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Nico abrió sus ojos como si se prepararan para saltar felizmente lejos de sus cuencas, 2,5 brillaba con ferocidad sobre la pantalla, las ganas de vomitar lo abofetearon y quiso arrancarse los ojos, lo primero que pensó es que fue un error, pero entre más meditaba y meditaba en sus respuestas más posible veía esa posibilidad.

Había perdido un examen que equivalía al 60% de la nota de la materia.

Parecía algo simple y quizás lo era, no significada el fin del mundo o que los países entraban en guerra, ni siquiera simbolizaba la caída de la bolsa mundial, pero era un retraso, uno que no podía permitirse. Tenía 20 años, 20 años de vida en las que no había logrado nada impresionante, a su edad muchos ya eran millonarios, otros cambiaron el mundo, ¿Él? Nada, paso 20 años sin hacer nada, solo engordando y pensando, era como si estuviera en un sueño, uno del que no podía despertar, su mayor logro era tener 20 años y seguir virgen, nada más. Ese 2,5 era un retraso, uno más que lo volvía a sumergir en su letargo hasta que por fin pudiera hacer algo, cualquier cosa, algo que fuera excepcional y entonces moriría, inmortalizado para siempre en algo más que los recuerdos de sus padres.

Retrocedió de la computadora impactado y sacudió su cabeza con lentitud, otro más, otro fracaso más, ¿Cómo carajos se había permitido fracasar? ¿Cómo? ¿Por qué? Nico había estado seguro de que podía aprobar el examen con facilidad, ni siquiera era de un tema difícil, entonces...¿Por qué? ¿Por qué lo había perdido? planeaba hablar con la profesora, realmente no entendía la razón, era sobre procesos de lectura y escritura, un tema que supuestamente él dominaba, pero la maestra se adelanto a sus pensamientos y termino por mostrar en pantalla todas las respuestas correctas, respuesta tras respuesta Nico comprobó lo equivocado que estaba, realmente no comprendía cómo pudo fallar. Era como si las neuronas de su cerebro olvidaran cómo trabajar y lo dejaban a la deriva, sin saber qué hacer, pensar, decir o qué respuestas eran las correctas.

Había un par de cosas que no podía olvidar con facilidad y entre ellos estaban sus fracasos, y que tras cada fracaso debía afrontar un castigo equivalente para no volver a cometer los mismos errores. Tras meditarlo un poco fue directamente al baño de su habitación, se doblo sobre la taza del inodoro y medio sus dedos en el interior de su garganta, las almohadillas de sus mejillas aprisionaron sus dedos y sus dientes se posaron sobre la piel, los ojos de se llenaron de lágrimas por la horrible sensación y su dedo índice siguió su curso hasta llegar tras la campanilla de carne en su boca. Haciéndose vomitar. Su estómago tembló mientras su garganta devolvía la poca comida que había logrado consumir, sintió como sus costillas se cerraban y apretaban sus órganos con cada nueva arcada, la sensación era similar a cuando iba en una montaña rusa y se llega a la cima, para después ser lanzado furiosamente hacía abajo, provocando una sensación de vacío en el estomago y que los órganos están siendo licuados, también le dolía el pecho con cada arcada. Repitió el proceso hasta que comenzó a vomitar agua y saliva.

Empezó a vomitar a penas hace un par de meses, siempre escucho sobre la bulimia, pero jamás pensó en ella como un tipo de castigo que lo ayudaría a adelgazar, pero así fue, no le gustaba vomitar y tampoco lo hacía precisamente por adelgazar, lo hacía más por el dolor. En los días buenos se limitaba a vomitar 3 veces, en los regulares 7 veces y en los muy malos hasta que su estomago se acalambrara del dolor porque ya no tenía nada que expulsar.

Tras dejar hasta su alma en el retrete Nico se dispuso a bañarse para quitarse el olor a vomitó, hizo gárgaras con el agua hasta que el sabor de los jugos gástricos abandonó su boca. Sintiéndose todavía bastante adolorido se vistió y arregló, asegurándose de colocarse una buena cantidad de perfume, todo por si acaso el olor a vomitó había logrado quedarse impregnado en él. Usando sus dedos Nico arreglo su cabello azabache y contempló su reflejo, pero sobre todo su rostro, prestando especial interés por sus pecas, en especial por esas que parecían lágrimas debajo de sus ojos y rodando por sus mejillas, su madre le solía decir que sus pecas lo hacían parecer un payaso triste, como si siempre estuviera llorando o angustiado, incluso si sonreía seguía pareciendo deprimido, a lo mejor siempre estuvo triste pero hasta ahora se percataba de ello, ya no estaba tan sumergido en el letargo que era su mente. Nico acaricio la piel de su rostro y se preguntó si alguna vez dejaría de estar triste.

La felicidad le parecía algo tan lejano, tan ajeno, pero la anhelaba con toda su alma, ¿quién no quiere ser feliz? Nico lo quería, lo deseaba con toda su alma y corazón, solo que no sabía cómo hacerlo, no es como si al nacer le dieran un libro con instrucciones sobre cómo alcanzar la felicidad y si existía tal libro a Nico lo habían estafado porque jamás llegó a conocerlo. Pero también se sentía bien torturarse a si mismo, no porque le gustara el dolor, ¿quién en su sano juicio le gustaba el dolor? A él no, Nico quería ser feliz, sentirse feliz y pleno, el torturarse a si mismo eran los primeros cimientos de esa felicidad, se sentía despierto cuando estaba triste, solo era feliz en sus sueños y cuando lloraba hasta no respirar más de repente sus pensamientos se aclaraban. Estaba despierto. Y luego lo olvidaba todo, y regresaba a su letargo.

