ESPECIAL TINI Y DANTE

TINI

La risa de Tatúm se mezcla con el sonido de mis cosas, intentando acomodar todo de mi casillero.

Si.

Estoy apurada.

Bastante.

Que ni siquiera me tomo la molestia de cambiarme.

Solo me limito a mudar la zapatillas de interior y calzarme las de salida.

- ¿Y la chaqueta? - Me dice verificando su celular, bebiendo su café y chillando dulces sonidos.

Supongo como cada momento de sus días desde que se casó, por alguna imagen enviada por su marido de alguna hazaña nueva de Luz creciendo.

Breack de ella en el Hospital y horario de salida del mío.

Me miro rápidamente del pequeño espejito que cuelga del interior de la puerta mi locked.

¿Cabello?

Gracias a mi coleta, todavía decente.

¿Mi rostro?

Un bello tono amarillo de tanto té, frituras y desconocer lo que es una cama, por mi guardia de casi 36h.

¿Ojos?

Por culpa de un bostezo lagrimoso y mi rímel sin ser aprueba de agua, soy la hermana menor de Kung fu Panda.

- Ni el pantalón si quiera, mi querida amiga... - Digo por el uniforme que me lo dejo y procuro con mi dedo y ayuda de saliva, limpiar el lamparón negro de abajo de mi ojo.

No hay caso.

Solo sale algo y tampoco me preocupo.

Me encojo de hombros, mientras me abrigo y la beso ruidosamente en la mejilla.

- No entiendo tu fanatismo por Bruno Campisse. - Tatúm menciona a mi ídolo de chica. 

Un gran cantautor Italiano de la época de mi madre y crecí, escuchando sus canciones como aprendí amarlo.

- Es muy grande y sus canciones... - Hace un gesto de escalofrío de no gustarle mientras abro la puerta del room de descanso para irme, pero la interrumpo con un ademán de alto.

- No es grande, yo nací muy tarde... - Le corrijo y ríe. - ...y sus canciones tienen las letras más bonitas del mundo, mención aparte, que fue un gran galán de novelas en su tiempo...

- Pero falta mucho para su sesión de firma... - Mira su reloj.

- Quiero llegar temprano y ser de las primeras. - Me asomo por la puerta y le guiño un ojo. - ¡Saludos a tu sexi Robocop y Lulú! - La cierro sin más, dejándola que hable sola.

Y camino apurada por por el corredor.

Escaleras.

Piso abajo.

Más escaleras.

Una puerta.

Para luego, la sala de recibimiento principal de la planta baja, cosa que, divisando la puerta de entrada, mis pasos rápidos se convierten en trote saludando a colegas como doctores que cruzo en mi trayecto.

Ya afuera con el sol a pleno y corriendo a la calle, mi alegría en auge.

Tachando en el calendario cada mes, seguido a cada día y así, hasta el día tan glorioso que esperaba.

Hoy.

Saco el panfleto publicitario de él, sentado elegantemente en un sillón, del interior de mi bolso.

Donde mi querido Bruno presentará mediante charla de por medio y firma a todos su fans, su último álbum discográfico con sus mejores éxitos en el shopping principal de la ciudad.

Beso su imagen y chillo de pura felicidad sobre mi lugar, sin dejar de mirar por ambas direcciones por un jodido taxi.

Y salto más de alegría al notar uno vacío y que se detiene a mi primer señal con mi mano en alto.


DANTE

- ¿Y tu adorable mujer? - Le pregunto a Cristiano deteniendo su camioneta.

- Hermosa y jodida como siempre... - Me dice muy enamorado, mientras abre su puerta y yo la de mi lado y espero que saque mi silla de ruedas del compartimiento trasero de su camioneta policial.

- ¿Lulú? - Sigo mientras veo como de una maniobra, la abre y la acerca hasta donde estoy haciendo rodar sus ruedas.

- Hermosa y también, muy jodida como su madre. - Ríe, más enamorado.

El muy condenado exuda corazones, arco iris y pura flores rosas como aura en su uniforme.

- ¿Y la loca? - No me aguanto.

Me eleva una ceja.

- ¿Hope?

Niego riendo a carcajadas, dejándome ayudar para sentarme en la silla.

- Ella es linda. - Uso su hombro para bajar y acomodarme mejor. - Hablo, de la loca fea...

Verifica como sobreprotector y buen amigo que es, si la silla de ruedas como yo, estamos bien.

