Un día antes #3

Faolán Buendía~

El plan de Faolán era de los más coherentes que había ideado a lo largo de su vida.

Sabía que el 10 de junio, en Madrid, coincidía el concierto multitudinario de Nefelibata, el campeonato mundial de ajedrez femenino y la cumbre del clima. Esos tres actos atraerían a un amplio público de todos los países a la capital española.

Ese era el mejor sitio y la mejor fecha para darse a conocer al mundo como mago. Se pondría en las calles más transitadas a realizar trucos de magia y seguro que algún turista o madrileño apreciaba su arte. Hasta si tenía suerte, tal vez consiguiese un contrato o algo...

Pero claro, su madre no estaba al tanto de su plan de escaparse de casa a escondidas y ponerse de mago ambulante en una ciudad desconocida. Sin embargo, estaba seguro que cuando regresase tras conseguir una buena suma de dinero, haría que cámbiese su opinión de que ser mago no es una profesión decente.

El único problema que conllevaba su plan maestro; no era el de salir de casa a hurtadillas, eso lo tenía más que dominado (mucha experiencia). Si no, el hecho de que necesitaba dinero para comprar el vuelo y para alojarse en un hotel (y obviamente no podía pedirle a su madre).

Faolán irrumpió inesperadamente en la habitación de su hermana.

−Oye Do... − se quedó con la palabra en la boca

−¡¡Toma esta, y esta!!− gritaba

Se la encontró con su habitual vestido rosa escuchando música con unos cascos mientras estaba golpeando un viejo saco de boxeo que habría sacado de la basura más cercana y había atado en la lámpara del techo. También había pegado con celo dos fotos de un chico y una chica que desconocía.

−¡¡Me las pagaréis, puercos!!−

Y le pegó una patada al saco tipo karate kid

Después, se limpió el sudor de la frente, se colocó los cascos en el cuello y se volvió hacia Faolán

− ¿¡Qué?!− soltó al ver su cara de sota− Me estaba desahogando−

Faolán tuvo claro que jamás la retaría a un duelo de puños

−No voy a preguntar nada−

−Tampoco es que te fuese a responder− se dejó caer en la cama− Si lo que quieres es pedirme dinero para fugarte de casa, la respuesta es no− aclaró con una sonrisa angelical

−No necesito tu estúpido dinero, no te necesito− se defendió− Puedo ganarlo por mis propios medios− se le escapó una sonrisilla traviesa

Dounia alzó las cejas

−Es decir, engañando y robando−

Faolán se sintió incómodo con el rumbo que estaba tomando la conversación; así que cambió de tema

−Mira, solo he venido a pagarte−

Le lanzó una caja de helados que Dounia tuvo que pillar al vuelo

−Ya era hora− se relamió los labios mientras que sacaba su premio− ¡¡EH!! ¡¡Esto es agua congelada!!− se quejó

Lo que tenía en sus manos era un palo de helado clavado en un cubito de hielo.

Faolán se destornilló de risa mientras que su hermana farfullaba con indignación

−Es un helado, porque está helado JAJAJAJA− justificó el mago con picardía− Así que he cumplido el trato−

Dounia se quedó con cara de haber sido timada, sin poder poner ninguna pega. Tenía toda la razón del mundo, aunque se hubiese burlado de ella. La próxima vez tendría que especificar más...

−Vete− le echó

Una vez que se quedó sola de nuevo se tumbó en la cama con frustración.

−Cómo le odio− murmuró

Entonces se percató de la caja de helados y fue a espachurrarla con las manos cuando se dio cuenta de que había algo más.

Metió la mano dentro y se quedó totalmente boquiabierta.

Dentro de la caja que le había tirado su hermano había un envoltorio de helado de menta y chocolate. Su sabor favorito.

"Seguro que también es una broma"

Sin embargo, en contra a sus pronósticos, era un helado real de menta y chocolate. Dounia disfrutó saboreándolo. Hacía mucho que no se tomaba uno. Su madre ya no compraba. Seguramente Faolán lo había comprado exclusivamente para ella... y se había gastado una parte del dinero que estaba ahorrando para ir a Madrid...

De repente, el helado dejó de saberle igual

−Cómo le odio...− murmuró; pero esta vez no significaba lo mismo

🖇️🖇️🖇️


Faolán se tiró a la cama con desesperación. Necesitaba un milagro. El dinero que había reunido solo le daba para pagar el hotel, y no le llegaba para el viaje en avión.

Estaba tan cerca de conseguirlo... pero, ¿ahora de dónde conseguía el dinero? Tendría que estafar a algún anciano, o buscar donde guardaba su madre los ahorros, o quitarle las malas hierbas del jardín a algún vecino, o...

−Estás aquí−

Dounia irrumpió en su habitación sin llamar a la puerta. Faolán detestaba que no llamasen a la puerta. Imagínate que le pillaban en mitad de bajón. Como, por ejemplo, en ese momento.

Faolán, que estaba tumbado boca abajo, giro la cabeza para mirar a su hermana pequeña. No tenía fuerzas para levantarse, parecía un flotador desinflado.

−Por desgracia− musitó sin ánimo

−Normalmente no me importa que estés en modo sad, pero, ¿a qué viene esa cara tan larga? – se cruzó de brazos

−Normalmente te echaría de mi cuarto, pero...− resopló− Me siento inútil−

−Es que eres inútil, ¿ahora te das cuenta? – dijo sin pensar

Faolán gruñó

−Cállate, la única persona que puede insultarme soy yo mismo−

Dounia se sintió incómoda con el rumbo que estaba tomando la conversación; así que cambió de tema

−Mira, solo he venido a darte esto−

La chica le vació en la cara todo el contenido que había en su hucha en forma de cerdito.

− ¿¡De qué vas!?− se quejó

Faolán se quitó todas las monedas y billetes de encima y se incorporó con confusión

−Son todos mis ahorros−

Tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que no estaba soñando. ¿Su hermana le estaba dando dinero? ¿Por voluntad propia? Entornó los ojos

−Tú no eres Dounia− llegó a la conclusión− ¿Qué has hecho con mi hermana? –

Puso los ojos en blanco

−Te dejo mi dinero, ya está, no le des más vueltas, ¿¡vale?! Y no lo he hecho porque me sienta en deuda contigo ni porque haya apreciado tu gesto del helado ni porque en el fondo te tenga aprecio ni nada... − aclaró

−Sí, sí, lo pillo−

Faolán contó el dinero; tenía suficiente para pagar el viaje en avión a Madrid. Dounia había sido el milagro que necesitaba. Tal vez hacer las cosas bien le había hecho bien.

−Te prometo que te lo devolveré cuando sea multimillonario−

Dounia no se lo imaginaba siendo un pez gordo; no era solo algo que estaba fuera de su alcance, sino que, además, no le pegaba nada.

−No prometas algo que no vas a cumplir−

Sin embargo, Faolán no compartía sus pensamientos:

−Si lo prometo es porque lo voy a cumplir− por alguna razón estaba convencido de ello

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