Capítulo 2: Mirada oculta


¡Hola a todos! Muchas gracias por leer mi fic y animarme a seguir publicando. ¡Me siento tan emocionado! Me gustaría agradecer a YGO_yare_shun por el comentario, ánima saber que tus historias gustan. También agradezco a aquellos que leen y votan.

Espero que os guste mucho y disfrutéis. Los personajes de YuGiOh no me pertenecen, tampoco las imágenes que pongo. Dios bendiga a los artistas de tanto talento que nos ayudan a ver a nuestro shipp subiendo tan bellos dibujos. ¡Gracias! ♥

Aquí os lo dejo, pasad buena semana.


~Yugi~

Escuchaba desde mi sitio el sonido del minutero que vagamente se movía en el reloj viejo y ajado por el tiempo que colgaba de la pared. Una capa de sudor perlaba mi frente, mientras mis manos jugueteaban con un papel. Ya no sabía qué hacer para quitarme la sensación de sentirme vigilado.

Solo me giré una vez en toda la clase y ahí estaba: dos ojos rojos me miraban con afilado análisis. Volví hacia delante la vista e intenté, sin éxito, centrarme en la clase monótona que el profesor se molestaba en impartir. Apostaría lo que fuese a que no estaba parpadeando, miraba con tesón mi nuca y, posiblemente, alguna zona más que no me gustaría saber. Si tuviese dos cabezas más lo llamaría Cancerbero, la bestia del infierno.

Mi mente barajaba diferentes ideas para salir del atolladero, llegando a hacerme dibujar perros siniestros y duendes de ojos rojos mirando fijamente. ¡Esto no me ayuda!

─Ey, nuevo... ─un susurro a mi derecha llamó mi atención, dirigí mi vista hacia el sonido. Una joven se mostraba frente a mí. Tenía una mirada azul intensa, enmarcada por una cabellera de media melena castaña. Su piel blanca mostraba diferentes abalorios en muñecas y tobillos, me hacía gestos señalando al suelo. Al bajar la mirada encontré un bolígrafo, supuse que sería de ella─. ¿Puedes pasármelo?

Asentí, agachándome con cuidado. De reojo vi un zapato negro dirigirse a mí, tuve que levantar ligeramente la cara pues no me dio tiempo a más, la punta del zapato peinó mi barbilla. Escuché un sonido a mi izquierda, al girar la cabeza pude ver el bolígrafo rodando hasta el extremo de la clase. Por el rabillo del ojo, seguí el camino del zapato, conectado a un pantalón negro y éste a una camisa blanca, encontré dos ojos rojos mirándome con rabia. Mierda, era Cancerbero.

─Muchas gracias Yami. ─ironizó la chica, entre sus palabras encontré tintes de enfado y sarcasmo.

─Intentaba ayudar. ─su voz me produjo otro escalofrío, era dura y varonil, con un matiz un tanto tenebroso. Al contrario que la mía, una voz aguda de niño que, según antiguos amigos, taladraban los oídos de los alrededores.

La conversación murió acto seguido de su última palabra, por mi parte preferí acomodarme mejor en el sillón y seguir con mis dibujos de monstruos nacidos desde las propias entrañas de mi mente imaginativa. Por suerte, supuse que por mi parte infantil, tenía una imaginación con grandes alas. Llegaba lejos y me divertía yo solo tantas veces que acababa pasando el tiempo ajeno a mi sentido. Al final, algunos días se me hacían extremadamente cortos.

Menos estas horas, tenía dos dagas rojas incandescentes atravesándome la piel con intención de llegar a mi alma. Pareciera que intentara doblegarme, hincar sus fauces en el núcleo de mis secretos para utilizarlo a su favor. O tal vez, simplemente, estaba sorprendido de encontrar otro loco que le gustase tocar cables eléctricos pelados para obtener su mismo peinado.

Suspiré cansado, fue una liberación escuchar el timbre que anunciaba el final de la clase. Creo que es la mejor noticia que podría recibir en semejante estado, sentía el cuerpo dolorido de la tensión. No podía ni relajarme con ese tío detrás.

─Yugi, ¿puedes acercarte? ─maldije al profesor, algunos alumnos aún no habían salido y, tras escucharle, clavaron sus miradas curiosas en mí. Me deslicé hasta él suspirando, sentía mi cara arder, roja como un tomate.

