Capítulo 8: Confusa locura
¡Hola a todos! Me alegro de estar aquí, esta vez no tarde dos meses... vaya días pasé. Aquí estoy con la continuación, que para variar me ha salido algo larga. Espero que no os aburráis.
Antes que nada, como siempre, agradezco a todos los que leen y votan, también a aquellos que apuntan la historia en sus favoritos. Un saludo especial a los que comentaron: user80117230, amigas22 y StarOfDead quienes me animaron con sus comentarios, también me hicieron reír y lo agradezco. Suelo comentar por el capítulo anterior pero también mencionaré a yiyi004, con quien tuve una gran charla por comentarios y a la cual ánimo con su sueño de diseño.
Dicho esto, espero que aparte de que puedan leer lo que dedico os entretengáis con esta parte. Un gran saludo a todos, ¡pasad buena semana!
~Yugi~
El viento se mostraba frío, una nube densa de niebla avecinaban problemas. Aquella noche tuve un mal presentimiento, deseando que fuesen imaginaciones mías, seguí mi camino. Los edificios mostraba un gris que hasta ahora nunca había percatado, usualmente solía ir despistado por las calles, hoy en día, solo quería llegar al instituto. El sonido del aire colándose por entre las hojas de los árboles distaban mucho de ser como siempre. Si ciertamente existiese la magia, apostaría mi nombre por un mal infortunio. Pareciera que el mundo quisiese mandar un mensaje silencioso de caos.
Llegué con rapidez al patio del instituto, para mi sorpresa, poca gente había en él. A estas horas las personas seguían pegándose entre sí para evitar entrar en el lugar, no era este el caso. Otra señal que, al menos en estos momentos, erizaban los pelos de mi cuerpo. Suspiré cansado al llegar a clases, me mostraría tranquilo si no fuera por los murmuros y la nula mirada de Cancerbero. ¿Mis sospechas eran ciertas?
Él... no estaba aquí.
─¡Yugi! Buenos días. ─sonreí a Tristán, quien se acercó con cuidado de no asustarme (me iría conociendo ya, a estas alturas normal) y de saludar con cortesía─. ¿Te pasa algo? Estás algo pálido.
─Ah, no. ─¿en serio? ¿Tan preocupado estoy? O tal vez sea el frío invernal que me ha atacado de camino─. Solo vengo algo rápido, me habré cansado pronto.
─Supongo que sí... ─dio una risa, hoy lo veía más contento de lo habitual─. Por cierto, ¿qué tal va tu operación navideña?
─Bueno, ahí va. Vamos a tener que reunirnos sí o sí. ─alcé los hombros, a veces prefería no pensarlo─. ¿Vosotros seguís con la idea de la cena?
─Sí, vamos a juntarnos todos. La oferta sigue en pie, te puedes reenganchar cuando quieras.
─Lo agradezco. ─sonreí, realmente lo hacía pues nunca hice amigos con tanta rapidez.
─Este año creo que, por suerte, no haremos nada especial para navidad.
─¿Eh? ─¿me he perdido algo?
─Ya sabes, se suelen hacer eventos... Por festejarla el día.
─No sabía... ¿y por qué no se hace nada? ─espero no ser yo el gafe. Justo este año.
─Bueno, la idea era hacer una obra de teatro. El guión fue escrito por alumnos, pero ha habido muchos problemas para reunir materiales, sitio, vestimentas... y se ha pospuesto. ─cabeceó, no sé si él quería participar o estaba afligido─. Parece ser que no dará tiempo.
─¿Pospuesto? Pensé que directamente se había cancelado.
─Hasta ahí ya no llego. ─se acarició el cabello, riendo de manera nerviosa─. Por cierto, íbamos a salir esta tarde. ¿Te vienes?
─¿Hoy? El abuelo me pidió ayuda en la tienda... con estas fechas señaladas la gente hace compras a última hora y no da abasto.
─¡Ah! Entiendo. Otro día será entonces.
─Claro. ─la conversación se zanjó con una sonrisa. Admitía sentir aprecio por este chico, no obstante, con el paso del tiempo parecía estar más nervioso y cabreado. Algo no debía funcionar en su vida... ¿pero qué? En estos casos siempre desearía tener poderes mentales o algo por el estilo para poder ayudar.
