Capítulo 24.- El espejo
Mis capítulos los hago muy largos, estoy en etapa de reflexión. Please un poco de paciencia con lo lento que actualizo.
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Capítulo 23.- El espejo
El aire lo robó de mis manos. Solo quedan ruinas, aunque la imagen sigue intacta.
En mis pupilas se reproduce aquel conjunto de acciones . La noche gana y caigo con él, me tironean los recuerdos y me empujan hacia un cielo sin estrellas.
Cierro los ojos, sé lo que sigue. El espejo quiebra cuando el suelo lo atrapa, y rompo cuando los gritos me persiguen.
La música se ensambla al eco y mi alma ensordece.
Narra Gonzalo
Mi papá pasó por mi cuarto, apague las luces mucho antes de las 10, fingí dormir, y se marchó a los segundos. Tengo en la cabeza lo que le dije a Joaquín, me tengo que disculpar, y no se como lo haré.
Salí de la cama millones de veces para mirar el reloj del escritorio, por fin caí exhausto pasadas las 11 de la noche.
Al día siguiente
Narra Gonzalo
Los miércoles tengo clases de mate, tuve un mal presentimiento con el examen que dí. El profesor Ferret entró muy enojado al salón, en ningún momento me miró ¿tan mal me fue en el examen? espero que no esté enfadado conmigo.
—Alumnos abran su libro en la página 127.
Escuche ruido por todos lados : al tirar la mochila y sacar el material de clases, un sonido muy peculiar sonó, muchos que se encontraban cerca vieron al niño. Martín cogió la mochila del piso, abrió despacio el cierre, no logre ver que era pero estoy seguro que contenía vidrio al asomar mi cabeza y ver un pedazo de vidrio.
—¿Martín necesitas salir de clases? — dijo el profesor, Martín no quitó la vista de su mochila.
—No profesor todo está bien — con una sonrisa fingida.
«¿Propiedad de la adicción? Trate de hacer memoria, este tema ya lo tocamos. ¿Por qué lo vuelve a enseñar? Así se sentirá cuando no tienes nada en la cabeza, mire a Martín».
Por poco, y le pregunto como hace cuando dice cosas sin sentido, ¿No le molestara que se burlen de él?
« Claro que no le molesta, si habla con todos. Además nunca he escuchado que le digan estúpido o tonto a sus espaldas, no entiendo porqué los chicos son así con él ».
«¿Qué tiene él que no tenga yo? Mire a todos los chicos sin comprender, tanta diferencia hay si no me gustan las niñas, a ellos tampoco le gustan bueno a algunos ya le gustan ».
«Así, lo que hablaba el profesor. No escuche nada del tema, creo que lo repasé nunca lo escuche en clases. Mi cabeza está en otras cosas, donde deje mi cuaderno de dibujo rebuscando en mi mochila ».
«¿Fracciones? estoy seguro que eso sí llevamos, de seguro algunos no entendieron. ¡Cómo olvide mi cuaderno! Podría aprovechar el tiempo, y dibujar a Joaquín ».
«Si lo hago cuando llegue a casa, si puede ser. No tengo muchas cosas que hacer ».
—¿Gonzalo? — gire hacía la voz que me habló — en donde tienes la cabeza muchacho, al mirarme sorprendido.
—Profesor — agache la cabeza — lo- lo si-sien-to no.
—¿Ahora que paso? — al sentarse al costado con un folder en la mano.
—Yo — jugando con los dedos — estoy muy cansado — sin contener el bostezo — me dormi muy tarde, hice toda la tarea que usted dejó.
—La tarea no es hasta dentro de dos semanas, ¿Prestaste atención a la clase?
—Sí— contesté apenado.
—Ok, pasame tu cuaderno.
Asustado no supe qué hacer, no toque mi cuaderno en toda la clase. Temblando lo deje en sus manos, al abrir miro las anotaciones de las últimas clases.
—Muestrame la tarea.
—Si profesor — pase saliva aterrorizado con el problema que tendría en dirección.
No fue una simple revisión, el profesor corrigió cada ejercicio. De los nervios mi mano se movía como si tuviera una baqueta en ella.
—Bueno creo que es suficiente — cerrando el cuaderno — ¿Por qué tiemblas muchacho?
—Yo, es que — con poco contacto visual.
—Es verdad que hiciste la tarea, Gonzalo — puso su mano sobre mi hombro — no tenías que hacerlo tan rápido, el trabajo es en grupo supongo que preferías hacerlo solo. Pero — subiendo las cejas — toma apunta esto — sacó una hoja suelta del fólder.
Sin hablar, me dispuse a escribir no despegue la mirada en ningún momento. Apenado escribí lo más lento posible para no recibir más preguntas del profesor, no puedo explicarlo pero me da pavor cuando estoy cerca del señor Ferret.
—Espero que esto no se repita — al no poder alargar más el tiempo, y ver que transcribí los ejercicios.
— Si señor — apenado porque se enteró que no preste atención a clases — nos vemos — cogí mi cuaderno lo metí rápido a la mochila y dejé sobre mi pupitre.
— Espera, espera — alcé vuelo hacia la puerta, pero no pude abrir al escucharlo.
— Sí profesor — con un tono más dulce de lo normal.
