[El intermedio]

⏳ Varios años atrás...

Aquel día, el padre de Wolframio le estaba impartiendo una clase de
anatomía en el campo (él nunca fue al colegio, sus padres se ocuparon de su educación), muy a las afueras de la civilización. El futuro asesino estaba en la media hora de descanso comiéndose un bocadillo mientras paseaba por allí.

Entonces escuchó a alguien vocear y el sonido de un látigo. Wolframio sintió curiosidad y se acercó a una pequeña granja, de la cual provenía el jaleo.

Lo que vio le dejó atónito. Un hombre que rondaría los 60-70 años estaba golpeando despiadadamente a su mascota.

−¡¡Eres un perro inútil, saco de pulgas!!− le gritaba sin compasión mientras el animal se revolvía en el suelo

Wolframio pudo sentir el dolor de los golpes del látigo en su propia piel y los comentarios hirientes que le desgarraban el corazón. Sintió compasión por el perro y un odio terrible por aquel hombre que se aprovechaba de su estatus superior para maltratarlo sin piedad.

A Wolframio le brotaron varias lágrimas invisibles y apretó los puños con rabia. De ninguna manera iba a permitir aquello. Derribó la puerta de la verja de una patada, pues esta no era muy resistente, y pasó a la granja del desconocido maltratador de animales con las intenciones
bien claras.

−Deja al perro en paz o te arrancaré los pulmones, porque corazón no tienes−

El granjero se volvió hacia él con desdén:

−Lárgate por donde has venido, niño− 

 Se agachó para coger de nuevo el látigo, pero Wolframio estuvo más rápido y le propició un puñetazo en la tripa haciéndole caer en un montón de estiércol.

−¡¡Me estás tocando mucho los c*jones, niño!!− gritó mientras se limpiaba

Wolframio le miró como desafiándolo

−Es un ser despiadado− le reprochó sin pelos en la lengua− Es usted quien merece la paliza, no el pobre animal−

El granjero no se tomó sus palabras como "una crítica constructiva" sino como una amenaza de destrucción. Gruñó y se dirigió hacia el tractor, donde tenía una pistola. Eso bastaría para librarse del mocoso.

Sin embargo, mientras le daba la espalda, Wolframio cogió del suelo un rastrillo y le golpeó en la nuca. El granjero chilló de dolor y se deshizo en el suelo. El pequeño tigre sabía perfectamente los puntos del cuerpo que provocaban una muerte instantánea, y había dado en el blanco.

Se acercó al granjero y observó cómo se llevaba las manos a la nuca como un inútil intento de taponar la herida. Pero sabía que no daría resultado. Moriría en un par de segundos. Wolframio lo miró sin una pizca de piedad en su mirada. Le resultaba horriblemente fascinante ver su cara desencajada previa antes de morir.

−No merecía su vida− le escupió con rudeza

Dicho esto, fue corriendo a comprobar el estado del perro. Era deprimente. Tenía heridas por todo el cuerpo, estaba flaquísimo y tenía el pelaje sucio. Wolframio lo abrazó y le susurró al oído palabras bonitas. Después le dio la mitad de su bocadillo y este se lo zampó de un bocado.

−Ya eres libre, amigo− le dijo mientras le acariciaba− Ese hombre jamás volverá a hacerte daño−

Wolframio era así. Tenía compasión selectiva: sentía lástima por un perro que estaba siendo maltratado, y era capaz de matar al maltratador con sus propias manos sin sentir ni un poco de piedad. Pero claro, ¿cómo matas a un monstruo sin convertirte en uno?

Se acercó al cadáver y se arrodilló mientras sacaba un cuchillo de uno de sus bolsillos. Tenía curiosidad si ese hombre tan despiadado tenía o no corazón. Quería averiguarlo.

Le hizo una raja en el pecho y no sintió nada de asco cuando le metió su mano por la caja torácica. Ni tampoco cuando le cortó el diminuto corazón que era del tamaño de un puño.

Wolframio se quedó mirando su premio, preguntándose como algo tan pequeño podía provocar tanta maldad. Aquel órgano diseñado para promover la bondad, el sentimiento, había sido contaminado por el hombre que lo poseía.