Las clases pasaron tan tediosas como siempre. El día cambiaba con el tiempo, cuanto más me acostumbraba a la mirada intensa de Cancerbero, más notaba su ausencia cuando no la tenía encima. ¿Por qué me preocupo tanto? Siento la necesidad de saber su estado, al fin y al cabo, si le pasó algo fue por mi culpa. Él estaba por la calle a esas horas mas fue a raíz de acompañarme a casa. Necesitaba acallar mi conciencia, me instaba a saltarme clases e ir a su casa a preguntar. Cosa que también estaba mal, mis padres no pagan poco por este instituto, no puedo desaprovecharlo.
A la salida, siendo eternizado por el paso de las agujas del reloj obrando en mi contra, fui hasta la tienda de mi abuelo. Hoy tenía que ayudarle a organizar cosas, no obstante, mientras sostenía el pomo de la puerta de entrada suspiré.
Debo hacer caso a mi corazón.
─¿Abuelo? ─entré dentro, el hombre se hallaba colocando unos juegos de mesa.
─¡Yugi! ¿Qué tal tu día?
─Bien. ─susurré bajo─. Sé que te prometí ayudarte pero... ¿podría irme un momento para visitar a alguien?
─Pareces preocupado. ─me miró con seriedad, bajándose de la escalera donde se situaba para alcanzar el estante de mayor altura─. ¿Es algo grave?
─No, no. Voy a comprobar de hecho que todo está bien. ─sonreí, espero que pudiese entender mi necesidad a pesar de la falta de datos. Si le hablase de Yami, me impediría ir. Nadie en esta ciudad parecía pensar bien de él.
─Está bien, haz lo que debas.
─Gracias, intentaré volver cuanto antes para echarte una mano. ─el hombre le restó importancia diciendo que no necesitaba a la juventud. Me apoyó con una sonrisa y me abrió la puerta de la tienda para que saliese─. Adiós abuelo.
─¡Ten cuidado! ─sonreí y me alejé corriendo tras dejar las cosas. En la distancia recorrida, atiné a escuchar sus palabras lejanas entre risas─. Vaya nieto tengo... es todo un terremoto.
Fui con cuidado ya que tenía la dirección ligeramente borrosa, exactamente no me sabía bien el camino. Tras dar varias vueltas más de las necesarias y tener que acudir a preguntar, de tanto en tanto, conseguí llegar a mi meta. La casa era realmente llamativa gracias al jardín cuidado que tenían. Toqué el timbre con cierto nerviosismo, mi mente me gritaba que si debía huir, de hacerlo, tenía que ser ahora.
─¿Sí? ─escuché al otro lado del telefonillo. Tragué saliva con cuidado y me atreví a decir mi nombre─. ¿¡Yugi!? ¡Un momento!
Escuché un sonido bruto que me hizo hasta dar un respingo, mi actitud asustadiza en todo su poder, como siempre. Al de unos segundos Lyra apareció feliz en la puerta, corriendo hasta la exterior para abrirme y poder sonreírme con felicidad. Sabía que esta mujer tenía mucha fuerza y alegría, sin embargo, el día de hoy parecía haberse vuelto hiperactiva.
─Hola... siento venir así de repente.
─¡No pasa nada! Entra, tenía ganas de verte.
─¿Ah sí? La última vez no fue hace tanto...
─¡Da igual! Me gusta hablar contigo la verdad.
─¡Cariño! ─escuché una voz fuerte, de varón, me sonaba de haberla oído en otra parte. Aknamkanon salió a la puerta de la entrada, su rostro corroboraba que en esos momentos no se encontraba en su esplendor de alegría. Se veía de fondo una breve humareda y una caja tirada─. ¿Cómo se te ocurre soltar eso así?
─¡Había venido Yugi!
─¡Solo tenías que esperar a que lo agarrase bien!
─¿Qué más da? ¡Son solo trastos viejos!
─Aun así... ─el hombre suspiró, pareciera decir por lo bajo que su mujer no tenía remedio. Incluso con esas, acabó sonriendo con cariño, regalándole una mirada tierna y llena de amor. Según mi opinión, esa actitud fue lo que le enamoró a él y hoy debe de haberlo recordado con cariño─. Bueno, da igual, ¿por qué no pasáis?
─¡Porque me has entretenido! ─sonrió y se dirigió a mí, a veces, admitía que su comportamiento parecía algo oscuro cuando se acercaba de esa manera─. ¡Entremos! ¿Tienes hambre? Hoy tenemos bizcocho. ¡Lo he hecho yo!
─¿Siempre tienes dulces a mano? ─pregunté con una sonrisa.
─¡Por supuesto! Me gusta cocinar.
─Yo te recomiendo no probarlo. ─susurró el hombre cuando pasamos a su lado.