— Tenemos cosas que hablar — sentí la garganta tan seca que no pude tragar saliva.
« ¿Que voy a hacer? gire mi cabeza a la izquierda, deseó salir corriendo del salón. Estoy en un gran problema, no puedo, no puedo, no puedo... »
—¿Puedes decirme qué te ocurre? ¿Gonzalo? — lo escuché tan lejano, al escuchar mi nombre lo mire asustado igual como me encontraba yo.
—Yo — tomando un poco de aire.
—Siéntate — me tomo de la mano dejándome reposar en su silla — trata de respirar — con una suave palmada en el hombro — estabas temblando, me asuste tanto.
—Lo siento profesor — incómodo por lo que acabo de escuchar, nunca me ocurrió algo así — es que usted, no puedo explicarlo siento que no le agrado.
Es el peor error que podía cometer, ¿Por qué un profesor tendría un problema conmigo? Pienso que me imagino cosas, lo que ocurrió con Rodrigo hace que desvarié. Aunque es razonable, ahora que lo recuerde nunca he escuchado una felicitación del profesor, al estar en secundaria el trato debe cambiar pero me enseña desde hace años, y siempre ha sido así. Además los profesores son amables, no se porque él no lo es.
—Creo que te debo una disculpa — sus pupilas brillan sin aparecer lágrimas — la verdad es que así era — lo mire sin entender a qué se refería — no me atraía tus buenas notas, sin embargo al percatarme que tu promedio bajo, me inquieto que podía estar pasando.
—¿Atraer mis notas? no entiendo porque tendría que gustarle, si tengo notas altas no es por...
—No lo explique bien — dijo rascando su frente, es un profesor pero en ese momento no me intereso. Quería decirle todo lo que pensaba de su clase y mucho más de su persona, cuando volvió a abrir la boca no pude hacer otra cosa más que oírlo — no es que no me gusten o no me llame la atención tus notas pero no tengo preferencias con los alumnos, se que eres un buen alumno. El problema no era ese muchacho, he visto cómo los profesores te apoyaron muchas veces, y lo encontraba perjudicial. Mucha atención sobre un alumno, cuando hay 34 alumnos más, y casi la mitad tiene problemas en sus materias.
—No es mucha atención como usted se refiere — me sentí indignado frunciendo la cara — ha visto mal cuando se refiere a apoyo, apoyo tienen muchos alumnos, yo no. Es verdad que a veces quiero subir mi promedio, y les pido tarea extra para subir la nota o — hablaba con un profesor, lo grité y no era mi intención.
—Puedo entender si te herí al expresarme de esa forma, discúlpame — dijo sonriendo que me pareció la peor forma de disculparse — tuve un fuerte discusión con Manuel, trato de defenderte y...
—¿Quién es Manuel? — no se quien sea, pero me agrada.
—El profesor Perret — arqueando la ceja — supongo que no sabías su nombre.
—Supone mal, se cual es su nombre pero nunca habló con él como si fuéramos iguales, es mi profesor y...
—¿Por qué preguntaste quién es Manuel, si sabías el nombre del profesor?
—No supuse que se trataba de él — con color en las mejillas.
—Creo que te enfocas en el profesor, tratando de obviar el tema que tocamos antes.
—¡Yo no cambio de tema! — furioso me levanté y le di una patada a la silla — se su nombre completo — lo mire serio — Manuel Perret Larraín. ¡Si no quiere escucharme puede marcharse, no me importa lo que te tenga que decirme!
Por mucho tiempo me sentí tranquilo de escuchar silencio, no me molesto en lo absoluto que el profesor no hablará. Mi desilución acabó poco tiempo después al ver al señor a los ojos.
—¿Sabes con quién estás hablando? — al rascarse la frente.
—¡No me importa! — contesté con la mirada fija — ¡usted no es...!
—¡Vamos ahora mismo a dirección! — clavé mis ojos en él, la ira que tenía se desvaneció con la mirada de loco que tenía.
No se que dijo, pudo haber mencionado a mi madre pero no logré escucharlo. Mi confianza se esfumó, no subí la vista en ningún momento. Se mandó con un discurso largo pero lo sentí en un idioma extraño, estoy asustado con el castigo que tendré por hablarse así a un profesor.
—¡No voy a repetirlo una vez más, a dirección alumno Tiessen!
—Disculpe profesor, no quise — sin mirarlo a los ojos, no pude contener las ganas de llorar.
—No, no — bajando la voz — eso no va a funcionar, deja de llorar.
—Lo siento, no — con la voz entrecortado — no vol-volverá a pasar, lo prometo — con lágrimas en los ojos.
—No hay justificación, el director debe saberlo — me mordí los labios, papá se enfadaría cuando supiera lo que pasó — ¿vamos o llamo al señor Johnson para que venga al salón?
Temeroso no supe qué contestar, el profesor no cambiaría de opinión. Lo único que me queda es hablar con el director, camine despacio hacia la puerta imaginando los castigos que podía recibir por lo que hice.
El camino no ayudó a mejorar la situación, había dejado de llorar sin embargo el profesor no menciono palabra hasta que llegamos a secretaría.
—Buenas tardes Patty, necesito hablar con el señor Johnson — la secretaria se me quedó mirando.
—Por el momento está ocupado con un padre de familia.
