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Leía una de esas revistas de la sala de espera del hospital aún con el sabor de los pastelitos de moras en los labios. Luke me había llevado a un restaurante lo bastante bonito como para compararse con la encantadora presentación que tenía la comida. Incluso me había devorado un montón de pastelitos con una exquisita malteada de vainilla. Él solo me miraba comer con una pequeña sonrisa excusándose porque ya había desayunado y que mi salud le concernía más.

Seguí mirando las imágenes de las modelos más cotizadas de la industria. Pechos perfectos, glúteos levantados y abdomen plano. Eso necesitaba para mirarme al espejo y sentirme satisfecha conmigo misma, pero la diferencia entre desear y tener tenía un abismo de distancia.

La mirada de Luke se acercó a donde la mía mirando las imágenes de la misma manera en la que yo hacía.

—quisiera tener su cuerpo, ¿sabes? Unos pechos más grandes y un vientre plano— asentí distraída en mi gigantesca imaginación de adolescente hormonal.

—tu cuerpo no tiene nada de malo, estás preciosa así

Lo miré de reojo sintiendo las mejillas ardiéndome por un comentario de esa índole. Los cumplidos de los chicos generalmente eran burdos y sacados del internet, pero el de él había salido tan naturalmente que era inevitable no sonrojarme.

—Luke Hemmings— escuchamos al doctor que salía del consultorio con una lista en la que se había anotado casi media hora antes.

—vamos, linda

Ambos nos levantamos yendo hacia el consultorio espeluznantemente blanco. Tan limpio que Bianca estaría completamente feliz viviendo ahí. Luke recorrió una silla dejándome sentar primero. El doctor fue hasta su lugar después de sentar la puerta y esperar a que el rubio se sentara a mi lado subiendo y bajando la pierna con ansias. El señor se puso sus gafas mirando en mi dirección mientras tomaba uno de los noteros bajo sus manos.

—¿que pasa contigo, preciosa?— sostuvo la pluma entre sus dedos

¿Que podía decirle?

—no ha estado comiendo bien— Luke habló dándole mi diagnóstico al médico—. Supongo que tampoco ha dormido por las manchas debajo de tus ojos.

—¿puedes recostarte allá? Por favor nena

Obedecí ante su orden subiéndome al pequeño banco que me permitía recostarme sobre un colchón adaptado, cubierto con una tela porosa de color azul.

El hombre de bata blanca y ojos avellana llevó a cabo las revisiones pertinentes. Me midió, pesó e incluso metió el odioso abatelenguas en mi garganta para observarla. En general revisó todo. Agradecí por lo bajo a que no me haya pedido un examen de sangre.

—voy a darte un suplemento alimenticio para que empieces a sentirte mejor, ¿lo quieres de algún sabor? Hay de cereza, fresa y chocolate.

Basta ahí, yo amaba el chocolate.

—chocolate— sonreí haciendo reír a Luke por lo bajo.

—vale— escribió y escribió finalmente entregándole a Luke mi receta—. Que tú papá te traiga la próxima semana para una segunda evaluación, nena

—no es mi padre— reí levantándome de mi lugar yendo a la puerta esperando a Luke que se despedía.

Ni siquiera nos parecíamos, ¿que les hacía creer que era mi padre?

Salí sin decir nada por toda la clínica hasta la calle. Intenté cruzarme sin mirar a los lados y por un instante casi vi mi vida pasar ante mis ojos porque casi me mata un auto. Pero eso no sucedió porque la mano de Luke sujetó la mía llevándome a la farmacia sin soltarme.

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