─¿¡Qué has dicho!? ─la mujer cerró el puño mientras me guiaba dentro, esa escena fue idéntica a la que harían mis padres en un momento así. Estoy seguro de que se llevarían muy bien─. ¿¡Acaso mi bizcocho está malo!?
─No es eso... es que te pasas un poco con el azúcar.
─¡Así está más dulce! ─zanjaron la conversación con unas cuantas opiniones más y me guió hasta el salón─. Dime Yugi, ¿a qué se debe tu visita?
─Es verdad... ─sonreí nervioso. La escena, la situación y el momento me hicieron olvidar mis motivos. Aunque me calmó mucho verles con esa actitud, si Yami estuviera mal no estarían tan felices. Al menos Lyra, con su marido tengo más problemas para saber sus registros─. Yo venía a... preguntar por Yami. ¿Está bien?
─¿Te preocupas por nuestro hijo? ¡Qué mono!
─Él está algo indispuesto, o eso dice él. ─comenzó a explicar Aknamkanon al ver que su mujer se había puesto adorable y dejado el tema aparte─. Ayer caminó mucho tiempo bajo la lluvia y decía que por asegurarse de no estar acatarrado, prefería quedarse. Aunque me suena a excusa por hacer el vago, Yami no suele ponerse malo.
─¡Ese chico! ─Lyra se cruzó de brazos─. Llega sin chaqueta, diciendo que ha acompañado a alguien empapado de arriba abajo. Piensa que somos tontos, seguro que se ha pegado con alguien...
─Oh, es verdad. Se me olvidó traer la chaqueta... ─durante unos segundos, hubo un silencio tan brutal que juré haber visto el tiempo detenerse. De repente, clavaron la vista en mí como búhos en mitad de la noche. Sentí un escalofrío, si ahora mismo sonreían macabramente parecerían muertos vivientes a la vista de nueva comida.
─¿¡Qué te acompañó a ti!? ─dijo al fin la mujer, acto seguido se levantó como una gacela y se asomó por el pasillo─. ¡¡YAMI!! ¡BAJA AHORA MISMO!
─¡No grites así! ─le reprendió su marido al verme dar un bote tan grande que hasta el sofá me elevó ligeramente. ¡Vaya pulmones!
─¿Cómo no hacerlo? ¡Es la primera vez que nuestro hijo hace algo de manera desinteresada! ¡Quiero que me lo diga ahora mismo!
─Ya sabes que está durmiendo. ─suspiró, agitando la cabeza─. Aunque no sé como lo ha conseguido tras ese grito.
─¿Me estás llamando histérica?
─¡No! Me refería a que has elevado un poco el tono de voz. ─¿un poco? Los astronautas debieron haberse asustado.
─¡Quiero hablar con él! Iré a verle.
─Cielo, sabes que era importante lo que hacíamos. ¿No puedes esperar un poco?
─Estoy algo preocupada. Si sigue durmiendo a estas horas tal vez esté malo de verdad... ─suspiró ligeramente, hasta que reparó en mí y sonrió─. ¿Puedes ir a ver cómo está?
─¿¡Yo!? ─me señalé en un gesto tan inocente como espontáneo.
─Por favor, me vendría muy bien.
─Está bien... ─Lyra gritó un agradecimiento antes de ponerse a trabajar mientras discutía con su marido sobre mí, parecía que le molestaba que me hubiera pedido el favor. O tal vez era otra cosa, no pude adivinarlo pues ya me encontraba subiendo a la habitación de Yami.
Sentía estar adentrándome en las fauces del infierno. Por algún motivo, por extraño que se escuchase, no poseía tanto miedo como me solía pasar. Observé a mi alrededor, la puerta estaba medio abierta. Al empujarla con suavidad chirrió ligeramente a medida que se abría hacia el interior. Un olor a cerrado llegó a mí, pude ver desde la luz del pasillo una hilera de ropa desperdigada por el suelo. También había libros, materiales de clase, zapatillas e incluso el ordenador portátil. Éste puesto de mejor manera.
El chico se hallaba tumbado bocarriba en su cama, la sábana peleaba con sus piernas habiéndose convertido en un mero decorado en vez de su función principal, que era tapar su cuerpo. Tras acercarme y ver bien lo que había frente a mí, di un bote grande. Sentí la cara arder. ¿¡Qué hacía durmiendo en calzoncillos si supuestamente estaba malo!? Me llevé las manos a la cara, inconscientemente, había analizado todo su cuerpo. La ropa holgada que solía llevar había escondido el torso entrenado, los brazos fuertes, las piernas robustas y una peligrosa arma en posición de ataque.
¿¡Qué narices estaba soñando!?