Wolframio podía sentir en su mano como todavía latía el corazón. Un corazón de alguien que nunca tuvo. 

🖇️🖇️🖇️


La pequeña de apenas 8 años abrió los ojos repentinamente. Se la veía espantada. No se esperaba encontrarse en la habitación de un hospital, tumbada en una camilla, enganchada a un respirador y con todo su cuerpo vendado.

Respiró con dificultad y buscó con la mirada a su familia, que estaba en un rincón hablando con un médico. Cuando se percataron de que se había despertado, todos los presentes le dirigieron una mirada de preocupación.

"¿Cómo he acabado así?" se preguntó mientras trataba de hacer memoria.

Lo último que recordaba era que estaba en el colegio jugando con su mejor amigo con dos lápices peleándose como si fuesen espadas. Entonces, le pinchó con la punta, que estaba bastante afilada, en la mano y de repente se le empezó a poner la piel del brazo roja. Le escocía cien veces más que si se hubiese quemado después de pasar un día entero en la playa al sol. Y lo peor es que el dolor se extendía por todo su cuerpo. Vio con horror como su piel empezaba a descascarillarse, se le peló todo el brazo y la herida cada vez se hacía más grande.

Ahí es cuando debió desmayarse, cuando vio a la profesora corriendo hacia ella con espanto y la cara de su amigo llena de horror y culpabilidad.

− ¿Cómo estás, Flouraura? – le preguntó su padre

−Bien− le salió un gallo

−Siento que no pueda hacer más por ustedes− se disculpó el señor de bata blanca− Aquí no tenemos los medios ni el tratamiento necesario para su hija−

"¿Tratamiento?" Flouraura tragó saliva con miedo a lo que sea que le estuviese pasando

−Entre hoy y mañana le daremos el alta− fue lo último que dijo el médico antes de marcharse

Sus padres y sus hermanas se acercaron a la camilla. La madre le acarició suavemente el vendaje de su brazo.

− ¿Qué es lo que me pasa? – preguntó en un hilo de voz con los ojos lagrimosos

Los dos adultos cruzaron una mirada. Como decidiendo silenciosamente si debían compartir con ella esa información.

−Tienes una enfermedad rara en el tejido de la piel− comenzó el padre− cualquier simple roce puede destruirlo y provocarte un gran dolor, incluso la muerte−

Flouraura se quedó sin aliento al escuchar la palabra "muerte"

−No te preocupes, ¿vale? − continuó su madre− Te buscaremos un médico que te trate... y si para eso hay que mudarse a Rusia, nos mudaremos−

La pequeña Flouraura negó con la cabeza sin creerse lo que estaba oyendo. No quería mudarse a otro país. Le gustaba la vida que tenía, ¿por qué tenía que cambiarla de forma tan repentina y dolorosa?

−Además, se acabó tu formación en las armas, se acabaron tus clases de kárate, tiro deportivo y esgrima, te apuntaremos a otras actividades donde no haya contacto físico ni puedas hacerte daño− sentención su padre

En ese momento, el mundo de Flouraura se le vino abajo

−¡¡NOO!!− gritó entre lágrimas− ¡¡Quiero ser una verdadera Espinosa, quiero tener mi propio retrato en el pasillo!!−

−Es demasiado peligroso, y es un riesgo que no tomaré− sus palabras no admitían réplica− Prefiero que dejes la tradición familiar a un lado y nunca empuñes un arma antes que perderte−

−¡¡No, no, no!!− Flouraura no podía contener la rabia

¿Por qué tenía que haber desarrollado esa enfermedad? No era justo. Si no la tuviese, se convertiría en lo que sus padres querían que fuese: una militar que trabaja para el ejército protegiendo su país como lo habían hecho las generaciones anteriores de la familia.

Y ahora, ahora solo veía en ellos caras de decepción, caras de "yo no había pedido una hija así". Y Flouraura se sentía culpable por no estar a la altura, y también sentía impotencia, impotencia por querer curar una enfermedad que no tenía cura. Y rabia, sobre todo rabia, porque sabía perfectamente que si tuviese bien la piel llegaría a donde quería llegar y enorgullecería a sus padres.

