Capítulo 14: Baja el telón
¡Madre mía! Siento muchísimo la tardanza, no sabéis, en serio, todo lo que me ha pasado. Se me rompió el ordenador, tuve que cambiarlo, nos mudamos y encima tuve un examen importantísimo en marzo, ¡que he aprobado! Así que gracias a todos por vuestra paciencia, por seguir mencionándome, por preocuparme y comentar. Como véis, respondía a todo. Y como podéis comprobar, ¡jamás dejare esta historia! Se avecinan muchas cosas así que os sugiero que no os perdáis nada.
Para compensar la espera os traigo un capítulo muy largo. Lleno de sorpresas y algo de lo que seguramente os encantará. Eso espero, al menos XD
También espero que os toméis un rato para leer estas palabras que os dedico: gracias por leer y votar, bienvenidos a los nuevos y un beso a todos. Os quiero mucho. Sois quienes le dais alas a esta historia para llegar a buen puerto. Muchas gracias por esperar. Un beso a todos, disfrutad leyendo que llegarán pronto más.
Mencionaré a los que comentasteis, abajo como siempre, ¡un beso!
~Yugi~
El gran día había llegado: el poder seguir fingiendo que la vida iba tranquila llevando a mis espaldas un secreto mayor que la muerte. El cielo se tornaba gris ante mis nuevos ojos, tanto mi vitalidad como el ambiente se mostraba angustioso y sofocante. ¿Cuánto daño podría hacer saber una vedad que no era revelada a la luz? Mahad ya no estaba entre nosotros, a pesar de haber encontrado aquellos malditos papeles en la cueva de la desesperación, las noticias no habían dado ese medio pues las fuerzas de poder lo habían bloqueado.
Se aferraban a la pequeña esperanza de que el chico simplemente hubiera desaparecido ya que este asesinato no tuvo las mismas pautas que los demás, sin embargo, todas las pistas apuntaban a que fue víctima de aquel ser psicópata que acechaba con sus fauces el lugar plácido de residencia de mucha gente con vidas cotidianas.
A mi alrededor las luces se extendían, el entorno fue cambiado de un lugar triste y desolado, con calles desiertas que provocaban el rebote de mis zapatos contra el frío asfalto, de hojas de un color pobres siendo arrancadas por la inclemencia del tiempo en su mayor esplendor, hasta un escenario lleno de vida y color. Color que se me antojaba demasiado llamativo para mi nueva perspectiva.
Por lo menos, en las escenas de la obra que debía parecer triste, lo estaría sin duda alguna. No sería necesario fingir. Y no sería para menos, ya que la obra llegó a mucho más público del esperado, al ser benéfica, las empresas colaboradoras alquilaron un lugar donde ensayaban algunos artistas conocidos. Un gran escenario con multitud de escenas preparadas, cámaras y demás aparatos capaces de crear el entorno deseado en mitad de una actuación. Las butacas se llenaban lentamente, el silencio se cortaba mediante las palabras y relaciones amenas que creaba el ser humano entre sí.
Solo habían dos asientos vacíos: mis padres. Ni siquiera se presentaron ante el dato de que el abuelo sí iría a verme. Trató de ponerse en primera fila fingiendo un ataque de lumbago algo exagerado mas los asientos eran numerados y él tenía el suyo. Sé que mi talento artístico e interpretativo no me ha venido de él, debe ser por parte de madre.
Cada quien se preparaba su papel, los ropajes conseguían hacerme viajar al antiguo Egipto. Lleno de brillo por los exagerados ornamentos que algunos portaban en cuello, cabeza e incluso brazos. Más que tela y mucho más que voces, lo que podía verse (y si me fijaba mucho podría personificarlo) eran los nervios. Todo el mundo estaba atacado, con dudas sobre el texto, el terror escénico acechaba por las esquinas dispuesto a caer como una cascada de agua helada sobre una persona que le lleve al olvido del texto.
Sin embargo, este día parecía ir torcido.
─¿¡Cómo!? ─aquel era Kaiba, su papel de director se estaba apoderando de él y solo le faltaba ejecutar a Mana por haber perdido mi traje. Ella era la encargada de vestuario, por algún motivo que no alcancé a escuchar, mi traje llegó roto y con alguna mancha─. ¿Y ahora qué hacemos? ¡Nos falta el traje principal!
─¿¡Te crees que no lo sé!? Alguien debe haberlo roto, ¿mi hermano tal vez?
─NO TIENES HERMANOS. ─la muchacha sonrió algo nerviosa, no parecía saber el motivo de aquel destino mas sus ojos gritaban socorro para salir de aquella situación.
─Tengamos calma, algo podremos hacer, ¿no? ─May hizo de mediadora, como casi siempre. Me miró y sonrió con cierta malicia, aunque su mueca era sincera y tranquila. Con lo cual, la contradicción me perturbaba todavía más─. Tal vez podamos improvisarle un traje.
─¿Eres modista ahora? ─atacó Kaiba con su característica mirada de hielo, ella solo le ignoró e hizo señas para que me acercase. Había oído toda la conversación, difícil no hacerlo con todos los gritos, pero opté por hacerme el despistado por posibles traumas futuros. Ya que no pintaba muy bien.
