El desencadenante #5
Odessa Thunberg~
Acababa de llegar a Madrid en barco desde Estocolmo. Tras pisar suelo español, tuvo que coger el metro para llegar hasta su hotel.
Odessa se abrió paso con dificultad, esquivando a la gente que le señalaba y escondiéndose de las cámaras. Odessa sentía que se ahogaba en esa gran masa de gente. Estaba tan acostumbrada a pasar tiempo con seres vivos fotosintéticos que al verse rodeada de tanta gente de su especie se le hizo abrumador.
Consiguió a duras penas entrar en el vagón y se sentó en el único asiento libre. El metro le pareció sinceramente una gigante lata de sardinas humanas con ruedas.
Además, la atmósfera era pesada. Se respiraba cansancio, monotonía, aburrimiento. La atmósfera se había cargado de la energía que transmitía la gente que entraba y salía constantemente.
Por otro lado, el trayecto no resultó reconfortante; más bien todo lo contrario. Tenía a un hombre enfrente que tosía cada dos por tres, había una mujer con un bebé en brazos que no paraba de llorar, el señor que estaba a su lado llevaba una televisión que ocupaba prácticamente su asiento y parte del de Odessa, dos abuelillas contándose cotilleos, y para colmo, basura por todos lados: latas de refresco vacías, chicles pegados, bolsas de patatas...
"¿Qué clase de cárcel es esta?" se preguntó Odessa horrorizada
Respiró hondo y desdobló el papel que estaba manoseando y lo volvió a leer: "la muerte vendrá a buscarte".
Puede que no significase nada, había muy pocas probabilidades de que fuese dirigido precisamente hacia ella; y aunque fuese así, había aún menos de que se cumpliese ese pronóstico. Sin embargo, lo curioso es que mientras estaba navegando había visto en el mar una botella de coca cola y se negó a dejar ese residuo contaminando el océano. Entonces, al cogerla, descubrió ese misterioso mensaje dentro.
Odessa sintió un escalofrío; era una de esas personas que no creían en las casualidades, pero también era muy racional. Estaba confusa ante ese mensaje. No era ni muy supersticiosa ni tampoco rechazaba todas las supersticiones. Por ejemplo, no creía en el horóscopo, pero sí que se sentía identificada con su signo zodiacal. De hecho, tenía el tatuaje del símbolo de acuario (♒) en el meñique.
De todas formas, tenía problemas más importantes que ese. Hacía unos minutos le había llamado Leah (quien le iba a sustituir en el discurso de la cumbre del clima mientras que Odessa se enfrentaba a los rusos) diciendo que había habido un accidente en el aeropuerto, se habían retrasado todos los vuelos y que no llegaría a tiempo.
Odessa estaba desbordada. No había contado con que podría ocurrir algún contratiempo. ¿Quién la sustituiría ahora? Podría hacerlo ella misma, claro, pero mientras que se desarrollaba la cumbre del clima caería el meteorito... y no podía estar en dos sitios a la vez...
"Necesito descansar mi mente" decidió al fin al ver que se estaba estresando
En ese momento, el metro paró, se bajaron varios pasajeros y se subieron otros nuevos. Entre ellos estaba Alec.
Alec subió al metro abarrotado y miró a la gente con mirada analítica. Pero no se fijaba en sus rostros, sino en sus manos. La mayoría de ellos estaban usando sus teléfonos, otros escuchando música, otros sujetaban la compra de la semana, otros muchos estaban de pie porque no había asientos libres...
Sin embargo, su vista se detuvo en el libro que alguien estaba leyendo. Sus ojos se iluminaron, y se sorprendió que aún quedase gente que le gustase leer.
Además, pudo ver la portada. La reconoció fácilmente. Lo que más le sorprendió es que estaba leyendo "Tú eres yo", uno de sus libros favoritos.
