Capítulo 5: ¿Qué Está Pasando?

Un horrible dolor tanto de cuerpo como de cabeza se apoderó del ser que constituía a Amelie, haciendo que su mente se sintiera nublada y perdida a la vez, casi como si se estuviera despertando de una noche de borrachera. No paraba de sentir como si todo en su interior retumbara con gran intensidad, llevándola a sentir que parecía que una bomba en ella estuviera a punto de estallar.

Casi en automático, la chica decidió reincorporarse mientras se sobaba y quejaba de las molestias que estaba sintiendo. Volvió a repasar lo ocurrido aquella noche, aunque la verdad es que en ese momento no estaba en condiciones de pensarlo demasiado. Apenas logró recordar su escape y su caminata por el bosque, olvidando gran parte de lo ocurrido dicha vez, pensando que todo había sido otra horrible pesadilla. Todo había sido demasiado real. Su escape, su trote por la colina y su caminata por el bosque se sintieron demasiado reales para su persona, sintiéndose casi como algo real. Sin embargo, había una cosa específica que había llamado su atención, siendo esto lo que más la sobresaltó de todo el sueño y, a la vez, lo que le hizo identificar que nada realmente había pasado, tranquilizándola e inquietándola de cierta manera extraña. El esqueleto.

Y aún así pesar de que era algo demasiado fantasioso para ser verdad, era lo que más real había sentido.

Cuando terminó de realizar la acción previamente mencionada, comenzó a percibir la presencia de una luz que lentamente se apoderaba del entorno y de su silueta, cosa a la que respondió al mismo tiempo estirando sus brazos y torso como buscando ser recorfortada con estos movimientos en el calor de su colchón. Sin embargo, pronto se dio cuenta de un extraño detalle: su cama no se sentía como tal. Se sentía como otra cosa... ¿Como tierra?

La joven comenzó a abrir más sus ojos y a hacerse más consciente de lo que estaba pasando, haciéndose el lugar cada vez más claro para su mente. Se encontraba en un terreno pedregoso con una que otra raíz esparcida por el piso que parecía haber sido sacado de una película de Tim Burton cuyo nombre había olvidado hace tiempo, percatándose mientras subía su rostro lentamente de cómo el sol comenzaba a acariciar los tejados y paredes de las humildes casas de Paihuén. Examinando un poco más su entorno volteándose alzando la mirada, logró distinguir detrás de sí un gran y extenso conjunto de árboles oscuros similares a los de la especie de alisos andinos que conformaban un bosque, el mismo que sentía que había soñado en su última pesadilla. No obstante, había algo que no le cuadraba del todo. Si todo había sido producto de su imaginación, ¿cómo se suponía que había llegado hasta allí? ¿cuánto tiempo llevaba en el exterior?

...¿Realmente se había tratado de una pesadilla?

El golpe de realidad le cayó a la joven como si fuera un balde de agua fría, quedándose pálida en un instante. No solo se encontraba sola en la intempérie, sino que estaba a punto de amanecer por completo y no se encontraba en casa. Definitivamente Larissa la iba a matar si es que no la encontraba.

Sin pensarlo una segunda vez, la chica se incorporó como pudo y, tratando de ignorar a toda costa el dolor experimentado, comenzó a dirigir sus pasos lo más rápido que pudo para así llegar a su casa lo antes posible, preocupándose de esto tan rigurosamente que ni siquiera se dio cuenta de gotas de sangre seca que ahora se mostraban en la parte posterior de su cabeza. Y luego de unos minutos que a ella se le hicieron apenas segundos, la chica finalmente logró llegar hasta la entrada de su hogar, topándose con la puerta que logró abrir sin mayores percanses, pero estando totalmente agotada y casi sin aire a la vez que la poca saliva que tenía le ardía por montones, algo debido al estado en que la había dejado la noche anterior.

Cerrando la puerta nuevamente detrás de sí lo más delicadamente que pudo considerando sus temblorosas manos, la joven respiró profundo y comenzó a caminar nuevamente al baño tratando de controlar como podía tanto su respirar como sus ansiedades, pues le era imposible sacar de su cabeza todos los pensamientos que tanto la poseían.

Al llegar al sitio previamente mencionado casi inconscientemente, la chica comenzó a examinar su cuerpo y a lavar los lugares que requerían su atención sin llamar la de los habitantes de la casa. Rodillas raspadas, moretones sobre todo en su parte posterior del torso y suciedad en gran parte de su piel y vestuario aparecían en mayor cantidad cada vez que revisaba una nueva zona, aumentando progresivamente su preocupación. Intentó de todo para quitarse dichas delatoras señales, pero simplemente cada vez que terminaba con una, otras dos más aparecían en un lugar cercano. Parecían no tener fin.

