Capítulo 19.- Desequilibrio

Dije que pondría dos capítulos ayer pero no puedo, me operaron la vista hace unos días y debo descansar: nada de tv, ni celular y menos computadora :(

Este capítulo fue escrito a mano por completo, hace tiempo que no escribía así, y me demoré mucho tiempo, bueno no voy a poder actualizar hasta dentro de dos semanas por el descanso que debo llevar.

¿Qué les pareció el capítulo anterior? Yo quería que sea romántico, #insertartecladeamor al teclado pero Rodrigo no me lo deja fácil.

Es con él que tengo más problemas, al terminar de leer este capítulo sabrán porque.

¡SOY MALA! _

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En la multimedia Rodrigo ⊙△⊙


Al día siguiente, el rubio busco al muchacho por todos lados. Incluso siguió a los amigos de Rodrigo pero no se atrevió a hablarles.

No quería tener problemas, no estaba seguro si le golpearían por no encontrarse el joven en la escuela.

—¿Dónde estabas ayer? —dijo enfadado pidiendo explicaciones.

—¡Qué cosa! — alzando la voz — ¡escúchame Gonzalo, no me jodas!

***

Narra Gonzalo

Tome mucho aire al escuchar cómo me hablaba Rodrigo, las lágrimas estaban por salir.

—¿Qué te pasó?

Lo observé horrorizado, su ojo se veía horrible. Estaba de todos los colores, y una parte del labio hinchado.

—Pobrecito — acaricie su mejilla con cuidado de no tocar donde le podía doler.

—¡Estoy bien! — apartando mi mano.

—Bueno —dándole un fuerte abrazo, y un besito en la mejilla.

El primer beso que le doy, me sorprendí al ver que su mano apretaba mi trasero.

—Rodrigo no — lo abrace porque lo extrañe, no para que me tocara de esa forma — suéltame — chillé al sentir su miembro erecto.

—Pucha no se puede contigo — sentándose haciendo mucho ruido — ven — señalando su pierna.

Mi subconsciente movió la cabeza en un NO rotundo. No estuvo contento con mi respuesta, me acerqué despacio hacia él.

—Solo un ratito — al tomar mi mano me hizo sentar encima de su pierna.

Su piel hizo contacto con la mía, mi cuerpo entero tembló al hacer contacto con mis labios. Le pertenecían, sus dedos jugaban con ellos.

Introdujo el dedo anular en mi boca, nuestras miradas se cruzaron. El movimiento fue suave al meter poco a poco el dedo.

Fue una sensación diferente, muy extraña de explicar. El contacto de su uña entrando y saliendo de mi boca. Sus ojos se centran a la acción que realiza, sin ver nada más a su alrededor.

Al sacar la pequeña parte que introdujo en mi boca, supuse que se aburrió de lo que hacía, intente pararme sin embargo me sujetó la mano. Por segunda vez juega con mis labios.

El movimiento es distinto, dando movimientos circulares en el interior, con pequeños golpes al sacarlo. El único gesto que logró divisar en su rostro es una sonrisa, no logró comprender que le gusta de esto.

—Voy a hacer algo, y te vas a dejar — dijo serio quitando toda sonrisa del rostro.

—Sí — asustado de que quería hacer.

Mi boca es interrumpida, aunque muy diferente de la primera vez. Lo metió un poquito, y luego llegó hasta el mitad. La saliva hacía que fuera fácil y que entrara más profundo. Sentí que invadía mi faringe, comencé a sentir asco, queriendo que parará.

Cambio de lugar sus dedos, no iban directo a mi garganta ahora los movía en el interior de mis mejillas, el movimiento duró tanto tiempo que con la incomodidad que tenía no supe cuantos minutos permaneció dentro.

—Ahora sabes algo más — guiñando el ojo — porque no intentas complacerme —

bajándose la cremallera, dejó salir su pene que no estaba dormida.

Moví la cabeza sin querer, negándome a hacerlo. Rodrigo lo sostuvo con la mano dando algunos golpes.

—Vamos solo un ratito — mordiéndose el labio.

Yo estaba sentado a su costado, alejándome un poco de él.

—Gonzalo no es para tanto, unos segundos — impaciente apretando el puño.

—¡No! — tapandome los ojos para no seguir viendo su desnudez.


