El desencadenante #18

Faolán Buendía ~

Faolán jadeó después de haber subido 8 plantas por la escalera.

"Espero que mi plan salga bien" deseó

Nada más internarse por el pasillo, sus ojos se dilataron al ver una valiosa escultura de un halcón echa de cobre. Faolán se frotó las manos.

Usó su magia para arrancarla del pedestal y para hacerla más ligera. Admiró su premio con los ojos brillantes como dos monedas de oro y se la metió en su mochila sin sentir ningún remordimiento. Aquel hotel estaba forjado en riqueza, el tomar prestada una pequeña pieza no lo arruinaría.

"No está bien usar la magia para el beneficio propio"

Faolán arrugó su nariz. Ese pensamiento tenía la voz de su padre. Eso que le produjo un escalofrío.

"No es para mi propio beneficio, es para el beneficio de mi familia" justificó su acto quedándose conforme

Justo entonces, salieron de una habitación una chica vestida de negro de pelo corto que pasó por su lado mirándole por encima del hombro, y otro tío rubio que parecía haber salido de un cuadro vanguardista.

Faolán tampoco les prestó atención. Solo se fijó que ambos habían salido de la misma habitación donde estaba la víctima secuestrada. Por tanto, tenía vía libre.

"Acabemos con esto" se dijo mientras pasaba con un simple truco

La habitación parecía estar dividida. La parte más cerca de la ventada estaba patas arriba. Había cosas tiradas en la cama, papeles por todas partes, objetos raros... todo echo una pocilga. Mientras, en otro lado, estaba todo perfectamente ordenado.

Sin embargo, Faolán no invirtió mucho tiempo en escanear la habitación. A él solo le importaba encontrar a la chica albina. Miró por debajo de las camas, pero no encontró nada interesante; solo basura, armas y pistolas.

Después decidió entrar en el baño. Y allí, en la bañera, había un saco de dimensiones humanas.

Faolán sonrió y desató el saco para dejar a la luz el rostro inconfundible de la chica albina.

"Hoy debe de ser mi día de suerte". La había encontrado, solo tenía que sacarla de allí y después llevársela a su familia. Le quedaba solo lo más fácil.

Se le hizo la boca agua al pensar en la recompensa que le darían sus padres al ver a su hija y explicarle que la había salvado de unos despiadados delincuentes.

Sin embargo, en ese momento, a Haizea se le pasó el efecto del sedante y se despertó.

− ¿Dónde estoy? – murmuró con el ceño fruncido

Lo último que recordaba era estar en la cafetería hablando con la dueña de la galería de arte. Y claramente aquel lugar con lavabo, váter, toallas, espejos, y la bañera donde se encontraba no era el baño de ninguna cafetería. Además, estaba dentro de un saco que olía a estiércol.

− ¿Cómo he llegado aquí? – se incorporó lentamente asustada

−Ah, hola, de nada eh− la recibió Faolán con una sonrisa triunfante

La mirada de Haizea se tornó de rabia, en vez de gratitud, como Faolán había esperado:

− ¿¡Has sido tú, verdad?!− le echó la culpa

−Por supue... ¡¡No!!− exclamó− Yo solo he venido...−

Haizea le interrumpió con ira

− ¿¡Me has secuestrado?! ¡¡No me lo puedo creer!! Justo iba a comprarme mis cuadros para exponerlos en su galería, ¡¡y tú lo has tenido que estropear!!− le acusó

− ¿¡Te quieres calmar?!− bufó Faolán perdiendo la paciencia− La señora pelirroja te echó algo a tu taza y te desmayaste, después te secuestró y te trajo hasta aquí− explicó− Y yo, querida− se repeinó− He venido a rescatarte−

Haizea alzó una ceja con incredulidad

− ¿Y pretendes que me fíe de ti? –

− ¿Así es como tratas a los chicos que tratan de ayudarte? −

La chica albina puso los ojos en blanco

−Para tu información, la señora pelirroja era la dueña de una galería de arte y mi oportunidad de convertirme en una famosa artista; jamás haría algo así−

−Para tu información, esa señora era un timo, te ha engañado− y antes de que pudiera replicar, agregó− Yo vi cómo te envenenaba− puso un gran énfasis en esas últimas palabras

Haizea buscó con la mirada a Ezpel para pedirle su opinión

−A mí no me cae bien− dijo señalando al mago

−De todas formas, no necesito tu ayuda− se volvió hacia Faolán− Puedo apañármelas sola−

Se le congeló la sonrisa en el rostro.

