie rápidamente con dirección al baño. La Weber le observó con detenimiento unos segundos, más no fue capaz de decir algo sobre ello.

—Estaba enfermo, papá. —se excusó una vez cerraba la puerta del baño y pasaba una de sus manos por su cabello— Y sobre lo otro, aún puedo pasar con este trabajo que estoy haciendo y...

—Mikoto me habría dicho si te hubieras enfermado, no me hagas idiota. —bramó el hombre una vez más y Óbito rechinó sus dientes, observándose en el espejo— ¿Y qué es eso de robarle a tu hermano o a Mikoto? Ya tienes 17 años, joder, compórtate como un hombre y no como un niñato. Trabaja si necesitas dinero, porque así como vas lo único que conseguirás es quedar de vago. Todo lo que envío yo siempre lo botas a la basura como si no costase ganárselos. Siempre es lo mismo contigo ¿Cuándo pensarás cambiar?

—¡No le robé a nadie, Fugaku es un puto mentiroso! ¡Ese dinero se perdió pero no lo he sacado yo! ¡Él tiene algo contra mí y lo sabes! —exclamó, logrando que la azabache pegase un leve brinco con sorpresa desde el living, algo preocupada por el Uchiha. Cosa que alarmó a Óbito al recordar el eco e intentó calmarse, tragando saliva antes de continuar— Además, nunca estás contento con nada de lo que hago y siempre es Izuna para ti. Si tan solo fueras un poco más comprensible podrías entender que...

—Izuna se esfuerza para conseguir lo que tiene, a ti todo te vale.

—Y a ti te vale el venir a verme ¿No? —gruñó, su tono de voz casi colgando de un hilo mientras seguía jugando con la llave de agua para disimular.

Madara suspiró tras la otra línea, sin mediar palabras durante unos cuantos segundos y Óbito bajó la mirada al comprender lo estúpidas que eran sus palabras. A este punto, Chay ya había respondido la última pregunta y ahora solo fingía escribir mientras escuchaba la conversación del escusado o intentaba hacerlo.

Le causó pena saber de ese tipo de cosas, más por el azabache. Aunque solo oía un poco desde dónde estaba.

—Ya debo colgar, otro día te llamo. —Madara finalmente respondió a través del móvil, ignorando la sentencia anterior y con mucho fastidio en su voz— Y vete a casa, solo estás perdiendo el tiempo.

—¿Otro día? ¿Cuándo será ese otro día, papá? ¿En cuatro meses más? —insistió el azabache, esta vez algo molesto y decepcionado con la idea y más con el que se tuviese que ir tan pronto— Ah no, espera, que mañana y pasado llamarás a Izuna y luego me pasarás por el culo otra vez hasta que haga una tontería ¿No?

—Adiós, Óbito.

Beep, beep. Madara había colgado la llamada sorpresivamente y ahora el azabache comenzaba a ponerse nervioso. Ya no tenía ánimos ni ganas de seguir con ese fatídico trabajo si a su padre le daba igual el que lo hiciera para pasar. La pelinegro le observó detenidamente al ver como este volvía al salón principal, algo confundida y se podría decir que preocupada. Pues, el rostro de Obito ya no era el mismo.

Lo comprendió, al menos un poco.

—¿Te vas?

Él asintió, una mueca algo inquieta en su rostro.

—Gracias por todo, Chay. —dijo, causando aún más sorpresa y pena en ella. Chay pretendía quedarse con él hasta más tarde, no se esperaba esa respuesta—  Ya debo irme, son las once y si llego más tarde me van a colgar en la cocina.

—Oye, pero... ¿No terminarás esto? —cuestionó ella, un tanto desconcertada y apenada por él— O siquiera ¿Te lo llevarás para finalizar el resto en casa?

Óbito negó con su cabeza, segundos antes de coger su chaqueta y su mochila con cansancio.

—¿Te lo llevo mañana entonces? Ya en el primer receso terminamos lo que falta. —insistió la menor— No vas a reprobar.

