CAPITULO OCHO

ESPERANZA
"Lo que siembras, cosechas"


Actualidad.

Joder, Óbito, contesta.

La mujer de cabellos largos llevaba más de una hora marcando al móvil del azabache en la cocina de su hogar con sus piernas inquietas. Tenían que ir a un llamado muy importante de la escuela de Zoro y a él poco parecía importarle. Además, eso sin quitar el hecho de tener al padre de este mismo en el living junto a su hijo. Ella no sabía de qué hablarle o cómo siquiera comportarse.

Él daba escalofríos.

Oye tú, supuesto abuelo mío ¿Por qué no te cortas el cabello? ¿No te da calor? Ese corte ya no está de moda ¿Sabías?

Chay dio un suspiro y dejó el móvil en la mesa, tomando su frente con algo de frustración al oír las palabras de Zoro hacia Madara ¿Y si aquello le molestaba? Según Óbito, difícilmente algo le agradaba a ese hombre y se enfadaba fácilmente.

La azabache tenía temor, temores idiotas. Pero ¿Cómo entablar una conversación con él si ni Óbito podía?

¡Dios! Ni siquiera Hidan estaba en casa como para ayudarla con ese incidente o su padre al menos. Ella estaba sola con Zoro, como siempre.

—¿Y tú por qué no te lo dejas largo? —escuchó decir desde la cocina y observó el móvil con nerviosismo ¿Dónde mierda estaba Óbito?— ¿Ya entraste al colegio, verdad? ¿Cuántos años tienes?

Vamos Chay, piensa. Se dijo internamente, golpeando el mesón de la cocina con sus uñas y no lo aguantó un segundo más. Marcando nuevamente el número de Obito, sin recibir respuesta o señal de vida alguna. Era la primera vez que ese hombre se dignaba a conocer a Zoro después de que hubiese nacido hace cinco años y ni siquiera había sido una experiencia bonita.

Extraño era que apareciera ahora y de la nada en su propia casa con la excusa de visitar.

—Sí, ya tengo cinco. —respondió el pequeño entusiasmado, con una leve sonrisa— pero no me gusta ir, la maestra es muy mala.

—¿Muy mala dices? ¿Por qué es eso?

Zoro llevó una mano hacia su mentón, y luego se observó el buzo escolar un tanto pensativo. No sabía explicar el por qué y tampoco quería que su madre escuchase su conversación.

—Me deja en el saco, —respondió, su tono de voz muy bajito y demasiado cerca del oído de aquel hombre— pero no le digas a mi mamá porque se enoja ¿Vale?

Madara entre cerró sus ojos, observando curioso a aquel pequeño de zapatillas azules. Se parecía demasiado a Óbito cuando tenía su edad, al menos antes de su accidente a los doce años con el lavabo en casa de Fugaku cuando él se fue por primera vez; el cual dejó varias marcas en su rostro y otras partes del cuerpo. Le causaba simpatía.

—Tranquilo, no se lo diré. —dijo, una media sonrisa posándose en sus labios— ¿Cómo está tu padre?

—No sé, tenía que venir pero no ha llegado. Siempre se demora y no le importa que mi mamá se ponga a esperar.

Chay dio otro suspiro al oír esa pregunta junto a la respuesta confianzuda de su hijo y sin más qué hacer como su última opción, marcó el número de Izuna. Dos pitidos bastaron antes de que él contestara.

Gracias a dios.

—¿Chay? ¿Sucedió algo? —sonó desde la otra línea, y ella dio otro suspiro algo avergonzado. Hace milenios no hablaba con el azabache.— Es extraño que tú llames...

—Sí, lo sé y lo siento pero... tu padre está en mi casa y quizás puede sonar tonto pero no sé qué decirle o si ofrecerle algo. —contestó, bastante inquieta y con la voz algo baja— Está en el living hablando con Zoro pero me da mala espina...

Una risa. Esa fue la respuesta del hermano mayor de su ex novio, una maldita y desgraciada risa.

—Tranquila, Negra. —dijo, frenando un poco su gracia— Si él está ahí algo bien has hecho, o Zoro. Porque él no deja sus negocios o quehaceres por cualquier cosa. Extraño sería que fuese de visita a Óbito ¿Él no está, verdad?

Chay negó con su cabeza, algo apenada por ello.

—No, y gracias a dios que no. Por mucho que lo necesite en este momento. —respondió, la sinceridad evaporando de su cuerpo por aquella reunión con la maestra—  Sabes lo que opino de su relación, y a Óbito no le gustaría la idea de verlo tampoco.

—Por eso lo digo, —rió Izuna— tú solo debes estar tranquila. Él no es un mal hombre...

La azabache se mantuvo en silencio por unos segundos, oyendo la mayoría de cosas que su hijo y Madara se estaban diciendo sobre cualquier vaga idea que se les cruzara. No parecían llevarse mal por lo visto, Chay estaba siendo una paranoica.

—Eh... bueno, si sólo era eso debo irme. —habló el mayor de los hermanos Uchiha, su voz incómoda tras la línea telefónica— Adiós, Chay. Le dices a Óbito que revise sus firmas cuando lo veas, creo que le falta una si no me equivoco. Pero ya sabes, a mí no me escucha...

Chay negó con su cabeza.

—Vale, yo le digo. —dijo— Adiós, y gracias Izuna.

