Capítulo 01 - Claridad Parte I
Desde hace un tiempo, el pueblo Jicheng ha sido víctima de ataques por bestias, de esas que salen de la nada y atacan sin razón. La gente común no encuentra oportunidades para defenderse, día a día soportan las agresiones sin oponerse en lo más mínimo, obligados a soportar y sobrevivir las angustiosas noches a su manera. En ese lugar tan alejado, donde desde hace mucho tiempo no se sabe de cultivadores que puedan defenderlos, solo queda esperar un golpe de suerte, rezar y que los dioses las hagan desaparecer.
Aparte de estar a merced de su suerte, el pueblo queda justo al pie de la montaña Jiazhi, un desconocido territorio en el que nadie se atreve a ingresar por estar plagado de bestias. Aun así, incluso si el peligro se encuentra a la vuelta de la esquina, el clima de ese día en particular era perfecto para que los habitantes salieran a dar una vuelta en completa paz. De hecho, se sentía más tranquilo de lo normal.
Mientras muchos disfrutaban de aquel ambiente, dos ancianos conversaban cortando leña. Uno era mucho más grande y alto que el otro, pero ambos cortaban con habilidad esos troncos secos. Era muy probable que ese fuera su trabajo desde siempre. El más alto, de cabello canoso y de complexión fuerte, luego de un rápido y certero golpe, expresó:
—Las bestias no han dejado de aparecer en las últimas noches. Eso me tiene bastante preocupado, ¿has visto los destrozos de anoche? ¡La casa de esa pobre familia fue reducida a solo astillas!
—Sí... —coincidió el hombre más bajo y delgado—. He visto cultivadores de toda clase que han estado rondando la zona, se marchan apenas echan un vistazo.
—Oí que no matan a ninguna bestia, caminan por las cercanías y se van para nunca regresar, ¿puedes creerlo?
—En efecto —afirmó otra vez el más bajo, inquieto—. El pueblo está en caos, los animales han muerto y los cultivos van de mal a peor. Y que yo sepa, nadie ha sido enviado a pedir ayuda. Ni siquiera el viejo líder lo ha hecho.
—El viejo es un loco testarudo. —Lo observó con el ceño fruncido—. Nunca pedirá ayuda a nadie. Ya ves cómo es con los forasteros. Nadie puede ingresar mucho tiempo sin ser echado por él —bramó.
—No puedo creer que no aparezca ningún cazador del palacio —soltó, sacándose el sudor con sus delgadas manos y cepillando el sudado cabello hacia atrás.
—¿Uh? ¿Por qué del palacio? —cuestionó.
—Piensa un poco. Es donde entrenan los cultivadores más poderosos desde que la reina Tian LanMei ordenó la construcción de la academia. A pesar de que no son muchos, son los mejores cazadores que puedes encontrar, o eso he escuchado —aseguró.
—¿Por qué vendrían hasta aquí? Los forasteros no son bienvenidos, y ellos lo saben, ¡claro que es por eso que nadie viene!
—Escucha —llamó el más delgado, moviendo sus manos como para apaciguar la furia que se asomaba en el otro—. Ellos se encargan de los casos que los cultivadores normales no pueden solucionar. No se fijan en la clase o el rango social, ellos ayudan a quien sea, claro que nos ayudarán.
El mayor suavizó su mirada, chasqueó la lengua y cortó otro pedazo de leña.
—No son muchos los cultivadores que han llegado hasta aquí —añadió con su voz ronca—. Además, todos nos ignoran, es la única conclusión que puedo sacar. Mi único deseo es que al menos lleven la información hacia otros pueblos.
—Es normal pensar así... No perdamos la fe. Si uno de los cultivadores espirituales del palacio llega, seguro que no tardará nada en desaparecer a esas bestias, solo debemos solicitar la ayuda nosotros. La reina tiene que hacerse cargo, ¿qué dices?
—¡Deberíamos enviar una carta al palacio! Confiaré en que la reina no nos dejará de lado. Después de todo, unos viejos como nosotros nunca podríamos hacerle frente a esas criaturas.
El más delgado rascó su cabeza, acababa de recordar alguna cosa.
—Apenas ahora me acuerdo... ¿No hay una epidemia en la ciudad del palacio y toda la zona norte?
—Demonios... No recordaba eso. Tienes razón... Bueno, no perdemos nada con probar, ¿no?
—¡Eso digo yo, mi fuerte y querido amigo! —exclamó con confianza.
Los troncos fueron dejados de lado en ese momento y los dos hombres se alejaron mientras seguían con su conversación. No sabían que, todo ese tiempo, alguien más los había estado escuchando.