Y en ese momento se convirtió en la oveja negra de la familia; un delicado huevo rodeado de explosivos.

🖇️🖇️🖇️


Aquella noticia derribó los muros de su mundo.

Era una noche cualquiera. Habían acabado de cenar y Naoko, su padre y su hermana pequeña estaban viendo un concurso en la tele.

−Mamá está tardando mucho− había comentado Naoko

−Ya es muy tarde, ¿por qué no os acostáis? – sugirió el profesor de literatura

Henrika bostezó, se había quedado frita en el sofá

−Me quedo hasta que venga mamá−

Esa era la tradición.

Las dos hermanas no se iban a la cama hasta que su madre llegaba a casa después de salir del hospital donde trabajaba. Ella les acompañaba a sus respectivas habitaciones y les daba un beso de buenas noches.

Naoko había tomado esa costumbre desde que era pequeña y aunque se le cerraban los ojos se negaba a romper la tradición.

Esperaron un poco más. Como aún no había venido, el padre tuvo que acostar a la pequeña Henrika, mientras que Naoko seguía resistiendo al sueño.

Justo cuando estaba a punto de caer en las redes de Morfeo, escuchó que llamaban al teléfono. Entreabrió los ojos y vio como su padre cogía el móvil.

− ¿Qué ha pasado? – preguntó

Naoko vio como su rostro se desencajaba y supo que algo no andaba bien. Agudizó el oído para escuchar la conversación, pero su padre se fue a la cocina a hablar.

La pequeña, acurrucada en el sofá con una manta encima, se preguntó qué es lo que ocurría.

Poco después, entró su padre al salón poniéndose el chubasquero a toda prisa:

−Naoko, vete ya a la cama, enseguida vengo, ¿vale? –

− ¿Y mamá? – preguntó con un hilo de voz

Tragó saliva, y tras unos segundos que parecieron horas, murmuró:

−No la esperes, no va a venir−

El corazón de Naoko dejó de latir

− ¿Cómo que no va a venir? – sus ojos brillaron en la oscuridad

−Escúchame, Naoko... − no sabía cómo decírselo− Por favor, súbete a tu habitación−

−¡¡No me voy a ir hasta que venga mamá!!−

−Naoko, por favor...−

−¡¡No me voy a ir hasta que venga mamá!!− repitió con los ojos llorosos

−No compliques más las cosas, ¡¡no va a venir!! ¿Vale? − trató de hacerla entrar en razón− Ha muerto en un accidente de tráfico−

Naoko se sorbió la nariz. No, no podía estar pasando esto. Su madre no podía haberse ido para siempre. No así, no tan de repente, no tan pronto.

−¡¡No me voy a ir hasta que venga...!!− no pudo acabar, las lágrimas se le atascaron en la garganta

El profesor no supo que más hacer. Decidió dejarla que se tranquilizase ella sola.

Sin embargo, cuando a la mañana siguiente regresó del tanatorio, se encontró con Naoko tiritando en el sofá, en la misma posición que la dejó, agarrada a un cojín humedecido por las lágrimas.

Se había quedado ahí toda la noche, con la esperanza intacta de que su madre vendría a acostarla como siempre había hecho.

Pero nunca llegó.

A partir de ese momento, Naoko jamás sería la misma.

🖇️🖇️🖇️


La vida de Nix cambió inesperadamente cuando sus padres le informaron de la débil salud de su abuela.

Vivía sola en una casa en New Orleans, el lugar de procedencia de su madre.

Ante ese aviso del cercano fallecimiento de la anciana, sus padres decidieron mudarse allí para cuidarla y pasar con ella los últimos momentos.

Nix dejó su vida en España con tristeza sin saber que nunca la recuperaría.

Al ser Morgana Quick hija única, ella y su familia se instalaron en la casa de su infancia. La cual tiempo después reformarían y se convertiría en su casa actual.

El pequeño Nix pasó con timidez a la habitación de su abuela:

−Hola granny− saludó

Observó a la anciana tumbada en la cama.

No la recordaba con el pelo tan blanco y con la cara tan arrugada.