—No hay de qué.

Dicho aquello, la llamada se cortó por los dedos de la mujer. Ella observó el reloj de la cocina y tras inhalar una gran bocanada de aire, para luego soltarla de golpe se decidió en ir al living y enfrentar a su antiguo suegro. Porque no, ella jamás contaría a Fugaku como tal.

Óbito la colgaría —en el buen sentido— y sería insano que lo hiciera. Ese sí que era un mal hombre.

—Te has demorado en lavar los trastes, ¿Estás sola?

Chay abrió un poco más sus ojos al oír las palabras sorpresivas del Uchiha, pues cuando ella creía que tendría que hablar primero él parecía hacerlo. No lucía sombrío como la única vez que lo vio en el hospital.

Ese día sí que le tuvo miedo.

—Eh, sí. —respondió, una leve sonrisa pintando su rostro mientras intentaba eliminar el nerviosismo— Mi hermano se ha ido a clases y mi padre al trabajo, solo somos Zoro y yo a estas horas.

Madara asintió en silencio, observando de re-ojo como el pequeño cambiaba los canales de la tv una y otra vez. Al parecer nada le llamaba la atención.

—Eh... —balbuceó la azabache con un rasquido en su mejilla, logrando tener su mirada otra vez— ¿Quiere algo? Digo, para beber o comer. Tengo almuerzo también si gusta...

El Uchiha de cabellos largos soltó una risa pequeña, negando con su cabeza.

—No, pero gracias. —respondió, causando que los nervios en el cuerpo de Chay volviesen— Solo venía a saber cómo estaba Zoro, hace poco supe que se les perdió en el centro comercial de Stuttgart y me apeteció venir. Es un alivio que esté bien.

Chay tragó saliva, mientras una de sus manos se iba a su nuca inconscientemente por recordar tal hecho y sintió nervios. Sin duda alguna, este hombre siempre terminaba enterándose de todo.

Y no sabía que tan mal se lo tomaría.

—Es cierto, un gran alivio la verdad. —comentó la chica con su voz algo quebradiza, observando el reloj de pared y luego a Zoro— Fue un milagro que Itachi estuvie...

—¿Aún estás trabajando? ¿Qué tal todo eso?

Zoro finalmente había dejado la televisión en un canal abierto de animales que le había llamado la atención, una especie de documental donde dos simios buscaban comida. Mientras su madre moría de nervios internamente por los cambios repentinos de aquel hombre ¿Cuánto más estaría ahí?

Sí, de hecho hoy pedí permiso para poder ir a la reunión con la maestra de Zoro. —respondió, esta vez tomando una silla para poder sentarse y conversar más a gusto— La clínica dental y mi jefe me ha ayudado bastante con esos detalles.

Madara se sonrió, sin mover un músculo de su cuerpo o su compostura.

—Es bueno saberlo, —comentó, su voz algo ronca— ¿A Óbito cuánto le queda?

Dos meses o años. Pensó la pelinegro, aunque asustada y con cierto enfado ante el hecho de que realmente el azabache pretendía abandonar. Pero tampoco se lo diría a Madara, solo ambos lo sabían y ella no era una chismosa como para entregar esa información.

—Dos meses... —finalmente murmuró, dando un suave suspiro al ver como Zoro vivía en su mundo. Gracias a dios que estaba tranquilo esa mañana.

—Nunca creí que llegaría tan lejos, la verdad. —comenzó a hablar el azabache de cabellos largos con dos dedos tocando su barbilla y sorprendiendo un poco a Chay— Gracias por guiarlo aunque fuese un poco, Chay. Sé que tú eres las riendas de esos asuntos.

Chay estaba atónita, demasiado. Ella siempre tuvo el pensamiento al parecer erróneo de que Madara Uchiha no se preocupaba de sus hijos. O quizás estaba especulando antes de tiempo, no lo sabía. Pero esto estaba siendo muy extraño y con esas palabras solo mostraba el cariño qué tal vez podría tenerle.

—¿Aún están juntos?

—No, nosotros dejamos lo nuestro hace más de...

Ella no pudo continuar con su respuesta hacia el Uchiha, esto debido al ruido de un motor apagándose desde fuera. Chay ya sabía con certeza de quién se trataba, y esperaba que con eso al menos las cosas fueran a mejor entre ambos hombres. Madara parecía venir en son de paz.

Zoro lanzó el control de la tv al suelo y antes de que Chay fuese a la puerta, él ya la había abierto por ella. Para así luego poner ambas manos en sus caderas con enfado y apuntarle. Óbito no comprendió la actitud de su hijo en cuanto le vió, y simplemente le saludó al remover sus cabellos con una mueca confundida.

Luego, besó la mejilla de Chay con algo de culpa. Tenía que haber llegado hace una o dos horas a por ellos dos y se esperaba la bronca de su vida.

—Lo siento, Negra. —se excusó, ingresando poco a poco en la vivienda sin observar a la persona que se encontraba en el sofá— Tuve que visitar a Sasuke al hospital y me retrasé al ir a firmar después de eso. De verdad lo siento, no quería llegar tarde.

Chay parecía aún más sorprendida y atónita que antes ¿Qué sucedía con todos el día de hoy? Solo faltaba que llegase Lis diciendo lo mucho que quería tener un hijo de Kakashi, algo insano y demasiado improbable.