─¿Sí? ¿Qué pasa?

─¿Puedes llevar estos papeles a dirección? ─parpadeé confuso.

─¿Yo? ─me señalé a mí mismo, en un impulso inconsciente, y todo por culpa de la sorpresa─. ¿Soy la mejor opción? Acabo de llegar... No sé dónde están las cosas.

─Por eso mismo, así te familiarizas un poco. No te preocupes por el tiempo, ahora tenéis descanso hasta la otra hora y es largo. ─asentí, cogiendo la carpeta que me extendía.

Nuevamente, cuánto más caminaba menos seguro estaba de donde podía estar ubicado. Las paredes húmedas eran todas iguales, incontables pasillos del mismo color se extendían frente a mis ojos. Por si fuera poco, las puertas de entrada a clases y sus propias ventanas eran idénticas. ¿No podían haber tenido un poco de originalidad?

Llegué a un apartado, tenía bancos y alguna que otra maceta. Parecía un sitio para descansar, de reuniones y tomar algo. Habían máquinas expendedoras con diferentes contenidos en bollería industrial. En estos momentos se hallaba vacío, dado el buen tiempo que hacía hoy, era evidente que nadie querría encerrarse.

─¿Eh? ─durante unos segundos sentía humedad en mi cabeza, ¿estaré volviéndome loco? ¿Me habrá afectado ser fijado de tal manera visual durante cincuenta minutos de clase? Palpé mi cabellera, efectivamente, estaba mojada. No era producto de mi mente entusiasta. Al darme la vuelta encontré al chico que torturó mi anterior clase, vi una regadera azul en su mano─. ¿Qué haces?

─Regarte. ─respondió de manera seca. A pesar de su mueca de seriedad, dibujaba en su rostro una sonrisa de superación y burla. Fruncí el ceño enfadado.

─Eso lo supuse. ¿Por qué?

─Para ver si creces. ─cerré los ojos intentando calmarme, sentí la ceja izquierda palpitar. La sangre debió subírseme del todo a la cabeza pues sentía el cabreo latir dentro de mi cerebro.

─¿Eso a qué ha venido?

─No quiero hablarte mirando hacia abajo.

─Podrías probar con tu cerebro. ─susurré casi imperceptiblemente, como mecanismo de liberar frustración y enfado. No obstante, una risa macabra brotó de entre los labios del más alto.

─Enano mal hablado, que pocos modales. ─de repente, sentí que no tocaba suelo. Un pinchazo en ambos sobacos me tiraban hacia arriba, quedé cara a cara con el chico misterioso. Desde tan cerca, podía ver mejor sus ojos, su color rubí parecía hipnotizar, tenía un matiz oculto en ellos que no captaba. Posteriormente a ser levantado dos palmos del suelo sentí un tirón en la chaqueta─. Ahí te quedas a pensar en lo que has hecho, a ver si aprendes.

─¿Te has vuelto loco? ─observé a mi alrededor, ¡me había colgado en el lugar donde se dejaban las chaquetas! No llegaba al suelo ni mucho menos a poder desenganchar la chaqueta del enganche metálico al que estaba clavada─. ¿Por qué haces esto?

─Me aburría. ─me quitó los papeles de las manos con poca delicadeza, empecé a gritar y patalear para que me los devolviera─. Cállate un poco, tu voz es molesta.

─¡Pues bájame de aquí!

─Ya te he dicho, quédate ahí pensando. ─levantó los papeles, con una sonrisa maligna plasmada en su rostro─. Para que veas que no soy tan mala persona, iré a devolverlos en tu lugar. Ya les avisaré de que te has quedado colgado buscando los departamentos.

Fruncí el ceño, ¿eso era una broma? ¿Tenía que reírme? Me consideraba una persona pacífica, y algo miedica, de ahí que me fuera tan fácil apostar mi balanza contra la paz. Sin embargo, en estos momentos, solo quería darle una patada en la cara. Para una vez que llegaba, y no podía permitirme el lujo. Intenté de nuevo desengancharme, la sisa de los sobacos me tiraba y empezaba a hacerme daño.

─Adiós, cuídate. ─agitó los papeles a modo de despedida, sonriendo macabramente mientras se alejaba─. Si me acuerdo ya avisaré a alguien de que estás aquí.

