ESPECIAL, SIDHARTA Y CLARK

CLARK

Mi vida siempre fue movida.

Creciendo en un seno humilde y bajo la crianza de mi papá.

No recuerdo un momento en mis 20 años de vida, que no lo fuera.

Cuando nací y prematuramente, tomando de sorpresa a mi madre con poco más de siete meses de gestación, ese día tembló.

Sí.

La tierra se sacudió como nunca en el pueblo que vivíamos, por ser el epicentro a pocos kilómetros y con ella moviéndose.

Más el pánico de la gente, procurando resguardarse en las calles o de sus hogares.

También cortes de luz, por caer ante el movimiento sísmico gran parte de los postes.

Gritos.

Muchos.

Y con eso, acoplándose los de mi propia madrecita pariéndome encerrada en la habitación de nuestra humilde casa con ayuda de una partera, mientras papá del otro lado y olvidando el temblor que lo llevaba de acá para allá, persignado, rezaba para que todo salga bien.

Y con la calma del temblor y de la gente, hubo dos gritos más.

El mío por mi llanto naciendo en brazos de la partera y tristemente, el último de mi madre.

Las condiciones y la situación fueron las consecuencias.

Y aunque ambas de emergencia, tanto, por mi prematuro nacimiento como el estado precario de salud de mi madre en Hospital.

Yo internada por varios meses sobreviví, pero ella no.

Y con eso, más un tiempo transcurriendo, mi padre conmigo en brazos siendo un bebé ya saludable.

Valija al lado de sus pies.

Y su mano libre con un ramo de flores, una tarde en el cementerio y frente a la lápida de mamá.

Dejando estas sobre la base de la misma, nos despedimos de ella con la promesa de visitarla todos los años, seguido a tomar el tren que nos esperaba rumbo a la capital.

Con el sismo se había quedado sin trabajo y sin estar mamá ya, él sintió que era hora de marcharse por un futuro mejor para mí, consiguiendo por un conocido un puesto en la mantención de un edificio en la gran ciudad.

Viviendo en un principio en una vieja habitación de hotel, pero pasando los meses y ahorrando, trasladarnos cuando comencé a dar mis primeros pasos a un complejo departamental, cual su bolsillo se ajustaba.

Uno pequeño y de pocos ambientes, pero siendo muy felices los dos.

Y con ello como pasando el tiempo, lo mencionado antes.

Más movimiento.

Pero, un ajetreo de descubrimientos.

Al ser huérfana de madre desde mi nacimiento, papá lo hizo por ambos.

¿En qué, sentido?

Convirtiéndose en ambos a la par.

Sí.

Tanto hombre como mujer.

Porque, papá se encontró y dejó salir lo que llevaba guardado por mucho tiempo.

Ser mujer.

Sentirse una.

Y aunque amó a mamá y por eso, existo en el planeta.

Su verdadero género se hizo presente, convirtiéndose en una hermosa mujer y al mismo tiempo, en mi querido padre.

Y yo, con esa corriente y creciendo.

En mi pasión por la música y el baile.

Y pese a que nuestra condición económica nunca fue favorable, papá siempre trabajando en el edificio, pero con el cargo general de todo.

Se esforzó, aunque imposibilitado de pagarme una academia privada.

En conseguir al alcance las mejores de acuerdo a nuestro presupuesto.

Y así, fue como conocí un día al iniciarme en una a mi mejor amigo.

Sacha.

Contábamos ambos con casi la misma edad y de la mano de su madre, siendo la dueña como profesora junto a su esposo.

Hope y Caleb.

Aprendiendo junto a otros niños lo que amábamos.

El baile.

Y entre pasos.

Música.

Salón.

Más baile y más años pasando.

Una incondicional amistad, haciendo prácticamente todo juntos.

Salir los fin de semanas por helado y paseo.

En bicicletas los dos, costeando la playa.

Acompañarme y esperar en mi colegio, cuando rendí una materia que me llevé.

Lo mismo yo al dentista, cuando Sacha queriendo imitar un gran paso de baile de su padre y caminando por el canto de un parque, cayó mal en su salto y se rompió un diente frontal.

Cuando él sacó su carnet de conducir y aprobó.