O que Tobirama le llamase sin que ella tuviese que hacerlo, cosas imposibles.

—¿Fuiste a firmar? ¿Te acordaste? —cuestionó parpadeando un par de veces, a lo que esté asintió con triunfo y luego frunció el seño al oír el gruñido enfadado de Zoro en la puerta.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué está tan molesto?

—No sé, ya sabrás tú las cosas que le dices para que se enoje. —murmuró con algo de frustración, pues no quería que Madara escuchase tal cosa— A mí no me lo quiso decir, pero no quería que vinieras.

—¿De verdad? Qué extraño, no le he dicho nada malo que yo se...

Óbito quedó a mitad de frase, pues finalmente ya se había enterado de la presencia en aquel sofá. Su mandíbula se tensó y no pudo evitar el pasar saliva con algo de inquietud, demasiadas emociones transcurriendo su cuerpo al divisarlo después de cinco años. Chay le dedicó una leve sonrisa sin mostrar sus dientes, comprensiva ante tal hecho. Aunque prefirió callar, no iba a arriesgarse.

—Demasiado tiempo ¿No es así, Óbito?

El azabache sintió su corazón latir con demasiada fuerza, mientras no sabía si atraer al enfado o a la nostalgia. Ni siquiera recordaba su imagen desde que Zoro nació, pero parecía intacto con los años.

—¿Qué hace él aquí? —cuestionó con su rostro algo pálido frente a Chay, quien solo alzó sus hombros sin saber.— ¿Por qué apareciste de repente?

Ahora sus palabras eran directamente hacia el hombre de cabellos largos, quien solo arrugó la nariz frente a su pregunta. Zoro no entendía mucho del asunto, por lo que simplemente refunfuñó y cerró la puerta de golpe. Luego, fue hacia su madre para preguntar o reclamar en contra de su padre, pero Chay lo calló antes que pudiese siquiera formular la primera palabra.

El ambiente se volvió tenso.

—Vine de visita para ver a Zoro ¿Hay algún problema con eso?

—Sí, que no te quiero cerca. —respondió casi por inercia el azabache de cabellos cortos, su rostro mostrando demasiada emociones que ni Chay podría describir, solo lo blanco de sus nudillos— Vete, con que deposites basta. No tienes por qué fingir que Zoro te importa.

—Óbito, él ha dicho que...

—No es tu asunto, Chay. —gruñó hacia ella, asustando un poco a Zoro por tal tono de voz en su contra. Él no comprendía, pero le causaba temor ver a su padre de esa manera tan enfadada.— ¿Qué esperas? Lárgate.

Madara dio un suspiro desganado, poniéndose de pie sin mucha importancia para hacerle frente a su hijo. Su rostro detonaba seriedad absoluta y Chay podría apostar lo que fuese de que Óbito estaba temblando un poco al tenerle de frente. Incluso si pasaran mil años ese hombre era intimidante, el pelinegro lo sabía mejor que nadie. Más por la última vez en la que se habían visto.

—Qué ironía, antes rogabas por mis visitas o llamadas. —se burló, segundos antes de pasar a su lado con un breve empujón para agacharse a la altura del pequeño Zoro— Lástima para ti que solo he venido a por Zoro, porque tú no me interesas ¿Verdad que si, pequeño?

Zoro posó su vista en Óbito, quien estaba quieto como una estatua y luego en el extraño Madara. Sin saber si asentir estaría bien o mal para quien era su padre, pero lo hizo de todas maneras.

Chay mordió su labio inferior, apenada.

—Toma, te dejaré un regalo para que no me olvides ¿Vale? Quizás no es mucho pero te puede servir en algún momento de tu vida, porque lo más probable es que no vuelva en un tiempo. —habló hacía Zoro, sacando de sus bolsillos una especie de linterna moderna con cachitos plateados. Este la tomó con algo de confusión y asintió nuevamente con su cabeza.

¿Una linterna? ¿Irse? Para eso mejor no viene...

—¿Cómo se dice cuando alguien te hace un regalo, Zoro? —habló Chay, con algo de advertencia y autoridad sobre el pequeño.

Zoro dio un pequeño brinco, saliendo de su trance enseguida.

—Gracias, uh. —dijo, encendiendo enseguida aquel aparato algo inútil a su vista. Al menos traía baterías.

Madara soltó una risa pequeña, al igual que la azabache por aquel gesto y esperaron unos segundos. Aún así, a Óbito no le hacía ni puta gracia la situación.

Su rostro era el claro ejemplo de ello.

—Adiós, Chay. —dijo hacía ella el hombre de cabellos largos, una vez se ponía de pie y volvía a su postura. — Espero nos podamos ver en otra ocasión... —Óbito abrió la puerta, su rostro no cambió en ningún momento y la mujer se despidió con la mano, al igual que Zoro.

—Largo.

Madara posó un paso fuera del recinto, pero antes de dar otro anticipado a que su hijo cerrase la puerta, se dio media vuelta para observarlo de pies a cabeza. Esa mirada sombría y analítica sobre él... Como odiaba el azabache aquella mirada.

—Cuida bien de tu hijo, no será que algo malo le suceda más adelante. —espetó— Los niños no son un juego, Óbito.