El azabache medió una sonrisa cálida, mientras ubicaba la mochila en su hombro.

—No, ya me da igual. —dijo, yendo directamente hacia la puerta y ella moduló una mueca apenada— Quédatelo si quieres, te puede servir.

Toda una tarde leyendo, trabajando y partiéndose la madre para que luego no quiera llevarse su esfuerzo y sin despedirse, nada. Ella no lo encontraba lógico, aunque entendía lo de su padre o lo poco que alcanzó a oír. Pues a ella su madre tampoco les llamaba mucho, y por esa misma razón Hidan hacía muchas tonterías para llamar su atención.

Pero tampoco era la manera correcta, ella lo sabía mejor que nadie.

—Oh, espera... —murmuró él frente a la puerta de entrada, segundos antes de devolverse con rapidez para quedar a la altura de Chay, quien aún estaba sentada en una de las sillas.

Ella sintió su respiración entrecortarse, pues él estaba demasiado cerca y sonriendo.

—¿Se te ha quedado algo?

—No, es que no me había despedido.

Entonces, cuando la pelinegro a mejillas sonrojadas quiso decir algo y esperó aquel beso en la mejilla, resultó que Óbito había ido más allá de eso. Tocando vagamente así el costado derecho de sus labios con los suyos. Ella sintió su corazón salir por su pecho en un momento y ahora estaba aún más sonrojada que antes.

Aquello había sido fantástico, Marina se iba a morir cuando se lo contase.

—Gracias, Chay.

Óbito medio sonrió, y luego ya se había esfumado de ahí como una bala. Chay quedando completamente sola con aquellos papeles sobre la mesa sin dejar de tocar sus labios. Después de todo... el estudio no había ido para nada mal.

Al menos para ella. No se esperaba aquel gesto de Obito.

—Pues bien... —murmuró, dando un suspiro después de quitar su mano de ahí y observar los papeles restantes con una sonrisa inquieta.

Igualmente, haría el trabajo a Óbito por si luego se arrepentía.

—Uh, esa cara que te traes Óbito... Mm te la compro.

Óbito recién había ingresado a su humilde hogar a pasos vagos y al parecer quien primero notó su mal humor fue Itachi, quien tosió un poco después de esa sentencia—aunque siempre lo hacía—. Sin embargo, el azabache no le dio mayor importancia, queriendo pasar de largo a su habitación, el que compartía con Izuna para no tener que bancarse a nadie.

Aunque no le funcionó.

—¡Bebé mío! ¿Por qué esa cara?

Óbito enrodó sus ojos, sintiendo como aquella mujer chillona le apretaba los cachetes como si fuese un niño pequeño apenas le vio pisar la escalera. Mientras, Itachi soltaba una leve risa por ello.

—Mamá....—gruñó, queriendo zafarse— Suelta, suelta, suelta ya.

—Eres una ternurita cuando te enfadas, aunque madre mía que te pareces a tu padre. —comentó, finalmente quitando sus manos de encima con algo de desprecio— ¿Vienes con hambre? ¿Cómo te fue con el trabajo? ¿La chica ésta te ayudó o no?

—No mamá, solo quiero ir a dormir ¿Puedo pasar?

En cosa de segundos, Mikoto Uchiha ya no estaba tan animada o simpática como antes. Ella ahora lucía algo molesta por la voz y actitud borde de su segundo hijo, ambos siendo observados por un pequeño y curioso Itachi.

Las hormonas del embarazo de verdad la enfadaban fácilmente. Aunque en realidad no hacía mucha diferencia con su personalidad sin ese importante hecho.

—Tienes que comer algo, tengo la cena lista en la cocina. Todos están comiendo. —espetó, señalando con su mano la dirección— Solo Itachi no comerá, pero es porque comió antes y además sabes que es más delicado a la hora de comer. Venga, no te me pongas rebelde o verás las consecuencias. Ya sabes que no me interpongo entre Fugaku y tú si algo haces mal.

