Capítulo 3: Encuentros



¡Hola a todos! Siento la tardanza para todos aquellos que me leéis, he tenido algunos problemas para poder organizarme pero al fin pude sacar un tiempo y conseguir escribir. Ya tenía ganas de actualizar, ciertamente.

Antes de empezar quiero agradecer a todos aquellos que leéis y votáis, me motiváis mucho, ¡gracias! Un saludo especial a DarkstarSlayer por el comentario. Se agradece el tiempo invertido en leer y darme un incentivo. ¡Gracias lov!

Por no enrollarme más, aquí tenéis el capítulo. Espero que os guste, un abrazo a todos.

~Yugi~

Si del eslabón perdido se tratase, y mi casa fuera culto de ratas y malos olores, nos llevaríamos el premio sin siquiera haber participado. Arrugué la nariz, mis fosas nasales captaban la podredumbre y la hedionda peste que el sótano guardaba. Allá donde posaba los ojos atinaba a ver, muchas veces de reojo, una sombra rápida moverse cual culebra reptando contra su presa inmóvil por el miedo.

¿Qué tenía mi madre en la cabeza cuando decidió guardar aquí las maletas? Tuve que reprimir una arcada al ver colgando del techo una tela de araña cuyos hilos portaban un pringue de moho, y posiblemente otro fluido que no podía identificar, bajaba con lentitud hasta acabar goteando en una cubo. Al asomarme esperando ver agua ni siquiera encontré mi reflejo, el líquido oscuro parecía que fuera a cobrar vida propia.

─Madre mía... me cuesta hasta respirar. ─susurré cansado, mi vista se iluminó al identificar mi maleta. ¡Por fin!

─Hijo, ¿por qué has tenido tanta prisa? ─la voz de mi madre llegó desde mi nuca, me di la vuelta para ver la imagen difuminada de la mujer con el fondo cuya luz era débil y pálida.

─Porque necesito ropa, estoy en casa del abuelo solo con una prenda y un pijama. Aparte, tengo aquí muchas más cosas.

─No estarás buscando el colgante rapero raro ese, ¿no?

─Es un rompecabezas mamá. ─suspiré, ¿a qué venía lo de rapero? No tenía nada que ver lo uno con lo otro.

─Lo que sea, pero he acertado.

─Posiblemente. ─hice palanca apoyando mi pie en otra de las maletas atascadas por el peso de las anteriores. Sonreí victorioso al conseguir sacarla, me sentí como una botella al ser descorchada. El tapón, en concreto─. ¿Por qué habéis puesto todo esto aquí?

─¿No has visto el resto de la casa? Hay trastos por todas partes, y créeme, este sitio no está ni tan mal en comparación con otros.

─¿Qué? ─agité la cabeza, me juré a mi mismo que prefería no seguir indagando. Si aquí había hasta ratas, arriba deberían haber osos mutantes o supervivientes de varios eones─. Déjalo, mejor me voy yendo que hay mucho camino hasta casa del abuelo.

─¿Ir tú solo? Ni de coña, ahora llamo a tu padre.

─¿Por qué? Papá está ocupado con el caso que le han encomendado, estará cansado...

─¡Me da igual! ─me interrumpió cogiendo la zapatilla de casa y chocándola contra la otra─. ¡Nos ha arrastrado hasta este agujero y no me ayuda a limpiar!

─¿No estaba trabajando?

─¡No le defiendas! ─bramó su nombre desde el desván mientras subía dando pisotones. Temía que la escalera cediese por la propia carcoma y, aparte de precipitar a mi madre contra el suelo, me deje encerrado en este zulo sin luz lleno de suciedad.

Tiré de la maleta hacia arriba, pasando con suma pesadez los escalones de madera ajados por el uso y descolorido por el tiempo. Respiré no solo aire sino paz al conseguir llegar hasta arriba y dejar atrás la habitación de los horrores. Escuché un par de gritos a medida que avanzaba por el solitario recibidor.

En la entrada de la puerta pude ver a mi padre con una sonrisa forzada en la cara, tenía los papeles en la mano y parecía haber salido perdedor de la discusión por mamá. Juzgando su ceño fruncido, quijada tensa y el leve temblequeo del papel sobre sus dedos, debía haberle estropeado un momento de lucidez sobre el caso en el que estuviese trabajando.

