El desencadenante #6

Wolframio Wolferson ~

Pasó a aquella pequeña tiendecilla, que parecía una antigüedad rodeada de edificios mordernos, haciendo sonar la campanita.

El interior olía a polvo, ambientador y madera.

En el momento en el que entraba, vio de refilón a una muchacha que se iba de la tienda. Obviamente no se fijó en ella. Un error del que pronto se arrepentiría. Wolframio echó un simple vistazo a las estanterías plagadas de juegos de mesa como cubos de Rubik, parchises, dominós, un montón de diferentes cartas... todos ellos parecían estar hechos a mano.

Se dirigió hacia el mostrador de diseño pasado de moda:

−Buenos días...− miró alrededor en busca del dueño

Este salió de detrás del mostrador con un juguete de cuerda, que parecía una reliquia, y con una herramienta diminuta con la que trataba de repararlo.

Wolframio se aclaró la garganta para llamar su atención

−Perdona, no le había visto− se disculpó mientras que se recolocaba sus enormes gafas de gruesa montura

Era un hombre que debía superar la barrera de los sesenta años, y que debería también estar jubilado y no trabajando a su edad. Tenía el pelo blanquecino y estaba un poco encorvado. Sin embargo, a Wolframio le llamaron la atención sus vivaces ojos. No concordaban con su apariencia física. Aquellos ojos, que ampliaban las lentes que llevaba, parecían que conservaban la juventud; como si el tiempo no hubiese pasado por ellos, como si fuesen inmunes a la vejez.

−Venía a recoger un pedido...− dijo algo en ruso−

Las pupilas del anciano brillaron al captar el mensaje

−¡¡Ah, sí, sí!!− exclamó

Dejó el juguete en la mesa y se puso a buscar en los cajones que había detrás del mostrador

− ¿Qué número era...? ¿El 402? No, no era el 403... − murmuraba para sí

Mientras que Wolframio esperaba se preguntó qué armas le iba a proporcionar el presidente, y por qué le había llevado a esa tienda que tenía toda clase de objetos curiosos pero inofensivos. ¿Esperaba que matase a alguien con un yoyó?

−¡¡Aquí está!!−

El señor de la tienda dio un golpe seco en la mesa al colocar un maletín. Lo abrió y lo giró para que Wolframio viese el contenido

− ¿Qué te parece? ¿No son preciosas? –

A Wolframio se le quedó cara de panoli. No era exactamente lo que había imaginado...:

− ¿Eso no es un ajedrez? – preguntó al ver un tablero bicolor y un montón de piezas

−Pero no es un ajedrez cualquiera...−

Cogió una de las piezas, un peón, y trató de partirlo por la mitad

−He escondido varias cuchillas, cada una diseñada específicamente para una parte del cuerpo, dentro de estas piezas−

"Qué ingenioso" pensó el asesino

−Vaya, se debe de haber atascado...− musitó al comprobar que no se abría el peón

Decidió probar con el rey; pero tampoco consiguió que aparecieran las cuchillas.

−Recórcholis, ¡¡este es un juego de ajedrez normal!!−

Volvió a mirar en los cajones en busca del maletín que necesitaba Wolframio.

−¡¡Recórcholis!!− una súbita idea se le pasó por la cabeza y se llevó la mano a la boca con preocupación− He debido de dárselo a esa jovencita...−

− ¿¡Cómo dice?! –

A El Tigre le entraron los siete males. Si era cierto lo que decía... No, no podía ser. Se negaba a pensar que le hubiese vendido a algún cliente por equivocación el maletín con las armas que le correspondían... ¿Qué pasaría si por algún casual descubría las cuchillas?

−... sí, estoy seguro de que se lo ha llevado la muchacha que salía de la tienda cuando usted entraba−

A Wolframio solo le quedaba una opción: encontrarla. Problema: que el recuerdo de su rostro era vago y difuso

− ¿Cómo era? −

−No te sé decir... lo siento muchacho, la edad te hace perder facultades. Solo sé que no era una cliente frecuente−

−Gracias de todas formas−

−Toma, llévate un ajedrez corriente y cuando la encuentres se lo cambias−

"Cómo si fuese tan fácil" pensó El Tigre.

¿Cómo iba a encontrar a esa chica entre miles y millones de personas sin saber nada de ella? Podría ser cualquiera, podría estar en cualquier sitio.

Era como encontrar una aguja en un pajar. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top