El desencadenante #19
Xiomara Woo~
−No me puedo creer que falte tan solo una hora para que mi mayor sueño empiece a hacerse realidad− habló con los ojos relucientes
−¡¡Es genial!! ¡¡Tienes que ir a tope!!− exclamó Gao en la videollamada
Xiomara había llegado muy lejos. Casi podía rozar con las yemas de los dedos de las manos el ansiado trofeo de campeona del mundo.
Aun así, se sentía incómoda; todavía no había pasado nada que la alejase de su sueño como siempre le solía pasar. De momento todo estaba yendo sobre ruedas y eso le daba miedo.
− ¿Qué tal van las cosas por allí? – se atrevió a preguntar con un hilo de voz
Gao hizo una mueca de desagrado
−Desde que te escapaste papá se ha vuelto más severo− suspiró con tristeza− No nos deja salir de casa bajo ninguna circunstancia, ni siquiera al jardín, tenemos que dar nuestras clases virtualmente y nos tiene prohibido pisar tu cuarto−
Xiomara tragó saliva imaginándose estar en esa situación. Casi podía sentir la opresión y el encarcelamiento que sentía su hermanastro.
− ¿Ha dicho algo sobre mí? –
−Que cuando pongas un pie en la mansión te va a meter en una jaula sin comida ni bebida hasta que aprendas la lección− el corazón de la ajedrecista dejó de latir− No lo ha dicho exactamente con las mismas palabras, pero sí, algo así−
Xiomara se llevó las manos a la cabeza; era consciente de que acababa de cavar su tumba
−No sé qué voy a hacer cuando acabe el campeonato−
−No vuelvas− su hermanastro lo tenía claro− Además de que papá ha contratado a una brigada de hombres para que te traigan de vuelta a casa. Es cuestión de tiempo que te encuentren−
Sintió un escalofrío. Es sorprendente lo que era capaz de hacer el multimillonario chino para mantener encerrados a sus hijos e impedir que vean el mundo que hay más allá de las paredes de la mansión. Pero Xiomara seguía sin entender el por qué.
−Es horrible− murmuró
−Sí... me dan ganas de tirarme por la ventana−
−Ni lo intentes− le dijo con voz autoritaria
−Ya lo he intentado− se encogió de hombros− Pero una limpiadora me atrapó, y ahora han puesto barrotes a mi ventana− escupió con rabia− Ya ni si quiera puedo ver el cielo−
Xiomara se mordió el labio, supo que tenía que decir algo para animarlo:
−Tienes que aguantar, Gao, tú eres el único que puede enfrentarse a papá y a sus normas injustas−
−Estoy tratando de hacer una revolución, solo tengo que convencer a los demás para unir fuerzas−
−Lo conseguirás− le apoyó la ajedrecista
−Por cierto, ¿has vuelto a hablar con Yin? – cambió de tema
Con solo escuchar su nombre se le reabrió la desgarradora herida producida por su traición. En su mente se dibujó el rostro de su hermanastra mirándole con los mismos ojos que los de su padre.
Unos incesantes golpes en la puerta la rescataron de ese escalofriante flashback.
−Luego hablamos− le dijo a Gao
−Vale, ¡¡mucha suerte en la partida!!−
Xiomara colgó y fue a abrir. No se esperaba en absoluto encontrarse con Wolframio.
−Hola− le saludó este− ¿Te importaría prestarme tu tablero de ajedrez? Me gustaría estar entrenado para la próxima vez que juguemos−
Xiomara parpadeó incrédula. Vaya, parecía gustarle el ajedrez tanto como a ella.
−Sí, claro−
Cogió el maletín que tenía encima de su escritorio y se lo entregó
− ¿Te parece que esta noche después de cenar echemos la revancha? – propuso
El Tigre recordó que esa noche ni si quiera cenaría en Madrid, que probablemente estaría viajando en avioneta si no había llegado ya a Rusia.
−¡¡Estupendo!!− dijo sin pensar− Y esta vez estaré preparado−
Xiomara se despidió con una sonrisa y se internó en su habitación para prepararse.
"Qué fácil ha sido" pensó el asesino con el maletín en sus manos "Me ha entrado hambre, me merezco un delicioso helado de pera y queso azul"
Paralelamente, mientras que la ajedrecista se estaba arreglando, encontró un peón oculto en un rincón. Seguramente se debió de caer al suelo cuando recogían las piezas después de la partida con Wolframio.
Pensó en pasarse por su habitación para dárselo, ¿cómo iba a practicar si le faltaba una pieza?
Con esas intenciones salió al pasillo del hotel, y como había visto cuál era su habitación, se dirigió hasta ella. Fue a llamar a la puerta, pero estaba mal cerrada y se abrió.
−Eh... Wolframio...− pasó con timidez− Te has dejado un...−
Xiomara contuvo la respiración quedándose sin habla. Se le cayó el peón al suelo, y para colmo, se partió por la mitad dejando al descubierto el cuchillo en su interior.
−Ya has visto suficiente−
Flouraura dejó la inyección que le iba a aplicar a Haizea y cogió su abanico afilado.
La ajedrecista quiso gritar, pero se le atascó el grito en la tráquea cuando las cuchillas se le clavaron en la garganta.
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