Capítulo 1: La Pesadilla
(Créditos a Koa_M85 por la Lectura Beta. ¡Gracias!)
Por fin habían llegado las vacaciones de verano, haciendo que la alegría se presentara en todos los rostros de toda la ciudadanía del país, pues los niños ahora podían descansar de las que consideraban "difíciles y agotadoras" evaluaciones escolares, mientras que los adultos, a pesar de seguir en su época laboral, al menos tenían la tranquilidad de olvidarse del ajetreo provocado por los colegios de sus hijos, generalmente por complicaciones con cosas como el transporte, los materiales destinados a trabajos, las tareas u otros motivos. Los mayores eran quienes menor diferencia notaban por este cambio, pero era algo entrenecedor ver cómo sus espíritus se avivaban al tener la hermosa esperanza de tener la oportunidad de tener más visitas de sus seres queridos.
Todas las casas se encontraban en una situación similar, gozando del creciente calor de la estación y de la felicidad que les estaba por llegar. Todas, menos la de Amelie.
La chica de cabello negro no podía hacer más que mirar con cierta molestia a los pequeños que jugaban dichosamente bajo el cielo de un atardecer agonizante en la calle, envidiándolos al ver que ellos sí la pasarían bien en los meses venideros, pensando así únicamente en el aburrido, pero inevitable panorama que le esperaba: los meses de Enero y Febrero, incluyendo a los primeros días de Marzo, en el hogar de sus abuelos maternos, ubicado en un pequeño pueblo en algún lugar al sur de la capital a mitad de la nada. Ni siquiera sabía con exactitud dónde se encontraba el sitio al que iría, mas por la apariencia del equipaje que su madre le dijo que preparara, sentía que podía inferirlo. Eso o se preocupaba demasiado por ella.
Sus artículos de viaje se resumían meramente en dos cosas. Primeramente, en una maleta de ruedas donde guardaba toda su ropa, que se componía principalmente de poleras de mangas largas, dos chaquetas de mezclilla, una parka con gorro, un chaleco de lana, pantalones y jeans cómodos, zapatillas claras y oscuras y, por si ocurría algún evento especial, un vestido de otoño/primavera hasta las rodillas color azul rey y un par de botas de charol negras con adornos y toques dorados. Además de todo lo previo, llevaría un obvio y amplio conjunto de ropa interior, camisetas y calcetines. Ya habiendo llegado allá compraría las cosas que le hacían falta.
Por otro lado, contaba con una mochila de espalda donde portaría sus objetos personales, que vendrían siendo una billetera con ahorros correspondientes a cerca de cien mil pesos en efectivo, sus libros del momento (que correspondían a novelas de terror y de misterio), algunos peluches que usaba de niña y que ocupaba como ambientación para sentirse en mayor calma (y, por más que le costase admitirlo, también había noches en que dormía abrazada a ellos por este mismo motivo), su parlante, sus audífonos, su teléfono y cargador y, lo más importante para ella, sus diferentes tipos de lápices grafito, gomas, sacapuntas y carboncillos, todo lo cual había sido un regalo por su cumpleaños de parte de sus padres, que venía junto con un nuevo cuaderno de dibujo que también traería consigo. Sin embargo, aun llevando todo esto, el viaje no era una idea que le agradase. Al contrario, solo decidiría llevar esto como un kit básico para no morir de asco por una falta de higiene o de aburrimiento por una falta de cosas que hacer. Todavía no había partido hasta allí y ya quería que todo acabara lo más pronto posible.
De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta a sus espaldas siendo abierta.
-Amelie, ¿ya tienes tus cosas preparadas? -dijo su mamá entrando en la habitación.
-Sí, ya terminé -respondió la joven con desagrado e indiferencia.
La recién llegada solo suspiró.
-Amor, ya sé que no tienes ganas de ir a la casa de tus abuelos, pero ya te dijimos que no puedes quedarte con la hermana de tu padre.
-¿Y por qué no? Ya sabes que me puedo cuidar bien con ella.
-Por favor, hija. Sabes que está pasando por una mudanza complicada, no podemos hacer más difícil su trabajo.
-Puedo ayudarla con eso, ¡pero no quiero quedarme con ellos por todo ese tiempo!
-Entiéndelo, ya no pudo ser. Tiene sus ocupaciones y nosotros las nuestras. Además, tus amigas también tendrán que partir a otros lugares.
-¿Y por qué no puedo ir con alguna de ellas?
-¿No que habías dicho que ya no eran tus amigas?
-¡Bueno, prefiero acompañarlas a ellas antes que ir hasta allá sin conocer a nadie!
La mujer siempre se había caracterizado por tener una paciencia considerada prácticamente de santa. No obstante, habían momentos (pocos, pero los habían) en los que esta se esfumaba, dando como resultado el surgimiento de su "lado b". Pocas eran las personas que lograban hacer que esto pasara, y su hija era una de ellas.