─Será mejor que hagamos algo con tu ropa Yugi, ¿pasamos a ese cuarto? ─era el sitio que habían usado los compañeros para cambiarse. Acepté con la cabeza, el día de hoy mis palabras eran parcas y carentes de energía. Se negaban a salir por motivos obvios. No podía culparlas.
Una vez dentro lo único que pudo hacerse fue gritar y exasperarse, no había muchas opciones, lo único que teníamos a mano eran telas finas que sobraron a la hora de hacer los trajes y no había tiempo para ponerse a coser hasta crear una túnica, o algo más sencillo como una camiseta. Al menos una versión diferente ya que no se llevaba eso en la obra a representar. Fue tan difícil que incluso llegaron a trabajar entre sí personas que no se hablarían nunca. Por ejemplo, Tea y May. Estaba cómodo con las dos así que no me iba a quejar.
─Creo que tengo una idea... ─dijo la castaña de repente─. ¿Tenemos las vendas sobrantes que usamos para la decoración de momias?
─Sí. ─respondió May más por la curiosidad frente a su idea antes que por haberle respondido con un mínimo de amistad.
─Todas estas telas son transparentes... se salvó el pantalón corto que iba a llevar Yugi debajo de la túnica, ¿no?
─Sí, pero es estilo short, al fin y al cabo no podía verse sobresalir.
─Alguna idea tengo. ─sonrió aliviada, parecía haberse quitado un peso de encima. En cambio yo no me sentía tan tranquilo. Me dieron aquel pantalón corto junto a pautas antes de dejarme solo.
Todos mis recuerdos posteriores son confusos, me ayudaron con el nuevo atuendo ya que muchas cosas se necesitaba una vista global de mi cuerpo, tanto la espalda, como la cabeza. Utilizando las vendas, los abalorios restantes y las telas que sobraron de los trajes consiguieron crear el supuesto atuendo para el protagonista. Aunque aquello de ropa tenía más bien poco. Me dejaron un rato a solas, a mi petición ya que me sentía ridículo, mientras mi reflejo en el espejo mostraba la imagen que ahora portaba.
Habían cubierto mi pecho con vendas para que pudiera quedarse esa parte tapada, mientras que lo poco que llevaba era el pantalón corto color negro y una sandalias. Por el pantalón pusieron un cinturón que me quedaba grande, con lo cual colgaba ligeramente a pesar de dar más vueltas de lo normal. No era mal accesorio pues en él colgaron pequeños cascabeles con formas egipcias que sonaban cada vez que movía las piernas. En el cuello tenía un collar que iba pegado, de él, engancharon dos trozos de tela transparente que sobraron, en mi caso parecía hecho a medida pues me llegaba hasta la rodilla, cada uno caía como lluvia por mis brazos y espalda. Por si fuera poco me pusieron algo parecido a una diadema, por la frente, tras los mechones rubios que poseía mi pelo colocaron el resto de tela transparente que sobró para que el atuendo pareciera algo completo aunque fuese con accesorios.
La imagen era muy delicada... no me gustaba verme así. Me sentía estúpido. Cada vez que me desplazaba sonaba ese sonido, la tela de los brazos se movía conmigo y parecía estar bailando al son de mis latidos. Por esa razón, me negué a salir.
Minutos más tarde tenía a Kaiba aporreando la puerta cerrada con el pestillo.
─¡Yugi! La obra está a punto de empezar! ─su voz se filtraba por la madera como si no existiese la puerta que nos separaba, ni siquiera los muros de alrededor─. Sal de una vez.
─¡No pienso salir así frente a todas esas personas!
─¡No tenemos otro protagonista! ¿Qué quieres que hagamos?
─¡Conseguirme ropa!
─¡No hay más! ─su voz se mostraba llena de ira─. ¡No puedes estar tan mal!
─Lo dices porque no puedes verme. ─hubo un silencio, una fragancia llegó hasta mí. Aquel olor a infierno, ¿era Cancerbero aporreando mi puerta? Al sentir una patada lo comprobé, la muerte había venido a verme.
─Enano, sal de una vez.
─Vete a la mierda Yami. ─la puerta recibió otro golpe. Si seguía con ese ritmo sería capaz de tirarla abajo como si de un ariete se tratase.
─No te creas que puedes hablarme así por estar ahí dentro protegido. Esa te la guardo. ─elevó el tono de voz para provocar más miedo en mí, o eso creía que hacía al menos─. ¡Sal ya chihuahua! No me he vestido como un idiota para que te eches atrás ahora.
─No estarás peor que yo.
─¡Claro que sí! ¡Sal ahora mismo! Último aviso que te doy.
─¿O si no qué?
─No querrás comprobarlo. ─rodé los ojos, tras suspirar y en ese movimiento circular, vi un guión sobre una de las sillas. La obra era benéfica, no podía dejarla así como así. Además, todo el mundo que conocía vino a verla, incluso Yusei... irónicamente, mis padres no. Debía hacerlo─. ¡ENANO!
