6. Mala comida.

Por primera vez en mucho tiempo Larissa pudo mirarse al espejo, mejor aún, lo hizo sin sentir asco, por el contrario, se sentía como una diosa, como una maldita diosa encarnada para bendecir al mundo con su presencia, inigualablemente bella, perfecta. El mundo estaba a sus pies y Larissa no podía esperar para pisotearlo. Negó con la cabeza, admirando su reflejo, se sentía tan tonta, pero de una forma agradable, de una forma feliz, como cuando algo no sale como se desea: sale mejor, mucho mejor; se sentía tonta por haber creído que no merecía ser modelo o que no tenía lo necesario, tan solo era cuestión de esperar el cast indicado. El peine se deshizo de los nudos en su melena dorada, dejando perfectas y sutiles hondas en sus hilos de oro, miro su reflejo en el espejo y se pregunto ¿Cómo podía haber pensando que no era lo suficientemente buena para ser modelo? Su rostro, su bellísimo rostro parecía haber sido esculpido a mano por un artista que sin duda se suicidaría después de crearla al darse cuenta de que era incapaz de recrear tal belleza y que había llegado a la cúspide de su creatividad, así que antes de simplemente volverse monótono y aburrido, acababa con todo para al menos poder ser recordado como una especie de genio incomprendido que se suicido justo después de su obra maestra, no porque se le hubieran acabado las ideas.

Acuno su rostro entre sus manos, observando sus ojos, la forma de sus labios, de su nariz e incluso sus orejas. Todo en ella era bello, simplemente tenía que buscar a alguien con el suficiente buen ojo como para notarlo y gracias al cielo lo había encontrado, un fotógrafo que en cuanto sus ojos cayeron sobre su esbelta y delgada figura que lloraba desconsolada sobre unas gradas tras otro fracaso cayó rendido a sus pies, le hubiera gustado que se peleara por ella, que blandiera su cámara como una espada contra otros fotógrafos para poder tener la dicha de inmortalizar su belleza, solo era cuestión de esperar, cuando fuera famosa tan solo necesitaría de un parpadeo y una sonrisa para provocar que todos los fotógrafos pelearan a muerte por tenerla.

Se coloco un vestido rosa, de seda ligera, algo suave y fácil de quitar, quería ser lo más eficiente posible y no complicar a los encargados de producción, además, con ese vestido se le enmarcaban los senos, siempre era divertido atraer las miradas tanto de hombres como de mujeres, pero en especial mujeres, no sabía si se sentía cohibidas por su belleza o por el contrario, llegaba a gustarles, prefería pensar en lo segundo porque solo las mujeres eran capaces de reconocer la verdadera belleza, los hombres solo veían un par de buenas tetas y ya estaban jadeando como perros sarnosos en celo.

Salió de su apartamento, una cortesía de su novio al cual se tomo la molestia de ignorar por no haber estado para consolarla, le gustaba verlo de rodillas, suplicándole perdón, rogando para qué le dijera que estaba mal y Larissa tan solo debía mirar desconsoladamente al suelo, de vez en cuando dejar que las lagrimas llenaran sus ojos y luego desaparecer como un alma afligida en su habitación. Así aprendería a nunca más volver a descuidarla. Ahora que estaba a un paso de ser modelo profesional debía aprender a valorarla, de igual manera planeaba dejarlo, Izan, aunque guapo, no aportaba mucho a su vida, tan solo era bueno pagando las facturas y dándole un lugar para vivir, ¿Pero en lo emocional? Si bien poseía un pene grueso y venudo que podía llenarla hasta el tope, eso era todo, nada más. Y ella necesitaba mucho más que un buen pene para estar satisfecha.

Camino como lo haría en un pasarela, rítmicamente y contorneando las caderas con cada paso, haciendo su cabellera y sus pechos rebotar, por si mismo un par de pechos saltarines ocultos bajo una suave capa de seda captaría la atención de cualquiera, pero acompañados por ese rostro y ese cuerpo haría que hasta el más santo deseara que las cintas rojas que mantenían su vestido unido se deslizaran, revelando un poco más.

Dio un suspiro al llegar al estudio y entro. Ese era el inicio de una nueva vida. Una esplendida vida que se merecía. La maquillaron, peinaron y le colocaron la ropa que debía modelar, un conjunto nada esplendido lleno de agujeros que lo hacían parecer más los trapos sucios de algún pordiosero y luego un vestido bastante simplón, pero se enfoco en lo bueno. 

