CAPÍTULO 2: Spiderman
Salió del callejón y la luz de la cuidad golpeó su rostro. Cuando sus ojos se adaptaron vio con admiración, al igual que los demás transeúntes, a las decenas de patrullas y camiones de bomberos que iban a toda prisa hacia un edificio en llamas que estaba al final de la calle, pero lo verdaderamente sorprendente era el hombre que se balanceaba entre los edificios dando piruetas perfectas, mucho mejor que un trapecista. Era sin duda algo sobrehumano.
Todos aplaudieron y gritaron eufóricos al ver llegar a este hombre, pero, para ella lo sorprendente era que estuvieran festejando cuando todavía no había hecho nada.
Mas estaba equivocada. Mientras los bomberos se preparaban aquel hombre ya había entrado y sacado a una persona. Ella se acercó a la multitud, con la boca abierta. El héroe se movía tan ágil, entraba y salía una y otra vez siempre con una persona entre brazos. Ella empezó a examinar sus movimientos pues no lograba entender cómo era posible que pudiera sacar esas... cuerdas de sus brazos, o lo que fuese.
«Debí golpearme muy fuerte la cabeza», pensó mientras tocaba la herida. Todavía estaba mareada y si no fuera porque su estomago estaba completamente vacío ya hubiera vomitado.
Se estaba convenciendo de que estaba alucinando, era lo más razonable para explicar lo que estaba viendo, pero todo se sentía real: el dolor de su cabeza, el vacío de su estómago y el frío. Además, las personas a su alrededor hablaban recio y la aturdían más, un detalle que no pudo dejar pasar fue que todos hablaban en inglés. Les entendía, pero sabía que no estaba cerca de casa. No se le hacía familiar los rascacielos.
Tal vez era por el golpe en la cabeza y el mareo, pero podía jurar que... Que el ambiente se sentía diferente, todo se sentía fuera de lugar.
Todos seguían aplaudiendo y alabando al extraño hombre como si fuera de lo más cotidiano. Cuando la última persona tocó el suelo y fue atendida por los paramédicos el hombre saludó orgulloso a sus espectadores, agradeció a los oficiales y bomberos, después se fue dando las mismas piruetas extravagantes.
Ella lo miró hasta que lo perdió de vista. Trató de caminar, pero sus piernas eran pesadas, se tambaleó y simplemente cayó inconsciente.
◇
Despertó de a poco, escuchaba el ruido de la máquina de signos que le molestaba, pero después todo lo demás llegó: el ruido de los pacientes, pasos y pláticas casi en susurros. Estaba en un hospital. Ni siquiera podía deducir cuánto tiempo había pasado. No debió ser mucho porque aún tenía su ropa puesta, aunque sí tenía benditas es sus cortaduras, una venda en la cabeza y la sangre seca de su cara había sido limpiada.
-¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? -dijo en voz alta para tratar de llamar la atención de alguien ya que no había nadie a su lado.
Una enfermera se acercó al darse cuenta que despertó. La había escuchado hablar así que afinó su garganta.
-Ah, hola -dijo pronunciando el español con un poco de dificultad-. ¿Cómo te sientes?
Ella se movió, incómoda.
-Me duele la cabeza -dijo y evitó verla.
-Uh, sí, despertaste antes de lo previsto. No te preocupes, la medicina debe hacer efecto pronto. Tuviste un gran golpe en la cabeza... Eh, no quiero ser insistente, no estás en circunstancias, pero sabemos que no fuiste víctima del incendio. Dicen que te encontraron cerca, que estabas desorientada y en este estado. Solo quisiera saber a quién podemos llamar. No cuentas con ninguna identificación ni tú teléfono, suponemos que sufriste de un asalto. Nos preocupa la violencia que se ejerció, dime, ¿qué recuerdas?
La chica alzó la mirada con un sobresalto y la miró, al fin, con el ceño fruncido.
-¿Un asalto? -repitió y sus manos temblaron, las mismas imágenes incompletas de su vida regresaban a su mente.
La enfermera notó su error al darse cuenta que estaba todavía exaltada.
-No te esfuerces, por ahora lo importante es que estás bien. Solo dime tu nombre y descansa. El doctor vendrá de nuevo en cualquier momento.
-¿Camila? -dijo la chica dando un gesto de dolor.
-¿Segura? -preguntó la enfermera mientras alzaba su ceja.
Ella asintió y volvió a hablar.
-S-sí, me llamo Camila González..., pero, no recuerdo más.