Giré el pestillo y abrí la puerta, Yami fue a decir algo pero pareció callarse a mitad de la acción pues enmudeció al verme. Ciertamente, salvo aquellas personas que me ayudaron a vestirme, el resto se quedó sin habla. La tela brillaba ante la luz que se filtraba por la ventana a causa de la purpurina, las sandalias sonaban contra el suelo a medida que avanzaba hacia delante y los dejaba atrás. No quería estirar de más esta estúpida obra que me hacía vestir... básicamente sin nada.
─¡Yugi! ─Joey se acercó a mí sonriente, este chico no parecía perder nunca el optimismo─. Que mono te han dejado, sí que pareces un esclavo del faraón.
─¿Gracias? ─alcé una ceja, dudaba de si fue un piropo o una burla.
─¡Es verdad! Aunque pareces más una bailarina... ─cogió mi tela con cuidado─. ¿Esto de donde ha salido?
─¡No lo toques! ─Tea apareció rápidamente al lado del rubio y le empujó sin ningún cuidado. Me sorprendía que pudiera correr con el aparatoso vestido que le había tocado llevar.
─¿¡Qué haces loca!? ¡Por poco me tiras! ─se quejó él sobreactuando, sin duda alguna, haría bien su papel.
─¿No sabes lo que nos ha costado enganchar esto al collar? Si se cae te mato.
─Tampoco será tan difícil.
Kaiba cortó la escena, no había reparado en ello pero tras verme apartó la actitud fría y autoritaria que tenía al creerse un director real de toda esta obra. Mirándome con una perturbadora sonrisa, (al rey de hielo semejante mueca no casaba en sus rasgos endurecidos por el carácter gélido) inició la obra. El telón empezó a moverse, ahora debíamos ser rápidos para cambios y demás, de escena, detalles, ropa... en mi caso aquello último no.
Un narrador comenzó a hablar, oculto por las capas del escenario, relataba el inicio de la historia. Tanto Yami como su supuesta familia salieron a escena. Ciertamente, Cancerbero parecía otro. Llevaba una túnica blanca corta que le llegaba a los muslos junto a un pantalón corto, unas sandalias y miles de abalorios en dedos, muñecas, tobillos y sobre todo en la cabeza. Al contrario que mi diadema, la suya era gruesa con ornamentos dorados pegados. La obra empezó, la suerte fue echada, mientras a los que hacíamos el papel de esclavos nos pusieron en fila mientras nos envolvían las muñecas con grilletes falsos que tirarían de nosotros.
─¡ES MI HIJO! ─se hizo un silencio tras el grito de Lyra, no pude evitar sonreír cuando el público demostró sus risas a la actitud de la mujer. Aunque mi sonrisa se borró al sentir el frío tacto de una cadena rodeando mis manos y un susurro acariciando mi oído.
─Estás muy guapo Yugi. ─parpadeé sorprendido y giré la cabeza para ver a Kaiba marcharse a seguir ayudando con los grilletes. ¿Qué estaba pasando con el mundo?
Entramos en escena, lentamente, fingiendo estar cansados y desnutridos. Había llegado la escena de Joey en la que le vendía los esclavos que quisiera al faraón, éste solo tendría que verlos y elegir. En este papel, el rubio fingía ser un esclavista cuando en realidad era un rufián que secuestraba gente a la fuerza para usarla en su propio beneficio.
Tragué saliva nervioso cuando Yami se acercaba a mí, hacía bastante bien su papel ya que no sonrió maliciosamente al verme, ni intentó poner muecas de amenaza. El faraón miraba con cuidado cada compañero que hacía de esclavo, como si analizase su rostro, facciones y utilidad. Que era para que lo que se tenía esclavos antaño.
Llegó el momento, el supuesto pasaje en el que los protagonistas entraban en contacto y el vínculo nacía. La fila de esclavos se detuvo, iba lenta y quería fingir algo parecido a la detención del tiempo cuando nuestras miradas se cruzaron. El dedo de Yami tiró de mis cadenas para acercarme ligeramente a él, sus ojos serios me escrutaban la cara. Siempre tratábamos de mostrarnos, aunque sea, de perfil al público para que vieran nuestras expresiones.
─¿Este es un esclavo? ─habló el faraón, Joey apareció a su lado asintiendo y fingiendo hacerle la pelota.
─Sí señor, y uno muy especial, tiene la piel inmaculada y unos ojos amatista muy poco comunes.
─Sí, lo he visto. ─con una mano, y más delicadeza de la que esperaba, alzó mi barbilla y una sonrisa afloró en sus labios. Debía ser la impactante noticia de perder a Mahad pues juraría haber pensado que Cancerbero estaba guapo sonriendo─. ¿Cómo te llamas pequeño?
─Yugi... ─Kaiba decidió mantener nuestros nombres reales por si, en alguna ocasión, debía hacerse alguna improvisación sobre la obra. Para ayudarnos con algunos detalles.
─Bello nombre, como tus ojos. Un color inusual, sin duda. ─extendió la mano en dirección a Joey─. La llave, elijo a este chico.
