CAPÍTULO QUINCE
ESPERANZA
"Missbrauchen"
No hay secreto que el tiempo no revele. Eso es algo que tenía casi asegurado y que debía enfrentar algún día.
—Shisui. —su voz fue bastante suave, casi inquietante— ¿Me acompañas al taller?
El pequeño de unos siete años frunció el seño y su corazón palpitó con fuerza un par de veces sin razón. Hoy su madre no estaba en casa y sintió algo de pánico llenar su pequeño cuerpo. Tal hombre de cabellos negros que lo aclamaba, a quien solía llamar papá no estaba lo suficientemente ebrio para llevárselo al taller.
Entonces, ¿cuál era el motivo?
Shisui tragó saliva, sin responder.
—Vamos, hijo... —insistió aquel hombre de nombre William, dejando su copa de vino hasta la mitad sobre el mesón mientras se ponía de pie y juntaba sus manos en un frote con una media sonrisa— Solo quiero que pasemos tiempo juntos mientras tú madre no está. A fin de cuentas soy yo quien siempre te cuida. Lo pasarás genial.
"Cuánto más te resistas, más te va a doler ¿Lo sabes, verdad?"
"Esto sirve para liberar toxinas, te hará ser un mejor hombre cuando crezcas."
Shisui recordó las palabras de su padre, mientras jugaba levemente con sus zapatillas en el suelo. Tenía un dilema mental con sus palabras y sus actos, pues a pesar de ser un niño sabía que algo no estaba bien. Su cuerpo reaccionaba mal.
Él no se sentía bien.
"Solo estamos jugando ¿Sí? Lávate la cara y ve a cenar..."
Solo era un juego de niños, eso era lo que él decía. Pero entonces, ¿por qué dolía tanto esa clase de juegos? ¿Por qué no se sentía cómodo o entretenido al jugar con papá? ¿Sus compañeros de colegio también tenían esa clase de juegos? Probablemente sí, o tal vez no. Él no lo sabía y solo se lo preguntaba por curiosidad.
Porque quería sentirse como una persona normal con sus pares y hacer las cosas que hace un niño común a esa edad cúspide, quizás tener el conocimiento que de por sí esos juegos eran comunes en la vida diaria de los otros niños y también, que debía hacerlo para ser parte de una sociedad que se lo pidiese a gritos. No quería ser el único jugando esta clase de juegos.
Odiaba cuando su mente le jugaba en contra de sus actos, incluso siendo un niño ya era capaz de comprender que él no estaba bien. El mundo no estaba bien para él.
—Venga, Shisui. —insistió el hombre, hincándose frente a su tranquilo y estático hijo con una sonrisa cálida— ¿No estás aburrido? Después de todo tu pelota de fútbol se ha roto. Nos vamos a divertir, lo prometo. Hoy está por venir Karina y su hija, ¿no es genial?
—Pero... —titubeó— a mí no me gustan esos juegos papá. Y-ya lo he dicho antes.
El padre shusheó al pequeño azabache, tomando suavemente los hombros de este con una sonrisa. Igual a la suya.
Shisui tembló ante el tacto y mordió su labio inferior.
¿A qué hora llegaba mamá? ¿Por qué nunca estaba en casa?
—Mira, te propongo una idea...—dijo el mayor, tras notar el cuerpo tiritón de su hijo— Hoy podrás disfrutar tú sin que te duela como las otra veces, ¿qué dices?
Shisui abrió sus orbes más de la cuenta y balbuceó un poco. ¿Disfrutar? ¿Podía él disfrutar con esa clase de juegos? No estaba 100% seguro.
Todo lo que él decía le causaba... asco.
—Vamos, hijo. —prosiguió el hombre, esta vez tomando su cuerpo desde las áxilas para tomarle en brazos. Shisui sintió náuseas— No querrás enfadar a papá, ¿o si?
—No me siento bien.
