CAPÍTULO 3
Habitación 217. Después de llamar a mi madre y que no me contestase, estaría por ahí como siempre. Sería extraño que estuviese cuando la necesitaba. Determinada a que no me importase como antes su desprecio hacia mí, fui a preguntar por el pequeño, que sorprendentemente ya pasó el peligro y se encontraba estable. Estaría una buena temporada hospitalizado, pero saludable. Llegando a la puerta escuché ruidos dentro. Preocupada por el niño entré de sopetón y me encontré a un enfermero sujetándolo mientras Tony forcejeaba por soltarse.
- ¡Estate quieto niño! Solo es una inyección - gruñó irritado.
- ¡No, no, no,...! – lágrimas caían por su carita amoratada, que se clavaban en mi corazón al verle. Al haberle aseado se podía apreciar todo el daño que le habían hecho. Moratones y rasguños por su cara, brazos y piernas; lo demás estaba cubierto por su batín de hospital, pero seguramente estaba igual además de la herida.
Sin pensar corrí y empujé al hombre haciéndole chocar contra la pared a su espalda.
- Tony - susurré preocupada mientras me acercaba a él.
- ¡No! Por favor, más no...
Mi alma se rompía al escucharle llorar. Ignorando al hombre que me maldecía y se quejaba de interrumpirle hacer su trabajo, ya me ocuparía de él luego. Ese ser no volvería a acercarse al niño.
Despacio me senté en la cama donde el cuerpo tembloroso del pequeño se acurrucaba y mecía.
- Anthony, soy Olivia, ¿me recuerdas?- paró de mecerse. – Te saqué hace unos días de esa casa, estamos en un hospital.
- ¿No más señora mala? – sus ojitos lagrimosos me llegaban al corazón como dagas.
- No más señora mala, cielo.
Lentamente fui levantando mi mano y seguida fijamente por su mirada la acerqué a su mejilla. Ante la cercanía comenzó a temblar y cerró los ojos esperando algún golpe o agresión de mi parte, cosa que nunca ocurrió. Despacio sequé sus lágrimas con una leve caricia.
Sorprendido me miró entre asustado y maravillado.
- No te haré daño, te lo prometí.- una sonrisa se comenzaba a percibir en la comisura de su labio partido y reseco. – Voy a traerte un poco de agua, seguro que tienes sed.
Cuando me fui a alejar una desesperada mano me impidió alejarme de la cama.
- No me dejes – su tímida y temblorosa voz me dio tanta ternura que me senté a su lado.
- No voy a ningún sitio – decidida me giré a encarar al enfermero que seguía en la habitación sin moverse de la pared. – haga el favor de traer agua a no ser que eso también se le dificulte.
Me mandó una mirada asesina que respondí con mayor magnitud.
- Atrévase a hacer algo y no tendrá carrera a la que aferrarse - medio escupí entre dientes.
Salió dando un portazo que asustó a Tony, espero que traiga el agua o que se despida del trabajo.
Volviendo a lo que importaba me acurruque a su lado y con mucho cuidado lo atraje a mí. Ante mi contacto trató de huir pero murmurando palabras dulces y suaves quedó recostado sobre mi pecho, quedándose prácticamente dormido gracias a mi abrazo y calor. Acariciando su cabecita y revolviendo su pelo suspiré por primera vez desde que lo encontré.
- Estas bien.- sonreí.
Al final ese hombre no volvió a aparecer, en cambio una enfermera se ocupó de Anthony, que con mi ayuda fue posible ponerle las inyecciones y suministrarle los medicamentos correspondientes. El doctor , que apareció al anochecer, me dijo que tardaría semanas sino meses en recuperarse del todo, la desnutrición del niño era bastante preocupante y no ayudaba a sus órganos dañados con su recuperación. Sería un proceso lento, pero yo estaría con él.
Los agentes volvieron una vez más cuando supieron que despertó y se encontraba consciente. A la mañana siguiente ya se encontraban en la habitación. Los datos que obtuvieron parecían que fueron los esperados y se fueron bastante satisfechos. Me informaron que el tutor del niño llegaría a la mañana siguiente, venía en avión y a más tardar aterrizaría en la noche.
En ningún momento me separé de él a no ser que Tony estuviese dormido y era para ir al baño o comprar en la cafetería algo de comer. Mi teléfono no paraba de sonar, me negaba a cogerlo. Sabiendo quién sería ni pensaba en contestar, por mí que se pudriese y reventara de preocupación. Si es que su preocupación era real.
