Capítulo 16.- Desamparo


Hola, después de tiempo puedo publicar de nuevo. Estuve muy ocupada y tuve un bloqueo que no me permitía seguir.

Este capítulo es la segunda parte del capítulo anterior, si no lo comprenden. Por favor leer de nuevo el capítulo 14, gracias.

El domingo a más tardar agregó uno nuevo que sería la tercera parte, espero que lo disfruten :p

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En la multimedia Gonzalo :C

Lloriquea al encerrarse en el baño, prendió la ducha para poder gritar. Las lágrimas se mezclaban con el agua que caían por sus mejillas.

Puso su cuerpo encima del chorro de la regadera, caía una cantidad enorme, siente que se ahoga.

Avergonzado, humillado, sucio por no haberse defendido. Su pequeño cuerpo infantil quebrado por alguien que había osado tocar sin su consentimiento.

Restregó mucho jabón por las partes que tocó Rodrigo. Exhausto de enjabonarse salió con toalla al dormitorio, y se puso el pijama.

No quería estar sólo, camino despacio saliendo de la habitación tocando la puerta de su hermano.

—¿Mauricio puedo entrar? — nervioso por lo que le contaría.

—Si entra — con un grito que lo asustó.

Hace días que no entraba al cuarto, no podía creer que su padre no le dijera nada al muchacho. Ropa tirada por todos lados y restos de bocadillos en el piso. Sintió un escalofrío al recordar sobre el tema que hablaría con su hermano.

—¿Puedo dormir aquí? — sentándose en la cama, y abrazando la almohada.

—Si si, échate nomas — de espaldas sin mirar al menor.

—Y-yo quería contarte algo — tratando de que su hermano volteara pero no lo hacía, su voz estaba a punto de quebrarse pero no recibia respuesta.

—¡Gonzalo! — al levantarse el rubio, mirando a Mauricio mientras se limpiaba la nariz — ¿quieres que te prenda el play? — sin prestar mucha atención el rostro del niño.

—No, yo solo... — bajo la mirada mordiéndose la uña.

—Descansa si — llevándolo a la cama, y arropandolo. Gonzalo solo lo miraba sin poder decirle por lo que había pasado ese día.

Sus lágrimas silenciosas caían sobre la almohada, mojandola sin ser atendido por la única persona con la que tiene más confianza, durmiendo encogido en la cama. Una pequeña personita en ese inmenso colchón.

Lleno de oscuridad, completamente sólo, manos desnudaban su calidad piel. Los susurros del niño pidiendo que pare se callaban con las estruendosas risas del mayor... todo sudado sin comprender donde se encontraba, tardó segundos en darse cuenta que era la habitación de Mauricio.

En aquel lugar tan grande no había nadie más, lloraba abrazándose el mismo, regresando a su habitación.

Cayendo a la cama, un sonido seco. El único sonido que se escucha a esas horas de la noche.

No pudo volver a dormir toda la noche acomodando sus cosas sin prender la luz, las horas pasaron, siendo de día debe ir al colegio.

—Gonzalo no estás listo — revoloteando su cabello, el muchachito dio un brinco, no quería ningún contacto físico — se te va a hacer tarde — regañandolo con la mirada.

—No quiero ir — pensando en una excusa para faltar, Enrique se había apresurado tocándole la frente.

—No tienes fiebre — observando al chico — tienes una cara pequeño ¿Que paso?

—No dormí bien, puedo quedarme papá — jugando con sus dedos.

—Si faltara al trabajo por cada vez que no dormí bien hijo — contestando el celular enfadado por no haber cumplido sus órdenes — ¿De que hablábamos? así Gonzalo estás en uno de los mejores colegios del país, se un buen muchacho y alístate.

—Pero papá — desesperado por las palabras del señor — ¡no quiero! — alzando la voz, apresurandose hacia la cómoda, abrazo al televisor cayendo al piso.

—Hijo estas bien — asustado por lo que había pasado, alejo el aparato, y cargó al niño. Lo llevó hasta su habitación revisando su cuerpo — no te hiciste nada, menos mal — Gonzalo furioso no mira a su padre.

—Voy a cambiarme — camina hacia la puerta, su padre lo sostiene llamando a Rosa que se encontraba por el pasillo.

—Si señor — empujando el envase de ropa sucia.

—Limpia el cuarto de Gonzalo, que Víctor te ayude con el televisor, no dejes ningun vidrio — la mujer bajó las escaleras, centrándose Enrique en su hijo — es tarde mirando su reloj, no vas al colegio pero en la noche hablaremos muy seriamente muchachito, eso que hiciste no estuvo bien.