−Phoenix, qué grande estás−

Se acercó a ella con una sonrisa

−Mi madre dice que estás enferma, así que te he hecho esto−

Le entregó un dibujo en la que aparecía la abuela con un traje de Superman que ponía: "Super Granny" sobrevolando el cielo. Y abajo había una casa y una familia saludándola.

−Es precioso, cariño, es una pena que no esté para ver cómo salvas al mundo−

Alzó una ceja sin comprender

− ¿Salvar al mundo? –

Asintió lentamente

−Tienes un corazón más grande que el universo, ese es tu poder, recuérdalo siempre− le dijo mientras que le apretaba la mano− Yo fui una de ellos, y tú finalizarás lo que comenzamos−

Nix escuchaba a su abuela con la mirada llena de intriga. Algo le decía que esas palabras que no parecían tener sentido, más adelante las comprendería

Entonces le entregó una especie de brazalete con un lobo blanco en el centro.

− ¿Qué es? –

Sonrió misteriosamente saliéndole más arrugas

−Una llave−

Nix se lo guardó. Algún día la necesitaría.

La anciana le acarició la mano de su nieto con dulzura y empezó a tararear:

"Cucú, cucú, cantaba la rana,

Cucú, cucú, debajo del agua.

Cucú, cucú, pasó un marinero
Cucú, cucú, llevando romero.

Cucú, cucú, pasó una criada
Cucú, cucú, llevando ensalada.

Cucú, cucú, pasó un caballero,
Cucú, cucú, con capa y sombrero.

Cucú, cucú, pasó una señora,
Cucú, cucú, llevando unas moras.

Cucú, cucú, le pedí un poquito,
Cucú, cucú, no me quiso dar,
Cucú, cucú, me puse a llorar."

Entonces, Morgana entró a la habitación:

−Vamos Phoenix, deja a la abuela que descanse−

El futuro policía miró por última vez a su granny.

Su mirada inocente traspasó la de su abuela, y supo que aquellos ojos que aún apagados no dejaban de brillar ocultaban una sabiduría ancestral.

🖇️🖇️🖇️


Ya estaba anocheciendo cuando los marineros de un barco pesquero de Gibraltar estaban recogiendo las redes con intención de regresar al puerto.

Sin embargo, uno de ellos vio algo en la lejanía... los últimos rayos del atardecer dibujaban en el agua el contorno de una persona.

Se acercaron, y se quedaron atónitos al descubrir a una mujer joven con un salvavidas agarrada a una tabla de un barco, junto con un bebé también con salvavidas

Los rescataron con sus redes y llamaron a urgencias. Mientras que llegaban a la cuidad reanimaron a la mujer y consiguieron hacerla despertar.

Le preguntaron que qué había pasado, y esta se puso a hablar en un idioma extraño mientras lloraba.

Después, el dueño del barco acompañó a la naufraga en la ambulancia haciéndose cargo de ella y de su bebé. Pasó un tiempo en el hospital recuperándose, y varios días después, su hijo se despertó del coma y lo estuvo tratando un médico.

Más adelante, la esposa del pescador, que era voluntaria en un centro de inmigración, ayudó a la familia a instalarse en Gibraltar. Les enseñaron a hablar inglés y español, los dos idiomas que se hablaban en la cuidad. También les ofrecieron un hueco en su hogar, así el pequeño crecería acompañado con la hija del pescador.

Así, poco a poco, la gente olvidó cómo había llegado la joven extranjera y la aceptaron como una más.

Y si alguien le preguntaba por lo ocurrido aquella noche, simplemente mentía diciendo que no lo recordaba. 

🖇️🖇️🖇️


Todo sucedió en una pizzería, donde tenía lugar el cumpleaños de una niña de 6 años con sus amigos del colegio.

Una madre llevaba al cumple a su hija albina, la cual tenía un peluche de unicornio en sus manos. Antes de pasar al establecimiento se le acercó un forastero:

−Disculpe, ¿dónde está el bar 4 estaciones? –

Era un hombre de piel tostada, pelo rapado y gafas de moldura transparente. Y a su lado, su hijo, que era una copia en miniatura.

