Capítulo 10.- Despertar frío
Meses han pasado desde que Alberto le dijo a su hermano que era adoptado. No han habido más problemas en casa pero hay algo que agobia al padre, y no lo deja descansar.
-Pedí una cita a último momento Doctor, porque no he podido dormir bien últimamente-tirándose en el sillón, comenzó a temblar.
-¿Que lo agobia? ¿Qué no le permite dormir bien?-Enrique llora sin pronunciar palabra.
Usted sabe que no tuvo la culpa de la muerte de su esposa, fue intencional.
-Ese no el problema, aunque tenemos forma de pensar distinta en el asunto...
-Enrique ese tema debería estar cerrado hace tiempo -dijo abruptamente callando al paciente.
-Nunca podrá estar así, no hasta que mis hijos sepan la verdad-mirando al hombre mientras sonreía. Eres mi amigo Raúl, quizás nunca debí pedirte ayuda...
-¡No mataste a Lorena, cuántas veces tengo que decírtelo! -perdiendo la paciencia.
-Creo que causó que la gente se irrite muy fácilmente -dando un brinco cuando Raúl alzó la voz. Te agradezco por ser mi psiquiatra todo este tiempo, aunque no sé si deba seguir viniendo a consulta.
-Si eso deseas, puedo recomendarte otro médico, no hay problema-escribe en su anotador. Aunque has mejorado mucho, no tienes ataques desde hace tiempo, no sé por qué problema estás pasando, pero puede empeorar -mirándolo de reojo.
-La verdad que no tengo tiempo para buscar otro doctor en este momento-contestó de forma apresurada. Después de lo que pasó con Diana he...-respirando profundamente- no echarme la culpa por lo que pasó. Aunque sé que la tengo, le hice mucho daño a Gonzalo, no sólo permiti...
-La relación con tu hijo va bien ahora ¿O no?
-Sí, pero cuando me decía que lo trataba mal no le hacía caso -cayendo lágrimas de sus mejillas-no sólo fue eso, era tan brusco con él, lo trataba tan mal, no se lo merecía.
-Ha pasado tiempo de eso Enrique, debes aprender a perdonarte -dándole unas palmaditas en la espalda. Eres un buen padre, nadie puede decirte lo contrario. Yo no sé qué haría con cinco hijos -riendo-me volvería loco.
-Son mis hijos, no puedo hacer otra cosa -jugando con sus dedos-no me dan problemas, son buenos chicos. Aunque-suspirando, y mirando hacia el techo-He mimado mucho a Gonzalo, no sé como será en unos años, a veces se parece tanto a Lorena.
-Espero que sea en lo educado, por qué su madre tenía tantos arranques. -replicó seriamente.
-Es un buen chico-se perdió en sus pensamientos, y apretó fuerte sus puños.
-¿Qué es lo pasa? -tratando de calmarlo, el cuerpo de Enrique temblaba muy fuerte.
-He recibido llamadas amenazadoras-sin dejar de apretar sus puños, y temblar.
-¿Llamaste a la policía?
-Sí, pero no han podido saber de quién son. Fueron hechas desde un teléfono público -sentado de forma rígida-solloza mientras coge su cabeza con sus manos.
-Tienes que calmarse, ¿tomas las pastillas?-apuntando unas notas.
-No, se me acabaron hace unos días. Me sentía mejor.
-Tendré que darle otra receta entonces-apuntando la medicina.
-Si, necesito los tranquilizantes. Tengo miedo, las llamadas fueron hechas cerca de mi casa-susurró asustado-están cerca de mi casa.
-Tienes miedo que te pase algo.
-Si, tengo miedo de que me maten, quién cuidaría de mis hijos-llorando muy fuerte-me dicen que me cuide, me mandaron a la oficina una Paloma muerta torturada con una nota -agachándose y cogiendose sus piernas-que acabaría igual, ¡Quién podría hacerme esto, no le hecho daño a nadie!
-¿No será esa mujer?-sorprendido por las amenazas.
-No, se casó con un hombre rico, no tendría por qué hacerlo.