El padre sonrió, esta vez abrazando el frágil y temblante cuerpo del azabache mientras le frotaba con su torso.
—Pronto te sentirás genial, lo prometo.
Sus pasos dieron a lugar con el pequeño Uchiha en brazos, yendo sin preámbulos a su taller de maquinaria en donde solía trabajar y llevar a sus mujeres.
¿Donde estás, mamá?
—P-papá, ¿de verdad mis amigos juegan a esto? —cuestionó Shisui, una vez ingresaban al taller y era bajado de los brazos de su padre. Él asintió, cerrando la puerta mientras cogía el teléfono y quitaba enseguida esa sonrisa fingida hacia su hijo— Papá...
—Quítate la ropa, Karina ha de estar por llegar.
—Pero...
—Ahora ya, Shisui.
Shisui forzó una arcada, esperando que así lo dejase pasar por esta vez.
—N-no me siento bien.
El mayor presionó su mandíbula y así también el teléfono, segundos antes de voltearse hacia Shisui. El pequeño tragó saliva y simplemente tomó el borde de su playera con temor.
—¿Vas a comenzar con eso? ¿Por quien mierda me tomas? —entonces el hombre tomó a su hijo del brazo fuertemente para que él lo mirara a los ojos— Quítate la ropa, ahora.
Shisui asintió de golpe como lo haría un perro asustadizo, esta vez haciendo caso a lo que decía su padre. No quería una paliza o algo peor por no obedecer. Luego observó a su alrededor, una vez sentía la desnudez de su torso y comenzaba a desabrochar su pantalón corto. No podía frenar a su tiritón cuerpo pero aunque quisiera llorar tampoco podía. Su cuerpo estaba mal.
Era un sentimiento inexplicable.
¿Miedo tal vez? Él no estaba seguro, pues entendía ciertas cosas pero a su edad no mucho. Se encontraba en el limbo.
¿Acaso mamá sabe sobre esto? ¿Por qué no lo frena?
Pensó una vez más, sintiendo un enorme nudo en su garganta. Él iba a jugar como todos los niños según su padre mencionaba. Pero entonces, ¿por qué sus manos sudaban? ¿Por qué estaba temblando hasta el punto de sentir escalofríos y por qué no se estaba divirtiendo como debiese ser?
Los juegos eran divertidos, pero este claramente no lo era.
Shisui a la edad de siete años ya se cuestionaba cosas qué tal vez un niño promedio no haría. Él no comprendía por qué tenía que hacer lo que el mundo le pedía, quería ser libre. No estaba a gusto con esa vida.
Una vez quitó la última prenda sintió otro escalofrío llenar sus entrañas, y posó su vista en el lugar donde su padre estaría. Sin embargo, él ya no estaba ahí.
De pronto, unas voces femeninas se oyeron desde el fondo del cuartucho, yendo hacia el sótano. Shisui creyó que podía tratarse de su tía Karina y su prima Stella, cosa por la cual no dudó en ir y explorar.
Eso es lo que él amaba a esa edad, explorar, encontrar nuevos mundos y aprender. De hecho era parte de un grupo de boy-scouts y lo añoraba. No como esas clases de juego en donde él tenía que adentrarse en el mundo privado de una mujer mayor o ser el juguete de su padre. Eso no era grato, y mucho menos ver las lágrimas de su prima al estar en esa misma posición.
Tan solo recordarlo le causaba repulsión.
—¿Hay alguien ahí? —murmuró él, curiosamente bajando las escaleras— ¿Hola? ¿Tía Karina? ¿Por qué están aqu...
—¡Atsushi, no lo hagas!
Shisui frenó en seco, esa voz la conocía mejor que nadie. Y ese nombre también lo reconocía a la perfección, ¿por qué estaban ahí? ¿Acaso esa clase de juegos era lo que les motivaba a invadir su hogar? ¿Acaso solo estaban de visita?