Su mirada de satisfacción, me lo confirma como su pulgar en alto.

- ¿Hablas de Trinidad, amiga de Tate? - Ríe.

Afirmo, poniendo mi mochila delante mío.

Rasca su pelo.

- Trabajando como Tatúm, solo la cruzo en corredores y pasillos en mis guardias, con ocasionales gestos de su dedo del medio cariñoso... - Sonríe. - ...es su forma de decirme que le caigo bien y me aprecia...

- Es rara... - Analizo.

- Muy rara. - Asiente pensativo, continuo a cruzar esos poderosos brazos que tiene en su pecho y mirarme sospechoso. - ¿Y a qué viene, la pregunta por ella? ¿Te agrada?

- Sabes mi fanatismo por lo extraño y de otro mundo... - Justifico. 

- Pensé que no, por lo ocurrido el día que nos casamos. - Curioso.

Sonrío ante el recuerdo.

Fue una bruja sin escrúpulos.

Sonrío más con un suspiro.

Que lindo.

- ¿En serio, no quieres que te acompañe? - Cristiano me saca de mis pensamientos con la hija de Lucifer. 

Niego rotundo.

- Puedo solo...

- ¿Seguro? - Insiste, señalando la entrada del lugar. - Puedo, aunque sea...

- ...muy seguro. - No lo dejo continuar. - Quiero hacerlo solo. - Elevo un puño a modo aliento. - Yo puedo...

Y suficiente, para que mi amigo comprenda.

Palmea mi hombro con cariño, asintiendo y lo despido girando mi silla de ruedas y con ayuda de la fuerza de mis brazos, ir a la puerta del centro comercial sin antes voltear para saludarlo de nuevo y notando que voy bien, monta a su camioneta para irse.

Suspiro por segunda vez.

Mi primera vez en un lugar grande por mi propia cuenta.

Ya es hora siendo un adulto, ya que después de mi accidente y sin la presencia de mi hermano mayor por estar en la cárcel y sin otro familiar.

Mi movilización siempre fue en mi zona donde vivo o al centro de rehabilitación, pero siendo buscado y traído por el coche asistencial del nosocomio.

Y exhalo muy feliz el aire retenido de mis pulmones por este gran paso.

Miro mi mochila.

Y más.

Porque compraré en la sección deportiva yo solito, una nueva y grandiosa pelota nueva de básquet para los chicos del campito educativo ya terminado por el señor Mon, ahora que me convertí oficialmente en su entrenador.


TINI

Agradezco al taxista bajando de este y cerrando la puerta, apuro nuevamente mis pasos en dirección a las grandes puertas del centro comercial, cual por mí y más gente ingresando, se abren automáticamente.

El fresco de los aires acondicionados contra el calor de la temporada, me recibe en su interior y me revitaliza mientras camino por adentro, procurando encontrar la ubicación específica donde mi adorado amor platónico Bruno Campisse hablará y firmará para sus fans.

Elegantes locales vidriados exhibiendo sus productos, ojeo llena de emoción.

No solo por este maravilloso día tan esperado.

Si no, también.

Porque hacía mucho tiempo que no dedicaba en un día de descanso, más que llegar a casa dormir bastante, para luego ayudar a mamá en su bodegón de comidas, en algo propio mío como pasear, comprar algo o visitar.

Y algo de eso hago en un puesto de golosinas con la compra de una gaseosa.

Comprar un surtido de caramelos muy azucarados de extra glucosa, para comer mientras sigo con mi paseo.

El reflejo de una de las vidrieras, me devuelve mi apariencia prestando atención masticando una viborita ácida de gelatina, seguido a un gran sorbo porque moría de sed.

Revelando lo que no hice, por pérdida de tiempo en el room del Hospital Infantil.

Cambiarme.

Y mostrando mi uniforme de enfermera con casaca y pantalón con estampas Disney.

Reprochándome por unos segundos y más en esta ocasión tan esperada.

Procuro arreglar un mechón de pelo desalineado detrás de mi oreja frente al vidrio, sin dejar de chupar mi dulce.

Si al menos, debí ponerme más presentable y linda para Bruno, cuando llegara el momento que firme mi panfleto.

Suspiro y me encojo de hombros, terminando mi bebida.

- Es lo que hay... - No dramatizo, comiendo otro dulce, tirar a la basura la lata vacía y continuar caminando entre la gente.

