Capitulo 2:Memento Mori

Las ruinas de Madrid van cayéndose poco a poco. Pronto no quedará ni un muro en pie. Tan sólo piedras ennegrecidas y basura por todas partes... Y cadáveres. Muchos cadáveres.

Sarah se puso en pie lentamente, alzándose con precaución desde el agujero abierto en el suelo. Apenas removió a su paso los escombros. Era muy silenciosa para merodear por el exterior de los túneles de metro en plena noche. Por eso ella era la encargada de salir en busca de lo que le hiciese falta: medicinas, comida...

Esta noche iba en busca de antibióticos. Los necesitaban. Tenían heridos después de su último encuentro con los Tex. Así llamaban a los T-X.

Sarah estaba totalmente alerta. Miró hacia los lados antes de salir corriendo directamente a unas ruinas cercanas. Tardó aproximadamente tres horas en volver. Cada vez era más difícil hallar nada (víveres, medicamentos, supervivientes...) en esa condenada ciudad. Madrid había dejado de ser seguro, como antes lo dejaron París o Viena... Pronto tendrían que moverse o morir.

Cuando se acercaba al agujero, oyó algo por los alrededores. Se ocultó justo cuando pasaba junto a ella un pesado tanque acorazado con los cañones preparados para disparar. Tras el tanque iba una mujer. Al menos eso parecía, si no fuese por el cañón de plasma en que se había convertido su brazo derecho. Era una Tex. Sarah se pegó aún más a la pared. Esperaba que la Tex no la percibiese. Por un momento pareció que la máquina se volviese hacia dónde estaba Sarah, pero luego continuó su marcha tras el tanque. Pasados unos minutos, cuando Sarah estimó que era seguro, se despegó de la pared y caminó rápidamente hacia el refugio.

Hace muchos años, ese agujero estaba cubierto de una rejilla. Había sido un conducto de ventilación del metro. Sarah caminó a oscuras hasta que llegó a una antigua estación estaba en penumbra, lleno de polvo, destruido...

Finalmente, tras muchas revueltas, necesarias para ocultar su rastro, llegó al refugio de los humanos. Siempre escogían lugares bajo tierra, dónde era más difícil localizarles y, preferentemente, que tuviesen varias salidas. Era muy importante huir lo más rápido que pudieses de los Tex.

???: ¿Has tenido problemas, Sarah? - Le preguntó un hombre rubio, alto y muy delgado, acercándose a ella con rapidez.

Ella negó con la cabeza. Luego le tendió un paquete de antibióticos.

???: ¿Es todo lo que has podido encontrar? - Preguntó el hombre bajando la voz.

Ella asintió y luego le agarró del brazo para acercarlo a ella y susurrarle quedamente al oído:

Sarah: Esto se acaba, Sven... Cada vez es más difícil encontrar nada que no sean esos malditos Tex husmeando ahí fuera. ¡Tenemos que movernos!

El miró alrededor con preocupación:

Sven: ¿Y los heridos?... ¿Qué haremos con ellos?

Sarah también dirigió su mirada al improvisado campamento.

Hacía tres años que se movía por Europa. A veces había estado sola y a veces había compartido campamento con supervivientes. Unos grupos habían sido más numerosos y otros menos. Este en concreto lo formaban siete personas sin contar a Sven y ella.

Estaba Pierre, que había sido policía en París y se las apañaba muy bien.

Jorge y Eva. Él era de Madrid y ella había nacido en Valencia, pero desde pequeña había vivido en la capital de España. Allí había visto como su vida se convertía en una pesadilla. En mitad de un caluroso verano de la villa de Madrid, el cielo había estallado sobre sus cabezas: La I Guerra Nuclear Mundial había llegado. Jorge y ella habían sobrevivido y se habían conocido al poco de pasar eso. Ambos estaban juntos desde entonces. Jamás hablaban de su vida pasada. Sólo del hoy y del ahora. Jorge había perdido una mano en su último encuentro con los Tex para intentar alejar a Eva de un disparo. Lo había conseguido, pero ahora era manco y se encontraba muy débil por la pérdida de sangre. Eva estaba embarazada del hijo de ambos, que nacería en cinco meses en medio de la desolación.