El padre salió apresurando el paso. El pequeño se sentó en la cama presintiendo cómo sería su vida ahora en el colegio, que trato recibiría de Rodrigo, si intentaría tocarlo de nuevo... con mucha angustia apretó su puño golpeándolo al filo de la cama.

No podía quedarse quieto, sus pies giraron rumbo a su dormitorio. Apoyándose en la pared, contempló limpiar a Rosa el desastre que hizo minutos antes.

— Lo siento Rosy — avergonzado de la reacción que había tenido.

—No hay problema pequeño — terminando de recoger los pedacitos de vidrio, apretando con cariño su cachete — portate bien, no hagas enojar a tu papá — sacando la escoba del cuarto y regresando de nuevo.

—Si — con un tono apagado en su voz.

—¿Quieres que te traiga algo? — exhibiendo una sincera sonrisa.

—No gracias, después como algo.

Lo único que lo podía relajar en esa situación era dibujar, tomó su cuaderno del velador. Trazando líneas sin sentido que fueron convirtiéndose en un amplio parque en lo que había sido muy feliz en verano, parecía una eternidad, las cosas cambiaron mucho de esa época.

Su vida se asemeja a una pesadilla, un sueño catastrófico del que quiere despertar. La soledad, las burlas, los golpes, y los tocamientos de parte de ese horrible muchacho lo dejaron en la más profunda penumbra.

Apoyo con ira el lápiz, marcando fuerte algunas partes del dibujo, cansado de retocar varias veces cerró los ojos muy cansado.

—Gonzalo tu comida — abriendo la puerta de forma brusca, el niño soba sus párpados levantandose.

—Gracias — Rosa puso la bandeja en el regazo del muchacho, saliendo de la habitación.

***


En la escuela todo volvió a la normalidad, sigue siendo un fantasma. Nadie lo molesta,
Rodrigo lo obliga a ver cuando tiene sexo con su novia, sin embargo no lo intenta tocar de nuevo.

Los días pasan sin contratiempos, el rubio se esconde de los demás en los baños. Pasa inadvertido en ese lugar, se acostumbró a observar a la pareja, ahora no le parece repulsivo.

—¿Qué haces aquí Gonzalo? — sonriendo y mirando fijamente al niño.

—Me molestaron en el salón, me salí... — avergonzado de darle explicaciones al muchacho.

—Hace rato que toco el timbre, es salida — prestando atención a su móvil.

—Si, ya me voy — camino despacio hacia la puerta con la cabeza gacha.

—Aún no — cogiendo el brazo, agarra la barbilla para que lo mire a los ojos.

Los ojos con un brillo resplandeciente observan de pies a cabeza al pequeño, había soltado la mano al rubio, él inmóvil mira asustado al mayor.

Las manos tocan la cintura, un escalofrío en todo el cuerpo de Gonzalo, bajando lentamente a sus pantalones y acalorandose de inmediato.

—Nunca te habias masturbado — susurrandole al oído — eso es bueno, yo te enseñaré.

Como si fuera de su propiedad posó su mano sobre el bulto del pantalón, masajeando suave por segundos... escuchando pequeños chillidos a lo que incrementó la velocidad.

—¡No quiero! — poniendo su mano en su pantalón, soltando un pequeño grito al escuchar cómo bajaba el cierre Rodrigo.

—Como quieras — se alejó del niño, haciendo una mueca — pronto me lo vas a pedir — riendo mientras salía del baño.

Victor lo espera en el coche, se disculpó por demorarse. No podía creer lo que había pasado hace poco, la distancia desde la Molina a San Isidro era mucha, y con el tráfico empeoraba la cosa.

No podía seguir callando, tenía que contar por lo que pasaba. Mauricio lo apoyaría, el le podría explicar a su padre, estaba muy avergonzado para decírselo él mismo.

Corrió veloz a las escaleras al llegar a casa, abrió la puerta del cuarto de su hermano sin preguntar. Recibiendo un roce en su hombro que le produjo un fuerte temblor.

—Mauricio no está — con una pequeña sonrisa — ¿Qué tal tu día?

—Yo... sólo quería hablar con él — tragando un poco de saliva — ¿sabes a qué hora vendrá?

—No — contestó nervioso — ehh creo que se va a demorar, tenía una tarea que hacer.

—¿Tarea? — confundido, Mauricio no era de preocuparse del colegio, dándole la espalda a su hermano mayor.

Adelanto el paso, agachándose viendo a los ojos al pequeño Gonzalo.

—Puedes hablar conmigo si quieres — revoloteando su cabello — vamos a mi cuarto.

Completamente callado y sin decir nada, sentado en la punta de la cama Alberto por fin habló...