Óbito rechinó sus dientes al oír esas palabras pero prefirió callar, pues él era el menos indicado para decir algo así. Fue un asco de padre, y no tenía derechos de darse el gusto. Sin embargo, reclamar no solucionaría nada y había trabajado mucho para ser lo que es. No se doblegaría ahora.

—Adiós, Madara.

La puerta se cerró de un solo viaje, dando pie así al sonido del motor de un auto siendo encendido y yéndose de ahí casi al instante. Obito dio un suspiro después, cogiendo su cabeza con una de sus manos.

Zoro soltó un estornudo y luego sorbió el moco, inquieto con aquel nuevo juguete que tenía en manos. Al parecer se estaba pegando un resfriado.

—¿Estás bien? Sabes que puedo hablar con Izuna si...

—Calla, hay que ir a esa reunión. —cortó con algo de molestia tintando su voz, mientras esta vez Zoro apuntaba a todas partes con aquella linterna— Él poco me importa ahora, no estuve dos años fuera para que me venga a joder la vida. Es como si tú siguieras resentida con tu madre, pero lo has superado al igual que yo. Así que me vale lo que haga o diga ese hombre. No te preocupes por mí, estoy bien.

Chay dio un suspiro, soltando así los hombros de Zoro simultáneamente para ir a por su mochila e marchar a esa reunión. Ella sabía que en el fondo, Óbito seguía con ese resentimiento y dolor dentro de si. Pero no diría nada, si él estaba bien con eso a ella le bastaba.

No le obligaría a hablar de sus asuntos.

La reunión con la maestra era su enfoque ahora, incluso para ambos. Porque bien extraño era que la llamasen cuando Zoro era un buen alumno hasta donde sabía. Algo no pintaba bien.

Los minutos transcurrían, y aún no eran capaces de llamarlos a la oficina de aquella maestra que educaba a Zoro todos los días de la semana. El azabache moría de hambre y ya estaba aburrido de esperar como un niño cualquiera. No, no estamos hablando del pequeño Zoro.

Pero eso sacaban ambos por llegar tarde.

—Negra ¿Realmente esto es tan importante? —se quejó a piernas estiradas, observando como Zoro subía y bajaba la silla repetidas veces en silencio— Mejor vámonos y comemos algo, moriré desnutrido en este lugar. Ya luego vienes tú a hablar con esa mujer.

La azabache enrodó sus ojos con algo de fastidio y negó con la cabeza.

—Claro que es importante, es sobre la educación de Zoro ¿Qué otro motivo más quieres para quedarte?

—Pero solo te han llamado a ti, el apoderado de Zoro eres tú. Ni siquiera sé por qué estoy yo aquí. —insistió con una queja, cogiendo su barriga mientras soltaba quejidos y se acomodaba mejor en aquella banca de madera— Mi estómago pide a gritos que dejemos este lugar para ir a por comida. Negra ten algo de piedad por este hombre que se muere, dios.

—Que no, te quedas. —reprochó la pelinegro, soltando otro gran suspiro luego. A este punto parecía tener dos hijos, no uno— Zoro, si has hecho algo malo es mejor que me lo digas ahora antes que me enteré por tu maestra ¿Vale?

Zoro alzó su cabeza con inocencia y sonrió ampliamente.

—No, mamá. —expresó, moviendo ambos bracitos— No hice nada, yo me porto bien y devoro toda la comida como Goku.

Óbito soltó una risa.

—¿Ya ves Chay? No tenemos ni pío que hacer aquí. —insistió, esta vez posando ambas manos tras su nuca— Zoro ¿Que tal si vamos a comer algo y dejamos a tu madre sola con esta gentuza? Este lugar es algo aburrido ¿No crees?

Zoro amplió aún más su sonrisa y por poco corre hacia Óbito con mucho entusiasmo. Al parecer ya no lucía enfadado con su padre.

—¡Sí, vamos y-y-y después miramos los carritos de la pla...

—No, se quedan los dos.

El pequeño Zoro medió una mueca apenada y algo molesta, mientras que Óbito soltaba un bufido a la vez que enredaba sus ojos. No tenía sentido que estuviesen ahí si Zoro juraba no hacer cosas malas o algo que se asemeje. Solo era una pérdida de tiempo.

Pero Chay, era... Chay.

—Eres una amargada, Chay. —se lamentó, esta vez cerrando ambos ojos para descansar aunque fuese un poco de toda la espera— Te saldrán arrugas antes de los treinta si sigues así y quedarás sola por siempre. Sola y con muchos gatos... ¡Ah, espera! Ni siquiera estarás con gatos porque no te gustan, serás una solitaria total.

—Me vale, Tobirama me quiere tal cual soy y no se hace problemas por ello. —gruñó— No como tú.

—¿Qué estás tratando de decir? Yo si te quiero. —bramó, su seño levemente fruncido sin siquiera despegar un párpado— Pero con arrugas él no te querrá, le gustan jóvenes y lo sabes. No te lo había dicho antes pero hace unos días escuché decir a Izuna que estaba saliendo con una rubia, ten cuidado ahí Negra que mm, mejor ni opino sobre eso. Tobirama no te quiere tanto como lo ves.

—Eres un idiota.

Óbito abrió sus ojos sorpresivamente y se incorporó en el asiento para observar a Chay con desconcierto, quien tenía su rostro algo enfadado ahora. Odiaba pensar en la idea de Tobirama junto a alguien más.