Alec recordó entonces una de las frases que tenía apuntada en su libreta: "Ver a alguien leyendo un libro que te gusta es ver a un libro recomendándote una persona"
−Ese libro es una verdadera obra de arte− habló mientras que tomaba asiento a su lado
La chica alzó la cabeza de las páginas y sonrió
−Es la tercera vez que me lo leo y no me canso−
Alec también sonrió y sus ojos se iluminaron imperceptiblemente. La chica le resultaba familiar. Pero no consiguió saber de qué le sonaba. Recordar a las personas no se le daba tan bien como recordar libros.
−He crecido leyendo los libros de esta autora y son magníficos, siempre consigue meterte dentro de la historia−
−¡¡Sí!!− concordó Odessa− Como en este, que te me te literalmente dentro de la historia− refiriéndose al libro que tenía en sus manos
−Además me encanta la profundidad con la que crea a sus personajes, parecen...−
−... tan reales como cualquiera de nosotros− completó la activista
Los dos sonrieron. Parecía que tenían telepatía con solo mirarse.
− ¿Alguna vez te has preguntado si eres tú mismo un personaje de novela y vives sin ser consciente de ello? – Alec activó su modo filosófico recordando la trama de "Tú eres yo"
Odessa se lo quedó mirando con cierta admiración
−Nunca me había hecho esa pregunta− admitió
−Si fuese así, no seríamos reales, tan solo un producto de la imaginación del escritor−
−Aunque, si no existiésemos, tampoco podríamos morir− reflexionó Odessa
Tenía sentido, algo que no existe no puede dejar de existir. Alec se la quedó mirando con cierta admiración
−No se me había ocurrido eso− admitió
− ¿Cómo te llamas? –
A Odessa le entró curiosidad por saber más acerca de él
−Soy Alec, ¿y tú? −
−Odessa Thunberg−
Solo entonces cayó en la cuenta:
− ¿¡Odesa Thunberg!? – exclamó atónito− ¿¡Tú eres la famosa activista medioambiental de Suiza!? −
−De Suecia, sí−
Alec se quedó a cuadros. Había estado hablando tranquilamente con un icono de la televisión, una figura muy influyente en la actualidad que luchaba contra el cambio climático y a la cual todo el mundo conocía... y encima no se había dado cuenta de quién era...
−No me imaginaba a la famosa Odessa Thunberg leyendo libros así− comentó todavía sin salir de su asombro
Se encogió de hombros
−La fachada engaña−
En ese momento, a Odessa se le ocurrió una idea brillante
−Oye Alec, sé que no nos conocemos de nada y entiendo si no quieres meterte en esto, pero... ¿podrías hacerme un favor? –
−Claro, ¿por qué no? –
🖇️🖇️🖇️
Odessa salió del metro con una sonrisa en el rostro. Sabía que había hecho lo correcto. Algo le decía que había hecho lo correcto.
Por unos momentos se olvidó de lo agobiante que era tanta gente apelotonada; su mente estaba demasiado ocupada felicitándose por su brillante idea.
Era consciente de que estaba confiando en un extraño, y de que le estaba dejando al cargo de una gran responsabilidad; pero también era consciente de que era la única solución.
Confiar tan rápido no era propio de Odessa; sin embargo, nunca había tenido una conversación tan interesante con nadie. Sin importar el rango que ocupasen, ya fuesen políticos, empresarios, profesores, albañiles o gente común, todos hablaban de los mismo: dinero, problemas personales, salud, bienes materiales...
Odessa estaba cansada de tanta superficialidad; no tenía a nadie con quien hablar de (a parte del cambio climático) libros, atardeceres, extraterrestres, muerte, sueños, felicidad...
En cambio, Alec le había parecido diferente. Desconectado del mundo, pero conectado consigo mismo. Todo un personaje.
Sonrió con ironía mientras pensaba: "Algunos personajes de novela parecen personas reales, y algunas personas reales parecen personajes de novela"
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