Óbito gruñó por lo bajo, observando disimuladamente a su hermano menor en el sofá para reclamar en caso de que se estuviese riendo. Itachi ya tenía trece años, pero eso no quitaba que fuese un maldito capullo. Al menos a vista suya.

—¿Qué hay de comer? —preguntó, finalmente dejando la mochila a un lado del mismo sofá con rendición. Mikoto alzó una ceja.

—Rinderroulade. —respondió, ambas manos en sus caderas al ver el rostro disgustado del azabache. Sabía que a él no le agradaba esa comida— No me pongas esa cara, lo ha hecho Fugaku con todo su amor. ¿Cómo vas a decirle que no?

—Venga, que si lo hace él menos ansias me dan de comer. —murmuró para sí mismo, mientras así caminaba hacia la cocina con pasos perezosos. Mikoto le seguía el paso desde atrás.

Apenas ingresó a la pequeña cocina, pudo ver a sus hermanos restantes comiendo junto a su padrastro. A pesar de la hora a ellos no les importaba mucho, siempre solían cenar tarde. Todos en completo silencio, como siempre.

Aunque esta vez, quizás no tanto.

—¡Óbito, llegaste! ¡Qué alivio!

—Provecho. —fueron sus palabras, algo apagadas mientras se sentaba a un costado de Fugaku e ignoraba el grito entusiasta del pequeño Sasuke por su llegada.

Él siempre estaba contento cuando Óbito estaba cerca, y aquello molestaba a Fugaku.

La mujer, por su parte enseguida se dedicó a buscar un plato para poder servirle. Cosa que al parecer no le dio mayor gracia al hombre de cabellos castaños. Aunque, nada le daba gracia a ese hombre.

—¿No le vas a ayudar? —cuestionó Fugaku, cierta molestia tintando su voz sin siquiera observarlo al concentrarse en su cena.

—¿Ayudarla a qué?

Óbito parecía desconcertado.

—A coger los platos o servirte tu solo. —explicó él, su seño levemente fruncido a la vez que ahora le observaba— ¿Acaso no ves en el estado en que está tu madre? Ya estás grande para que te sigan tratando como un bebé. Mikoto, no le sirvas.

El azabache dio un bufido sin mucha importancia, acomodándose una vez más en el asiento mientras sentía la mirada fija de Izuna sobre él. A veces, Fugaku era un maldito exagerado a vista suya.

—Fugaku... viene de estudiar y Óbito nunca lo hace. —explicó la mujer, algo cabizbaja y con voz suave por la mirada penetrante del Uchiha mayor al cual solía llamar esposo. Su cuerpo temblando levemente— Corresponde el que le sirva.

El castaño le regaló una mirada de desprecio que seguramente pagarían después, a ella y luego al azabache de su costado, sin decir algo más mientras comía. Él estaba exagerando y todos lo sabían.

Pero era Fugaku, y no podían hacer más contra eso.

Aunque era entendible, pues al Mikoto tener tres hijos varones y ser algo mayor para tener otro más, el que por fin una mujercita veniese en camino parecía hacer que Fugaku estuviese más insoportable de lo normal. El azabache también estaba entusiasmado con la idea, claro, pues aunque no fuese su hermana legítima la querría de todas maneras. Pero él se pasaba de la ralla.

Fugaku era un hombre frío y solía ser brusco con ellos, más no podía hacer nada. Él era el hombre que su madre había escogido tras la separación con su padre y lo respetaba... en parte.

Aunque también, esperaba que con su hermana pequeña no fuese igual que con ellos. Ni con su madre.

—Además está embarazada, no parapléjica. —comentó Óbito, sin mucha importancia y algo de fastidio— Ya ha pasado por esto ¿Cuánto? ¿Cuatro veces ya? No exageremos.

—Pero aún así tiene sus riesgos.

—¿Y a ti quién te pidió opinión? —bramó Óbito, al ver que Izuna se había unido a la conversación antes que Fugaku pudiese responder o reprocharlo. En cambio, Sasuke solo comía a ratos y escuchaba lo que hablaban entre ellos.