***

Narra Rodrigo

Con los ojos tapados aproveche para sujetarle la cintura con mis dos manos, al instante se destapo los ojos.

—Párate — susurrando en el oído

Fue un susurro suave y lento, más que una orden es lo que deseo en este momento.

De pie me miró sin saber que tenía preparado, mis manos mantenían firmes su cintura bajando a sus caderas. El brillo y los parpadeos en sus ojos resaltan deseo.

Es necesario que les diga, Gonzalo no se da cuenta o lo sabe usar muy bien, pero es extremadamente coqueto al mirar.

Tocó y masajeo sus hermosas caderas, su piel es exquisita. El sonrojo en su rostro incluyendo sus orejas me produjeron una enorme erección.

—Date la vuelta.

Espere tener que coaccionarlo, sin embargo me daba la espalda, y me encanto. Una pequeña nalgada asomó en su trasero, saltando sorprendido.

—¡Que haces! — girando y reprochando mi actitud.

Su voz era algo chillona a veces, y en esta ocasión lo fue. Pero era muy dulce, y se lo dejaba pasar.

—No va a pasar nada hoy — acariciando la mejilla — acércate más.

—Bueno — mirando a varias direcciones.

Lo cargue sentado al rubio  en mi entrepierna, mis manos rodeaban su cintura sin hacerle daño.

—Quiero hacerte una pregunta — hablando a su oído y oliendo su cabello.

—¿Que quieres saber? — sintiendo una pequeña sonrisa en su voz.

—¿Crees que estás listo? — junte mis labios a su oreja pero movió rápido su rostro — ¿Porque te moviste? — riendome y dándole un beso en su nuca.

—Sentí cosquillas, ¿A que te refieres con estar listo?  — girando la cabeza y mirándome a los ojos — ¿Listo para que?

—Sabes muy bien a qué me refiero, tan ingenuo no eres Gonzalo.

—Me da miedo — sonrojado y con el corazón acelerado — ¿Si me duele? — cambio su tono de voz a un niño de kinder.

—No te pregunte si tienes miedo, te pregunte si estás listo — dije de la forma más seca posible.

—Yo creo que sí — mordiéndose el labio.

—Esta bien, pronto lo haremos y va a ser grandioso...

Jugando un rato con mi cabello mientras me escuchaba hablar, se sonrojo al decir cosas subidas de tono. Pronto dejaría de ser virgen, y le quitaría todo lo infantil que tenía.

—Anda al salón — dando una pequeña nalgada.

—Sí — quitándose de mis piernas — ¿Tú también vas?

—Claro — parandome a su lado, y saliendo del pequeño escondite que usaba a veces con mis amigos, camine por el patio junto a Gonzalo separandome al entrar primero al aula de clases.


***

Los muchachos se encuentran siempre a la salida del colegio, el pequeño impaciente busca a Rodrigo. Fue a todos los lugares donde podía estar sin lograr encontrarlo, acongojado se sienta en una banca.

A los minutos escucha gritos de unos muchachos, que corrían hacia la sala de audiovisuales.

—Vamos, vamos.

—Te digo, que lo está matando.

Asustado con los murmullos de los chicos, corre junto a ellos. Sin poder creerlo, un niño de unos siete años tirado en el piso, el castaño no se cansaba de golpearlo.

Tiene la manos manchadas de la sangre del menor, unos muchachos de la edad de Rodrigo trataron de alejarlo. La ira que tenía no lo dejaba pensar, y tampoco logró que los tres jóvenes saquen al matón del lugar.

—¡Déjalo, lo vas a matar! — gritó. Rodrigo giró y vio al pequeño.

—¡No te metas, y vete Gonzalo!

El rubio no podía irse así, tenía que hacerle entrar en razón. Se acercó poco, los golpes que le propinaba eran fuertes, y por todo el cuerpo.

—Ven conmigo  — sujetando su mano.

—¡No! — dijo endemoniado  — tengo que terminar esto primero.

—Por favor Rodrigo, dejalo — suplicando al ver tan mal al niño.

Todo se asombraron al ver cómo el niño se llevaba de la mano a Rodrigo, cómo había logrado que se calmará.


