Antes de la catástrofe #1 [Wolframio]

Somos como islas en el mar, separadas de la superficie, pero conectadas en la profundidad
William James


📍 Moscú, Rusia

−No va a venir− musitó el mayordomo por undécima vez

Y por undécima vez, el hombre trajeado con corbata optó por guardar silencio.

Se miró el reloj digital de muñeca que marcaba las 09:00. La hora de la cita.

La verdad es que él tampoco tenía muchas esperanzas de que acudiese; es más, ni si quiera estaba seguro de que hubiese leído la carta, si es que la había recibido. Porque, ¿quién usaba el correo teniendo uno electrónico? Nadie. Pero la única razón por la que se decidió a mandarle una carta es precisamente esa; que hoy en día nadie escribe cartas. Eso, tal vez, llamaría su atención y consiguiese así que leyera su mensaje. Por otro lado, en el remoto caso de que hubiera recibido correctamente y leído la carta, ¿quién le aseguraba de que se presentaría allí a la hora acordada? Probablemente después de leerla la hubiese tirado a la papelera.

Y aun sabiendo que había un 99% de probabilidades de que su plan fracasase, lo había intentado. No tenía nada que perder por apostar por ese 1%

Estaba pensando en esas, cuando se activaron todas las alarmas y se escucharon ruidos raros afuera del despacho. Golpes, forcejeos, voces, disparos... Se quedó tenso

− ¿Qué ocurre? – le preguntó con preocupación al mayordomo que había ido a comprobar las cámaras de seguridad

−No lo sé, señor, las cámaras han sido desconectadas−

Se frotó la frente, intentando mantener la calma, con el zumbido de la sirena taponándole los oídos.

− ¿Aviso a la primera guardia de seguridad por si es un ataque? – 

Desplegó sus labios para decir que sí, pero se quedó con la palabra en la boca.

La puerta de su despacho se abrió con un estruendoso golpetazo que le hizo temblar imperceptiblemente en su asiento. Ante él se alzaba el largo pasillo con la alfombra de terciopelo en la que yacían varios de sus guardas tendidos en el suelo. El culpable de ello se estaba acercando justamente hacia él. Tragó saliva y observó al misterioso individuo que había hecho saltar todas las alarmas poniéndolo en jaque. Llevaba puesto un traje de buzo, con un casco anticuado de bucear que le cubría el rostro; caminaba pesadamente con unas cutres botas de plástico de esas que solo te pones los días de lluvia cuando sales a tirar la basura y unos guantes también de plástico que se asemejaban a los que usan los pescadores. Además de que, detrás de sí, dejaba una hilera de agua que le había empapado su preciada alfombra y que también estaba mojando el suelo de su despacho.

−Creía que iba a llegar tarde− empezó a hablar el extraño− ¿Te puedes creer que una vez que he salido de mi casa he tenido que volver porque se me había olvidado el cachivache este para hacer un agujero en el suelo y colarme en tu residencia? Puf− resopló y se dejó caer en la silla enfrente del escritorio

−Disculpa estas pintas− dijo mientras se quitaba el casco de buzo− Estaba muy atareado y se me pasó la hora... así que he tenido que tomar un atajo... En fin... ¿un kínder bueno? – le ofreció amablemente

Se lo quedó mirando unos instantes sin pronunciar palabra. Ahí lo tenía. Aquel muchacho de apenas 20 años de pelo rubio rapado y tintado con círculos de tonos marrones que se asemejaban a las manchas de los tigres, que poseía unos enormes ojos azules, de mirada perspicaz como la de un felino. Aquel muchacho que tenía a menos de un metro de distancia y que le ofrecía un kínder bueno, aquel muchacho era el asesino más buscado de todo el país. Un escurridizo y macabro asesino que extraía los corazones de sus víctimas con una habilidad digna de un cirujano, el que le había dado un millar de quebraderos de cabeza y al cual ninguno de sus mejores policías había conseguido atrapar. Y ahí lo tenía. Respirando el mismo aire que él estaba Wolframio Wolferson, más conocido como El Tigre.

−No, gracias− respondió secamente− Ya veo que ha recibido mi carta−

−Aquí está− dice Wolframio mientras le entregaba un papel empapado, arrugado y mal doblado en el que casi ni se distinguían las letras escritas− ¿Cuál es la oferta de la que quería hablarme? – fue directo al grano

Se recolocó la corbata y se acomodó en su sitio con rostro que aparentaba seguridad

−Ya sé que entre nosotros no puede establecerse, por así decirlo, un sentimiento mutuo de amistad− habló fluidamente, como si estuviese repitiendo el monólogo que había preparado− Pero tal vez, podemos beneficiarnos el uno del otro−

El Tigre entornó los ojos, tratando de leer entre líneas.