Escondido entre unos troncos, recostado y con las piernas cruzadas, un joven de cabello largo y dorado mordisqueaba un par de duraznos. Pese a que estaban algo viejos y marrones, ese muchacho, You YuMo, los saboreaba con gran satisfacción. Con sus ojos casi cerrados, disfrutaba la brisa y la luz del sol que acariciaba su cuerpo. Había estado paseando por algunos lugares un buen rato y, al notar aquellos troncos apilados, decidió aprovecharlos para esconderse a comer con tranquilidad.
Luego de cuatro o cinco mordiscos, tragó, abrió sus ojos color esmeralda con lentitud y le sonrió al cielo. Era un día maravilloso, pues la brisa, el clima, los árboles en flor, los deliciosos duraznos en sus manos, todo era perfecto. Eso le hizo sentir que no necesitaba nada más que esa inmensa paz en su vida, no obstante, ya era hora de irse. Brincó para colocarse de pie, lanzó los carozos lejos y suspiró. « Suficiente descanso, es hora de regresar».
Mientras caminaba a paso tranquilo, sus ropas color marrón claro revolotearon con la suave brisa, al igual que aquel dorado cabello atado en una cola de caballo. Caminó con su cabeza apoyada en los brazos levantados, disfrutando cada gota de serenidad a su alrededor, como si nada en ese mundo pudiera perturbarla.
A You YuMo no le gustaba andar por las calles del pueblo; prefería rodearlo siempre que fuera posible. A juzgar por su expresión y métodos de escabullirse, era obvio que tenía muy claras sus razones para hacerlo, y no parecía ser del todo un chico inocente. Aun así, en ocasiones no le quedaba más remedio que entrar usando hechizos de bajo nivel para pasar desapercibido, pues, de vez en cuando, el camino del pie de la montaña se bloqueaba, obligándolo a entrar, andar un poco entre la multitud y volver a salir.
Transitaba con tranquilidad por la larga calle, como si no quisiera llamar la atención. Sin embargo, a pesar del cuidado que tenía para no ser visto o ser muy llamativo, por detrás, y a escasos pies de distancia, se escucharon fuertes pisadas y a un hombre gritar. Ese hombre era bastante mayor, su cara era redonda y estaba muy roja por la rabia. Apuntó a You YuMo, amenazante con un hacha.
—¡Ahí estás, maldito! ¡¿Crees que no puedo verte?! —exclamó furioso—. ¡Es el salvaje! ¡Capturen al mocoso! ¡Esta vez lo mataré con mis propias manos!
La multitud se dio la vuelta para mirar al muchacho que estaba siendo señalado; al inicio solo veían una cara común y corriente, solo que, al cabo de un momento y al prestarle atención, el hechizo de You YuMo perdió su efecto. ¡No había dudas! Era el "salvaje del bosque", que a menudo visitaba el pueblo y ocasionaba algún que otro problema por cosas tan tontas que ya no era ni chistoso. Lo reconocían a la perfección, pues sus ropas eran únicas y, además, tenía cinco marcas rojas en el rostro, dos en cada mejilla y una última en la frente.
Por supuesto que You YuMo ya sabía de qué se trataba el asunto. Sin perder ni un segundo, comenzó a correr como si su vida dependiera de ello, o más bien, sentía que realmente dependía de ello. Por detrás, el hombre gritó varias maldiciones y empezó a perseguirlo, no se sabía de dónde sacaba las energías alguien tan mayor, pero el caso era que You YuMo corría más rápido, peor que un perrito asustado.
Ambos chocaban con quien fuera que se les atravesara, logrando que los habitantes que iban caminando y disfrutando del buen tiempo se enfurecieran. Dichas personas, al ver el caos y al salvaje correr como un loco, se unieron a la persecución sin pensarlo dos veces. ¿Quién sabía qué había pasado? ¡Eso no importaba! Si corría de esa manera, por algo malo era, de eso no había dudas. Lo primero era perseguirlo, después irían las preguntas.
—¡Deténganlo, es el salvaje! —gritó otra vez el hombre—. ¡Me ha robado!
Otra persona que pasaba observó la situación que ocurría por delante y, con gran velocidad, consiguió sujetar a You YuMo de la larga manga, jalándolo con fuerza en dirección contraria. La ropa del rubio se rasgó un poco, y pese a que casi cayó de espaldas, por suerte no lo hizo. Parecía no tener salida con ese agarre; no obstante, moviendo el brazo en forma circular, logró liberarse en un solo parpadeo; sus ropas fueron las únicas que sufrieron las consecuencias.
