—¿Qué esperamos Prakash? —digo aburrido mientras apoyo mis brazos en la baranda del barco. El aire salino recorre mi boca y seca mis labios. Prakash, Harry y yo vamos casi media hora en la cubierta del barco, observando a Esfera II que flota apaciblemente a unos seis metros de distancia de nosotros.
—Hoy es el octavo día de Esfera II. El octavo día de Esfera el brillo apareció. Solo quiero ver si sucede lo mismo —me observa para hablarme, pero voltea rápidamente a ver la pequeña esfera.
—Yo pienso lo mismo —responde Harry dubitativo—. Debemos analizar si tienen el mismo comportamiento.
Suspiro declarando mi derrota y volteo hacia Esfera II. Aquí en la inmensidad del mar, con el sonido de las olas golpeando con el casco del bote y la infinita superficie acuosa que me rodea me hace ver a Esfera II mucho más insignificante que la ubicada en Washington.
Al cabo de un rato, nos rendimos y empezamos a andar por el muelle del gran bote hasta la puerta que da acceso a los niveles inferiores, donde cada uno tenía su habitación con las pocas cosas personales que había traído.
Abrimos una pesada puerta de metal con un ojo de buey en el centro y descendimos por unas limpias escaleras de un metal color cobrizo. Las paredes eran de placas de metal enchapadas y en ciertos puntos, tuberías se mostraban ante nosotros y volvían a desaparecer en la pared.
Doblamos en una esquina y llegamos al pasillo de las habitaciones. La mía era la primera y la más cercana a la salida, luego seguía la de Prakash junto a la mía y después la de Harry. Varios empleados del bote y militares dormían en las habitaciones posteriores, pero en esta semana no he logrado congeniar con alguno o cruzar más de tres palabras.
Entro a mi habitación y la observo con desazón. Una cama de metal desatendida, con un colchón duro y una almohada igual. Un pequeño escritorio atornillado al suelo con otra caja de datos sobre este.
El bote donde nos encontrábamos era uno de los más pequeños de toda la flota, el cual sólo servía para dar habitación a todos los participantes de la investigación. No tenía las clásicas chimeneas grandes de vapor, sino solo una pequeña en el puente de mando. La superficie de la cubierta es de metal al igual que los pasillos y las barandas y demás objetos adicionales tenían un color rojo desvaído.
El bote con los materiales para la investigación es otro mucho más limpio y moderno. Es dos veces más grande que este y fue dado por el gobierno estadounidense. Los laboratorios improvisados se encuentran sobre la cubierta del bote y en sus inmediaciones. Cada día nos transportamos por medio de una balsa de aquí al buque de investigación para cumplo la misión que nos ha sido encomendada.
Me recuesto en mi duro camastro e intento ordenar mis ideas. Las conspiraciones que vuelan en el aire y las redes sociales han hecho mella en mis pensamientos y no puedo escapar de ellas. No dejo de darle vueltas al pensamiento de que estamos estudiando algo alienígena, que podría si quisiera, tocar algo que no proviene de este mundo.
Yo mismo examiné la composición química de Esfera II. El acero inoxidable es algo meramente artificial y dudo que las probabilidades de que exista en forma natural den para que Esfera I y II hayan sido creadas. Aunque, al pensarlo más a profundidad, el material no era exactamente acero inoxidable, sino algo muy similar.
Me descubro acostado en la cama, observando el techo mientras medito tantas cosas sobre estos dos objetos. Al poco tiempo, mis ojos se cierran y me sumerjo en un mar de sueños y esferas.
Un golpe me saca de mi sueño y observo rápidamente a mí alrededor. Mi cerebro poco a poco recobra la conciencia y la energía mientras intento hallar la fuente del sonido. Vuelve a sonar un continuo golpe y caigo en cuenta que es alguien tocando la puerta.