En el grupo también estaba Neus. Había sido una profesora de Yoga de Barcelona hacía 35 años y era una excelente atleta. Ella se había ocupado de la intendencia antes de que llegase Sarah.

Frank era alemán. La guerra nuclear le había pillado de vacaciones de intercambio en España. Nunca había vuelto a saber nada de su familia. Nunca hablaba de ellos, aparentemente lo había superado, pero Sarah le había visto llorar como un niño cada noche, mirando una estropeada fotografía que guardaba de ellos y siempre llevaba en el bolsillo del pantalón como un talismán.

Los dos miembros restantes del grupo eran David, otro madrileño de cerca de 60 años que había visto morir a su esposa y a sus hijos el mismo día y Sasha, un ruso que en su juventud, antes de la guerra, había formado parte de una banda que atracaba chalets de lujo. Ambos habían sido heridos gravemente en la última escaramuza contra los Tex. Sasha respiraba con dificultad mientras los improvisados vendajes del pecho se manchaban de sangre húmeda una y otra vez. Y David apenas se movía mientras la vida casi se le escapaba junto con las tripas por una herida en el costado.

Sarah volvió a mirar a Sven negando con la cabeza.

Sarah: Cuanto más tiempo estemos aquí más fácil es que nos encuentren los Tex. Sven...

Sven: Si movemos a Sasha y a David les mataremos y Jorge tampoco está en su mejor momento - dijo el rubio zanjando la discusión. Luego se volvió y caminó hacia Sasha para inyectarle los antibióticos que Sarah había conseguido traer.

Sarah no dijo más. No era el momento para discutir... Pero retomaría la conversación con Sven un poco más tarde. Era necesario que tomasen una decisión de urgencia, aunque fuese desagradable.

Cuando se volvió hacia Pierre vió que el francés no le quitaba los ojos de encima mientras limpiaba su arma. No confiaban el uno en el otro, desde el principio... Eso era un hecho. Como también lo era que habían firmado una especie de "paz no escrita" por el bien del grupo. Pierre estrechó los ojos y le dirigió un saludo cortante con la cabeza. Ella respondió de la misma manera y fue a sentarse junto a Neus y Eva que cuidaban como podían del pálido Jorge.

Neus: ¿Qué tal esta noche? - le preguntó la catalana mirándola fijamente. Y luego bajó la voz para preguntar - Has tardado mucho, ¿qué te pasó?

Sarah:  Ya sabes lo que hay ahí fuera... - respondió ella murmurando, para que Eva no lo oyese - Cada vez tienes que ir más lejos para encontrar algo... Y cada vez hay más Tex.

Neus asintió. Cada vez estaba peor la cosa, desde hacía mucho tiempo...

Sven se acercó con los antibióticos para suministrárselos a Jorge. Él le miró mientras le pinchaba:

Jorge: De niño - murmuró - odiaba las inyecciones.

Sven: Pero ahora no te puedes permitir esos remilgos, ¿eh? - respondió Sven sencillamente.

Jorge asintió y luego continuó hablando, atrayendo a Sven hacia él con su mano sana para que lo que dijesen quedara entre los dos. Sólo Sarah lo oyó. Tenía el oído muy fino:

Jorge: Sven, tenemos que irnos de aquí... ¿Recuerdas lo que oímos de California? ¿De ese John Connor?... ¡Tenemos que intentar llegar hasta allí!, ¡hasta él!

Sven: Pero estáis heridos y...

Jorge: No quiero que mi hijo nazca aquí... - Le cortó tragando saliva - No quiero que MUERA aquí - rectificó luego. 

Eva había oído eso. Se acercó a los dos hombres y abrazó con fuerza a Jorge mientras empezaba a llorar. Sarah decidió que era el momento de hablar con Sven. Se levantó y le dijo que debían hacer un cálculo de los víveres que les quedaban. Sven asintió y ambos fueron hacia la pequeña habitación lateral que usaban de almacén.

Sarah: Es necesario que tomemos una decisión, Sven. Se nos acaba el tiempo. Cada día que pasa es más probable que nos den caza los Tex.. - Empezó a hablar sin rodeos.