─¡Oye! ─pataleé enfadado, rezando para que existiera la posibilidad de que la tela se rasgara y cayera al suelo al menos por el peso. No parecía surgir efecto. ¿¡Por qué me hizo esto!? El primer día y ya voy a ser el hazmerreir de todo el instituto, tengo que bajar de aquí como sea.

En silencio, pues no quería ponerme a gritar y atraer la atención de los alrededores, hizo lo imposible para salir de ahí: romper la chaqueta, agarrarme a algún sitio, desengancharla, dejar caer mi peso hacia abajo, desabrocharla... Pero nada, era imposible. La postura no era la indicada para mover mucho los brazos, y la tirantez de la chaqueta no permitía manipular nada. Me había rendido para descansar un rato cuando sentí un nuevo tirón. Éste fue algo más alto que el anterior.

Esperando encontrarme los ojos de Cancerbero tratando de afilar ambas dagas en mi alma débil y manipulable me encontré una mirada cálida, llena de energía. Venía envuelta en un color marrón chocolate muy agradable, con mucha vitalidad y vida, me transmitía seguridad a pesar de estar tan alto. Y, en alguien como yo, no estaba acostumbrado a mucha altura. El chico me bajó con cuidado, al igual que los ojos, su cabello también era marrón. Llevaba los lados rapados y un tupé en la zona superior. Su piel bronceada, al lado de la mía, se notaba más. Una sonrisa ancha y una nariz pequeña eran una gran combinación.

─¿Estás bien? ─preguntó, solo asentí algo sorprendido. Ni lo había visto venir─. ¿Cómo has llegado ahí?

─Ha sido el chico ese... Yami, si no recuerdo mal. ─hice memoria, así le llamó la chica cuando pateó su bolígrafo.

─¿Le has molestado o algo?

─¿Yo? No, iba de camino a dirección.

─Sí, te recuerdo. Eres el chico nuevo, ¿Yugi? ─afirmé con la cabeza, el joven me sonrió─. Soy Tristán, un placer pequeño.

─Igualmente. ─le estreché la mano obviando su última palabra, o acabaría a malas con todos. Me adecenté la ropa, pues tras estar colgando estaba ligeramente deformada─. Muchas gracias por sacarme de ahí.

─No es nada. ─alzó los hombros restándole importancia─. Ten cuidado con ese chico, ¿vale?

─Sí... tendré que... ─la imagen fugaz de los papeles que tenía en mano llegaron a mí─. Mierda, la carpeta.

─¿El qué?

─El profesor me dio unos papeles para dirección, pero Cancerbero se los llevó. ─me sonrojé al oír mi propia voz─. Quería decir Yami...

─Te acompaño a dirección, ven. ─respondió con una sonrisa en los labios, juraba que el mote del chico le había hecho gracia. ¿No era tan descabellado no? Ese perro siempre se había pintado con ojos rojos cual sangre.

Le agradecí antes de seguirle, me sentía algo bajo en comparación a su estatura mas estaba acostumbrado ya. De camino, Tristán fue señalándome los diferentes espacios que regían el instituto. También pude comprobar que poseía fama entre las féminas, muchas le saludaban con gran entusiasmo.

─Mira, es aquí. ─habló él menguando la velocidad, pude ver que en la puerta descansaba la carpeta que Yami se llevó. Corrí a recogerla antes de que alguien la pisara, en ese momento, la puerta se abrió de par en par.

─¿Quién...? ─empezó a hablar el hombre que se mostraba al otro lado, rápidamente me reconoció ya que su rostro cambió de fatiga a normalidad. Lo conocía, debía ser el director del instituto─. Ah, eres el nuevo, ¿verdad?

─Sí, le traía esto. ─le ofrecí la carpeta, el hombre dio una ojeada rápida y asintió.

─Muchas gracias, ¿necesitas algo más? ─negué, posteriormente observó a Tristán quien hizo la misma mueca─. En ese caso me retiro.

Asentimos, las puerta volvieron a cerrarse como si un tesoro trataran de custodiar. Intercambié miradas con el chico, éste sonrió y le restó importancia con un comentario gracioso. Al menos en apariencia.