Con una mano decidí taparle con la sábana todo lo que pude, me negaba a ver eso. Todavía se despertaba y me acusaba de intentar atacarle en sueños o de colarme en su sucia madriguera por reírme de él. Durante unos segundos le observé el rostro, deseaba que fueran imaginaciones mías ya que no le oía respirar. Estiré el brazo con cuidado, mis dedos rozaron su frente con duda varias veces antes de posarse con delicadeza. No estaba frío, con esta temperatura muerto no podía estar. Suspiré tranquilo cuando pude ver su pecho subiendo y bajando rítmicamente.
Estaba todo bien, sería mejor avisar a su madre antes que seguir en la guarida de Cancerbero. Me di la vuelta esquivando objetos con cuidado de no despertarle, cuando fui a agarrar el pomo de la puerta para cerrarlo tras mi paso éste desapareció dejando una habitación prácticamente a oscuras con la vaga luz que se filtraba por las persianas.
─Enano, estás en mi territorio. ─susurraron en mi oído de manera siniestra, el aliento acariciaba mi cuello─. ¿Estás buscando guerra?
Pasó tan rápido que solo pude dar un grito y estremecerme, pisé mal y tropecé con uno de los miles objetos que había repartido por el sitio. No tengo idea de que pasó tras eso, no solo estaba oscuro, también había perdido la perspectiva del espacio tras deslizarme con el objeto. Cuando pude reaccionar y se encendió la luz pude verme entre los brazos de Yami: una mano se había extendido hasta el interruptor más cercano, el brazo restante sujetaba mi espalda por detrás obligándome a apoyarme en su pecho. No debió darle tiempo a todo ya que su pierna izquierda se había arrodillado, la otra era flexionada para que pudiera servirme de apoyo.
─Gallina, no te he hecho nada. ─alcé la vista para verle, su mirada rubí tan intensa como el fuego había chocado con mi rostro. Sentí una descarga interior al ver la cercanía de nuestros rostros─. ¿Estás bien? Pareces más pálido que antes.
─Yami... ─pude reaccionar y alejarme de esa situación, para mi sorpresa, empujándolo con más fuerza de la que pensaba tener. Como consecuencia, me caí de culo─. ¿¡Qué haces!?
─¡Ayudarte! Te habías caído. ─se levantó sin cuidado, giré la cabeza al ver que desde esa altura mi vista llegaba a... medio cuerpo. Sin entrar en detalles, diré que no me apetecía ver eso. ¿¡Por qué no se pone ya unos pantalones!?─. Enano mal agradecido, primero con el semáforo y ahora con esto.
─Deja de llamarme así. ─usando el suelo de apoyo conseguí erguirme, cabreado, le di la espalda. No solo por no verle en calzoncillos, sino por evitar su mirada intensa que seguramente tratase de penetrarme el alma─. Venía a ver cómo estabas pero sigues siendo insufrible y sin corazón, así que veo que estás bien.
─¿Eso piensas de mí? ─apoyó un mano cerca de la pared donde estaba mientras la otra me empujaba al mismo sitio, de manera paulatina, su cuerpo empezaba a acorralarme en el sitio. Desde su altura, cuando hablaba, el susurro me llegaba al oído.
─Es... lo que me has demostrado.
─¿Ah sí? ¿Y qué me has demostrado tú?
─¿Debería importarme? No te he pedido opinión. ─su mano libre me obligó a girarme, ésta me tomó del mentó y lo alzó. Su mirada intensa estaba más cerca de mí, incluso peor que la última vez─. ¿Qué haces?
─Eres muy borde enano, ¿así agradeces que te protegiera de la lluvia?
─Precisamente por eso he venido de visita. ─ya que no me dejaba girar la cabeza, opté por desplazar la vista y no verle con tal cercanía. Bastante tenía con soportar sus dagas incandescentes traspasar mi piel.
─Sí... ¿y me has traído la chaqueta?
─No, se me ha olvidado.
─Que casualidad, ¿no será una excusa para quedártela porque te guste sentirme cerca? Tal vez por mi olor... ─sentí la ceja palpitar y el gran deseo de arrancarle la cabeza de un guantazo.
─¿¡Has perdido la cabeza!? ¡Su olor dice! Lo que me faltaba, solo esta habitación me está mareando.
─Así que, ¿aparte de insoportable soy un apestoso? ─apretó el agarré del mentón mientras su mano empezaba a deslizarse pared abajo─. Estas sumando puntos chihuahua, vas a salir escaldado de aquí.