—La mesa es libre, Óbito. —dijo— Yo solo decía...

—Vale, vale ¿Y no pudiste avisarme que vendría papá hoy?

Silencio, uno muy sepulcral que duró no más de tres segundos. Óbito estaba molesto, tal vez decepcionado o triste, no lo sabía con exactitud. Era un cúmulo de emociones guardadas que aquel día desde la llamada estaba muy enfadado con lo que Izuna y a su padre respectaban, más también por el hecho de no haber terminado aquel trabajo que juró a su madre entregar el día siguiente.

—¿Y eso qué tiene que ver con el embarazo de mamá?

Izuna parecía desconcertado, y Fugaku carraspeó. Estaba comenzando a enfadarse con todo el tema del padre de ambos chicos.

—Nada, pero demonios Izuna. —se quejó el azabache, siendo observado por Sasuke de vez en cuando con inocencia— Pudiste decírmelo.

—¿Qué parte de que Madara no es tema en esta mesa no comprenden? Ya les he dicho que...

—¿Para qué te iba a decir? Él no quería verte. No tiene sentido.

Todos voltearon hacia la voz que se sumó a la cocina e interrumpía la del castaño. Obito se enfadó aún más al oírle y pretendió responder, cosa que no le salió demasiado bien al sentir el brazo del mismo Fugaku golpear su hombro.

Mikoto, por su parte ya terminaba de calentar el plato de su segundo hijo y al oírle también frunció el ceño, aunque no fue capaz de decir algo.

Porque era cierto.

—Itachi ¿Ya te aburriste de ver dibujos animados? —cuestionó la mujer, a lo que este asintió y se acercó a ella para coger el plato de comida— Itachi, no tienes por qué...

—Deja mamá, hay que ayudar en esta casa.

Izuna cruzó miradas con Obito y este tan solo soltó otro gran suspiro. Ya no había caso que dijese algo más, pues sabía que el decir algo de Itachi o respecto a él estaba prohibido en casa. Fugaku amaba tanto a su primer hijo que él era intocable ante todos.

Incluso si el de pequeñas ojeras no fuese tan perfecto como lo tildaba él.

Entonces, así fue como el pequeño Uchiha sirvió la comida a Óbito —quien no dio las gracias por orgullo— y luego se fue al diminuto living en silencio otra vez. Obito tomó la cuchara enseguida para revolver las cosas que habían en el plato con cierto asco, realmente no tenía apetito para comer algo de Fugaku y al parecer Izuna ya había terminado. Estaba casi solo en esto.

No le gustaba la comida, de mal humor y encima tendría que quedarse en la mesa junto a Fugaku. Un día genial para él.

—Estaba muy bueno Fugaku, gracias. —dijo Izuna, segundos antes de ponerse de pie con su plato e ir hacia el lavabo junto a su madre.

Ella lucía inquieta.

—Deberías aprender modales de tu hermano. —comentó Fugaku, también finalizando su cena sin salir de su asiento para observar a Óbito— Estás muy mal criado por tu madre. Anda, come.

Óbito moduló una mueca de desagrado y afirmó uno de sus codos en la mesa para afirmar su mentón, siguiendo de la misma forma el revolver las cosas dentro del plato. Realmente no tenía apetito.

No es como que Óbito fuese quisquilloso con la comida, al contrario, comía de todo lo que le diesen. No obstante, esa comida no era de sus preferidas y su cabeza estaba hecha un lío, sin quitar el hecho de que estuviera hecha por la mano de su padrastro ¿Qué peor para alguien como él?

—Mamá, ya estoy lleno. —fue la voz del pequeño de diez años la que irrumpió el silencio, quien tocaba su barriga y observaba a Óbito jugar con la comida.

—Está bien, deja el pla...

—No, Sasuke. —cortó la frase de la mujer el de cabellos castaños— Toda la comida, no sigas todas las tonteras que hace tu hermano.