Narra Gonzalo

Salimos del colegio juntos de la mano. Quería decirle muchas cosas, no puedo creer que lo hiciera, pensé que había cambiado. No puedo estar con alguien que todo lo resuelve con golpes, yo sufrí esos golpes, y se que tan loco puede ser Rodrigo.

—¡Por qué te comportas así! — reprochando eufórico — no es la forma, es un niño. No se puede defender contra tí, eres un abusivo — vociferé alzando la voz.

—¡Tú no sabes nada! — quitándose la camisa ensangrentada, y sacando un polo de la mochila.

—¡Para eso te sirve la ropa extra! — pregunte sin quitarme el enojo.

—¡No me jodas Gonzalo! —con una mirada asesina — no estoy para tus escenitas de flaca loca en estos momentos, a mi nadie me grita ni me ve la cara de cojudo.

—No creo que ese niño se quisiera meter contigo.

Habían pasado solo una horas, desde que lo vi en la mañana y ahora era otro. Se parecía tanto al muchacho que me humillaba, él no era así, no tenía que portarse mal.

—¿Quién crees que me golpeó? — señalando su rostro.

—¿El niño lo hizo? — sin poder creerlo.

—No huevón — más calmado, sin alzar la voz — su hermano, le fue con el chisme. El maricón sin decir nada me golpeó, eso no se vale, ahora tiene su merecido por soplón.

—Es  mucho peor, su hermano se va a enterar — asustado de que le hiciera daño a Rodrigo.

—¡Ese huevón, quiero ver que intente algo! — golpeando el piso  — ¡Te  juro Gonzalo que lo mató al pendejo  de Oscar!

—¿Al niño? — con un nudo en la garganta.

—No, a su puto hermano. Que lo vuelva a ver, va a saber quien soy.

—Es tarde tengo que irme — al voltear y ver el coche lejos  — si quieres me quedo un rato más.

—No, anda nomas — despeinándome el cabello — nos vemos.

Parando un taxi, y arreglando el precio, camine hasta el carro que me llevaría a casa.

***


Los días pasaron sin contratiempos, no hubo otro incidente en el colegio. La mayor molestia de Gonzalo era pasar tiempo en el recreo con los amigos de Rodrigo, eran una mala influencia para él, eso es lo que suponía.

—Puta huevones, María José que flaquita — acercándose los demás para escuchar mejor.

—¡No me digas puto! — dijo Rodrigo — tan tranquila que se ve a la flaca.

—Eso pensaba yo, pero hizo unas cosas ni espero que llegaramos a la cama.

—Par de enfermos, deberían verse la cara huevones  — rió Lorenzo.

—Dejate de huevadas Lucas y cuenta — dijo Javier ansioso.

—No seas pajero — arqueando la ceja — voy a presentarte una flaca para que dejes en paz a manuela.

—No  jodas Rodrigo, que estas en nada desde que terminaste con Romina — concluyó Javier.

—Hablando de los que reposan, Lorenzo para cuando — rió Sergio.

La última broma hizo que todos rieran, el menor sólo miraba a los demás, sin comentar nada.

—Como siguen, van a terminar dándose amor mutuamente — dijo Lucas con ocurrencia.

—¿Qué dices Rodrigo sanguchito? — coqueteando.

—Encantado — riéndose de la propuesta de Lorenzo.

—Ahora son maricones, no me jodan — Lucas le dió un coscorrón a Lorenzo al estar más cerca de él.

—Pero cuenta — manifestó Javier enfadado.

—Bueno, bueno —moviendo la cabeza haciendo memoria — no estaba preparado para lo que venía, ni condón llevé — Gonzalo se llevó la mano a la boca al escucharlo.

—Este huevón — mirando a Gonzalo — acaso sabes para que se usa.

—¡Claro que lo sé! — alzando la voz.

—El niño quizás hasta los usa y ni sabemos — rió Javier.

—¡Que los va a usar! — dijo Lorenzo — ¡Si los usa, lo sentirá en su colita! — rió soltando una enorme carcajada.

—¡Dejenlo en paz! — serio y fastidiado por ver al niño avergonzado, todos terminaron de reír mirando a Rodrigo sin comprender que pasaba.

—¡No te pongas así huevón! — manifestó Lucas dando una palmada al hombro del castaño.

—¡No he dicho más que la puta verdad Rodrigo, no se que te jode! — señalando al pequeño rubio — ambos sabemos que es un puto maricón — viendo como su amigo se mordió el labio de rabia.