No, se dijo. Ahora su corazón palpitaba aún más al recordar las palabras de su tía Karina en el colegio;
—Atsushi Keiji y Keyllan Roberts ya no vendrán más a clases, sus padres se han ido de viaje luego de que ellos han desaparecido. Espero oren en sus casas por sus familias, porque esto es terrible y...
Shisui, como siempre de inquisitivo y curioso alzó su mano, sin importar que fuese su tía biológica ella era la maestra, y los maestros nunca decían mentiras.
—¿Están perdidos?
—Ajá, Shisui... —respondió ella, sus ojos un tanto lastimosos al ver los llorosos de su sobrino— Lo siento mucho, sé que eran tus amigos.
El pelinegro, entonces a pasos rápidos y silenciosos llegó a la planta baja en donde abrió la puerta que parecía tener una llave desde fuera. Cubrió sus partes íntimas y entonces observó tras un viejo sofá, ¿por qué estaban ahí? ¿Acaso siempre estuvieron en ese lugar?
¿Los había encontrado?
—Key, deja subir a tus hombros y abriré ese ventilador. —hablaba uno de los niños, Atsushi— Es la única forma.
La niña, negó con su cabeza a sollozos y luego recibió un golpe del otro pequeño. Entonces fue cuando ambos notaron la silueta de Shisui, quien parecía respirar más rápido de lo normal.
—¿También te trajo aquí? —soltó Atsushi con pena en su voz, su ropa se encontraba sucia con polvo y tenía mocos en los agujeros de su nariz. Aquello aumentó la incertidumbre del pelinegro.
No respondió.
—Ayúdanos a salir, hoy es nuestro último día. —murmuró él con bastante temor en su voz y Shisui tragó saliva— ¡Di algo!
—E-esto...
Atsushi era un chico de ojos azulados y su cabello era rubio como el oro. Era como un príncipe de porcelana para las chicas en el colegio, al igual que Keyllan. Todos los adoraban e incluso se rumoraba que pronto los llevarían a televisión.
¿Por qué, entonces, lucían como si los hubieran sacado de la basura? ¿Acaso él también lucía de esa manera? ¿Por qué?
—Mira, Shisui. —el chico apuntó hacia un ventilador, su brazo bastante morado para su gusto— Si logramos llegar ahí podremos salir, ¿nos ayudas? Por favor.
El pelinegro se encontraba estático en su posición, pues no sabía como reaccionar. Incluso estando desnudo frente a sus antiguos compañeros de clase no lograba moverse. Es como si su cuerpo no quisiese reaccionar.
Sintió pánico.
Y entonces salió corriendo por donde llegó, mientras los gritos de ambos pequeños trataban de seguirlo. El corazón de Shisui palpitaba a más no poder y sintió como el aire se iba poco a poco de su entorno. Entonces comenzó a llorar desconsoladamente y se agarró el pecho con fuerza.
No quería estar ahí.
No quería jugar.
No quería esa vida.
—¡¿Pero qué mierda has hecho?!
—Will, creo que ya se dio cuenta.
Su visión se borró y sintió como ambas manos tocaron el suelo de madera al caer de rodillas. Su estómago se contrajo y sintió muchas ganas de vomitar, pero por mucho que lo intentó no pudo.
—¡Ayúdanos! ¡Shisui!
Pudo oír el llanto desconsolado de Keyllan sobre el suyo tras ser empujada, junto a lo que eran golpes y gritos de su padre. También escuchó la voz de su tía, pero eso no importaba. No sabía qué hacer, ni como respirar.
¿Estaba siendo él? ¿Esa era realmente su vida? No estaba seguro.
Y entonces, los ruidos cesaron y solo se oyó el clash de la puerta que cerraba el sótano.
¿Donde estaba Atsushi?
¿Donde estaba Keyllan?
¿Donde mierda estaba su madre?
—Levántate. —nuevamente, la voz rasposa de aquel hombre mayor que tomaba el brazo de su descompensado hijo— Ellos no volverán a salir jamás.
