ESPECIAL, HERO Y RODO

HERÓNIMO

- ¿Qué? - Exclamo, sin poder creer.

Ok.

Si me lo creo, porque rayo de sol hace semanas me lo viene diciendo.

Pero no, no y no.

La veo como sin importarle mi mejor cara de mierda, sigue como si nada guardando cosas en un bolso arriba de nuestra cama.

Se da vuelta y me gano su nariz arrugada.

Es hermosa.

No te rías, Mon.

- Herónimo, solo será por el fin de semana... - Me explica por décima octava vez, con una prenda a medio doblar en sus manos. - ...unas minis vacaciones, de solo mujeres... - Me quiere consolar.

No me importa, miro para otro lado cruzado de brazos y apoyado contra el marco de la puerta.

De pronto, me parece super importante observar un cuadrito con un barco pintado de una de las paredes.

Una risita se le escapa, terminando de acomodar esa ropa dentro de su bolsito, seguido de buscar algo en un cajón.

Y ahogo un gemido tomando mi pecho, al ver lo que saca.

Aire.

Su prenda de baño de dos piezas.

Me aflojo un botón de mi camisa.

Y nada más y menos.

Sofoco una exclamación por mi angina con una mano en mi boca.

Porque, es la desintegradora de mi sonrisa más sucia.

La sexi bikini de florcitas.

La compró en una tienda de los cientos de puestos, en una de nuestras vacaciones.

Nada ostentoso ni de marca.

Más bien y muy estilo de rayo, ropa que compra desde que la conozco, de feria y su valor de centavos.

Pero feliz en su corte y género por lo que la apasiona.

Sí, si...eso mismo que piensan.

Esas son mis chicas.

Estampa de flores y casi idéntico, del que no hay ojo para verlo de lo feo que es.

Sí, si...también ese.

Su vestido de la playa.

- ¿Vas a llevar esa cosa? - Señalo como la guarda.

- Va a ver mar, no? - Lo guarda con cuidado, seguido a voltear y mirarme feo con una mano en su cintura. - ¡Y no es una cosa, es mi bikini! - Me chilla enojona.

Muerdo mi labio, para no reír.

- ¿Y si viene Sara Key? - Digo, desde mi distancia.

Mi deporte favorito, saben que es hacer enojar a rayo de sol.

Pero aprendí que, cuando empieza a hacerlo, lo mejor a unos metros prudentes por el bien de mis pelotas.

- ¿Quién?

Señalo su bañador que recién guardó, acomodando mejor mis lentes en el puente de mi nariz.

- Buscando su ropa interior de lo viejo que es... - Explico y me mira.

Capaz que la convenzo y lo deja.

Pero, no.

Y me hace, esa mirada.

Sí, la que conocemos.

Esa mirada.

La que no sabes si te va a mandar a la mismísima mierda o reír.

Pero opta por lo segundo y ahí está con su carcajada y de fondo, el cierre del bolso siendo cerrado por ella por estar todo listo.

Su risa.

La risa de mi chica de la playa, cuando la conocí.

Suspira divertida caminando hacia mí, continuo al llegar, de elevándose de puntillas de pie para llegar a mi barbilla, besarla y dar palmaditas mi pecho despacito y dulce.

- Solo será poco más de un día, Hero... - Me dice. - ...el domingo ya estoy de vuelta... - Alivia mi angina.

No abandono la puerta, como si se me fuera la vida en ello.

Resoplo apoyándome más y reclinando con descaro mi cuerpo trabajado, cruzo un brazo con mi postura para acentuarlo y así, dejo a la vista mi gigante pecho torneado fruto del ring, dejándole poco a la imaginación, mientras rasco un pedacito de su madera con dedo.

Mi gran pose de Calvil Klein.

Resoplo un rulo de mi frente.

- ¿Y no puedo ir? - Triste y desconsolado.

Ríe y me abraza fugaz.

- No Herónimo, salida de chicas... - Para luego dejarme solito en la habitación, cargando su bolso y bajar.

Elevo mi ceja.

Sonrío.

Pero qué, atrevida.

