7. Carne a la parrilla
Izan descargo su cuerpo contra el asiento y estiró sus brazos, causando un breve traqueo de sus huesos, un sonoro suspiro abandono sus labios y de forma disimulada posó sus ojos en Nico, el chico estaba sentado a su lado, pero tenía la cabeza clavada en su libro resolviendo algunos ejercicios, los ojos marrones de Izan se enfocaron el cuello pálido de Nico, la camisa de manga larga que llevaba dejaba a la vista el inicio de su espalda, a su vez dejaba ver algunos huesos sobresalientes de su columna vertebral, Nico era delgado, demasiado, además de ser muy pequeño, en especial para los estándares de altura masculina.
O quizás Izan era demasiado grande. Incluso para los estándares masculinos Izan era un gigante, todo en él detonaba superioridad, era como si él fuera un gigante y los demás a su alrededor unas hormigas insignificantes. Izan se inclinó aún más queriendo descubrir un poco más de la piel de su estudiante, no entendía la razón, pero desde descubrió que el pene tenía otra utilidad más allá de desbeber su fascinación habían sido las personas débiles físicamente, se había sentido atraído por los cuerpos pequeños y delgados, tan pequeños que fácilmente podría dominarlos con una sola mano y su estudiante era justo lo que a él le gustaba: bajo de estatura, delgado, con una cadera tan pequeña que podría rodearla con una sola mano, su palidez enfermiza le resultaba supremamente excitante, sus mejillas incoloras y sus labios brevemente rosados lo incentivaban a besarlo. Izan respiro profundo sobre el cuello de Nico y se preguntó a qué sabría tan cremosa piel.
Nico levantó la cabeza al sentir una respiración en su cuello,, por un momento pensó que Izan lo estaba observando a él, pero los ojos de Izan estaban fijos en el cuaderno con lo ejercicios.
— ¿Esta todo bien? — Izan asintió, quitándole el cuaderno a Nico de las manos.
— Muy bien, ahora has el ultimo de esa pagina — Nico obedeció emocionado, parecía ser que sus tutorías si estaban dando frutos.
— Gracias, Izan, no sé qué haría sin ti — el entusiasmado muchacho comenzó a hacer el último ejercicio, con una pequeña sonrisa de boca cerrada.
Cuando Izan supo de la existencia de Nico deseo que un auto lo atropellara o algo similar, de seguro era una mala persona, ¿qué clase de ser cruel y sanguinario pedía una tutoría tan temprano en la mañana? Izan no podía pedir su horario de tutorías, pero es decencia humana básica no pedirla a tan tempranas horas de la mañana. Y cuando lo vio por primera vez estaba tan alterado y enojado que solo pudo maltratarlo, pero en el transcurso de esa mañana se dedicó a mirarlo en silencio, dedicándole uno que otro insulto de vez en cuando. Nico era el estereotipo perfecto de lo que a él le gustaba: su cabello oscuro envolvía perfectamente su rostro, cayendo en desordenados mechones alrededor de su cuello hasta sus hombros, su piel era tan pálida que Izan supuso que si estuviera desnudo podría camuflarse con el blanco de la pared, le encantaban sus mejillas, llenas de pecas, mismas que parecían lágrimas descendiendo por sus mejillas, su labios eran gruesos y de un rosa pálido, su ropa le quedaba colgando y aunque tenía un pésimo sentido de la moda Izan sintió el deseo de arrancarle el suéter marrón que cubría el pecho de su alumno.
Si tan solo no tuviera una muñeca tonta y rubia esperándolo en casa quizás habría intentando algo más, era consiente de su atractivo y de lo que podía hacer. Lastima que realmente le gustaba Larissa, pero en esos días que se negaba en hablarle deseaba lanzarla por la ventana de su apartamento en el undécimo piso. Lastima que realmente le gustaba.
— Lamento haberte tratado tan mal — Nico dejo de escribir en su cuaderno y miró sorprendido a su tutor —. No fue nada profesional ni amable tratarte así — le dedico una sonrisa de boca abierta.
— Descuida, todo esta bien.
— ¿Tan fácil me perdonas? — Larissa siempre lo hacía sufrir, lo hacia suplicar de rodillas o dejaba de hablarle por días o incluso semanas antes de actuar como si nada hubiera pasado.
— No hay nada de qué disculparse — Nico se lamió los agrietados labios —, tenías razón, solo pensé en mí, no pensé en lo que podría afectarte, ni siquiera pensé que estarías cansado y como todo ser humano querrías dormir un poco más — Izan apartó sus rastas rojizas detrás de su espalda y golpeteando sus dedos sobre la mesa de madera dejó escapar una ronca risa.