—Entiendo — me miró de reojo el profesor y cruzó los brazos.
—Pueden esperar en el salón del costado — seguí al profesor al dirigirse primero al aula.
Cerro la puerta, sentándose rápido en el primer asiento que vió. Me hizo sentarme cerca de donde se encontraba, sacó un papel y lapicero poniendo las cosas sobre la mesa.
—Las cosas van a seguir un orden — levanté la vista sin comprender — cuando el señor Johnson venga te quedarás callado, yo voy a explicarle lo que sucedió y...
—Pero — lo interrumpí sin querer.
—No quiero interrupciones Tiessen, me escuchaste — moví la cabeza en señal de afirmación sin hablar — toma el papel, vas a escribir lo que te diga — di una corta mirada acercando la hoja — Yo Gonzalo Tiessen le alcé la voz al profesor Ferret, no participo en clase...
—Va a decirle que me expulse — mordiendo mi labio inferior.
—Eso lo verá el director, sigue escribiendo.
—Por favor — cayendo lágrimas en la hoja — el próximo año no me verá aquí, no haga que me expulsen. Le prometo que no volverá a pasar — con los ojos llenos de lágrimas — no he tenido problemas antes, por favor profesor no quiero que me expulsen.
—No he prestado atención a sus clases en las últimas semanas, y golpeé material del colegio — deje el lapicero al costado — vuelve a escribir todo — me pasó una hoja en blanco.
Al terminar de escribir, cogió la hoja escribiendo abajo:
"El alumno Tiessen acepta el castigo que se le otorgué, en su último examen mensual jaló, y le pido una reunión con su apoderado para tocar el asunto de su bajo promedio".
Di un vistazo a lo que puso firmando con su nombre, no importaba lo que le dijera al profesor no cambiaría de opinión, las cosas iban de mal en peor. Todo está mal este año, nada ha salido como deseo.
—¿No va a hablar con el director? — pregunté asustado al afirmar lo que escribí.
—Claro que hablaré, y tú estarás presente — dijo con una mirada dura que tragué un cantidad grande de saliva.
—No era mi intención gritarle — soplando mi nariz fuerte — no quería hacerlo — no soporte más, hundí mi cabeza en mis brazos echándome a llorar sobre la mesa.
—¿Tiessen?
—Mi pa-papá no sa-sabe de mis notas — no se si me escucho al tener la cara sobre la mesa — se que me-me porte mal, no qui-quiero que me expulsen — sin dejar de llorar.
—Creo que es tu primera falta, no te expulsaran pero tendrás un castigo.
—Entiendo — sin alzar el rostro con lágrimas en los ojos.
—Siéntate bien, es suficiente.
—Si — hice ruido acomodando la silla, no lo miré. La vista era al papel escrito, mis ojos seguían húmedos sin poder callarme dije lo que me llevaría directo a expulsión.
En mi vida pensé que resolvería los problemas del colegio de esa forma, cortaría todo de raíz, tenía una segunda oportunidad puedo ser un completo desconocido es una nueva escuela, lo deseo desde hace mucho tiempo.
—Es el peor colegio que me puede haber tocado — sin dejar de llorar mi voz nerviosa me permitía hablar sin trabarme — no es el único, que siento que me pone trabas. Es muy injusto, ser listo no trae nada bueno — di un fuerte golpe a la mesa — ¡quiero que el director me expulsé, usted se puede ir al infierno, todos son unos tontos. Las clases apestan, me siento completamente contaminado en este lugar, no quiero volver a pisar un colegio en la vida!
—No es — movió los ojos muy rápido, parece que el profesor Ferret tiene un tic en los ojos — puede ser que estés un poco ansioso muchacho — tocando mi hombro.
—Suélteme, yo no tengo gana — respirando muy fuerte, hundí los labios furioso.
—Toma — acercando a mi mano un pañuelo. Lo toque limpiando mi rostro, lo que siguió no estuvo en mis planes.
Salimos del salón, trato de ser gracioso aunque ninguno de los chistes me gusto, me llevo a a la enfermería. En el camino muchos conocidos me vieron con el profesor, no tenían idea lo que paso, yo tampoco lo contaría.
La enfermera no me podía dar pastillas por ser un niño, el profesor se dio cuenta que estaba algo acelerado, le pidió un poco de alcohol, la muchacha lo acercó a mi nariz. El señor se asombró al ver a la enfermera marcharse.
—Creo que mejor no se me ocurre enfermarme aquí — dijo con una sonrisa contagiosa.
—Es muy mala idea — mordiendo mi labio inferior.
—Hablaré con el director, el colegio no puede tener una enfermera así. ¿estas mejor? — tocando mi frente.
—No tengo fiebre — molesto con la amabilidad del profesor.
—Te debo una disculpa, una inmensa disculpa — mire sus ojos marrones tristes — siempre quiero que todos sigan mi ritmo, cuando no es así me desespero. Contigo muchacho es muy simple, siento que no logró cautivarte en las clases, por eso no me agradabas.
—No tiene la culpa — girando los ojos — hace tiempo que revise los temas.
—¿Qué? ¿Comienzos de año?