—¿Qué pasa? Puedes decirme — con su sonrisa característica, el muchacho era muy risueño, casi siempre de buen humor.

—No es nada, solo... no tengo muchos amigos — soltando unas lágrimas — este año las cosas son diferentes, quisiera estar en tu colegio pero papá no va a querer — recibiendo una caricia del castaño.

—Sí es verdad — mirando con tristeza a Gonzalo — no va a querer — temblando el niño con esas palabras — no te preocupes, hablaré con él, quizás el otro año si te deje.

—No, no le digas — agachando la cabeza — se va a enojar, no quiero que se enoje — en un pequeño susurro.

Alberto le dio un abrazo, el rubio aceptó el gesto con mucho entusiasmo. Viendo más calmado a su hermano, dejó su mochila encima de su pupitre, se acercó al armario eligiendo ropa cómoda, y despojándose de su uniforme.

Gonzalo miró a otra dirección, no desea ver a su hermano semidesnudo, sonrojándose al observar que se cubría su pecho con un polo holgado.

—Bien — sentándose a su lado, sacando un conejo de su cuello, se apretó la cabeza por toda la tarea que tenía que hacer.

—¿Puedo quedarme? — jugando con sus dedos.

—Si no hay problema.

—¿Tienes algún pijama para mi? — levantándose el mayor y tomando del armario uno.

—Creo que es el más pequeño — acercando un polo y un pantalón, miró las prendas — mejor le pido a Antonio, tendrá uno más chico.

—No, no importa — flaco y chato ninguna de las prendas de sus hermanos le quedaría bien — puedes voltearte — con las mejillas coloradas al tener la mirada de su hermano fijos en él.

—Sí, sí — dándose la vuelta extrañado por la reacción de su hermano.

Espero que se terminara de vestir para volver a su asiento, y comenzar con su tarea. Miraba de reojo al pequeño que no parecía entretenido con lo que miraba por la televisión, ni siquiera parecía que prestara atención.

—¿Estás bien? —sentándose en la cama, sin tener respuesta de Gonzalo, se preocupó y volvió a hablarle.

Sus manos tocan sus brazos, los observa con detenimiento. Posando sus dedos sobre ellos, sin encontrar nada extraño.

—¡Qué haces! —asustado por lo que hacía Alberto, no entendía porqué lo toco.

Con el problema de drogas de Mauricio no se había fijado que el niño no era el mismo, se le nota parco, no habla mucho, y él no era así. Algo debe estar pasando y debe averiguarlo.

—Tienes algún problema en la escuela —tratando de sonar tranquilo, no quería alterar a Gonzalo.

—No, ya te dije. No tengo tantos amigos — hablando despacio para que no se quiebre la voz.

—Si te molestan, solo dímelo — tomando su mano — yo puedo ayudarte.

Mirando al muchacho, lo abrazo al instante sin contener las lágrimas. Necesita eso: palabras de apoyo. Sin embargo con Alberto no tenía tanta confianza como para contarle por lo que había pasado.

—¡Gonzalo que ocurre! — sobresaltado al ver al niño de esa forma.

—Todo está bien — volviendo a respirar con normalidad, limpiándose las lágrimas con el brazo. El castaño le dio papel higiénico, sonándose la nariz fuertemente — me go-golpeaban — sin poder mirarlo a los ojos.

—¿Quién era? — sin comprender porque le hicieron eso a su hermano menor.

—No importa — mordiendo el labio superior, el muchacho tomó su barbilla mirándolo con compasión.

— ¿Lo siguen haciendo? — acariciando su cabello.

—No, ya no lo hacen — frunciendo los labios — Alberto no digas nada por favor.

—Papá debería saber esto — pensativo sin mirar al pequeño — si vuelve a ocurrir solo dímelo Gonzalo.

—Sí, lo haré — abrazándolo y dándole un beso en la mejilla — gracias por escuchar.

Lo acompañó a la cama, abrigo al rubio echándose a su costado mientras veían un capítulo antiguo de los simpsons.

Las risas sonaban en toda la habitación, desde hace meses Gonzalo no sonreía de forma sincera, estaba feliz... muy feliz.

Empezando el segundo capítulo se quedo dormido, Alberto se quedó en la cama por unos minutos viendo como dormía.

Gonzalo empezó a temblar, su hermano acaricio su cabello, calmándose a los segundos, y prosiguiendo a hacer su tarea.

***

Martes de la siguiente semana, Romina sale del baño. Quedándose solos Rodrigo, y Gonzalo.

Al querer salir el pequeño del baño, el castaño lo toma del brazo con fuerza, poniendo su otra mano en los pantalones de Gonzalo.

—¡No, no quiero! — chillando, y forcejeando queriendo salir del lugar.