Ese era su lugar, bajo las cámaras, siendo adulada y amada por todos tan solo por existir. Poso sin problemas, balanceando su cuerpo como si fuera parte de la misma escenografía, las otras chicas la miraban de reojo, no supo si era algo bueno o no, demasiado enfocada en el cumplimiento de su sueño.
El vestido se sentía como una segunda piel, las cámaras la miraban desde lo alto solo para felicitarla, las luces la iluminaban y el maquillaje en su piel brillaba como si hubieran estado esperando toda la vida para adornar su piel.

— Muy bien, ¡Tomemos un descanso de 15 minutos! 

Larissa dejo caer su cuerpo contra el asiento, se sentía tan ligera, como si pudiera salir volando de la felicidad. Miro su reflejo, el maquillaje era extraño por decirlo menos: dos líneas azules debajo de sus ojos, dos amarillas en sus parpados y una especie de nube roja/naranja en sus pestañas, sus labios eran de un rojo intenso difuminado con negro. Le hubiera gustado tener el maquillaje de la modelo principal; un montón de estrellas de colores en su rostro y un labial que ayudaba a resaltar sus labios carnosos, pero poco podía hacer, por el momento era una don nadie, por el momento. Pero pronto estaría en las mejores pasarelas y podría deshacerse del mimado trasero de Izan, aunque no lo juzgaba tanto por ser el consentido de su familia, sería hipócrita hacerlo cuando era esa la razón por la que tenía su apartamento.
Palpo su vientre plano, sentía sus entrañas retorcerse, su boca se hizo agua al ver una de las modelos llevándose delicadamente unas gomitas a la boca que luego escupía en una servilleta, sus dientes se retorcieron en su boca, descalabrados por la incesante sensación de hambre. Miro su reloj, aún le quedaban unos minutos de descanso y estaba segura de haber visto una cafetería unos cuantos pisos más abajo.

Se apresuro tomando su cartera pero era difícil bajar escaleras con tacones de 15 centímetros cuyo tacón era tan fino que si se ponía a contra luz desaparecía, al parecer ese era el objetivo, que en las fotos pareciera como si ellas estuvieran flotando, por eso las intensas luces que las hacían sudar como si estuvieran en el horno. Se sentó y se apresuro a devorar su comida mientras imaginaba cómo sería la forma menos cruel de terminar con Izan, claramente cuando fuera famosa no pensaba seguir a su lado, le quería pero a veces le resultaba desagradable su falta de interés por ella. Quería un hombre cuyos pensamientos solo fueran para ella y que tuviera un pene tan grande como su cartera, Izan cumplía todos menos el primer requisito y ese era sin duda un problema.
Conoció a Izan en su primer semestre en la universidad, cuando aún no sabía muy bien que rol aportar, eso era lo bueno de ser la nueva en un ambiente desconocido, podía ser quien quisiera ser, podía ser la zorra seductora o la inocente virgen que hacía cosas sugestivas sin saberlo, pero pronto logró encontrar el perfecto equilibrio entre ambas chicas y fue así como termino encontrando su lugar en la universidad: siendo esa chica que todos volteaban a ver pero con la que nadie se atrevía a hablar, mucho menos tocar. Ese estatus le dio una soledad angustiante pero también un aire enigmático que finalmente termino atrayendo la atención del chico más guapo de su carrera, un talentoso muchacho que gritaba a los cuatro vientos su pasión por la moda pero que Larissa sospechaba que su verdadero objetivo era manosear a las modelos sin que ellas pudieran denunciarlo porque perderían sus empleos, ella por su lado era pésima cociendo o diseñando, solo se inscribió en esa carrera porque era lo más femenino a lo que su beca pudo aspirar, además de que podría desfilar los diseños de sus compañeros y rezar para que alguien la descubriera en los desfiles universitarios. En un principio Izan era todo un caballero, le daba flores y la trataba como si fuera el más precioso regalo, pero luego se sintió demasiado cómodo con ella y comenzó a dejar de prestarte atención porque estaba "demasiado ocupado" haciendo las horas sociales que eran requisito para graduarse.

Las noches solitarias en el apartamento que compartían se volvieron rutina y escucharlo maldecir cuando algún primíparo pedía una tutoría temprano en la mañana a veces eran las únicas palabras que le escuchaba decir. El sexo se hizo aburrido y solo podía limitarse a contar los cabellos desordenados de sus rastas mientras él la penetraba rítmicamente. La gota que colmo el vaso fue cuando no dejo todo para acompañarla a sus audiciones, ni la espero con flores, ni se peleo con quienes la rechazaron. Pero si iba a terminar con él debía darse prisa y hacerlo antes de ser famosa, no quería que pensaran mal de ella ni la hicieran ver como si hubiera sacado provecho alguno de su belleza como para hacer que Izan la mantuviera, se negaba a permitir que su imagen pulcra se manchara tan horriblemente, debía pensar en algo para contrastar cualquier posible rumor, no sabía qué sería peor: que él se negara a dejarla ir o que aceptara su ruptura pacíficamente, su ego sin duda resultaría masacrado si sucedía la segunda; pero si era la primera opción lo que terminaba pasando, quizás, si volvía a ser un buen novio y el hombre de sus sueños no lo dejaría, pero hasta entonces era de suma importancia tomar en cuenta todas las opciones y con ellas los posibles peligros, porque los hombres despechados son capaces de todo.