Enrique saca todo ese día con su psiquiatra y logra calmarse tomando un sedante. El día en el trabajo mejora, todo va bien no recibe más llamadas, regresa a casa temprano al sentirse adormilado. Decide contratar un chofer de la oficina para su uso personal, además de dos guardaespaldas.
A sus hijos les contrata un chofer, a los cuatro niños los lleva Roberto, y al pequeño otro hombre.
Pasa un mes, y no han vuelto a llamarlo, deja de preocuparse, y de tomar pastillas. Ahora tiene un chofer ya no tiene que preocuparse de manejar en la caótica Lima y dos guardaespaldas armados, se siente seguro.
Gonzalo tiene un chofer que lo lleva, y trae del colegio. En tercer grado, y con seis años el niño asiste al mismo colegio del año pasado, muy diferente del de sus hermanos, una escuela de hombres que se conoce por ser estricto, el no tiene problemas, tiene amigos, y saca buenas notas.
Orlando, es un hombre corpulento algo hosco con el niño, pero Gonzalo se porta bien. Al señor no le gustan los niños, solo dura en el trabajo un mes. El pequeño se queja con Enrique, el padre pide en su oficina un chofer nuevo, Víctor es el nuevo chofer del niño.
El hombre se lleva bien con el pequeño, tiene unos treinta años, siempre lo espera a la salida con un dulce. Conversa mucho con Gonzalo, es muy encantador, y siempre le está contando chistes.
Como todos los días Gonzalo espera a la salida del colegio a Víctor, pero no llega se ha demorado. Ve un carro rojo acercarse. Un hombre levanta la mano, hace el ademán para que se acerque. El rubio caminó despacio hasta el coche.
-Nos hemos quedado botados, la llanta se reventó.
En el automóvil hay otro hombre sentado, muchas cosas en el asiento trasero, cadenas, pitas, candados, una llanta y mas.
-Me ayudas, tengo que cambiar la llanta
El niño mira la llanta nueva atrás.
-Pásame la gata
-¿Eso? -señala Gonzalo con la mano.
-Si
El niño coge la herramienta y se lo da. Acto seguido el hombre se tira encima, todo su peso cae encima del pequeño.
-Quieto, quieto.
-¡No! -grita Gonzalo con voz ahogada.
El hombre le tapa la boca con un trapo sucio, y se lo amarra fuerte atrás de la nuca.
-Vamos mierda, maneja. -sostendré al niño.
El otro tipo baja del asiento de copiloto, se dirige rápido al volante, y arranca el coche. El grandulón ya había cargado a Gonzalo y metido al asiento contiguo. Lo sienta en sus piernas, el pequeño llora sin parar, tratando de soltarse.
-¡Ya cállate mocoso!-grito tomando sus pequeños brazos, y amarrandolo con una cuerda.
Sus miradas hicieron contacto, el pequeño en la posición que estaba, se queda quieto, sin llorar, no podía hacer más.
Miro hacia la ventana, iban en dirección contraria a su casa, ¿Volvería a ver a su padre otra vez? Sollozo de nuevo, el hombre de forma brusca tomo su rostro, y lo fulmino con la mirada, a lo que Gonzalo dejó caer pequeñas lágrimas y agacho la cabeza.
Mucho tiempo había pasado en el coche ¿Donde se encontraban? ¿A dónde lo llevarían?, las preguntas pronto fueron resueltas.
Un fuerte golpe en la cabeza de Gonzalo producto de estacionar de forma brusca, hizo que volviera a llorar.
El tipo lo saca, se dirige a abrir la puerta y se lo tira al otro, sin remordimiento.
El pequeño rubio cae en los brazos del hombre a las juntas.
-Llévatelo al cuarto, enciérralo.
Cuando entran, hay otro hombre menor. Mira al pequeño sorprendido.
-P-pero ¿Qué hiciste? -abriendo la boca sorprendido.
-Fue fácil tomar al niño -haciendo una mueca a media sonrisa.
-Creí que sería más grande -echando una vista al pequeño que lo llevaba el otro señor.
-Si bueno, estuvimos siguiendo a los otros. Pero tuvimos suerte, el tipo que recoge a este no llego así que nos lo trajimos.