Cuando fue mi turno, pero no tuve esa suerte y me consoló.

Cuando en el baño de su habitación, se tiñó por primera vez el pelo.

Tinte rosa chicle.

Y 45 minutos después, ambos gritamos de pánico y sin entender frente al espejo, por qué, pedazos de pelo quedaban en mis manos, corriendo en círculos desesperados por no saber que hacer con guantes, tintura y pincel en manos.

Siendo mi turno de consolarlo, cuando lo acompañé a la peluquería, para luego reír a carcajadas.

Casi una vida con Sacha.

Como también con sus hermanos, porque Sacha era el primero de trillizos.

Siendo el segundo, Saimon y el tercero.

Y acá, el movimiento pasa a aceleración como vibración constante, por siempre sacudida enérgica.

Sidharta.

El hermano de mi mejor amigo y que amo en secreto desde que lo vi, cuando Sacha al invitarme por primera vez a su casa años atrás, lo conocí.

Enérgico.

Serio.

Bombero y mostrando sus dotes físicos, una vez que caímos los dos al agua y al cargarme, mis dedos aferrándose a su cuerpo tonificado, me lo confirmó al salir empapados.

Callado por demás para hablar lo justo cuando es necesario.

Mirada azul y profunda como su mamá.

Pero que tristemente, nunca se va a fijar en mí.

Ya que me lo dijo, cuando estúpidamente y tomando valor, me declaré días atrás y frente a la estación de bomberos, un 14 de febrero y con mis manos extendidas hacia él, sosteniendo en una bolsita que personalmente decoré, con unas masas de chocolate que cociné la noche anterior.

Siendo testigos algunos compañeros, que junto al camión de bomberos, pasaban o estaban haciendo algunas obligaciones.

Pero testigos en fin, cuando Sidharta no aceptó, tanto mis sentimientos como regalo y me pidió que regrese a casa, seguido a  ir nuevamente dentro de la estación.

Dejándome sola.

Arrepentida.

Y si la vergüenza tenía tamaño, la mía en ese momento era la más grande del mundo.

SIDHARTA

No recuerdo desde que tengo uso de razón, que en nuestra casa un día no se haya sentido risas.

Siempre una escuchándose, por más que uno esté en el primer piso o planta baja.

Carcajadas fuertes de esas tipo a toda potencia y aunque uno puede estar de mal humor, imposible que en tus labios al sentirla, descubras que se te dibuja una por el simple hecho de que contagian.

Ya que, es un gen hereditario en esta familia por parte de padres.

Porque nuestro abuelo, cacique de ello por su humor.

Heredándolo papá.

Y ahora los tres, pero llevándose la corona nuestro hermano Sacha.

Como ahora, yo recostado y desde mi habitación en el primer piso, procurando descansar después de 36h consecutivas de guardia en la estación de bomberos sin saber lo que es dormir, en como ríe estando en la piscina.

Intento dejar de escuchar para conciliar el sueño, usando mi almohada para tapar mi rostro como oídos.

En compañía de Clark, su mejor amiga.

Pero es imposible.

Y haciendo a un lado la almohada de mi rostro, miro el techo resoplando.

De un impulso me incorporo, frotando mi cara y luego la nuca sin saber que hacer.

Pero me seduce la idea mientras me pongo de pie, en bajar por leche tibia y algo de comer.

No lo hice bien en las últimas horas y a lo mejor, ayude ambas cosas en noquearme, más el cansancio que cargo.

Solo me preocupo por ponerme un pantalón corto deportivo y con él puesto y descalzo, bajo las escaleras en dirección a la cocina mientras me voy atando gran parte de mi pelo con una coleta, ya que de los tres, soy el que lo lleva largo.

Desde la ventana de la cocina y abriendo el refri para sacar el cartón de leche como un vaso de un mueble, veo como los dos chapotean infantilmente en el agua.

En casa no hay nadie más que nosotros tres.

Saimon debe estar en el Hospital y los viejos en la academia.

El sonido del microondas calentando la leche se acopla con otra risa.

Pero ahora, la de Clark que ajena a que yo miro.

Y tal vez, que estoy.

