CAPÍTULO 4
No sé cuál fue el sonido que me despertó, pero si lo que me hizo sentarme en la cama, alerta.
En la penumbra de la habitación se encontraba una sombra, pegada al fondo casi a la puerta. Desde la cama arrimé el cuerpo de Anthony hacia mí, protegiéndolo.
- ¿Quién eres?- pregunté rezando que no fuese alguien peligroso.
La sombra se fue acercando, fui identificando que se trataba de un hombre aunque no podía ver bien su rostro. Iba a encender la luz de la lámpara de la mesita auxiliar, pero una mano me lo impidió.
- No la enciendas, despertaras a Tony.- susurró una voz con acento extranjero, con un tono grueso y varonil que me dio un escalofrío por todo el cuerpo.
- ¿Quién eres?- volví a repetir no fiándome de él.
Un suspiro exasperado se escuchó en la habitación.
- Soy Killian MacKinnor, el padre de Anthony.
Sorprendida encendí la lámpara y quedé aturdida.
El hombre que se me presentaba ante mí era inmenso. Su cuerpo enfundado en un traje de negocios no disimulaba lo musculoso y fornido que era, brazos anchos y pecho duro como mármol. Con la poca iluminación que proporcionaba la bombilla, hacía que su cabello azabache, fuese tan negro y oscuro como el petróleo. Ni que hablar de su rostro, esculpido por arcángeles, facciones duras y simétricas que daban la imagen de un Dios, un hombre que irradiaba masculinidad en cada poro de su cuerpo. Lo más impactante fueron sus ojos, idénticos a los de Tony y tan diferentes a la vez, llenos de frialdad y fiereza dirigidos hacia mí.
- Ahora es su turno. ¿Quién es usted y que hace durmiendo con mi hijo?- las dagas mandadas por sus ojos me traspasaban el alma.
Un quejido me distrajo de contestar. Tony se estaba despertando por el ruido que hacíamos.
- ¿Oli?- preguntó por mí con una tierna vocecita mientras se restregaba los ojos, aún somnoliento sin despertar del todo.
- Aquí estoy cielo, no pasa nada sigue durmiendo, aún es de noche.
Mientras besaba su cabeza y acariciaba su cabello, tan parecido al de su padre, podía notar su mirada clavada en mí, perforándome. Poco a poco se fue quedando dormido, agarrado a mi camiseta y murmurando un buenas noches.
Suspiré aliviada.
- Bueno...- empecé la conversación cuando vi que Anthony no despertaría, si no alzábamos la voz, claro.
- Eres la que rescató a mi hijo.- se adelantó Killian.- Pero quiero saber que hace aquí.
Me estaba cabreando, y eso no era bueno. Nadie quería verme enfadada.
- Soy Olivia, gracias por preguntar.- respondí sarcástica.- Sigo aquí porque me preocupa Tony. Le he cogido cariño al pequeño, y como ha visto no quiere despegarse de mí. Llevo estos días sin ir a casa, no he podido cambiarme de ropa siquiera.
- Pudo haberle dejado a cargo de las enfermeras, usted no tiene por qué quedarse.- sentenció muy borde mientras se cruzaba de brazos y miraba al niño como queriendo sacarlo de allí.
Gruñí exasperada.
- ¡Ni hablar! No pienso dejarlo solo y más si hay otros enfermeros inútiles. No voy a dejar que se acerquen a él sin estar yo presente.- Apreté al niño contra mí, él ni se quejó, se acurrucó más mientras dormía.
- ¿De qué hablas?
- ¿No te lo han dicho? Después de que salió de la operación y despertó fui a verle. Al entrar en la habitación vi a ese energúmeno forcejeando con Tony. – rechiné los dientes mientras lo recordaba.- el idiota le chillaba que se estuviese quieto y el pequeño no hacía más que gritar mientas lloraba. Desde entonces no me he apartado de él, solo para ir al baño o comprar comida.
Acariciaba distraídamente a Tony mientras disfrutaba verle dormir tranquilo y sereno. Había tenido unas cuantas pesadillas a lo largo de estos días pero se calmaba con unas caricias.