-Debería haberse planeado mejor -grito desesperado-el plan era...
-Lo importante es que lo tenemos -interrumpió el bravucón-voy a llamar al padre.
Enrique se encuentra en su oficina trabajando con normalidad, su celular comienza a sonar, nuevamente un número desconocido, se desconcierta y contesta.
-¿Aló?
-Señor Tiessen tenemos a su hijo, queremos un millón de dólares o sino lo mataremos.
Cuelgan, Enrique sin poder creer lo que le acaban de decir llama a Roberto inmediatamente.
-Aló
-Si, señor
-¿Recogiste a mis hijos del colegio?
-Sí señor están en su casa.
Preocupado decide llamar a Víctor, no era necesario corroborarlo entendió que al pequeño lo habían secuestrado.
-Aló
-Señor lo lamento se me malogro el coche y no pude recoger a Gonzalo.
-Si ya lo se, ¿Porqué no me llamaste?
-Creí que el otro chofer lo recogió, cuando llegue el pequeño no estaba.
El padre cortó la llamada, al instante recibió otra llamada, era el secuestrador.
-¡Suelten a mi hijo!
-Lo haremos cuando cumpla con el dinero. No llame a los policías o lo sabremos.
-Quiero hablar con el
-Usted no puede exigir nada aunque...
En la habitación el pequeño lloraba, estaba en un lugar desconocido muy lejos de casa con hombres malos, no sabía qué querían de él, quería a su papá tenía miedo de no volverlo a ver nunca más.
Rafael tapa el teléfono y le pide al hombre traer al pequeño.
-Tráeme al niño -pidió con desdén.
-No para de llorar.
-¡Carajo Martín tráelo!
El tercer hombre interrumpe
-Yo lo traeré, se como tratar a los niños.
-¿Ahora eres niñera? -ríe Rafael.
-Debe estar asustado con los gritos, yo lo calmare.
-Te doy unos minutos, sino lo traeré yo.
Rafael cuelga el teléfono, Enrique asustado de que le hagan daño al pequeño. Siente que pasan horas, y no vuelven a llamarlo, se desespera.
El hombre menor entra a la habitación, encuentra al niño boca abajo llorando, desamarra sus brazos, y lo voltea. El pequeño sigue con el trapo en la boca pero se escucha sus lloriqueos.
-Cálmate -dice Carlos. Te quitaré el trapo si dejas de llorar.
El niño asiente y se queda tranquilo, el joven le quita el pedazo de tela y el pequeñín comienza a gritar.
-¡Ayuda! -grito desesperado. Carlos le tapa la boca rápidamente.
-No lo hagas, harás enojar a Rafael.
El hombre estaba parado frente al niño, parado frente a los dos mirando la escena.
-¡No puedes controlar a un mocoso! ¡Ven aquí! -jalando al pequeño de su camisa.
-No -chilla Gonzalo-¡suélteme!-dandole una patada en la pierna.
El niño corría por la habitación, tratando de esquivar al hombre pero lo acorraló en la esquina contraria a la puerta, y lo empujó al colchón que estaba en el piso.
Gonzalo cayó fuerte y comenzó a chillar.
-¡Te callas o te hago callar! -dijo amenazandolo con el puño.
El cuarto se quedó en silencio, el pequeño solo botaba algunas lágrimas.
-Ven aquí Gonzalo, vas a hablar con tu papá.
-¿Con papá? -la comisura de su labio superior se levanto un poco.
-Si
Gonzalo callado comienza a caminar, el hombre vuelve a llamar al señor.
-Alo
-Tiene a mi hijo -preguntó ansioso.
-Sí, aquí está a mi lado -toma coge el teléfono.
El niño asustado toma el teléfono, comienza a escuchar la voz de su papá pero no dice nada.
-Gonzalo ¿Estás ahí? Gonzalo
-Habla mocoso
- Papá quiero ir a casa, por favor -chilló.
-P-pronto estarás en casa -trataba de controlarse, de no llorar, pero todo su cuerpo temblaba.
-Llévate al niño.
-No no -el niño llora. ¡Quiero a mi papá!-Carlos lo tomó de la mano, y lo lleva al cuarto.