Es sonora como alegre, al intentar montarse con ayuda de mi hermano en esa especie de flamenco inflable en color rosa chillón que Sacha.

Repito, sonriendo y sacando el vaso.

Infantil.

Pidió para las fiestas como regalo.

Y nuevamente, otra exclamación hace que escupa la leche que bebía, causando que me tire encima y moje el piso al escuchar a mi hermano.

- ¡Se te ve, una tetita! - Alegre y burlón.

Y eso me alarma, mirando más por el ventanal.

Solo es algo y Clark intenta taparse, que por la movida de trepar al inflable y de forma poco femenina, un lazo de la bikini que lleva se resbaló de su hombro.

- ¡No es cierto! - Chilla, mojando a mi hermano a modo reproche, pero ríe como él, ya triunfante en la garza o mierda que sea.

Y antes que mi cerebro procese mi acción y sin mi permiso.

Maldita sea.

Me encuentro afuera y jodidamente, no pregunten de donde saqué una toalla.

Pero la misma la lanzo y con precisión desde la orilla de la piscina, cae sobre la cabeza de Clark cubriendo lo que tiene que tapar.

CLARK

Algo me cae encima y con peso, tapando mi visión.

Una toalla.

Y cuando la deslizo hacia abajo, tanto Sacha como yo, nos encontramos a Sidharta de pie, mirándonos con reproche.

Corrección.

Inexplicablemente en realidad, mucho hacia mí, con su ceño arrugado y esa mirada azul como de mierda, con cara de pocos amigos.

Y antes de babearme por lo lindo que el maleducado está, solo llevando esos pantalones cortos y deportivos como toda prenda, mostrando el endemoniado cuerpo que Dios, el esfuerzo, las artes marciales y las máquinas del gimnasio, hicieron en sus brazos trabajados como pecho por demás marcado.

Sidharta mismo, habla.

- ¡Quieren parar! - Nos gruñe, como si fuéramos sus hijos.

Yo no sabía que estaba.

Casi nunca lo está por su vocación de bombero.

Y supongo que Sacha tampoco, porque sus ojos son de asombro al verlo.

Patalea en el agua, empujándome sobre el inflable hasta la orilla.

- Solo estábamos jugando como de chicos. - Dice y al llegar donde hace pie, saca la toalla que por su tamaño gran parte se mojó y dejarla en el borde, seguido a ayudarme a acomodar mi bikini como si nada, reforzando mejor las tiritas traseras, para que no vuelvan a caer y expongan algo de mis pechos otra vez.

- Ya no lo son... - Bufa con gesto de disgusto, mirando como los dedos de Sacha en mi espalda, aseguran el nudo.

Que al terminar y como siempre, lejos de otro sentido, Sacha me abraza con cariño.

- Por dentro, sí... - Retruca alegre. - ...no, que sí, Clark? - Me dice. - Solo es un recreo y tarde libre, porque mañana mucho para entrenar... - Explica.

Y sí.

Faltando menos de dos meses para el certamen y siendo pareja de baile con Sacha, desde temprano ya con él, en el entrenamiento exhaustivo con la coreografía.

Y Sidharta, solo escucha.

Creo.

Para luego y así, como apareció.

Marcharse de la nada.

Y aunque todo esto me dejó desconcertada, con Sacha retomamos el agua y disfrutarla un poco más, riendo.

SIDHARTA

¿Procurar dormir, luego?

Ni de joda.

Dando vueltas en mi cama como buscando el nido justo para hacerlo, sin condenadamente encontrarlo.

¿Solución?

Hora después, ya vestido y tomando mi bolso como la llaves de mi auto, nuevamente bajando las escaleras para ir a la estación, día libre o no.

Sus chapoteos alegres y gritos de jugar ya no se escuchan.

A la ligera por pasar rápido, los veo a los dos ahora conversando desde las reposeras.

En realidad en una, donde mi hermano echado boca abajo y estirado a placer sin dejar de ser la máquina de hablar que lo cataloga, se deja poner por Clark sentada en un costado, un protector solar o mierda parecida.

Sus manos encremadas y delicadamente como toda Clark es, van y vienen dibujando la espalda de Sacha, tomando concentración en la parte de los omóplatos con masajes envolventes que hasta yo los deseo, porque la sensación repercute en lo míos, cansados y contracturados por el esfuerzo de mi trabajo.