─Bueno campeón, ya me ha dicho tu madre que debemos de ir hasta casa del abuelo.

─¡No me llames así! ─sentí mi cara arder, ¿a qué había venido eso? Ya le dije mil veces que no me tratase como un niño pequeño─. Soy mayor.

─Siempre seré mayor que tú, no te emociones. ─revolvió mi pelo y, tras quitarme ágilmente la maleta, dirigió sus pasos hasta el coche. Una vez dentro, empezó a conducir. Un vistazo rápido por mi parte me bastó para ver la velocidad a la que iba, era menor de la que debería─. Y dime, ¿te trata bien el abuelo?

─Sí, es muy agradable. No parece que fuese la misma persona que nos recibió.

─Tiene un gran problema conmigo, pero no te preocupes, siempre ha preguntado por ti.

─Se me hace raro, apenas lo conocía. ─apoyé la cabeza en la ventanilla, mirando de reojo a las personas pasar.

─No me gustaba hablar mucho de él. No hasta que resolviésemos nuestras diferencias. ─sonrió con un tinte amargo en su mirada─. Como ves todavía no lo conseguí.

─Ten paciencia, seguro que al final todo pasará.

─No lo dudo. ─capté un aumento de velocidad en el coche, ¿tal vez pretendía hablar conmigo? Hace tiempo que no estaba tan unido a la familia pues solía ir de investigación a otros países, a pesar de llevarnos con él, solíamos estar separados. ¿Estaría ilusionado? ¿Tratando de recuperar el tiempo perdido tal vez? Su voz me sacó de la ensoñación─. Mira, ahí está la casa del abuelo. Me paro aquí, ¿vale? No creo que me quiera ver.

─Creo que exageras un poco... ─salí del coche, tampoco podía obligarle. Saqué la pesada maleta del maletero, me despedí de mi padre y partí hacia la tienda. La luz estaba encendida, así que supuse que el abuelo estaba dentro. Saludé al entrar, transportando la maleta casi a pulso, pues había un escalón a la entrada. Por culpa de eso no veía nada delante de mí─. Ya estoy aquí.

De repente, el objeto que transportaba desapareció. Palpé el aire con cara de incredulidad, frente a mí pude ver a Tea y Joey, la primera se sorprendió de verme y me sonrió con cariño. El segundo estaba discutiendo con mi abuelo sobre las mejores cartas hechas hasta la historia. Ahora mismo el mayor misterio era saber a dónde había ido a parar mi maleta, ¿tal vez tenía poderes psíquicos y levitaba? Parecía una tontería pero di un respingo al ver que esta estaba en el aire, después seguí el asa, era agarrada por una mano con varias pulseras de cuero y un anillo de plata en el pulgar.

El respingo se convirtió en escalofrío al ver dos ojos rojos clavados en mí. ¡Era Cancerbero!

─Creo que esto es demasiado grande para ti. ─fruncí el ceño, ¿me la había quitado solo para meterse conmigo? Escuché la campana de la puerta tras de mí, sin embargo, no había entrado nadie. ¿Me estaría afectando?

─No te he pedido opinión.

─Cuidado, que me ladra el chihuahua. ─imitó el sonido agudo de un ladrido, característico de los perros pequeños que, usualmente, se veía a personas adineradas portándolos en el bolso como si fueran una cartera.

─¿Me devuelves la maleta señor sarcasmo?

─¿Así me agradeces que te ayudase? Casi te estampas con un cliente que estaba saliendo, menos mal que el sí veía por donde iba y te evitó cuando te quedaste plantado en mitad del camino. ─parpadeé, ¡con razón había escuchado la campanilla esa! Era un alivio saber que no estaba perdiendo la cabeza.

─¿Lo hiciste por eso? No creo, aun así, gracias. ─extendí la mano para que me lo devolviese. Yami, por el contrario, la dejó en el suelo y se apoyó contra una de las estanterías de manera altanera. Bufé cansado y cogí la maleta.

─¿Así que vives aquí? Está bien saberlo.