─¿Está seguro? ─Cancerbero asintió, el rufián hacia bien su papel y en estos momentos parecía un avaricioso muy feliz. Le dio la lleva con gusto y preparó al resto para llevárselos fuera del escenario─. ¡Un placer hacer negocios con usted faraón!
─El placer es mío. ─soltó mis cadenas, o fingió hacerlo ya que en verdad no retenían nada. De un golpe seco podría quitármelas de en medio─. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?
─No, gracias faraón. ─estas escenas iban a ser las peores de fingir. ¿Cómo hago para parecer enamorado de semejante bicho?
─Puedes llamarme Yami. ─se arrodillo, como si fuera a pedirme matrimonio, y tomó mi mano con delicadeza entre sus dedos. Depositó un beso en ella. Sabía que debía hacer eso y, aun así, me sorprendió─. Siéntete bienvenido a tu nuevo hogar.
─Es usted muy amable alteza... ─no debió pasar pero ocurrió, volvió a mí el recuerdo de Mahad y mis ojos se cristalizaron con rapidez. Yami parecía sorprendido, no debió de ser mucho pues improvisó con rapidez.
─No te preocupes. ─sus ojos seguían el rastro de mis lágrimas bajar mejilla abajo─. No te voy a tratar mal, se acabó tu anterior vida.
─Sí, lo siento. ─me limpié con cuidado la cara, al mover el brazo, la tela giró a su vez y brilló para todo el público, escuché a algunos niños emocionarse y gritar sobre aquel fenómeno óptico. Sus respectivos padres les mandaron silencio─. Ha sido un amargo recuerdo.
─No pasa nada. ─se levantó con cuidado y tomó mi mano de nuevo─. Me gustaría enseñarte el palacio, ¿puedo?
─No hace falta que lo pregunte alteza... ─tiró de mí ligeramente, el pequeño ventilador que nos pusieron apuntando movía totalmente mis complementos y cabello, con lo cual, el suave tintineo de los cascabeles embelesaban la escena de un faraón con su esclavo, mirándose con supuesto cariño, sonriendo y comenzando un nuevo reto para un amor prohibido en ese contexto.
La escena cambió, me alejé de él en cuanto pude. Que mal rato estaba pasando, casi le escupo en un ojo. Él seguía mirándome susceptible, tal vez seguía sorprendido por el extraño atuendo que llevaba.
─¿Por qué has llorado? ─preguntó al fin, por una vez, su voz fue una liberación de su inquietante mirada. Aunque debía decir que últimamente no parecía tan malvada. No tantos matices.
─Me he equivocado de escena. ─mentí por seguridad.
─Si tú lo dices...
Por suerte fue breve ya que él tenía bastantes escenas y le tocaba salir ahora mismo. Era el precio que debía pagar por interpretar tal papel. Sonreí burlón tratando de ocultar mis verdaderos sentimientos bajo la máscara de la noche. Aquella que turbaba mi rostro a uno oscuro y lleno de maldad que en realidad protegía una debilidad inédita y una expresión rota.
Desde aquí, al menos descansaba de tan pesada carga como el fingir tener que estar enamorado. Miré con cuidado a Yami, su semblante serio, su sonrisa apacible... debía ser su papel mas empezaba a hallar en él un comportamiento diferente, más calmado, menos agresivo... Me costaba admitir que no me disgustaba verle de tal manera. Transmitía paz, a pesar de no cesar en molestar mi alma con su mirada rubí.
La obra continúo sin mas interrupciones que los gritos eufóricos de Lyra. Cuando se escuchaba toda su voz por el escenario, era seguida de risas; sin embargo, con el tiempo muchas madres siguieron su ejemplo y empezaron a animar a sus hijos. El lugar se convirtió en un hervidero de gritos, solo faltaba mi propia madre, que no vino. Me agotaba que se comportase de esa manera, demostraba amor mas... ¿dónde estaba cuando la necesitaba?
─Yugi. ─llamó el faraón varias veces. Suspiré cansado y dibujé mi mejor sonrisa falsa para engañar al público. Salí a escena con cuidado, si me movía mucho la tela parecía estar bailando a mi son─. Qué alegría verte, hacía tiempo que no sabía de ti. ¿Has estado trabajando?
─Sí señor, ya conozco bien el palacio. Solo he estado atareado con mis trabajos.
─Deja de llamarme así, Yami está bien.
─Pero el resto le conocen por faraón. ─alcé la cabeza que había bajado para una reverencia rápida. Mostrando duda y devoción en partes iguales.
─Eso da igual, tú llámame por mi nombre. Tómalo como una orden si así te sientes mejor.
─Está... bien...
En ese momento apareció Tea, molestada de que su hijo perdiese tiempo con un simple esclavo. Trató de hacerle entender que aquello estaba mal, incluso delante de mí pues en esta obra nadie tenía un límite. No obstante, el faraón no cedía y optó por quedarse conmigo.