- Diablos... - Es el resoplo que me sale, ya afuera y montado en mi auto, notando la vieja bicicleta de Clark apoyada bajo uno de los árboles.

CLARK

Al día siguiente desperté temprano y siendo todavía de noche aprovecho, ya que comenzamos hoy con el entrenamiento exhaustivo de la mano de una de las entrenadoras que Hope nos seleccionó y quiero aprovechar al máximo las 24h.

Yendo temprano a la academia para practicar sola, como ducha y desayuno tranquila sin la previa a la preocupación de llegar tarde o demorada.

Lo hice en silencio a lo primero por estar el baño a lado de la habitación de papá, que al abrir apenas la puerta de su habitación, su respiración dormida y agotada por trabajar hasta la madrugada, me decía que descansaba.

Y sonreí al verlo, mientras lo tapé un poco más con su sábana.

Mientras desayuné mi cereal con leche, planché mi camiseta como los pantalones cortos que elegí para hoy y notando que papá no lo hizo con el vestido que iba a usar hoy, pero lo seleccionó por estar en la percha colgado desde la ventana siendo un día importante.

Viajar un par de días a nuestro pueblo para visitar parientes y de paso a mamá.

También lo hice, dejándolo nuevamente en su lugar.

Cuando papá hizo este cambio radical de género, fue en un principio criticado y señalado mucho por la gente.

Hasta yo misma en mis tiempos primarios que adjudicando el ser huérfana de madre, motivo conspirativo tanto de burla como rechazo en el ámbito escolar por alumnos como mismas madres, justificando sus acciones de grotesco a connotaciones pervertidas lo que era mi círculo de familia.

¿Pero, si una mamá hace de papá, si no hay esa presencia?

¿Por qué no, un padre también?

¿Cuál es la diferencia, encontrando su ser y eso lo lleva a usar falda y labial?

¿Es menos padre?

Siendo el mío, el mejor y sin necesidad de llevar como espada a su masculinidad, saco y corbata?

La nuestra no es la clásica familia, siendo motivo de muchas conversaciones de gente de afuera.

Opinólogos que no miran lo propio, pero les encanta lo ajeno.

Críticas malas, pero por sobre ellas, muchas buenas.

 Como Sacha y su familia, cual lejos de indicarnos con un dedo, usaron todo.

Sus manos como brazos.

Para recibirnos y darnos la bienvenida, cuando papá me llevó a mi primer día de danza con abrazos a ambos.

Ajustando mejor la mochila en mi espalda y arrastrando mi vieja bicicleta al lado, ya la mañana está presente.

Desde donde vivo.

Arriba de una de las colinas más pronunciada de la zona Oeste.

Admirando e inhalando una profunda respiración, miro la vista magistral de la ciudad abajo y con el sol saliendo en su horizonte.

Para luego y ya arriba con dos pedaleada, dejo que la física haga el resto, bajando la pendiente.

SIDHARTA

La sirena de nuestro camión no deja de hacerse sentir, mientras nos movilizamos por las calles, acompañado del ocasional claxon por mi puño mientras manejo, para que los automóviles se hagan a un lado en la vía de manejo por la emergencia en proceso, donde se encuentra el siniestro.

Accidente de tránsito.

Ya que nuestro cuerpo tiene como objeto, aparte de atender gratuita y voluntariamente emergencias de incendios, también, de índole naturaleza o humanos como en este caso, uno vial.

Que al llegar, notamos la envergadura del siniestro por ser reacción en cadena de varios coches que colisionaros entre sí, en una de las avenidas mas importantes de la ciudad.

Y con ello y comenzando a descender, actuamos según el protocolo, ya que en estas situaciones graves de accidente con personas implicadas, su riesgo de fatalidad en los primeros cinco minutos es lo más importante, activando un operativo de celeridad para salvar sus vidas haciendo de la zona, algo seguro para evitar que se produzca otro.

Estacionado el camión a metros del accidente y encendiendo sus intermitencias como luces de posición.

Todos ya corremos a la zona afectada con nuestros uniformes reflectantes para alta visibilidad por más que la mañana con su claridad, ya se hizo presente.