El padre escucha llorar a su pequeño hijo.
-Déjenme hablar con el.
-La conversación se acabó.
-Lo está tratando mal, está asustado, solo es un niño -llorando-suéltenlo por favor.
-En tres días lo llamaré y le diré donde dejara el dinero.
-N-no que sea mañana conseguiré el dinero, es mucho tiempo-su mano a las justas podía coger el móvil.
-Lo haremos como yo desee señor.
Vuelve a colgar la llamada, el padre no puede esperar más tiempo, Gonzalo está sufriendo lo noto en su voz, esos hombres no son buenos con su pequeño. Llama a la policía y les cuenta lo del raptó.
Deciden comenzar las investigaciones, disponen entrevistar al mayordomo, los de seguridad y a los choferes, en especial al chofer del niño. Pero todo concuerda, el automóvil si se malogro, y lo pudo corroborar el mecánico quien lo arreglo.
Enrique decide llamar a su padre, necesita todo el apoyo posible, sus conocidos del gobierno se enteran del hecho, y están dispuestos a ayudarlo.
A sus demás hijos les dice para que no se preocupen que su hermano menor se fue de viaje con su abuelo.
Gonzalo llora toda la noche hasta que se queda dormido, el joven está afuera del cuarto cuidando que no se escape.
El pequeño duerme hasta el mediodía, el hombre entra y Gonzalo se levanta asustado.
-Te lo dije pequeño, a Rafael no le gustan los niños.
-¿Por qué no le gusta? -preguntó mirando al muchacho.
-No lo se, es un ogro. El niño comienza a reír.
-Es muy malo -dijo quejándose.
-No has comido nada, te traje esto.
-No me gusta -mirando con asco la comida.
-¿Que quieres? -acariciando su cabello.
-Leche -haciendo un puchero como lo hacía con su padre.
-De acuerdo, ahora te lo traigo.
El hombre entra a la cocina, los hombres están comiendo. Rafael con la boca llena comienza a hablar.
-¿Todavía no comes?
-Quise darle al pequeño, para que comiera pero no quiso.
-Pequeño mocoso, el guiso para él es de pobres -ríe el hombre.
-Le llevaré leche
-Sirviendo un poco y calentando en la olla.
-No le des nada, un día sin comer no es nada.
-Deja que confíe en mí, así no te molestara los días que esté aquí.
-Te has encariñado con él -ríe a carcajadas.
-No para nada -mintió.
-Solo mantenlo callado o probara mis puños.
Carlos sale de la cocina y regresa al cuarto con el pequeño.
-Toma, esta caliente -poniendo la taza en las manos.
-Gracias, eres muy amable -dando un sorbo. No es la que tomó-poniendo cara de fastidio.
-Solo hay esto, lo siento -acariciando su rostro. Tómatelo por favor, Rafael se enojara si no lo haces.
-Solo por que me lo pides tú, eres bueno -mostrando una sonrisa.
El pequeño toma toda la leche, el hombre se queda mirando la ventana.
-¿Cuando regresaré con papá?
-En dos días creo.
-¿Por qué me trajeron aquí?
¡Quiero a mi papá, lo extraño! -lagrimeando.
-No llores -dándole pequeñas palmadas en su espalda. Por dinero, escúchame Gonzalo ¿Así te llamas?
-Si, es mi nombre.
-El hombre grande al raptarte hizo las cosas sin pensar, fue por impulso.
-¿No entiendo?
-Deja de hablar escúchame, antes del viernes tu estarás en tu casa, yo haré que escapes, y regresaras con tu papa. Pórtate bien, no hagas enojar a Rafael y todo saldrá bien.
-Bueno-dijo mostrando una pequeña sonrisa.
Gonzalo confundido no entiende lo que dijo el hombre, solo sabía que se llamaba Carlos, parecía un buen chico no como los otros dos. Hablan mucho todo el día, la pasan bien hasta olvida que está lejos de su casa, se pone a jugar con él, le parece un hermano mayor.
Al día siguiente, los hombres rudos se encierran en un dormitorio, deben organizar cómo será la entrega del dinero en dos días.
-Cuida al niño, no quiero bulla.