No supe en qué momento me quedé dormida pero sí noté una caricia en mi cara, tan inocente y pura, semejante al roce de una pluma. Al abrir mis ojos contuve el aliento, aquellos hermosos ojos me veían con tal adoración y temor, como si en cualquier momento pudiese desaparecer de su lado.
- Sigues aquí –dijo esperanzado. Un leve brillo iluminó su mirada, ocultada por el vacío que parecía perpetuo en sus infantiles ojos.
- Te prometí que no me iría a ninguna parte.
Me permití el atrevimiento de tocar su mejilla, que asustado al principio se apartó. En seguida se vio envuelto en mi calidez y se restregó como un tierno gatito buscando más contacto. Un sentimiento tan cálido y abrumador se instaló en mi corazón que lo abracé a mí y lo arrullé. Murmurando lo lindo que era y lo tierno que se veía. Lo dejé tan avergonzado que el amoratado de su rostro pasó a rojo en un segundo.
- Yo no soy lindo – protestó escondiendo su carita en mi pecho para que no le viera.
Reí tan estruendosamente que mi pecho se movía con cada carcajada, y por consiguiente a Tony.
- Eres precioso y punto.- dije cuando me tranquilicé.
- Soy un monstruo, un mocoso que no debió haber nacido. - soltó acurrucado a mí.
Escandalizada, lo aparté con dificultad ya que se agarraba como una lapa y tampoco quería hacerle daño con la herida.
- ¿Quién te dicho esa tontería?
- Ella.- dijo temblando con la simple mención, como su pudiese aparecer en cualquier momento.
- ¿La señora mala?
Asintió con miedo.
- Va a volver a por mí.
- Mírame a la cara – con terror y lágrimas en sus ojos se fijó en los míos.- Mientras esté yo, esa mujer no se te volverá a acercar. No permitiré que te toque un pelo, ni que respire el mismo aire que tú. Como que me llamo Olivia, esa tipeja pagará por lo que te hizo.- Escupí con odio al mentar a esa cosa, porque persona desde luego no podía llamarse.
- ¿Por qué me ayudas? Soy malo. Nadie me quiere, por eso ella me grita y pega. Dice que si yo no existiera todo sería mejor.
- Anthony – con cada palabra que soltaba el niño, la furia me recorría de pies a cabeza.- Todo lo que te ha dicho esa señora es mentira. Eres un chico hermoso y muy tierno y estoy segura de que hay muchas personas que te quieren, yo incluida.
Asombrado se apartó y me miró.
- ¿T-tu me quieres?- Aquel débil tartamudeo y su cuerpecito pegado al mío temblando aún entre mis brazos, hicieron que mi corazón latiera un poco más. Ese niño estaba tan falto de amor y cariño que sentía mis propias lágrimas caer. Alguien tan pequeño y con tal vida llena de sufrimiento no merecía nada de lo que había soportado.
- Si, tesoro. Me gustaste nada más ver tus preciosos ojos. Te cogí cariño en cuanto me agarraste para que no me fuese, estabas asustado del enfermero y supiste que yo te protegería. Me di cuenta de que te quería en el mismo momento en el que mi corazón latió al escucharte decir lo que esa señora te ha hecho creer. Y con lo que me has asustado en el tiempo que llevo de conocerte más vale que me lo recompenses. – le dije muy seria.
Estupefacto se quedó callado como digiriendo todo.
- ¿Recompense? – su dulce voz sonaba estrangulada.
- Quiero que me prometas que, ¡Jamás!, volverás a decir o pensar en lo que escuchaste de esa señora. Absolutamente es falso, así que como esa mujer seguramente esté loca, nada de lo dicho por ella es cierto. ¿Me comprendes?
Asintió muy rápido y con los ojos abiertos, como si toda la información que escuchase fuese importante y valiosa.
- Y después de todo esto quiero que me des un fuerte abrazo de propina. Porque quiero y porque te quiero aquí entre ellos.- dije añorando su cuerpecito entre mis brazos.
Más rápido que un rayo se lanzó a mi regazo, riendo y llorando mientras me aprisionaba con sus aún débiles bracitos. Por primera vez veía felicidad y esperanza en su mirada.
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