-No.
-¿Por qué?
-¡Porque no te dejaré ir sola a lugares desconocidos donde te pueda pasar algo! Nuestra única opción es dejarte con mis padres.
-¿Y por qué me dejas con ellos, entonces? Nunca he visto donde viven personalmente.
-¡Porque está decidido y punto! ¡Por lo menos yo sí sé a lo que vas, a dónde vas y qué personas estarán cuidándote!
-¿Pero qué puede haber de interesante allá?
-¡No lo sé, averígualo tú misma!
Tras esta afirmación, la joven quizo gritarle algo a su contrincante en aquella conversación. Sin embargo, rápidamente comprendió que si lo hacía las dos terminarían mal, estando la otra herida y ella arrepentida y posiblemente castigada. Por ello, resopló con un aire de resignación para reprimir y apaciguar de este modo su impulso, pues finalmente comprendió que su situación, por más que lo intentara, no podría cambiarse.
-...¿En serio no puedo quedarme con nadie más?, ¿ni siquiera con ustedes?
-Ya lo preparamos todo, amor. Además, contario a tu caso, nuestras vacaciones no duran tanto como las tuyas. Sabes que odiamos la idea de dejarte sola.
-..Está bien -resolvió finalmente.
Su progenitora al verla, se conmovió, razón por la cuál se le acercó abriendo sus brazos para abrazarla, cosa a la que la joven no se resistió.
-Lo siento, mi niña. No hay nada que podamos hacer a estas alturas. Sin embargo, te prometo que el tiempo que estés allá se te pasará muy rápido. Ya verás como pronto estarás de nuevo en casa.
Para su lamento, no hubo respuesta ante esta declaración, por lo que decidió que quizás lo mejor sería dejarla sola por un momento, pues al día siguiente comenzarían el rumbo a su destino, llevándola a deshacer el abrazo al que ambas estaban sujetas y alejarse lentamente hasta llegar por donde había entrado, ocultándose detrás del mismo y asomando la cabeza para ver la expresión derrotada de su hija.
-La cena estará lista en cinco minutos. No es necesario que bajes si no quieres -dijo justo antes de irse, cerrando así la puerta de la habitación.
Luego de unos segundos tras haber vuelto a su soledad, Amelie se volvió nuevamente hacia su ventana, tratando de adentrarse nuevamente en sus pensamientos. No obstante, mientras observaba cómo luego de haberse escondido el sol los pequeños regresaban al interior de sus hogares, se percató finalmente de que el sentimiento más presente en ella de todos los que tanto la embriagaban tenía un nombre específico, pues a pesar de que la frustración y la impotencia que sentía eran fuertes, no podía evitar sentir, a pesar de que su orgullo le impidiese admitirlo, una enorme ansiedad por tener que convivir con personas que solo había visto un par de veces en sus ya diecisiete años, siendo esta la principal razón de su persistente negativa además de los niveles de lejanía y de desconexión con los que le habían dicho que contaba la zona.
Cierto era que había oído algunas historias de las vidas de los padres de su madre por parte de sus familiares, pero sin importar cuántas veces le dijeran que su abuelo fuese un militar veterano condecorado por una guerra de la que siempre olvidaba sus fechas o que su abuela durante el mismo transcurso de la misma fuera la primera mujer de medicina de su pueblo y de toda la región, seguía sin considerarlos parte de su familia. Nunca había establecido un verdadero vínculo afectivo con ellos.
¿Qué tanto podía confiar en sus abuelos?
¿Podría por fin conocerlos verdaderamente después de años de no haberlo hecho?
¿Qué tan sola se sentiría en realidad?
Mientras más pensaba en estas cosas, el sueño más poder iba adquiriendo sobre su ser, ganando progresivamente la batalla que estaba enfrentando contra sus párpados, haciendo que estos fuesen cerrándose cada vez más. Aún cuando tenía una leve sensación de vacío en el estómago que intentaba apoyar a mantenerla despierta, sus ganas de tenderse en cama iban incrementando a medida que los segundos y minutos transcurrían, siéndole de este modo casi imposible seguir pensando en sus cosas. Al final, la chica de pelo corto declaró que no podía pelear más contra este monstruoso cansancio, cediendo finalmente ante este, que ahora se apoderaba de ella llevándola a cerrar sus delgadas cortinas, destender pesadamente su cama y, sin preocuparse de dejar listas lo demás que requeriría al día siguiente o de cambiar su ropa del día a un pijama más cómodo para dormirse, a acomodarse en su interior sin más dilación oscureciendo su mirar, cayendo finalmente en los brazos del dios Morfeo.