Óbito enrodó sus ojos al oír la obviedad de sus palabras e ingresó la primera cucharada a su boca. No estaba nada mal, pero su orgullo le podía como para decirlo.

—Agh, papá... si como más de la cuenta de seguro voy a vomitar. Estoy que exploto. —se quejó, su seño levemente fruncido mientras movía sus piernas.— Y tú no quieres eso ¿Verdad?

Fugaku se tomó la frente, pensando un poco su decisión respecto al tema. No obstante, no pudo dar una respuesta debido a que Mikoto ya había quitado el plato de la mesa, aún a sabiendas que eso le saldría caro con el castaño.

Como las tantas veces a escondidas de sus hijos.

—Mikoto ¿Hasta cuando los malcriarás de esa manera? ¡Quieto, Sasuke! —exclamó con su mandíbula recta, una vez notaba como este pretendía bajar de su silla— Devuélvele el plato, ahora.

Óbito no dijo palabra alguna, pero se estaba conteniendo al presionar uno de sus puños tras escuchar su usual tono de voz contra su madre. No le parecía correcto y mucho menos con Sasuke, quien solo había dejado un poco de la cena. No era algo grave que ameritara un grito así.

Sasuke no tuvo más remedio que volver a acomodarse en su silla, mordiendo su labio inferior con disgusto. Realmente ya no podía más.

—Sasuke, como vuelvas a seguir los pasos de Obito la pagarás caro. ¿Captas? —gruñó el castaño, causando que el pequeño azabache asintiera con la cabeza— Deberías ser un poco más como Itachi, él obedece en todo y...

—Pues venga, hazle un altar ahora.

—¡Fugaku! —exclamó la mujer, un tanto nerviosa por la acción que había realizado su esposo contra Óbito.

En cosa de segundos, el mayor de los Uchiha había estampado su brazo y codo directamente en la boca del azabache a su costado. Aquello simplemente por tales palabras que eran para defender a Sasuke, pues él ya estaba cansado de esas comparaciones.

La nariz le ardió un poco, pero aún más fue la rabia.

—¡A ver si así ya aprendes a callarte la boca de una puta vez!

Óbito tocó su nariz una vez más, creyendo que podría sangrar en cualquier momento por el golpe pero no fue así. Por ende, tras unos cuantos segundos se puso de pie con ímpetu y lanzó el plato de comida frente a él a lo que era el suelo: este quebrantándose en mil pedazos.

Luego, presionó sus puños sin arrepentirse de sus acciones. Él ya estaba al límite, estaba harto de ser siempre la oveja negra.

Sasuke pegó un salto, sorprendido y bastante asustado por la reacción que podría tener su padre sobre eso. Al igual que su madre.

—¡¿Hasta cuando piensas hablarle así a Sasuke?! ¡Que es un puto niño, jod-

El azabache no pudo terminar sus gritos en defensa al menor de los Uchiha, pues Fugaku no demoró en ponerse de pie para estamparlo contra la pared y dar un fuerte puñetazo en su rostro, seguido de otro y otro. Mikoto comenzó a temblar simultáneamente, pues ella no podía entrometerse.

Al menos no aún.

Óbito detuvo el cuarto golpe con dientes rechinados mientras evitaba levantarle la mano a su padrastro y vio a Sasuke tragar saliva, muy asustado con todo lo que estaba sucediendo. Poco a poco sus ojos se llenaban de lágrimas.

—¡¿Te crees que yo soy una puta broma, Óbito?! —bramó Fugaku frente a él, notando como comenzaba a sangrarle el labio— ¡¿Que te puedes dar  el gusto de hablarme como se te de la gana?! ¡Aquí mando yo y tú me respetas! ¡¿Me has comprendido?!

El moreno de cabellos azabache tragó saliva sin decir palabra alguna. Hace unos dos años si estuviese en esa misma posición quizás le tendría miedo o callaría como siempre. Pero él ya no podía más con el deje abusivo de su parte.