─¿Ya me estás amenazando? ─de repente, de manera sutil, soltó mi barbilla y acudió a mis labios. Uno de sus dedos se apoyó sobre mi boca, simbolizando el silencio. Durante unos segundos juré sonrojarme por la situación, ¿qué estaba tratando de hacer?
─No me ladres ahora, estoy hablando yo. ─increíblemente... sonrió. Una sonrisa que, si bien era un tanto maliciosa, poseía matices verdaderos y no una mueca falsa de seguridad que solía portar.
El momento fue arruinado, al menos para él por la mueca que dibujó, por la sonrisa agradable de Lyra entrando por la puerta, mantenía su típica verborrea mientras se acercaba a nosotros. Palabras que se acallaron cuando nos vieron en esa... situación tan extraña. Me gustaría saber qué narices pensaba cuando hacía esto y, juzgando el rostro de su madre, posiblemente pensase como yo.
─¿¡Qué es esto!? ─entró dando pisotones fuertes por la habitación─. ¡Yami! ¡Espero que no sea verdad lo que dijeron tus amigos!
─¿De qué hablas? ─pude percibirlo pues se alejó de mí con cuidado, aún me tenía acorralado. Sin embargo, las caricias y contactos desaparecieron─. ¿Qué te han dicho?
─Que le acosas.
─¿¡Qué!? ¡Sabes que es mentira!
─¡Hombre, ya me dirás tú tras esto! ¿¡Qué haces en pelotas acorralando al pobre Yugi!?
─¡Mamá! ─jamás lo pensaría pero... por una vez parecía nervioso. Incluso se había alejado de mí, al fin─. Estoy en calzoncillos, no exageres.
─¿¡Qué no...!? ¡Vístete ya marrano! ─señaló todo a su alrededor, llevándose las manos a la cabeza─. ¿Y has visto como está todo esto de mierda? ¡Recoge todo, que no tienes síndrome de Diógenes!
─Estaba dormido, te dije que iba a descansar.
─¡Antes de haberte perdido por la lluvia!
─¡Estaba acompañando a alguien! ─de repente, la mirada de Lyra se agudizó, así como la sonrisa cálida maliciosa que afloraba en su rostro. Por algún motivo, Yami frunció el ceño, juraba que incluso se puso en guardia. ¿Su madre iba a decir algo malo?
─Oh sí... alguien. No sabía que eras tan tierno de prestarle tu chaqueta a Yugi para resguardarse de la lluvia. ─se llevó una mano a la mejilla y miró hacia arriba─. Es como un cuento, el príncipe valiente...
─¡Mamá! ¿¡Qué dices!? ─me miró de mala manera, susurrando que no debería habérselo dicho y miles de insultos más─. Se te está yendo la pinza, deja de ver esas series de amores juveniles.
─¡Yo veo lo que quiero! Y ahora vístete, estás más que recuperado así que vas a ir por la tarde a hacer los recados.
─¿Pero no fuiste tú la que decía que no debía salir?
─¡Eso fue tras ver lo sano que estabas acosando a Yugi!
─¡No le he hecho nada! ─gruñó, atravesándome con la mirada de nuevo─. Ya hablaremos enano.
Últimamente siempre me decía lo mismo.
─¡No asustes a Yugi y vístete! ─me sujetó del brazo y me sacó fuera de la habitación─. ¿Quieres un café? ¡He encontrado más pastas!
─Lyra, como me saques tanta comida siempre que venga voy a engordar... ─sonreí nervioso.
─¡Qué dices! Si estás delgado, necesitas poner algo de kilos. Nada, nada, vamos abajo a comer.
─Mamá, si no quiere que se vaya. ─respondí Yami tras su habitación, Lyra solo le lanzó una mala mirada.
─También podrías no haberle dado la chaqueta para obligarle a venir, caballero. ─escuché un gruñido como respuesta, mientras su madre dibujaba una sonrisa─. Mi hijo... vaya carácter tiene. Se molesta muy rápido.
─Un poco sí...
Sonreí feliz mientras me sentaba en el sofá, frente a la mesita encontré varias tazas de porcelana fina, una tetera de gran calidad con decorados exóticos y una bandeja de pastas. Parpadeé sorprendido, la escena parecía de película. Solo había un pequeño detalle diferente: la pareja peleando porque Aknamkanon había cogido galletas sin estar presentes y Lira lo regañaba con dulzura fingida.
─Cariño, solo he cogido una.
─¡Tenemos invitado! ─siguió gritando mientras me servía la taza de café─. Ten, perdona a mi marido.