Regreso al estudio, pensando qué sería peor ¿Acusar a Izan de maltrato o incriminarlo por consumo de sustancias? Se coloco al lado de las otras modelos, ya tendría tiempo de pensarlo, por ahora debía enfocarse en destacar, sabía que la mirada correcta podría hacer que se olvidaran por completo de las otras chicas y se enfocaran en ella por completo.

— Bien, miren hacia...¿Pero...? ¿Es una broma? —  miro a su alrededor, el fotógrafo, un hombre calvo y delgado estaba rojo de ira, como si su calva se fuera a romper y de ella saliera se cerebro para gritarle a quien lo hubiera hecho enojar. Mentiría si dijera que lo lamentaba por esa persona, no lo hacía, al contrario, era bueno, menos competencia. Espero junto a las otras modelos a que comenzara el regaño, el hombre se rascaba la cara, parecía a punto de estampar la cámara contra la cabeza de alguien —. Sáquenla de aquí — ordeno.

Le dio una mirada rápida a las modelos, preguntándose quién habría sido tan estúpida como para haber evocado la rabia del fotógrafo, estaba segura de que era la chica con margaritas en las mejillas, irónicamente se veía marchita, demasiado ojerosa como para funcionar.

— Ven — sintió sus entrañas dar un salto cuando la asistente del fotógrafo tomo su mano y comenzó a arrastrala fuera del set.

— ¿Eh? —  hizo fuerza, soltándose — ¿Por qué? — rápidamente regreso a su lugar la lado de las otras modelos —. Debe ser un error — se coloco nuevamente en la pose indicada, justo cuando el flash de la cámara ilumino el set, el fotógrafo la miro con los dientes apretados, haciéndole un gesto a la mujer para que la sacara.

— Vamos —  la mujer la tomo de la mano, ella estaba igual o más tensa que el fotógrafo, pero no enojada, más bien asustada, Larissa no pudo evitar preguntarse si así actuaba rodeado por un montón de personas, ¿Cómo lo haría estando a solas? Sintió lastima por la asistente, pero le duro poco, su interés estaba sobre si misma. 

— ¿A dónde? No...— intento soltarse y regresar con las modelos, cuyos ojos saltones la miraban como lo harían un par de buitres viendo a un animal agonizando, ansiosos por devorar su carne. 

— ¡Llévatela ya! — grito el hombre.

— ¿Pero por qué? ¡No hice nada malo! — no supo de dónde saco el valor para hablarle así, pero si supo que se arrepintió en cuanto las palabras salieron de su boca.

Entonces el fotógrafo levanto su mano hacia su rostro y Larissa cerro los ojos cuando sus dedos impactaron sus labios, no le dolió, pero sí le sorprendió, al instante sintió como si boca se quemara, como si sus labios tuvieran acido sulfúrico en lugar de labial.

— ¡Maquillaje mal! — grito mientras la empujaba de los hombros.

La muchacha estaba tan sorprendida que no tuvo tiempo para luchar, el fotógrafo volvió a levantar su mano hacía ella y cerro los ojos esperando el impacto, pero nunca llego, en su lugar sintió como la sacaban del lugar. Abrió los ojos, ya fuera del set, con la asistente regresando hacia el interior donde los gritos y las maldiciones reinaban.

— ¡Esa puta rubia! ¡Horas de trabajo arruinados! Maldita sea, les pedí chicas profesionales, me aseguraron que todas lo eran, ¡Puta de mierda! ¡Puta, puta, puta de mierda! — dio un salto al escuchar algo romperse — ¿¡POR QUÉ CARAJOS NO PUEDEN HACER NADA BIEN?! ¡LES PEDÍ SOLO UNA COSA! ¡MALDITA SEA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!

La asistente le dio una mirada decepcionada y Larissa casi salto sobre ella. Era imposible, por fin las cosas estaban en su lugar, no se las podían arrebatar de esa manera.

— ¿Qué pasa..? — le pregunto al borde de las lagrimas — ¿Hice algo malo? ¿Por qué me saco del set? — clavo las uñas acrílicas que le habían puesto en la piel de la mujer, no le importaba lastimarla, solo quería respuestas. 

La asistente, que no tendría más de 30 años la miro como si fuera una niña que la acababa de hacer la pregunta más estúpida del mundo.