La enfermera suspiró.
-No es un interrogatorio. Tu nombre es todo lo que necesitaba. El doctor ya te atendió, dijo que era un golpe fuerte, pero no lo suficiente para provocar una contusión, solo se sorprendió porque sangraste mucho. Él vendrá pronto, está ocupado, recibimos a todos los heridos del incendio y aunque Spiderman salvó el día, como siempre, tuvimos un par de heridos con quemaduras de tercer grado. El doctor dijo que estás bien, pero estarás en observación el resto de la noche.
Camila trataba de entender todo. Aunque, a lo que más puso atención fue al nombre dicho.
-Spiderman... Es el hombre trapecista, ¿verdad?
La enfermera dejó escapar una risa burlona.
-Trape... ¿qué? No. El héroe local, el sorprendente Spiderman, ya sabes, el amigo de todo mundo. Ha estado custodiando la cuidad de New York durante más de veinte años. ¿Jamás habías escuchado de él? ¿Pues de dónde eres?
Pero Camila no hizo caso de las preguntas sino que se sobresaltó, está vez con verdadera conmoción.
-¡¿Nueva York?! ¿Estoy en nueva York?
La enfermera la miró seriamente, aquella reacción había contestado sus preguntas, obviamente no era de por ahí. Le pidió nuevamente que descansara y después de revisar la botella de suero que se le estaba administrando dijo:
-El doctor espera tus resultados de los análisis clínicos. Te revisará y dirá si estás lista para tomar un baño.
Camila alzó las cejas y después se olfateo a si misma. Arrugó la nariz. ¿Cómo no se había dado cuenta que apestaba a pescado echado a perder? Por eso nadie estaba cerca de ella.
-Desperté entre la basura -se excusó.
La enfermera se fue y ella se recostó de nuevo. Volvió a dormir gracias a los medicamentos, pero se despertó cuando la enfermera le hablaba. Abrió los ojos y vio que al pie de la cama estaba la enfermera junto con un doctor.
-Ella solo habla español -dijo la enfermera, hablando en inglés y en voz baja en dirección al doctor.
Camila se sintió ofendida. ¿En qué momento había deducido eso? Ni siquiera le había preguntado si hablaba inglés. Estaba a punto de contradecirla, pero guardó silencio, sería interesante escuchar lo que opinaran de ella suponiendo que no los entendía.
El doctor se acercó y revisó el vendaje de su cabeza, comenzó a quitarla y después con una gasa húmeda limpió la herida. Entonces se detuvo y sus cejas se contrajeron. La miró al rostro y los ojos de ambos se encontraron, pero el doctor miró a otro lado, incómodo, y se alejó.
-Su herida está casi cerrada... No es normal, tenía un fuerte golpe, con hinchazón y sangrado. Ahora solo parece un raspón -dijo el doctor. Ambos la miraron en silencio por largo tiempo, y ella también los observó con la misma cara de confusión.
La enfermera tomó un portapapeles.
-La revisó hace una hora aproximadamente. ¿Cómo es posible que ahora esté casi curada? -le dijo al doctor y él susurró:
-Porque es una 'Mutante'.
Fue la primera vez que Camila escuchó la palabra y no sabía si era algo malo o no.
Sin embargo, por la expresión de la enfermera y el doctor supuso que era algo malo. Ambos se reunieron e intercambiaron miradas, y en voz baja hablaron sobre su falta de identidad. Mientras tanto, Camila bajó la mirada y comenzó a jugar con el vendaje que había tenido en la cabeza, este estaba manchado de sangre. Era imposible que dijeran que su herida estaba casi cerrada cuando bien podía recordar como la sangre resbalaba por su cabeza. Pero, debía ser cierto porque se sentía mejor, mucho mejor.
En tanto, la enfermera se lamía los labios y la miraba una y otra vez explicando de nuevo que lo único que sabía de ella era su nombre, que no recordaba más, un momento después, Camila pudo escuchar que conformaban con certeza la presencia de amnesia, consecuencia del golpe en la cabeza.
Entonces todo tuvo sentido para ella. Sí, claro, el golpe debió provocar el olvido, pero qué carajos era ser un Mutante. ¿Era ello por lo que se había recuperado milagrosamente?
De nuevo todas las dudas empezaron a atormentarla. Solo quería ir a casa.
Entonces la enfermera se acercó.