Me levanto forzosamente de la cama y avanzo hasta la puerta. La abro para saber quién es, ya que no tiene un ojo de buey empotrado o algo similar. Cuando al abrir la puerta veo la silueta larga y oscura de Prakash, junto con su cara de agitación, no logro pensar más allá de lo que creo que va a decirme.
—Adivino —digo sarcásticamente—, Esfera II empezó a brillar.
La forma en que su cara cambia me hace entender que es eso, pero hay algo en lo que no acierto.
—Sí y no —me dice agitadamente, mientras veo a Harry corriendo por el pasillo detrás nuestro con dirección a la salida.
—¿Cómo así? —un cosquilleo recorre mi cuerpo, como un aviso o precaución.
—Esfera II empezó a brillar, sí —ante mi cara de sorpresa añade—: Creí que no te sorprenderías Joseph, era lo más probable.
—Continúa Prakash.
—Ven. Tienes que ver esto tú mismo —Prakash sale corriendo en dirección a la cubierta y lo sigo.
Al empezar a correr, el metal retumba tras nuestros pasos y orquesta una sinfonía que me suena apocalíptica. Subimos las escaleras y empiezo a oler el aire salino con más fuerza. Al salir a la cubierta volteo instintivamente hacia Esfera II, pero el brillo que ahora emana de ella me hace voltear la cabeza, buscando a Prakash.
Observo una bata blanca ondear en las escaleras que suben al puente de mando, por lo que subo rápidamente por las escaleras de metal, que siguen entonando su trágica canción y entro a la gran cabina donde se encuentra el timón y los controles del barco. Ahí está Prakash, Harry, el capitán y varios empleados atiborrados frente a lo que parece un televisor pequeño y antiguo.
—No te quedes ahí parado —me dice Prakash—. ¡Ven rápido!
Avanzo hasta la pequeña multitud observando la brillante pantalla. En el televisor está un canal de noticias estadounidense, por lo que a diferencia de los compañeros australianos que tengo a mis costados, entiendo perfectamente lo que dice la presentadora.
—Autoridades chilenas han acudido a un punto en el Océano Pacífico entre el continente y la Isla de Pascua para analizar un grupo de botes que se han reunido alrededor de lo que parece una gemela de las esferas aparecidas en Washington y Australia. Esfera III como proclaman los dueños de los botes, apareció en el Océano Pacífico de la nada y fue avistada por un par de turistas que abordaban el bote hacia la Isla de Pascua.
Mi mente cae en un vacío infinito. ¿Es en serio? Alguien allá arriba debe estar riéndose ahora mismo con mi expresión, que va desde la curiosidad hasta la desazón, cruzado por un miedo infinito. Esfera, Esfera II; ¿ahora Esfera III? Intento despejarme y concentrarme en la voz de la presentadora.
—... botes han acudido ante el descubrimiento, la mayoría de personas interesadas sobre el objeto y otras sólo por hacer presencia. Una lancha llena de jóvenes llegó e intentó tomar control del lugar, alegando que la esfera le pertenecía a toda la humanidad y no solo a las autoridades y gobiernos mundiales. El debate nuevamente crece en las redes y se prevé que será un tema de largo debate. Soy Susan Parker y hasta aquí las noticias de la noche.
Una tercera esfera se une a las rítmicas órbitas que giran a través de mí, y escucho una risilla en algún lugar de mi mente. Yo no pedí haber entrado en tanto caos y oleaje como el que rodea el bote. Nunca creí que la NASA me llamaría para este trabajo. Añoro mi silla frente a mi computador en la oficina, estar tranquilo, con todo el té o chocolate del mundo que desee y observando el cosmos desde mi nítida y vibrante pantalla.
El doctor Toller, el líder actual de la investigación, me llamó el primer día del año a mi departamento. Había celebrado con unos pocos amigos la venida del año nuevo y me imbuí en tragos, cosa que no suelo hacer. Insistí que no fuera en mi departamento, por lo que estuvimos en la casa de Gordon, el más descomplicado de los cuatro. Fue una celebración tranquila, como solíamos hacer; pero cuando Frank, otro de mis amigos, llegó a la reunión con una maleta llena de botellas y latas de alcohol, la situación empezó a tornarse borrosa.