─Adiós. ─empecé a arrastrar la maleta en dirección a mi abuelo, estaba discutiendo tan alto que ni había visto toda esta escena. Creo que solo la pudo apreciar Tea.

─¿No te interesa saber qué hago aquí?

─Claramente no.

─Detente, Yugi. Te estoy hablando. ─hice caso omiso a sus palabras y seguí el camino, maldiciendo por lo bajo lo que pesaba la endiablada maleta. ¿Cómo pudo levantar a pulso Cancerbero? Ese chico debía ser de otro mundo─. ¿Quieres volver a quedar suspendido?

Paré en seco, al darme la vuelta pude ver una sonrisa victoriosa plasmada en su cara. Nuevamente, sus dos ojos incidían en mí como si mi alma estuviesen buscando, sentía un análisis completo de mi persona, una lectura de mis pensamientos, una introspección de mis sentimientos y un latir unísono del corazón. Cada vez que notaba su afilada mirada, de los nervios, el corazón se me disparaba. Odiaba ser el centro de atención.

─¿Por qué debería hablar con alguien que me trata así?

─Porque te lo digo yo. ─alcé una ceja, ¿este se creía sargento o algo?─. Repetiré la pregunta, ¿quieres saber qué hago aquí?

─No.

─He venido a por un juego, me gusta jugar. Sé que te lo han dicho. ─rodé los ojos, veo que ha pasado de mi respuesta─. Pero no he podido ni acercarme, el tío ese lleva media hora discutiendo de una carta.

─Gracias por la información.

─El hombre ese es tu familiar, ¿verdad? Se parece a ti. ─me analizó nuevamente, después, cerró los ojos y sonrió─. Por la edad diría que es tu abuelo.

─Quédate con la duda. ─esta vez, pude emprender el camino sin que me detuviese. En serio, y sin exagerar un pelo, el chico ese me erizaba la piel. Empezaba a creer, mal rayo me parta si me vuelvo loco, que podía leer mi mente y recuerdos. ¿Cómo podía tener ese aura tan extraña alrededor?

No me gustaba estar en su presencia.

─Abuelo, ya he llegado. ─irrumpí tras el mostrador, no me hizo caso ni pasando cerca de él. Era lógico pues Joey me saca dos cabezas y me tapó─. ¿Qué haces discutiendo en mitad de la tienda? Tienes a Can... un cliente esperando.

─¿Eh? ─el hombre me sonrió al darse cuenta de que era yo, me estremecí al sentir una mirada punzante. De reojo pude ver a Yami de brazos cruzados, clavando dos dagas rojas de enfado en mí. Parece ser que de oído anda perfectamente─. ¡Hola Yugi! ¿Ya has vuelto? No te había oído.

─No me extraña, ¿a qué viene tanto alboroto?

─¡Yugi! ─di un respingo al escuchar el grito de Joey─. Qué bien verte por aquí, ¿conoces al anciano?

─¿Ahora te enteras de que está aquí? ─Tea se llevó una mano a la frente, suspirando para calmarse.

─Sí. ─respondí retomando su pregunta, por encauzar la conversación─. Es mi abuelo.

─¡Es verdad! Os parecéis bastante.

─Perdónale. ─habló la fémina del lugar, con una sonrisa nerviosa─. Cuando habla de juegos se le va la cabeza, parece medio tonto.

─¡Tea! ─sonreí al ver que empezaron una nueva discusión, esta vez entre ambos chicos.

─Bueno abuelo, subiré arriba para dejar la maleta.

─Muy bien. ─sonrió─. ¿Luego puedes bajar a ayudarme? Debo organizar algunas estanterías.

─Está bien, pero... ─me sonrojé─. ¿Tienes una escalera?

El anciano sonrió y asintió, parecía que estuviese esperando mi pregunta. ¡Claramente no llegaba a los estantes de arriba! Como mucho a los del medio y se podía dejar de contar. Subí pesadamente los escalones, una vez en casa respiré tranquilo. El ambiente con Yami de fondo era tenso, al menos para mí.

─Haré esto rápido... ─deshice la maleta y guardé la ropa que había dentro, por suerte estaba doblada ya así que fue un proceso rápido. Al fondo de todas las cosas, un triángulo dorado apareció. Sonreí al ver mi rompecabezas.

