Capítulo 23.- Avanzar
Hola, sin ideas y sin tiempo no me permitió actualizar la historia.
Espero que los que seguían la historia, le de una segunda oportunidad (:
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Capítulo 22.- Avanzar
Protesto, soy, vuelvo. Se trata de avanzar.
Al día siguiente
Narra el profesor Perret
Un día algo agitadito, suerte que pude esquivar los carros, y llegar a la escuela. Que sorpresa tan agradable me lleve de Sofía.
«¡Que mujercita, por dios!».
Salude a quien se me ponía al frente, note a Federico de mejor humor. Supongo que el inconveniente del café se le olvido.
—Hola.
—Hola — con su peculiar tono seco.
Quién no lo conociera diría que es un viejito colérico, pero tiene sus cosas divertidas. Lo malo que tiene muy poca paciencia, y el desgano propio de su edad hace que se le vea siempre de mal humor.
—Me debes un cafecito — tocando la bolsa que tenía en su mano.
—Eh — sobándose la nuca — disculpa pero hasta ahora espero las galletas que me prometiste.
—¡Así!
Llevo más de una semana con eso, tengo que pedirle a mi mamá las galletas.
—Si, lo siento — tomando la agenda — mejor lo apunto para que no se me olvide, últimamente estoy algo distraído.
—Nos vemos Manuel.
—Si, si nos vemos — leyendo los apuntes del anotador.
—¿No tienes clases?
—Si — a varios metros del lugar recordé que había dejado mis apuntes el día anterior en el salón de profesores.
—Buenos días — con una espléndida sonrisa.
—¿Buenas? — arqueando la ceja — no se que tiene de buenos. Ayer pude conversar con Gonzalo y todo se resolvió.
—¿Gonzalo? — curioseando la expresión en su rostro — como es que ahora lo llamas por su nombre...
—Es algo privado, sólo diré eso. Nos vemos — irguiéndose de la silla apurado con el sonido del timbre.
« Ahora que trama, voy a tener que averiguarlo. Que gracioso como corre, parece que le fueran a poner una amonestación por llegar tarde».
—Vamos Carlos te comportas como un alumno de primaria —reí al darme cuenta que hablaba solo.
Despreocupado camine hacia el lado contrario del salón, no dicto clases a primero hoy. Sin embargo me acercaría a Gonzalo en la hora de recreo, para saber que ocurrió ayer.
—Hola Jeffrey.
—Hola Manuel — estrechando las manos.
—Quería hacer un ejercicio con los muchachos mayores, tu sabes su último año. En la época que estamos — moviendo un poco la cabeza — deberían sentirse relajados, lo que les espera en la universidad — asome una media sonrisa en los labios.
—Siempre que no hagan un desorden todo es bienvenido.
—Por supuesto, de eso no te preocupes — con unos golpecitos en el brazo en señal de confianza.
Cerré la puerta, dándome el vuelton respectivo que me dirigiría al salón de clases. Tuve suerte de no encontrar a ningún muchacho en el patio, al entrar al salón vi que no era casualidad. El caos era dentro del aula: basura en el piso, chicos comiendo en clase, algunos sentados encima del pupitre. No, no esto no podía seguir así.
Al caminar al pupitre, algunos dejaron el chismorreo, y se acomodaron en sus lugares. Di unos cuantos golpes a la mesa para pedir atención pero no funcionó, sin más remedio me levanté de la silla.
—¡Atención alumnos! — con un estruendo gritó — ¡no estoy tratando con niños de primaria por favor, son jóvenes de quinto!
Un grupo de alumnos miro a mi dirección callados, y volvieron a conversar cuando deje de hablar. Los demás alumnos tomaron asiento.
« Siete niños de mierda que no han sido educados por sus padres... calma sólo necesito calma ».
Me acerque a cuatro muchachos, Javier comía un snack mientras Nicolás, Sergio y Rafael hablan sin ningún respeto hacia mi persona. Sin titubear le quite de las manos la bolsa, con pasos muy lentos llegue al pupitre, e ingerí unas cuantas papas.
—Oiga eso es mío — con nervios en su voz.
—No se puede comer en el salón — sin resistir quedarse callado.
—Exacto — advertí la mano que toca la mesa pero sin golpear.
—Usted tampoco puede comer.
—Eso lo se.
Muy divertido, lo observé desafiante siempre revelando su liderazgo a sus compañeros, volví a meter unas cuantas papas a la boca.
—¿No habrá clases profe? — metiendo la mano a la bolsa.
—No Rodrigo — sin terminar de masticar — los muchachos no quieren prestar atención, así que hoy no hay clases.
—Chevere odio sus clases — dijo Lorenzo a unos centímetros del pupitre aunque creo que todo el salón lo escucho.
—¡Callate!
Cada uno tenía chispas en los ojos queriendo matarse, pero el rostro de Rodrigo mostraba ira y terror al mismo tiempo, inclusive a mi me dio miedo. Su amigo giró la vista en señal de derrota, caminó a su asiento junto a Lucas que lo siguió.
—¿Puedo ir al patio?
—No, nadie sale del salón.
Cruzando los brazos sobre el escritorio trató de intimidarme como lo hizo hace unos minutos, el juego de miradas duró poco más de un minuto. Sin hablar caminó rápido hacia la puerta.
—Si sales, luego del recreo te llevare con el director — sin haber llegado a la salida giró su cuerpo hacia mi vista.
—No me importa — movió los hombros sin interés.
