CAPÍTULO 2
Horrorizada veía como la vida se escapaba del niño lentamente, cada segundo su sangre era derramada por el suelo gota a gota. Nerviosa busqué el teléfono móvil y llamé a una ambulancia.
Esperar no estaba entre mis grandes virtudes, bueno, las pocas que tenía. Allí, en una sala fría y silenciosa, donde toda persona debía esperar paciente a que su familiar saliese vivo y con suerte volver a casa, no podía más. Llevaba cuatro horas allí sentada en aquella sala junto a una familia de seis integrantes que esperaban que su padre se recuperase, le estaban operando en la sala de cirugías contigua a la de Tony.
Cuatro horas dan para qué hablar y más con la desesperación y la angustia. Con las manos en la cabeza e inclinada hacia el suelo, vi como se paraban delante de mí. Por los zapatos que son lo único que pude apreciar desde mi perspectiva, un hombre. Zapatos negros de trabajo, y mientras subía mi mirada unos pantalones azul marino, cinturón negro, chaqueta del mismo color y su cara...
Era mayor, unos cuarenta o cincuenta años. La mirada seria y una barba de varios días junto a las ojeras de sus ojos indicaban que no había dormido ese tiempo. Lo miré extrañada.
- Discúlpenos señorita. Soy el agente Ramírez y mi compañero el agente González – dijo serio aquel hombre. Miré detrás de él y efectivamente otro se encontraba detrás suya. Aunque un poco más mayor y más rellenito. – El hospital se puso en contacto con la policía en cuanto el niño ingresó, parece ser que fue apuñalado y nos gustaría que nos contara todo lo ocurrido. ¿Usted fue quien lo encontró?, ¿tiene relación con el niño?, ¿Sabes quién pudo hacerlo?
Nerviosa contesté lo mejor que pude a sus preguntas.
- Yo soy Olivia Carter Alonso y vivo en el piso de al lado de Tony, el niño. – aclaré. – Llevo poco tiempo allí pero el justo para saber que algo no iba bien en esa casa, todos los días se escuchaban gritos y sollozos. Las amenazas de una señora eran algo habitual. Pero hoy...
Me llevé las manos a la cabeza desesperada, ¡era solo un niño!
- Siga contando, por favor. – contestó Ramírez, creo.
- Hoy fue peor, estaba como loca. Y escuché un fuerte ruido de algo romperse, luego nada. Se escuchó el portazo de la puerta de la calle y nada más. – los miré indefensa como excusándome. – No pude quedarme quieta así que por el balcón me colé en la casa. ¡Dios!, si la hubieseis visto, la casa es un basurero, casi ni se podía pasar. Y en medio de todo eso estaba él, un pobre niño todo golpeado y ensangrentado. Cuando me dejó acercarme lo vi. – sollocé de repente al recordarlo, todo lo que llevaba aguantando salió como una cascada. - tenía un cuchillo clavado, ¡solo es un niño!, ¿Cómo pudo alguien hacer una cosa así?
Los agentes se miraron entre ellos como sopesando la situación. Les dije como era el pequeño y sobre qué edad le calculaba, nunca había visto a la mujer así que no pude ser más de ayuda. González agarró su móvil y se alejó para hablar por él. En silencio con el otro hombre, solo se me quedaba mirando fijamente, esperamos a su vuelta. Tardó bastante en realidad, casi una hora.
- Ya he mandado una búsqueda para la titular de la casa y el tutor legal de pequeño. Perece ser que había sido secuestrado un niño con su descripción hará un año. Aún está abierto el caso, por eso hemos podido resolverlo tan rápido.
- Parece que los padres están desesperados por encontrarle. – comentó Ramírez.
Me quedé en shock, ¿era un niño secuestrado? Esa maldita arpía tenía a una pobre criatura en esas condiciones, ¿para qué?, ¿venganza?, ¿dinero? No, demasiado tiempo para ser dinero. Mi intuición me decía que era la primera opción.
- Y, ¿Qué pasará ahora?
- Esperar. Debemos encontrar a esa mujer, pero sin el niño no sabremos su aspecto. Cuando se recupere empezaremos la búsqueda a fondo.
Dos horas más pasaron y esta vez solo quedaba yo. La familia ya se había ido, el padre no salió del quirófano. Nunca fui religiosa, es más, ni creía en el más allá. Pero esta vez recé. No sabría muy bien decir a quién, pero alguien debía escucharme al menos esa vez. Pedí un milagro. Anthony debía salir de aquel quirófano, vivo.
Mi mente siguió como embotada hasta que la luz se apagó. Habían acabado. Presa de los nervios me levanté a la par que el médico salía por las puertas dobles.
- ¿Familiares del Anthony? – leyó en su portafolio su nombre. Los únicos datos que pude darle al ingresarlo.
- Yo.
- Soy Enrique Pardo, he estado al mando de esta operación y he de serle franco. No ha ido muy bien, – me desesperé y me entraron los cuatro males. – el cuchillo le perforó un órgano vital y llegó con una gran pérdida de sangre. El cuadro de desnutrición del niño no ayudó, y los hematomas y algún que otro sangrado interno aunque leve no nos dejó mucha maniobra. Ahora viene lo bueno. – me tranquilizó al verme sollozar. - Hemos conseguido estabilizarlo y devolver toda la sangre que se ha podido. Su estomago ha aguantado bastante bien y esperamos una mejoría en las próximas 24 horas. Ha sido un milagro.
Sorprendida salté sobre él y lo abracé mientras reía y lloraba a la vez. Demasiadas emociones para un solo día. Un carraspeo me devolvió a la realidad, ruborizada me aparté de él.
- Lo siento mucho, doctor.
- No se preocupe es normal, su hijo se recuperará.
Y antes de que pudiese sacarle de su error ya se había ido.
Bueno, ahora a encontrar la habitación donde pondrían a Anthony y a llamar a casa, aunque llevaba una semana sin dar señales de vida...
A mis padres tampoco les importaba mucho.
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