—¿Qué? ¿Acaso no me crees? —soltó el azabache, desconcertado aún por su semblante serio— De verdad que Izuna lo dijo, le vio en una disco y... ¡Qué va! Hasta fueron juntos una vez, aunque Izuna fue con la niña esta ¿Alison? No lo sé. Yo creí que tú también te apuntabas pero parece que no...

—¿Te puedes callar? Estás enfermándome.

El azabache dio un suspiro frustrado y contó hasta diez para no enfadarse, volviendo así a su posición en el asiento mientras Zoro corría de un lado a otro en el hall de aquel establecimiento. Él parecía divertirse haciendo tales cosas.

Aunque no debería hacerlo.

—¿Ustedes son los padres de Zoro Uchiha?

Ambos jóvenes quitaron su trance sobre el pequeño para observar a la mujer de edad no tan mayor a la de los dos frente a ellos. Ella traía rulos y un delantal verde oscuro, su cuerpo era algo robusto y parecía lucir amable.

Óbito gruñó, al parecer la comida tendría que esperar.

—Sí. —respondió Chay, poniéndose de pie enseguida con su bolsón.

La mujer sonrió levemente y comenzó a caminar hacia la oficina.

—Síganme.

Chay no demoró en seguir su paso, mientras que Óbito finalmente a pasos vagos se ponía de pie para ir a por Zoro y seguir a las dos mujeres dentro de la oficina. Él estaba sudando mucho de tanto correr, pero poco le importó al Uchiha mayor. Sudar estaba bien ¿No?

—Hola Zoro ¿Cómo estás? —cuestionó la de rulos con una sonrisa demasiado tierna.— ¿Recuerdas lo que hablamos en clases verdad?

—Hola...

Al parecer, el pequeño no estaba muy contento con aquella presencia y eso solo pudo notarlo la de rulos. Incluso si ambos padres estuviesen ahí frente a ella en aquella oficina. Confundidos.

—Bien, me presento ante el padre está vez porque a usted ya la conozco de reuniones grupales anteriores. —comenzó a hablar, mientras Zoro se sentaba en las piernas de Chay con su rostro cabizbajo— Soy Alice Fischer, la maestra de Zoro.

—Óbito Uchiha, un placer. —respondió el azabache, algo inquieto e incómodo por él hambre y lo aburrido de la situación. Sin quitar el hecho de haberse reencontrado con su padre antes.

A estas horas podría estar durmiendo en su cama o cogiendo con Rin. Su humor estaba por los suelos, al menos en su mente.

—Bien, para no hacer tan largo el encuentro iré al grano enseguida. —espetó la mujer, ubicando ambos codos sobre la mesa— Hay serios problemas con Zoro.

Ahora, la mujer ya no parecía tan amable como al principio y el corazón de Chay se frenó unos instantes ¿Serios problemas? ¿De qué estaba hablando?

Obito por su parte, parecía confundido  mientras fruncía el seño y Zoro se acurrucaba en los brazos de su madre, inquieto. Ahora tal vez la azabache comprendía el por qué su pequeño se había puesto tan tranquilo durante las semanas consiguientes al incidente en el centro comercial.

Estaba preocupada.

—¿A qué se refiere con serios problemas? ¿Está sufriendo bullying o algo parecido?

Alice, le observó con cierto enfado y soltó un suspiro vago. Ella parecía odiar este tipo de cosas, o madres como Chay.

—Por lo visto se nota lo mucho que le preocupa ¿No? —ironizó, desconcertando a la Weber y enfadando al mismo Óbito por su tono de voz— No ha revisado la agenda de su propio hijo, srta. Weber ¿Eso qué le parece?

—Oiga, espere, tampoco es para que le hable de esa manera. —defendió el pelinegro, contándose mentalmente el no meter la pata por algo así— Ella trabaja, tiene otras ocupaciones además de Zoro. No ha sido fácil siquiera el que pudiese venir hoy por los permisos ¿Quién se cree usted para...

—Óbito, creo que ya entendió. —masculló Chay, sujetando su tensado e inquieto brazo para que dejase de hablar. Aunque, ella también pensaba de la misma manera.

Pero tenía cierta parte de razón, ella debió revisar esa maldita agenda.

—Eso no es excusa, yo también trabajo y tengo hijos. Dos para ser más precisa y siempre reviso sus tareas, —prosiguió su charla, cosa que Óbito quería interrumpir a toda costa pero solo por la azabache se mantenía en silencio— pero eso no va al caso. La cosa es que Zoro ha estado demasiado inquieto estas últimas semanas y... ¿Cómo lo explico? Hm... Agresivo e irrespetuoso, ha estado muy agresivo y a la defensiva con todos. Incluyéndome. Y eso para mí, no es normal.

—¿Qué? —soltó la pelinegro con sus orbes más abiertos de lo normal, desconcertada mientras buscaba la mirada de su hijo entre sus brazos— Zoro, ¿Eso es cierto? ¿Has estado agresivo, le has pegado a alguien?

En este punto de la situación, el pelinegro también observaba a su pequeño legado a la espera de una respuesta. Porque no, Óbito no lo creía ni una pizca. Su hijo no era de esa manera.

Zoro era un niño desordenado e inquieto, pero agresivo jamás.

—No mamá, no he pegado a nadie.