—De acuerdo te veré el sábado — regresando a mi pupitre me miró por un instante, con un gesto de fastidio en su rostro.
—Si quiere que me quedé, haga clases — sin poder refutar se sentó sin mucha prisa.
—Bueno, bueno gracias Rodrigo por dejarme llevar la clase.
—De nada profe — las risas del grupito no se hizo esperar.
Aclare la garganta para volver a tener la atención de los alumnos, junto a la explicación de lo que haríamos en clase. La verdad no había preparado la clase, y pienso que puede servir el ejercicio para despojarse de rencillas en el salón.
—Bien, ¿Quién quiere empezar la dinámica?
—Mmmm dinámica.
—Si, no escuchaste lo que explique.
—Di-ná-mi-ca
—Disculpa pero no estamos en ese tema — con una sonrisa en los labios — si tienes alguna duda con las sílabas podemos hablar terminando la clase.
—¿Puede dejarme hablar?
—Ok, comienza.
—Di-ná - mi-ca — se tocó el cabello con una ligera sonrisa — Si se fijan en la palabra quiere decir Diana a mi cama.
—¿Qué tiene que ver Diana en la dinámica? — interrumpió Andrew cortando las risas de los alumnos.
Rodrigo se acercó al otro muchacho, le dio una palmada al hombro aclarándose la garganta.
—Te debería importar, si se la comen — sin contener la risa.
Actué rápido poniendome al medio, sin embargo los dos tenían ganas de pelear. Trate de parar la batalla, no me lo dejaron fácil. Golpes venían de las dos partes, el más perjudicado era yo que recibía empujones y puñetes que iban a parar al otro.
Con firmeza tomé el brazo de cada muchacho, la energía reveló que ya no soy un jovencito. Luche con fuerza para que no se soltaran de mis manos, Andrew hizo una pausa mientras que Rodrigo se agitó con furia para alejarse del poder que ejercía.
—¡Quieto, me canse! ¡A dirección ahora! — rugí sin una gota de paciencia, soltando a los dos.
—Pero profesor no hice nada.
—¡Los dos fuera!
« La paciencia que me caracteriza se esfumó ».
Sin decir una sola palabra más los chicos caminaron hacia la puerta, con los demás alumnos sentados no supe si quedarme en clase o seguir a los muchachitos, y esperar encontrar el salón hecho un desastre al regresar.
—Roberto y Piero — levantándose temblorosos del asiento — escúchenme todos, no quiero un alboroto más en el salón. El que encuentre haciendo desorden, estará castigado hasta fin de año, haganle caso a sus compañeros.
Caminando cauteloso hacia la puerta oí pisadas de varios estudiantes, girando el cuello mire a un grupito parado al lado del tacho.
—¡Ustedes a sus asientos, si no quieren problemas! — vociferé sin moverme de mi lugar.
—Profe no se pase, que vamos a hacer...
—A sus lugares.
—Ya, ya — quejándose regresando a su pupitre.
Al salir trate de divisar a los jóvenes, el camino hacia dirección es largo. Apunte la mirada 300 metros por donde deberían estar, sin embargo no encontre ningun muchacho caminando.
Donde se habían metido esos dos, mierda gire a la derecha ni rastros de ellos. Pase justo al lado de alumnos de tercero, no había forma que llegaran tan rápido donde Jeffrey.
Doble a la izquierda y di una ojeada a los alumnos de primero, tomaban apunte a lo que Julio decía. Gonzalo en segunda fila escribía cada cierto tiempo sin dejar de mirar el cuaderno. Apartandome del salón camine varios centímetros, gire a la derecha me faltaba como una cuadra de la arequipa sin mentir, que trayecto tan largo antes lo veía tan cerca. Me desvié del camino, camine en línea recta y di una vuelta a la izquierda, esclusivamente me dirigía a la cafetería aunque si me cruzaba con alguien diría que iba a sala de profesor.
« ¿Qué pido? Un café y un... algo ligero que aún es temprano ».
No termine de abrir la puerta, sentados en medio del patio estaban los dos. Camine sin hacer ruido con los zapatos, a 100 metros trate de escuchar que decían pero no logré escuchar nada.
Con mucho cuidado me apoyé detrás de una planta, ninguno hablaba. ¿Que hacían tan apartados y porque no habían llegado a dirección?.
—¿Tienes otro? — en un susurro.
—No, se me acabaron.
—Mierda, en mi locker tengo. ¿Vamos? — parándose y mirando al otro.
—¿Si el profe nos ve?
—No seas huevón Andrew, no va a dejar el salón — seguro de que no me alejaría del aula..
—Aún no entiendo tu plan.
« ¿Plan? ¿A qué plan se refiere? ».
—Le dije a Lorenzo que me apoye, él imbécil se meo de miedo. No pensé que te diría a ti.
—Me dijo que tenías que salir del salón.
—Así es.
—Ahora estoy fregado, además porque mencionaste a mi hermana huevón.
—No es la única Diana en el mundo, aunque conozco a tu hermana — al subir el rostro dibujó una sonrisa.
—¡No te pases carajo! — empujando al muchacho más alto — porque tengo que tener una hermana tan puta.
—Eso sí, no lo se — en una carcajada — suerte que no tengo hermanos.
—De lo que te libraste, ¿Por qué quieres estar castigado?
—¿Tienes un poco? — tocándose los dedos.