Atónito por la velocidad, el hombre había quedado plantado en su lugar, tan solo con un trozo de tela en sus manos. En el instante en el que notó que el muchacho huía despavorido otra vez como si nada, gritó enfurecido:
—¡Espera que te agarre y verás, maldito ladrón! —Comenzó a perseguirlo y a tirarle piedras. De algún modo, parecía como si lo hubiera odiado por años, ¿qué tan fácil se podía enfadar a alguien?
You YuMo sintió un terrorífico escalofrío por todo su cuerpo. No era como si no estuviera del todo acostumbrado a eso, la cosa es que ese día se veían más feroces de lo normal.
—Demonios... Así de cerca es peligroso. ¡Casi me atrapa! —exclamó, acelerando más su paso, negado por completo a detenerse siquiera un segundo.
El joven volvió a voltear y, para su sorpresa, ya se había formado un grupo de personas furiosas con martillos, canastos y hachas que lo perseguían, sin contar las piedras que le eran lanzadas por algunos niños en el camino.
Aunque la distancia ahora era bastante, cada vez que alguien gritaba por detrás, lograba que más personas de adelante se unieran e intentaran frenarlo. Al final, You YuMo consiguió llegar al pie de la montaña con éxito, y eso significaba una victoria para él. Volteó, les sonrió y se metió entre los matorrales, perdiéndose de vista por completo. Había dejado una montonera de personas mirando un cúmulo de ramas, que, por supuesto, no se atrevían a cruzar.
Con los orificios de la nariz más que abiertos para poder respirar, el hombre que inició la persecución, rojo de cólera y casi sin aliento, lanzó su hacha al piso, formando un agujero en la tierra.
—¡Demonios! ¡Animal salvaje! ¡La próxima vez que lo vea le sacaré los ojos y me los comeré! —Escupió hacia el suelo y exclamó con ímpetu—. ¡¡Salvaje inmundo, tus ojos serán míos!!
Otro hombre se le acercó para darle algunas palmadas en el hombro.
—¡Los salvajes son los culpables de que las bestias nos ataquen! —exclamó él.
—¡Sí, ellos dejan que crucen la montaña, dejándonos indefensos! —secundó otro aldeano.
—¡Ellos aprovechan que no sabemos crear magia! ¡Se protegen ellos y nos dejan a merced de nuestra suerte! ¡Deben pagar, malditos! —gritó alguien más al fondo de la fila, lleno de emoción.
Todos levantaban y sacudían con fuerza sus herramientas al mismo tiempo que soltaban feroces gritos. You YuMo escuchó las maldiciones de los habitantes mientras corría. Volteó su mirada hacia atrás, indignado.
—No es como si la barrera la hicieran todos, no conseguirán nada si logran capturarme. —Cuando volvió su cabeza hacia delante, sintió cómo su nariz se hundía. Su cuerpo no avanzaba por algo firme y pesado que casi lo hizo caer de espaldas—. ¡Ah! Qué dolor... ¿Mmh...?
Frente a él, un hombre de pocos años mayor se encontraba de pie, observando al vacío. Estaba pensativo y serio, lucía elegante con sus ropas de color negro, su cabello del mismo color estaba suelto, alcanzando a sobrepasar su espalda baja. El aura a su alrededor se sentía tranquila y fría; aparte, un olor a lotos en flor lo invadía, muy agradable para alguien con un buen sentido del olfato como You YuMo. A pesar del golpe recién recibido, no se había movido ni un paso; era como si estuviera pegado al suelo, o como si fuera la estatua de alguna deidad o dios.
El hombre se percató de inmediato de la presencia ajena, por lo que, al mover la cabeza y ver a You YuMo con sus ojos grises, su expresión y aura tranquila cambiaron. Frunció sus cejas antes de acercarse, su aura tranquila había cambiado por completo, You YuMo no sabía como interpretarlo, por lo que el miedo comenzó a burbujear en su interior otra vesz.
—¡Oye, espera un segundo! —llamó ese hombre.
El rostro de You YuMo lo decía todo: era un espectáculo de terror y miedo, casi como si supiera quién era esa persona. Aunque era claro que no tenía idea. A toda velocidad intentó darse la vuelta para correr en otra dirección; sin embargo, y como era de esperarse, el hombre lo cazó por la espalda con increíble rapidez, levantando el cuello de su ropa.
—¿A dónde crees que vas? Dije que esperaras un segundo —dijo mientras sostenía el cuello de You YuMo.
El joven tiró de su ropa e intentó soltarse cuando, de repente, fue levantado con fuerza, percatándose de que sus pies casi dejaban de tocar el suelo.