─Voy fuera un rato, ¿te apetece venir conmigo? ─me ofreció, el pánico que dentro de mi habitaba cuando se trata de hablar con los demás dio un salto y se apoderó de mi cuerpo.

─Pero... no conozco a nadie.

─¿Cómo que no? Ahora a mí, y por mala suerte, a Yami.

─Supongo que sí...

─Ven, anda, no pasará nada. ─indicó la salida con una mano, solo asentí y le seguí.

Los fríos pasillos cambiaron sus caras a un cielo azul, el viento fresco acariciaba mi blanquecina cara, el suelo duro cambió a una tierra fértil, a los alrededores no solo el verdor se multiplicaba, también la vida de alumnos con respecto al interior. Sonreí contento al ver a mucha gente jugando, tal vez podría coger algún juego de la tienda del abuelo. Escuché el nombre de Tristán, formado en una voz femenina, busqué el origen junto a él.

─Creo que te llama ella... ─señalé a la chica que agitaba la mano, si la vista no me fallaba, juraba que era la del bolígrafo.

─Ah, es Tea. Ven, te la presento. ─me guió hasta el lugar, distinguí al chico rubio del cubo de rubik jugando con él.

─¿Dónde estabas? ─preguntó cuando nos acercamos lo suficiente como para entablar una conversación.

─Ayudaba al nuevo con unos asuntos. ─indicó con la cabeza mi dirección, la chica pareció reconocerme y me sonrió.

─Encantada, ¿tu nombre era Yugi? ─asentí─. Un placer peque, ¿qué tal tu primer día?

─Raro. ─obvié, nuevamente, el mote de pequeño. Lo dijo de manera cariñosa y con muchos mimos, pero no. Estaba harto de que todos me hicieran la misma alusión. No obstante, por educación y porque si no iba a acabar con gritos hasta con los árboles, decidí callarme.

─¿Y eso?

─Se encontró con Yami. ─respondió Tristán en mi lugar, la fémina cambió la mueca de la cara. Pude leer en ella que había entendido todo solo con esas cuatro palabras.

─Lo siento, ¿quieres venir con nosotros? Nuestro amigo está ahí. ─señaló al fondo, un rubio hinchaba el pecho frente a las chicas. A los lejos, un joven de cabellera castaña y ojos azules, fríos como el hielo, analizaban la escena. Admitía que transmitía miedo y sobre todo respeto, sin embargo, prefiero mil veces su expresión seria y sin vida antes que la mirada fija de Cancerbero en mi nuca.

─¡Joey! ─llamó ella intentado llamar su atención. Suspiró al ver que era en vano─. Que pesado está con las mujeres, a ver cuando sienta la cabeza.

─Eso no vivirás para verlo. ─bromeó el joven, sonreí al ver que entre esas tres personas habían grandes conexiones. Podía verse escuchando simplemente el tono de voz.

─¿Y qué soléis hacer aquí para divertiros? ─pregunté intentando romper el hielo, me sentía como una hoja movida por el viento sin voluntad alguna por elegir su propio camino.

─Jugamos mucho, solemos traer todo tipo de entretenimientos. ─Tea se llevó una mano a la boca para ocultar una sonrisa pilla─. Es gracioso, pareciera que todo lo solucionamos con juegos de mesa.

─A mí me gusta el baloncesto, fútbol... ─Tristán levantó un brazo para sacar bíceps, fingiendo ser un musculitos─. Ya sabes, ¡la acción!

─Fantasma. ─susurró la chica, éste le escuchó y le lanzó una mala mirada.

─¡Oye! ─salté ante una voz nueva, pude ver al chico rubio frente a nosotros. Por algún motivo, fruncía el ceño y tenía la mirada perdida. Supuse que fingía enfado ya que era una combinación extraña─. ¿Qué hacéis hablando aquí sin mí? ¡Vaya amigos!

─¡Ya te hemos llamado! ¡Sordo! ─espetó Tea cruzándose de brazos, para dramatizar más, levantó el mentón y miró a otro lado.

─Tú... te conozco. ─me miró fijamente, solo pude sonreír con nervios. Era algo incómodo que se agachase para estar cara a cara, cuanto más alto era, más se notaba mi enanismo─. ¡Eres quien me resolvió el cubo de rubik!

