El desencadenante #4

Xiomara Woo ~

En aquel avión Xiomara era un pasajero más. Uno más que se confundía con los pasajeros que viajaban para ver a sus familiares, que se iban de vacaciones o por razones de trabajo. Xiomara se camuflaba entre todos ellos, como si fuese uno de ellos, como si viajase por la misma razón, como si no cargase con un enorme peso.

Estaba en uno de los asientos mirando por la ventanilla y veía el cristalino cielo azul y un par de nubes juguetonas; en ese momento le pareció muy lejano el desastre ocurrido en su mansión. Aquello parecía parte de una horrible pesadilla, y lo que estaba viviendo un sueño. Aunque sabía tristemente que después de un par de días dejaría de soñar y regresaría a la pesadilla de la que había salido.

Se estremeció con solo pensarlo. No quería volver. No quería enfrentarse a las consecuencias de su huida. Porque, en cierto modo, solo estaba huyendo, retrasando lo máximo posible el castigo que le impondría su padre. Pero eso era algo inevitable.

Respiró hondo y trató de sacar esos pensamientos de su cabeza. Sin embargo, la canción de "cielo en la mente" de Emilia que sonaba por los altavoces no ayudaba.

"Pa' cumplir los sueños nunca es tarde
El que no lo intente es un cobarde
Mi papá me dijo que siga adelante
Los pequeños pasos me hicieron gigante"

Xiomara trató de ocultar sus lágrimas, y maldijo a su profesor de español

"Hoy descanso en una suite
Me está esperando Madrid
Tengo un conjunto nuevo
Pa' pasear en la aveni"

Se sentía totalmente identificada; y se preguntó cómo era posible que una canción describiese su vida

"Y yo
Estoy segura de quién soy
Aunque me dijeron, "No"
Eso nunca me importó
Cuando cierran una puerta
Siempre se abren otras dos, oh-oh"

Xiomara no podía más. Sentía que la canción hablaba de ella. Mejor dicho, sentía que era ella la que cantaba la canción. Se sorbió la nariz mientras que le se escapaban varias lágrimas furtivas.

Una vez que llegó a Madrid se alojó en el hotel Vincci Capitol y cuando pasó a su habitación, se tiró en la cama. Estaba agotada. Pero tenía que dejar atrás lo pasado y centrarse en el presente. Y en ese momento lo que le urgía era solucionar el problemilla de su maleta. Se la había dejado en casa.

Pero más importante incluso que su ropa era el tablero de ajedrez. ¿Cómo iba a ganar el torneo si no tenía dónde practicar? Es cierto que podía usar varias aplicaciones, pero ella prefería entrenar en físico, tocar las piezas con sus propias manos y uno una pantalla inerte.

Con el pensamiento de conseguir un tablero y unas piezas se despidió del hotel internándose en el bullicio de las calles madrileñas. 

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