─¿Por qué he da darle la espalda a tan bello joven? ─tomó mi mano y me atrajo a él, los cascabeles tintinearon al acercarme y tras apoyarme en su cuerpo, la tela cayó sobre él dejándonos unidos. Su cuerpo mostraba un collar en la zona de mis ojos, la túnica parecía más cómoda en comparación a mi vestimenta─. Me gusta su cercanía.
─¡Es un sucio esclavo! ─insistió la madre, fingiendo un enfado.
─Me da igual. ─sus dedos viajaron hasta mi barbilla, la cual subió lentamente y con cariño. Ambas miradas se conectaron, durante unos segundos, debí ver a otra persona pues no parecía él─. Es mi sucio esclavo...
─¿Gracias? ─pregunté sorprendido, no sabía que responder a ello. Ni mi personaje ni yo mismo, ¿cuándo escribieron esto realmente pensaron en hacerle un piropo al protagonista?
Él, en cambio, únicamente sonrió. Sentía en mi interior una luz creciendo, cuidando de mí desde que pude conocer las manos de mi salvador. Al menos, así debía sentirme en este momento. ¿Por qué su presencia me perturbaba tanto? Cambiaba constantemente de parecer, en un momento era una persona tierna y al de unos segundos se volvía en un espécimen salvaje en busca de víctimas inocentes.
Todo avanzó a paso natural, pronto tocaríamos el final de la obra, tuvimos que improvisar muchos pasajes ya que a lo largo de la misma, las escenas románticas, no fueron nada fáciles de recrear. No solo por los aparatos que no funcionaban bien a la hora de ejecutarse en el momento correcto, si no que fingir enamorarse y no ser correspondido no era tan sencillo. Tanto para él como para mí, en mi caso debía ser un amor platónico que no podía decir, en el suyo algo más abierto ya que me abrazaba y ayudaba con las supuestas tareas de palacio.
En una escena álgida, nuestros supuestos sentimientos estaban a flor de piel. Me encontraba en el escenario, mirando a un espejo para que pudieran ver mi reflejo. Suspiraba al tocarme la diadema. Debajo, había una marca que fingía ser de nacimiento, pintada a mano, uno de los secretos de la obra que no podía decir pues Kaiba me habló al último momento del cambio de guión. Inicialmente, iba a llevar una diadema del estilo de Yami, por suerte, mi pelo hacía el resto. En ese momento, le tocaba entrar a Tea, junto al guardaespaldas del faraón: Tristán. Quien me miraba con la tristeza reflejada en sus ojos profundos.
─Sucio esclavo, tenemos que hablar. ─sentenció, apuntándome con la mano.
─¿Desea algo? ─mi tono de voz se mostraba calmado mientras que mi sonrisa no podía ser más falsa. Ya que, lógicamente, me había insultado mas debía mostrarme sumiso ante la nobleza.
─Deja de hacerte el tonto, más te vale alejarte de mi hijo.
─Él me compró, solo sigo sus órdenes.
─Yo también te puedo ordenar, y lo hago. Aléjate de él.
─Si es su deseo señora... lo haré. ¿Puedo saber el motivo? No creo haber hecho nada malo con el príncipe, solo hablamos.
─¿Creer? Eres un esclavo, no pensáis. ─se apartó el pelo con un golpe de mano, estaba bordando el papel, ciertamente─. Estás avisado, no quiero llamarte la atención de nuevo.
─¿Y si ocurre?
─Serás ejecutado. ─abrí los ojos sorprendido, ella solo se dio la vuelta y desapareció de la escena. May, quien era una doncella que servía en palacio cuyos padres trabajaban allí como mano derecha de la corte observó la escena desde una esquina. Supuestamente, ahora debía descubrir mi secreto.
─Alejarme de él... ─susurré al espejo, mis ojos se cristalizaron y copiosas lágrimas mojaron mis mejillas. Apreté la tela entre mis dedos, aumentando el tono de voz pues mis sollozos no me permitían pronunciar bien─. ¿Cómo lo haré si lo amo? ¿Cómo...?
Me apoyé a llorar en el espejo mientras el telón bajaba, el público vio a la chica tratando de acercarse a mí para consolarme pero únicamente fue un amago que se perdió entre las telas y cambios de escena. Tras esta actuación escuché aplausos y vítores alabando mi actuación, tuve que salir rápido de la escena y secarme las lágrimas. Este papel iba a acabar conmigo, me llevaba siempre agitado de una escena a otra.
─¡Yugi! ─se me acercó Joey, ahora mismo no tenía mucho papel─. Estoy sorprendido de tu actuación, ¡eres muy bueno!
─Vaya... gracias. He estado ensayando. ─mostré una sonrisa nerviosa, la primera real desde la noticia de Mahad─. Si no habría sido imposible.
─Se nota, tienes talento, ¿eh?
Sonreí vagamente, me sentía algo abatido aún mas le agradecí sus ánimos, Joey tenía la capacidad de contagiar todo su entusiasmo, de hecho era divertido ver como animaba a cada persona que salía del escenario para darle la enhorabuena ante su actuación independientemente de haberla hecho bien o mal. Incluso se acerco a Yami una vez, lo peor no fue el rubio sino que el otro sonrió y le agradeció.