−Explícate mejor− le exigió

−Verás, tengo un pequeño problemilla y considero que tiene las capacidades requeridas para solucionarlo−

El asesino se cruzó de piernas mientras mordía el kínder bueno

−A ver que me entere− habló con la boca llena− ¿Me estás pidiendo que le haga el trabajo sucio? –

−Oh, no, no− se apresuró a aclarar− Lo que le propongo es hacer negocios−

Con rostro pensativo se limpió las migajas de la chocolatina de la cara

−Interesante... ¿Qué me propones? –

Se quedó unos segundos en silencio, meditando sus próximas palabras, escudriñando a Wolframio de arriba abajo, como buscando alguna prueba que le delatara como el bellaco que era.

Sabía que estaba a punto de firmar un acuerdo con un asesino, una persona que sabía que no era de fiar, una alimaña que podría volverse contra ti en cualquier momento. Pero también era consciente de que ésta era su única opción, no hubiese recurrido a ella si no estuviese (aunque no lo quisiera admitir) tan desesperado como estaba.

−Ya que asesina a gente con excelente maestría...− comenzó el discurso− No creo que resulte ningún problema añadido que le haga un encargo...− dejó la frase a medias, y se apresuró a continuar− Te pagaré generosamente por ello−

Los ojos de Wolframio se dilataron mostrando su asombro. No daba crédito a lo que acababa de escuchar:

− ¿Cómo? ¿Me estás pidiendo que me cargue a alguien? – soltó – Creo que se me ha debido de meter agua en la oreja−

Se revolvió incómodo en su asiento

−Como le he especificado en la carta, esta conversación no saldrá de estas paredes, ¿verdad? – le miró fijamente a los ojos para imponer respeto, y bajó un poco la voz− ¿Está entonces dispuesto a colaborar? –

El Tigre se quedó pensativo unos instantes

−A ver, cómo te explico esto...− se terminó el kínder bueno de un bocado− No se moleste, ¿vale? Pero yo nunca colaboraré con asesinos enmascarados como lo es usted, Sergei−

Sergei no pareció mostrarse ofendido, tenía las manos cruzadas, y un rostro mezclado con serenidad y autoridad que no se alteró ni lo más mínimo. Había imaginado que le caería algún insulto por parte de su interlocutor, pero no que le acusase de "asesino" cuando era él quien mataba a la gente por diversión.

Qué irónico.

Sin embargo, inconscientemente, Sergei apretó la mandíbula con fuerza.

−No le pido gran cosa, solo un cadáver, y a cambio, podría ganar mucho más... le ofrezco como pago 100.000 rublos, ¿qué me dice?

Wolframio puso una mueca de desaprobación y la acompañó una risita burlona:

−No puedo creer que pienses que soy tan avaricioso como tú. No puedes sobornarme con el dinero, Sergei, no estoy interesado en él, igual que no estoy interesado en tu estúpida oferta−

Wolframio se sentía indignado. Ese cretino que tenía delante estaba tratando de convencerle para que le ayudase a realizar sus perversos planes, había tenido la cara de invitarle a su residencia privada para tratar de comprarle por dinero. ¡¡Por dinero!! Qué chorrada más grande. Wolframio se sentía insultado, porque Sergei había creído que era igual de ciego y fácil de manipular por unas cuantas monedas como cualquiera de sus amigos ricachones. Se sentía insultado porque Sergei se creía que era una oveja más de su rebaño.

−Si no le interesa el dinero, ¿qué es lo que quiere? Le concederé cualquier cosa que esté en mi mano−

Serguei hubiese preferido no llegar hasta ese punto, pero al ver que el asesino no accedía a su propuesta, no le quedó otra que soltar su mejor baza

−Nada− respondió tajante− No necesito que me proporcione bienes materiales ningún sucio embaucador−

Sin darse cuenta, Sergei estaba mordiendo la tapa de uno de sus bolis con cierto nerviosismo. Había que ser tonto de remate para no querer aceptar la suma de dinero que le había ofrecido a Wolframio. Cualquier otra persona habría aceptado sin dudar. ¿Qué podría interesarle a Wolframio? Tenía que haber algo que no tuviese y que ansiase conseguir.

−No hable sin pensar, ¿qué le parece si le permito que se quede con el corazón de la víctima? Tendrá otro más para su... colección− iba a decir repugnante colección, pero se mordió la lengua

La oferta empezaba a mejorar. Aun así, Wolframio no se iba a dejar engatusar por ello.

− ¿Es que no lo entiende, Sergei? No es solo que no quiera convertirme en uno de sus cómplices, es que, además, lo que me está pidiendo es amoral. No voy a matar a una persona inocente porque usted así lo desee−

Serguei tuvo que aguantarse las ganas de reír. Lo decía así, como si él no hubiese matado a gente inocente por gusto.