Bajando las escaleras, nos recibe mucho ruido y sonrío más feliz.

Porque es mi música favorita con la risa de rayo de sol.

Mis nenas jugando en la alfombra de la sala, con sus docenas de juguetes esparcidos y Rata entre ellas.

Mi orgullo de poco más de tres años.

Vestidas iguales como lo son, pero cada una con su color en sus vestiditos.

Tomo a Tatúm entre mis brazos que al verme, viene hacia mí con un gritito de alegría, seguido de Hope que soltando una muñeca, también pide brazo.

Alzo a ambas.

- Bien... - Digo resignado. - ...me dejarás con el extraño... - Señalo la cocina buscando a Marcello.

Vangelis ríe, terminando de atar mejor la coleta del pelo de Juno.

La besa con amor al terminar.

- Ya te dije que ese extraño, es lo más cercano a un padre que tienes Hero... Me responde.

Cierto.

- Y este extraño... - Acota Marcello bajando de las escaleras, vestido con playera hawaiana, lentes de sol, bermudas y cargando otro bolso. - ...se va con ellas... - 

¡Qué!

¡QUÉ!

Me vuelvo odioso a rayo.

- ¡Me dijiste que era salida de chicas! - Un agujerito en mi corazón.

Traición.

Rayo camina a la cocina, verificando que el refri esté lleno de comida y no muera de inanición hoy y mañana con las bebés.

- ¡Y Marcello es parte y se lo merece, Herónimo! - Mira las alacenas que mis galletas dulces predilectas en el frasco, esté colmado al igual que las de las bebitas. 

- ¿Y si necesito algo? - Con las nenas en brazos, dramatizo.

Y me gano, ambas cejas de rayo de sol suspendidas con aire divertido.

Y oh mierda.

Porque no sé, si eso es bueno o malo.

- Te harán compañía... - Es enigmática.

¿Collins?

No, no puede ser.

Ya se jubiló.

¿Grands?

Tampoco, sus vacaciones no terminaron y se fue con su familia a descansar.

No puedo seguir pensando, ya que la puerta de entrada es abierta de golpe por.

Oculto mi rostro, en una de mis nenas.

No puede ser...

- ¡A quién hay que cuidar! - Rodo alegre, muy sonriente para mi gusto y exclamando a modo saludo, cargando a Caleb en un brazo y un bolso de bebé en el otro, nos mira feliz.

Y le estrecho los ojos a rayo.

¿Su respuesta?

Una carcajada.

- Pensé que sería divertido que estén en compañía, mientras no estamos. - Me explica, tomando su bolso al igual que Marcello, besar a Juno y caminar hasta donde quedé, para besar a Tatúm y Hope, seguido de mí.

- Vuelvo pasado... - Nos promete con amor, mientras caminan a la puerta y los sigo.

Señalo a Rodrigo.

- ¿Quién cuida a quién? - Mi consulta, hace reír a Marcello.

- Oye...me ofendes... - Rodo me dice. - ¿No, que nos vamos a divertir? - Le dice a Caleb en sus brazos y chilla feliz mi ahijado. - ¿No, que nos vamos divertir con los papis, Tatúm? - Le dice a una de mis hijas en mi brazo.

Le elevo una ceja.

- Rodrigo, ella es Hope... - Le aclaro. - ¿Todavía, no reconoces a tus sobrinas? 

Se encoje de hombros riendo, tomando a Junot que le pide upa.

Volteo a rayo por eso.

- No me dejes solo con él, te lo suplico... - Mi ruego, hace reír a todos ya afuera. - Llévenme con ustede... - No puedo seguir.

Las bocinas de un coche llegando con su rugiente motor V8, me interrumpe.

El Mustang '60 rojo fuego por Lorna al volante y con la música de fondo de Elvis Presley a todo volumen, no me permite.

Acotación aparte.

Los chillidos alegres que suma rayo de sol al verlas y hasta de mis mismas hijas, con Mel asomada sobre la ventanilla del acompañante.

Todas con ropa casual, lentes oscuros de verano, capelinas y ahora, montándose tras una chirriante frenada, mi mujer y el traidor de Marcello por dejarme.