—Aquí no huevón — miró a todos lados esperando que nadie viera lo que hizo el otro muchacho — luego de clases hablamos, y no es que quiera estar castigado — haciendo comillas con los dedos al decir estar castigado — es simple, el tarado de mi viejo tiene un almuerzo importante ese día.
—¿Por qué simplemente no vas?
—Lo pensé — volviendo a sentarse y golpeando su puño junto al otro puño — necesito plata, la última vez me recorto dinero por no ir, así que mejor digo que estoy castigado.
—¿Te vas a comer el castigo el sábado? Que flojera
—Nada que ver, a Manuel se le va a olvidar. Sólo necesito la hoja que diga el día del castigo, luego conversó con Manuel y se le pasa — creí que era inteligente para hacer un plan más elaborado.
—¿Qué es lo que se me va a pasar? — dije, sin tiempo de reaccionar se miraron sorprendidos.
—Si querías verme el sábado, me lo hubieras dicho y no recibirías un castigo. En fin, regresemos a clases.
—Profe no se pase — tocándose la frente como si estuviera enfermo.
—Vamos, vamos — tocando el hombro de los muchachos para que caminen.
—Hay una razón para todo, puedo explicarle.
Saliendo la señora Marina de cafetería el castaño fue hacia ella. No pude escuchar lo que le susurro aunque la señora se acercó a mí a los segundos.
« Con qué cuento me vendría ahora ».
—Andrew anda al salón, voy en un momento con tu compañero — con una sonrisa muy cortante me disculpe con la señora — disculpe Marina pero no tengo tiempo que perder, Rodrigo nos vamos.
—Tiene que escucharla, ella le va a explicar — con voz seria y a la vez preocupada.
—Rodrigo vino a hacerme un pedido...
—Lo entiendo pero debería estar en el aula en este momento — mis ojos se abrieron más de la cuenta mirando al muchacho — bien hasta luego Marina, tengo una clase que atender.
Sin tiempo que perder camine de regreso, ser un apoyo para los estudiantes es algo que me tiene satisfecho, sin embargo si no requieren mi ayuda es mejor no desgastarse en vano, y asistir a los que necesitan un consejo.
—Profesor — giré sorprendido, ¿ acaso no se quedó vagando en el patio?
—Ni siquiera dejó que le explicará que pasó, las cosas no son así profe.
—¿Qué ocurrió? — al costado de él, no es más que un jovencito.
« Los problemas en los que se mete, si no se dejará guiar por sus amigos. Es un chico muy brillante quizás con el tiempo reaccione ».
—Le pedí a Marina bocaditos para una fiesta — con tono pausado — iba a ir con el director después y usted llegó.
—Sería una buena historia sino hubiera escuchado la conversación con Andrew, la pelea fue armada para que salgas del salón, y necesitabas salir con alguien más ¿Estoy en un error?
—No — contestó pasmado con la boca un poco abierta luego de terminar de hablar.
—No logro entender como inventaste tremenda payasada Rodrigo — sintiéndome herido por no suponer que era un vil plan para salir del salón.
—Era solo una broma, no es para tanto Manuel — apoyándose en mi hombro — si te decía cual era mi plan, no ibas a dejar que salga del salón.
—¿Para no asistir al almuerzo del sábado o hay otra razón?
—En parte lo del sábado, y tenía cosas que hacer.
—¿Cosas?
—Profe hay cosas privadas — con una sonrisa en sus labios — va a ser el cumpleaños de mi flaca, y estaba buscando que regalarle, usted sabe para que esté contenta.
—Puedes pensar en algo en el recreo o a la hora de salida — tomando aire al escuchar.
—Ok, debí pensarlo antes.
Hora de recreo
Salí minutos antes de la clase, fue un acierto hacerlo porque encontré a Gonzalo a unos metros de su aula. Cuando el niño no estaba en el salón, era como un fantasma porque no lograba verlo hasta minutos después de que tocara el timbre.
Sus ojos temblaron al verme quedándose inmóvil, vio pasar a chicos que interrumpen nuestro camino.
—¿Tratabas de escabullirte de mí? — hablando al costado de él.
—No profesor, tenía cosas que hacer — bajando la mirada — el profesor de ciencias dejo tarea, iba a la biblioteca.
—Supongo que puedes hacerlo otro día.
—Si.
—Vamos, tenemos que hablar — abrí la puerta esperando que me siga.
Tome asiento en la primera fila, vaciló sentarse a mi costado mirando el pupitre de Antonio.
—No creo que deba sentarme aquí — miro el pupitre sin tocarlo señalando con los ojos.
—¿Que problema hay? — miré el lugar — Gonzalo es sólo otra carpeta.
—No estoy cómodo aquí — cruzó los brazos.
—Bien, vamos donde te sientas normalmente.
—Sí mejor.
Caminó a su lugar de siempre, tenía que llamar a Sofía, me senté sin ver en donde estaba. Mañana es el último día del pago del préstamo, no sabía que hacía sentado hasta que divise al niño que me miraba conteniendo las ganas de reir.
—Así a lo que iba, se que...
« Como puedo decirle sin asustarlo, no debe parecer que lo estoy interrogando ».
—Gonzalo ¿Cómo te fue con el profesor Ferrel?
—Bien supongo — con voz temblorosa — me tomó un examen que — con cara desencajada sin lágrimas en los ojos — si lo vuelvo a hacer mal no se que voy a hacer.
—No te preocupes por eso — tocándole la cabeza, me miro al rozar mis dedos en su cabello — si vuelve a pasar se puede arreglar además la vida no acaba por un mala nota.