Lo utilizaba como un colgante, a veces me sentía ridículo pues un poco más y me doblaba en peso. Al principio me dolía un poco el cuello, mas con el tiempo conseguí coger práctica y costumbre, desde entonces lo solía llevar encima. Me hace sentir protegido, aparte, me recuerda el espíritu de superación que tuve en su momento. ¡Me costó años y aun así no me rendí! Menos mal que soy cabezota cuando me lo propongo.

En el peor de los casos podría usarlo como arma como Yami. Era un material duro.

Bajé corriendo tras ponérmelo al cuello, una vez abajo comprobé que Joey y Tea se habían separado para mirar por su cuenta en diferentes estanterías y categorías. Mientras, la mirada oscura de Yami me recibió como invitado especial. Gruñí a mi mala suerte, ¿tenía que bajar justo cuando estaba atendiéndole a él? El mostrador quedaba al lado de la puerta de subida y bajada a la casa.

─Dime entonces chico, ¿qué tipo de juegos te gustan? ─incidió mi abuelo, Cancerbero me sonrió de manera maliciosa y se dirigió a él.

─No tengo preferencias, he jugado de todo. ─se detuvo a tragar saliva y prosiguió─. Aunque su tuviera que decantarme por alguno sería... posiblemente, un juego de estrategia. Que haga pensar tanto al enemigo como a ti, donde puedas engañar y jugar con ello.

Eso era bastante específico para no tener preferencias.

─Vaya, ahora mismo no consigo encajar ningún juego en ese perfil. Permíteme mirar por aquí. ─se agachó para llegar a los estantes de abajo, tras el mostrador, ahí solía guardar los juegos de edición especial por seguridad.

─Claro, tómese el tiempo que necesite.

─Abuelo... ─me agaché un poco para hablar con él─. ¿Dónde tenía que ayudar?

─¡Ah sí! Ve a la zona de cartas, debes poner los nuevos paquetes. ─señaló la caja del fondo─. En el estante de al lado hay que poner aquellos juegos de mesa. ¿Podrás llevarlos?

─Creo que sí. ─iba a preguntar por la escalera cuando la vi al lado de la caja, parece ser que estaba esperando que le ayudase. No me costaba nada─. Iré a ello.

Al levantar la vista, volví a conectar con Yami. La piel se me erizaba al saber que siempre me miraba, ¿acaso tenía obsesión por mí o qué? Primero en clase, ahora en la tienda. El día menos pensado se cuela en mi habitación.

Tras un escalofrío, dejando el tema atrás de la repulsión, comencé a trabajar. Primero tuve que hacer dos viajes, la caja pesaba una barbaridad y la escalera era engorrosa de llevar con una mano. Una vez situado, solo restaba subir a la estantería correspondiente y empezar a organizar los paquetes. Conocía el juego de duel monster, así que no era difícil organizar los tipos de carta y variantes. Esto estaba hecho un cacao.

─Oh, estabas aquí. ─miré para abajo, con una ligera satisfacción de poder mirar por primera vez a alguien más bajo que yo, aunque solo sea por estar subido a una escalera. Tea me observaba con ojos curiosos─. ¿Necesitas ayuda?

─No te preocupes, es mi trabajo. Quiero ayudar. ─hablaba sin mirarla pues tenía que seguir ordenando aquello. Si me entretengo no acabaré nunca─. ¿Has venido a comprar algún juego?

─Iba a acompañar a Joey, le gusta mucho este juego. ─suspiró─. No sé por qué, siempre pierde.

─Bueno, así se empieza. ─sonreí, parecía ser gracioso verle jugar─. ¿A ti te gusta?

─Sí, alguna vez jugué. Tampoco soy una experta que digamos.

─Y dime, sino es molestia, ¿has venido solo a acompañarle? ¿No te gustaría mirar algo mientras él discute?

─Veníamos de tomar algo con Tristán. ─su nombre me recordó fuerte, ese fue el chico que me descolgó del lugar. Me habría gustado saludarle, me ayudó bastante─. Ha tenido que irse un poco antes.