−Es este de enfrente− le indicó

Mientras que la madre se quedaba hablando con las demás madres, y el hombre pasaba al bar a preguntar, el hijo de este le dice a Haizea:

− ¿Quieres que te haga un truco de magia? –

−Vale−

Sacó una baraja de cartas y le pidió que cogiese una. Después de ver la carta, que era el as de corazones, la metió junto con las demás. El pequeño Faolán barajeó el montón, y le indicó que cogiese la primera carta que se había quedado en el mazo.

Para sorpresa de Haizea era el as de corazones

−¡¡Ala!!− los ojos de la pequeña se iluminaron

Faolán se sintió orgulloso de sí mismo, porque había sido la primera vez que realizaba un truco de magia a alguien que no perteneciese a su familia. Y le invadió una sensación de felicidad al ver la sonrisa de la afortunada. Lo que más le gustó a Faolán era que a ella le había gustado.

Entonces supo que quería dedicarse a la magia, quería hacer que los ojos de la gente brillaran como habían brillado los de Haizea

−Vamos, no te quedes ahí− le llamó su padre

Se despidió de su inesperada amiga y regresó a la realidad

Mientras, Haizea pasó al restaurante con una sonrisa intacta en los labios.

La mayoría de los niños estaban sentados ya, y tuvo que buscar un asiento libre. Se iba a sentar al lado de la cumpleañera, pero una niña le dijo que ese asiento estaba ocupado por su amigo.

Así que le tocó quedarse en el asiento más apartado de la mesa.

Después de comer pizza, le cantaron cumpleaños feliz a Eva y las madres le dieron los regalos. En ese momento, Haizea se acercó a su amiga y le dio el suyo propio:

−Para ti−

Era un dibujo de ellas dos jugando en un campo de girasoles

−¡¡Qué bonito!!− exclamó− Lo voy a pegar en mi habitación− y le dio un abrazo

Sin embargo, la niña que estaba sentada a su lado, tuvo que estropear su momento de gloria:

−Es muy feo, es una chapuza− criticó

Haizea alzó la vista y fulminó con la mirada a aquella renacuaja de pelo oscuro y ojos castaños.

−Me gustaría ver cómo lo haces tú, Sandra−

−Lo haría mejor, y hasta con los ojos cerrados− replicó con retintín− En cambio a ti, yo sí que tengo talento para la pintura, me lo ha dicho mi madre−

Antes de que Haizea pudiera responde a su provocación, la cumpleañera intervino:

−¡¡Parad ya!! No quiero ver el día de mi cumple a mis dos mejores amigas peleándose−

Entonces llegó la hora de la foto.

Todos los niños rodearon a Eva. La pequeña albina trató de hacerse hueco para salir al lado de su amiga, pero la empujaban y la desplazaban hasta que se quedó fuera.

Sin importar que Haizea saliera apartada, la madre hizo la foto.

En ella se podía ver perfectamente a todos los niños sonriendo, y luego, en una esquina, casi imperceptible, a una niña albina que miraba a la cámara con una mirada asesina que era capaz de traspasar el papel y de matar a la persona que estuviese viendo la foto.

− ¿Me dejas tu unicornio? – le pidió una de sus compañeras de clase

−Vale−

Haizea se fue un momento al baño y cuando volvió se encontró con Sandra y con la otra chica peleándose por su juguete favorito

−¡¡Troya!!− exclamó viendo lo que iba a pasar

Pero llegó tarde. Las dos tiraban de una punta del unicornio y al final acabaron por partirlo por la mitad

−Ya no lo quiero− dijo Sandra al ver que se había roto

Haizea cogió a su preciado unicornio y pasó sus dedos por la parte por donde se había roto, como tratando de taponar una herida invisible.

Habían partido en dos a Troya, pero también a su propio corazón. Sus lágrimas le quemaron la cara.

Estaba harta de que jugasen con ella como si fuese ella el peluche, que la rompieran una y otra vez de forma imperceptible. Pero que también destrozasen a su unicornio, eso ya era el colmo.