—Yo no lo veo así — hundiendo su labio inferior — con un error así todo se puede ir en picada, hasta el fondo — apretando la cien con sus dedos — sí mis notas siguen igual como serán en unos años.
—No te impacientes por algo tan pequeño, todos han tenido un jalado en su vida — preocupado por verlo tan triste — voy a hablar con Ricardo, conociendolo la prueba que te tomó no era para un alumno de primero.
—¡No, no! — moviendo la cabeza desesperado — la nota que obtenga esta bien al cero que hubiera recibido.
—¿Tienes algún problema en casa? — me miró y no contestó — Gonzalo si algo ocurre es bueno que lo digas, piensa que soy un hermano mayor, puedes contarme.
—Tengo hermanos mayores — contestó rápido sin contacto visual.
—Se que tienes hermanos, quizás no tienes confianza para contarle tus cosas.
—El profesor Ferrel me hizo muchas preguntas — mordiéndose el labio
—Bueno yo no te hecho ninguna, cuéntame lo que me quieras contar. ¿Tiene que ver con que tus compañeros te molestan?
—No — moviendo la cabeza — no me molestan.
—Es mejor ser sincero a veces — moviendo un poco la cabeza.
—No me molestan mucho, antes si — en un susurro — un asunto me molestaba ya no, con el profesor hable de eso.
—¿Me lo puedes contar a mí?
Incrédulo me miró, giró su rostro y volvió a mirarme tocándose las manos. Repitió la acción varias veces sin soltarse las manos, sentí que había pasado tanto tiempo no quise impacientarme, y esperar a que soltará lo que le incomoda.
—Me gusta alguien — dijo rápido.
—Perdón, no te entendi.
Vi cómo tomo una cantidad enorme de aire, boto el aire que debía abriendo la boca...
—Me gusta alguien — habló despacio, lo mire con incredulidad sin creer que el problema era ese.
Un silencio incomodo entre los dos, estaba en shock no esperé que sus bajas notas fueran por un enamoramiento si así se podría decir, no me imaginé que Gonzalo fuera la clase de niño que se interese en esos temas lo sentía interesado en estudiar, siempre hablaba de temas escolares o de sus viajes familiares.
—Se que es difícil de comprender — con seriedad en su rostro, sentí que no le gustó la reacción que tuve pero no espere una respuesta como esa.
—¿Cómo fue que sucedió? — sonriendo tratando de calmar su enojo.
—Si le contará a Francisco, creo que pondría la misma cara.
Avance un poco si incluyo a su hermano a la conversación, no está del todo acabado el tema.
—Pensaría que su hermanito creció.
—Exacto, mi hermano me ha contado tantas historias — girando los ojos — de sus amigas aunque claro nada que alguien de once no deba escuchar.
—Es mejor guardar algunas cosas.
—Supongo — movió los hombros sin ánimo — no me agradaba al comienzo, no se como pasó — con fastidio en su voz — no hablamos aunque sabe que me gusta.
—¿Te molesta que no hablen?
—Un poco, pero por algo será. Hace unos días — con las mejillas rojas — conocí a alguien más, nunca me pasó antes, no podía hablar.
« ¿Gonzalo será enamoradizo? o es que la niña en realidad es muy linda ».
—¿Por qué crees que no podías hablar?
El silencio volvió, no sabía qué contestar o le daba pena decírmelo. Le preguntaría sin ser tan directo cuando él volvió a hablar.
—Creo que también me gusta, aunque no se casi nada de sus gustos. ¿Eso puede ser posible? — me miró esperando una respuesta.
—Cuando miras a una persona por primera vez no te fijas si sabe matemáticas o si le gusta la pizza.
—¿Conoce a alguien que no le guste la pizza? — sorprendido abrió los ojos extrañado.
—Conocí a una chica que no le gusta, ahora es mi ex por eso — rió sin reprimirse.
—En serio — creyendo que le mentía cruzamos miradas sin pestañear — no puedo creerlo.
—Algunas chicas no les gusta — haciendo comillas con los dedos — todo sea por la bendita dieta.
—Suena aburrido — a media sonrisa.
—Exacto, en fin no me gustan las que se preocupan tanto por su peso. Cuando conoces a alguien ves su aspecto físico como va vestida, quizás te impresionó la niña.
—No es niña — bajando la mirada — me lleva algunos años.
—Un poco apresurado si intentas algo con ella, pueden ser amigos.
—¿Usted cree?
—Porque no, en las amistades no hay diferencia de edad.
—¿En el amor sí? — haciendo una mueca.
—¿Quieres que hablemos de amor?
Una sonrisa tímida apareció en sus mejillas rojas incluso en sus orejas se notaban.
—No es amor, nunca he sentido eso.
—¿Cómo lo sabes? — guiñandole el ojo — lo que sientes por tu padre y hermanos ¿Cómo lo definirías?
—Los quiero mucho, no creo que sea lo mismo. Puede ser amor pero están en mi vida desde que nací; amar, enamorarse de alguien es diferente. Son desconocidos al comienzo, con la familia no es así.
—De acuerdo, ¿Qué hizo que cambiaras de opinión de la primera chica?
—No entiendo profesor — pensativo, lo vi más pequeño de lo que es.
—Siento que no te interesa, o dejo de gustarte muy rápido la chica.
Un pestañeo apareció al terminar de hablar, no lo sentí nervioso, se notaba sereno con un mejor semblante.