─Vaya... es una pena. ─parpadeé, pasé a otro sitio para organizar desde el principio─. ¿Joey sigue mirando juegos?

─Sí, estará intentando que tu abuelo le venda los paquetes de cartas raras.

─Anda, y parecía tonto cuando lo compramos.

─Totalmente. ─sonrió, y su risa se me contagió. Bajé de la escalera para empezar a colocar los juegos de mesa de la caja en la siguiente estantería─. ¿Quieres que te ayude? Puedo pasarte las cajas para que no tengas que subir y bajar todo el rato.

─De veras, no hace falta, estarás cansada del día. Además, ¿no es un poco tarde?

─Es domingo, no te preocupes. ─suspiré, la verdad es que la entrada a clase fue rara. Empecé un viernes, me vino bien pues pude descansar de Cancerbero, el sábado no pude ir a ver a mis padres y esta tarde he estado en un sótano rodeado de ratas. Muy romántico todo─. Por cierto, tienes un colgante raro. ¿Lo llevabas en clase?

─No, es mi rompecabezas. Lo dejé en una maleta por culpa de la mudanza. ─sonreí─. Suelo llevarlo a todas partes.

─Parece bonito. ─asentí a modo de respuesta y proseguí con el trabajo.

Con la ayuda de Tea no me costó nada organizar los juegos y colocarlos en su respectivo lugar. Incluso el transporte de la caja y la escalera pareció menor. Tras guardar lo segundo y plegar el objeto restante, observé el lugar. El ambiente tenso había desaparecido así que supuse que Yami se fue, me alegro mucho.

─Ya está abuelo. ─me acerqué a él para hablar.

─Muchas gracias Yugi. ─su mirada mostraba preocupación, fruncí el ceño al sentir que algo no iba bien─. Oye... ¿conocías a ese chico?

─Está en mi clase, por mala suerte.

─Ten cuidado con él, es un chico peligroso.

─¿Por qué todo el mundo parece tenerle miedo?

─Porque se lo ha ganado, créeme, no te metas con él y mantente lejos. ─se llevó la mano a la barbilla, parecía frustrado─. No me gusta cómo te miraba.

─No te preocupes abuelo. ─sonreí para quitarle hierro al asunto, no sería para tanto. Espero─. Me mantendré alejado, lo prefiero.

─Está bien Yugi.

Joey y Tea se acercaron al de un rato a despedirse, tras un tiempo de charla, se despidieron con cariño. Por mi parte subí arriba tras comunicar mi abuelo que él seguiría ahí, le insistí en quedarme pero prácticamente me echó. El tiempo libre lo invertí en darme un baño, que me relajase un poco la tensión y de paso me hiciera olvidar los encuentros con Cancerbero. En mi habitación decidí leer un rato un cómic tumbado en la cama, quería despejar la mente. No obstante, seguía teniendo la mala impresión de ser observado. Dos brillos rojos me perturbaban los recuerdos.

Todo por culpa de ese ser.

***

La alarma del despertador irrumpió en mis oídos de mala manera, taladraba mi cerebro e instaba a mi mano a estamparlo contra la pared. Por suerte, con un gran autocontrol, estiré la mano y pude apagarlo antes de darle pasaporte a una vida eterna en la basura.

Me incorporé, estirándome para despertar a los entumecidos huesos de mi cuerpo mientras me ponía los calcetines. Durante unos segundos, me quedé mirando el suelo como un búho mira a la gente pasar. La voz de mi abuelo anunciando el desayuno me despertó de la ensoñación. Me vestí corriendo, colgué mi rompecabezas del cuello y bajé con rapidez.

Como siempre, el desayuno estaba muy bueno. Mi abuelo era un gran cocinero, podría aprender de él. Tras despedirme con cariño partí hacia el instituto. No me apetecía llegar tarde el segundo día, y con mayor probabilidad de encontrarme a Cancerbero si no iba a tiempo. Sinceramente, no parecía el tipo de persona que diera saltos por ir a aprender.

Pude ver el instituto de fondo, sonreí acariciando mi rompecabezas. Parecía mentira, con todas las piezas que poseía y aun así la superficie era lisa, apenas podía sentir las diferentes partes del objeto. Por mala suerte era muy grande, no me gustaba llamar la atención y, en cambio, conseguí estar en paz con él. Una paradoja extraña, la verdad. ¿Tal vez seré demasiado raro?