—¡No vas a decir nada! — empujando al chico —  si no quieres nada con Romina, solo dime que yo encantado me tiro a la flaca.

—¡No me jodas! — levantándose y tirándolo al piso — ¡ustedes par de huevones, se creen mejor que yo,  son unos bebés en pañales!

—Tranquilizate — expresó Sergio tratando de tranquilizar a los dos muchachos.

—Para qué metes a la flaca — mirando enfadado a Lorenzo — sabes que no debemos tirar con la ex de nuestro brother — dijo Lucas.

—¡No es mi ex! — grito queriendo matar a Lorenzo — este huevón lo sabe — señalando al muchacho — regresamos.

Gonzalo al escuchar esto, se levantó sin querer escuchar más de la conversación.

—¿Regresaron? — hablo desconcertado Sergio — a esa flaca le gustan los cachos.

Las palabras del muchacho hizo que los muchachos se calmarán, y que olvidarán lo que hace unos minutos antes se dijeron.

—¿No querías estar soltero? — pregunto curioso Lucas.

—Si, pero me busco —rascándose la cabeza — está domadita huevones, si la vieran. No es tan celosa como antes.

—Sólo es por un tiempo, ya te dije — tocando su cien con la mano — usa la cabeza huevón, la loca no va a cambiar — dijo Lorenzo.

—Pucha si es así, que se joda. La vuelvo a dejar, me importa una mierda Romina.


Narra Rodrigo

Gonzalo se marchó minutos antes, me jodió que Lorenzo dijera que había vuelto con Romina, no quería que él se entere.

—Tengo que ir a la biblioteca — con una excusa para irme.

—¿Biblioteca? — me miró sorprendido Lucas.

—Si tengo que leer un maldito libro, nos vemos en clase —sin esperar que me pregunten más.

Recorrí casi todo el colegio sin poder encontrarlo, donde se había metido. En el pequeño baño nada, en la biblioteca tampoco, en la piscina temperada menos, en el escondite.  Al final lo ví, en un rincón sentado encima de un muro algo alto.

Sin esperar que hablará lo baje, mirándome enfadado sin decir nada.

—Tenemos que hablar — tocando su brazo.

—No tenemos nada que hablar — muy serio, y dándome la espalda. Camino sin voltear.

Las cosas no iban a acabar así, Gonzalo me tiene que escuchar.

—Vamos — jalonando el brazo, se rehusó a acompañarme.

Yo tenía más fuerza, sin mucho sacrificio lo arrastré hacia los baños. Podríamos hablar más tranquilos.

—¡Qué es lo que quieres! — soltandose al cerrar la puerta — ¡tu ya escogiste!

—No me hagas reír — sujetando la mandíbula — ¡entre nosotros no pasó nada, nunca quisiste que pasara nada, cuanto tiempo creíste que iba a esperar!— grite enfadado al ver a Gonzalo dolido.

—No es cierto — llorando al escuchar mis gritos — yo quería, te lo dije. Termina con ella, y podemos intentalo.


Narra Gonzalo

Pretendo convencerlo de que deje a esa chica, le tengo cariño y quiero estar con él. No deseo estar enfadado con Rodrigo. Quizás si le hablo suave, deje de gritar y se calme.

—¡Ni loco que estuviera! — gritó soltando mi mano.

—Como quieras — secando las lágrimas con mi brazo — tampoco me trataste bien en este tiempo.

—¿De qué hablas? — desconcertado.

—Tu tienes a tus amigos, pero yo no — le reproche — no has dejado que vuelva a tener amigos.

—¡Yo! — riendo —por favor Gonzalo, no tengo la culpa que los niños no quieran hablarte, es el problema por ser tan aburrido.


Narra Rodrigo

—¿Aburrido? — volviendo a llorar — eso piensas, bueno soy aburrido — quebrándose su voz — pero no tengo que estar drogándome con mis amigos para ser popular.

—Di lo que quieras que no me importa — hincando mis dedos en su pecho — como te vas a comparar con una flaca, nunca en la vida vas a llegar a ser una.

Pude verle a los ojos herido con mis palabras, sin embargo no me contestó, sólo se limitó a llorar bajando la mirada a los segundos.