-Si, no te preocupes.
Carlos va al cuarto donde está el pequeño, el rubio encima del colchón jugando con un carrito que él le dio, cierra con llave el lugar.
-Escúchame Gonzalo esto tiene que ser rápido, debes irte antes que se den cuenta.
-Pero tu me ibas a llevar.
Carlos escucha sirenas muy lejos de ahí, y apresura al niño.
-Debes irte ahora, no puedo salir, sospecharían, se demoraran en darse cuenta que no estas. Aléjate de la ventana -moviendo a Gonzalo, rompe la ventana con su puño y un trapo envuelto. Saca los pedazos rotos que no se rompieron bien y carga al pequeño y lo deja fuera de la casa.
El pequeño lo mira, asustado, sin moverse, petrificado nunca sale solo de su casa.
-¡No llévame, no quiero ir solo! -chillando.
-No llores Gonzalo, corre, no mires atrás, solo corre hasta que encuentres un policía y te pueda llevar con tu papá.
-P-pero -el muchacho seca sus lágrimas.
-Corre Gonzalo pronto verás a tu papá.
-Puedo llevarme el carro?
-Si, si ya vete.
-¿Nos volveremos a ver?
-Si, anda Gonzalo.
-Chau -mostrando una sonrisa.
Carlos observa corriendo al niño, ve que se aleja de la casa. Piensa que todo estará bien, pero las sirenas se escuchan cada vez más cerca.
Los hombres recién escuchan el ruido, se preocupan, salen de la habitación, tratan de abrir la puerta donde se encuentra el pequeño pero está con llave, Martín abre la puerta de una patada.
Rafael mira la ventana rota, encuentra a Rafael solo, y entiende lo que pasó.
-¡Que hiciste mierda! -dandole una patada, y tirándolo al piso.
-Lo deje escapar -jadeando, sin aun levantarse.
-¡Cómo te atreviste! -tomándolo de la ropa, y empujándolo a la pared.
-Extrañaba a su papá, además escucha las sirenas están cerca, nos van...
Rafael hecho un loco, lo lleva a la sala, lo arrastra por el piso jalándole de los pelos hasta la sala.
-Me equivoque contigo, me jodiste huevón ahora debes pagar.
-No, espera -sus ojos denotaban terror.
-No debí contratarte, eres un principiante.
Las sirenas se escuchan más cerca, Gonzalo ya había visto un policía a unas cuadras de la casa, llegaban más carros cuando lo llevaban donde su padre.
-No vas a poder escapar, ya están por llegar.
-Aquí encontraran a uno, y ese serás tú.
El otro hombre no espero y se había ido cuando escuchó más cerca las sirenas, pero lo atraparon.
Rafael sacó su arma, hizo muchos disparos. Carlos yacía en el piso en un gran charco de sangre.
El hombre se dirigía a la puerta, cuando los policías entraron, estaba rodeado todos apuntándole. No se resistió, y se lo llevaron enmarrocado.
Un policía se acercó al cuerpo, comprobando que el hombre estaba muerto.
Mientras Gonzalo miraba la ventana, sacó el juguete que el muchacho le regaló. De lejos divisaba su casa, pronto vería a su papá. Baja del carro y sin ayuda del policía, corre hasta su papá.
-¡Papá, te extrañe! -lagrimea el pequeño.
-¿Por qué lloras bebé aquí estoy? -mostrando una gran sonrisa.
Enrique se había agachado, mientras recibía un gran abrazo de Gonzalo. El padre cargó al niño y entra a la casa, le da besos hasta cansarlo. Es cuando el padre le dice que se vaya a bañar y se cambie que debe hablar con los policías.
El pequeño hace caso, mientras los adultos se quedan hablando.
-Atrapamos a dos, ahora están dando su testimonio.
-Espero que no lo suelten
-No se preocupe señor, tienen mucho crímenes por resolver -dijo un policía.
-Uno de ellos está muerto, cuando llegamos lo habían matado.
-No me importa, eso es lo que se merecen esos hombres, secuestrar a un niño. Gracias por todo debo ver como esta mi hijo.
-Si señor.