Shisui reaccionó con pánico y trató de zafarse. Su padre era un monstruo.
—Y que quede en tu conciencia, Shisui. —escupió en su rostro, presionando aún más su delgado brazo— Esto es todo tu culpa. Si no hubieras descubierto ese sótano ellos podrían haber vivido una vida feliz. Esto ya no es un juego de niños, Shisui. Ahora serás mi cómplice.
El rostro de Shisui era inexplicable, mientras con su delgada mano trataba de quitarse del agarre de su padre. Tía Karina los observaba, mientras que su prima se encontraba sentada sobre el escritorio tal como Dios la trajo al mundo.
—N-no.
—Ahora, subirás a ese escritorio y harás lo que yo te diga, ¿comprendes?
Él no respondió y su cuerpo tampoco. Ya no era él. Su cuerpo no le pertenecía, nunca fue suyo.
Y entonces, se entregó. No había opción para él. Ninguna escapatoria más que intentar disfrutar. Su madre ya no lo salvaría.
Nadie lo haría.
Años más tarde, sentado en un pupitre después de clases por haber manchado la silla de un compañero es que conoció a un chico. Él parecía pelearse con todo lo que caminase y era extremadamente sincero, al igual que popular entre las chicas de su edad. Había llegado apenas hace un mes al colegio y ya todos hablaban de él. Todo lo contrario a lo que Shisui era, un chico carismático que solía estar solo la gran mayoría del tiempo. Incluso si las chicas también lo buscasen bastante.
Pero su mente estaba vacía e inquieta con culpa, como siempre. No podía sentirse a gusto consigo mismo y no era capaz de concentrarse en nada. La muerte de sus dos compañeros del kínder fue su culpa, así como la muerte del resto de niños que llegaban al sótano día tras día, pues con el trabajo de Tía Karina era muy fácil hacerlo. Al igual que la venta de ellos hacia otras ciudades para hacer películas subidas de tono. Shisui sabía todo aquello, pero no podía hacer nada.
Si decía una palabra sobre aquello, sería culpado porque era un cómplice. Lo ocultaba bastante bien para ser un chico de tan solo once años, incluso era capaz de disfrutar con tales niñas que papá traía para él. Era una basura. No merecía nada de lo que estaba recibiendo en casa de sus tíos. Ni siquiera la atención de sus compañeras.
Era como tener una doble vida, en el día era un chico normal pero al llegar a casa es cuando todo se ponía feo para sí mismo. Pocas veces recordaba lo que hacía el día anterior, al igual que los incidentes en los que él abusaba de niñas más pequeñas.
Es como si su propio cuerpo estuviese borrando recuerdos que él mismo no quería asumir, y por consecuencia a ello sus exámenes no eran los más óptimos. No podía concentrarse, incluso teniendo la terapia para niños con déficit de atención. Al igual que su comportamiento de payaso en la clase, era algo que obviamente le traía consecuencias como la clase extra que tendría ahora. No obstante, su tío Minato siempre lo apoyaba en todo, al igual que su tía Kushina. No podía decepcionarlos.
Solo por eso decidió quedarse esta vez a su castigo y lo que ganó fue mucho más de lo que esperó alguna vez.
—¿Qué me ves, imbécil? ¿Acaso te gusto?
Shisui volteó su mirada hacia el fondo del salón, sin dejar de jugar con su lápiz grafito. Se hizo el desentendido.
—Sí, a ti te hablo.
¿Acaso el nuevo quería pelear con él? ¿Era una broma? Estaban en un castigo. No podía pelear con nadie ahora.
—¿A mi? —Shisui se apuntó a sí mismo.
—Si, a ti. —gruñó el de cicatriz en uno de sus ojos— Me estabas mirando hace un rato.
—Ah, es que me parece genial tu cabello. —medio sonrió el pelinegro, realmente no quería pelear— Es genial que te dejen hacer ese tipo de cosas, a mi no me dejarían.