Caminaba por los pasillos de su universidad cuando sintió que el suelo debajo de sus pies desaparecía, levantó una mano y la apoyó contra la pared para evitar caer, recostó su cuerpo contra el yeso blanco y cerró los ojos, los apretó con fuerza, al abrirlos todo estaba negro, nuevamente los cerró con fuerza intentando que el mareo abandonara su agonizante cuerpo.

— ¿Estás bien? Oye, oye ¿Te sientes bien? — Nico se cubrió los oídos con las palmas de sus manos, aunque la voz era gruesa no llegaba a ser molesta, al contrario el dueño de la voz hablaba en un susurro claramente preocupado.

La espalda de Nico se deslizó por la pared hasta casi caer al suelo, pero a pocos centímetros del suelo el muchacho sintió una mano que lo sujetaba por la espalda e impedía que cayera por completo, por inercia el cuerpo de Nico se balanceo hacía adelante provocando que su rostro se estampara contra el pecho de quien lo estaba ayudando. El chico apretó los ojos con aún más fuerza <<que vergüenza>> pensó, sabía que ese pasillo usualmente estaba vacío, pero con su buena suerte de seguro ese día estaría repleto de estudiantes que miraban con morbosa curiosidad su humillante situación.
Un poco menos mareado Nico levantó su cabeza, encontrándose con un par de ojos brillantes que lo miraban con curiosidad, al instante el muchacho se puso rojo, ¿qué estaría pensando el pobre chico que tuvo que verlo en tan deplorable estado? A lo mejor y pensaba que era un drogadicto que estaba teniendo una sobredosis o algo así, ya tenía la delgadez propia de una persona con dicha enfermedad, solo le faltaba la adicción y efectivamente sería el estereotipo de un drogadicto.

— Perdón — Nico se enderezo, apartándose del desconocido —. Enserio, lo lamento.

Su visión estaba borrosa, como si viera todo a través de una burbuja. Su mente se apagaba, estaba volviendo a dormir mientras su cuerpo seguía despierto. Apenado intentó ponerse de pie e irse, pero sus piernas le fallaron, nuevamente sintió un par de manos en su cintura que lo ayudaron a no caer, otra vez.

El amable chico lo sujeto con fuerza de la cintura y se enderezo para permitirle a Nico un soporte para no caer, Nico puso sus manos contra la pared rogando que aquella humillación terminara de una vez, estaba tan avergonzado, ¿qué era peor que desmayarse en pleno pasillo de la universidad por tener que matarse de hambre al no cumplir los objetivos académicos necesarios? Caer en brazos de un desconocido, claro, en especial uno que parecía estar al borde de un ataque de pánico por el miedo que de seguro Nico le estaba provocando.

— Te llevaré a la enfermería — ir a la enfermería seria una buena idea si Nico no fuera un becado de mierda sin todos los privilegios que la ostentosa universidad de Adelphos podía ofrecer y no tuviera el peligro de que llamarán a sus padres para informarles lo sucedido, no, no lo iba a permitir. El buen samaritano intento tomarlo de ambos brazos para que pudiera apoyarse en él y caminar hasta la enfermería, pero el desvalido muchacho hizo fuerza en sus piernas para evitar moverse — ¿No puedes ponerte de pie? — Nico negó sin mirarlo haciéndose ovillo al lado de la pared, su cabello oscuro cubría su rostro y sus manos estaban firmemente apretadas alrededor de su estómago, el desconocido servicial saco de su mochila un pequeño frasco de alcohol y lo acercó al rostro de Nico —, ven, huelo esto, te sentirás mejor — al apartar el cabello de su rostro para olerlo Nico notó una mirada extraña en su héroe, los labios del servicial chico se abrieron en un gesto entre alegría y sorpresa, y sus ojos brillaron cuando se encontraron con las facciones delicadas, y pecosas del débil muchacho, sin embargo su mente seguía durmiendo y no reconocía nada, en ese momento ni siquiera recordaba su propio nombre, si era hombre, mujer o un extraterrestre enviado a destruir el mundo. Estaba en blanco, en blanco y mareado — ¿No puedes caminar? — Nico negó —. Esta bien, supongo que puedo cargarte, no has de pesar mucho — el desconocido intentó alzarlo pero como si de una descarga de adrenalina se tratara Nico se apartó logrando ponerse de pie.

— No, gracias, estoy bien, gracias.

 Se alejó tambaleándose lo más rápido que pudo, tropezando un par de veces, nuevamente teniendo esas manos fuertes evitando que cayera.

— Déjame ayudarte, estás muy débil — pidió el rubio, el chico azabache lo miró y apartó de un tirón su mano.

— Gracias, pero no.

— ¿Por qué? Podrías desmayarte o algo similar, es peligroso.

Nico respiro hondo, ya se sentía mucho mejor, el desconocido tenía razón, el alcohol ayudaba con los mareos, hizo una nota mental de conseguirlo, podía también usarlo como castigo y echarse el alcohol en sus cortadas.

— Voy tarde a clases — Nico se despidió con la mano, fingiendo una sonrisa y caminando rápido —, gracias por todo.

Se fue a clases lo más rápido que pudo, intentando no pensar en tan amable extraño, si seguía pensando en él le daría un ataque de pánico por la vergüenza de lo que había pasado, el desconocido servicial siguió a Nico con la mirada asegurándose de que no volviera a perder la conciencia, cuando lo vio entrar a un salón de clases respiro tranquilo y siguió su camino, bastante interesado por el chico cuyas pecas eran como lágrimas en sus mejillas.


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