Ya se había bancado varías collejas en su niñez de su parte por razones estúpidas. No habría una más, o tal vez sí.

—¡Yo tampoco soy una puta broma! —respondió finalmente, dando un gran empujón al hombre con demasiado enfado en sus venas— ¡Deja de creerte mi padre, maldita sea! ¡Solo eres alguien que se ha tomado atributos en esta casa que no le pertenecen!

—¡Óbito, calla ya!

El azabache corrió la mirada un momento para ver a su madre, quien con rostro preocupado se acercaba a ambos luego de aquella advertencia. Sasuke solo estaba ahí, estático sin saber qué hacer y con pequeñas lágrimas corriendo por sus mejillas.

¿Debería llamar a Izuna, a Itachi? No estaba seguro.

Crack. Otro golpe había sido empuñado al azabache, quien cayó al suelo de inmediato mientras ubicaba ambas manos en su cabeza para que las patadas sorpresivas y fuertes de Fugaku no diesen en ese lugar. El resto de su cuerpo ya le daba igual.

Estaba acostumbrado.

—¡Nunca aprenderás, maldito idiota! —bramó, siendo tomado de un  brazo por Mikoto para que frenase— ¡Bien me alegra el que no seas hijo mío! ¡Eres un maldito cabrón que no sabe...

—¡Basta, Fugaku! —gritó la mujer, desesperada al ver tantos golpes hacía el azabache.

Quien aún no era capaz de ponerse de pie y defenderse como era debido.

—¡No sabes las ansias que tenía de darte tu merecido, por vago, ladrón y malcriado! —gruñó una vez más, dando una gran patada en una de sus costillas y luego en su estómago. Mikoto había comenzado a llorar— ¡No llegarás a ninguna parte de esta manera, serás nadie en este mundo si no aprendes!

—¡Fugaku, por favor! —exclamó una vez más, siendo ignorada.

Sasuke notó aquello, y con pecho inflado junto a los rápidos latidos de su corazón se hizo el coraje suficiente para ponerse de pie y gritar a todo pulmón:

—¡Basta, papá! ¡Óbito no se merece lo que estás haciendo! ¡Déjalo en paz!

El azabache, sorprendido por el grito de su hermano menor aflojó un poco sus brazos y sintió una última patada sobre su mejilla—La cuál de seguro dejaría marca—. Entonces, fue cuando decidió actuar. Porque si Fugaku frenaba sus métodos en contra suya sorpresivamente, eso solo significaba que Sasuke...

—¡A él no lo toques! —gritó, segundos antes de tirar sobre la mesa al castaño para devolver el golpe una y otra vez. Desenfrenado total.

Ahora no solo Óbito estaba sorprendido por lo que había hecho u estaba haciendo, sino que, también lo estaba Mikoto y su hermano pequeño. Sin contar a Fugaku, quién era el que menos lo esperaba y aquello solo le causó aún más rabia de la que tenía en su contra.

Nadie lo golpeaba y salía vivo. Menos él.

—¡Sasuke, ve a por Izuna yo me encargo del resto! —exclamó la madre de los Uchihas, cosa que Sasuke no demoró en hacer a pasos rápidos.

Era primera vez que Sasuke obedecía tanto.

—¡Óbito, ya déjalo! ¡Es tu padrastro y merece respeto! —gritó, una vez corría hacia ellos para quitar a su segundo hijo de encima— ¡Por favor!

Sin embargo, él no paraba de golpear una y otra vez al castaño en su rostro, parecía otra persona. Un demonio encarnado en él que descargaba toda su furia en contra de aquel hombre abusivo que montaba los cojones todo el día. Eran muchas las veces en las que  Óbito o cualquiera de sus hermanos tuvo miedo en su niñez por ello, y entonces el azabache escapaba de clases por vergüenza a sus moratones. Ahora todo lo estaba descargando sobre él.

—¡Óbito, que lo dejes ya! —insistió Mikoto, una vez quedaba cerca y forcejeaba su camisa escolar con todo lo que podía. Mientras, Fugaku intentaba defenderse.