El día de hoy estaba siendo rarísimo.
La escena se acababa, ¡la obra por fin se acercaba a su final! Aquí, debía salir a ver a Yami y ensayar el baile para la fiesta que se celebraría en su coronación, lugar donde iba a rematar nuestro amor. Con cuidado, salí al escenario, el sonido de mis cascabeles anunciaban siempre mi llegada, en esta escena Yami portaba una capa. Me hizo una reverencia a modo de saludo.
─Buenas tardes, hace mucho que no te veo ya. ─no era para menos, ahora debía estar esquivándole por las amenazas de su madre y las palizas que el guardaespaldas fingió haberme dado como aviso─. ¿Todo bien?
─Claro, solo soy un esclavo.
─No sé a qué viene eso. ─frunció el ceño y me tendió la mano─. Te he llamado para que me ayudes para unos pasos, ¿podrás?
─¿Debo ser yo? Creo que otra persona...
─Sí. ─interrumpió acercándose a mi mano y tomándola─. Debes ser tú.
Lentamente, rodeó mi cintura y empezó a moverse, debía seguir sus pasos o me pisaría. La música cambió el ambiente, las luces se tornaron a un rojo pastel muy agradable de ver. El sonido de los cascabeles era armonioso y la tela que colgaba de mi espalda ayudaba a que la escena pareciera de película. Por si fuera poco, llenaron el suelo de una leve capa de humo generada por una máquina. De reojo, vi a mi abuelo observando todo con ilusión. Lo más sorprendente fue ver la puerta del fondo abrirse y a mi adre, al fin, haciendo acto de presencia. Aunque ya era tarde.
─Yugi, bailas muy bien. ─los pasos continuaron mientras hablábamos, debíamos levantar el tono de voz pues los cascabeles hacían demasiado ruido.
─Al igual que usted, faraón. No entiendo por qué debe ensayar, lo hará muy bien.
─Realmente solo quería estar contigo. ─alcé la mirada, la sorpresa azotó mi cara hasta desfigurarla en una mueca de sorpresa.
─¿Cómo dice?
─Sé que me has estado evitando, ahora encima me llamas como cuando llegaste. Has andado dolorido y fuentes externas me han informado de tu comportamiento. ─miro a otro lado, debo hacerlo a medida que el baile aumenta─. Has estado llorando, ¿me equivoco?
─¿Me ha espiado?
─No, llevo preocupándome por ti semanas. Te escucho muchas veces pero tenía la esperanza de que te acercases a contarme tú. Creía que ya me había ganado tu confianza.
─No se trata de eso faraón. ─el baile se volvía torpe ya que supuestamente mi cuerpo se endurecía por momentos ante la tensión. Aparte, no me gustaba nada sentir el brazo de Yami rodear mi cintura─. No quiero hablar de ello.
─Yo sí, ya no sé qué hacer para ayudarte.
─Estoy bien, solo déjeme tranquilo...
─No lo estás, si no fueras tan cabezota yo...
─¡Ya está bien! ─lo aparté de un golpe consiguiendo que la música y el ambiente romántico se cortase de golpe. Cancerbero me miraba sorprendido mientras yo, únicamente, respiraba agitado y me temblaban las piernas de enfrentarme a mi gran amor. Irónico, pues lo odio─. ¡No puedo seguir así! ¡Usted no me conoce!
─¿De qué estás hablando? ¡No entiendo nada!
─¡Ese es el problema! ─agité la cabeza, las lágrimas caían sobre mis mejillas, mojaban mis manos e inundaban el suelo. Yami alzó la mano para consolarme mas la aparté mediante un movimiento de la mía─. No se da cuenta de nada, ¿por qué tiene que ser así? ¿Por qué no me deja alejarme?
─¿Eso es lo que quieres? ¿Perderme?
─¡Sí! ¡Así se acabarían todos los problemas!
─¿¡Por qué!? ¡Dímelo ya!
─¡Porque me gusta! ─me llevé las manos a la boca fingiendo que se me había escapado por el fragor de la discusión. Yami se quedo estupefacto, clavando los ojos rubís en mí. Antes de que él pudiera hablar me di media vuelta y salí corriendo perdiéndome entre el humo residual que quedaba en la estancia.
─Yugi... ─bajó la mano que estiró al intentar cogerme cuando salí corriendo. El telón fue bajando lentamente─. Yo también te amo...
Se escuchó un grito en coro de sorpresa por parte del público y una lluvia de aplausos que resonaban entre gritos sobre las actuaciones, los hijos y, sobre todo, Lyra. Ya llegaba la penúltima escena. Donde todo el mundo estaba. Por suerte el escenario era grande, incluso gente como Maná que no tenía un papel se vistió para rellenar el lugar ya que se representaba una escena clímax: la coronación.
El telón subió y se pudo ver un gran cúmulo de personas, bailarines, nobles, plebeyos, esclavos... todos estaban invitados, sonreían, festejaban, se divertían. Salvo los dos protagonistas, Yami y yo, a los cuales nos enfocaban con focos para que pudieran vernos entre tanta gente. Él poseía una mueca cansada, le habían puesto ojeras simulando pasar una mala noche mientras que yo solo le observaba en silencio tras una columna de decoración.