Repito.

Solito...

Bufo poco convencido dejando las nenas en el césped para caminar a la parte trasera del coche, donde Vangelis ocupó su lugar.

- El cinturón, nena... - Le recuerdo, mientras se lo abrocho yo con cuidado y me sonríe feliz.

Y aunque mi angina posesa por ella sin ser objetivo, me hace ver que este viaje de chicas de dos días es un basurero, porque soy y sigo siendo un jodido mezquino con mi rayo.

Lo merece por planearlo feliz hace mucho tiempo, con la rarita de Mel y la alegre Lorna más de un domingo a la tarde, bajo la sombra de un árbol de la casona y bebiendo limonada alegres.

Me lo mencionó he hice oídos sordos.

¿Soy el déspota controlador, recuerdan?

Tengo que seguir manteniendo el papel de chico malo de la novela.

¿Se entiende?

Bien.

Por eso disimulé a esas ganas de ella y disfrutar con sus amigas un fin de semana, porque a su vez como toda preciosa esposa y madre, también le pesaba ese abandono fuera de contexto y sumándose, el trabajo tal vez acumulado por ello, del piso 17.

¿Qué hice, entonces?

Acomodé sin que sepan y con ayuda de Rodrigo, el trabajo de las tres para aliviar sus responsabilidades de la semana, para que puedan partir hoy.

- ¿Me llamas, cualquier cosa? - Me habla.

Asiento, aunque ni mierda.

Se supone que debe disfrutar con las chicas.

Y quiere acotar algo, pero la detengo con un beso.

Sonríe en mis labios y todavía hasta ahora, me cuesta creer que años atrás me privaba de ello, gracias a mi condenada regla número 4.

- Ya vete, antes que me arrepienta, rayo... - Le digo, retrocediendo unos pasos y notando que Rodo y Mel lo hacen, sobre una Lorna sonriente.

Se apoya en su ventanilla.

- ¡Herónimo! - Me llama.

- ¿Dime, nena? - No la dejo de mirar, alzando mis hijas.

Descansa una mejilla en sus brazos.

- ¿De qué, color tienes los ojos? - Su pregunta, me hace sonreír.

Su eterno juego de siempre.

- Azules, amor... - Y como hace mucho, ahora le digo la verdad.

Porque gracias a ella, ya no más oscuridad en ellos.

Rayo suspira feliz al oírlo, mirando tanto a las bebés como a mí, bajo el motor siendo encendido por Lorna.

- Te amo, déspota controlador... - Me dice.

- Te amo, jodida de mierda... - Digo yo.

Y con ello y Rodo acercándose a mi lado, vemos como se van.

- ¿Disimulamos bien, no? - Me dice.

Lo miro.

Ambos cargando niños y un Rata entre nosotros, sin dejar de mover su colita feliz.

- Parece, que fue todo un éxito... - Le respondo.

Cargando las nenas y a Caleb en sus respectivas sillitas atrás y como copiloto a Rodo, nuestro turno de marcharnos en dirección a Tinerca.

Desde el nacimiento de mis hijas, los fin de semana ordené cierre total al público, salvo la metalúrgica.

Y hoy siendo el último día laboral de la semana y aunque sea por poco tiempo, necesito ir al Holding por unos papeles para chequear de mis otras T8P en casa.

https://youtu.be/OxZp4VEopcE

Ambos, de trajes impecables.

Zapatos de vestir italianos.

Peinados pulcros.

Pero cargando cada uno, los bolsos de bebé.

No se rían, las escucho.

Rodrigo sonriente arrastrando su coche de bebé con Caleb de un año y yo con el mío de tres compartimientos con mis bebés, pero con mi mejor cara de culo y con una frialdad total como absoluta.

Obvio, recuerden lo que mencioné antes.

Sigo siendo el chico duro.

El jefe de los jefes.

Bien.

Al llegar nos recibe el salón principal con bastante gente, sea activos míos o como siempre, por potenciales clientes.

Y para variar y lejos ya, de lo que amenzante mi persona imponía si era visto.