— Estás loco, mínimo deberías odiarme.
— ¿Por qué lo haría? — parecía genuinamente confundido e Izan tuvo que contenerse para no estampar el rostro del chico contra el piso y patearlo hasta borrarle esa tonta cara de desconcierto.
Odiaba que no lo ignorara, lo insultara o le dejara de hablar. Era una sensación nueva que no sabía si era buena o no.
— Por lo mal que te trate — Izan se acomodo mejor en su silla, enterrando sus uñas en las palmas de sus manos, debía controlarse o acabaría por cometer alguna locura —. Si yo fuera tú no me habría perdonado e iría a buscar a la madre del hijo de perra que me insultó así para partirle la madre a su madre.
— ¿Eh? — nuevamente esa cara de desconcierto que Izan tanto odiaba se instalo en el rostro del chico.
Izan tenía que buscar y encontrar algo para odiar a Nico, sino terminaría por caer rendidamente a sus pies, no podía permitirle tener tanto poder sobre él, no cuando aún no sabía qué hacer con Larissa, comenzaba a cansarse de ella, pero realmente le gustaba. Un rostro así y un cuerpo como el de Larissa era tan difícil de encontrar que no sabía si valdría la pena dejarla ir con tal de quedarse con el escuálido chico que podría encontrar en cada esquina de una zona de drogadictos. Si bien Nico cumplía todos sus estándares deseados, no quería dejarse llevar por sus impulsos, sobre todo por tener una aguda vocecita en la cabeza que le impedía seguir adelante con sus instintos y no, no era la conciencia.
— Darle una paliza a su mamá para que me aprenda a respetar — explicó Izan algo incomodó, sin duda Nico se hacía el tonto, era imposible que existiera alguien tan inocente como él, aunque si tomaba en cuenta la expresión del chico comenzaba a pensar que realmente si era así de inocente.
— Eso no suena nada amable — para sus adentros Nico sonrió pero mantuvo su expresión de duda en su pecosa faz, adoraba lo natural que ahora le salía fingir inocencia.
— No sé si lo notaste, mi colón, pero no soy alguien amable — Nico empujo el cuaderno frente a Izan, rogando que todo estuviera bien —. Muy bien, están perfectos.
— ¿Enserio? — sin poder contenerse Nico se abalanzó al cuello de su tutor, abrazándolo — ¡Gracias Izan! ¡Sí no fuera por ti quizás no podría mejorar!
— Oye, yo solo puse el material, tu pusiste el cerebro, fuiste tú quien lo hizo posible, es todo gracias a ti — Nico se separó un poco del imponente moreno y le miro a los ojos con una sonrisa de satisfacción.
— Eres un gran tutor, Izan.
Ante la cercanía el moreno cerró los ojos, esperaba sentir los agrietados labios de Nico contra los suyos, pero pasaron los segundos y nada paso, finalmente abrió los ojos y con vergüenza vio a Nico empacando sus libros.
— ¿A dónde vas? — preguntó Izan desconcertado.
— A casa, ya terminó la tutoría, ¿Verdad?
— Sí, pero pensé llevarte a celebrar a otro lugar, ¿Te parece? — las manos de Nico se congelaron en su mochila y sus ojos se encontraron con la mirada picará de su maestro.
— ¿Celebrar?
— Sí, has hecho las cosas muy bien, mereces una compensación, ¿Vamos, mi colón?
— ¿A dónde?
— Hay un nuevo restaurante de parrilla cerca de aquí, dicen que su carne es exquisita. Vamos, ¡Yo invito!
— Muchas gracias, pero no puedo Izan — respondió el pálido chico apenado de no tener dinero ni para comprar una menta, no porque estuviera quebrado, simplemente no la merecía.
— ¿Eh? ¿Por qué?
— No tengo dinero — respondió apenado.
— ¿Qué parte de "yo invito" no entiendes? ¿También necesitas tutorías para entender el significado de las palabras? — otra vez esas ganas de golpearlo se hicieron presentes.
— No, solo que...se me hace feo que alguien pague por mí — Nico abrazo su mochila, esperando a que Izan aceptara esa respuesta.
— No seas orgulloso, mi colón, anda, vamos — Izan tomo la mano de Nico y su bolso, caminando lejos del salón de clases dirigiéndose a la salida.
— ¡No puede aceptarlo! ¡Izan! — Nico se soltó de la mano de su maestro y le quitó su bolso de las manos al moreno —. No me gustan que me compren cosas además soy vegetariano, no podría comer eso ni aunque quisiera.