La maestra alzó ambas cejas con asombro y desconcierto al oír su respuesta, pues ahora los rostros de enfado eran hacia ella. Sobre todo del azabache.

—¿Está segura de lo que dice? Zoro no miente. —espetó la azabache, meciendo un poco al pequeño en sus brazos.

—Les explico, luego de lo que ha dicho él es muy probable que no me crean porque obviamente lo harán con su hijo. —comenzó a relatar, cruzando unas cuántas miradas con el pequeño— Pero Zoro está mintiendo, yo misma le he visto y he enviado notas a la madre para que haga algo al respecto. —insistió la mujer de rulos sin doblegar su postura— Por esa razón les he llamado al ver que no ha cambiado una pizca desde el primer día en que lo noté.

—¿Pero qué mierdas está diciendo? Si Zoro dice que no es cierto, no lo es. —gruñó el moreno, perdiendo así las pocas de paciencia que comenzaban a quedarle. Mientras, de esa manera Zoro escondía su rostro en medio de Chay.

No quería cruzar miradas con esa mujer de nuevo.

La maestra suspiró nuevamente.

—Tenemos un sector para los niños que no se comportan como deben en el salón de su clase, acá con las colegas le llamamos "El saco" y Zoro siempre está dentro con otros dos niños. Pero ayer y varios días ha colmado mi paciencia por haber regañado a golpes a una de sus compañeras y lo he sacado del salón. Algo está realmente mal con él desde ese día en que llegó de esa manera y con esa actitud ¿Podrían siquiera cooperar un poco con este asunto aunque no crean mis palabras? No quiero enviarlo a un consejero escolar porque es muy pequeño aún, pero si no ayudan tendré que hacerlo. Por mucho que me duela.

Chay estaba helada, no podía creer las cosas que estaba escuchando de la boca de esa mujer y por mucho que quisiera decir algo, aún permanecía asimilando aquellas palabras. El silencio reinando en todo su cuerpo mientras divagaba en su mente.

¿Su hijo golpeando a otros niños y niñas? ¿Qué clase de madre estaba siendo? No, eso no podía ser cierto.

—Zoro no haría algo como eso, discúlpeme pero es una mierda que esté diciendo este tipo de cosas. —regañó Óbito a semblante serio— Mi hijo no es un puto agresor y mucho menos tiene problemas si es lo que insinúa.

—Sí, y también mal hablado. —refutó la mujer, sin perder su postura— Pero ya veo de dónde viene...

—Óbito, no. —regañó la azabache al ver como este se ponía de pie, su enfado haciéndose notar al oír aquella última frase— ¿Hay pruebas siquiera de esto? Es que realmente no lo entiendo, Zoro en casa es un ángel y sí, hace maldades... Pero maldades de niños como cualquier otro, él no es un mal intencionado y sé que no sería capaz de golpear o dañar a las niñas. Eso es insano.

—Pues, sé que debe ser difícil de creer pero es la verdad. Y si él no cambia su actitud tendremos que quitarlo del establecimiento, a no ser que quieran que el niño reciba una terapia para que mejore o ver qué es lo que realmente le tiene de esta manera tan agresiva. Pero como he dicho antes, un consejero escolar no es lo que quiero para alguien tan pequeño como él.

—¡Él no miente, maldita sea!

El moreno ignoró las advertencias anteriores de Chay, esta vez dejando su puesto para enfrentar a aquella mujer de cerca que decía tales patrañas sobre el pequeño Zoro. Cosa que no debió hacer, ahora Alice mediaba una mueca apenada mientras tomaba unos papeles y leía rápidamente.

—Óbito, ya, sentado. —regañó una vez más la azabache, incluso si ella también le encontraba algo de razón a su ex novio. Aunque algo no le cuadraba.

Tampoco era lógico que la mujer mintiera porque sí. Algo le decía que podía ser cierto.

—Sr. Uchiha... —comenzó a hablar una vez más aquella mujer, sin miedo alguno frente a los padres inexpertos e irresponsables a su vista— Tengo entendido según estos papeles que estuvo en prisión durante un tiempo, y que aún firma hasta dos años más ¿Eso no le da aunque sea una señal o que puede ser algo que influya a Zoro emocionalmente?

—¡¿Acaso me está culpando de todo lo que está sucediendo?! —bramó el Uchiha, descolocado totalmente frente a la de rulos mientras presionaba sus puños para no causar un desastre. Chay comenzó a ponerse nerviosa y pensó en mejor marchar de aquel lugar— ¡Eso sucedió hace mucho tiempo, no tiene que ver con lo que Zoro haga o no y tampoco debería siquiera tener esa información! ¡Usted no es quien para juzgarme, maldita sea!

—No lo estoy juzgando, solo busco la solución a los comportamientos de Zoro. —explicó Alice, también haciéndole frente al demasiado enfadado Óbito sin miedo alguno— Porque él no es un delincuente, es un niño. Pero no es normal que apenas alguien diga algo que no le guste, él lo termine a golpes o insultos que no son dignos de un pequeño como él. Y lo peor es que esto solo comenzó hace poco, porque él no se comportaba así cuando empezaron las clases. Así que algo tuvo que suceder para...