—Lo único que quería era tirar contigo, y eso lo vamos a ser ahora — sujetando sus brazos.

—Suéltame — tratando de soltarse con lágrimas en los ojos.

—¡Déjate será más fácil, no te resistas!

No me lo deja sencillo, forcejea para poder salir pero no se lo voy a permitir. Gonzalo va a ser mío, pude sostener sus manos con mi mano izquierda y darle una fuerte cachetada para que se calmará.

—¡Mientras más te resistas peor para ti! — llorando, y observando asustado, dejó de forcejear.

Parado sin moverse, sujete su cintura pegandome a su cuerpo. Besando su cuello, y sintiendo lágrimas que caían.

—Bájate el pantalón — alejándome unos centímetros.

Con el rostro ardiendo se bajó el pantalón, me tocó a mí desabrocharme, sintiendo el roce de la ropa cayendo sobre mis piernas. Camine hacia donde se encontraba jalandole la prenda, y tirandola a una esquina del lugar.

—¡Quiero que me mires! — dije gritando y sosteniendo su cabeza — no agaches la mirada.

Sus ojos se fijaron en los míos, un día te levantaras y te darás cuenta de tu error. La compasión no es una opción. El arrepentimiento será tu perdición, el llanto escapa de tu dulce voz mientras dibujó una sonrisa en mi rostro.

Centímetro a centímetro, quiero tener tu aroma en mi piel, y que el mío se envuelva en tu cuerpo. Quiero hacerte sudar, hacerte gemir de placer, y escuchar que me digas mas, que te siga tocando, que te siga besando que te siga haciendo mío.

Quiero que este momento no pase tan rápido, quiero disfrutarlo al cien por ciento. Con el simple hecho de escuchar tu voz quejándote me excitas. Mis piernas enredan tu cintura y se pegan más a mí. Mis manos recorren tu pecho, tus nalgas, tu cara, mis labios no quieren jugar con tu boca.

Quiero deseo, sentir el sabor de tu cuerpo, quiero estrujarte, morderte, quiero escucharte susurrarme al oído todo lo que te encantaría que te hiciera en este momento. Quiero que me caliente más, quiero que me hagas venir, quiero penetrarte duro, fuerte y rápido, necesito sentir tu fragilidad, quiero sentir lo caliente que estas, quiero morderte la espalda, hacerte el amor rudamente hasta hacerte gritar de placer, serás mío, completamente mío...


***

—No crees que vestirte fue demasiado — dándole un beso en la mejilla.

Gonzalo ni siquiera sabía dónde se encuentra, hace más de media hora que no pronuncia palabra.

—Tan mal no estuvo — abriendo la mochila y sacando la llave.

Al tomar el llavero, y abrir la puerta, tiró la mochila dentro de la casa. Empujando al niño dentro, cerrando y marchándose del lugar.

Tirado en el piso, sin comprender en qué lugar se ubica, las lágrimas mojaron todo el rostro. Levantado y caminando por la sala vió muchas fotografías, es él con su familia.

No es más ese niño, el muchacho le había hecho mucho daño. La felicidad en las fotos parecían una eternidad, ahora solo sufría, y es recién el comienzo.


***

—Gonzalo toda la noche estuviste con fiebre, pero te veo mejor cámbiate te llevare al colegio — con el uniforme sobre la cama.

—No quiero ir papá, no quiero volver al colegio.

—¿Que paso para que no quieras volver?

—Nada — tosiendo un poco — me duele la garganta. Papá hoy no, por favor — rogando — mañana voy.

—De acuerdo, pero ninguna día más —guiña el ojo Enrique.

Gonzalo vuelve a quedarse solo, luego que todos salen, solo llora todo el día, pero no quería regresar al colegio, no por unos días aunque sea.

Se quita la ropa, y se mete a la ducha con agua fría, tirado en el piso siente el chorro cayendo en su espalda, sale y se tira desnudó al piso frío de la loseta del baño, no recuerda por cuánto tiempo está ahí.

Seca un poco su cuerpo desnudo, y vuelve a meterse al agua fría más tiempo que antes, esta vez regresa a su cama y deja que su cuerpo se seque solo, se acuesta cansado de gritar sobre su almohada.