− ¿Y las personas que usted ha asesinado no lo considera algo amoral? − le lanzó el balazo

−Esas personas eran criminales disfrazados de miembros del congreso, abusaban de su poder y cometían delitos a espaldas de la población− su mirada era serena pero desafiante, como la de un felino observando desde la distancia a su presa− ¿Su orgullo es demasiado grande que no le deja reconocer esa gran verdad? ¿No se siente identificado, presidente Melnikov? − contraatacó Wolframio sin cortarse ni un pelo

Sergei partió el bolígrafo. Pero intentó no perder la compostura y no dejarse controlar por la ira que bullía dentro de sí.

Hizo oídos sordos de sus palabras e intentó probar otra cosa. Si quería convencer a Wolframio tenía que pensar como Wolframio, tenía que ponerse en su piel.

−Solo es una insignificante persona, hay infinidad de peces en el océano, la muerte de uno no hace que se pare la corriente del río−

En ese punto, Sergei tenía razón. Pero Wolframio se negaba a caer en su trampa.

−Yo no quiero convertirme en un monstruo− por un momento sus ojos brillaron de inocencia como los de un niño

Esas palabras le dieron la clave a Sergei.

−Ya eres un monstruo, todos te ven como una criatura monstruosa sin piedad, todo el mundo te teme y te odia−

Wolframio quiso replicar, pero no supo cómo.

−Sin embargo, eso podría cambiar− continuó el presidente− Si me ayudas quitaré todos los carteles de busca y captura que circulan por las redes, te convertiré en un héroe, todos te adorarán, ya no te verán como un monstruo sino como su ídolo, todo el mundo te apreciará y te tendrá como modelo−

Se empezó a imaginar estando en la plaza principal, rodeado de una muchedumbre que gritaban su nombre a pleno pulmón. Que le alzaban en brazos y que le suplicaban autógrafos. Se imaginó caminando por la calle y que la gente le pidiese que se hiciese una foto con ellos, que le dijeran un "te admiro"

Todo el mundo tenía puntos débiles, y Serguei había encontrado el de El Tigre.

− ¿Y bien? – le preguntó Melnikov al ver que se había quedado callado− Puedo cumplir tu gran sueño a cambio de un pequeño favor−

Wolframio resopló. Un montón de ideas se acumularon en su mente. Se apoyó en el escritorio del presidente:

−Dime a quién tengo que matar−

🖇️🖇️🖇️


Wolframio Wolferson se dejó caer en su silla con ruedas. Se sentía tan agotado como si hubiese corrido una maratón. Estar en presencia del presidente ruso le desgastaba todas sus energías.

Vivía en el Mar Negro, en un moderno y curioso submarino. Para alguien que se escondía del mundo exterior para elaborar sus planes de asesinato, esconderse bajo la superficie era una idea loca pero la más efectiva.

El Tigre se hallaba en una enorme sala llena de pantallas gigantes, varios ordenadores a la última tecnología y demás aparatos tecnológicos. Parecía la guarida del típico villano malvado de los dibujos animados.

Wolframio encendió el sistema tecnológico que tenía montado y tecleó su nombre. Para su sorpresa no se encontró con ningún cartel de busca en el que se ofrecía una gran suma de dinero a la persona que lo capturase con o sin vida. Melnikov los había eliminado todos (temporalmente) como adelanto de su recompensa.

Era consciente de que había firmado un acuerdo con su peor enemigo, aquel hombre despiadado que no merecía la admiración de su pueblo, ese embustero líder al que soñaba con despedazar algún día para que pagara por sus crímenes. Pero también era consciente de que aquel acuerdo podría cambiarle la vida. A mejor.

En su escritorio, al lado de uno de sus cuchillos, había un adorable peluche de un tigre. Wolframio lo acarició con una dulzura que no era propia de un macabro asesino como era él.

−Merece la pena correr el riesgo− se dirigió al peluche− Ya sé que cabe la posibilidad que no cumpla con el trato, pero tranquilo, que si eso ocurre me encargaré personalmente de que se quede sin aliento− sonrió con cierta burla− Eh, ¡¡no me mires así!!− se volvió hacia el tigre− Solo he hecho una excepción, no voy a colaborar con Melnikov− dejó de acariciarle y se cruzó de brazos− ¿¡Cómo dices?! ¡¡No estoy tratando de justificar mi decisión para no hacerme sentir culpable!! Mira, no tengo ganas de discutir−

Cogió al peluche y le dio la vuelta, de tal forma que ahora veía el trasero del animal en vez de su cara.

Wolframio suspiró y se puso de nuevo manos en el teclado. Esta vez no se buscó a sí mismo ni a ninguno de los multimillonarios rusos. Desdobló el papel que le había dado el presidente, donde brillaba con tinta azulada el nombre de la persona que había prometido matar:

Nefelibata

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Si les ha gustado no olviden dejar su estrellita ⭐

Gracias por leerme!! Nos vemos en el siguiente capítulo <3 

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