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—¿Entonces Miranda está con Ashton?— pregunté un poco tímida, casi como un felino asustado sin un regazo al que pudiera huir.

—eso fue lo que me dijo— giró el volante en un par de calles

Para mi fortuna no se dio cuenta de la manera tan descarada que tenía de mirarlo por el rabillo del ojo. Había visto hombres de aspectos diferentes pero donde estaba él era un nivel completamente diferente, era casi como comparar el restaurante de comida italiana con algún otro lugar más barato. Yo solamente había probado el barato, pero al probar del costoso la percepción se volvía distorsionada y confusa, algo así como un laberinto con la salida muy oculta.

—¿Tienes retardos en el colegio?— me miró de reojo sin dejar de lado su agarre firme en el volante

Salí de mis cavilaciones regresando a la realidad y a la pregunta que acababa de hacerme. Por supuesto que tenía retardos, aunque claro que ninguno era mi culpa, todo se lo debía a Miranda y sus tendencias por llegar más tarde de lo acordado.

—si

La respuesta fue relativamente corta a lo que correspondió con un asentimiento de cabeza antes de llevarse un mechón rubio detrás de la oreja. De su edad no estaba muy segura, se veía mayor pero no lo suficiente para llegarle a los cuarenta, su rostro tenía pocas arrugas y la barba le ayudaba un poco a darle una imagen más conservadora. Una imagen genuinamente interesante.

—entonces habrá que llevarte lo antes posible— inquirió con un atisbe de diversión

—la verdad es que la escuela es jodidamente aburrida— bufé hundiéndome en la comodidad de los asientos forrados con nubes del paraíso.

—no digas malas palabras, ¿por que piensas que es aburrida?

¿Que no dijera malas palabras? ¿Quien se creía? ¿Mi padre?

Dejé pasar de largo el comentario mirándolo de vez en cuando antes de contestarle algo que para mi era muy obvio.

—no hay nada interesante que hacer— excusé con un levantón de hombros—. Los profesores te miran raro todo el tiempo porque creen que eres una persona incapaz de aprender algo tan simple como el álgebra— rebuzné

Noté que estaba al borde de la risa, mirándome extrañado por el rabillo de su ojo distrayéndose con el sonido insistente de sus dedos cayendo uno a uno sobre la superficie recubierta del volante.

—pero lo de tus retardos tiene solución

Giró en la calle donde ya comenzaban a verse los montones de autos en la fila para dejar a sus hijos en el colegio, todos bajándose con la mochila sobre lo hombros o sujeta con el puño. Todos eran un montón de gente rica que solo buscaba presumir todas esas cositas que los placeres de la vida eran capaces de dar.

—eso no tiene solución, Miranda siempre llega tarde por mi, y mis "padres"— hice comillas con las manos haciendo énfasis en esa última palabra—. Que no me dejan tener coche, dicen que podría matarme— rodé los ojos.

Consideró seriamente lo que acababa de confesarle y eso lo supe por la manera en la que fruncía el ceño asomando sus labios al avanzar en la fila quedando a pocos metros de la reja abierta.

—¿puedo proponerte algo?— asentí colgándome la mochila del hombro preparándome para salir—. Puedo pasar por ti en las mañanas y traerte de la escuela. El trabajo me queda de paso.

—no se si sea buena idea— dije levemente consternada por las consecuencias que eso podría traer.

—podemos probar una semana, si no te gusta no pasa nada, ¿te parece?

Me dedicó una mirada antes de que pudiera abrir la puerta.

—vale— le sonreí saliéndome del coche sin nada más que decir.

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