A mis oídos llegó el sonido constante de rebotes. Era como una melodía marcada por el metrónomo, cada dos golpes se detenía un segundo y volvía a empezar. Mi cuerpo se tensó cuando en la lejanía pude distinguir los pelos en punta de Yami. Por primera vez se me hizo raro, siempre solía llamar la atención yo por el peinado, no llegué a comprobar cómo era en tercera persona.

Fruncí el ceño, no me apetecía hablar con él. Tampoco parecía muy interesado, se dedicaba a hacer botar una pelota de tenis: la tiraba contra el suelo, ésta rebotaba contra la pared y regresaba a su mano. Según los susurros que captaba, llevaría muchas seguidas.

─¿Enano? ─suspiré, pensé que no me había visto todavía─. Que madrugador.

─Sí, quería ir con tiempo. Como tú, por lo que veo.

─Nah, a mí no me apetecía estar en casa. ─alzó los hombros restándole importancia─. ¿Y ese colgante? Te va a vencer el peso.

─Muy original, me parto. ─rodé los ojos, parecía mentira pero la pelotita estaba cortando el paso. Con lo fuerte que la lanzaba, haría daño si diese en la cara.

─¿Por qué no pasas? ─sonrió de manera altanera, nuevamente, sus ojos me analizaban buscando hincarse en mi alma.

─Estás haciendo el tonto.

─Solo me divierto. ─me indicó la cabeza con el instituto─. Intenta llegar sin que te dé con la pelota, prueba.

─Esto no es un juego.

─Para mí sí, ¿pasas? ¿O prefieres quedarte colgando de la rama de un árbol? ─alcé una ceja, ¿eso era para picarme? La verdad, funcionó. No me gustaba nada esa personalidad de superioridad que se gastaba, ni los aires de grandeza con los que hacía cosas. ¡Me jodía!

─¿Y si lo consigo qué pasa?

─Que llegas a clase a tiempo.

─Eso no suena motivador.

─No me importa. ─mientras discutíamos contaba los sonidos, era como un juego musical. Contando los ritmos podría acoplarme a la "melodía" y poder traspasar la barrera de la pelota.

─Esto es una tontería. ─así lo creía, ¿tengo que pegarme con una bola para pasar? Esto era el colmo.

─Cuando quieras enano, llegarás tarde.

─Y tú.

─A mí me da igual, me aburro allí dentro. ─esta vez me tocó a mí sonreír, en uno de sus descuidos por mostrarse superior y tranquilo, cerró los ojos y se apoyó contra la pared, menguando el ritmo. El flanco libre que dejó fue utilizado para pasar por él y seguir mi camino, pude ver la sorpresa en su rostro─. Tienes suerte enano.

─Me han dicho que eso dicen los perdedores. ─me permití regodearme un poco, a ver si por caerle mal me dejaba un rato en paz. ¿En serio retaba a todo el mundo a un juego como a mí? Parecía un loco perturbado. En base a su mirada yo no lo tacharía de otra cosa que no fuera eso.

─Ya hablaremos. ─dejó la pelota tranquila y comenzó a andar. Por mi parte preferí adelantarlo y evitar que me alcanzase, o siquiera tuviera la oportunidad de hablarme.

Sentí la salvación llegar a mí, como si el patio del instituto del santo grial se tratase, me metí dentro esperando encontrar la protección de alguien. Sin embargo, al que me encontré de bruces fue al rey del hielo. Literalmente, pues me choqué contra su abdomen por no mirar hacia delante. Me sonrojé por la perspectiva de la vista, no quería mirarle a los ojos pues eran dos carámbanos de hielo, mas tampoco quería estar mirando hacia abajo. Era incómodo.

─¿Has visto a Yami? ─preguntó Kaiba con seriedad, no tenía una sola mueca en toda la cara. Igual era un zombi y no me había enterado.

─¿Eh? Sí... estaba detrás de mío cuando lo adelanté.

─¿Está llegando entonces? Bien, muchas gracias.

─De nada, un placer.