—¡Lo siento, lo siento! —exclamó, atemorizado—. ¡De verdad, la barrera solo cubre nuestra aldea, y yo no sé nada de cómo se crea una igual! ¡Lo juro! ¡Suéltame, por favor!
Sujetando al joven ruidoso con su mano, el joven de ojos grises lo giró casi en el aire para observar su rostro, el cual estaba a punto de largar un llanto por el miedo. You YuMo vio los ojos fríos del joven hombre que lo sujetaba y, al observar que llevaba una larga espada colgando en su cinturón, se asustó aún más.
—¡Ayúdenme! ¡Tú, espera! ¡No miento, no sé cómo crear una barrera! ¡Por favor, perdóname la vida!
Algo aturdido y con sus ojos casi cerrados, ese joven hombre sacudió a You YuMo en el aire. No quería ser brusco o algo así, más bien, se veía preocupado.
—Deja que hable... No quiero...
You YuMo no escuchó para nada lo que el otro tenía para decir y volvió a gritar.
—¡Vamos, no seas cruel! No me quites los ojos, no he hecho nada malo. Si es por los duraznos, de todas formas el viejo los estaba por tirar, no le robé nada que le diera ganancias, ¡por favor suelta mi ropa y deja que me vaya! ¡O al menos deja que busque mi espada y me defienda! —Continuó lloriqueando.
El joven de negro suspiró e intentó hablar más calmado, era como si supiera que su semblante lo asustaba.
—¿Puedes dejar de armar tanto escándalo? Te estás delatando de cosas de las que no tengo idea.
Como si esa respuesta fuera una acusación, You YuMo miró hacia un costado, dibujó un puchero en su rostro y lo miró de reojo.
—Tú... ¿De dónde eres? Es la primera vez que veo esas ropas. —Analizó con detenimiento al hombre frente a él—. Ellos te enviaron para que me atrapes, ¿no es así? No pueden pedir ayuda, pero sí pueden llamar a alguien para que ingrese en la montaña. Qué patéticos.
El hombre de negro, quien no tenía mucha expresión más que la de incertidumbre, al escuchar esas palabras frunció el ceño; era como si quisiera entender algo o se hubiera dado cuenta de ese algo. Aunque, por culpa de esa expresión, You YuMo hizo una mueca de molestia y desagrado, quizás porque creía que se había delatado solo; resignado, se cruzó de brazos e hizo una mueca de disgusto todavía más evidente.
—No te creas todo lo que dicen esos viejos, ellos piensan que nosotros dejamos que las bestias crucen la montaña, y no es así. Tampoco es que no les compartamos la barrera por puro egoísmo. Desde que tengo memoria, la barrera es del tamaño de la aldea. Yo soy el único que sale en realidad. —«Aunque no debería», reflexionó—. No sé nada más, lo juro.
Todavía en silencio y analizando cada una de las palabras ajenas, el joven de cabello negro enarcó una ceja, lo que indicaba que no sabía si creerle o no. Aun así, prefirió no decir nada, como si prefiriera solo analizar cada dato entregado antes de cualquier otra acción. Por otra parte, la falta de respuestas por parte del captor solo pudo poner más nervioso a You YuMo. Juntó sus palmas a manera de rezo; si tenía una oportunidad de persuadirlo, por más mínima que fuera, la utilizaría.
—Oye, se ve que eres alguien inteligente —suplicó él—. Déjame bajar. Prometo que no robaré duraznos nunca más, ¿sí? Déjame ir esta vez.
Otra vez el silencio fue lo que predominó, no se escuchaba más que el viento, que soplaba con fuerza. El largo cabello de ambos revoloteó y el silencio se mantuvo unos segundos más, como si quisiera calmar la situación. You YuMo por fin había dejado de hacer ruido, permitiendo que el joven de ojos grises se explicara.
Bajó su brazo para que el escandaloso muchacho tocara con más firmeza el suelo.
—No soy ni haré nada de lo que piensas, vine por voluntad propia. Verás, muchos cultivadores de pueblos "cercanos" han viajado hasta aquí para analizar la desconocida Montaña del Olvido, Jiazhi, y la energía oscura que ha estado aumentando, pero no consiguen llegar a ninguna parte. Algunos ni logran encontrar la montaña. Me atrevo a pensar que las bestias, o una muy poderosa, están creando una barrera para que sea difícil de encontrar, o algo similar a eso. Yo tampoco encuentro ningún pueblo, o una sola vida. En serio me alegro de que te hayas topado conmigo.
You YuMo sonrió de oreja a oreja, ¿eso no era lo mejor? ¡No iban a arrancarle los ojos!
