Las películas de superhéroes jamás habían sido para mi, pero esa película que fuimos a ver me mantuvo con los ojos en la pantalla, y más allá de comer abrazaba el brazo de Luke al final del filme. Era emocionante ir al cine con una persona madura que no quería comerme la boca solo por beneficio propio, solo se limitó a alzar la barrera entre los asientos envolviéndome con su brazo deshaciéndose de la distancia que quedaba entre nosotros.

Salimos de la sala sin palabras, bueno, yo más que él. Tenía tanto en la cabeza a causa de la película que se me hacían revoltijos los pensamientos.

—tiene que haber otra película— dije balanceando el agarre de nuestras manos de atrás a adelante—. No pueden dejarnos así, ¿Estás de acuerdo?

—totalmente, linda

Miré de tienda en tienda de camino al estacionamiento sin soltarme de él hasta que por primera vez me abrió la puerta antes, dejándome entrar a la calidez profunda de los asientos. Los vientos si que estaban recios esos días.

—¿Tienes algo en mente? Algo más que quieras hacer— me miró de reojo a lo que negué

Realmente no, todo me hacía feliz mientras él estuviera de por medio. Lo vi relamerse los labios con la atención puesta en el camino, pero eso no evitó que me recorriera un impulso eléctrico que me hizo temblar. Aún no estaba en esos días para ponerme así de "deseosa" ni siquiera entendía realmente que era lo que le estaba pasando a mi cuerpo hasta que llegamos a la casa a oscuras por el tiempo de camino. Languidecí en la entrada viéndolo introducir la llave liberándome por fin de las sandalias de plataforma que dejé junto a su puerta. Con esas cosas puestas le llegaba apenas al hombro y sin ellas regresaba a rozar su brazo. Una enana sin duda.

Lo vi arrojar las llaves sobre la mesa del recibidor soltando un sonoro suspiro. Entonces me cayó como un balde de agua fría. Quería que el me perteneciera y yo a él, tenerlo a mi lado aún si fuese riesgoso. Lo sentí acercarse a mi. Cerré los ojos ante su roce sobre mi mentón deteniéndose en mis labios. Al abrir los ojos vi una diminuta sonrisa asomándose en sus labios al tiempo que abría la boca mordiendo la punta de su dedo, pero el contacto visual era más fuerte que mis acciones incitadoras. Removió el dedo apretando mis mejillas con una mano, haciendo que mis labios se abombaran frente a su ennegrecida mirada. Se removió y antes de que pudiera reaccionar pegó sus labios a los míos.

No lo alejé ni lo detuve, solo me dejé llevar a la deriva de su boca moviéndose en contra de la mía arrebatándome el aliento de tajo. De besos no sabía mucho, ya que al final realmente nunca había besado a nadie como a él. Su lengua acarició mis labios pidiéndome entreabrirla y dejarlo hacer lo que quisiera conmigo. En cuestión de segundos la temperatura de mi cuerpo se disparó a pesar de lo helada que la casa se encontraba y es que en verdad no sabía que hacer en ese momento, no podía respirar y el corazón amenazaba con destrozarme el pecho a latidos.

En un movimiento pasó sus manos debajo de mis piernas subiéndolas de un empujón a sus caderas. Casi por inercia enterré los dedos en los rizos de sus cabellos exigiéndole extender ese fuego de mis entrañas a cada extremidad de mi cuerpo, le pedía con todas mis fuerzas que se quedara. Caminó hacia la sala tumbándose el primero dejándome sentada a horcajadas sobre su regazo encontrando nuevamente el camino a mis labios hinchados.

Un molesto sonido se hizo presente una y otra vez sin cesar, repitiéndose hasta que gruñó contra mis labios separándose con molestia. Fue dulce al sentarme derecha en el sofá yéndose a contestar el condenado teléfono fijo. Lo vi regresar al poco rato con los cabellos desordenados y los labios hinchados. Las pupilas dilatas me daban el perfecto indicio de que estaba excitado.

—debes ir a dormir, cielo— se aclaró la garganta haciéndome levantar en el sofá

Me acerqué a él quedando por fin a su estatura.

—te quiero— acaricie su mentón besándolo con dulzura

—yo más, princesa— murmuró contra mi boca dejándome ir a la habitación que me prestó para dormir.