—No, no recuerdo — mirando a la pared — no estudio las materias, sólo un pequeño repaso. Lo aprendí hace tiempo, en este momento ojeo los libros avanzados de mi hermano — pasando un poco de saliva — la verdad no importa, yo...
—Entiendo, entiendo — dando una palmada suave a mi hombro — espero que nos llevemos mejor, olvida lo del castigo, no le diré nada al señor Johnson.
Me senté en la camilla por un rato, el profesor salió. No me podía imaginar, que podíamos llevarnos bien. Deseo que así sea, al final no recibí ningún castigo, tan difícil es recibir uno.
***
Horas más tarde
El día acabaría espectacular si en mi casa me esperara una cantidad enorme de pizza, pero era mejor no soñar con algo imposible. No me dio ganas de ir a la cocina, no quería saber que cocino Patricia pero podía picar algún snack.
Camino despacio al entrar para que nadie me viera, tuve un tropezón al encontrar a Patricia hablando por el telefóno fijo, no me vió fui mucho más rápido, y me escondí detrás de la mesa.
Espere unos minutos a que se fuera, por fin pude revisar el cajón con las golosinas. Galletas, bombones, alfajores, papas Lay's, chifles, caramelos vacié todo lo que encontre.
« ¿Que como? Bueno puedo empezar con papitas, si se me antoja algo más bajo después ».
Guarde la bolsa en mi mochila, creo que lo primero que debo hacer es mi tarea de fracciones. Al subir las escaleras, no escuche ningún ruido supuse que me encontraba solo. Llegué al pasillo, y deje mi mochila en el piso con lo horrible que pesaba.
Me apoye en la pared descansaría un rato, y entraría a mi habitación en un rato a hacer mis deberes cuando vi a Joaquín a unos metros, caminando al cuarto de Alberto.
—Hola — dije sin moverme de mi lugar, no volteo, y supuse que no me escucho. Camine deprisa siguiéndolo, él no iba muy rápido así que pude alcanzarlo — hola — dije a escasos centímetros, detrás de él era como si hablara con la pared porque no conseguí respuesta.
Tuve ganas de gritar aunque supuse que no funcionaría, Joaquín siguió caminando sin voltear. Permanecí quieto por un momento, regrese corriendo por mi mochila y me metí en el cuarto.
Triste abrí la mochila, saque las papas, y sentandome empecé a comer. Metí una cantidad enorme de papitas en la boca que no podía ni masticar, cuando por fin trague todo lo que me había metido tire la bolsa sobre la mesa de noche.
Es lamentable todo lo que me pasa, primero casi recibo un castigo del profesor, y ahora esto. No podía suceder algo, cualquier cosa que me alegre el día. Me encontraba tan cansado, no se si por llorar tanto, pero quería que acabara de una vez.
Restregue fuerte mis manos sobre mis ojos llorosos, no tenía que llorar, no por una persona que a las justas y conozco. Creo que es un hábito muy común que me ocurre últimamente, siento que todo es culpa de Rodrigo, todo es por él.
—¿Qué haces aquí? — me miró frunciendo la frente.
—¿Tú? — lo miré sin comprender — ¿Qué... — con la boca abierta no supe qué más decir.
—¿Has estado juntándote mucho con Antonella o me parece? — dijo pasando su mano sobre mi cabello, se sentó y empezó a reír.
—¡No soy un tonto! — haciendo puchero, indignado de que dijera eso.
—Lastime tu cerebrito.
—¡No es broma Mauricio, no te burles! — lo empuje enfadado, pero a la justas y lo moví un poco.
—Baja la voz Gonzalo — dijo en un susurro.
—¿Que pasa? — mire sin comprender, porque no quería que nos escucharán.
—¿Ahora vives aquí?
—No, solo vine un rato — dije asustado, era la primera vez que entraba desde que deje de verlo.
—Puedes quedarte si quieres — miró a su alrededor — sólo no revises mis cajones. ¿Sabes si Enrique revisó mis cosas?
—No se — contesté confundido.
—Demonios — dando golpes a la cama — eso es tuyo — señalando la bolsa de papas con cara extraña.
—Sí pero... — voy a recibir un grito justo ahora — disculpa yo no...
—Pasa — sin hablar dejé la bolsa en su mano, mientras metía unas cuantas papas en su boca.
—¿Donde has estado? — rascando mi cabeza enojado — mis clases han estado horribles, necesito ayuda en el colegio. ¿Qué puedo hacer para parecer interesante? Necesito un tema de conversación, tengo que hacer un dibujo en arte, y no se que hacer. Además soy pésimo en Tourist trophy.
—¿Qué? — me miró de reojo.
—El juego de motos que papá...
—Se a que juego te refieres — recibiendo un golpe en la cabeza — Has hablado tan rápido que a las justas me has dejado captar lo que dices.
—Lo siento — sobandome la cabeza — me dolió el golpe — con una pequeña risa en su rostro.
—Disculpa, se me pasó la mano — hizo un fuerte ruido en su cuello — ¿Alberto está?
—Si, en su habitación con Joaquín — dije con las mejillas sonrojadas.
—¿Quién?
—Es un compañero de su salón.
—Ahh — un sonido extraño apareció de su boca, movió la mandíbula por un momento, y subió la mirada hacia la pared — no puedo quedarme por mucho tiempo.
