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La comida era riquísima y el lugar espléndido. Luke estaba encantado con ese restaurante desde que recordaba, o eso fue lo que me había dicho. Se expresaba bien del personal y tenía sus razones para hacerlo. Los meseros eran dulces y atentos. Bebí de la pajilla llevándome a los labios el dulce sabor de la Coca Cola de vainilla que adoraba desde siempre.
Estaba embelesada con la gema en mi pecho, no podía parar de rodarla entre mis pulgares. Luke me miraba con ternura al haberse acabado su platillo. Entrelazó las manos sobre la mesa con atención en cada uno de mis movimientos, terminando por hacerme levantar la mirada de mi collar nuevo, o el único mejor dicho.
—entonces, Abby, ¿vives con tus padres?— ladeó al notar como decaía mi expresión
—algo así, ni siquiera son mis familiares— me encogí de hombros llevándome un pedazo de apio recubierto de aderezo a los labios.
—¿entonces donde están tus...?— tragó fuerte
Tenía la mala maña de que cuando comía apio con aderezo primero lamía la porción del apio bañada de la sustancia, después bajaba y mordía un buen trozo relamiéndome la boca, pero me detuve cuando escuché que Luke había perdido el hilo de lo que estaba preguntándome. Su rostro estaba rojo y se mordía el labio inferior con ansiedad.
—¿que dijiste?— cuestioné sonando más inocente e ingenua de lo que creía
Se aclaró la garganta regresando a su tono pálido original. Ya estaba asustándome.
—¿donde están tus padres?— suspiro de manera profusa pasándose la mano por el cabello.
Se veía tan bien que hasta me hacía olvidar todas esas veces que soñé con un actor. Así de bien estaba Luke Hemmings.
—muertos— comí lo que restaba del apio
Su expresión se congeló y aún así para él no bastaron las veces que me pidió perdón por esa pregunta. Su mirada era de compasión, ojeandome sin ninguna emoción más que esa. Tenía que pedirle que parara, eso de sentir lástima por alguien no era para nada lindo.
—está bien, no importa
Intenté tranquilizarlo justo cuando se presentó el mesero. Luke le tendió la tarjeta dándole un porcentaje de propina sin dejar de mirarme con ese espléndido brillo que solo había encontrado en sus orbes.
—en verdad lo lamento, linda— habló con un atisbe de tristeza
Empezaba a gustarme que me llamara así. Mucho.
—no pasa nada, Luke, de verdad. Fue hace mucho tiempo
—ahora me siento como un idiota— se frotó la cara con ambas manos haciéndome reír
—oye está bien, tranquilo— me incliné sobre la mesa removiéndole las manos solo para poder mirarlo directamente a los ojos—. ¿Quieres un helado?— inquirí con entusiasmo y con toda la intención de no llegar temprano a casa—. Vamos por un helado.
—tengo que llevarte a casa, Abby
—luego, primero vamos por un helado
Lo tomé de la mano apresurándolo hacía la puerta. Juro que lo escuché reír en más de una ocasión.
Un jodido sonido que hizo que mis piernas se hicieran gelatina.
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