Pero Óbito parecía igualarlo en fuerza.

¡Óbito!

Entonces, fue cuando sucedió lo peor. Mikoto Uchiha había caído de espaldas brutalmente sobre un enorme mueble debido al forcejeo de su propio hijo, mueble que cayó de inmediato sobre ella junto con varios platos y tazas.

Obito dejó de golpear a Fugaku para observar con espanto la escena.

Se sintió culpable.

Segundos más tarde, Izuna se hizo presente junto a Itachi —quien por el ruido finalmente había ido a mirar— y Sasuke, todos igual de preocupados por la escena brutal que había en el suelo.

—Joder, no, no...

Óbito pretendió socorrer a su madre, pero antes de poder hacer algo, fue el mismo Fugaku quien le tiró hacia atrás de un solo golpe y levantó el mueble rápidamente junto a Izuna. Varios gemidos adoloridos se escaparon de la boca de aquella mujer.

La respiración del azabache se entrecortó al verla así y la culpa comenzó a inundar todos sus sentidos lentamente, más al sentir la mirada de desprecio que solía tener Itachi sobre todos en aquella humilde casa. Sasuke le observó con pánico, estático en su lugar mientras las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas y él las quitaba rápidamente.

—Mikoto ¿Estás bien? —cuestionó el castaño, notando cómo ésta se quejaba en el suelo y tocaba su no tan abultada barriga con desesperación— ¿Dónde te has golpeado?

—Habrá que llamar una ambulancia ¿No? —sugirió el azabache mayor de cóleta, notando como una de sus piernas comenzaba a sangrar por la caída de los platos que se quebrantaron— Para quitarnos las dudas...

—Sí. —respondió Fugaku, tirando el móvil a Itachi— Ita, marca a la ambulancia.

—¿Mamá estará bien?

—Sí, solo llama.

Óbito tocó su nuca varías veces y movió su pie derecho una y otra vez contra el suelo, demasiado inquieto y preocupado por la mujer que le había dado la vida. Ella lloraba y gemía del dolor, todo por su culpa. Si tan solo hubiese callado...

Si no hubiese respondido, si tan solo...

—Óbito, haz algo útil y ve por un paño húmedo. Se ha golpeado la cabeza y posiblemente el abdomen, yo creo que...

—¡Deja de actuar como un puto médico! —bramó a la defensiva el pelinegro, sin siquiera pensar en lo que había salido de su boca. Fugaku pretendió ponerse de pie para seguir con el escándalo, pero Izuna lo frenó.

Esta vez le observó fijamente, su seño fruncido con desaprobación y enfado. Como todos le miraban siempre, esa jodida mirada.

—Entonces vete. —espetó, notando como el azabache temblaba con mucha fiereza y parecía creer que todos le atacaban. No estaba en condiciones de ser una ayuda ahora mismo— Si no vas a ayudar, llévate a Sasuke y me esperan arriba. Ya hiciste suficiente.

Óbito entreabrió sus labios, queriendo decir algo, una disculpa o una palabra al menos: algo que jamás sucedió. Pues, además de costarle el expresar lo que sentía, su hermano menor ya había tomado su brazo para quitarlo de ahí con desesperación. Él jamás había imaginado que todo terminaría de esa manera.

Era de lo peor.

—¡Óbito, me asustas! ¡Para ya!

El azabache se encontraba sobre la cama, meciéndose en posición fetal con ambas manos sobre su cabeza y no dejaba de repetirse cosas absurdas. Antes ya había desordenado su cama y varias cosas, pues no podía controlarse. Su respiración era irregular y sus latidos del corazón también. Quería calmarse, pero no podía. No hasta saber el estado de su madre.

Todo era su culpa.

—¡Óbito, para ya! ¡Fue un acciden...

Las palabras del Uchiha de diez años fueron cortadas por la perilla, dejando a la vista a un cansado y muy serio Izuna con toda la situación. El cual no demoró en poner pestillo a la puerta en caso de que Fugaku volviese esa misma noche con la furia, aunque lo dudaba.

