El desencadenante #30
CH Rutherford ~
Antes de que el concierto de Nefelibata diese comienzo, CH se había deslizado hasta el baño dejando a su prima con sus amigos.
−Amo, ¿ha tomado ya una decisión? – le preguntó Rupert con su voz metálica
CH asintió lentamente mientras sacaba de su bolsillo la lista que había elaborado a ordenador. La primera página eran pros y contras de aceptar el trabajo que le habían propuesto. Las otras 10 hojas siguientes eran cálculos matemáticos para decidir cuál opción era la más apropiada.
CH observó de nuevo las ecuaciones, las operaciones logarítmicas, las integrales... y su mente se perdió en el mundo numérico.
−Iré− dijo volviendo en sí
−Es muy arriesgado, amo−
−Ya, pero... tengo... tengo... − se estrujó los sesos para tratar de explicarse
Buscaba la palabra "corazonada" pero no la encontró en su archivo mental
−Debemos marcharnos entonces, amo−
Sin embargo, el matemático se quedó parado enfrente del espejo observando su rostro
−Amo, ¿le ocurre algo? –
−Raro, nada− rectificó y echó a andar fuera del servicio
Una vez fuera, tuvo que sortear a la gente del concierto y a duras penas consiguió salir. Mientras lo hacía, se escuchó por los altavoces la noticia de que Nefelibata había desaparecido de su camerino y que todos sus guardaespaldas estaban desmayados en el suelo.
Tras salir del recinto, CH buscó algún taxi. Su futuro jefe le había enviado la localización del lugar donde le recogerían.
Ya había tomado una decisión y no se echaría atrás.
Confiaba en los algoritmos matemáticos y en esa corazonada que había camuflado con su pensamiento racional.
🖇️🖇️🖇️
Alec Galliano ~
−Por tanto, señores y señoras, niños y niñas, solo me queda una cosa más que deciros...− el micro se desconectó
De repente, las pantallas gigantes donde se retrasmitía en directo a Alec, cambiaron de imagen y mostraron a una periodista:
−Corto la comunicación para informaros de un reciente avistamiento de un objeto no identificado en el cielo de Madrid, varias fuentes aseguran que se trata de un meteorito...−
Alec no escuchó más. Ahora que la gente estaba ocupada con la noticia de última hora, decidió que era el momento perfecto para escapar sin ser visto.
Se deslizó por el escenario abandonando al que había sido su público durante media hora y bajó las escaleras de dos en dos.
Se dirigió a todo correr al camerino para quitarse el disfraz; y alguien le paró en su carrera:
−Odessa, ¿a dónde vas? – le preguntó un técnico de sonido que pasaba por allí
−Te lo explicaría si tuviese tiempo−
Precisamente tiempo era lo que le faltaba
Alec llegó al camerino, dejó las ropas y la peluca tiradas por el suelo y salió por la puerta trasera que daba a la calle.
Por fin lejos del barullo, respiró profundamente para calmarse y trató de organizar rápidamente sus ideas. Lo primero era ir a dónde iba a caer el meteorito para echarle una mano a Odessa.
Le supo un poco mal desaparecer de la cumbre del clima sin dar explicaciones; y, sobre todo, dejar a medias el discurso que tanto ímpetu le había puesto, y a una muchedumbre que le había estado vitoreando y aplaudiendo desde el comienzo hasta el fin. Una muchedumbre que le había admirado durante unos minutos. Seguramente los primeros y últimos minutos que un grupo de personas le admirase.
Le dio pena dejar atrás su momento de gloria; aunque en verdad, esa gloria no le correspondía a él. Era de Odessa y de nadie más. Alec tan solo había hecho la interpretación de una obra que no había escrito. Los aplausos, los vítores y el mérito no era suyo.
Alec se recorrió la calle en busca de algún taxi libre.
Entonces vio que había uno parado y que estaban hablando con el taxista dos chicos jóvenes. Ese era su única esperanza.
Llegó hasta ellos jadeando:
−Hola... ¿podría subir yo también? –
Los tres se lo quedaron mirando
El taxista era un tipo barrigudo, y los otros dos muchachos... uno era moreno de piel y pelo rizado cuya mirada no le inspiraba confianza. El otro, de rasgos asiáticos, con un robot flotando a su lado, que apenas le sostenía la mirada le resultó familiar.
Pero la memoria de Alec tardaba en reconocer caras y no supo decir en dónde lo había visto.
− ¿A dónde se dirige? – preguntó el taxista con voz ronca
En ese preciso instante, Alec cayó en la cuenta de que no sabía a dónde iba.