El pelinegro no se contuvo un segundo más y agarró el cuello del delantal de aquella mujer, tomándola por sorpresa. A ella, a él y a la misma Chay, quien no dudó en soltar a Zoro bruscamente para quitar al Uchiha de ahí. Llenísima de vergüenza.

Zoro mordió su labio inferior, el cual comenzaba a temblar ferozmente al sentir como las lágrimas se avecinaban. El temor llenando todos sus sentidos.

—Si lo molestan, él debe defenderse. —rechinó entre dientes frente a la atolondrada mujer— No voy a permitir que hable esas tonterías sobre Zoro sin conocerlo realmente y...

—¡Óbito, ya! —regañó la azabache a viva voz, finalmente sentándolo otra vez de un solo golpe. Ahora ella lucía desconcertada y muy molesta con Obito. Más por el hecho de que Zoro comenzó a llorar con algo de fuerza, cosa que estresó aún más a Chay por toda la situación. Era increíble lo que estaba sucediendo— Venga, mi amor. No llores. Todo está bien.

—P-pero papá...

—Tranquilo, no pasa nada.

Alice se arregló la camisa y el cuello del delantal, sintiéndose algo enfadada y decepcionada con ambos padres que tenía en frente. Sobre todo por Zoro, porque apenas tenía cinco años y ya tenía que mentir de esa manera a ambos padres en caso de cualquier cosa. Tendría que investigar aún más a fondo el asunto.

—Chay, me voy. No seguiré escuchando esta mierda.

—Disculpe las molestias, srta. Fischer.

Esas fueron las únicas palabras que pudo modular la pelinegro hacia la mujer antes de salir de aquella oficina a la siga de Obito. El cual salió disparatado de ahí, con la sangre y su cuerpo evaporando fuego mientras Zoro no dejaba de llorar o de toser sobre los brazos de su madre. Se sentía culpable.

—¡Óbito, espera!

Las personas que caminaban alrededor solo ojeaban al pequeño de vez en cuando, porque sus llantos no cesaron ni un solo segundo. Y los pasos rápidos del azabache tampoco.

—¡Joder, Óbito! ¡Que me esperes!

—¡Te dije que esa mierda de colegio no era bueno para Zoro! —gritó, finalmente frenando los pasos para hacerle frente a su baja ex novia. Aunque luego, al ver el rostro molesto de Chay y oír el llanto insaciable de Zoro pretendió calmarse. Inhala, exhala— L-lo siento, no quise gritar ni armar escándalo. Pero es que... mierda.

Chay soltó un resoplido, acariciando suavemente la espalda de su hijo que no dejaba de llorar y más por aquella tos horrible que se le estaba formando. Siempre le sucedía lo mismo cada vez que lagrimeaba o sollozaba.

—Te comprendo, —confesó ella, haciendo que el azabache tragase saliva por ello— pero tampoco puedes actuar así ¿No ves a Zoro? Míralo, se asusta al verte de esa manera.

Óbito presionó sus puños, sintiéndose meramente vulnerable ante tal hecho y comenzó a mover su pie derecho en un zapateo incesable. Se sintió nervioso, inquieto, desesperado.

Hace un año todo estaba bien ¿Por qué tenía que joderse todo ahora?

—Hey, venga, —dijo ella, bajando a Zoro de sus brazos solo para tomar el de Obito y cruzar sus miradas— no es tu culpa. Nunca lo es, quítate eso de la cabeza ¿Vale? Si Zoro puede tener algún problema eso no te hace necesariamente el responsable, también estoy yo ¿Sabías? Las cosas son de dos.

—Sí, pero...

—Nada, quita esa idea de tu cabeza. —espetó ella, esta vez agachándose a la altura de Zoro para limpiar sus lágrimas y dar leves golpes en su espalda al oír su tos por semejante llanto— Bebé, no pasa nada. Papá no está enojado contigo, no llores.

—¿T-tio Gaku lo va a regañar? —preguntó entre sollozos, nuevamente soltando una que otra tos cada vez más fuerte— ¿V-van a pelear? ¿Me v-va a pegar?

—No, amor. Eso no pasará.

Chay moduló una leve mueca antes de besar la frente del pequeñito, para luego ponerse de pie y tomar su mano al ver como frenaba un poco sus sollozos. Aunque la tos permanecía y la mirada de Obito seguía sobre ellos.

—¿Qué haremos ahora?

La pelinegro dio un suspiro, no podía dejar de pensar en la posibilidad de su hijo teniendo esas actitudes que ella tanto aborrecía ¿Acaso era culpa suya? No, en casa ella escondía a Zoro cuando habían pleitos entre Hidan y su padre como para que él aprendiera esos hábitos. Y en casa de Fugaku, Óbito hacía lo mismo.

No lo comprendía.

—Te diría que fuéramos a casa de Shisui, pero Marina está enfadada conmigo y siento que...

La tos de Zoro comenzó a ser más fuerte de pronto, atorándose repetidas veces con su propia saliva. Solo por esa razón, ambos tuvieron que frenar los pasos y Chay volvió a agacharse a su altura para dar leves golpes en su espalda. Odiaba verle de esa manera.

—Zoro, si no dejas de llorar tu tos seguirá ahí. —intentó explicar, al ver que este lloraba más fuerte en cuanto una que otra arcada se hacía presente en su garganta— Respira, todo va a estar bien. No llores, terminarás vomitando si sigues así.

—P-pero papá está en-nojado y...