Pero mi dramatismo de cero nivel, sube a su pico más alto, metros más adelante.

- Carajo... - Suelto en voz alta y desinflada.

Porque, no puede ser...

Mucho tiempo antes para ser supuestamente de las primeras.

Mierda.

Y me recibe una incipiente fila de mucha distancia delante mío, para la firma de Bruno.

Todas por señoras de la edad de mamá y más, felices, alegres y tan entusiasmadas como yo con su panfleto en manos para que se los firme.

Mi vejiga aprieta y volteo para ir rápido al baño, pero al girar desisto.

Mierda, otra vez.

En simultáneo, media docena de más mujeres se ponen atrás.

Junto mis pies, evitando pensar en ello y mirando nuevamente al frente.

Pero los movimientos estomacales, me siguen y cierro mis ojos con fuerza por eso.

Malditos dulces ácidos en combinación, con jugo de frutos del bosque.

Sudo y no hay acondicionado que me ampare.

Y más para mi desgracia, más mujeres se amotinan tras mí.

Sudor frío.

Si voy al baño, pierdo mi lugar.

Más sudor y ahora helado, copando mi cuerpo.

Pero si no voy, hago un desastre.

- ¿Qué hago? Qué hago? - Me digo para mí, bajito y cruzando más mis piernas entre sí.


DANTE

Desde el piso donde compré la pelota en el local de deporte, veo por ser vidriado el ascensor mientras desciende, como una aglomeración de gente.

Más bien, lo que parece una extensa fila por mujeres a la espera de algo, en un ambiente muy animado.

Y me asombro más al salir y manejarme ya abajo, deteniendo de golpe el andar de mi silla.

Cuando veo a Trinidad entre las señoras.

He inclino mi cabeza curioso.

Por los extraños movimientos que hace con su postura algo encorvada y pies entre sí.

Oculto mi risa con una mano.

Como un falso Michael Jackson, haciendo su famoso paso de la luna.

Pero comprendo rápidamente, observando todo.

Que esa fila de nunca acabar, es por la espera de algo y que tal, para Jackson es muy importante, porque su uniforme lo acusa, al igual su pelo jamás peinado.

Y lo segundo.

La risa me puede.

Que esos pasitos de baile, en realidad eran obligados por necesidad, ya que la veo irse de golpe rompiendo la fila y correr en dirección donde una flecha con imágenes en un lindo cartel, indica los baños.


TINI

Hay algo que tenía razón mi abuelita.

Que en paz descanse.

Y ahora le doy la razón.

Al corazón y al trasero, no se lo manda.

Cosa que hablo por lo segundo, porque placer más grande.

No me digan que no.

Y hasta, parecerte lo más maravilloso del mundo.

Cuando en una situación como la mía, ves a su majestad el inodoro y evacuas todos tus tormentos en él, por culpa de ingestas que no se deben mezclar en un día de calor, seguido a un golpe de frío.

He dicho.

Y suelto aire aliviada derrumbada contra este, pero recordando lo que perdí por hacerlo, inhalo otro triste.

Mi posición en la fila.

Así que, algo desanimada pero sin solución una vez terminando, salgo del cubículo bastante triste a los lavados de mano para higienizarme.

El secador de pared se lleva la humedad del agua y jabón como también, mi gotas de alegría de momentos antes y así, camino a la salida.

¿100?

¿150 o más mujeres, tendré delante mío?

No lo sé, pero solo espero que mi amado Bruno aguante hasta mi turno y no deje para el resto y final por su apretada agenda, que sus colaboradores y a modo consuelo, entreguen ya los panfletos previamente firmados.

Ya que y por eso mantuve en carga todo el día mi móvil.

Para pedirle una foto con él.

Mis pies me arrastran hasta el lugar otra vez y para mi desgracia, se duplicó de personas desde que me fui y poco feliz me pongo en el último lugar.

Procuro alentarme pese a todo y para mi asombro la mujer delante de mí, se abre paso, para ver que la que está delante de ella, también la otra mujer la imita y así, sucesivamente y sonrientes me piden que siga adelante.

No entiendo que ocurre y procuro negarme, pero ellas insisten y me alientan que me haga camino hacia adelante.

- El muchahito, te espera... - Me dice una.

- No lo hagas esperar...  - Me habla otra, sin permitirme detenerme.

- ¿Qué? - Solo digo, ya que no entiendo.

Los empujones para que siga pasando, siguen y comprendo casi al llegar donde era mi puesto antes.