—No es enamoramiento de niño si eso es lo que cree — escuche los latidos de su corazón — no es amor, pero si me gusta mucho — mordiéndose el labio — y no es una niña.
—¿Te gusta resaltar que es mayor?
—No, pero no me gusta mentir. Con alguien de mi edad no hablaría de muchos temas, como usted a su edad, tiene muchas experiencias que contar.
—¿Conversar? — un tanto escéptico con lo que piensa que es una relación.
—Conversar es importante en una relación, hay muchas cosas que se tienen que hacer para que una relación funcione, incluyendo el sexo.
—El sexo es un tema que no se debe hablar si incluye un niño — arqueando la ceja.
—¿Incluso si una de ellas tiene experiencia?
—Aunque ese fuera el caso no debería tocar el tema — soltó una media sonrisa.
—Quizás tendría que darle consejos, igual no importa regreso con su ex. Le dije que me gusta, pienso que le parezco aburrido por eso volvió con su ex y debe ser normal, en quinto año tienen otros intereses, sus preocupaciones son diferentes a las de mi edad.
—¡Quinto año! — sin aguantar gritar, porque Gonzalo se fijaría en alguien que le lleva tanto años.
—El profesor Ferrel se enfado igual, lo bueno del asunto es que no hablamos más, aunque quise que las cosas funcionarán si la otra persona no quiere verte, nada puedes hacer. Es simple, prefiero que las personas sean sinceras y directas, y no sentirme decepcionado después por una mentira.
—Eso es cierto, si todos fueran sinceros, no habría tantos problemas con las medias verdades — observe sus ojos esperando que respondiera mi duda — ¿Por qué fijarte en alguien mayor?
—Porque no, alguien mayor que yo sería igual o más responsable, darme consejos o enseñarme algo que no conozca.
—La edad no siempre te da más responsabilidad — tocando su hombro — puedes ser responsable ahora y en unos años cambiar, es relativo lo de la responsabilidad hay personas que maduran con los hijos, otros muy jovencitos o incluso quienes nunca lo hacen.
—Es un problema que no me gusta, que te guste quien aún no madura.
—Pasa muy a menudo, no lo tomes muy en serio ahora.
—Ok profesor, gracias por tener un momento para hablar.
—No hay problema, si tienes alguna duda solo preguntame debo irme.
Falta poco para el toque de timbre, con una siguiente clase que dar y sin poder hacer ningún ejercicio grupal con los alumnos me retire del salón, antes de cerrar la puerta vi que Gonzalo puso un cuaderno, y empezó a leer.
***
Hora de salida
Narra Gonzalo
Considero que me siento mejor, conversar con el profesor me sirvió. Voltear la página en el tema de Rodrigo, él que pierde es él, no yo. Aún soy joven, es mejor que no me apresure en esas cosas.
Salí del salón sin despedirme de nadie, es normal ahora. Es una costumbre que tomé hace un tiempo, poco a poco mis compañeros dejaron de hablarme, cuando mis amigos lo hicieron me sentí muy mal, recuerdo que les hablaba, y ni siquiera me miraban. Los seguí varias veces en el recreo, se quedaban callados cuando me veían. Los saludaba al entrar y salir, me canse con los días al no recibir respuesta, los silencios duelen terriblemente y son peores que los insultos que he recibido.
Fuera del colegio, me recosté un rato en la pared, el coche no había llegado. Victor llegaría tarde, con tanto tiempo de conocerlo si no encontraba el carro al salir es porque estaba retrasado, de casualidad escuche una voz que reconocí de inmediato contestando una llamada.
La sensatez se esfumó, corrí sin pensar hasta la voz del muchacho.
—Hola — tocando su espalda.
—¿Tú? — extrañado al verme a los ojos — ¿Qué quieres ahora? — como si le pidiera propina o algo así.
—No deberías empezar tan temprano con las drogas — me entro ganas de hacerle enojar.
—¡Deja de joder, que quieres Gonzalo! — hubiera pegado un salto sino fuera porque estoy acostumbrado a sus gritos.
—¿Podemos hablar? — abrí mis ojos al verlo, y gire la cabeza para ver si estábamos solos.
—¿Para? — reviso el celular sin apartar la vista del equipo al contestar — no tengo tiempo, y no se de que hablariamos — guardando el celular en el pantalón.
—Sólo será un momento, además tus amigos no están.
—Ok, ok, vamos a la cafetería.
Abrí los ojos sin saber qué hacer, siento que cae un cantidad enorme de agua helada por el cuerpo. Me ha vuelto a pasar, rígido como una piedra no puedo moverme y menos hablar. ¿Qué hago ahora? ¿Qué le digo?
Tonto, tonto, tonto; ¿Por qué lo haces Rodrigo? ¿Por qué me trata así? Quiero salir contigo, una cantidad de cosas que decir recorrían mi mente pero no logré decir nada.
—¿Hasta que hora te voy a esperar? — giro el cuerpo con esa risa de triunfo que conocía muy bien. Caminó unos pasos, tocó mi hombro y acercó su boca a mi oído — ¿No estarás esperando que te cargué?
—No gracias — solté a los segundos, se alejó de mi cuerpo y las risas empezaron.
Las cosas no salieron como deseaba, lo que planeé era completamente distinto. No puede verme tímido, asustado, triste porque quisiera seguir viéndolo. Tengo que parecer seguro, no puedo volverme a quedar callado frente a él.