Cancerbero llegó justo después de la conversación, tras incidir en mi piel con su mirada rubí me adelanté en busca de oxígeno para mi pecho. Necesitaba soltar aire por fin y descansar, todo en este instituto me ponía nervioso: ser el nuevo, el bajo, el rey del hielo, el lunático que reta a los juegos... Al final voy a tener que ir a un psicólogo.

─¡Hola Yugi! ─di un bote, gruñendo mentalmente pues me pasaba la vida asustándome por casi todo. El día que esté cerca de un agujero seré un gran espectáculo de risa, podría cobrar hasta entrada─. Perdona, ¿te asusté?

─No, no... estaba despistado. ─me di la vuelta, la sonrisa de Tristán me recibió─. Buenos días, ¿qué tal estás?

─Bien, muchas gracias. Has llegado muy pronto hoy, ¿tenías algo qué hacer?

─No, simplemente me desperté antes.

─¡Ey! ─señaló mi colgante, seguí su dedo para comprobar que era eso y no alguna mancha en la ropa─. ¡Qué chulo! ¿Qué es eso?

─Ah, un rompecabezas. Lo completé hace tiempo y me gusta llevarlo encima. ─acaricié el pelo en señal de nerviosismo─. Aunque admito que es llamativo.

─Oye, ¿has estado hablando con Kaiba?

─Solo me ha preguntado por Cancerbero.

─¿Así que eso es lo que casi se te escapa en la tienda de tu abuelo? ─ahora sí, salté asustado. La voz dura de Yami se hizo paso tras el cuerpo de Tristán. Éste le encaró para poder hablar de igual a igual, supongo que por educación─. Un mote gracioso, ¿puedo saber a qué se debe?

─Yugi hablaba de otra cosa. ─respondió mi compañero, le miré con curiosidad. ¿Me defendía?

─¿Eres su representante o algo? Le he preguntado a él.

─Igual no quiere hablar contigo.

Tiré de la chaqueta de Tristán para que me hiciera caso, con ambas miradas chocando entre sí esperando que la otra cediese antes, no se dieron cuenta de que venían sus respectivos amigos. Joey y Tea llegaban hablando animadamente, Kaiba, en cambio, arrastraba una cara de desagrado mientras hablaba por el móvil.

─Salvado por la campana. ─respondió Yami con una sonrisa altanera─. Ya te pillaré chihuahua.

─¿Tú le puedes llamar así y él no? ─Tristán volvió a enfrentarlo. Cancerbero frunció el ceño, parecía empezarse a molestar.

─¿A ti qué te ha dado de repente?

─Tristán, déjalo. ─tiré de él para tratar de alejarlo, aunque pesaba más que la caja de ayer. Aquella que tuve que ir arrastrando por toda la tienda para desplazarla─. Vamos a clase, ¿se nos hace tarde?

De camino escuché a varias persona hablando del asesinato que había oído por parte de la prensa. Sin embargo no me cuadraban las fechas, ¿hablaban ahora? Juraba que había sido hace tres días. ¿Habría pasado algo nuevo? Me daba mal rollo pensar estas cosas, me sugestiono rápido y veo fantasmas donde no los hay.

Como Yami, por ejemplo.

***

Clase de gimnasia, mi gran némesis. Para casi todo era demasiado bajo, a la canasta no llegaba, la red de voleibol era prácticamente imposible para hacer mates, el potro demasiado alto para saltarlo... ¡Maldita adolescencia! Conmigo fue cruel y despiadada. ¿Qué le costaba darme un par de centímetros más?

Por suerte, hoy tocaba correr alrededor de un campo de fútbol que tenía pista de atletismo. El campo era inmenso, ciertamente, y muy bonito de ver. La hierba artificial estaba cuidada, así como las porterías y los lugares donde sentarse. Según me dijeron Joey y Tea, de vez en cuando hacían partidos aquí.

¡Oh! Cancerbero jugaba en ellos. Vaya sorpresa, seguro que iba dando mordiscos aleatorios a los enemigos.