─Mi faraón, ¿le ocurre algo? ─preguntó Tristán, su guardaespaldas y supuesto receptáculo de confesiones.
─No es nada, descuida.
─Faraón, ¿le sirvo más vino? ─preguntó May, levantando una jarra preciosa con diferentes decoraciones hechas a mano cuyo cristal transparente mostraba un líquido rojo como sus ojos, que borboteaba a cada movimiento y dejaba una leve sombra allá donde pasaba contra el cristal.
─Así está bien, gracias.
─Faraón, ¿desea algo más? ─preguntó otro esclavo, la idea que pretendían dar es que le estaba atosigando con el fin de darle algún ánimo.
─No, está todo bien. Descansa.
Tras unos segundos, se anunció la coronación. Todos aplaudieron y gritaron, dejándole a él solo en el centro. Tea, su madre, portaba una bella corona todavía mas cargada que cualquier cosa que ahora mismo portase Yami. Y eso era decir mucho. El faraón se había arrodillado para que pudiera colocarle la corona en la cabeza, mediante un estilo tradicional antiguo que ellos mantenían en estos días de ascenso al trono.
Venía la peor escena, de entre el público, alguien lo traicionaba. Salía corriendo con un cuchillo, portaba el rostro tapado y una túnica larga cubría el resto de su cuerpo. No dio tiempo a ver nada, solo se escuchó un grito cuando el encapuchado acuchilló y llenó el lugar de una laguna de sangre falsa. El publico gritó al ver que me habían herido a mí al proteger el cuerpo del faraón.
─¡Yugi! ─gritó Yami sorprendido recogiendo mi cuerpo del suelo, tuve que fingir muecas de dolor tras agonizar entre sus manos.
Tristán, ya que era de la guardia, y alguno más que tenía ese papel persiguió al traidor que huía tras impedirle su asesinato hasta salir de la escena. Todos los demás se quedaron alrededor dejando un gran espacio para que el público nos pudiera ver bien. Los focos se centraron en nosotros, su destello era fuerte, me cegaba. Se podría decir que, tal vez, fuera esta la luz que se ve al final del túnel.
─¡Yugi! ¿¡Por qué lo has hecho!? ─gritó él entre sollozos, no le salía ninguna lágrima más la voz se le cortaba.
─No podía dejar... que asesinasen al faraón... ¿cierto? ─tosí, mi cuerpo temblaba. Me estaba saliendo bien esta parte, los recuerdos de mis ensayos agonizando sobre la alfombra de mi cuarto no eran ideales para retener la risa y estropearlo todo.
─¡Pero podías haberme avisado!
─No me... daba tiempo... ─sonreí─. Además, ahora es rey... le necesitan sus súbditos.
─¿Y tú qué? Yo te necesito... ─por primera vez, sus ojos se cristalizaron, jamás vi a Yami así. ¿Cuánto habrá ensayado él? Me apartó la diadema, al caer al suelo hizo un sonido metálico que rompió el silencio de los atentos espectadores. Yami acarició mi marca─. Eres especial...
─Solo soy... un esclavo...
─¡No! Eres más que eso.
─Faraón... ─mi voz sonaba diáfana─. Me alegro de... decirle lo que sentía... Lo siento, nunca quise llegar a eso.
─¿A qué viene es ahora?
─Olvídelo, ¿vale? Sea... feliz. ─apoyé mi cabeza en su pecho, respirando agitadamente. Cancerbero sostuvo mi mano, era cálida y transmitía seguridad. Estaba entre sus Brazos, me hallaba incómodo. Y, aún así, no estaba tan nervioso como siempre.
─No puedo Yugi... no puedo sin ti.
─¿Por.. qué?
─Nunca pude decírtelo pero... te amo. ─nuestros compañeros fingieron sorpresa. Ni Tea habló por un estado de estupefacción─. No puedo seguir esta vida sin ti.
─Vamos... no exagere. ─ya legaba mi momento de morirme. Nunca entendí porque aquí en el guión nadie llamaba a un médico pero... no lo escribí yo con lo cual solo atendía a mi papel─. Adiós, Yami...
─¿Ahora tienes que llamarme por mi nombre? ─estaba llorando, sus lágrimas saladas acariciaban mi cara al caer lentamente─. Eres... cruel.
─Lo siento. ─sonreí por última vez cuando pasó lo increíble, lo nunca visto. Yami me levantó ligeramente, acercó nuestras cara y el espacio... desapareció.
El tiempo parecía haberse detenido, el lugar se congeló. Escuché un grito de sorpresa, tanto de los espectadores que no se lo esperaban, como de mis compañeros pues Yami hizo el varadero final del guión.
Me besó.
Sus labios eran cálidos, mucho más de lo que cabria de esperar de alguien tan frío y basto. El movimiento suave acariciaba mi labio inferior, se movía con cuidado, el tacto carnoso podría volverse hipnótico. No pude responder por la sorpresa, incluso cuando se alejó al fin y debería haber fingido mi muerte, me quedé mirándole.