No vale la pena, Rodrigo no vale la pena, lo he repetido un millón de veces en mi cerebro, él no vale la pena. No va a cambiar, nunca va a pasar entre nosotros, nunca, nunca.
Todo lo que repetí hizo que la seguridad volviera a mí, para llegar a la cafetería falta una cuadra, intento que al caminar no note mi inseguridad, voy a paso normal ni muy lento ni muy rápido.
—Tengo una muy buena vista aquí.
—¿Qué? — al voltear, el paro en freno. Lo que salía de su boca yo comprendía la mitad, y a veces menos — ¿Qué quieres decir? — encogí mis hombros con desconcierto en el rostro.
—Sólo avanza — lanzando un empujón que hizo que diera unos cuantos saltos.
Disgustado por el trato que recibí, no es justo. Si algún conocido hubiera visto los brincos que dí, pasaron chicos de otras secciones que no conozco, sentí un alivio que no fuera nadie de mi salón aunque que podría empeorar si ninguno me habla, todos me detestan.
—¡No lo vuelvas a hacer! — giré y casi chocamos juntos.
Quiero ser él mismo de antes, antes de conocer a Rodrigo. Sentí mis latidos, el sonido llegó a mi cerebro irritado por quedarme callado, por permitir que me trate como cualquier cosa. Sentí que explotaría en cualquier momento, respire por la boca, y experimente alivio luego de varios segundos.
—¡Estoy harto de tus huevadas! — sin reprimir los gritos. Dos personas pasaron a nuestro costado poniendo mala cara a Rodrigo.
La muchacha dijo algo al chico del costado, aunque trato de que ella avanzará, no lo hizo. Parada cara a cara, alzó la mano señalando a Rodrigo.
—No debes tratar así a tu hermano — mirándome a mí — pobre niño ¿Quién crees que eres para hablarle así?
Tuve ganas de desaparecer en ese momento, ¿Rodrigo mi hermano? Claro, ni en sueños lo vería como mi hermano, ni siquiera nos parecemos ¿O tenemos algún parecido?
—¡Eso no te importa! — ella nunca gritó, Rodrigo lo hizo.
Esperaba que en el cualquier momento Rodrigo dijera groserías, mandando a volar a los dos. Sin embargo el muchacho molestó alejó a la chica poniéndose frente al castaño. No eran de la zona, eso se notaba, podía salir perdiendo, y tampoco quería que lo lastimen.
—Disculpen a mi hermano — con la voz más dulce que pude sacar, no pude contenerme y de los nervios me chupe el dedo — me demoré en salir del colegio por eso me grito — dije con el cuerpo temblando.
Él joven me miró, echando una vista a Rodrigo, sin apartarse del lugar. No había funcionado, la forma de pararse me dio a entender que pelearía con el castaño, espantando por lo que había ocurrido.
—Escúchame no tengo tiempo — dijo despacio y en su tono de vete a la mierda — tengo cosas que hacer, te doy mi fono si quieres y lo dejamos para otro día — Rodrigo está loco, el muchacho no será más alto que él, pero tiene más cuerpo.
Lo tomó de la camisa, lo peor vendría pronto. Tape mi boca con la mano de la impresión, mis ojos se abrieron al ver que Rodrigo no hizo nada. Inmóvil no mostró miedo ni ganas de reír en su rostro, ¿iba a permitir que le peguen?. Él no es así, no puede quedarse sin hacer nada.
—Estoy esperando que me golpees — acercando el rostro al muchacho.
—Vamonos David, no es necesario — jaló la muchacha al ahora no tan desconocido muchacho.
—¡No escuchaste lo que dijo el chibolo pituco Sandra?
—Pi-tuco — lo miró con una leve sonrisa — te caga... — no deje que continuara, el muchacho haría caso a su acompañante, Rodrigo no debe incitar a que pelee.
Avanzó sin decir nada, al ver que se iba la siguió. La calma regresó a mi cuerpo, Rodrigo no podía contenerse y se despidió "bye bye motherfucker". Al voltear, camino dirigiéndose a mí, sentí que me desmayaba, iba a recibir un golpe por culpa de Rodrigo.
—¿Qué fue lo que dijo? — muy asustado no supe qué decir.
—Gonzalo dile — contestó serio y fijó los ojos en mí.
—Que-que deberías ir a comer.
—¿Qué? — me miró sorprendido.
—Disculpa pero mi vieja se enfada si lo llevo tarde — al señalarme puso cara de niño bueno — vamos Gonzalo — se puso a mi costado despeinándome con una sonrisa en su rostro.
El trayecto fue tranquilo, aunque no hablamos, esperé llegar para que no hubiera interrupciones en nuestra plática.
—Nos sentamos — observé que había artículos de limpieza cerca. Rodrigo camino cerca a una muchacha.
—¿Van a limpiar? — preguntó a la chica.
—Si, disculpe pero nos vamos a demorar.
—Hay personas sentadas — señalando a la gente — ¡denme cualquier mesa, no importa! — levantó la voz moviendo los hombros.
—Disculpe pero...
—Puede ser una de adentro, así pueden limpiar sin molestias — repliqué interrumpiendo a la muchacha.
—Mejor vámonos Gonzalo, no tengo ganas de esperar más tiempo.
La muchacha callada se quedó mirando a Rodrigo, otro trabajador se acercó. Repetí que queríamos una mesa, y lo seguimos al fondo del lugar.
—Disculpa, es nueva — cuando por fin nos sentamos.
—Si, si no hay problema — movió la mano deprisa pidiendo que nos dejará solos. Volvió a sacar su celular y vio la hora — ¿De que quieres hablar?