El chico de cabello gris alzó una ceja, incrédulo.
—¿Ah? ¿Acaso eres homosexual o que mierda?
Shisui soltó una risita falsa. Realmente no quería tener que relacionarse con el chico nuevo. Con nadie en particular.
—No, no lo soy.
—Pues lo pareces. —escupió el peligris.
—¿Disculpa?
—Conozco a la gente como tú, se hacen los simpáticos y fuertes por fuera. —bufó con fastidio, esta vez sentándose sobre la mesa que había a un costado de Shisui— Pero por dentro son una mariposita encantada, ajá. Mi mamá ha estado con muchos así. No me engañas.
Shisui quedó sin palabras, y entonces frunció el seño. No tenía por qué aguantarlo, ¿verdad?
Pero se lo merecía.
—Te encanta molestar al resto, —suspiró— ¿verdad?
—A ti también. —y alzó la mano en su dirección— Soy Kakashi. Ya era aburrido estar aquí siempre solo.
—¿Ah?
Shisui estaba aún más que confundido, pues no sabía cómo tratar con este tipo de persona. No quería formar lazos con Kakashi. Era un matón más.
—¿Qué te hace pensar que volveré a castigo otra vez? —gruñó el pelinegro, bastante cabreado con la actitud arrogante y burlista del peligris.
—Tú mirada. —espetó el pequeño Kakashi, alzando ambos hombros mientras movía sus piernas en el aire— Es como la de mi mamá. Me dan ganas de darte golpes o de molestarte, pero eres tan jodidamente amable que no puedo.
—¿Estas seguro que no eres tú el homosexual?
Kakashi hizo una mueca de asco.
—Amo a las chicas, —escupió— son todas muy guapas como para perderme viendo hombres. No seas imbécil.
—Te creo. —suspiró Shisui, bastante aliviado— ¿Ya has visto a Mey? Demonios, es hermosa.
—¿Verdad que si?
Entonces, así fue como ambos forjaron una pequeña amistad, donde cada día competían en bromas, chicas y peleas en donde ambos terminaban repletos de sangre o sucios en tierra. La madre de Kakashi pronto forjó una relación con la madre de Shisui y solían estar bastante unidos.
Aquello ayudó a Shisui a sobrellevar sus dudas, la culpa y su doble vida. Nadie sabía sobre ello, ni siquiera su ahora separada madre. No fue hasta que Kakashi decidió hacer una pijamada que el secreto salió a flote. Si le preguntaran a Shisui ahora qué es lo que lo hizo soltar el secreto, no fue el amor de la amistad. Él jamás lo habría contado.
Probablemente se lo habría llevado a la tumba.
—Mira, Shisui. —Kakashi se encontraba bastante entusiasmado, mientras señalaba la cajetilla de cigarros junto a unas bolsas negras— Se los saqué a la pareja de mi mamá, dicen que son la ostia.
—¿Tú dices?
—Ajá.
Ese día, Shisui sintió lo que era el verdadero cielo. Mientras Kakashi decidió que el tabaco era suficiente para él, Shisui quiso ir más allá con la droga que había en las bolsas y se sintió vivo. Era la mejor droga que hubiese probado jamás.
No sentía su cuerpo, ni su alma. Él simplemente estaba en el cielo mientras reía junto a Kakashi. Ambos tenían ya doce años. Eran apenas unos críos pero para Shisui fue el inicio de algo bueno. Él si podía ser libre.
—Oye, mídete. —reprochó el peligris, cuando vio que el Uchiha trataba de prender más en la pipa— Es primera vez que lo haces, no quiero que te mueras en mi casa.
—No voy a morir.
—Además mi mamá no está. —bufó Kakashi— ¿Cómo voy a enterrarte?
Shisui tosió y soltó unas carcajadas.
—Como lo hace papá, simplemente les pone bolsas en las cabezas y luego los crema en casa de mi tía.