─¿Qué? ¿No lo habías hecho tú? ─cuestionó Tristán con una sonrisa─. Ya decía yo que mentías, apenas puedes andar y hablar al mismo tiempo.

─¿Me estás llamando tonto? ¿Quieres comerte una ensalada de ostias?

─No tengo hambre.

Frente a mis ojos, comenzaron a golpearse y gritarse. Increíblemente, nadie alrededor dijo nada. Es que ni miraban, ¿qué pasaba aquí? Tea se acercó a informarme de que era algo usual, se pasaban el día entero molestándose y dejándose caricias dolorosas en la cara del otro. En concreto, moratones. Por otro lado, el día de hoy poca gente estaba desperdigada, todo el mundo se arremolinaba en un punto. Escuchaba gritos de elogios desde ahí, gran proeza cabía decir con el berrinche que estaban creando los otros dos.

─Perdona... ¿qué pasa ahí? ─señalé al lugar, la fémina observó el gentío.

─Ah, será Yami jugando.

─¿A qué?

─No sé, ¿quieres ver? ─asentí, al abrirnos hueco (por suerte para mí fue fácil, ni se me veía venir) pude ver a Cancerbero frente al rey del hielo mirándose fijamente. Escuchaba gritos con el nombre de Kaiba en ellos, supuse que ese sería el contrincante de Yami.

Estaban jugando al ajedrez, juego que pensaba descatalogado ya hace tiempo pues no lo veía desde que era pequeño. No podía ver bien todas las fichas, no obstante, analizando la actitud de los jugadores juraba que iba ganando aquel de la mirada sangrienta. Yami se mostraba calmado, de brazos cruzados y con una gran sonrisa, Kaiba en cambio era todo lo contrario: ceño fruncido, mentón tenso, manos apretadas y mueca torcida.

─Has ganado, me cago en ti. ─espetó al final el chico, levantándose─. Ya te venceré algún día en algo.

─Cuando quieras, eres tú quien ha querido jugar a esto.

─Quería cambiar, para variar. ─se mezcló entre la gente hasta desaparecer, desde mi altura por lo menos, no era capaz de distinguir su mirada fría y su altura desproporcionada.

Lo admito, tenía envidia de la gente alta.

─Ah, enano. ─me tensé al instante, antes siquiera de oír su voz pude sentir sus ojos rubís clavándose en mí como garras de tigre sobre su presa─. ¿Te apetece una partida?

─¿Yo? No, gracias.

─Vamos, no seas gallina. ─dibujó una sonrisa ladina, mirándome por encima del hombro─. Si ganas, no te molesto en una semana.

─¿Y si pierdo?

─No pasa nada, así de generoso soy. ─temía que no me dejase en paz hasta que afirmase, encima había perdido de vista a Tea y, para rematar la faena, estaba encerrado por el cúmulo de gente que había ahí. Ahora mirándome fijamente a mí.

─Está bien. ─me senté en el sitio donde antes estaba Kaiba, si es que se llamaba así. Lancé una maldición interna al ver que la silla era baja.

─¿Necesitas un cojín? ─noté sarna y malicia en sus palabras.

─No, gracias. Empieza cuando quieras.

La partida parecía normal, se desarrolló como dos personas que tenían nociones básicas de ajedrez. Me había pasado la vida entera jugando, resolviendo rompecabezas y demás similitudes. De hecho, el que más me costó solía llevarlo conmigo mas esta vez fue imposible. Por culpa de mi padre, salimos tan deprisa que solo atiné a meterlo en una maleta, después ya tuve que quedarme con mi abuelo. Ni siquiera sé qué han hecho mis padres, no me han llamado.

Se acercaba el final, lo más increíble era la actitud de Yami. Siempre tenía los brazos cruzados, una sonrisa segura y los ojos cerrados. Sin embargo, mirando el tablero se podían ver flancos desde donde atacar, de hecho, su jugada la había visto en un video de internet. Estaba claro que no era un jugador profesional, para ello hacía falta muchísimos años jugando y, salvo que fuera inmortal, no me salían las cuentas. ¿Cuál era su carta de triunfo entonces? Debía ser su actitud, ponía nervioso a cualquiera al dar a entender que no estaba nervioso, ergo, debía guardarse un as en la manga.