En ese momento, Haizea, llena de rabia, sintió que su corazón ardía en su pecho; y expulsó toda su ira al exterior:

De repente, para sorpresa de todos los allí presentes, el suelo tembló, la mesa del cumpleaños se partió por la mitad, los globos estallaron, los cristales se rompieron en pedazos y un montón de repugnantes cucarachas tomaron el establecimiento subiéndose por las paredes y por personas hasta no quedó ni un hueco.

Viendo aquel descontrol estaba Haizea, aparentemente una niña más que agarraba su peluche roto. Sin embargo, su mirada chispeaba de satisfacción, incluso se le dibujó una diminuta sonrisa al ver como Sandra saltaba asqueada para tratar de sacarse a las cucarachas de su ropa.

Las madres sacaron de la pizzería a todos los niños entre gritos, arcadas y pisotones.

Y una vez que estuvieron fuera, descubrieron con horror que la mesa estaba entera, los cristales perfectamente en su sitio, los globos hinchados ondeaban el aire, y no había ni rastro de las cucarachas.

Aún así, se dio por finalizado el cumpleaños. Ya nadie quería volver a dentro.

Las madres se llevaron a sus hijos lo más rápido que pudieron. Y Haizea se quedó con la familia de Eva a esperar a la suya.

−Eva...− se acercó a su amiga después de que se le pasase el enfado

−No te acerques− se apartó con los ojos llorosos− Lo has estropeado todo−

−Pero yo no quería...−

−Sandra tenía razón, eres una bruja−

Haizea se desmoronó. Se sentó en el bordillo y se tapó la cara con las manos para que nadie viese que estaba llorando.

"¿Qué he hecho?" se preguntó

Un sentimiento de culpa y de miedo la abordó al recordar que había disfrutado al ver como la gente corría y chillaba.

"Soy una bruja"

Así, Haizea, llorando desconsoladamente, con su unicornio y su corazón partido, se sintió sola. Sola, porque no podía encajar en un mundo de colores siendo ella el blanco. El blanco ni si quiera era un color.

− ¿Por qué lloras? –

Se sobresaltó, no esperaba que nadie se acercase a ella

Alzó la cabeza y se limpió los ojos con la manga

−No estoy llorando−

El misterioso chico que se había sentado a su lado arqueó una ceja:

− ¿Por qué mientes? – y antes de que pudiese responder, añadió− Y ahora me dirás que no estás mintiendo−

"¿Cómo lo ha sabido?" se preguntó

Miró a sus ojos verdes y se vio reflejada en ellos

−He hecho algo malo− se sinceró

Su mirada transmitía comprensión

−No seas tan dura contigo misma, todos alguna vez hemos hecho algo mal, lo importante es que no lo hayas hecho a propósito−

− ¿Y si no sé si lo he hecho a posta o no? –

La mirada de Haizea era la misma que la de un niño que había roto un jarrón sin querer

−Si te preguntas eso es que no ha sido tu intención. De todas formas, Sandra se lo merecía. ¿Has visto que cara ha puesto? – y trató de imitarla

La sonrisa de Haizea era como el arcoíris después de la tormenta

−Gracias por consolarme−

−No ha sido nada− el chico sonrió orgulloso con su trabajo− ¿Te gustaría ser mi mejor amiga? –

− ¿Seguro que quieres ser mi amigo? –

−Sin miedo al éxito−

Y se dieron un abrazo que a Haizea le hubiese gustado que durase un poco más

−Por cierto, ¿cómo te llamas? –

Los ojos del que se convertiría en su soporte emocional brillaron como dos estrellas en el cielo

−Ezpel− 

🖇️🖇️🖇️


Aquella tarde de verano los rayos del sol calentaban una abarrotada playa de Gibraltar.

Los adultos permanecían tumbados en la toalla tomando el sol, o debajo de una sobrilla leyendo algo en sus teléfonos. Otros se divertían jugando con sus hijos al volley u otros deportes. Los más pequeños chapoteaban en la orilla o se entretenían jugando con la arena.

En cambio, resaltaba en esa perfecta postal, una niña que estaba arrodillada tratando de ayudar a unas tortugas bebés que acababan de eclosionar su cascarón.

La mirada de Odessa se enterneció al ver cómo abrían por primera vez los ojos las tortuguitas y observaban el lugar como perdidas en un mundo que era nuevo para ellas.