─Sois muy ruidosos. ─Yami bajó, por suerte vestido, al salón. Evité verle, aún con ropa, me encontré con la imagen anterior. Solo me podía imaginar, sin razón aparente, su cuerpo tal y como lo vislumbré en la cama. No pensé que estuviera fornido...
─Mi hijo, el protector de la lluvia. ─el aludido miró mal a su madre, gruñendo por lo bajo. Por algún motivo parecía que le molestaba el que su familia lo hubiese descubierto─. Dime Yugi, ¿qué tal se presenta la navidad? Pronto estará aquí.
─Lo sé, espero que salga bien.
─¿Por? ¿Ocurre algo?
─Cielo... ─el hombre tosió, indicándole que se estaba metiendo dónde nadie le llamaba─. Tal vez no quiera hablar de eso.
─No te preocupes Aknamkanon. ─sonreí de manera cortés, Yami se hallaba apoyado en el marco de la puerta─. No es nada, simplemente mi padre trabaja mucho.
─Entiendo, ¿no tiene libre ni en navidades? ─cuestionó Lyra sorprendida, posiblemente porque su pareja tendría fiesta esos días.
─Su trabajo no se lo permite.
─¡Que explotadores! ─se quejó la fémina, dando un sorbo a su café. Lo dejó en la mesa y le echó algo de azúcar. Sonreí, realmente era golosa─. ¿Te gustaría venir con nosotros si no te salen planes? ¡Podrías invitar a tu madre! Así no estaríais solos en estas fechas tan señaladas.
─¿¡Qué!? ─¿navidades con Cancerbero? ¡Ni muerto! Por el rostro de Yami, su reacción fue parecida a la mía─. ¡No, no! Eso es un momento familiar, no puedo estar ahí estorbando.
─¡Para nada! No nos importa, es nuestra manera de agradecerte por lo del carnet, preocuparte de nuestro hijo, aguantarlo...
─¡Mamá! Me estás poniendo fino hoy, ¿tan desastre soy? ─acompañado de la frase llegó un gruñido y una mala mirada hacia mí. ¿Acaso me culpaba a mí de las palabras de su madre?
─Sí, has salido a tu padre. ─suspiró de manera fingida, el aludido solo alzó una ceja.
─Mira, para mí también hay ataques. ─respondió éste con una sonrisa, comiéndose una de las pastas de té.
─Ni caso. ─la mujer hizo un ademán con la mano y siguió centrándose en mí─. ¿Por qué no se lo comentas a tu madre aunque sea? Dos personas es algo triste, ¿no tienes más familiares?
─Está mi abuelo pero... se lleva mal con su hijo. No sabemos si nos reuniremos.
─¡Más a mi favor! Podríamos divertirnos con más gente.
─¿Qué dices mamá? ─espetó Yami─. Si nosotros somos tres.
─Más tus amigos, que siempre se acoplan. ─me sorprendí de la respuesta, parpadeando confuso, ¿no me acababa de invitar?
─Dicen que cocinas bien.
─Vaya cara tienen todos. ─ Aknamkanon rio, parecía entretenido con la situación de su mujer. La vibración procedente de un bolso nos sacó de nuestra ensoñación─. Es mi móvil.
Se alejó para atender la llamada, su rostro mostraba la importancia del mismo. Le hizo una señal al hombre para que se levantase, cogiendo un papel y bolígrafo se acercó a ella para debatir diferentes temas. Durante unos segundos me sentí bastante incómodo, mirando mi reflejo en la bandeja, sabiendo que la mirada de Yami me perforaba la piel.
─¿Puedes decirme entonces por qué has venido? ─se sentó a mi lado, preferí no mirarle de nuevo.
─Te lo dije antes, que no escuchas.
─No me creo que estuvieses preocupado por mí, ¿has venido a reírte de la ocasión?
─Yo no soy como tú. Realmente lo estaba, ¿crees que me metería en problemas por voluntad propia?
─Te gusta provocarme.
─Olvídame.
─¿Ves? Ni siquiera me miras. ─sentí el roce de sus dedos en mi mentón, obligándome a girar la cabeza para verle directamente─. ¿Insinúas que soy feo?
─No. Aprende que no todo es un ataque. ─antes de que abriese la boca siquiera respondí─. Y no, no te estoy llamando analfabeto.
─Eso ha sido certero. ─dibujó una sonrisa, no solía ser predecible mas esta vez lo vi claro─. Ahora dime la verdad.
─Yami, ya. Estoy siendo sincero, coño.
─Esa boca enano. ─soltó mi mentón y se apoyó mejor en el sofá─. Sé que hay algo más, dispara.