─Jaque. ─respondió Yami tras mover una ficha─. Creo que no tienes más salidas, ¿qué harás enano? A la siguiente haré jaque mate...

─Jaque. ─interrumpí moviendo mi torre. Por primera vez, Cancerbero abrió los ojos sorprendido.

─Eso significa... que hemos quedado en tablas. ─susurró él recobrando la compostura.

─¿Un empate? ¿Era eso? ─escuché una voz de entre el público.

─Sí, eso es. Ninguno puede continuar. ─le siguió la conversación otro.

─¿Yami no ha ganado? Nunca lo pensé del nuevo, sinceramente. ─susurró otra persona cerca a mí, suspiré intentando mostrarme molesto. Al menos que comente algo cuando yo no esté delante.

─Me sorprende, ¿has captado mi jugada? ─cuestionó mi contrincante.

─Sí, la vi en internet. Es una jugada pinza, esto es, atacar por ambos flancos. Sin embargo, solo necesitas dos fichas claves, aparte del rey para conseguir la victoria. Así que vas dejando las otras de sacrificio para que el rival gane confianza y no sospeche.

─¿Y si lo sabías por qué te dejaste comer tantas?

─Tampoco quería que sospechases. Estaba despejando el camino para mi torre, ella se puede mover cualquier número de casillas en vertical u horizontal. Así que, para protegerla, puse cerca piezas que te comías con las principales de tu jugada, tras hacerlo, rápidamente las quitabas de su alcance.

─Me has sorprendido enano, ¿quedarte suspendido te ha despejado la mente? ─cerré los ojos para canalizar la ira.

─Dijiste que me dejarías en paz.

─Solo si ganabas, y no lo has hecho.

─Tampoco he perdido.

─Por eso se llama empate. ─sus labios dibujaron nuevamente una sonrisa sarcástica, suspiré cansado y salté de la silla para salir de ahí─. ¿No te apetece otra?

─No, gracias.

Me colé entre la gente, por suerte me dejaron un pequeño espacio mientras nuevos candidatos se querían enfrentar a Cancerbero. Durante todo el tiempo de huida pude sentir ambas dagas rojas rajarme la piel e hincarse en mi alma con la intención de destruirla. Al salir pude respirar tranquilo, Yami generaba una atmósfera incómoda cuando se jugaba contra él.

─¡Felicidades! ─di un respingo, ¿por qué mi familia me había hecho tan asustadizo? Parezco un canguro con hipo. La sonrisa de Joey me sorprendió─. Nunca pensé que nadie ganase a ese tío.

─Gracias... pero técnicamente no he ganado.

─Oye, ¿tú podrías enseñarme a jugar así?

─No te canses. ─volví a escuchar la voz de Tristán, tras del chico rubio. Preveía otra trifulca─. Es un juego de inteligentes, Yugi solo perdería tiempo contigo.

─¿Te quieres callar ya, idiota? ¿No has tenido suficiente?

─Lo mismo te digo, ¿quieres más?

─Ya basta vosotros dos, me cansáis. ─Tea apareció tras nosotros, por suerte, esta vez no di un salto inhumano─. Vais a darle una mala impresión a Yugi, ¿qué va a pensar de este instituto?

─Pues que cuenta con chicos tan guapos como modelos. ─Joey se dio un golpe en el pecho con el puño cerrado, claramente, refiriéndose a él.

─Te recuerdo, gran belleza sin parangón, que te han dado calabazas todas las tías. ─picó nuevamente su amigo. El rubio perdió la paciencia y empezaron a pelear nuevamente, se alejaron rodando por el suelo como si fueran croquetas rebozándose.

─Ruidosos. ─una voz grave llegó a nosotros. Tea saludó a Kaiba, quien había esquivado a ambos luchadores para dirigirse a nuestra ubicación. Según llegó me analizó con la mirada─. Enhorabuena por aguantar una estrategia de Yami.

─Ah, gracias. No ha sido nada.

─Iré a clases. ─se despidió con la mano sin mirar atrás, guardó la misma en el bolsillo y se alejó del gran tumulto.

─Tea... ─me aventuré a preguntar─. ¿Por qué es tan increíble que no haya perdido?

─Bueno, Yami nunca ha perdido un juego. Da igual cual sea, ninguno ha sido capaz de enfrentarlo. ─me aclaró ella. Me llevé una mano al pelo, nervioso. ¿Eso significaría tener a todo el mundo encima? No me gustaba la idea.