—¿Por qué? — se le notaba molesto, pero no quería que se fuera tan pronto.
—No puedo explicarlo ahora — cruzando los brazos — peleé con Enrique, he estado viviendo en casa de un amigo. Necesito — me asustó al correr al armario, y revolver la ropa de adentro.
—¿Para qué necesitas esas medias sucias? — mire con cara de asco, tienen tiempo de no lavarlas.
—Tengo suerte de que no revisará todo — botando aire por la boca.
—¿Suerte? — observando las medias sucias.
Con una pequeña sonrisa desenrollo el par, unos cuantos billetes aparecieron. ¿Quién esconde dinero en ropa sucia? Mi hermano es tan extraño, porque papá le quitaría su plata.
—Esto me servira para el viaje — dijo sonriendo.
—¿Que viaje? — lo ojeé sin comprender.
—Tengo una gira.
—¿Es fuera del país? — me quede con la boca abierta por la noticia.
—No — movió el rostro resignado — que más quisiera, cierra la boca — recibiendo otro coscorrón.
—No seas tan brusco — contesté con un puchero por el golpe — quiero ir — si pedía permiso a papá podía ir, él me deja salir siempre que sea con Francisco.
—No se puede — movió la mano cerrando el tema.
—Pero...
Abrió la puerta del armario, tirando toda la ropa al piso, de todo el desorden salió una mochila.
—Ayudame — mirando la ropa — saca lo que me puedan servir.
Tiré de mala gana varios polos dentro del bolso, busqué jeans en el tumulto de ropa. Al sacar uno con calcetines cochinos dentro, olí el pantalón y apestaba horrible. Sacando y tirando al costado lo que no servía, eran como seis jeans sucios.
—Deja — dobló la ropa como sea guardando en el armario, cogió dos pantalones que se me pasaron de la ropa amontonada.
De la ropa colgada guardo varias casacas, cerró el maletín con fuerza caminando y dejándolo al costado de su mesita. Al abrir el segundo cajón mire sorprendido ¿Guardaba más plata? Varias sobrecitos juntos aparecieron, los metió sin hablar dentro de la mochila.
—¿Estas enfermo?
—Claro, enfermo hermanito — con una gran sonrisa.
—¿Cuando regresas? quiero ir contigo — moví la pierna enfadado — Francisco llevame — sin soltar su polo.
—Regresaré pronto.
—¿Cuando? — dije con voz de niño pequeño, no quería que se fuera.
—No lo se, te prometo que vengo por ti, y te llevo — abrió los ojos mirándome serio.
—Si — sonriendo di saltitos en la cama.
—Ya mira, yo nunca estuve aquí Gonzalo.
—Pero — moviendo los ojos de izquierda a derecha — si papá pregunta que digo.
—Nada — movió las dos manos cerrando el tema — nunca me viste Gonzalo, escuchaste.
—Si, si — mire su cabello sin poder ver su cara — y si...
—Entiende Gonzalo — subiendo la voz.
—¿Nadie sabe que estás aquí?
—No — fijándose en la ventana, dos hombres caminaron por el jardín — tengo que irme cuanto antes, tenía la capucha cuando entre creyeron que era Alberto.
—Entiendo — mordí mis labios — ¿Vas a venir?
—Si vengo por ti.
—Cuando llegues me llamas.
—No voy a poder llamar — tocando mi mano — escúchame, yo regreso no digas nada ni siquiera a Antonella.
—Ok, no dire nada — con mirada triste — ¿en serio no puedo ir?
—No, todos son adultos.
—No importa, yo hago mis cosas.
—Voy a juntar plata, y te llevo — sobandome la cabeza con cariño — portate bien.
—Lo haré — hundiendo la boca.
Al pararse y ponerse la mochila al hombro tuve ganas de meterme dentro, si fuera una maleta hubiera entrado de sobra. Con una gran sonrisa cerró la puerta, lo único que me quedaba era esperar que regrese, y me lleve con él.
***
10:30 de la noche el mismo día
Narra Enrique
—No puede ser — tocando mi cabeza — si el problema es que...
Deje de hablar al ver al pequeño caminando por el pasillo.
—¿Qué haces aquí?
—Papá se me antojo una vaso de leche, iba a...
—Anda a dormir Gonzalo — crucé los brazos furioso.
—Pero papá, yo — no tenía cabeza para un berrinche de mi hijo, porque no es viernes. Necesito descansar por un día en la vida.
—Mañana tienes clases, ¡no quiero discutir mañana porque no logró levantarte!
—¡Malo! — hundió el labio inferior queriendo llorar, salió corriendo, y escuche el golpe de la puerta.
—¿Cómo es posible que sigue despierto tu hermano, Alberto?
—Yo que tengo que ver — movió sin ganas los hombros — mis deberes no son cuidar de Gonzalo papá.
—Ya ya — lo que menos quería era discutir en este momento. En silencio otra vez, no escuché un solo ruido ni siquiera de Antonio, no roncaba y eso era bueno.
—¿Qué pasó? No entendí que...
—Se escapó — sentí un escalofrío horrible por mi cuerpo.
—¡Qué! — gritó Alberto, mire a los costados esperando que nadie apareciera.
—Baja la voz — moví la mano ofuscado — me llamaron en la tarde, vengo de la clínica. No puedo creer que escapará.