Escuché como sacaba su teléfono y marcaba furioso. Enseguida se puso a pelear entre murmullos para no despertar al niño. No me gustaría ser el receptor de esa ira. Los minutos fueron pasando y por fin finalizó la llamada. Se quitó la chaqueta del traje dejando al descubierto su camisa ceñida a su escultural cuerpo y se sentó en la butaca que estaba al lado de la cama. Empezamos un concurso de miradas a la que por cierto iba ganando yo, cuando por fin decidió hablar.
- Cuando se haga de día iremos a que reconozcas a ese tipo.- expuso con repugnancia.- no lo quiero cerca de un kilometro de Anthony.
Estando de acuerdo con él, asentí.
El tiempo empezó a pasar lentamente, cada uno pensando en sus cosas y a la vez atentos al pequeño, que solo dormía plácidamente y dejaba salir unas suaves respiraciones que no llegaban a ronquidos. En pleno silencio mi teléfono volvió a sonar, esta vez en vibración, decidí quitar el sonido cuando llegó a darme dolor de cabeza. Se encontraba en la mesita auxiliar cerca de Killian, no pensaba contestar. Pero por lo visto a él le pareció lo suficientemente interesante para cogerlo.
- ¿Quién es Mike?- preguntó mientras observaba la pantalla.
- Deja eso, no tenías por que cogerlo, es mío.- intenté incorporarme para alcanzarlo, pero tener a Tony cual mono encima de mi no me lo permitía.
No podía imaginar que el muy imbécil contestaría.
- ¿Sí?
La estúpida sonrisa que me dio mientras escuchaba al otro lado de la línea, me dieron ganas de darle un puñetazo. ¿Cómo había alguien con semejante descaro? ¿Es que nadie le había enseñado a este hombre que no se cogen cosas ajenas ni se contestan llamadas de otras personas?
- ¡Killian! ¡No!- una vez repuesta del shock me moví como anguila para desprenderme de Tony sin ser muy brusca y no despertarle. Tenía que llegar al teléfono antes de que ese idiota dijera algo que no debía.
Mientras tanto escuchaba la conversación aunque solo la de Killian.
- Soy un amigo. Pues ahora no puede ponerse. Ajá, ¿Quién decías que eras? No me ha hablado de ti. Oh, somos amigos de toda la vida, si. ¿Y a ti que te importa donde esté? Me importa una mierda, cuanto más grites menos me importa. Si tanto lo quieres saber la tengo aquí, a mi lado en la cama. ¿De verdad? Me gustaría saber cómo darás conmigo, va a ser complicado que me hagas todo eso.- decía mientras se reía, como si los insultos y amenazas que yo sabía que le estaría gritando Michael le resultaran divertidos.
De los nervios y a punto de ponerme a gritar también, tomé a Tony de las manos y con cuidado lo fui desprendiendo de mi camiseta. Gracias a Dios el niño se dio la vuelta y volvió a dormir como si nada. Una vez libre, cuando estaba por levantarme de la cama y correr hasta Killian para quitarle el móvil, él se percató de mi acción y se dispuso a darle fin a la conversación.
- Mm, bueno ha sido un placer hablar contigo pero parece que Olivia requiere de mi atención. Ya nos veremos si es que me da la gana.- y colgó. ¡Le colgó! Con una sonrisa que si no estuviese ahora mismo dispuesta a lanzarle de verdad la lámpara, me haría temblar las piernas. Dejó el teléfono de donde lo cogió y esperó.
Genial. Ahora tendría a Mike llamando no solo un par de veces al día, llamaría todo el tiempo hasta que le contestase. Tenía el orgullo y el ego tan grandes como el mar. Nadie le podía menospreciar y salir de rositas. Menos yo, que llevaba casi un mes ignorándolo. Me encogí de hombros mentalmente. Que se joda.
- Un tipo encantador, tu novio. Te manda recuerdos y parece que le he caído bien, algo de que en cuanto me vea me partirá la cara.- se rió desde la butaca.
- Ese neandertal no es mi novio, rompí con él, pero no me deja en paz.- suspiré agotada y me derrumbé en la cama agobiada.
- Pues parece que para él aún lo sigues siendo.
- No acepta un no. Llevo ignorándole desde entonces, no quiero hablar con él. Hasta que tú lo has cogido.- lo fulminé con la mirada.- No parará de llamar a partir de ahora.
- Estas exagerando.- rodó los ojos.