Compañeros ya acarrean las mangueras mientras otros preseñalizan el peligro por ser una carretera doble, pero de un mismo sentido en el lugar del siniestro.

Y un par conmigo, nos acercamos en nuestra carrera y con precaución, observando aparte del choque, los riesgos como escape de gasolina, aceite y electricidad entre otros, los posibles heridos, mientras gritamos a curiosos como automovilistas que descendieron de sus autos, que se alejen por seguridad y den paso a las ambulancias que llegaran en cualquier momento.

Dos coches civiles y un camión comercial de peso mediano con carga de bebidas son los afectados y cual este último, parece el causante del accidente por falla de frenos. 

Mientras mis compañeros socorren a los otros autos y la manguera hace su trabajo por posibles incendios, yo y usando mi fuerza, abro la puerta del conductor para sacar al chofer como acompañante, que lúcidos y solo con heridas leves, me confirman que están bien cuando les pregunto, mientras los ayudo a bajar y recostarlos sobre el asfalto, pidiendo que no se muevan cuando chequeo su estados.

Y notando que nada de seriedad expuesta, vuelvo con rapidez al camión nuevamente para apagar el motor que sigue activo, sacando su llave y a su vez, verificando si el panel del mismo emite algún tipo de sonido extraño que me alerte de un desperfecto peligroso eléctrico.

Cosa que al ser negativo y por sobre mi casco al elevar mi vista, noto en el cordón otra implicada.

Un compañero asistiéndola, tapa parte de mi visión, pero observo.

Y chequeo ligero hacia atrás mío, si a la lejanía de la avenida llega alguna ambulancia, pero todavía nada por más aviso.

Una muchacha con herida de gravedad en su pierna, tendida contra la acera.

El humo despidiendo el camión y cual, la manguera presta por mis compañeros intentando erradicarla, se interpone en mis pasos a ella y de verla bien.

Ella no emite mucho sonido, solo apenas una queja por el dolor en su pierna lastimada, bajo el adormecimiento que la embarga por todo lo acontecido y su estado de shock.

- Carajo... - Bufo, notando la demora del servicio de emergencia y por eso, miro a mi compañero dándome la vuelta de golpe. - Súbela a mi espalda...

- ¿Qué? - Solo dice, comprendiendo lo incomprensible.

- ¡Qué la subas! - Grito, porque no quiero perder tiempo, sabiendo del Hospital más cercano no muy lejos de donde estamos y notando que entablilló su pierna expuesta. - ¡No podemos esperar la ambulancia, la hemorragia es grande! - Exclamo, viendo como el vendaje improvisado se tiñe de rojo, mojando la misma y hasta escurriéndose por su pierna desnuda por llevar solo pantalones cortos.

Y eso hacemos.

Subiéndola a mi espalda y aferrando como puedo sus piernas a mi cintura, al igual que sus brazos que a duras penas rodean mi cuello, comienzo mi carrera esquivando los autos, gente, compañeros y saltando una valla de seguridad en dirección al jodido Hospital cercano.

CLARK

No sé bien, como ocurrió todo.

Pero circulando por la avenida en pendiente con bastante tránsito por la hora de la mañana, un camión cargado de gaseosas me sorprendió pasando y bajando a gran velocidad por mi lado.

Y siendo punto de stop en un cruce y sin ánimo de frenar al notar que los mismos no funcionaron, violentamente y perdiendo el control, colisionó con un coche detenido ante el semáforo y este a su vez con otro y así, otro.

Y para mi desgracia por tomarme todo esto con desconcierto y por querer esquivar, yo choque un costado del bendito camión terminando en el aire, al impactar la rueda delantera de mi vieja bicicleta contra el cordón de la acera, despidiéndome a mí, metros adelante y causando que una de mis piernas se golpee violentamente con un saliente del piso al caer casi desmayada por el dolor.

En mi daño no vi nada, pero sí, escuché todo.

Como el sonido, aún repitiéndose en mi cerebro del estallido de cosas por el accidente chocando los vehículos implicados, seguido a gritos, más frenadas, para luego el de sirenas llegando al lugar.