—¡Te callas! — empujándolo hasta los lavabos.

—No — pateando a Rodrigo, el muchacho se acerca a su oído.

—Quieto, no querrás que le cuente a los de tu salón lo que hacemos aquí — el niño se le queda mirando.

—No he hecho nada — gimoteando — es mentira — botando muchas lágrimas.

—¿Qué crees que pensarían Gonzalo? — riéndose viendo la reacción del menor.

—No — sin contener las lágrimas.

—No debe ser fácil, ser gay en un colegio de hombres — guiñando el ojo.

—Yo no soy eso — enfadado con lo que le dijo.

—Claro que lo eres — susurrándole al oído — no tienes que fingir conmigo.

—No sé qué es eso — con voz de niño pequeño, y jugando con sus dedos. Portándose como lo haría con su padre o sus hermanos para que le hagan caso.

—No tengo que explicártelo — haciendo una mueca — no eres estúpido, lo sabes. ¿Qué diría tu papi si le mando un carta? —carcajeándose al terminar la pregunta.

—No, no por favor — el corazón del niño se aceleró — no sabe nada — tapándose la boca, al confesar la verdad.

—Que inocente eres — sonriendo mientras le aprieta la mejilla — será nuestro secreto, si te portas bien.

—Lo haré — bajando la mirada — pero no le digas por favor.

Rodrigo cargo a Gonzalo con facilidad, sentándolo encima de los lavabos. El rubio lo quedó mirando mientras le sube un poco su camisa, bajando la vista al piso del baño.

Las manos tocan su cintura, vuelven a caer pequeñas lágrimas de sus mejillas. El roce del muchacho era suave esta vez, sintiendo hormigueos en el cuerpo.

Las yemas de los dedos tocan despacio de forma circular desde la cintura hasta la altura de las tetillas.

Se escucha pequeños ruidos mientras todo el rostro de Gonzalo se encuentra caliente al tocarle el cuello, Rodrigo lo echa apresurado abriéndole las piernas con ayuda de su rodilla.

—No — moviendo descontrolado la cabeza — no me hagas daño.

—Shhh — tapándole la boca con su dedo — recuerda que tienes que portarte bien.

—Sí — apretando los labios, y abriendo los ojos cuando Rodrigo se alejó un poco de él.

—Te quitaré los pantalones — mordiéndose el labio — será más fácil así.

—Bueno — viendo como lo despojó de su pantalón de forma rápida.

Sin ni siquiera hablarle, Rodrigo separó sus piernas de forma brusca otra vez, apoyando sus pies encima de la loza. Introduciendo el dedo medio presionando y moviendo.

—¡No cierres las piernas! — al tener su dedo atrapado dentro de la entrada del menor.

Gonzalo aprieta fuerte, pero la fuerza de Rodrigo es más, haciéndole abrir las piernas más que antes.

—¡Ay! — al mover más rápido el dedo, siente como si le estuviera metiendo algo rígido por el trasero al no mojarse.

—Quédate quieto —apretando su cadera cuando Gonzalo trata de moverse — espera un momento, haciendo el movimiento de su dedo más rápido.

Minutos después el boxer comienza a humedecerse, el pequeño hunde la pelvis recibiendo el estímulo entrecerrando los ojos.

Gonzalo mira al muchacho quien sigue jugando en su trasero, Rodrigo baja el cierre, comenzando a masturbandose el mismo sin parar de tocar al menor.

—Creo que entra otro — juntando su dedo anular al del medio, el rubio observa lo erecto que está el pene del mayor.

—Mmm — agitado, apretando los labios, soltando un pequeño gemido.

Con brusquedad mueve al niño acercándolo a la punta de su miembro. Lo tomo, frotando en su trasero, dándole pequeños golpecitos.

Siguió frotando hasta que poco a poco fue introduciéndole la puntita. Los quejidos, y sus movimientos eran constantes.

Los movimientos de Rodrigo eran más fuertes, cuando por fin sintió que entraba, aunque los separaba la ropa interior de Gonzalo, el menor dio un gritito que fue callado tapándole la boca.

El castaño solo duró unos minutos más, al terminar eyaculando encima de la trusa, sacando todo el líquido empujó dentro del menor.

Lo bajo sin cuidado de los lavabos, echándole una mirada de arriba a abajo.

—Ponte los pantalones — acomodándose el suyo.

—Sí — recogiendo la prenda del piso, y metiéndose la camisa dentro. Sin levantar la mirada.

—Ya sabes — agarrando con fuerza su mentón — nada de esto a nadie.

—Si lo sé —rojo de vergüenza por lo que había pasado.

Continuará...

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