—Son varias cosas — guardando el celular se fijó en mis ojos.
—Empieza con algo, creí que dejarías que me pegue el huevón.
—¿Yo? ¿Que debía hacer? Es más grande que tú, y no te defendias.
—No me gusta pelearme por las puras — moviendo la cabeza ofuscado.
—Lo haz hecho muchas veces sin razón — sin creer lo que decía, ahora Rodrigo es un chico tranquilo que no le gustan las peleas.
—¡Ese huevón no está a mi altura, cholo de mierda! Ni siquiera sabe con quién se metía — rió acercándose a mí — la cara de traumado que tenías, ¿Te dio miedo el cholo?
—No vine para hablar de un desconocido — traté de cambiar de tema — la culpa es tuya, no debiste empujarme. Además esa clase de gente siempre busca problemas, tuviste suerte de que no entendiera el final.
—Que va a saber ese huevón de inglés — dijo mordiéndose la uña — me sorprende que tú lo sepas — guiñandome el ojo.
—No le encuentro la gracia — cruce los brazos indignado — no me gustó como me hablaste — hundiendo mis labios.
—Sí seguro — con una mueca en su rostro — ¿Y que es lo que quieres?
—¿Qué quiero? — mis ojos se encendieron de rabia, no fue necesario subir la voz.
Con mirarme supo que contrariado no lograría nada conmigo, no le conviene hacerme enfadar puede irle peor que en cualquiera de las peleas en las que estuvo. Gonzalo el niño callado que conoce, no es el real. No soy así, si cambie fue por las circunstancias, por su culpa.
—¿Por qué tan apurado, tienes que ver a Romina? — quiere hacerme enojar para irse.
—Ni que Romina fuera qué — rió arrogante — es mi flaca, pero tampoco soy tarado para hacerle caso en todo — me sentí feliz por lo que dijo, no es importante para Rodrigo si se expresa así de ella.
—Bueno tampoco importa, hay otra razón de lo quiero hablar.
—Si no te importará — a media sonrisa — no hablarías de Romina.
—No me importa — sentí como se hincho mi pecho — es tu problema, si te gusta estar con una tonta.
—Todo lo que quieras pero es guapa — mordí mi pulgar disgustado por lo que dijo, no reaccionó al gesto que hice, creo que tiene la cabeza ocupada en otras cosas.
—¿Por qué es tan importante? — deje de morder mi dedo para apretarlo dentro de los demás dedos.
—¿Qué? — bajó la ceja izquierda en señal de confusión — mira Gonzalo...
—Si el sexo es tan primordial en tu vida, porque sigues con ella — interrumpí sin importarme lo desesperado que se me escuchó — ¿Varias chicas desearán hacerlo contigo? — no se como dije eso, lo oí en una de las tantas conversaciones de los chicos.
—¿Quién te dijo que no puedo salir con otras? — abrió los ojos soberbio — puedo tirarme a Romina —puso sus dedos sobre mi pecho con fuerza — y a cuanta chica quiero ok.
—¿Ella lo sabe? — sin comprender cómo puede dejar que salga con otras personas, yo no lo haría.
—Si lo sabe — hable encima tratando de replicarlo — sabe que tengo amigas, hace tiempo quería que deje de verlas — usó sus dedos en comillas — por eso terminamos. Si ahora se hace o es tarada, es su problema.
Lo quiere mucho, o porque dejaría que se vea con otras chicas. No compartiría con nadie si me gusta alguien, Me trataría igual si saldría con él, aunque nunca salimos formalmente, esto me tranquilizo un poco, nunca me valoraría, y creo que a nadie.
—¿Querías hablar de mi relación con mi flaca? — contestó en tono molesto — nunca sé con qué cosa nueva vas a salir Gonzalo.
—No exactamente — cruce mis manos — tu mismo me das la razón que no vales la pena — yo también puedo jugar su mismo juego, su forma de hablar, grosero y como pronuncia las palabras. Lo puedo hacer incluso mejor que él.
—No tengo tiempo para huevadas tuyas — levantándose de la mesa.
—¿Puedes sentarte? — en una sonrisa dulce pero que escondía la realidad — lo que te quiero decir no va a demorar mucho.
—¿Qué gano yo? — altanero su mirada cambió, tuve miedo de recibir un golpe en ese instante.
—No te volveré a molestar.
—De acuerdo — tomó mi mano en señal de acuerdo — espero que no se repita — devastado por el rechazo que recibí me dieron ganas de llorar— continua.
—¿No te volverás a parar? — con voz entrecortada, trate de no sonar débil sin embargo unas cuantas lágrimas permanecían en mis ojos.
—Escucharé todo lo que tengas que decir, pero no esperes que me quede callado — sonrió al verme temblar.
—Es la última vez que me ves llorar — secando con mis dedos las lágrimas que terminaron de salir.
—No creo que sea la última vez — fijó sus ojos en los míos como no lo hacía hace mucho tiempo.
—Lo será — respondí sin titubear — te da miedo lo que piensa la gente, a mi no me importa lo que los demás puedan pensar. Es una lástima que seas un cobarde.
Traté de ser conciso, no quería alargar más la conversación. No me hacía nada bien estar cerca a él, el tiempo ayudaría a que lo olvide, cuando sin presagiar sus movimientos sujetaba mi camisa con su mano.