-¿Qué estás haciendo? -escuchó detrás de sí repentinamente.

La muchacha dio un salto acompañado de un gritito mientras se daba la vuelta en actitud derrotista. La habían descubierto.

-A-ah, pues, yo... Espera ¿Abuelo?

-¿Quién creías que era? -dijo con una ligera risa saliendo de entre sus dientes.

-¿Cómo me escuchaste?

-¿Crees que eres la única que se oculta de la abuela? Es linda, pero esa mujer da miedo a veces...

-Lo sé -respondió con un resoplo-. ¿Qué ibas a hacer, entonces?

-¡Eso debería preguntarte yo a ti, jovencita! ¿Dónde estuviste?

-Pues... quería saber si lo del campamento maldito era cierto.

El anciano soltó una risa.

-¿Y qué encontraste? -la interrogó incrédulo.

La chica no sabía qué contestar.

-...Nada. -resolvió al final de la situación, mintiéndole.

Era cierto que su edad era avanzada, pero también lo era que sabía identificar cuándo alguien le mentía en su cara. Sin embargo, no quería que su nieta se sintiera amenazada al no conocerla demasiado. Él sabía lo que era sentirse amenazado, por lo que sencillamente decidió hacerse el desentendido.

-Lo siento.

-No, descuida. Está bien.

En ese momento, un pequeño silencio incómodo se presentó en el ambiente, dejando a ambos sin saber qué más decir. Al final, él fue quien tomó la iniciativa.

-Tu salida fue un poco accidentada, al parecer -evaluó examinándola de pies a cabeza con una mirada reflexiva.

-Sí...

Al asegurarse de que lo que había supuesto unos momentos atrás era algo cierto, el hombre se preocupó más por el estado de su nieta, invadiéndole un ligero sentimiento parecido a una voz interior que le motivaba a preguntar más sobre lo ocurrido. No obstante, lo que más deseaba era que pudiera estar en confianza con él, por lo que con un pesado exhalar, simplemente lo dejó pasar.

-Tranquila. Tú continúa con lo tuyo, que yo me quedaré afuera para asegurarme de que la abuela no se entere -sugirió guiñándole un ojo- ¡Igual que en los viejos tiempos!

Al escuchar esto, la chica no pudo responder con más que con un nuevo alivio, aún cuando no sabía exactamente a qué se refería cuando comparaba el momento con "viejos tiempos", aunque decidió simplemente dejarlo pasar al no parecer un comentario de importancia. Después de todo, el secreto de su salida estaba a salvo.

-Gracias por eso.

-No hay de qué, mi niña. Avísame si es que necesitas ayuda en algo más -dijo retirándose para dejarla sola-. ¡Cuídate!

De repente, a la muchacha se le vino una idea importante a la cabeza.

-¡Espera! Bueno, sí hay algo...

-¿Qué cosa?

-...¿Te puedo llamar de alguna otra forma además de "abuelo"?

El hombre pensó un poco antes de responder.

-Preferiría que me siguieras llamando abuelo, pero si lo prefieres... soy Juan Segundo, para servirte.

Apenas la puerta se hubo cerrado nuevamente, la mencionada Amelie continuó con arreglarse lo más que pudo dentro de su estado con la finalidad de que el secreto siguiera quedando entre ella y el anciano. Ahora con más calma, ya sentía que los rastros físicos que había dejado en ella la noche anterior se iban desvaneciendo finalmente. No obstante, los mentales seguían marcados tan a fuego en su ser como cuando volvió su consciencia. Su mente se había convertido en una masa amorfa de distintos pensamientos.

Con todo esto revoloteando en su mente como aves queriendo escapar de sus jaulas sin coordinación o un plan aparente y tratando de mantener la misma supuesta tranquilidad que había conservado hasta entonces, la joven, habiendo terminado de asearse, abrió la puerta custodiada por el abuelo y, tras agradecerle otra vez, volvió de puntillas a su habitación con toda la intención de volver a su cama antes de que la descubriesen, algo que logró con éxito y que le hizo suspirar con alivio.

De repente, un ruido se escuchó detrás de sí, algo que le hizo pensar que se trataba del viejo nuevamente, por lo que se volteó hacia la puerta sin mayores preocupaciones en la cabeza.

Se paralizó al ver que esta vez era su abuela.