-Camila. Antes dije que no era un interrogatorio, pero necesitamos cualquier dato tuyo, cualquiera, necesitamos saber de ti, querida. ¿Podemos contactar a alguien de tu familia, o a algún amigo? -dijo la enfermera, esta vez hablando con más paciencia.
Camila negó con la cabeza y volvió a explicar lo sucedido, pero eso no les daba ninguna pista nueva.
-Ya he dicho que no recuerdo dónde vivo, no recuerdo nada. Ni siquiera sé si tengo familia -contestó, enojada.
La enfermera tradujo para el doctor, él volvió a verla a los ojos y habló en ingles, dándole indicaciones a la enfermera, pero mirando a los ojos de Camila con frialdad.
-Llama a la policía, es importante saber de dónde viene... hay algo que me inquieta de esta chica... de esta Mutante -dijo y la última palabra la dijo casi como un susurro.
Después de eso Camila pudo por fin tener una ducha. Y mientras el agua se llevaba la sangre de su cabello palpó su cabeza, no había rastro alguno de una herida, ni una costra o marca. Cerró los ojos con fuerza esforzándose por recordar algo más, pero no pudo, en su mente solo estaban esos momentos de ella en su trabajo aburrido, de las horas de lectura y el horrible sentimiento de soledad y desesperación por querer cambiar la monotonía.
Abrió los ojos y exhaló con pesadumbre, de nuevo el enojo se apoderó de ella. Miró el agua que se iba junto con los pequeños coágulos de sangre. De pronto un nuevo recuerdo llegó: sangre, su sangre derramándose sobre su mano y un profundo corte sobre su muñeca.
Camila abrió la boca y respiró profundamente, no se percató que había dejado de respirar por algunos segundos. Miró su brazo, pero ahí no había nada. Estaba empezando a comprender qué era un Mutante.
Se puso la bata de hospital y cuando regresó a la sala se dio cuenta que habían dos oficiales junto con la enfermera, la estaban esperando. Preguntaron una y otra vez lo mismo, pero por más que insistieran ella no podía decir nada nuevo. Además, seguía fingiendo que no les entendía y eso desesperaba más o los oficiales que solo se dirigían a ella como la 'Mutante'.
La enfermera los dejó a solas por un momento y en eso ambos oficiales empezaron a hablar entre ellos en voz baja:
-¿Crees que sea de esos... de los malvados? -dijo uno.
-No, no lo creo, se ve bastante inofensiva -contestó el otro.
-Yo no me fio de todos ellos, deberíamos tener un inhibidor por si las dudas.
-No necesitamos uno de esos -contestó el oficial, se oía irritado. Para Camila él estaba de su lado.
Quiso oír más, pero llegó la enfermera con un cambio de ropa.
-Ten, te darán de alta después de que desayunes.
La chica parpadeó con duda.
-¿Qué, me darán de alta ya?
La enfermera asintió.
-Tus análisis dicen que estás completamente sana, tu herida ya sanó... No hay nada por lo que deberías seguir hospitalizada.
Camila tragó saliva.
-Pero... ¿Qué hay de mi amnesia?
-No podemos hacer nada por eso, Camila. No existen medicamentos para curar la amnesia, lo mejor que podemos hacer es dejarte en las manos de los policías, ellos te podrán ayudar -le dijo y le dio un abrazo, Camila supo que eso era una despedida.
◇
Después del desayuno los oficiales tomaron sus huellas dactilares. Al salir le devolvieron sus pertenencias: su bolsa y su libro misterioso. Tomó su bolsa y la puso sobre sus hombros, fue escoltada por los oficiales y subió a la patrulla. Comenzaron a viajar y fue como si los oficiales se olvidaran completamente de ella porque ni siquiera la miraron, solo empezaron a hablar con la idea de que ella no los entendía. Su charla fue sobre cuestiones de su trabajo y así salió el tema de ese tal Spiderman.
Dijeron que había salvado muchas vidas en el incendio que, al parecer, había sido provocado por un descuido. Camila tuvo más interés por el héroe, en ella nació un extraño sentimiento de interés, era como una corazonada, quería su ayuda porque presentía que solo él podía descifrar lo ocurrido. además, ¿quién no quisiera conocer a un superhéroe? A uno de verdad.
Pronto llegaron a la jefatura en donde todo estaba lleno de personas que iban de un lado a otro. Los oficiales le dijeron que tomara asiento con señas, ella obedeció y la abandonaron, mientras tanto, se quedó viendo de un lugar a otro y luego revisó de nuevo dentro de su bolsa, el libro seguía ahí. Estaba por echarle un vistazo, pero mejor no lo hizo pues ya lo había hecho antes, recordaba que era ilegible, no le daría ninguna pista de su identidad.