─Vaya, creo que marcharé también a clase a sentarme un rato.

─Iré contigo, total pronto será la hora y no quiero ser arrollada por la gente que entra con el tiempo justo.

No era mala decisión.

***

Volvía a casa con cuidado, necesitaba una ducha y relajarme un poco, estaba algo nervioso. Tenía la sensación de ser seguido durante todo el día, lo peor de todo era que lo relacionaba a Cancerbero y cuanto más lo buscaba para pillarle con las manos en la masa más me daba cuenta de que no había nadie a mi alrededor.

─Volviste Yugi, ¿qué tal tu primer día? ─comentó mi abuelo tomando una taza de té, olía bien desde aquí.

─Bien, no fue nada del otro mundo...

─Tu madre llamó al número de casa, ¿quieres hablar con ella?

─¡Claro! ─corrí al fijo, para hacer una llamada de vuelta al último número y esperar respuesta─. ¿Mamá?

─¡Yugi! ¿Cómo ha ido tú primer día? ¡Llevo desde ayer llamándote al móvil!

─¿A mí? ─lo saqué del bolsillo, por más que lo desbloqueaba la pantalla seguía negra. Estaba claro, no tenía batería─. Se me ha apagado... creo que el cargador está en las maletas que me dejé en esa casa. Ni me había dado cuenta.

─Anda que... mañana te lo alcanzó.

─Gracias, ¿cómo va eso? ¿Dónde habéis dormido?

─En unos sacos de dormir que tu padre trajo en el maletero, me he sentido un adolescente de nuevo. ─escuché la risa de mamá, al menos parecía haberse pasado bien. Rezaba para que no entrase en detalles, a mi madre le gustaba narrar lo que debía ser ocultado─. La casa avanza bien, pronto podremos vivir en ella. Con una capa de pintura y un par de muebles...

─Sí, y una desinfección a toda la casa...

─También, he visto cucarachas. No veas el grito que he dado, tu padre se ha caído de la escalera.

─¿Está bien?

─Claro, ha caído sobre el sofá. ─escuché una risa al otro lado de la línea─. ¿El abuelo te trata bien?

─Sí claro, es muy amable conmigo.

─Me alegro hijo, debo dejarte para ayudar a tu padre. Cuídate mucho, ¡y acuéstate pronto!

─Sí mamá. ─me despedí de ella y colgué el teléfono. Espero que no se alargase la llamada, al fin y al cabo era la casa del abuelo, él pagaba el teléfono.

Volví al salón, mi abuelo me preguntó si todo estaba bien. Le comenté los progresos de mi familia y mi día en el instituto, a lo primero no parecía nada volcado en escucharme mas varió su actitud al pasar al segundo tema. De fondo, pude ver las noticias, al parecer había sido encontrada una víctima de asesinato fuera de la ciudad. Pobre... el mundo está lleno de vándalos.

Me retiré a mi cuarto a jugar un rato con algunos rompecabezas que me dio mi abuelo tras haberme dado una ducha rápia, al entrar, pude comprobar nuevamente que estaba lloviendo. Suspiré cansado, estos días me deprimían, el cielo oscuro, las calles incapacitadas... No me gustaba salir a respirar un poco de aire y llegar a casa como próximo sitio turístico de cataratas.

Estaba tan absorto en mis pensamientos y concentración para terminar el juego que no me di cuenta en la extraña sensación que alarmaba a mi ser. Levanté la vista y volvía ver ese brillo rojo en la ventana, una imagen difuminada con el nocturno cielo, el velo de la cortina acuosa que el cielo lanzaba y la poca luz que titilaba en la lámpara de mi cuarto.

─No hay nadie... ─me dije a mi mismo al comprobarlo. Definitivamente me estaba afectando estar cerca de ese chico.

¿Quién era Yami y por qué tenía esa mirada de ira para todas las personas que lo rodeaban?



Hasta aquí llegó el capítulo, espero que os gustase. Si tenéis alguna petición o sospecha de qué puede pasar, me encantaría oírla. Disfrutad mucho del día, pasadlo bien y cuidaos.

Un beso para todos, abrazos. Estaré de vuelta pronto.

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