─Te amo... ─improvisó, ya que debería estar muerto, reaccioné y pude susurrar antes de fingir ser llevado por la parca.
─Y yo... Yami. ─dejé caer mi mano y mi cuello, como si el peso me venciera. Cancerbero me abrazó entre sus brazos, y empezó a bramar mi nombre entre lloros y gemidos lastimeros. Los demás se abrazaron para aumentar la imagen de tristeza que habían opacado el día de celebración. Agradecí que escondiera mi cara contra su pecho porque me podían las ganas de gritarle.
¿¡Por qué me había besado!?
El telón bajó de golpe, rápidamente nos separamos y salimos corriendo. ¡Al fin podría quitarme esta ropa! Quise gritarle a Yami, quise hablar con él, exigirle razones. ¿A qué se debió eso? ¡No venía a cuento! Mi primer beso... y con un chico. ¡Me lo había arrebatado!
Por suerte esto se acababa, nos pusimos la ropa actual. Una ropa moderna, el decorado cambió a una ciudad, con coches, farolas, tecnología más avanzada... El grupo de Yami compuesto por Joey, Tristán y Tea salían del supuesto cine que se veía al fondo del decorado. Era algo bien pensado, y un poco rebuscado. Pues en la cartelera salía una película llamada: Reencarnación. Por si fuera poco, en el cartel salían nuestras siluetas, la mía y la de Yami mirándonos fijamente. Lógicamente, eran sombras, no se veía ningún rasgo ni nada.
─Ha sido interesante la película, ¿no? ─gritó Joey de repente─. ¡Imaginamos que ya nos conocíamos de antes!
─No te aguanto en esta vida, imagínate en tres. ─respondió Tristán con una hermosa sonrisa en el rostro.
─¿¡A que te calzo una ostia!?
Tea fue a hablar para detenerlos cuando Yami se detuvo, los otros dos chocaron con su férrea espalda. La chica buscó con la mirada el motivo de su detención. Ahí estaba yo, mirando el título de la película con una muestra de melancolía. Se quería dar a entender que ciertamente habíamos renacido, que el amor trascendía entre años y dimensiones, que jamás se podría vencer y dos personas destinadas a amarse... lo harían a pesar de los obstáculos.
─Hola. ─Yami se acercó a mí, demasiado sonriente─. ¿Te interesa la película? Acabamos de verla.
─¿Ah sí? ¿Y está bien? ─le seguí la conversación.
─¡Bastante la verdad! Te hace pensar... ¿existirá realmente la reencarnación? Supongo que es algo que nunca sabremos.
─Sí, a mí también me llamó la atención por eso. ─miré nuevamente hacia el cartel, apartándome el pelo de la cara, ahí, el público pudo ver de nuevo mi marca en la frente. Menos mal que la retocaron pues estaba algo borrada.
─Vaya... ¿tienes algo en la frente? ¿Un moratón?
─No no.. ─sonreí nervioso tapándolo con el pelo de nuevo─. Es una marca de nacimiento, me da vergüenza...
─¿Por qué? Eso te hace especial. ─le miré fijamente. Ahora mismo, teníamos la misma postura que en el cartel de fondo, y era para que pudiera verse bien por los espectadores.
─Oh... no sé qué decir. Gracias.
─¿Te gustaría tomar algo con mis amigos? Te invito. ─extendió su mano, sonreí y la estreché a modo de saludo─. Soy Yami.
─Yugi, y será un placer.
Anduve ligeramente hacia delante cuando Cancerbero se quedó atrás y susurró, aunque no fue algo que lo dijera bajo porque debía oírlo el resto del mundo. Solo debía matizar que nosotros no lo oyéramos.
─Al fin te encontré... mi amor.
Por fin, finalizó. El telón bajó de golpe y la gente se levantó para aplaudir de golpe, rápido y entre gritos. Se pudo escuchar el grito de Lyra sobre la actuación de su hijo pero fue peor oír a mi abuelo vitorear a grito pelado sobre la actuación de su nieto. El telón se levantó nuevamente mostrando al público todos y cada uno de los integrantes que habían participado en la obra, no solo actores, también todos los restantes. Saludando al público con alegría, lo peor es que Yami y yo estábamos en el centro.
Jamás pensé que tras ese beso, todo se complicaría. Y peor aún, nunca me imaginé que mi padre entraría agobiado buscándome porque supuestamente, el asesino, estaba a las puertas del teatro.
Mi mundo cambiaba, y las puertas del infierno se acercaban.
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¡Hasta aquí! Espero que os haya gustado tanto como me gustó a mí escribirlo. Menos mal que estoy algo libre. ¡Disfrutad del capítulo! Y cualquier duda solo tenéis que comentar o si queréis hablar, siempre estoy disponible.
Un saludo grande y un agradecimiento por dejarme maravillosos comentarios y alegrarme el día a:
Repetiré de nuevo: lo siento. No volverá a pasar la tardanza. Os quiero mucho, ¡gracias a todos!
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