Abro mis ojos.

Porque, entre la multitud de mujeres.

Frunzo mi ceño.

Y en su propio trono.

Dante y no precisamente en su purgatorio.

Frunzo más mis cejas.

Más bien en todo su gozo y Edén, dejándose mimar y consentir por ellas, bajo ese rostro dulce y comprador con genes del diablo.

Se encuentra él.

Si.

Dante mismo y amigo del Robocop, tan bonito como descarado a mi espera.

- Tu marido nos explicó porque te fuiste... - Una señora, me dice.

- ¿Marido? - Repito.

¿Qué?

- Futuro... - Le corrige la que está a su lado, mientras me dan paso y quiero negarme.

Risitas divertidas entre ellas, en tanto me acomodan delante de ellas y frente al hijo de Satanás.

Tal que al verme, su sonrisa se expande y lo que no sé.

Le elevo mi ceja dudosa, causando que su sonrisa se expanda más.

Si, sincero por verme o por todo este teatro que armó.

Actuación que me llena de curiosidad, de cómo diablos apareció, me vio he hizo esto.

- Claro...futuro... - Dice una tercer mujer, la que está delante nuestro y totalmente conmovida como encantada, bajo el embrujo seductor que le habrá dicho Dante, tanto a ella como al resto que ríe ruborizada. - ...nos relató mientras se excusaba por ti en el lugar, como se conocieron... - Prosigue, mirando mientras escucho como todas asienten, inclusive Dante dándole totalmente la razón. - ...como se enamoraron...

- ...estoy enamorada? - Pregunto y Dante lo da por obvio con un gesto.

- ...y como creció tal... - Suspiro romántico por todas a coro y al mismo tiempo, cuando escuchan eso y repito nuevamente, inclusive Dante haciendo batir por ello, sus gruesas, largas y envidiables pestañas naturales que posee.

- ¿Creció? - Suelto.

Las mujeres afirman y Dante abraza su pecho conmovido, causando que más suspiren las mujeres al verlo.

Gran actor.

- Claro, tu amor por él desde ese día. - La señora atrás mío habla.

Sonrío.

- ¿Qué día? - Pido, ya que no recuerdo haberme enamorado de él.

- El día del casamiento de sus amigos en común, querida... - Suelta una risita conmovida otra mujer.

Me cruzo ese día.

- Ahh... ese día... - Lo recuerdo perfecto.

Porque, casi nos arrancamos los ojos por pelear por el taxi, importándome una mierda su estado.

Mi amiga estaba primero.

- Ese... - Acota Dante, masticando una risa que noto que se la traga por rememorar tan bien como yo.

- ¿Y ahí, yo me enamoré de ti... - Me inclino a él. - ...mucho? - Tengo dudas.

La mochila que lleva delante no le permite mucho, pero lo suficiente para que descaradamente su postura desafiante también inclinado, invada mi espacio personal y quedemos a centímetros enfrentados.

Él en su silla de ruedas muy tranquilo y yo, de pie frente suyo y ahora con mis manos en mi cintura.

Sonríe descaradamente, mordiendo su labio.

- Tanto... - Murmura. - ...que vas a ser, mi futura mujer... - Larga esa burrada, provocando que las mujeres aplaudan y chillen romántica.

Latido.

Quiero arrancarle los pelos.

Otro latido.

¿Y eso?

Tirar de sus bonitos mechones naturales y castaños que rodean su rostro por mentiroso.

Pero, no puedo por dos cosas.

Primero, porque cuna voz en un micrófono anuncia la llegada de mi adorado Bruno por comenzar su presentación en manos del anunciador y aplausos estalla por todas de golpe.

Y segundo, mentiroso como muy tramposo o no, utilizando su condición a juego con su rostro agradable y seductor para cualquiera, ayudando que sigo de enfermera.

Lo hizo.

Cosa, que sigo sin comprender, cómo.

Para que yo, no pierda mi lugar...

Y si la culpa me agobia por esta estafa que causó, seguido a la gran mentira del supuesto nosotros, se disipa tras ese aplauso que todas hacemos, al ver en un lateral del pequeño escenario que se armó, la aparición repentina de Bruno causando más aplausos, pero en conjunto de chillidos por todas.


DANTE

El viejo no para de hablar y agradecer con numerosas reverencias a todas. 