—¡¿De verdad?! Uff... me alegro tanto, creí que moriría hoy y que mis ojos serían arrancados y devorados por ese viejo. —Apoyó sus manos sobre los hombros del joven que todavía se negaba a soltar sus ropas—. ¿Cuál es tu nombre? El mío es You YuMo, pertenezco a la aldea He Ping, liderada por el monje con el mismo nombre.
—Soy Wen ShanShui, cultivador del palacio y maestro encargado del camino de la espada.
—Uh... Es un gusto, Wen ShanShui... ¿Eh...? —se preguntó reflexivo—. ¿Dijiste del palacio? ¿No hay una epidemia allí?
—¿Epidemia? La epidemia ha acabado hace muchos años. —Lo miró, confuso—. ¿No les llegó la noticia de algo así de importante?
—¿En serio ya se solucionó? Bueno, aquí es lejos y no viene nadie desde afuera, es normal que no nos lleguen actualizaciones, ¡aun así, me alegro por ustedes! Ahora, te agradezco si no me entregas a esos viejos y me sueltas.
El maestro sacudió su cabeza, sin soltarle la ropa.
—No te haré daño, descuida.
—Entonces, ya que no me harás daño, ¿puedes soltarme?
—No, saldrás corriendo.
Ante la negativa, la sonrisa que You YuMo había formado se congeló.
—¡¿Qué más quieres de mí?! Está bien, lo prometo, no correré. ¡Vamos, suéltame, no haré nada malo! —sollozó.
Notando que el otro solo quería huir y llorar, Wen ShanShui suspiró, resignado. Él entendía su temor, no lo iba a negar, pues era un desconocido y la primera impresión no había sido del todo buena. «No debí agarrarlo así». Sin embargo, aunque pensó eso, había que entender algo. Desde hacía muchas horas que buscaba a una persona o algún indicio de vida humana, al tenerla al fin frente a él, el temor de que escapara era muy grande, por eso lo agarró tan fuerte como pudo.
—¿En dónde está el pueblo más cercano? —preguntó antes de decidir soltarlo y con muchas más preguntas guardadas.
—¿Eh? Ah... En mi aldea no serás aceptado, no se acepta gente que no haya nacido en He Ping. Hay una barrera que la separa del exterior y nos mantiene aislados. Pero tengo buenas noticias, si sigues de largo unos cuantos pasos por ese camino —señaló con el dedo—, saldrás del bosque. De inmediato, te toparás con una entrada al pueblo Jicheng. A pesar de que dudo que seas bienvenido por todos, podrás intentarlo. —Sonrió, sarcástico.
—¿Pueblo Jicheng?
Le sorprendía no conocer el nombre del pueblo ni saber sobre una aldea en donde se vivía dentro de una barrera protectora. Conforme y con un destino fijo, Wen ShanShui soltó el cuello de la ropa del muchacho.
—Gracias por la información, me será útil. Lamento haberte retenido de ese modo, no era mi intención asustarte.
—No hay de qué. —Acomodó sus mangas y ajustó su cuello mientras formaba una sonrisa satisfecha—. Y no te disculpes; ya está en el pasado. No sabes cuánto me alegro de no tener que morir hoy, esos viejos estaban tan enojados que creí que no salía con vida. Bien, yo me retiro, ¡hasta pronto, Wen ShanShui!
Wen ShanShui movió sus labios para contestar, solo que, antes de que pudiera decir algo, You YuMo ya había dejado tierra esparcida en su lugar; daba la sensación de que nunca estuvo allí.
Sin darle demasiada importancia, acomodó su ropa, que, por culpa de las patadas y el fuerte forcejeo, se había desarreglado. «Ojos esmeralda y cabello dorado. También tenía esas marcas rojas en la cara, ¿qué se supone que significan?», pensó con su mano en el mentón, poniendo rumbo hacia la dirección indicada por You YuMo.
Ya habiendo dejado de lado lo ocurrido hacía unos minutos, y gracias a las indicaciones de You YuMo, Wen ShanShui salió del bosque sin contratiempos. Tal y como le había indicado el joven, el pueblo Jicheng estaba allí, algunos zhang hacia abajo.
—¿Qué clase de entrada es esta? —se preguntó, confuso.
Fin capítulo 01 parte 1.
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¡Hola a todos!
¡Muchas gracias por leer la primera parte del capítulo!
¡Espero que disfruten mucho de esta aventura! Cualquier duda sobre la historia me pueden consultar, no me molesta en absoluto que pregunten. :3 También pueden comentar cuanto quieran, contestaré lo más pronto posible, aunque sea con un "💖" :D
A los primeros capítulos los iré subiendo por partes para que no se haga tan pesada la lectura. (*๓'╰╯'๓) 💖
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