Sven inclinó la cabeza. Sabía que ella tenía razón, pero si se iban tendrían que dejar atrás a los heridos, por lo menos a Sasha y a David. Y Jorge estaba muy débil.

Iba a replicar cuando ambos oyeron a Pierre hablar. El francés les había seguido:

Pierre: Por una vez y sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con la muñeca - Hablaba español con acento francés, pero se le entendía muy bien. 

Sarah le miró sin ocultar su enfado: Odiaba que Pierre le llamase así, Muñeca. No dijo nada, esta vez Pierre estaba de su lado. Le necesitaba para convencer a Sven.

Pierre: Es hora que dejemos la vieja Europa, Sven... Tenemos que intentar llegar a América como sea. Allí la situación no es tan complicada - Continuó Pierre

Sarah: Tenemos que encontrar a John Connor - Continuó 

Todos habían oído hablar de ese mítico John Connor alguna vez. Era una especie de gran líder de un movimiento de Resistencia que no sólo sobrevivía a duras penas y se escondía, sino que conseguía presentarle batalla a las máquinas. Sarah tenía mucha información sobre él y estaba segura de que podría encontrarle sin demasiados problemas. Si no lo había intentado antes había sido por Sven y el resto del grupo. Se había topado con ellos hacía tres años, por casualidad. Le había salvado la vida a Sven. Desde entonces estaban todos juntos y Sarah no quería abandonarles a su suerte. Les apreciaba. Bueno, quizá a Pierre no tanto...

Sven: ¡Pero es una locura!... Estamos en Madrid, ¿cómo podemos llegar a América? Atravesar el mar y medio continente para llegar a California... ¿Cómo?

Sarah: Sabes que tengo un plan - Le interrumpió  - Hay una manera.

Sven miró a Pierre desesperado, intentando hallar un buen argumento para rebatir a Sarah:

Sven: Tú nunca te has fiado de Sarah y si lleva a cabo su plan estaremos en sus manos.

El francés asintió, con un aire entre fastidiado y divertido:

Pierre: Europa se muere, Sven. No hay vuelta atrás... Incluso yo sé que esta es la única manera. Me fiaré de la muñeca, aunque la vigilaré con mucho cuidado - Señaló su arma y a continuación la cabeza de Sarah. 

Esta se limitó a asentir. Pierre había sido claro y conciso, como siempre.

Sven bajó los hombros en gesto de derrota.

Sven: Sasha y David morirán - dijo simplemente

Frank: David ya ha muerto - les comunicó  con su fuerte acento alemán - Y Sasha no tardará en hacerlo.

El joven rubio se había acercado hasta ellos en silencio. Sacó su preciada fotografía y la miró antes de decir

Frank: Todos estaremos muertos si nos quedamos aquí. Hemos de irnos...

Pierre: ¿Has oído hablar de la "selección natural", Sven? - comentó Pierre, como por casualidad. - Ya sabes, los más fuertes y los mejor adaptados en un medio son los que sobreviven... Sólo si estamos dispuestos a ser fuertes y tomar decisiones que no nos hagan felices podremos seguir adelante... Y sobrevivir.

Sven le miró unos segundos, antes de asentir tristemente.

Luego Frank se acercó a él y puso la mano sobre su hombro.

Frank: Guarda los medicamentos para Jorge. Aún puede salvarse.

Después cogió el arma de su cinturón y se volvió hacia la habitación donde el ruso se esforzaba por respirar. Sarah le cogió el brazo.

Sarah: Yo lo haré. Un disparo sería demasiado ruidoso.

Sven: Espera, Sarah... - ella detuvo. Ella le miró - Vamos a sacarles fuera. Si aún tenemos que estar aquí unos días aquí para prepararnos, es mejor que no compartamos la habitación con amigos muertos.

Sarah asintió. Pierre y Frank se acercaron a ellos

Frank: Os ayudaremos. Sacaremos a David.

Cuando levantaron entre los cuatro el cadáver de David y a un moribundo Sasha y les sacaron fuera del refugio, ni Neus, ni Eva ni Jorge dijeron nada. Tan sólo bajaron los ojos para rezar en silencio.

Mas tarde...