Mientras, cerca de allí, estaba un niño rubio de ojos verdes haciendo un castillo de arena. Ya casi lo había terminado. Pero, inesperadamente, una tortuga lo derribó tratando de encontrar el camino hacia el mar.

−¡¡Eh!! ¿Qué has hecho? – le reprochó el niño

Cogió a la derribadora de castillos, y esta torció su cabeza como diciéndole: "me estaba estorbando, ¿por qué te quejas?"

−¡¡Ahí estás!!−

Giró la cabeza y se encontró con una chica de su edad con rastras por todo el pelo

− ¿Yo? – se señaló Alec, confundido

−No, la tortuga−

Alec se la dejó

− ¿Es tuya? –

−Qué va, es una de las tortugas que acaba de nacer y estoy ayudándolas a llegar al mar− y añadió− Necesito que me eches una mano−

El chico se fue con ella.

En verdad, hubiese hecho cualquier cosa que le hubiese pedido. Si le hubiera dicho de jugar al volley, lo hubiese hecho, aunque se le diese fatal; si le hubiera dicho de prestarle su cubo y su pala, lo hubiese hecho sin pensarlo; si le hubiera pedido que le diera un abrazo, se lo hubiese dado, aunque no fuese de abrazar.

Porque Alec era incapaz de decirle que no a esos ojos que tenían embotellados el mar, la tierra y el cielo juntos.

Y así, Alec y Odessa llevaron cuidadosamente a las tortugas a la orilla; quitaron la basura que había desparramada por el agua, y observaron con los ojos brillantes como caminaban lentamente por la suave arena hasta introducirse en un mar.

Alec grabó en su mente la imagen de un montón de tortugas nadando hacia las profundidades bajo la aurora boreal del atardecer.

Nunca antes había visto algo tan bello.

−Hemos hecho un gran trabajo− dijo ella sonriendo mientras miraba hacia el horizonte

−Todavía queda uno− Alec tenía en sus manos un huevo intacto− Deberías quedártelo tú−

Odessa sostuvo el pequeño saco de vida

−Ya nos veremos− se despidió con una sonrisa que podría cegar al propio Sol

−Sí, ya nos veremos−

Alec se dejó caer en el manto arenoso y dibujó con su dedo un corazón en la arena.

Seguramente cuando se marchase lo borrarían las olas. Sin embargo, ni la ola más grande conseguiría borrar la réplica que se había dibujado en su interior. 

🖇️🖇️🖇️


Los padres se sentaron frente a la mesa del director. Era la primera vez que les convocaban y no sabía qué les dirían sobre su hijo de apenas 3 años.

−Desde que ingresó en la escuela, he notado que Chester tenía un comportamiento raro...−

− ¿A qué se refiere? – se preocupó la madre

−A que no se comporta como los demás niños− empezó− Lo he estado estudiando y observando estos días, Chester no se relaciona con los demás niños, es más, los evita; en cambio, se pasa horas y horas jugando con los juguetes que involucren teclas y números. También he comprobado por los ejercicios realizados que posee una inteligencia sobresaliente muy desarrollada para su edad. Podríamos estar frente a un pequeño genio−

−Eso es genial− murmuró el progenitor

−A pesar de ello, a la vista de lo que pasó ayer; Chester estaba jugando y a su lado se cayó un niño que pasaba corriendo, Chester lo vio de caerse, y no le ayudó, siguió a lo suyo, ni si quiera soltó una lágrima al verlo llorar−

− ¿Eso es malo? – preguntó la madre con un hilo de voz

−No tiene por qué, ¿vosotros en casa notáis que muestra falta de afecto, que le resulta difícil mantener el contacto visual? –

−Sí, la verdad es que sí. Además, como ya le comentamos, le cuesta mucho hablar, casi no puede formular una frase entera−

El directo asintió

− ¿Quiere decir que nuestro hijo tiene algún problema? – intuyó el padre

Los miró detalladamente y carraspeó:

−Todo ello son claras señales de que puede tener autismo−

Jamás pudieron mirar,tratar ni educar a su hijo igual

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top