— ¿Eres un loco o algo así? ¿Cómo puedes prohibir a tu cuerpo las delicias y placeres que provoca un buen filete? Por lo que más quieras, mi colón, no empieces con la charla de "yo no mató animales, eso es crueldad, soy superior porque como platas, soy una vaca que come pasto" porque si lo haces te parto esa cara de drogadicto que tienes ahora mismo — suficientes encuentros con defensores de animales había tenido Izan como para odiarlos con la pasión de mil soles.
— ¡No! ¡Claro que no! Jamás juzgaría a alguien por lo que come, solo que la carne es tan cara que es mucho más barato cambiar mis hábitos alimenticios — Nico bajo la cabeza avergonzado que algo tan básico como la comida fuera un lujo, al menos para él —. Mis padres nunca se podían permitir comprar carne, así que no hubo nada más que hacer que volverme vegetariano.
— Oh, entiendo, perdón, creo que me adelante a la situación — Izan esperaba de todo menos esa respuesta, esperaba insultos o clases de moralidad como tantos veganos y vegetarianos habían hecho a penas supieron su amor por toda la comida, sin importar si era de un cadáver o una planta, sabía que en su país la carne era muy cara, pero nunca pensó que fuera un lujo para algunos cuantos —, pero no te preocupes, ya te dije que yo pagaría por todo — nuevamente tomo a Nico de la mano, el chico comenzaba a enojarse, ¿por qué todos los hombres parecían querer tomarlo como si fuera una mascota? Primero ese chico raro y ahora Izan, ¿qué tenía su mano que hacía que tantas personas la tomarán?
— Pero hace mucho que no como carne.
— ¿Y? — Nico se negó a bajar las escaleras dejando a Izan a su altura a cinco escalones debajo de él.
— Cuando no comes carne por tantos años tu cuerpo ya no es capaz de digerir tales alimentos.
— ¿De qué hablas?
— Sí, el cuerpo ya no puede procesar la carne por lo que provoca malestares estomacales y vómito, prácticamente una intoxicación.
— ¡Blasfemias! ¡Eso no es cierto! Pequeño, mi colón, mentiroso.
— ¡Es verdad! ¡Yo no mentiría sobre algo tan tonto! Mirá — Nico saco su teléfono y una búsqueda rápida después Izan estaba leyendo un artículo al respecto.
— Rayos...no lo sabía, entonces jamás dejaré de consumir carne.
— Bien, es tú decisión, al igual que yo decido no morir por intoxicación.
— Aún así deberíamos salir a comer a alguna parte, dime, ¿A dónde quieres ir?
— No conozco ningún restaurante aquí.
— ¿Acaso nunca sales a comer? — Nico negó — ¿Ni con amigos o familia?
— Mi familia está al otro lado del país y... — el chico agacho la cabeza observando sus zapatos — no tengo amigos.
"Estoy solo, total y miserablemente solo" pensó.
— ¿Y yo estoy pintado o qué carajos? — exclamó Izan con rabia.
— ¿Eh?.
— Yo soy tu amigo, mi colón — los ojos de Nico brillaron esperanzado.
— ¿Enserio?
— Claro, eres de mis estudiantes el menos estúpido y molesto, no iba a dejarte andar solo por ahí — Izan subió las pocas escaleras que los separaban obligando a Nico a alzar la cabeza para verlo a los ojos —. Al menos vamos a comer un helado, ¿eso si comes o tampoco? — Nico contuvo la risa.
— Claro que sí como helado, pero no, gracias, Izan, tenerte como tutor es más que suficiente — los ojos del mencionado brillaron con algo que Nico desconoció, impaciente Nico se mordió los labios esperando a que su brazo fuera liberado, pero en su lugar su pequeño cuerpo fue empujado contra la pared de ladrillos de las escaleras. Nico cerró los ojos cuando su piel tocó el frío ladrillo naranja, un quejido abandono sus labios al sentir el ladrillo raspando su carne, abrió los ojos adolorido, con las manos de Izan sujetándolo contra la pared — ¿Izan...? ¿Qué haces?
— Quédate quieto, ¿Sí? Todo va a estar bien.
Aprovechándose de su delgadez y baja estatura Nico logro escapar por debajo del brazo de Izan, bajo las escaleras que quedaban y al llegar al final de las mismas se giró para notar a un Izan muy desconcertado mirándolo desde lo alto de las escaleras.
— Yo...¡Me tengo que ir! — se excuso Nico huyendo, sin saber que un par de ojos lo miraban enojado y deseando poder quitarle a mordiscos esa estúpida mueca de miedo que tenía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top