El deslizador aéreo volaba con rapidez sobre el mar. Había muchos deslizadores que lo hacían. Skynet les mandaba a la vieja Europa y a otro lugares del globo, y luego les hacía volver a América para conocer la situación. Llevaban nuevos modelos de TX o tanques acorazados a la lucha, para que sirviesen de apoyo a estos para acabar con los supervivientes, humanos y máquinas...

Un deslizador aéreo más, que sobrevolaba el océano en dirección a América, no era algo que se saliese de lo común o llamase la atención de Skynet.

Pero este deslizador llevaba en su interior un puñado de humanos. Habían sobrevivido desde el fatídico día del juicio hasta ahora. Y querían encontrar un territorio más seguro para seguir haciéndolo. Para traer nuevas generaciones a la vida...

Sven vendó el brazo de Frank con un apretado vendaje. Se le curaría. La mayoría de las heridas se curaban, aunque algunas dejaban feas cicatrices. El alemán hizo un gesto de dolor, pero luego sonrió a Sven con un Danke en los labios.

Luego Sven se acercó a Jorge y a Eva. Siempre estaban juntos, eran inseparables. Pronto serían padres.

Sven: ¿Que tal está? - Murmuró mirando a Jorge. 

El joven se había dormido agarrándose el muñón de la mano que había perdido. Eva le acunaba como si fuese un niño, para que no se despertara. Estaba terriblemente pálido, pero parecía feliz.

Eva: Está bien...- Murmuró sonriendo

Sven: Cuando se despierte, avísame. Tenemos que ponerle su odiada inyección.

Ella asintió agradecida.

Sven levantó la mirada hacia Pierre. El francés miraba pensativo hacia fuera por la ventanilla blindada. Tenía en sus manos un puro, algo arrugado y estropeado. No parecía decidirse a fumarlo.

Pierre: Prometí que me lo fumaría en una gran ocasión - dijo adivinando que Sven le miraba - No sé, tal vez el final de la guerra o algo así...

Sven: Hemos sobrevivido en Europa más de 30 años y ahora vamos a un sitio mejor... - Empezó a decir. Pero el otro levantó una ceja. "¿Estas seguro?" parecía decir. Finalmente, sonrió agriamente antes de guardarse el puro con cuidado en una bolsa que le colgaba del cuello.

Pierre: Creo que seguiré reservándolo. Me da suerte... Tal vez me lo fume cuando acabemos con esas malditas hojalatas...

Sven sonrió. Pierre era un hombre bastante difícil de tratar, pero también un gran tipo. Había hecho lo posible por salvar a Neus de ese Tex que la mató. Pero a veces, todo lo que podemos hacer no es suficiente. Sven suspiró sintiendo un apretado nudo en la garganta.

Luego se dirigió hacia el lado donde estaría la cabina si ese deslizador hubiese estado preparado para ir pilotado. Allí estaba el último miembro superviviente del grupo: Sarah. Ella había metido una de sus manos entre la estructura metálica de la pared. Su piel parecía fundirse con la brillante superficie cromada dando la impresión de que saliese el antebrazo directamente de la pared. Permanecía de pie, inmovil, con los ojos cerrados con fuerza. Como si estuviese muy concentrada.

Abrió los ojos y le miró. A Sven le dió la impresión de que mirase a través de él. Pero le habló directamente, aunque con un tono voz fría, misteriosamente impersonal.

Sarah: Llegaremos a tierra en dos horas. Intentaré acercarnos a California todo lo que pueda, pero tal vez sería seguro que bajásemos a tierra antes...

Sven asintió.

Sven: ¿Estás cansada?

Ella enfocó la vista y le miró directamente, sonriendo entre sarcástica y divertida.

Sarah: Sabes que no puedo cansarme, Sven. Me diseñaron para no hacerlo.

Cierto. Sven a veces olvidaba que Sarah no era una humana: Ella era un T-1000. Pero cuando la miraba Sven veía una mujer joven y atlética, con el pelo castaño, largo y recogido en una coleta. Una joven cuyo brazo izquierdo se fundía con la pared como si fuese parte de ella.

Ella volvió a cerrar los ojos y concentró todas sus capacidades en controlar el aparato que les llevaba hacia su nuevo hogar. ¡Por fin podría conocer a John Connor en persona, después de tantos años de buscarle!

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