No tengo idea quién mierda es, pero una canción de él de fondo y como cortina mientras responde preguntas del presentador tomando asiento en un elegante sillón en dorado y gamuza mora muy Victoriano, sé que es famoso ya que es muy conocida.

Supongo que por escucharla de la radio.

No sé, creo.

Y aunque me aburro de muerte, por un rato y algo asombrado, me quedo mirando como Tini al igual que el resto de mujeres, devotas.

Y hasta creo, un hilo de baba colgando de todas.

Miran y exclaman extasiadas con cada gesto, palabra o postura que el tipo hace.

Comienza lo que parece la firma de las fotos que tienen cada una en sus manos y en el momento del turno de Trinidad y más que para hacerlo, tiene que subir un par de escalones, me doy cuenta que es hora de irme.

Cosa que lo hago y lejos ella de notar que me alejo, mientras pido disculpas y permiso.

No me molesta.

Sonrío complacido y sin dejar con ayuda de mis brazos, de deslizarme por el lugar.

Hoy fue un gran día, ya que compré el balón para los chicos del campito y ayudé a la loquita.

Me detengo en un sector y cerca de una pared comercial, para sacar mi móvil del bolsillo de mis jeans para llamar un taxi.

Pero en el momento de movilizarme nuevamente, un pie llevando pantalones Disney atravesado de golpe como apoyado contra esa pared y para nada femenino, se interpone.

Sigo el largo del mismo y hacia arriba para encontrarla a ella mirándome fijo.

Muy fijo.

Y con sus brazos cruzados sobre sus pechos.

Un resoplido de su boca, vuela un mechón de su pelo que interpone en su rostro.

Terrorífico.

Hermosamente, escalofriante.

Me oculto divertido, tras mi mochila que lleva la pelota, pero le señalo mi celular.

- Es tuyo... - Digo y como no responde, la miro por sobre mis cosas. - El taxi que pedí... - Le explico, al ver su rostro sin comprender.

- ¿Llamaste uno? - No sonríe.

¿Dije, hermosamente escalofriante?

- Si y no voy a pelear contigo por él. - Prosigo y por primera vez, algo tímido ante su presencia. - Estoy demasiado feliz. - Miro para otro lado.


TINI

¿Eh?

De pronto, un rubor rosita tiñe sus mejillas cuando evade mirarme al terminar de decir eso.

Con la conmoción por la aparición de Bruno y el movimiento de las mujeres, casi lo perdí de vista a Dante.

Y digo casi, porque al subir por mi amada firma y logrando la añorada foto junto a mi cantante, logré localizarlo metro abajo y notando que se iba.

Y la felicidad que sentía, se unía, cosa que calculo por ayudarme.

A correr hacia él, para mostrarles mis dos tesoros que conseguí.

Pero un dejo amargo se acopló, notando que marchaba, sin siquiera decirme adiós.

Y me molestó.

Me enfureció, palpitando mi corazón enérgicamente y antes de pensarlo apropiadamente, ya corría escalones abajo e interrumpía su salida con lo mejor que se me ocurrió.

Interponer mi pie contra Dante y ayuda de la pared.

Poco femenino, lo sé.

Pero mi sistema actuó, ante que mi cabeza.

- ¿Estás feliz? - Solo digo.

- Si... - Sigue esquivando mi mirada.

Como que de pronto, le parece mucho más interesante el color amarillo pastel de la pared que tiene a un lado y mi pie sigue apoyado que yo.

Lo analizo.

- Eres extraño...

- Tú, también eres rara, Jackson... - No demora en responder y su vista al fin, se despega de la pared, pero para mirar la longitud de mi pierna que lo atraviesa frente a él, hasta deslizarla sobre mi persona y llegar a mis ojos. - Y poco femenina, también. - Sonríe. - Me agradas...

Y yo, lo hago incluso.

Sonreír y más por ese apodo.

- ¿Tienes hambre? - Me dice.

- Mientras no sea nada líquido y dulce... - Respondo a su ofrecimiento y ante mi accidente de hora antes.

Uno, que él me salvó.

Ríe y yo, bajo mi pierna.

Porque ya no se va.

No se marcha.

Es más y desde ese momento, aunque cosas quisieron separarnos.

Jamás, volvimos a hacerlo.

Y con el tiempo descubrí otra cosa en cuanto a la frase mencionada por mi abuelita para afirmar lo primero.

Que al corazón como al trasero, tampoco se lo manda...


FIN.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top