Su hermanos llegan a la casa, tocan la puerta pero él no contesta, saben que debe estar ahí pero hay un silencio sepulcral así que Alberto decide llamar a su papá.

—Papá

—¿Que pasa hijo?

—La habitación de Gonzalo, está con llave, tocamos pero no contesta.

—Las llaves de los cuartos están en... Ahora que recuerdo la puerta de Gonzalo esta malograda no se puede abrir por fuera, voy para allá.

El padre sale del trabajo, manejando apurado, el tráfico no ayuda para agilizar el camino. Al llegar sus demás hijos tocan el cuarto del muchacho pero no contesta.

—Papá no contesta desde hace rato — dice Antonella preocupada

—Tranquila, yo haré que habrá.

Enrique golpeó tan fuerte la puerta, que parece que la fuera a tirar, Gonzalo se levanta de un sobresalto, escuchando la voz de su padre se dispone a abrir pero se mira y se mira desnudo, toma la pijama y se viste rápido, se dispone a abrir antes que su padre rompa la puerta.

El padre desconcertado mira al hijo. No entiende porque cerró la puerta, no lo hacía hace tanto tiempo.

Narra Enrique

Los niños quisieron entrar junto conmigo, pero al ver la mirada que puse salieron sin reproche, el único que no se movió de su lugar fue Mauricio.

—Por favor hijo, sal. Tengo que hablar con tu hermano.

—Enrique no te pases, quiero saber..

—¡Ahora! — alzando la voz — déjanos solos.

Mi pequeño mira a otra dirección, menos a mi. Algo tenía que haber pasado, ¿Se habrá enterado que salgo con alguien? Ni siquiera es una relación seria.

—¿Qué te pasa? — tratando de calmarme.

—Nada — sin dejar que lo toque y desviando la mirada.

—Gonzalo te conozco mejor de lo que crees. ¿Qué ocurrió?

—Nada papá estoy bien...

El muchacho no pudo acabar la frase, vomitando encima de su cama, corrió hacia el baño vomitando mucho más. Yo estoy a su lado arrodillado limpiándole la boca.

—¡Puedo hacerlo solo, no soy un niño! — sin permitir que le acerque más papel.

—Lo se, ya eres todo un jovencito — tocando su cabello.

—Me siento mal — escuchandolo débil y como si se fuera a desmayar.

Cargue a mi hijo hasta la cama tirando el edredón al piso. Al tocarle el rostro y sentirlo helado me asuste, y lo cargue hasta el coche.

—¿Desde que hora estas así? — al sentarlo de copiloto.

—No se, estaba durmiendo.

—¿Has dormido todo el día? — asombrado de que durmiera tanto.

—Claro que no, estaba viendo tv, me dormí como a la 1pm.

Cuando llegamos a la clínica Gonzalo tiene un peor semblante, vomita una vez más. Dejándome muy preocupado.

—Que voy a hacer, tendría que haber llamado al doctor y que te atienda en casa — mirando a Gonzalo que no hablaba.

Dando vueltas en la entrada, sin recibir atención de ningún médico. Tengo cargado a mi bebé en mis brazos.

—Tiene que haber un doctor libre señorita — acercándose a atención.

—Tiene que esperar señor, no hay ninguno...

—¡Esperar! — grité al no soportar la sonrisa hipócrita — ¡qué clase de clínica es esta, es una emergencia. No lo entiende!

—No hay ninguno disponible — hablando muy serena.

—¡Que pésimo personal, no vuelvo a venir aquí! — caminando hacia la salida con Gonzalo en mis brazos — ¡carajo que perdida de tiempo!

Un doctor mayor salía de sala de operaciones escuchando mis palabras. Enfadado me examinó, y al ver que tenía a un niño en mis brazos esperé que me ayudará.

Que decepción, más grande me lleve.

—Que vergüenza, debería saber que esto es una clínica jovencito, gritando así que clase de ejemplo le da a su hijo — me resondro.

Es en serio, el viejo me increpó mi actitud.

—Yo le doy un buen ejemplo a mi hijo — dije muy serio.

—No lo parece.

—Además no soy ningún jovencito, señor disculpe pero mejor me marcho ya no que hay gente competente aqui.

—Vamos, vamos sígueme — tratando de seguirle el paso al Doctor, que con Gonzalo en brazos no es nada fácil.

