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Miranda jugueteaba con Ashton de su lado de la mesa mientras que yo miraba la comida delante de mi sin ganas de tocarla del todo, es más, ni siquiera tenía hambre, parecía que el hoyo negro de mi estómago se había succionado a sí mismo porque no sentía ni un retorcijón.
—¿no vas a comer?— levante la vista hacia el rubio sentado frente a mi mirándome con el entrecejo fruncido—. De verdad esta bueno— me sonrió llevándose un buen bocado a la boca.
Por alguna extraña razón no podía dejar de mirarlo a los ojos, sentía que había algo más ahí que un divino y brillante color oceánico que me atraía como un imán. Volví a mirar hacia la comida y de ahí al tenedor que tenía justamente a lado de mi mano. Levanté el cubierto y tras pensármelo más de mil veces enredé el spaghetti en este acercándolo a mi boca de tal manera que nada se me cayera y quedara como una completa tonta.
La salsa estaba muy buena, algo dulce para mi gusto pero verdaderamente deliciosa. Al menos mucho mejor que la que Bianca hacía en casa, aunque no podía ponerme tan exigente considerando que el restaurante donde estábamos era algo más categórico que a los que frecuentaba los fines de semana.
—¿te gustó?— había un atisbo de curiosidad en sus ojos, prestándome atención en lugar de mirar en dirección a los otros dos.
—está muy bueno— sonreí al fin quitándome poco a poco los nervios de comer frente a gente que no conocía.
Volví a enredar el spaghetti probando por segunda vez del montón de sabores que tocaron mi lengua al masticar. Simplemente delicioso.
—no escuché tu nombre en el auto— señaló haciendo notable el movimiento de su lengua dentro de su boca haciendo bulto en la parte interna de los labios, limpiándose los dientes de algún resto de comida.
—Abbygail— ladeé—. Pero todo el mundo me dice Abby.
—un bonito nombre para una chica bonita— sonrió detrás de su vaso con agua.
¿Que fue lo que dijo?
Debió haber sido mi imaginación, si, tan solo estoy imaginándome cosas salir de la boca de uno de los hombres más guapos que he visto, nada más.
Seguimos comiendo hasta que no hubo más de donde picar. Ashton pagó la cuenta saliendo del restaurante junto a mi amiga. Afuera resultaría raro verlos tomados de la mano o mostrándose algún cariño, era por eso que apenas y se rozaban las manos mirándose con disimuladas sonrisas. Al final los dos decidieron quedarse porque él la quería llevar de compras, así que Luke se ofreció a llevarme a casa después de haber pasado por algo que recordaría todo lo que me restaba de vida.
—¿quieres que encienda el aire acondicionado?— me miró por el rabillo del ojo sin cambiar ese tono amable que de alguna manera me hacía relajarme.
Asentí mirando esos largos dedos presionar un botón del mando del auto encendiendo una ola de aire helado que salía directamente hacia mi cuello y piernas. Le agradecí en silencio guiándolo por las calles en absoluta calma.
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