—¿Dondé está?
—No lo se, he llamado a todas las casas donde podría estar, y nadie sabe nada de él.
—Pero estaba mejorando, seguía el tratamiento — mordiendo sus uñas — ¿por qué se escaparía?
—Tampoco entiendo — moví la cabeza sin comprender — lo fui a ver anteayer, estaba tranquilo, conversamos sin problemas, no entiendo qué pudo haber pasado, todo estaba bien — mire mi reloj — anda a dormir Alberto mañana hablamos — tocando su hombro.
—Sí papá — lo vi marcharse a su habitación, yo tendría que hacer lo mismo.
No podía, simplemente ir a mi cama, y dormir cuando mi hijo está en la calle a estas horas. ¿Qué hago? Di unos cuantos pasos, regresé al lugar de inicio. Necesito un consejo, tengo que hablar con mi padre, era mejor llamarlo en el despacho.
No tendría ninguna interrupción, a estas horas nadie bajaría. Espero que Gonzalo no se vuelva a levantar, baje las escaleras confiando que todo mejoraría. Todo es cuestión de tiempo.
***
Narra Gonzalo
Dos días pasaron, sin novedades en la escuela o en mi hogar. De casualidad vi a Rodrigo al entrar al colegio, pero no quería sentirme mal así que deje que se fuera con su grupo de amigos. No volví a hablar con el profesor Ferret, preferí que pasaran unos días para que quedara zanjado el problema que tuvimos.
—Hola — salude amablemente.
—Hola — tocando mi hombro — ¿Como estas?
—Bien, profesor las clases van bien — sonreí de manera sincera como el miércoles que ví a mi hermano.
—¿Las chicas como van? — guiñando el ojo.
—No se — con rubor en las mejillas — no he vuelto a ver a la chica nueva.
—¿Así? — subiendo la ceja derecha.
—Bueno, la conocí en el parque — quisiera tener la suerte de Antonella, conoce gente tan fácil — fui grosero, creo que por eso no ha vuelto a ir.
—Puede ser, ¿no piensas remediarlo? — jugando con el lapicero que tenía en mi pupitre, el profesor es muy divertido me dio ganas de reír, tocí un poco conteniendo la risa.
—Sí aunque por algo suceden las cosas, ahora estoy esperando que mi hermano regrese para irme con él. Voy a pasarlo genial cuando eso suceda — me olvide de mantener la boca cerrada.
—¿Te refieres a las vacaciones?
—Si, exacto — girando los ojos — con Francisco hemos planeado muchas cosas, espero poder ir a Pa... no importa donde, con él, sin las órdenes de mi papá, me llevo mejor con mi hermano.
—Los hermanos siempre son mejores que los padres — sonrió tocando mi cabello.
—Me dijo que tenía un hermano — tratando de recordar una conversación anterior.
—Si, vive en Londres.
—Debe ser feo que viva tan lejos — imaginé vivir lejos de alguno de mis hermanos — yo no podría.
—No es fácil, te acostumbras con el tiempo — una curva en sus labios apareció, una pequeña sonrisa. No lo sentí muy feliz supongo que trato de parecer seguro con lo que dijo —revisando los apuntes del curso — al mirar el cuaderno de lenguaje.
—No, es que — me quede en blanco, quise cerrar el anotador sin embargo el profesor fue más rápido al tomarlo con sus manos.
Silencio
Dicen que a veces se oye el silencio,
y yo creo que hasta se puede ver
cuando el viento la hierba mece
y el sol calienta el suelo.
No hay más que alzar la vista
para comprobar que el paisaje
sigue al dolor en ocasiones
y en otras hasta lo adelanta.
Porque el silencio habla
y lo que dice no se oye
pero lo podemos ver
y hasta se puede cortar.
Y solo en tu mente
sabes lo que grita
lo que te muestra
y lo que te esconde.
Y no necesito verte
ni preguntarte
para saber
lo que sientes.
Sólo tengo que ver
los rayos de sol
que tristemente
calientan la fría calle.
Porque el silencio se oye
pero también se ve,
y aunque se esconde,
se intuye.
—¿Tú lo escribiste? — abriendo los ojos sorprendido.
—Si, pero fue sin querer. Yo no...
No supe qué decir, quise correr del salón. Tenía tanta vergüenza de que el profesor leyera en voz alta, no se porque lo escribí. No quería que nadie leyera esto, era algo privado.
—Muy bien Gonzalo — me dió una palmada en el hombro, mi cara no soportaba tanta rojez.
—Gracias profesor, debo irme es salida.
Cogí el cuaderno sin pedir permiso, cerrando la mochila, no quise darle ideas al profesor. Me quité de la cabeza lo que sería leer esto delante de los demás chicos.
—Claro, claro nos vemos.
Permanecí en el salón para no esperar a Víctor fuera del colegio, y tampoco quería escuchar los planes de mis compañeros para el fin de semana. Es tedioso tener que oír sus magníficos planes, y yo no tengo nada divertido que hacer.
—Hola — me saludo un niño que no había visto en mi vida.
—Hola — lo miré de reojo.
—¿Tu eres Gonzalo cierto? — era unos centímetros más alto que yo.
Su complexión era media, no me causó temor ¿Quién es? ¿Es acaso alguna broma de los niños?
