Prefacio
Nico nunca supo cuándo esa idea se plantó en su mente, pero sí supo cuando germino.
No se sentía merecedor de hacer aquello, él no era alguien muy inteligente, tampoco muy guapo o talentoso, lo único que Nico poseía era un habito de imaginar y pensar cosas, pero por más que quisiera nadie parecía prestarle atención a sus ideas. Nico no tenía una vida difícil, al contrario, era muy privilegiado, tenía unos buenos padres, que pese a estar en constante lucha con el duro trabajo del campo siempre encontraban la forma de darle lo necesario y hasta más, Nico tenía una buena familia y aunque carente de amigos no se sentía solo, le gustaba la soledad pero no a tal extremo de querer aislarse, estaba en un ambiente saludable. Nico tenía una red de seguridad por si las cosas fallaban, él sabía con qué personas contar.
Entonces... ¿Por qué Nico sentía que no merecía comer?
La primera vez que se sintió así fue cuando saco 244 puntos en el examen de ingreso a la universidad, un puntaje más que lamentable y cuando sus padres lo vieron llorando decidieron comprarle un helado para animarlo, pero Nico no merecía el helado.
La siguiente vez fue cuando Nico se graduó, esperaba fielmente no recibir nada, tan solo fueron dos semanas tras saber los nefastos resultados del examen y realmente sentía que no merecía nada, en su lugar solo quería dedicarse a pensar en la manera de obtener un trabajo y ahorrar para la universidad, no quería dejarle esa carga a sus padres, no era justo, ellos ya lo habían mantenido por diecisiete años sin esperar nada a cambio más allá de buenas notas en el colegio y aunque siempre estaba en los diez mejores puestos, sentía que no era suficiente. Para su sorpresa, en vez de dirigirse a su casa a las afueras del pueblo y al lado del río que rodeaba el pequeño conjunto de casas al que llamaban tan amistosamente hogar, Nico fue llevado a uno de los restaurantes más hermosos y caros del pueblo, era una celebración por su graduación, había una cantante, su familia estaba allí con regalos, sus padres le compraron ropa especialmente para la ocasión, alquilaron todo el restaurante solo para él y había comida, mucha y deliciosa comida. Pero Nico no merecía todo aquello.
La tercera vez fue cuando estaba en la universidad, a la que consiguió entrar después de tres intentos de presentar el examen de a la facultad, pero su puntaje, aunque bueno, no alcanzaba para la carrera que quería, peor aún, la cerrera que deseaba ni siquiera tenía becas, por eso tomo la única que le llamaba la atención y Nico se prometió asi mismo dar lo mejor de él, después de todo sus padres estaban teniendo un gran costo al mantenerlo, pero apenas había pasado un mes desde el inicio de las clases cuando se vio así mismo llorando con varios exámenes reprobados y un sinfín de temas sin comprender. Nico se sentía culpable por gastar de esa manera el dinero de sus padres, no sentía que fuera justo hacer eso, él no estaba dando buenos resultados académicos, no era justo que sus padres trabajaran en el campo desde el amanecer hasta bien entrado el atardecer solo para mantenerlo, no era justo.
La culpa lo estaba matando y aunque sus padres se esforzaran en intentar no hacerlo sentir culpable Nico no dejaba de pensar en que era una carga, <<Cuando nos embarazamos nos propusimos en darte todo lo necesario e incluso más y nos propusimos mantenerte hasta la universidad o directamente hasta que consigas un trabajo que todo adulto necesita, cariño, no te preocupes, es nuestro deber>>. Nico no sentía que merecía tanto amor.
Nico ya tenía suficiente, no podía ser tan egoísta y comer cuando no lo merecía.
Fue entonces cuando encontró la solución: Nico hizo cuentas y se dio cuenta que eliminando algunos gastos podría ahorrar, y dado el caso devolver parte del dinero invertido a sus padres, simplemente él no podía esperar hasta graduarse y conseguir un trabajo si desde ya estaba fracasando; Nico no podía dejar de pagar el alquiler, sus padres lo pagaban directamente al dueño del cuarto en el que vivía, sus padres pagaban el alquiler junto a los servicios de forma directa, así que Nico no podía eliminar ese gasto, aunque sintiera que merecía dormir debajo de un puente; Nico no podía dejar de pagar el transporte, sus padres le pagaban semanalmente a un transporte para que lo llevara a la universidad y a otros lugares que necesitará; tras un largo análisis Nico se dio cuenta de que si no comía podía ahorrar hasta el 50% del dinero que le daban sus padres mensualmente.
Fue eso lo que hizo.
Comía solo tres veces a la semana, una comida por día y el sábado si comía dos veces, el resto de los días sobrevivía a punta de agua con limón y hielo.
Pensaba que era lo mínimo que podía hacer, solo así podía dejar de sentirse tan culpable, pero sabía que necesitaba esforzarse más, mucho más. Decidió ir a tutorías durante seis horas antes de las clases, para intentar mejorar y dejar de sentirse tan miserable por no ser capaz de dar los mejores o perfectos resultados, con el tiempo pudo mejorar sus calificaciones, pero para él no era suficiente, quería ser el hijo perfecto, en todos los sentidos, fue por eso que con ayuda de un profesor solicito tutorías personales con un chico de semestres más avanzados, su nombre era Baisylav y él era justo lo que Nico quería ser: inteligente, el primero en todo, responsable, atento, amado tanto por profesores como por compañeros y cordial, lo suficientemente cordial como para dar a conocer sus conocimientos mediante tutorías mientras seguía yendo fielmente al club de lectura, deportivo y de ajedrez; era perfecto, incluso físicamente era perfecto.
A Nico no le importaban los desmayos, tampoco los mareos, mucho menos el dolor destrozante de su estómago cuando pasaba los días enteros sin comer. A él solo le importaba ser merecedor de personas tan buenas como sus padres, solo eso, quería ser digno de ellos.
Pero pronto comienza a querer algo más, algo distinto, quiere esos ojos gentiles, esa boca de sonrisa encantadora, esa vida perfecta y despreocupada. La quiere para él, quiere ser él. Pero sabe que es imposible, nunca podría ser él, tan perfecto, ¿O sí?
Dejame ser tu, aunque sea un rato, entregame tus ojos, dame tu boca, dame tu cabello, dame tu alma y entregame tu mente. Dejame sentir lo que es ser digno de vivir, aunque sea solo una vez.
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