— Comiste — fue lo único que le dijo antes de soltarse de ella de un manotazo.

Larissa la miro sorprendida, sus ojos buscaron su reflejo en uno de los muchos espejos arrinconados y no pudo evitar clavar las uñas acrílicas en las palmas de sus manos al observarse: el labial ya no estaba; más de la mitad de sus labios estaban pálidos y sin color, limpios, con a penas algunos rastros del rojo y negro. 

— ¡Tan solo tienen que volver a maquillarme! — grito tratando de ir tras ella.

— No lo entiendes, ¿verdad? No es solo el maquillaje, es tu comportamiento, no es nada profesional, además — señalo el estomago de la chica, siempre se inflamaba un poco tras comer y ahora tenía un leve bulto, pequeño, casi imperceptible —, necesitamos una chica delgada y atlética, no gorda y descuidada.

Larissa vio la mujer irse, con las manos en su vientre y al fotógrafo reacomodar a las modelos, ahora la chica con margaritas en las mejillas tomaba su lugar en la toma en lugar de ser parte del fondo. 

Corrio al baño en sus tacones de 15 centímetros y se tiro de rodillas hacia el retrete más cercano sin importarle el agua de dudosa procedencia esparcida en el suelo o la papelera repleta por papeles llenos de mierda. Abrió su boca, sacando su lengua, la saliva se deslizo por sus dientes y las gotas perladas cayeron en el agua en un sonido sordo, y agudo, pero la saliva no era lo que hacía que su vientre usualmente plano estuviera abultado, le dio un golpe al asiento del inodoro, rompiendo una de las uñas acrílicas, miro su reflejo en el agua cristalina, levemente interrumpido por el tronco marrón que la saludaba desde abajo. Se aparto asqueada, maldiciendo a la inmundicia de ser humano que en vez de bajar el agua decidió dejar sus desechos flotando y las arcadas no se hicieron esperar, se aferro al lavamanos y sintió los jugos gástricos deslizarse por su boca, pero en lugar de dejarlos salir su cerebro traicionero los hizo volver a tragarlos. Le dio un par de puñetazos al lavamanos hasta que sintió su piel arder, regreso a toda velocidad al retrete y hundió su rostro en la taza pero no lo suficiente como para que el agua tocara su rostro, pero si como para ver el inesperado recordatorio de que era un baño publico. Las arcadas regresaron y esta vez abrió su boca como si se prepara para recibir un festín. El sabor amargo inundo el interior de sus mejillas y los trozos de fruta salieron disparados hacia la taza del baño, tosió un poco, sentía como si su cabeza fuera a caerse de sus hombros.

Pero al mirar abajo tan se dio cuenta de que no era suficiente, aún estaba inflamada. Ajusto sus manos a la taza en la que cientos de traseros se habían sentado y volvió a hundir su rostro, esta vez el agua mezclada con vomito y mierda le rozo la punta de la nariz, y Larissa retrocedió asqueada mientras las arcadas hacían retorcer su cuerpo, logro ponerse en cuatro patas y liberar la carga en el interior de la taza, se aferro con la mano izquierda a cualquier parte del inodoro a la que pudo aferrarse y con su mano derecha se sostuvo la larga melena, al menos hasta que el vomito cubrió por completo la purga putrefacta que alguien libero en el excusado. Temblando metió sus dedos en su propia garganta, las uñas acrílicas le cortaron la piel en el interior de la boca y pronto sintió el sabor metálico llenarle la boca. Otra arcada la hizo caer hacia adelante, a penas pudo sujetarse, a milímetros del agua pútrida. 

Miro su estomago, a su parecer ya no estaba tan inflamado. No se molesto en bajar el agua, quizás alguna otra colega modelo le podría ser de utilidad. Se lamento de haber pensado mal de la persona que dejo aquél flotador pestilente, ahora le estaba agradecida y aunque se llevaría el secreto a la tumba incluso siendo famosa lo recordaría con cariño. Regreso a tropezones al set pero para su horror ya no había ninguna modelo, los que quedaban eran el fotógrafo y sus asistentes mirando algunas de las fotografías y descubrió que mientras vomitaba trajeron a un remplazo a la que le llenaron la cara de líneas de colores y le maquillaron los labios de rojo, y negro.

Se quedó ahí, de pie, mirando las fotos proyectadas en la blanca pared, el fotógrafo no tardo en darse cuenta de su presencia y al mirarla nuevamente enfureció, se acerco a ella en grandes zancadas y la sacudió con violencia, pero Larissa no escuchaba, para ella eran palabras sin sentido, algo sobre que el vestido estaba arruinado y que debía pagarlo. Larissa solo podía pensar que había alguien más, alguien más ocupando su lugar.

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