—Si, por — contesté enfadado.
Yo y mi bocota, tenía una mirada muy fea, no conocía a nadie que tenga ojos tan feos. Le di una segunda mirada, ¿quién es este? creo que mejor no lo subestimó, quizás sabe pelear, y terminó mal, ni siquiera se dar un golpe.
—Me llamo David, estoy en el curso de lectura quería...
—Disculpa pero tengo que irme — dije sin ganas de seguir la conversación, lo único que me faltaba iniciar una conversación por una tarea, presentí que quería la tarea. Como si no tuviera suficiente — si necesitas algo pregúntale a la profesora, adiós.
De regreso en casa
Dejé la mochila en mi escritorio, olvidando por fin al muchacho que me hablo. No quiero que me vuelvan a ver la cara de tonto, hacer la tarea para tener amigos es lo peor que pude hacer. Me hacían sentir como un apestado cuando intente seguir la conversación, y se hacían los locos.
Ni más volverá a pasar, prefiero estar solito a hacer la tarea de los vagos del salón. ¿Quién se cree este niño? Tampoco quisiera su amistad, no tiene nada de agradable.
Mi deber del día será, pensé mirando la tv sin prender. No, no quiero ver la tele, mejor juego un rato play.
Toc toc toc
—Pasa
Abrí la puerta, Alberto siempre está de buen humor. Voy a decirle para jugar un rato, podría decirle a Antonella para ir al parque después, no quiero que termine tan mal el día.
—¿Podemos jugar un rato?
—Lo siento, ahora no Gonzalo.
—Pero — saltando en mi lugar — un rato Alberto, no seas así.
Miré el piso, a unos segundos de hacer una pataleta, iba a tirarme al piso para que me hiciera caso cuando me miro enojado como lo hace papá.
—¡Fuera!
—Pero — sobandome el ojo izquierdo — bote unas cuantas lágrimas sin hacerle caso, no quería irme. Quería jugar un rato.
—¿No tienes tarea que hacer? Termina...
—¡Es viernes! — lo interrumpí gimoteando más fuerte — ni siquiera tengo tarea para el lunes, porfa Alberto.
—Tengo tarea que hacer — girando la vista — no ves que tengo compañía.
Giré el rostro, cruzamos miradas, parece que vió todo lo que hice, me sonrió, y volvió a mirar el libro. Me quiero morir, no puede ser que me viera haciendo berrinche, soy un tonto. No espere que mi hermano hablará, salí corriendo tirando la puerta
No quería ir a mi habitación por unas horas, me dirigí al cuarto de Antonio. Lo que sea que esté haciendo, me divertiría, la cuestión es olvidarme del horrible colegio.
—Hola — entré sin tocar la puerta.
—Hola — acomodó la almohada tirándose a la cama.
—Deberías tocar antes.
—¿Antonio no está? — mirando la cama vacía, muchas veces vi a la rubia en la casa pero desde hace unos meses era más unida a Antonella, no me cae en lo absoluto.
—¿Lo ves? — arqueando la ceja.
—No te pregunte a ti — contesté molesto sacando la lengua.
—¡Gonzalo! — tirando la almohada, que cayó directo a mi espalda — así no vas a conquistar a ninguna chica.
—Ella no me gusta — quitando un pedazo de moco de mi nariz a propósito.
—¿Esta rico?
—Si, rico — la miré enfadado, que pregunta tan tonta — metí el dedo a la boca sólo para que le de asco.
—Tienes mucho moco en la cabeza — riéndose de su bobo chiste, ni siquiera Antonella se rió.
—No creo, sabes cual es tú problema: dominas muy pocos tema, pero hablas demasiado.
—Ese odio parece amor hermanito — al darme un pellizco en el brazo.
—¡No es cierto Anto! — colérico golpeé mi pie con la madera de la cama.
—Es un enano, como se te ocurre Antonella — riéndose en mi cara.
—No soy enano — hundiendo la boca — vas a ver en unos años Andrea. ¿Dondé está Antonio?
—No va a venir hasta mañana, se fue con Fabricio.
Cruce mis brazos irritado, Antonio tampoco está en casa, no puede ser. ¿Por qué? No quiero quedarme con las chicas, con el control en la mano cambio rápido los canales.
—Espera — abrí la mano en señal de stop — quiero ver ese programa.
—No, que aburrido — con cara de asco.
—No es aburrido, es interesante. Quiero ver eso Anto porfa — jalando su brazo.
—Estamos buscando una peli.
—Pero — mirando enfadado — ¿Qué clase de película?
—Una comedia.
—Nooo — golpeando la almohada.
—Anda a tu habitación, y ve lo que quieras.
—No — hundiendo la frente, abrace la almohada con fuerza — yo me quedo.
Antonella pasaba los canales sin ni siquiera ver, creo que se ha visto todas las películas de la tv. Dejó un momento en una película comenzada, solo espero que el chico no hablará para besar a la chica, y a los minutos cambio de canal.
—No eso no, no quiero ver.
—¿Viste madagascar? — preguntó Anto extrañada.
—No, pero no quiero ver eso — moví la cabeza en rechazo — cambia.
—Esta bien — cambiando otra vez — ya vemos la máscara.