—Mamá perdió el bebé.

Solo eso bastó para que Óbito tomase la consola que había sobre su cama y la lanzase a la pared con fuerza, ésta sonando con un gran crack. Las lágrimas de sus ojos estaban al borde de caer y su labio temblaba suavemente. Sasuke solo entreabrió sus labios con sorpresa, observando a Óbito con algo de pena.

¿Realmente habían perdido a su hermanita?

El menor también se sentía culpable, pues toda la disputa comenzó por no comer toda su comida.

—Lo siento, Izuna... —Sasuke comenzó a hablar, también temblando por el llanto silencioso que tenía— Esto fue mi culpa, yo no quería comer y entonces Óbito me defendió y yo...

—Calla, Sasuke. —reprochó Izuna,  yendo en dirección a Óbito— Esto no es culpa de nadie, mamá tenía problemas de antes. Esto solo hizo que ya nada más se pudiese hacer con esa bebé que venía en camino.

El pequeño bajó la mirada, asintiendo con su cabeza. Mientras, Óbito seguía en estado de shock por lo sucedido. Su corazón pidiendo a gritos que llamase a Kakashi para distraerse, él ya no quería estar ahí.

Odiaba estar en casa.

—Óbito, no fue culpa tuya. —dijo el mayor, acariciando suavemente su espalda para animarlo— Pero deberías tener más cuidado, ya sabes cómo es Fugaku desde siempre. ¿Para qué le sigues el juego? Así solo hacemos las cosas peor, hasta mamá se rindió con él. Deberías hacer lo mismo.

—¿Me pasas el móvil? —soltó él con un hilo de voz, quitando enseguida el pequeño acto de afecto que tenía Izuna para luego limpiar unas cuantas lágrimas que habían caído de sus ojos.

Izuna le observó de pies a cabeza, inseguro de lo que este pudiese hacer luego de lo ocurrido. Aún así le hizo entrega del móvil y medió una mueca al ver como tecleaba rápidamente. Al parecer, aunque pasaran los años la situación en la pequeña casa Uchiha siempre sería la misma. Todos redimidos a ese hombre.

Y Óbito, dando la pelea como siempre.

—Saldré.

—¿Qué? ¿A dónde?

Izuna parecía desconcertado. Más porque este ignoró sus palabras mientras se ponía de pie, yendo directo hacia la ventana. No, él no se arriesgaría por la puerta.

Necesitaría.

—Mierda, Óbito... —espetó, al ver como sacaba uno de sus pies por esta misma— Al menos avísame a dónde te irás, por si te sucede algo. Nos preocupas.

Sasuke asintió.

—Me quedaré en casa de Kakashi, no te preocupes. —avisó, una vez tecleaba en su móvil y pensaba una y otra vez en todo. Quemándose la cabeza— Mañana si iré a clases por si lo preguntas... Adiós.

Dicho esto, antes que Izuna pudiese agarrarlo para que no escapase... él ya había bajado por unos cuantos arbustos. Frustrándolo a mil por su actitud frente a todo. Le preocupaba la situación de su hermano, bastante.

Por ello, Aquella noche... Óbito junto Kakashi no durmieron en casa por salir a hacer de las suyas en la calle y al otro día no fueron a clases sin importarles mucho. Esto costándole el año completo de repetición a Óbito, por mucho que Chay haya intentado entregar aquel trabajo por él. Pero Óbito ya había agotado su capacidad de faltas.

Y Chay, aún no lo conocía del todo...

// Espero hayan disfrutado la lectura, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

¡Hola! ¿Qué les ha parecido el capítulo? Si bien es algo súper equis, es algo importante para la historia y pues jsjsj no diré más. Solo espero que les haya gustado y así😭❤️.

En fin, eso, muchas gracias por leer y que tengan un lindo día. Son lo mejor❤️💕.

Adiosín💕.

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