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Eso de los castigos era un tema que no comprendí hasta después del desayuno para poder llamarle a Miranda y preguntarle por eso en específico no sin antes escuchar su versión del maravilloso baile de graduación en donde la mitad de las chicas del colegio habían sido llevabas a un hotel mientras que ella esperó, bailó y disfrutó hasta que Ashton llego a llevársela, todo un cuento de hadas si me preguntan. Pero en lo único que podía pensar es que era libre, por fin podría decir que había terminado la escuela y que ahora tendría que enfocarme en buscar una universidad, lo cual no era tan complicado porque ya tenía algunas en mi lista.
Al poco rato de estar en mi habitación ya no soportaba el silencio, necesitaba escuchar a algo o a alguien antes de comenzar a perder la cabeza por millares. Me puse unos pantalones con la misma camiseta de tirantes y salí hacia donde mi cabeza me pedía por anhelo. La habitación de Luke. Toqué un par de veces escuchándolo pedirme que pasara con una voz extraña, casi ahogada, como si lo hubiera interrumpido, sin embargo eso no había sido lo único extraño del caso. Escuché gemidos de una mujer ahí dentro, por lo que me conmocioné y abrí la puerta de tajo. Luke estaba sentado al borde de la cama con los cabellos desordenados sobre la cara y las pupilas muy dilatadas. Los gemidos se habían detenido.
—no es lo que crees— jadeó recorriéndose los cabellos hacia atrás
Sonreí evitando a toda costa reírme de más o uno de esos castigos que mencionó Miranda podrían ser mi nuevo destino. Vi la frustración y el pánico en su mirada, causándome estragos en el cuerpo a niveles catastróficos. No era su culpa, entendía bien que los hombres de vez en cuando tenían necesidades, solo que nunca me había tocado estar cerca de uno que lo hiciera conmigo en su casa, pero así era Luke y bajo ninguna circunstancia me molestaría con él.
—está bien, no pasa nada— me encogí de hombros mirándolo suspirar de alivio—. Solo quería venir a verte
Asintió pidiéndome un segundo para correr al baño y lavarse las manos con cloro antes de tocarme así la cara. Regresó con ambas manos secas recostándose en la cama sobre las cobijas, extendiendo su brazo pidiéndome de manera obvia que fuera hacia él y así hice. Me acurruqué contra su pecho viéndolo encender el televisor despertando así los sonidos de gemidos que había escuchado hombre.
Ahí, en vivo y a color vi la imagen de una mujer totalmente desnuda y a un hombre haciendo cosas en las que no había pensado. Le quité el mando cuando pretendió eliminar ese canal. No estoy enferma ni nada parecido pero mientras veía eso sentía un dolor aquejando en mi entrepierna.
—Abby, no tienes edad para ver esas cosas— ignore mirándole solamente a los labios
Carajo, dolía.
Bajó la mirada hacia mi y antes de que pudiese volver a recriminarme por el porno que él estaba viendo atrapé sus labios con los míos, desatando un beso que mas allá de ser amoroso se había vuelto todo un lío. Sabía en el fondo que estaba esperando a que lo besara y eso me gustó, adquirió velocidad antes de pasar la lengua sobre mis labios y encender la mía contra la suya. Comencé a perder la noción de las cosas, todo se reducía a jadeos y gemidos que llevaban su nombre como sello de garantía. No podía ni siquiera describir lo bien que se sentían sus manos pasándose desde mi cuello hasta mis brazos, quemando tortuosamente cada tramo de mi piel. Lo necesitaba.
Sin aviso rompió el beso dejándome observarlo completamente anhelante de deseo. Se posó entre mis piernas, atrapando la piel de mi cuello con sus dientes mientras el sonido del televisor nos enviaba más allá de un libido elevado. Enredé los dedos en su cabello al tiempo que sus manos recorrían los costados de mi cuerpo encontrándose con el pantalón, una sonrisa oscura de lujuria tomó posesión de sus labios.
—eres mía, princesa, mía, mía, mía— repitió mirándome con ansias—. Y yo soy tu dueño, tu papi— callé un gemido al sentir su mano entrando a mi pantalón
Me mordí los labios al sentir su roce cerca de área sensible, jugueteando sobre la ropa interior con la única y mera intención de verme desbordar de placer. Me sentía desorbitada, acalorada y necesitada de él que acariciaba con paciencia en círculos, cada caricia me hacía agua entre sus brazos, reclamándome suya sin nada que dijera lo contrario y su boca no estuvo lejos de dejármelo claro, poseyendo la mía al tiempo que me sacaba los pantalones y de un tirón envolvía mis piernas en sus caderas haciéndome sentir la presión de su virilidad en un punto doloroso de mi feminidad. Gemí en sus labios llenos de él, con su lengua chocando con la mía en un vaivén excitante mientras la fricción de su pelvis contra mi me estaba deshaciendo.
Tiré de su labio haciéndolo gruñir, de tal manera se reincorporo sacándose la camiseta con facilidad. Lo tenía enfrente muriéndose por estar en mi por el momento más largo de nuestras vidas, ya no había vuelta atrás, los dos lo queríamos.
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