Kakashi frenó en seco y dejó de calar su cigarrillo para observar el rostro de Shisui. Él se estaba riendo.
Pero también estaba llorando.
—Oye, ya. —Kakashi tiró al suelo su cigarro y lo pisó, para luego ponerse de pie e ir hacia Shisui— Has fumado bastante, entrégame esa pipa.
Shisui observó el rostro preocupado de su amigo y también notó como la pipa era quitada de su lado.
—¿Acaso no me oíste? —rió en medio de las lágrimas— Soy un maldito asesino. No te acerques a mi.
Kakashi enarcó una ceja, y luego tomó asiento a su costado.
—¿De qué hablas? La droga realmente te afectó amigo.
El peligris trató de tocar su hombro, pero entonces el joven Shisui se corrió hacia el lado. Lucía asustado.
—No me toques.
—Oye, solo trataba de ayudarte. —el rostro de Kakashi se veía realmente preocupado— Hace un rato te estabas riendo, joder. ¿Qué te pasó?
—¡No te acerques a mi!
Kakashi quedó estático en el sillón, pues era la primera vez que veía a Shisui de esa forma. Además, ambos eran unos críos.
¿Qué se supone que debería hacer Kakashi en esa situación? Siempre lo vio riendo y verlo llorar ahora era realmente aterrador. No sabía qué hacer.
—Shisui, demonios. —gruñó el peligris, intentando acercarse de a poco— Me estás asustando, ¿qué mierdas te pasa?
—¡¿Acaso no me oíste?! —ahora Shisui parecía otra persona, como si fuese un niño pequeño haciendo un berrinche pero a la vez un drogadicto desquiciado— ¡Soy un maldito asesino! ¡Vamos, condéname! ¡Me lo merezco!
—Espera, lo que dijiste antes... —ahora Kakashi parecía entrar en si al recordar sus palabras anteriores— ¿Estás bromeando cierto? ¿No estarás alucinando?
—No quiero seguir viviendo así, Kakashi. No quiero.
Su rostro estaba empapado en lágrimas, mientras suplicaba por ayuda solo con su mirada. El estar bajo el efecto de la droga lo hizo ser libre y de cierta forma, esto es lo que necesitaba. Por mucho que no le hubiese gustado decírselo a nadie.
Kakashi por alguna razón le creyó, aún sabiendo el estado en el que se encontraba. Pero no lo podía asimilar tampoco, incluso estando consciente.
—Haz que pare. —sollozó— No quiero que ellos sigan sufriendo. No quiero, pero entonces él llega y no puedo. No puedo parar.
Kakashi tragó saliva, mientras escuchaba atentamente sus palabras.
—Soy de la peor clase, Kakashi. Soy el tipo de persona que no quiere que dañen a ningún niño más pero cuando me ponen una cría de cinco años me la follo sin problemas. —Kakashi no podía creer lo que estaba escuchando— ¡Soy incluso peor que él porque lo disfruto! ¡No merezco estar disfrutando!
—Para.
Kakashi no podía seguir oyendo todo eso.
—¡Oh! ¿Y sabes que es lo peor? —Shisui se atragantó un poco con su propia saliva pero eso no fue suficiente para que frenase su hablar— ¡¿Sabes que es lo peor de todo esto?!
—Para ya, Shisui.
—¡Que soy yo el que luego entierra las bolsas con sus cabezas! ¡Yo!
—¡Para ya, joder!
Kakashi zamarreó los hombros del Uchiha tan fuerte como pudo, pues Shisui no parecía frenar y sus ojos se veían idos en recuerdos. Si todo aquello era verdad, ahora Kakashi tendría que tomar las riendas del asunto porque era un tema realmente delicado.
No era algo para tomar a la ligera.
—Me quiero morir, Kakashi. —soltó esta vez casi en un murmullo— No quiero seguir viviendo así, no quiero.