Cuando subió a la habitación del pequeño, Gonzalo se estaba cambiando.
-¿Te encuentras bien bebé?-acariciando un rulo.
-Si papá, aunque quiero ver a Carlos.
-¿Carlos? ¿Quién es Carlos?
-poniendo cara de desconcierto.
-El me cuidaba -le mostró el carrito-esto me regalo. El es muy bueno conmigo. Puedes contratarlo
-Lo siento hijo, es un criminal.
-No papá, no es malo.
-¿Cuántos hombres había en ese lugar?
-preguntó adelantándose a la verdad.
-Tres, dos mayores y Carlos. El es joven.
-¿Puede ser mi chofer?
-mostrando un sonrisa.
-Lo siento Gonzalo, la policía lo encontró muerto.
-¡No, no! -solloza el niño. Yo tengo la culpa
-El padre cargó al pequeño, meciéndolo en sus brazos.
-Tu no tienes la culpa bebé, él era uno de los secuestradores.
-No-pateando a Enrique. ¡Suéltame! -chilló más fuerte.
-Gonzalo cálmate, yo se lo que te digo. ¡soy tu padre! -el pequeño miraba con odio a Enrique.
-¡No sabes nada! -grito. La policía no sabe nada -dijo más calmado. Carlos hizo que me escape. El me protegía de ese hombre malo.
-¿De quién Gonzalo? -mirándolo a los ojos.-Rafael, así le decían. El me pegó el primer día. Carlos me defendió.
-De acuerdo, veré que puedo hacer.
-Pero si está muerto, nada puedes hacer por el-mojando la camisa de su papá.
-Si puedo, si dices que te trato bien investigare porque se metió en ese lío.
-Gracias papá.
El padre abraza al niño, aunque Gonzalo vuelve a llorar.
-Verte llorar me hace pensar que no estas feliz de verme de nuevo-mirando de forma triste al rubio.
-No es así, solo que estoy triste.
-Si lo se, ya pasara bebé -dándole besos en la nuca.
Los días pasan, y Gonzalo vuelve a ser el niño sonriente que siempre fue. Víctor sigue siendo su chofer, Rafael y Martín los secuestradores están en la cárcel purgando una condena de veinticinco y quince años respectivamente.
Rafael por la muerte de Carlos, por robos con arma blanca y tenía otro juicio por homicidio.
Enrique se enteró luego de unas semanas, que su hijo decía la verdad. Carlos se metió en un asunto equivocado por un problema de dinero que tenía, su hermano menor estaba enfermo necesitaba operarse y recurrió al negocio más fácil.
El señor decidió decirle al pequeño la historia de Carlos, el niño se encontraba jugando con un avión.
-Gonzalo
-Sí papá -mirando al hombre a quien tenía cerca.
-Pude conocer a la familia de Carlos
-En serio -dijo el pequeño sonriendo.
-Vivía con su abuela y su hermano menor. Su hermano estaba enfermo.
-¿Ya no lo esta?
-No hijo, le di el dinero para la operación que necesitaba y dinero, suficiente dinero para que vivan bien -Gonzalo corría a sus piernas, y lo cargo.
-Eres muy bueno papá -tocándole el cabello a su papá, y dándole un beso en la mejilla.
-¿Ahora si me quieres? -acariciando su cabello.
-Nunca he dejado de quererte, siempre lo haré -mostrando una gran sonrisa. ¿Porqué ayudaste a su familia? -pregunto poniendo su cabecita en el cuello de su padre.
-Ese chico te trato bien y eso era lo mínimo que podía hacer, solo quiero que entiendas que escoger el camino fácil no siempre es lo más indicado.
-Sí, papá -mientras lo echaba en la cama, y lo arropaba.
-Hora de dormir -dándole un beso en la mejilla.
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¡Hola! :3
Está pasando el tiempo muy rápido, la razón para esto es que sino alargaría demasiado esta primera parte. Dije hace poco que tendría 20 capítulos, revisando de que trataría cada capítulo decidí agregar un capítulo más.
Hagan comentarios, ¿Qué tal les ha parecido la historia hasta ahora? (:
Hice unos cambios en el capítulo, creo que está mucho mejor. :p
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