Continuo a alguien acercándose en donde quedé y decirme que procure no perder el conocimiento, mientras socorría mi pierna herida y un segundo llegaba, cosa que ya apenas comprendiendo todo, solo después sentí que me cargaban a algo y este, se movía llevándome consigo.

La dureza de la textura que llevaba y sentía bajo mío y sobre el ajetreado movimiento, me hizo abrir los ojos, descubriendo que era cargada por alguien en su espalda mientras corría y divisando algo de color arena que vestía, como también y por un pequeño golpe a mi frente por el mismo ajetreo, su cabeza llevando un casco en tono claro.

No lo sé, bien.

Pero siendo suficiente, en mi realidad o no.

Feliz y acurrucándome más, mientras soy llevada y apropiándose de mí, el desvanecimiento.

En imaginar que fui rescatada por Sidharta, cumpliendo con su trabajo.

La sonrisa de una enfermera es lo primero que veo al abrir mis ojos, seguido a que me encuentro recostada en una de muchas camillas y separadas por cortinas una de otras por estar en la sección de emergencias de un Hospital.

Me pide que diga mi nombre, cosa que lo hago balbuceando por tener mi garganta seca y al alcanzarme un vaso con un poco de agua, cual bebo con ganas, luego me dice ya con un médico presente al avisarle que desperté, si recuerdo lo que sucedió.

Que también respondo que sí, contando a grandes rasgos lo sucedido y al mencionar mi pierna herida, que al verla vendada y lo mucho que me duele cuando en vano intento moverla, lágrimas nublan mis ojos, por lo que acarrea eso y más al escuchar al doctor mi pronóstico, la cura como reposo por un par de meses.

- ¿Puedo hacer unas llamadas? - Pido, dejando el vaso y limpiando mi llanto silencioso al ver mi mochila en una mesita a la distancia, que si antes era algo vieja por sus años siendo una especie de amiga incondicional.

Ahora la noto maltrecha por mi caída, como un costado manchada de sangre.

- Por supuesto... - La enfermera amigable me responde y me la trae, para que busque de su interior mi celular. - ...necesitamos comunicarnos con tus familiares para avisar tu accidente... - Continúa y asiento.

Y aunque mis dedos tiemblan manejando la pantalla por todo lo que sucedió y no terminé de procesar, tomando una respiración contenida escribo a Sacha por lo ocurrido.

Evito llamarlo, porque sería asustarlo y solo quiero, aunque le digo del accidente de mi pierna, que lo naturalice como un incidente menor y que más tarde nos vemos, porque ahora estoy en observación.

Estoy acostumbrado a resolver sola mis cosas y con mi primer mandamiento siempre vigente.

No asustar ni preocupar a mi seres queridos.

Y ahora, titubeando al próximo a escribir.

A mi papá.

Porque, pospondría su viaje y no disfrutaría de esos días que milagrosamente y al fin se convenció de tenerlo en este año.

Y mirando mi cuadro de recuperación y sin ser de gravedad aunque sí, largo.

Solo escribo, deseándole un feliz viaje y que no se olvide de traerme un regalo a modo broma.

Miro a la enfermera como médico.

- Mi padre está avisado, pero... - Miento, mientras saco mi identificación. - ...siendo mayor, puedo retirarme sola, luego de la observación? 

- No lo eres todavía... - El doctor, verificando el mismo y que me falta un año, habla. 

- Trabaja fuera de la ciudad... - Sigo mintiendo. - ...venir, implicaría horas de viaje como problemas en su trabajo...

Niegan al unísono por la maldita política hospitalaria.

- ¿Un tutor? - La enfermera ayuda.

Y no sé que responder, más que negar y haciendo a un lado mi pelo por molestarme, en el momento que alguien aparece.

Y oh Dios querido, al ver quién es.

Tímida, esquivo su mirada como él la mía.

Pero Sidharta en fin, haciendo a un lado la cortina y decir con su presencia.

- Yo soy su tutor... - Creo que me mira, porque yo sigo sin animarme. - ...y me hago cargo...

Sus afirmación sin dudar, hace que voltee y al hacerlo, comprendo muchas cosas al verlo vestido con su uniforme de bombero.

¿Será?

La mierda...




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