—No digas eso, imbécil. —ahora el peligris lo estaba abrazando, incluso si Shisui trataba de zafarse de vez en cuando— Que si te mueres me voy a quedar solo. Además no pienso ir a la cárcel porque se te ocurrió morirte en mi casa.
Shisui soltó una suave risa en medio de todo su llanto.
—Trata de respirar, Shisui. —murmuró el peligris, también un tanto asustado por la situación— Inhala y exhala. Todo va a estar en orden, te lo prometo.
—¿Estas preocupado por mi?
—¡Tú solo respira, maldita sea!
Shisui soltó otra risa en medio de los sollozos e hizo caso a las palabras de su único amigo. Al menos algo logró con eso, aunque el efecto de la marihuana seguía en su cuerpo.
Luego de aquel incidente, Shisui trató de alejarse del peligris, sin embargo, él no se lo permitió y prometió guardar el secreto. Aunque también, trató de buscar una solución sin perjudicar al pelinegro. Shisui sufría mucho más que él y no se lo merecía. Tenía que ayudarlo de alguna forma.
Meses más tardes, salió la noticia de un hombre que había sido asesinado en las vías del tren cerca del hogar de la abuela de Shisui. Se trataba de William Uchiha, su padre. Y también, la noticia de que ya no habían más niños desaparecidos en la zona.
Aquello tranquilizó tanto a Shisui que incluso en su funeral, no lloró. Mientras que su tía se fue de la zona para descartar sospechas o para vivir su duelo sin la presencia de la familia. Su prima Stella se suicidó meses más tarde.
Aquello si le afectó, pero podía con una situación así. Porque ahora era libre.
O eso creía.
Entonces, a la edad de quince años decidió que era mejor dejar la casa de sus tíos y se fue a vivir con su abuela. Pues no tenía quien la cuidase. Pero era feliz, era... libre.
En parte.
Ya de mayor, viviendo junto a la mujer que ama y su hija, aún no puede dejar ir esa sensación ni esos impulsos que lo atormentan a la mitad de la noche. Cada vez que la mira, cada vez que la toca y cada vez que la imagina. Es una sensación que no puede dejar ir tan fácilmente.
No puede, simplemente es algo que no puede controlar.
—Amor, ¿estás despierto?
Shisui quitó la pestaña de incógnito en su teléfono y se quitó los audífonos casi de inmediato. Ella más que nadie no tenía que enterarse.
—Solo veía una película. —respondió él, tragando saliva al notar la enorme erección que se había formado después de aquellos videos— ¿Tú qué haces despierta?
—Acabo de despertar, vaya a saber uno por qué.
Marina soltó una suave risa y se acomodó mejor en la cama, abrazando suavemente a Shisui. Sin saber nada de lo que el azabache tenía en su cabeza día y noche.
Mucho menos del grupo que también, lo atormentaba día a día por la muerte de su padre. Ni de las amenazas a su familia.
No tenía ni idea.
// Espero hayan disfrutado la lectura, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.
—o—
¡Hola! ¿Qué tal han estado? ¿Qué les ha parecido el capítulo? La verdad creo que es el capítulo que más me ha costado hasta el día de hoy porque el tema de los niños y el abuso me toca mucho y no es algo que se deba tomar a la ligera a la hora de escribir.
No obstante, la historia de Shisui siempre fue esa desde el inicio y es algo importante para la trama así que espero con todo respeto que les haya gustado el capítulo):.
También pido disculpas por mi ausencia, pero como saben la universidad, el estallido social, los entrenamientos de basquet, el trabajo y etc. Son cosas que quitan la gran mayoría de mi tiempo así que si aún están aquí realmente les agradezco❤️ son lo mejor del mundo.
Sin nada más que decir me despido y les doy las gracias nuevamente por leerme❤️
Nos vemos en el próximo!
Pd: las imágenes de separador son un cómic sobre trauma jaja no es algo de la historia como tal.
25/02/2020 capítulo sin editar a fondo.
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