Lo dicho, dos corridas de una tos muy fea bastaron para que Zoro comenzara a vomitar sobre la acera, causando así que muchas personas se le quedasen viendo mientras Chay suspiraba y acariciaba su espalda. Óbito por su parte, solo sujetaba su nuca con incomodidad reinando en todo su cuerpo.

Las palabras de aquella mujer aún no salían de su cabeza.

¿Te sientes mejor ahora? —cuestionó la azabache, limpiando la boca del pequeño con la manga de su polerón al notar como parecía calmarse y luego asentía con su cabeza, temeroso, tragando una poca de saliva con un puchero.— Óbito, ¿Y si vamos a casa? Sé que hoy te toca llevártelo pero...

—¿Me lo vas a negar?

Chay apretó los dientes, esta vez tomando por las axilas a su propio hijo para llevarlo en brazos. Él lucía tan débil y vulnerable, que le daba demasiada inquietud dejarlo solo. Incluso si su reacción haya sido referente al llanto. Ella odiaba verle así.

—No, pero me da cosa dejarlo solo. —respondió ella con tristeza, volviendo a su trayecto y con Zoro enrollando sus brazos alrededor de su cuello.

—Estará conmigo.

—Quédate en casa si quieres, hoy dudo que mi padre vuelva e Hidan no me hará escándalos por ello. —sugirió, algo insegura a lo que quizás diría su familia por ello. Óbito arqueó una ceja— No me pongas esa cara, lo hago por Zoro.

Él soltó una corta risa, esta vez ubicando sus manos en los bolsillos.

—Si claro, admite que aún me amas. Tobirama no tiene ni la cuarta parte de lo que mis pantalo...

—Ya, no empieces con ordinarieces ahora ¿Quieres? —gruñó la azabache, irritada y algo avergonzada por la idea— Solo lo hago porque no quiero que Zoro se aleje de mi lado, sabes que me pongo sensible cuando se pone así o se enferma. Y como tú quieres estar con él también pensé que sería una buena idea, después de todo tú le prometiste una película en familia ¿No?

El azabache mordió su labio inferior, bajando un poco la mirada.

—Bueno, si no te apetece siempre puedo llamar a Tobirama para que nos haga compañí...

—No te atrevas. —bramó el Uchiha, volviendo a fruncir el seño ante la idea de su hijo junto a ese idiota. Chay soltó una risa.

—Entonces, súmate ¿Cuál es el problema? —insistió la azabache, pues realmente no quería que Zoro se fuese a esa casa de locos. Y mucho menos después de lo ocurrido con Sasuke.— No es como que haremos algo malo, Óbito. No te hagas ideas erróneas en tu fantasiosa cabecilla.

Zoro a este punto comenzaba a sonreír, abrazando aún más a Chay por la fantástica idea de la cual hablaban a su parecer.

—Bueno, es que...

Entonces, la azabache lo comprendió y apenas lo analizó todo soltó un bufido.

—No me digas que Rin se te enfada porque me enfado yo eh. —soltó, su voz detonando algo de molestia al siquiera nombrarla.— Es tu hijo, Óbito. No vas a verme a mí.

—Para ti es fácil decirlo, ni siquiera vas a mí casa cuando yo lo pido.

—Mi problema con tu casa no eres tú o Tobirama, son tus hermanos y tú madre. En especial Itachi con sus tonterías, —Óbito soltó un suspiro, pensando aún en todo lo ocurrido— realmente me da pena que Izuna ya no esté con Andrea porque Itachi no le ha hecho nada bien. A nadie le hace bien ese chico, perdona que lo diga.

El azabache soltó una risa, para luego tomar sus cabellos y observar detenidamente a Chay. Ella alzaba una de sus cejas mientras Zoro por poco colgaba de su cuello, cosa que le causó algo de ternura. Entonces, se decidió. Aunque aquello no le gustara a Rin.

—Está bien, me quedaré. Pero no te propases porque soy un hombre comprometido ¿Vale?

—Eres un idiota.

Entonces, de esa misma manera ambos caminaron hasta el estacionamiento para ir a casa de Chay, los dos conversando tranquilamente mientras la idea de Zoro en el establecimiento se esfumaba cada vez más—aunque seguía inquietando—. Y quien más feliz con todo esto, era el mismo pequeño.

Sus padres no estaban discutiendo, le habían defendido contra aquella mala mujer y ahora verían una película juntos ¿Acaso nada podía ser mejor? Nada podía para un inocente niño como lo era él, incluso si... realmente golpeara a sus compañeros y tuviese que mentir para que le tomasen en cuenta.

// Espero hayan disfrutado de la lectura, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

¡Hola! ¿Qué les pareció el capítulo? Sé que dije que no subiría nada esta semana por la psu, pero tenía este capítulo listo y pensé en dar una sorpresa jaja.

Si bien es algo también x para la historia y muy tranquilo, pronto se entenderán otras cosas jaja y otros personajes😏.

Tambieeeen, quería dedicar este capítulo a -Liselda- porque quiero alegrarle un poquito su día, decir que te amo y a pesar de todo (aunque me duerma) nos tendrás ahí💕 Eres un sol y la mejor hermanita, nunca lo dudes.

En fin, espero de corazón que les haya gustado y muchas gracias por leer, las amo💕.

Adiosín💕.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top