─No me des ideas... ─suspiré antes de hablar─. Oí las noticias y temía que fueras la víctima, ¿estás feliz?
─¿Te refieres a ese asesino? Por favor, ¿tan débil me ves?
─Me da igual que seas fuerte, nadie se ha escapado.
─Al final vas a tener corazón y todo. ─lanzó una risotada, acariciándose el cabello─. Tranquilízate, me vine directo, lo único que me atacó de camino fue la lluvia. Ya me ves, estoy vivo.
─Sí, lo veo de sobra.
─Aun así, deberías tener respeto a ese sujeto.
─¿Por qué lo dices?
─Tú mismo lo has dicho, nadie ha huido de él. No vuelvas a andar por la calle a esas horas. ─le miré directamente, parpadeando sorprendido, ¿acaba de aconsejarme algo por preocupación? ¿Estaba realmente sintiendo su afecto?
─Se me hizo tarde por culpa del chaparrón, lo mismo podría decir de ti.
─Yo me sé defenderme mejor. ─una sonrisa maliciosa afloró en él─. Tú... pues no.
─No hacía falta la aclaración, domador de tormentas.
─Al final me vas a encontrar. Deja de ladrarme insultos.
─No he dicho nada malo.
─Es lo que has insinuado.
─Bueno... ─rodé los ojos, en busca de una manera de acabar con la conversación─. Veo que estás bien así que me marcho ya. Cuídate Can... Yami.
─Sí, lo haré... ─antes de levantarme me sujetó de la muñeca y me acercó a él─. Lo mismo te digo, igual no te salta el asesino ese pero yo sí, tu Cancerbero, y te aseguro que preferirás lo primero.
Me sonrojé de golpe, por primera vez en mi vida, ante sus palabras. ¿A qué narices venía aquí lo de mi cancerbero? Espero que se refiriese a que el mote era de mi propia cosecha y se dio cuenta de que iba a llamarle eso. ¡Siempre se me escapa! La costumbre de apodarle así. Atravesó mi alma con sus ojos llamativos y lanzó una risotada, soltándome de paso. Se apartó para que pudiera pasar tras levantarme y no cesó en su insistencia por conseguir alterar mi alma con sus ojos.
Esta vez no pude despedirme de sus padres más que con señas. Una vez fuera, incluso del jardín, suspiré aliviado. Me alegraba de haber conseguido huir de ahí, ciertamente. Anduve despistado durante varios establecimientos hasta que escuche mi nombre a mis espaldas, al girarme, el ambiente se heló.
─Hola... ─saludé por cortesía.
─¿Qué haces aquí? ─Kaiba cerró el libro que hojeaba, pude acertar a ver que trataba sobre economía. Observé la tienda de la que había salido: una librería acogedora, pequeña, con una gran variedad de escritos para diferentes gustos. El papel de pared era agradable de ver, un tono pastel poco llamativo. El dependiente parecía menos sociable que el propio local─. No creo que esta sea tu zona. Yami comentó algo de una tienda de juegos.
─Sí, solo paseaba.
─¿Y eso? No te ofendas pero se nota que estás mintiendo, ¿algo te preocupa?
─¿Debería importarte? No nos conocemos. ─el día de hoy estaba lleno de sorpresas, jamás creí que vería al rey del hielo preocuparse por alguien. Menos por mí.
─Intento ser amable. ─dirigió la vista al cielo─. Aparte, eres el único que entretiene a Yami, si se pone pesado lo mandamos a ti y descansamos un rato.
─Ah, muchas gracias. ─me di media vuelta y empecé a caminar, en dirección a mi casa.
─¿Te molesta que sea sincero?
─Sí.
─Que raro eres.
─Le dijo la sartén al cazo. ─suspiré. ¿Me llamaba él a mí raro? Si parecía sacado de una escultura perdida de un museo prehistórico.
─Espera, ¿hacia dónde vas? ─me detuve solo para señalarle la dirección, Kaiba asintió y apartó el mechón de su cara con una mano─. Iba a ir para allí, ¿quieres tomar algo? Te invito.
A tomar por saco. Definitivamente estaba soñando.
─¿Cómo? ─por imbécil que pareciese visto desde fuera, observé el cielo. Si esto era real el mundo se acababa ahora mismo, solo tenía que ver un meteorito precipitándose hacia aquí─. Lo siento, tengo prisa.
─Será un rato. ¿No quieres saber con qué clases de personas convives? Nos veremos mucho con las clases.
─¿Ah sí? ¿Por qué tanta insistencia?
