Bajé las escaleras con el sonido metálico proveniente seguramente de la cocina acechándome como en una de esas películas de terror, solo que la casa era exageradamente grande y el eco que se producía en las paredes era escalofriante. Caminé de puntas recorriendo la sala hasta el arco de la cocina en donde lo vi sirviendo huevos revueltos en dos platos aparte. Tenía el cabello atado en un moño desaliñado, por lo que los rizos dorados le caían a los lados del rostro, una bella obra que me hubiera gustado admirar lo que me restara de vida.
—buenos días, linda. Te hice de desayunar— recorrió un banco permitiéndome sentarme delante del plato con huevos revueltos y tocino con enorme vaso con jugo de naranja—. Te quedaste dormida, Abby— tomó el lugar delante de mi mirándome con cariño.
—lo lamento mucho— disculpé en un susurro comenzando a comer
Nos limitamos al silencio mutuo al comer, parecía entender que al momento de encontrarse frente a frente con la comida se debía mantener silencio para tomarse un breve instante solo para saborear lo que hiciera contacto con la lengua, y ese desayuno en verdad lo valía.
—te llevaré a casa en cuanto termines— se limpió las comisuras de los labios
Detuve mis movimientos aterrados de volver a vivir el mismo infierno en casa. No quería regresar ahí para ser recibida con un montón de gritos y un par de bofetadas que me dejarían la cara pinta. Levanté la mirada hacia la suya intentando por sobre todas las cosas hacerlo entender lo frustrada que me sentía, quería ser libre de cualquier cosa que pudiera lastimarme, alejarme sin tomarme el tiempo de mirar atrás. Frunció el entrecejo cambiando a un semblante curioso y que se dedicaba a analizar mi rostro para buscar el motivo del declive emocional.
—Luke— lo llamé mordiéndome el labio por dentro
Tenía que preguntárselo en un intento desesperado por sacarme una de las miles de penas que llevaba cargando en los hombros.
—dime, linda
—¿me quieres?— pregunté sin pelos en la lengua
Lo vi removerse antes de relamerse los labios cobrando un encantador color carmín por la parte de sus mejillas. Ambos dirigiéndonos miradas melosas que jamás imaginé le dedicaría a cualquiera, pero ahí estaba cayendo a la realidad. Estaba enamorada de Luke Hemmings, un hombre mayor que se preocupaba por mi.
—si, Abby. Te quiero
Esas palabras me hicieron sonreír como nunca, podría desbordarme de alegría en ese mismo instante, gritar hasta quedarme afónica y saltar hasta no sentir las piernas. Luke me quería
—yo también te quiero. Has hecho cosas geniales por mi— tomé su mano sobre la mesa mirándolo avergonzarse—. Te debo tantas cosas
Frunció los labios apretando mi agarre con suavidad, cuidando no lastimarme ni excederse de fuerza, pude sentir el calor de su mano contra la mía y eso me encantó.
—el único problema es que eres una niña, linda
Y eso fue peor que un corazón roto.
Doloroso y honesto.
Y el pilón, dulces sueños. Tendré exámenes esta semana y dudo mucho que haya tantas actualizaciones.
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