El Holding nos recibe en un ambiente relajado y para mi asombro, por culpa de rayo de sol que me hizo un blandito, muchos empleados sin pánico a que yo intimide, se acercan a saludarnos deteniendo nuestro pasos, para jugar con palabras cariñosas a mis hijas al igual que con Caleb.

- Solo serán unos minutos... - Saliendo de mi ascensor y saludando a Marcia, le digo a Rodo entrando a mi oficina.

- No tengo apuro... - Se lanza a uno de los sillones haciendo gestos raros con su cara como sonidos, mezcla de algún personaje femenino infantil con unos muñecos en manos a los niños para mantenerlos ocupados mientras busco una carpeta, sin comprender como no los asusta en vez de reír como lo hacen los cuatro.

Niego divertido.

- Es un puto milagro, que no te broten tetas. - Le digo, encontrando la carpeta.

Rodo ríe.

Se pone de pie entregándole los juguetes.

- ¿Ves? Y no confías en mí... - Pone sus manos en la cintura. - ...hasta que Mel y Van regresen, jugaremos a la casita y seré una grandiosa esposa para ti... - Decreta.

- Vete a la mierda... - Es mi respuesta y reímos con ganas.

Hora después ya en la casona, miro un papel preparando con eficacia los cuatro biberones.

- ¿Qué lees? - Rodo terminando de cambiar el pañal a Caleb me dice, mientras lo deja con mis nenas en la alfombra y a la vista de Rata, cual por ser poco más de un año menor que las bebés, al divisar a Hope, gatea vigoroso a ello.

Frunzo mi ceño.

- Eso, es sospechoso... - Gruño, al ver que mi inocente Hope lo recibe feliz, tomando sus mejillas con un chillido.

Ya bastante tengo con el pequeño Caldeo y su afán de perseguir a mi otra inocente hija Juno.

Y aprieto el puente de mi nariz por mi aneurisma en progreso, terminando de recordar también al pequeño Cristiano por Tatúm.

Me hago aire.

La risa de Rodrigo me saca de mis instintos asesinos, por más que ame muchos a los muchachos y uno, sea mi propio ahijadito.

- No seas marica hermano, son solo niños... - Me recuerda.

- Niños... - Mastico la palabra por sentirla de augurio.

Levanta la hoja.

- ¡No jodas! - Ríe en mi cara y se la saco de mala gana de su mano.

Obvio, mi segundo nombre es organización y por tal, me tomé la molestia de tener todo fríamente controlado y por escrito en lo que haremos en nuestro fin de semana de niñeros y padres solteros.

Vuelve a arrebatarlo para romperlo en dos frente a mí, negando.

- Tú y tu puto control... - Murmura. - ...ya te dije que eso no es bueno para tus huesos, hermano... - Me reprocha, caminando al tacho de basura para tirarlo. - Es el día del amigo y así como nuestras mujeres disfrutan de su día solas... - Sigue con su sermón que escucho atento, acomodando mejor mis lentes. - ...nosotros cuidando los niños, también lo haremos con el plan para la fiesta...

¿Eh?

Un momento.

Lo miro de lado.

- ¿Qué fiesta? - Susurro, sin comprender.

Y Rodrigo se sonríe.

Me gusta su sonrisa, porque es la alegre y a toda potencia.

Pero también, odio que me guste su sonrisa, ya que me indica que algo tenía planeado.

Y me lo confirma el sonido de la puerta de entrada por el timbre.

Carajo.

Con un gesto la señala, que él atiende.

Y lo hace entrando para mi sorpresa, Pulgarcito con Caldeo de la mano, Grands con Cristiano en un brazo y Collins cargando unas bolsas con compra.

Miro a todos.

¿Pero qué, mierda?

- ¿Qué rayos, es todo esto? - Escupo sin poder creer, caminando a ellos. 

Rodrigo me sonríe entre ellos.

- Come mierda, es nuestro día. - Me dice. - ¿Crees que no lo íbamos a festejar?

Mis ojos van a Grands, interrogantes.

- Me volví un día antes para festejar, señor... - Su vestimenta casual lo acusa, lejos de sus rígidos trajes oscuros que usa en el trabajo.