Al pitido del profesor de gimnasia, un señor que no daba ejemplo de deporte precisamente ni hacía gala de grandes dotes de paciencia y enseñanza, comenzamos a correr. Mi marcha era pequeña, no me apetecía cansarme. De camino, cambiaron el ritmo para adecuarse a mí tanto Tristán como Tea. Joey al parecer intentaba batir una marca y hacía lo imposible para correr como un loco.

─Así se va a cansar... ─susurré para mí mismo, al parecer me escucharon.

─Siempre es así, por mucho que lo repetimos. ─el castaño suspiró, se reflejaba en sus ojos el cansancio por tener que estar detrás de su amigo constantemente. Aunque diría que son tal para cual.

─Déjale, se motiva así. ─Tea sonrió─. Hablar mientras se corre tampoco es aconsejable.

─Pero es más divertido.

─¡Adiós! ─gritó el rubio pasando corriendo a nuestro lado, casi empuja a Tea y le dio una colleja a su amigo en la nuca cuando pasó. Éste gruñó y empezó a perseguirlo.

─Mucho hablar de él y ahora hace lo mismo... ─la mujer suspiró, me miró con una cara divertida y asintió─. Yo tampoco me quedaré atrás, ¿te animas?

─Déjame una vuelta más para entonarme y lo intento, ¿vale?

─Cuando quieras, ánimo Yugi. ─mientras me dejaba atrás se despidió de mí. Suspiré aliviado pues hablar y correr no era lo mío.

Mi gozo en un pozo. Al de unos segundos de correr en solitario, sentí un escalofrío. Al girar la cabeza pude captar de reojo unos pelos de electrocutado y una mirada siniestra. ¿Otra vez? ¿Pero por qué me tenía tanta manía? Si el primer día no le hice nada, ¡y encima me colgó del perchero como si fuera una vulgar chaqueta!

Fruncí el ceño, no me volvería a amargar. Aumenté la velocidad para dejarle atrás. Su reacción fue sonreír de manera siniestra y aceptar el reto de alcanzarme. Comenzó a esprintar de manera increíble, ¿este chico no se cansaba? No me gustaba correr con el detrás, me sentía un conejo escapando de una estampida de gacelas. Como el rey león, más o menos.

Fui todavía más rápido, quería quitármelo del medio y esta vez no se burlaría de mí colgándome o quitándome la maleta para llamarme perro enano. Estaba tan concentrado que no me di cuenta de que había pasado varias veces a Tea, incluso alcanzado a Joey quien esquivaba los puños aleatorios de Tristán en mitad de la carrera, y por si fuera poco, habían despejado un carril solo para nosotros.

El pitido del silbato fue una alegría, me detuve casi sin aire, apoyándome en el palo de la portería para dejarme caer con cansancio. ¡Aire! Mi reino por un poco de aire. Que mal lo he pasado.

─Corres rápido... enano. ─observé a Cancerbero acercándose a mí, a pesar de su gran talento para la interpretación, se le veía algo cansado. Y eso era decir poco, yo no tenía fuerzas ni para fingir estar bien.

─Igualmente.

─Te falta fondo. ─estuve a punto de contestarle una grosería, mas no quería acabar en otro perchero como la otra vez así que opté por el silencio.

─¡Muy bien chicos! ─se acercó el profesor a pasos agigantados─. No pensé que es lo tomaríais tan en serio.

─Solo corríamos. ─respondió Yami con sequedad, y cabía decir: obviedad.

─No ha sido nada. ─sonreí tras levantarme, con la mano me sacudí la hierba pegada del pantalón.

Se acercaron a felicitarme los tres compañeros con los que más hablaba en estos momentos. Bueno, apenas conocía a nadie más... Comentamos por encima si podíamos hacer algún plan o, posiblemente, ir a algún sitio. Sin embargo, la mirada de Yami seguía por encima de mía.

Tengo la sensación que todo lo ha hecho para ponerme a prueba. Pero... ¿de qué?



¡Aquí acaba! Quería hacerlo un poco más largo pero tuve que cortarlo aquí. Aun así, creo que no me quedó muy corto. Espero que os gustase y hayáis pasado buen fin de semana. Os deseo lo mejor está semana, ¡mucho ánimo! A mí por ejemplo me toca estudiar para exámenes...

En fin... ¡hasta la próxima! Gracias a todos, de veras.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top