Suspiró y volvió a mirar de un lado a otro, entonces se percató que, en una mesita a su lado habían revistas. Las movió con su mano para ver si alguna era de su interés, presamente una lo fue, era un cómic.
En la portada del cómic estaba el héroe de traje rojo y azul balanceándose en la cuidad, tal y como lo había visto. No perdió ni un segundo y empezó a leer de inmediato.
Analizaba cada cuadro con los ojos llenos de sorpresa y admiración, la historia contaba una aventura de Spiderman contra un hombre de armadura robusta y con forma de rinoceronte. Estaba completamente atraída, también descubrió que aquellas cuerdas eran telarañas, que tenía fuerza sobrehumana, una gran agilidad y una habilidad increíble llamada: sentido arácnido. Un nombre que le causaba risa.
Estaba completamente inmersa en la historia, iba exactamente a la mitad cuando de pronto alguien se puso frente a ella, alzó la mirada y observó a otro oficial. Su sonrisa se esfumó de inmediato.
-¿Camila González? -preguntó el oficial y ella asintió-. Ven conmigo -dijo hablando perfectamente español. Ella se levantó guardando el cómic en su bolsa y fue tras él.
Entraron a una pequeña oficina donde el oficial tenía su escritorio lleno de papeles.
-Mis compañeros dijeron que sufriste un accidente y que en el hospital te declararon con amnesia, si no tienes recuerdos no creo que debería volverte a interrogar, ya leí tu interrogatorio con los oficiales y la verdad no me estás diciendo mucho, no sé de dónde eres, no sé quién eres y no aparece tu nombre, ni tus huellas coinciden con ningún registro. Camila, nos gustaría poder ayudarte a regresar a casa, pero no tenemos nada que nos apoye... así que te llevaremos a un refugio, te tomaré una fotografía para imprimir algunos volantes, también estaremos al pendiente, espero que con los días alguien venga a declarar una acta de personas desaparecidas, es todo lo que podemos hacer.
El oficial había sido conciso, sin rodeos. Ella abrazó su bolso pues apenas estaba percatándose de lo mal que estaba su situación, de estar completamente sola y sin recuerdos en un lugar que no conocía.
-¿Y si nadie pregunta por mí? -habló con ansiedad-. ¿Qué va a pasar si nadie me busca, me quedaré en ese refugio toda la vida?
El oficial se rascó la nuca.
-Hay que ser optimistas. Vamos a mantener un historial contigo, Camila, esperemos que pronto recuperes tus memorias, pero seguramente alguien vendrá a buscarte. Creemos que quizás seas una turista porque no tenemos algún registro de ti y el dinero de tu cartera es mexicano..., pero seguiremos indagando.
Por favor espera afuera, en un momento un par de oficiales vendrán por ti, te tomarán la foto y te llevarán al refugio -dijo, acompañándola a la puerta. Camila salió y regresó a la misma silla.
Solo unos segundos después se levantó y acomodó bien su bolso sobre su hombro. Caminó lentamente hacía la salida y le sorprendió que nadie se fijara en ella. Estaba actuando lo más normal posible y estaba funcionando. Al salir de la puerta principal se echó a correr y apresuró más el paso cuando escuchó que gritaban su nombre, pero no miró atrás.
No sé detuvo por nada, ni cuando sus piernas se doblaban ni cuando sintió que el corazón le iba a explotar. Al final llegó a una esquina y se quedó tras el muro recobrando de nuevo el aire, tosió cuando estuvo a punto de ahogarse con su propia respiración.
«Que mala condición tengo», pensó al tragar saliva.
Una vez repuesta comenzó a idear su plan. Quería encontrar a Spiderman, él era el único que podía ayudarla, pero no sabía dónde buscar. Siendo un héroe debía tener una especie de guarida como Batman. Pero claramente no la iba a encontrar tan fácilmente, ni siquiera conocía la cuidad.
Maldijo, y se llevó la mano a la frente al mismo tiempo que suspiraba fuertemente, pero de pronto se quedó quieta, miró lentamente hacía arriba y una sonrisa se formó lentamente. Sus ojos miraron la punta del edificio que tenía enfrente. Acababa de tener una gran idea. No debía buscar, debía atraerlo y qué mejor que una dama en apuros.
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