***
Repentinamente, la inquietud atacó sin piedad la mente de Amelie, provocando como consecuencia la interrupción del dormir en que se había sumergido hacerla moverse de un lado a otro para intentar recobrar su estado anterior, tras lo cual, al ver que no daba resultado alguno, decidió sentarse para dirigirse a preparar lo que necesitaría para su viaje, mas grande fue su sorpresa al darse cuenta de que no se encontraba en su habitación, sino que en un lugar totalmente desconocido.
Su escenario actual se percibía como un terreno de lo que parecían ser las difusas siluetas de rocas y tierra, aunque no podía distinguir si el sitio se trataba de un camino o de una planicie llana. Examinando un poco más su entorno, descubrió que su alrededor no era nada más que el reino de la oscuridad y el silencio en su máximo esplendor, ya que no se podía percibir nada más lejano a unos pasos de donde estaba ni ningún otro ruido que no fuese el producido por su respiración. Lo más extraño de todo era que, aún con todo lo anterior, sentía la extraña sensación de hacérsele un lugar tranquilo y familiar pese a estar en él por primera vez.
Estos eran sus pensamientos cuando de repente el silencio de aquel sitio comenzó a apagarse, dando paso a sonidos de bajo volumen, provocando que la curiosidad le ganase a la chica y que mirara detrás para ver la razón de este fenómeno. Los que se oían como susurros se convirtieron en murmullos, al mismo tiempo que una luz creciente en intensidad se iba acercando poco a poco a su posición, llegando a un punto en que esta llegó a casi cegarla por ello, algo que no impidió que afinara su visión para resolver el misterio, percatándose de que se trataba de una numerosa multitud de personas aproximándose lentamente.
Cuando por fin se dio cuenta de lo que emitía aquella luz y aquellos sonidos, no pudo evitar arrastrarse hasta el grupo tanto como lo permitían sus músculos con la intención de pedirles ayuda y una explicación de cómo había llegado allí y si había una forma de salir de aquel misterioso lugar. Desafortunadamente para ella, esta situación hizo que en un momento la chica pasara a llevar varias piedras, generando un eco que resonaría en todo el lugar, delatando su presencia y llamando la atención de dicha gente, cambiando su volumen de voz a uno de gritos desesperados, aumentando a su vez su velocidad de andar mientras reclamaban que regresara y que la atrapasen. Definitivamente se estaban refiriendo a ella. Y no de una buena manera.
Sin pensarlo dos veces, la joven se incorporó rápidamente y, ya estando de pie, se echó a correr sin más para distanciarse lo más posible de sus perseguidores. Las exclamaciones contra ella aumentaban de volumen y la iluminación que portaban se hacia más brillante con cada nuevo paso que daba, reclamándole que se detuviera y que les entregase al monstruo para deshacerse de él de una vez por todas. Sus ideas la comenzaron a distraer, haciéndola involuntariamente voltear su cabeza hacia atrás. ¿De qué monstruo estaban hablando?
No era momento de pensar en ello, pero ya era demasiado tarde para retomar su concentración en correr, pues justo después de volver a fijar su mirada en el camino, se dio cuenta de la presencia de alguien o algo justo frente a ella, cosa que le dio una sorpresa tal que le hizo frenarse en seco a la vez que trataba de no caer por lo repentino de su movimiento, arrastrando algunas rocas y levantando el polvo de debajo de sus pies. Acto seguido de haberse detenido por completo, le volvió a ganar la curiosidad, suceso por el cual tuvo el reflejo de levantar la vista para poder percatarse de quién o qué la había parado: una figura esqueletal perfectamente erguida cuyo cráneo apuntaba hacia el suelo, mostrando así la parte superior de este, algo que hacia sugerir que no reaccionaba a nada de lo que ocurría en ese momento. Sus ojos no podían dar crédito a lo que estaban viendo.
Luego de unos segundos de esta sorpresa inicial, los gritos de la muchedumbre detrás de ella se sintieron más fuertes que nunca, haciendo que la muchacha tomase la iniciativa de seguir con su carrera para escapar de una vez de ese horrible y extraño lugar. No obstante, justo antes de pudiese rodear por su diestra a aquel ser, este reaccionó.
De un momento a otro, él agarró su brazo de manera rápida para detenerla nuevamente, provocando su congelamiento y que el rostro de la corredora adquiriera un tono exageradamente pálido al percatarse de su situación, cosa que le llevó a dirigir su mirada al huesudo cuerpo que la retenía. Finalmente, el esqueleto alzó lentamente su cabeza con respecto a su posición inicial mientras la giraba hacia su derecha, quedando ambos frente a frente. La multitud ahora se encontraba únicamente a unos metros de ellos, haciendo esto que la aterradora criatura pudiese pronunciar únicamente una frase antes de que los alcanzaran:
-Nos vemos pronto, señorita Amelie.
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