El hombre estaba esperando una respuesta, y tuvo que improvisar:
−Verá... me dirijo al lugar donde caerá el meteorito− soltó de una
Alec se dio cuenta de la chorrada que había dicho justo cuando ya lo había dicho.
Hubo un silencio suficientemente breve para que el taxista pensase que ese chico estaba loco
−Creo que yo voy al mismo sitio− apuntó Faolán− Hacia las afueras de la cuidad−
Alec había tenido el golpe de suerte de su vida
−Vaya, que casualidad− murmuró aliviado
− ¿Y dónde es eso exactamente? –
El conductor debía de estar tirándose de los pocos pelos que le quedaban en la cabeza por tener que llevar a dos locos en su coche
−Yo... tengo...eh... − habló con dificultad CH− la u-bi-ca...−
− ¿¡Tienes la ubicación!? – se sorprendió Alec
− ¿¡También tú vas allí?!− se sorprendió Faolán
El matemático asintió
−Bueno, pues... todos adentro−
Pobre taxista, se le habían juntado, no uno, sino tres locos en un mismo viaje
CH se sentó al lado del conductor, con Rupert en su regazo, para poner su móvil en el soporte de móviles del coche y que pudiera guiarle hasta su destino. Mientras que Faolán y Alec se sentaron atrás.
− ¿Vosotros que vais a hacer allí? – inició la conversación el mago
−Trabajo− respondió CH
Se quedaron esperando a que dijese algo más, pero no abrió la boca; fue su robot quién aclaró:
−Mi amo no es un muchacho de muchas palabras, ya que sufre un autismo leve−
− ¿Y tú? –
Alec sintió su mirada clavada en él
−Es difícil de explicar−
Entre otras cosas porque no podía explicarle que había reemplazado a Odessa Thunberg en su mítico discurso y que se había enterado sin querer del embrollo en el que andaba metida y quería ayudarla
− ¿Y tú? –
Faolán se mordió el labio
−Lo mío también es difícil de explicar−
Entre otras cosas porque era poco creíble contar que trataba de salvar a una misteriosa chica de las manos de unos asesinos rusos para así conseguir dinero por su rescate
En ese instante, Alec se arrepintió de haberse dejado su libro en el piso de su hermana, y tuvo que conformarse con mirar por la ventanilla. Su vista se desvió hacia el retrovisor que reflejaba a CH.
Entonces las neuronas de Alec conectaron:
−Ya sé de qué me suenas, ibas con uno de los amigos de mi hermana Elicia−
Sí, se acordaba de que era el chico antisocial que se sentó a su lado en el sofá y que estaba concentrado en la tablet
−Es posible− respondió Rupert por él− La prima de mi amo estudió con una alumna de intercambio que se llamaba así−
−Qué pequeño es el mundo− murmuró Alec
Mientras, Faolán rebuscaba algo en su mochila. Más bien comprobaba que tenía los jabones y champús que había cogido del hotel. Y como tenía tantas cosas dentro, se le resbaló el cuadro de la chica albina.
−Es bonito, ¿de quién es? – lo cogió Alec
−De una amiga− mintió
Lo observó con detenimiento, aunque a él le iba más el arte escrito más que el visual
−Es una pena que estén manchados los bordes−
Faolán frunció el ceño. No se había percatado.
Justo esa era la prueba que necesitaba, esas pequeñas manchas en forma dactilar eran manchas de veneno
−Hemos llegado−
Se bajaron del coche y no les dio tiempo a asimilar lo que estaba a punto de ocurrir.
Una enorme bola caída del cielo se estrelló a escasos metros de donde se encontraban. El suelo tembló haciendo que se elevasen unos milímetros, para después ser atraídos por la gravedad. En esos escasos segundos en los que sus pies se despegaron del suelo, Alec sintió que se salía el alma por la boca.
El golpe los hubiese matado.
Por suerte, Rupert se transformó en cama elástica salvándoles el pellejo.
−Buen trabajo− le felicitó su creador
Desgraciadamente, el taxista no había tenido la misma fortuna. Su coche había quedado aplastado como un sándwich y su cuerpo yacía en el asiento como un claro ejemplo de que la vida son dos días
−Al menos el viaje nos sale gratis− dijo Faolán viendo el vehículo hecho chatarra
Y antes de que pudieran recuperarse de lo sucedido: BUM
Otra explosión más
−He estado a punto de morir dos veces en un minuto− musitó Faolán− Nuevo récord−
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