Al costado del Doctor, vi que le toma la temperatura.

—Se como hacerlo, puede sentarse en el sillón — me dijo amablemente.

—¡Es mi hijo y estoy preocupado! — sin poder contenerme.

—Esta bien permanezca parado si eso desea.

—41, es muy alto tengo que ponerle una inyección.

Llamando a la enfermera, para que trajera la medicina.

—Mi papá no siempre es así Doctor — replicó Gonzalo tratando de justificar mi comportamiento — es un buen padre.

Golpeando mi rostro con mi propia mano, era la segunda vez que lo hacía mi pequeño. No se si soy un buen padre, pero lo intento y claro que trato de no decir lisuras delante de él, no quiero que aprenda eso de mí.

La enfermera vino a los minutos con la medicina, poniendole la inyección.

—¿Podemos irnos de viaje papá?

—Por ahora no Gonzalo — acariciando el cabello — estas en clases, pero podemos irnos en unos dos meses que opinas.

—Yo quería ahora — mirándome triste.

—No se puede hijo, ya veremos si se puede antes — dándole un beso.

Cantando la canción que le gusta, termino durmiendo al escuchar ♫ To the sound of the beat..

—Es muy buen muchacho.

—Gracias Doctor, es un buen niño. No es de enfermarse, pero sus fiebres siempre me preocupan desde pequeño son muy altas. ¿El medicamento le hará efecto? — acomodandolo en la cama , arropandolo todo el cuerpo.

—Eso espero, tendremos que ver si la medicina hace efecto.

Me senté en el sofá del dormitorio, mirando al pequeño dormir, pensé que no sentiría esa angustia como cuando Monica murió, y no sabía cómo cuidarlo y tratarlo.

Pero me volvía a pasar, sentado en ese lugar cuidando de mi bebé, aunque para Gonzalo, él es grande. Los recuerdos que me vienen al tenerlo cargado siendo un recién nacido, siendo tan chiquito y sin saber cambiar pañales.

—Por fin te levantas.

—¿Donde estoy? — pregunta Gonzalo confundido.

—Se nota que estabas muy mal hijo, que ni recuerdas que te traje — arreglando el cabello.

—Son las seis de la mañana, casi no he pegado el ojo, has estado hablando dormido.

—¿Que decía? — mirándome horrorizado.

—Que dolía — sentándome a un costado de la cama — no entiendo muy bien a qué te referías pero...

—No quiero hablar de eso contigo — puse mi mano en la espalda, tratando de calmarlo.

Tiene once años, creo que ya no es tan pequeño como pensaba. Hace poco lo vi masturbandose así que quizás necesite hablar conmigo de ese tema.

—Estas creciendo, es normal — con una sonrisa.

—Me da vergüenza contigo papá — sonrojándose sin verme a los ojos.

—¿Te masturbas? — sin recibir respuesta — eres todo un hombrecito — dando una palmada en su hombro.

—No, para nada — Gonzalo bajó la mirada avergonzado.

—Es eso — guiñe el ojo — mira es normal a tu edad, estas descubriendo tu sexualidad. Aunque eso de que te duela — tocándome la cabeza — ¿Por eso no quieres ir al colegio? ¿Quieres pasar más tiempo tocándote?

—Papá basta no quiero hablar de eso.

—Soy hombre, lo somos eso es normal, no tienes de qué avergonzarte — tratando de que me tuviera confianza.

—Deja de hablar del tema papá — hablando serio como si él fuera el papá y yo el niño.

—De acuerdo, ¿Quieres quedarte mas tiempo solo en casa? — sin mirarme, mueve la cabeza afirmando que eso quiere.

—Bueno pero solo dos días, no más.

—Pero.

—No es bueno que te toques tanto, se te va a hacer un vicio — mirando a la pared — si lo sabré yo, y no lo hagas tan seguido que se te puede irritar.

—No menciones eso — callándome sin querer que siga hablando.

Gonzalo siempre había tenido carácter desde bebé fue así, despeinando y riéndome al revolotear todo el cabello.

—¡Papá basta ya! — viendo enfadado.

Dos días después, mi hijo regresó al colegio. Ahora tocó siempre antes de entrar,  para no esperar encontrar a mi retoño tocándose. No he vuelto a hablar del tema, aunque espero hacerlo pronto.

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