—¡Si para ti soy un cobarde por no estar contigo, llámame cobarde! — vociferó sin gritarme — ¡de todas las personas que conozco eres la más insignificante! — me soltó por fin de la camisa.
Lo miré sin saber qué hacer, si llorar, gritar o golpearlo. No es necesario tapar que me sentí desilusionado, herido con sus palabras.
—Es bueno saberlo — lo mire triste y agache la mirada — nunca usaría ese término con nadie, pero no todas las personas son iguales — al subir la cabeza cruzamos miradas — te va a doler mucho, cuando sonría y no sea por ti. Cuando me enamore será de alguien especial, que no le importe que nos vean juntos, y no me trate como tu lo haces.
—¿Ya estás pensando en buscar? — dijo despectivo al hablar y río un poco.
—No estoy buscando — cruzando mis brazos — hace poco conocí a un muchacho — su mirada giró a otra dirección— es más lindo, incluso más grande.
—¿Es más lindo? — tapándose la boca sin dejar las carcajadas — espero que no le dijeras que es lindo — clavando sus ojos en mí — lo único que harás será asustarlo.
—No lo voy a asustar — subí la voz sin gritar haciendo una mueca — hablamos mucho, se que en poco tiempo será mi novio — mentí para hacerle enojar.
—¿Novio? — con una mueca en su boca — cuantas cosas te inventas Gonzalo.
—No estoy mintiendo — apreté fuerte mi mano mostrando un puño.
—Ni siquiera existe el chico — pasó la mano por mi cabello despeinándome.
—Es verdad, no soy mentiroso, se llama Joaquín — cruzó los brazos al decir el nombre — no me importa lo que digas, si no me crees, no lo hagas. Yo se que existe, y voy a estar con él.
—¿Joaquín? ¿Quién será, y es mayor que yo?
—Si — con las mejillas sonrojadas — no estudia aquí y tiene diecisiete.
—Tampoco me importa donde estudia, ¿crees que sólo va a querer besitos?
—No me interesa — rió al cruzar miradas.
—Que inocente eres — sus risas fueron más fuertes que las anteriores.
—Si él quiere otra cosa, yo lo haré. No me importa — con una mirada rápida a Rodrigo — Me gusta mucho, y si tengo que hacer esas cosas quiero que sea con él.
Rodrigo no es más parte de mi vida, él no lo quiere así, y yo no voy a rogarle. Tampoco me acostaría con él para que me haga caso, cómo no lo haré con nadie. No me interesa hacer eso en este momento, quizás en unos años.
Me levanté de la mesa, ni siquiera quise despedirme de Rodrigo, él tampoco habló permaneció sentado mientras caminé a la salida. Al salir de la cafetería, volteé esperando ver al castaño pero no apareció.
Corrí sin pensar en lo que había pasado, el chofer me debe estar esperando, ahora él que llega tarde soy yo. Al ver el carro negro, tome un poco de aire antes de agilizar el paso.
—¿Donde estabas Gonzalo?
—No me preguntes — molestó encima que tardón me pregunta donde estaba — yo no llegue tarde, y tú tampoco ok.
—Pero — miró la hora del reloj — son las...
—No querrás que le diga a mi padre — subí la mirada — que no llegabas. No quisiera cambiar de chofer Víctor, deja las cosas así.
—Tú padre quiere saber cuando te demoras — regañandome, hice lo que más detestaba al remedarlo — Enrique confía en mí, voy a decirle que no estabas cuando llegué.
—¡Haz lo que quieras, no me importa! — grité acercándome al asiento delantero mientras conducía — voy a decirle que te despida, no tienes porque hablarme así.
Cruce mis brazos molesto, el camino de regreso a mi casa ninguno habló. Me fastidia que se meta en mis cosas, su trabajo exclusivamente es llevarme, y recogerme. No se quien le dió el derecho de hablarme así, ni mi padre me habla así.
Al llegar, abrí la puerta, y tire con fuerza saliendo con la mochila en el hombro. El día empeoró desde que ví a Rodrigo, pero no me quejo, era el momento de sacar todo lo que molestaba. Aunque falto muchas cosas por decir, es suficiente, no me interesa tener una conversación más con él.
Al subir las escaleras, camine despacio recordando los deberes que tendría que hacer para los próximos días. Cerca a la habitación de Francisco, Joaquín se apoyaba en la pared mirando el celular.
—Hola — dije alegre de verlo de nuevo, no hubo respuesta. Ni siquiera un parpadeo, salí corriendo a mi habitación, y tiré la puerta al entrar.
Lancé mi mochila sobre el piso sin ganas de hacer la tarea, Rodrigo tenía razón. A Joaquín no le intereso, ni siquiera me saludó, ¿Por qué no me hablo? ¿pensará que soy aburrido?. No importa, no me importa, si no quiere que seamos amigos él se lo pierde.
La puerta se abrió
—Hola — al verle a los ojos furioso parecía confundido — ¿tiraste la puerta? — alzando la ceja derecha con una pequeña sonrisa
—¡Que te importa! — grite quitándome las lágrimas que derrame minutos antes — ¡nadie te dio permiso de entrar! — grite más fuerte.
—¿Qué? — me miró de pies a cabeza.
—¡Vete! — sus ojos se abrieron en par — ¡No quiero verte!
—Como quieras — su voz cambió a un tono amargo — no volveré a molestarte.
Cerro la puerta sin golpear, no quise hablarle así pero era tarde. Lágrimas cayeron por mi rostro, perdí el mismo día a Rodrigo, y Joaquín.
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