−No lo permitiré− se negaba a que su fantasía económica se desvaneciese− Vas a salir de ese saco, te voy a liberar y a llevar a tu casa sin ningún rasguño−

Haizea no estaba dispuesta a seguir órdenes de ese mago engreído

− ¿Y si no quiero que me salves? –

Faolán se estaba desesperando. ¿Quién no iba a querer ser rescatada por un apuesto caballero?

− ¿Prefieres quedarte aquí y que los secuestradores hagan lo que quieran contigo? – la retó

−Pues sí, prefiero eso a aceptar tu ayuda− le escupió mientras lo fulminaba con la mirada− Además de que no me creo eso de que la dueña de la galería haya sido la responsable de mi rapto−

−¡¡Así se habla!!− exclamó Ezpel

−Tienes el ego por las nubes− dijo con desdén

Haizea alzó una ceja

−Mira quién fue a hablar− salió de la bañera y se quitó el saco de encima− Solo te haces el héroe−

Faolán replicó:

−No me hace falta hacerme el héroe, porque lo soy−

− ¿Héroe de qué? ¿De los ladrones? – le atacó mientras sacaba de su mochila el halcón de cobre que acababa de mangar

−¡¡Eh, deja eso donde estaba!!−

−Me apuesto lo que sea a que fue él quién te robó el reloj− apuntó Ezpel

−No me sorprendería− musitó por lo bajo

−Mira, esto es muy fácil− los ojos de Faolán rugían de rabia− Si no quieres que te rescate por las buenas, lo haré por las malas−

Haizea le leyó el pensamiento

− ¿Pretendes salvarme de unos secuestradores secuestrándome? − ironizó

−Exactamente− dijo mientras se acercaba a ella con intención de cogerla

−¡¡Eres...!!− no puedo completar el insulto

El crujido de la puerta de la habitación abrirse les paralizó. Se miraron con los ojos dilatados. Los secuestradores habían vuelto. El olor a peligro les taponó los orificios nasales.

−¡¡Escóndete, corre!!− le apremió Ezpel

Con la velocidad de un rayo, la chica albina se metió de nuevo en el saco y se tumbó en la bañera; en la misma posición en la que la habían dejado.

Mientras, Faolán se escondió en el jacuzzi y corrió la cortina para que nadie le viera en el interior.

Segundos después, alguien abrió la puerta del baño, y Faolán escuchó varios pasos acercarse. Se persignó.

"Me cago en todo lo cagable y lo incagable" maldijo

Afortunadamente, al secuestrador solo le interesaba Haizea. Porque se dirigió directamente hacia la bañera. Faolán se movió con sigilo por el jacuzzi y levantó una pequeña esquina de la cortina para ver qué ocurría.

Vio como el secuestrador, bueno, mejor dicho, secuestradora, se acercaba al saco y lo abría para comprobar que su víctima seguía durmiendo.

No se podía creer que hubiese acabado atrapado en el jacuzzi de un lujoso hotel por tratar de rescatar a una chica cabezota que no quería ser rescatada. Y ahora necesitaba que alguien le rescatase a él. Pero no tenía a nadie; solo a su propio ingenio.

"Eh, pues en verdad es divertido" pensó en esa situación en la que un movimiento en falso le podía costar un riñón

Y sin embargo estaba contento por estar ahí, viviendo eso. Esa era la aventura que Faolán quería en su vida, sentir el incesante latir de su corazón que le recordaba que todavía le funcionaba. Qué irónico que todo lo que nos mata nos hace sentir vivos.

En ese momento, Faolán, que estaba apoyado en el borde de cuclillas, se escurrió con el resplandeciente suelo de la bañera burbujeante.

Repentinamente Flouraura se volvió hacia el jacuzzi con mirada de felino.

"Retiro lo dicho" pensó al escuchar los pasos cada vez más cerca "Prefiero ser el espectador y no el actor"

La espía rusa corrió la cortina mientras que Faolán estaba pensando en algún truco de magia útil. Se quedó sin aliento observando el rostro severo de Flouraura; y esperó a que le pegase un tiro o un grito, o cualquier cosa que mostrase que se había dado cuenta de su indeseada presencia.

Al contrario de lo esperado, no pareció percatarse de él. Los ojos de la espía miraban el interior del jacuzzi, pero no a Faolán. Como si no lo pudiese ver.

"¿Qué está pasando?" se preguntó confuso, y le dirigió una mirada interrogante a Haizea; quien lo observaba con el ceño fruncido y rostro de concentración desde la bañera.

El mensaje silencioso que le envió era muy claro: "Estate quieto y no hagas preguntas"

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