Inmediatamente después mi teléfono volvió a vibrar. Gruñí y me tapé la cara con la almohada.
- Tienes toda la culpa.- mi voz sonaba ahogada por la almohada.
La noche fue pasando y ya no pude conciliar el sueño, tener a Killian al otro lado de la cama no me dejaba dormir, y menos con su mirada fija en mí. Mike siguió llamando durante la noche. Perdí la cuenta y a la que hizo quince veces metí el móvil debajo del colchón.
Estaba amaneciendo cuando me decidía hablar, sabía que seguía despierto aunque yo miraba el techo.
- ¿Qué harás con Tony?
- En cuando se reponga lo suficiente me lo llevaré. Ha pasado mucho tiempo desde que lo secuestraron. No esperaba que tardáramos un año en encontrarlo, aunque gracias a ti lo vuelvo a tener conmigo.- dijo con la voz llena de alivio.
- Debe haber sido duro para su madre y para ti, todo este tiempo si él.- me costaría despedirme de Anthony.
Por un momento sus ojos se oscurecieron y volvieron a ser témpanos de hielo.
- Fue muy duro estar sin él, además su madre falleció hace unos años. Anthony es lo único que me queda de Brianna.
- Entonces, la mujer que tenía a Tony...
Por un momento pareció perdido en su mente.
- Taragh.- pronunció con asco.- Ella sería mi mujer, o eso decretaron mis padres cuando yo aún era un niño. Todo se reduce a alianzas, para evitar futuras guerras entre Clanes. Taragh fue inculcada desde que nació a que sería mi mujer, la esposa del jefe del Clan MacKinnor. Taragh Fraser fue siempre una mujer pretenciosa, creída y malcriada. Nunca me sentí atraído por ella aunque su belleza era alabada por todos la que la veían. Me negué en el mismo momento en el que me fue dictado el compromiso, pero ya todo estaba hecho.
Mientras él me narraba su historia, como en trance pude vislumbrar a un hombre solitario y perdido. Devastado por el paso del tiempo y sus memorias.
- Lo que nadie predijo fue que me percatase de Brianna.- sonrió ante el recuerdo.- Una muchachita menuda y desgarbada que siempre permanecía detrás de Taragh. Era la media hermana de Taragh, su padre había tenido una aventura con una extranjera. No tenía su belleza, pero para mí era la chica más bonita que había visto, y cuando sonreía se iluminaba la habitación en la que se encontraba. Puedes imaginar lo que pasó, Brianna y yo nos enamoramos y poco después con mucha presión y terquedad conseguimos cambiar mi compromiso de Taragh a Brianna.
Hizo una pausa mientras se humedecía los labios, presto a acabar la historia.
- Nunca nos lo perdonó. Al tiempo supimos que se fue a vivir con su abuela materna y no volvimos a saber de ella. Hasta el cumpleaños número nueve de Anthony. Mi esposa hacia un año que había fallecido inexplicablemente, desarrolló una enfermedad que la postró en la cama durante una semana, no se levantó. El Clan decidió darle una fiesta al pequeño para animar el lugar, no volvimos a ser los mismos pero teníamos que hacerlo por Tony.- una pequeña lágrima salió sin que él se percatase.- No fuimos capaces de darnos cuenta de que Taragh estaba en la fiesta hasta que empezó el brindis. La muy cínica brindó por mí, por que tuviese una larga vida llena de salud. Poco después desapareció y con ella, mi hijo. Todos los Clanes aliados quedaron a mi disposición aún hoy seguíamos buscándolo.
Killian pareció despertarse del trance y se levantó de la butaca. Despacio fue acercándose a donde me encontraba, perdida en su mirada, que no había apartado de él en ningún momento desde que empezó la narración. Una vez a mi lado agarro mi mano e hizo algo que me sorprendió, la besó.
- Había perdido toda esperanza después de que no había dado con él en Irlanda, cuando recordé que su madre era mitad Española. Cabía la posibilidad de que Taragh lo trajese aquí dispuesta a alejarlo de mí. Las autoridades españolas estuvieron buscándolo durante todo este tiempo, pero nada. Y cuando daba todo por perdido, tú me lo has devuelto.
- ¿Killian?- pregunté insegura y sin saber cómo actuar.
- Yo y mi Clan estamos en deuda contigo. Asique, ¿cuál es tu deseo?
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