Miro a Collins.

- No podía faltar en este día, Herónimo... - Entre emocionado y su siempre seriedad, habla mientras deja las bolsas con bebidas y comida hecha en la isla de la cocina.

- Y mi Lornaide Marie, se fue con sus mujeres... - Mira con cariño a Caldeo que en su siempre silencio, le sonríe a su padre dejándose revolver su pelo negro y con sus ojos más cristalinos que nunca. - ...teníamos que festejarlo con nuestro HRNM, no es cierto hijo?

Caldeo afirma, suelta la mano de su padre para correr hacia mí y lo subo a mis brazos.

Y por último, mis ojos van a Rodo.

Mierda dura que me hace más blandito, con su siempre gestos de amistad incondicional.

Exhalo aire y rasco mi barbilla confuso.

Putas lágrimas que quieren asomarse.

- ¡Al infierno! - Exclamo feliz. - ¡Estoy de acuerdo! - Festejo con ellos.

- ¡Si! - Acopia Rodrigo. - !Vamos hacer esto, maldita sea! - Aplaude y frota sus manos entre sí.

Viernes como pocos.

Y sábado, también.

Cuidando los hombres nuestros hijos, disfrutando de los días y hasta enseñando a pescar a los niños, mientras mis nenas corretean por la orilla con un Rata siguiéndolas y llevando una rama en su boca.

Me siento relajado en una de las sillas plegables de playa y junto a la pequeña mesa que armamos cerca del estante.

El sonido de la lata de gaseosa que abro, se combina con el festejo de Pulgarcito y Collins a Caldeo y Cristiano por lanzar bien la boya, mientras Grands aplaude con Caleb en brazos y abriéndole una golosina.

Todo es perfecto.

El día.

Mi jardín con su estanque.

La carne asada haciéndose a las brasas, que ya colma en el aire con un prometedor sabor.

El sol que me da de lleno, de golpe y solo por un par de segundos es cubierto por la presencia de Rodo al pasar y sentarse al lado mío.

También busca otra lata y bebe con ganas, para que corra de la bolsa de frituras que engulle con ganas.

Lo observo en nuestro agradable silencio, como una diminuta sonrisa se extiende en su rostro viendo como yo al resto y con ello, los bordes de sus ojos siempre alegres se arrugaron, dándome cuenta, no solo de que los años van pasando.

También, mismo tiempo de amistad y lo mucho que lo amaba como amigo.

Volví a mirar todo a mi alrededor y luego suspiré largamente, mirando nuevamente a mi querido mejor amigo otra vez.

Acomodé mis lentes.

- Te amo... - Le digo.

Y no se inmuta, ni siquiera me mira.

Solo se acomoda mejor en la reposera de playa, sin dejar de masticar.

- Lo sé... - Dice feliz.

Sabe que soy poco demostrativo y la mayoría de las veces demostramos nuestro amor incondicional, en tomarnos el pelo o insultándonos uno con el otro en broma y como solo nosotros dos lo hacemos.

Al fin me mira, guiñando un ojo para contrarrestar el sol que nos da de frente.

Una mueca alegre me regala su rostro, mientras eleva su lata de gaseosa con gesto de brindis por sobre la mesa.

- También, te amo... - Me dice. - ...feliz día, hermano...

Y nuestras bebidas chocan felices y yo agradeciendo siempre, por la segunda oportunidad que me dio la vida.

Una familia y amigos...


No sé, si en otros países.

Pero en Argentina, Julio es el mes del amigo y el 20 se festeja.

Por lo que se está tristemente viviendo por la pandemia, lejos de reuniones y brindis como estamos acostumbrados, pero no quita que se ame a esos amigos y se les mande buenos deseos y abrazos del corazón.

Porque, yo disiento de la famosa palabra que se usa del "distanciamiento social".

Para mí, lejos de eso y más bien, el distanciamiento se tiene que decir físico y sí, una acercamiento social que venga del corazón y por más distancia, llega y es cálido.

Muy feliz día del amigo, gente!!

Se les quiere.

CRISTO.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top