—No, muy antiguo — jalando mi cabello, es muy aburrido.
—Esto.
—No.
No había ninguna película buena, mejor estaba el documental que quería ver. Estaba por convencer a mi hermana de que cambiara de canal cuando pusieron scary movie, le hice cambiar porque la película estaba por la mitad. Aunque la verdad era que me daba más miedo que risa.
—Esta es la última Gonzalo — al dejar el control al costado de la cama.
Supongo que no es tan antigua, me recosté en un lado de la cama mirando la tele. No se veía tan mala spanglish, parece que la historia trata de una niña. ¿México? Creo que no conozco México, a menos que fuera pequeño. Le preguntaré a papá si hemos ido, siempre viajan a Estados Unidos los latinos en las películas, el sueño americano me reí de lo tonto que sonaba.
En LA (Los Angeles) hay colonia de latinos, eso no lo sabía, algo nuevo se aprende. Los cuchicheos empezaron de parte de las chicas, no pueden quedarse calladas por un momento.
—Que churro es Martín.
—¿Quién? — dijo mirando como si fuera una tarea de geometría. Anto es muy graciosa con las caras, siempre se le ve linda.
—Así, no fuiste a la fiesta — resoplando un poco — estudia en el recoleta. Anto no sabes lo que es.
¿Por qué hacen ver a los americanos como unos tontos? No me gustan que en las películas latinas tengan ese estereotipo, es muy burdo. Acomode mi cabeza sobre la almohada, escuchando las vacaciones de Martín.
***
—Hola.
—Hola — se sentó a mi costado.
El muchacho rubio prendió la tv buscando algo, fue desesperante que cambiará los canales tan rápido, ni siquiera miraba los rostros.
— ¿Puedes dejar de hacer eso? — lo miré con ojos de asesino.
— ¡Como quieras! — movió la mano izquierda para callarme, y apagó la tv.
Odié el tonito del chico, ahora entiendo como se sienten las personas cuando soy grosero.
Parecía una estatua, aunque estaba sentado en mi cama no hablaba, me sentí incómodo no tenía la delicadeza de mirarme y no dejó de mirar mi escritorio.
—Es muy graciosa la alcancía — rió solo sin entender el chiste.
—No se que tiene de gracioso — hundiendo los ojos.
— No comprendes nada ¿sabes quien soy? — mostrando sus dientes con una sonrisa.
Observe por un momento su ropa: un polo, jeans y un par de zapatillas nada peculiar pero sabía de quién se trataba.
—¡Nunca vas a cambiar! — golpeándose la cabeza — en serio, otra vez tengo que decirte quien soy — otra vez con este horrible tono.
—¿Cómo estás? — fue la primera pregunta que se me ocurrió, no quería que la conversación acabará rápido
—Bien — se acomodó en la cama — gracias — con una ligera sonrisa — tú no tan bien.
—Ya lo sabes — cruzando mis brazos.
—No es para tanto — girando los ojos — Joaquín no es lo crees.
—¡Tú que sabes! — no lo soporte, no quería escucharlo, que puede saber él de Joaquín.
—Se mas que tu pequeño — puso su dedo sobre la cien — es mejor que no lo conozcas, ¿no me vas a hacer ningún pregunta?
—No tengo ganas — fastidiado de verlo.
— ¿Cómo te va en el colegio? — tenía que hacerle preguntas que no fueran tan directas para que me contestara.
— ¿Que te hace creer que sigo en el cole? — mordiéndose el labio.
—No tienes dieciocho.
Volví a darle una mirada, no es tan grande, no lo parece. Quería que me confunda, se equivoca no lo va a lograr.
—A los dieciocho estaría en la universidad.
—Hablas en futuro, aún no acabas la escuela.
—Ya termine — me miró sin pestañear — estoy tomando vacaciones.
—No te creo — cruce los brazos irritado, todo lo ve juego, parece que no me quiere contar nada — no debiste venir, no quieres contestar ni una sola pregunta.
—Esta es mi habitación, y estás dormido Gonzalo.
—Lo se genio, no me lo tienes que decir — abrí la boca jugando con los dientes inferiores — ¿Por qué me visitas? no había pensando en ti hace mucho tiempo — sin pensar saqué la mitad de mi lengua, serviría una cámara en este momento, me debo ver gracioso.
—Deja de ser tan infantil — golpeó la cama — ¡no otra vez! — al ponerme a llorar, los lloriqueos eran únicos.
Puso su mano en mi espalda dando aliento, trató de calmarme pero no podía controlar mi respiración. Contó a mi lado hasta que por fin pude normalizar mi respiración.
—Tengo trece — con una sonrisa que sentí sincera — me va muy bien, acabo de terminar clases.
—Me encanta las vacaciones — abrazando la almohada.
— Lo sé — sonrió sin mostrar los dientes — el tiempo es nuestro mejor aliado, no te olvides del nuevo taller.
—Se me olvidó con tantas cosas — junto los labios con una mueca graciosa.
—Muy mal, tienes prioridades, no las olvides.
Se me ocurrieron otras preguntas pero fue demasiado tarde, me tocó la mano en señal de despedida, no pude hacer otra cosa más que verlo caminar. Cuando abrió la puerta yo, osea Gonzalo mayor desapareció.
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