-¡A levantarse, hoy debo...! -exclamó la anciana al entrar en la habitación creyendo que su nieta aún dormía en su cama pese a la hora que marcaba el sol.

No sabía lo equivocada que estaba al suponer aquello.

-¡Ah! ¡B-buenos días, Larissa! -proclamó la joven sonriente, intentando por todos los medios de que su abuela no sospechara que algo más había ocurrido fuera de su presencia.

-Es La... Un momento, ¿me llamaste por mi nombre?

-Sí, ¿por qué?

-¿Y estás levantada?

-¿Algún problema con eso?

-...N-no, nada -fue lo único que pudo decir la mayor en ese estado de extrañeza. -...¿Estás bien?

-¿Disculpe?

-...No importa -dijo tratando de cambiar el asunto de la conversación-. Necesito que esta semana te quedes en casa. Tu abuelo debe trabajar y yo tengo trámites que hacer.

-¿Por qué él sigue trabajando? Debió haber jubilado hace rato.

Al parecer, la chica era más atenta de lo que pensaba.

-No te importa ese asunto.

Por un momento, pareció abrirse un poco de su grueso caparazón. Incluso parecía arrepentirse de haber sido tan dura con ella, por lo menos en esa ocasión.

-...Le... gusta, simplemente. No ha sido capaz de dejar su trabajo desde que dejó de ser soldado.

Sabía que se estaba metiendo en territorio peligroso, pero le intrigaba mucho saber sobre él. Casi no habían hablado, pero ya sentía cierto afecto por el viejo.

-¿Y eso por qué?

-Fueron... años difíciles para todos.

-¿Pasó algo?

-Es complicado...

-¿Tiene que ver con mamá?

La mujer comenzaba a sospechar que esa charla podía tener otras intenciones más allá de las aparentes, por lo que decidió desviar el tema nuevamente para evitar tener que responder preguntas que no estaba preparada para decir en voz alta, y mucho menos que se metiera en el pasado del abuelo. O que lo hiciera con la relación que había tenido con su hija hace tantos años...

-Primero vístete, que ese abrigo no lo va a reemplazar. Sobre todo necesito que hagas el aseo y el orden de la casa, te encargues de la ropa y prepares la once para cuando volvamos -dijo volviendo a su tono de siempre, el cual, curiosamente, esta vez se notaba más forzado en ella de lo usual. Como si estuviera ocultando algo-. Sigo esperando que no te hayan consentido demasiado.

En cierto modo, Amelie estaba decepcionada de que el actuar frío de la abuela hubiese vuelto.

-...Sí, Larissa.

-Bueno, debo irme. Dejé el desayuno listo, para que no te vayas a morir de hambre. Por muy consentida que estás, se nota que casi te tienen en los huesos allá -dijo señalando la zona media de la adolescente.

-Ummm... ¿Está bien?

-¡Ah! Y... Cumplida esta semana, no tendrás que trabajar tanto en casa. Trataré de encargarme yo dentro de lo posible, solo... -hizo una pausa como pensando en sus palabras-. No vayas al bosque, ¿sí? Y tampoco te metas en problemas.

La muchacha se quedó pensándolo. Quería cumplirlo, pero una parte de sí le decía que no podría mantener dicha promesa. Solo le quedaba mentir.

-...Está bien.

-Más te vale no ser como tus padres. Suerte.

-Gracias, ab-Larissa.

-Bien, nos vemos.

-Chao...

Y luego de eso, la mayor se retiró tanto de la habitación como del hogar, curiosamente haciendo mucho menos ruido que en días anteriores y habiendo realizado menos comentarios agresivos, como si su mente no estuviera del todo presente. O como si, aunque no estuviese de acuerdo con ello del todo, se diera cuenta de que se había ablandado ligeramente su corazón. O tal vez solo era su imaginación. Era cierto que en un inicio detestaba la idea de quedarse en casa siguiendo órdenes y deberes que hacer, pero quizás era lo mejor para ella tomando en cuenta lo que vivió. Necesitaba tiempo para procesar todo. Y también para distinguir lo real de lo ficticio. Quizás eso era lo mejor, después de todo.

Y habiendo salido finalmente del hogar, la anciana no pudo hacer más que apoyarse en la puerta para cerrarla, dando un ligero resoplo y reflejando una ligera expresión de angustia en el proceso. Acto seguido, el bolsillo de su abrigo comenzó a vibrar con intensidad, siendo esto una llamada de su teléfono proveniente de un número desconocido. La mujer solo suspiró antes de contestar y, poco después, colgar.

-Voy en camino, espérenme allá.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top