002 / Nuevo comienzo
—¿Tienes familia?
—No tengo—Le respondía a Hange a medida que avanzabamos, íbamos subiendo las escaleras a las que tanto le temía—Nunca he tenido.
—¿Has estado sola toda...
—¿Toda mi vida?, no, tuve amigos, pero todos están muertos—Solté, no quería estar triste—Aquí no existe una buena vida, todas se pierden.
—Entiendo.
Hange subió el último escalón, la luz del sol pegó en su rostro más no se quejó, por mi parte cubri mi rostro con ambas manos debido a lo fuerte que estaba. Di pequeños pasos hasta adelante, el sol pegó en mis manos para seguido colarse entré mis dedos hasta mis ojos.
Bajé la mirada buscando acostumbrarme.
Abrí los ojos lentamente, estaba segura de que tenía una mueca de espanto, pero no me importó.
Cuando estuve lista miré completamente a mi alrededor, todos se habían detenido para observarme con miradas extrañas.
El sol pegó en mi piel calentandola, era una hermosa sensación de tranquilidad en mi cuerpo, eso hacía que no me arrepentira de haber tomado esta decisión, al menos había logrado salir de ese infierno.
Subí a un carruaje como me ordenaron, obedeci sin rechistar.
Cerré los ojos disfrutando de la brisa en mi piel. Miré con admiración el cabello que iba aún lado del carro, Levi estaba montado en el, más a el lo ignore, no me agradaba.
Pero el caballo...
Era tan bello.
No quería parecer débil delante de ellos para que tuvieran oportunidad de dañarme, no iba a permitírmelo. Únicamente miré hacía arriba, el cielo comenzaba a llenarse de nubes lo que parecía indicar que habría tormenta.
El carruaje aumentó la velocidad, no querían mojar los suministros que cargaban.
El viaje habrá durado una o dos horas, no estaba segura pero era lo de menos ahora, estaba ansiosa por bajar.
—Baja—Sentenció Levi con un tono frío. Obedeci al instante. Estábamos en un castillo o algo parecido, era un lugar enorme en donde calculaba debían haber muchos soldados.
—Te sentirás muy comoda aquí, espero que te adaptes antes de la expedición—Apareció Hange por un costado.
—Espero lo mismo.
—Por esa razón te digo que aquí no estan permitidas las peleas, puedes ir hasta dos días al calabozo.
Vengo de un calabozo, creo que nada puede ser peor, de todas formas asenti.
Nos adentramos al Castillo con todos siguendonos, algunos de los soldados que pasaban me observaban como si ya supieran todo de mi, era inquietante pensar que lo sabían todo.
Pero si Hange lo sabía no dudaba que ellos también.
—Dormiras aquí, hay más mujeres adentró—Informaba Hange. Me había dado un bañó y tenía un pijama puesto, además del uniforme que Hange me había dado y cargaba en mis brazos—Te llevarás bien con ellas, son muy buenas personas.
—Bien.
Abrió la puerta dejando ver a esas mujeres de las que tanto habló, todas miraban a la puerta.
—Esa es tu cama. Buenas noches—Sin más se marchó.
—Hola—Salude cordialmente—Soy Lenett.
—En un gusto, Lenett. Mi nombre es Carolina—Se presentó sacudiendo su mano en el aire—Ella es Nanaba—Era una mujer rubia de cabellos cortos, muy parecidos a los míos, la diferencia era el color—Sientete cómoda.
—Les agradezco—Deje el uniforme sobre la cama para seguido sentarme y inspeccionarlo, estaba segura de que me quedaría bien.
Me agradó que justo arriba de mi cama hubiera una ventana, tenía vista a todo el exterior. Era de noche por lo que no se veía mucho, pero lo que se veía era iluminado por las antorchas en el camino. Miré al cielo con nostalgia, con esa imagen podría domir.
—Eres tan tierna—Oi el susurro de Carolina, separé mis manos del cristal para observarla—¿Cuántos años tienes?
—Tengo veinticuatro.
—No nos han dicho tu apellido.
—Eso es porque no tengo—Respondí con simpleza. Seguro quería preguntar más, lo veía en sus ojos, pero se contuvo—No me molestan las preguntas.
—¿Ah, no?¿De verdad?—Negué—Es genial, porque queremos conocerte para entrar en confianza, ¿Entiendes?—Asenti, no había nada que ocultar de todas formas—¿Conocías a Levi en el Subterráneo?
—¿Levi?—Pregunté ladenado la cabeza, ¿El también pertenecía al subsuelo?—No, no lo conocía.
—Es que nos contaron que también utilizaste el equipo de maniobras, Levi y su grupo también lo hacían. Pensamos que debieron trabajar juntos—Negué.
Ella asintió.
—¿Por qué accediste?
—Porque de no hacerlo la policía militar iba a juzgarme por robo de equipo—Omiti los asesinatos, no era algo genial de decir—No quería ir a prisión.
—¿No te gusta aquí?—Había pena en sus ojos.
—Apenas es el primer, quizas con el tiempo logré acostumbrarme—Me cubri con las sábanas, le sonreí—Buenas noches.
—Buenas noches—Respondieron al unísono.
Cerré los ojos, con el sonido del viento golpeando la ventana me dormi en paz, creó que desde hace muchos años no tenía un sueño tan largo.
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