─La verdad, tengo interés por saber qué ha visto Yami en ti. Suele molestar a todos los nuevos pero a estar alturas ya se habría aburrido.
─Ya... siento decirte que no soy tu conejillo de indias.
─Esa no es la única razón. ─parpadeé sorprendido cuando sentí su mano en mi hombro, guiando mi paso y dirigiéndome con él─. Anda, que no te voy a hacer nada. Elige el sitio, público y en mitad de la calle si eso te tranquiliza.
Este no podría ser el rey del hielo. Sentí nervios al rememorar sus dedos presionando mi hombro, ¿estaba buscando algo en él acaso? Suspiré cansado tratando de ordenar mis ideas. Llegó, entre otros recuerdos, la imagen de la primera vez que conocía a Lyra. Cuando traté de salir de ese salón me pusieron la zancadilla y acabé sobre Kaiba, tal y como pasó en ese entonces, se comporta ahora.
Acabamos en el último sitio que me vio, de nuevo, con Yami. El nuevo lugar que Lyra descubrió y utilizó como punto de reunión para nuestra charla. Si mal no recuerdo, él apareció por aquí con un niño, su hermano quizás.
─Bien, ¿qué quieres pedir? ─habló echando un vistazo a la carta─. No te preocupes, pago yo.
─Sigo incómodo. ─respondí de golpe, mirando las opciones posibles.
─¿Por qué? Con Tristán pareces unido, por ejemplo.
─Sois muy diferentes, tú y yo apenas nos hablamos. Aparte, ¿no insultas siempre a Joey?
─Ah, eso es un pequeño juego que nos traemos.
─No le gusta, no hace falta ser él para saberlo. ─escondí la cara tras la cara, su mirada helada empezaba a tener el mismo papel que la intensa de Yami─. Y a mí tampoco.
─Si tanto te molesta pregúntale porque le apodo así.
─Supongo que porque ha perdido algo.
─Más o menos. ─llamó al camarero, éste se mantuvo en silencio mientras Kaiba hablaba. Al cruzarse de brazos y lanzarle una mirada helada salió corriendo. ¿Qué estaba pasando en esta ciudad con algunos?─. Dime, ¿quieres preguntarme algo?
─Sí, ¿cuál es tu objetivo real? No me trago tus excusas de antes.
─Pues es la verdad. ─alzó los hombros─. ¿No prefieres que te hable de Yami?
─¿Debería? No me cae bien.
─Por eso mismo, ¿has oído el refrán? Ten cerca a tus amigos pero más a tus enemigos.
─Poético. ¿Es lo que has aplicado tú? ─dejé la carta a un lado, nuestras miradas compitieron entre sí.
─De momento no eres mi enemigo.
─¿Y eres amigo de Yami por eso?
─No, él es diferente. Está en nuestro grupo de tanto en tanto pero no salimos con él ni nada parecido. ─dibujó una sonrisa envidiosa, pude captar ese gesto─. Mucha gente le teme.
─¿Por qué?
─Es realmente problemático, ha hecho muchas cosas exageradas.
─Ya... ─¿por qué me cuenta todo esto?
─¿Qué me cuentas de ti? ─esto ya se estaba saliendo de mis esquemas, por suerte, mi teléfono saltó en mi defensa. ¡Menos mal! Atendí la llamada alejándome de él, a la vuelta, le informé que debía irme sin falta. Esta vez, no fue mentira, mi madre me llamó para hablar de un tema─. ¿Quieres que te acompañe?
─No hace falta, iré corriendo. Sonaba alarmada. ─suspiré, aunque ella hacía drama por todo, así que nunca sabré decir con seguridad si es importante o no─. Siento que lo que hemos pedido se quede ahí.
─Descuida, llamaré a Mokuba y que se tome lo tuyo.
─Genial, adiós Kaiba.
Salí corriendo de allí, respirando al fin con paz. El día de hoy había sido tan caótico, extraño por todas partes, no sabría como diferenciarlo de un sueño. Yami, el rey del hielo... Incluso las situaciones parecieron forzadas a producirse cuando estaba en el sitio. Sentí el cuerpo estremecer al escuchar el último susurro de Kaiba que, deseándolo con todas mis fuerzas, esperaba haber oído mal.
─Yugi, serás un reto interesante.
¡Hasta aquí ha llegado el capítulo de hoy! Quería preguntar algo... ¿se saben los nombres de los padres de Yugi? Me vendría bien la ayuda.
Espero que os haya gustado, como a mí escribiéndolo. Os espero en el siguiente capítulo. ¡Cuidaos mucho!
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