—¿Y qué planes tienes para este nuevo año? —me preguntó Gordon con la voz ya un poco arrastrada.
—No mucho Gordon —le respondí—, conservar mi trabajo y vivirlo bien, supongo.
—Apuesto una moneda de tres centavos a que nunca te echarán de esa silla. Eres feliz y los haces feliz —dijo lo último señalando hacia el techo, pero refiriéndose a mucho más arriba.
La música era una mezcla de jazz y rock suave, que nos mantuvo en un pequeño trance durante toda la noche, hasta que amanecí en mi cómoda cama al día siguiente.
La llamada llegó pocos minutos después de haberme levantado con un dolor punzante en mi hemisferio izquierdo. Las frases del doctor me suenan tan lejanas aunque solo hubieran ocurrido hace dos semanas.
—Buenos días, ¿hablo con el físico Joseph Andrews?
—Así es —respondí con el teléfono en la mano derecha y sobándome la cabeza con la izquierda.
—Habla el doctor Toller, señor Andrews. Usted ha sido convocado por la Agencia Nacional de la Aeronáutica y el Espacio para participar en una investigación de lo más rigurosa.
—¿Investigación? —La voz del doctor Toller me retumbaba en la cabeza y acrecentaba mi dolor.
—Al parecer usted no ha visto las noticias, pero no se preocupe. Es la investigación de un objeto que apareció esta madrugada en Washington D.C., por lo que necesitamos alguien para que determine su composición, uso y explicación de su extraña aparición.
Lo medité poco, al pensar que sería el análisis de un resto de meteoro o algo similar; en añadidura, el dolor de cabeza no me dejaba pensar con claridad, por lo que acepté inmediatamente la curiosa investigación.
Teníamos una reunión ese día en el museo Smithsoniano de Aeronáutica y Espacio para ultimar detalles en iniciar la investigación al día siguiente, el día dos de enero. Conduje en silencio el poco tiempo que me llevó llegar hasta el museo, ahí fue donde vi por primera vez a Esfera; me pareció inquietante y curiosa, pero lo que más me causó fue belleza. Una esfera blanca, brillante y lisa en el centro de un parque cuidado y un obelisco que se alzaba magno. Esfera me cautivó con su belleza, y ahora, no puedo escapar de la perfección de las tres.
—¡Qué impresionante! —exclamó extasiado Prakash—. Una tercera esfera para estudiar.
Harry parecía nervioso al observar la imagen de Esfera III. Sus ojos reflejaban todo lo que parecía que era, un hombre curioso por todo, pero que no se atrevía a salir de su pequeño lugar. Quizás en algo me parecía a él...
—Buen' compañeros —exclamó el capitán con su acento—, la energía sale c'stosa, ent'nces deberían observar est' 'n el otro bote.
El otro bote al que se refiere es el buque de investigación. Asentimos y salimos del puente de mando, mientras el capitán, que no tenía una barba abundante o pata de palo sino un cabello blanco, bien recortado y piel lampiña, gritaba órdenes a sus empleados. Prakash bajó primero saltándose escalones y parecía que en cualquier momento empezaría a correr. Harry yo bajamos detrás de él, con una emoción en parte fingida frente a la nueva esfera. Yo solo deseo dejar de moverme, quedarme aquí en el bote o volver a mi tranquila casa en Arlington. Si me obligan a ir a Chile... Mejor ni lo pienso.
Nos acercamos a un bote de motor colgado por dos grúas en el costado del barco. Un empleado del barco está sentado en un barril, descansando tranquilamente, pero al vernos acercarnos se compone y nos hace ademán para entrar al bote.
Me coloco frente al motor. Fui instruido apenas llegamos para manejarla por lo que siempre que nos movemos entre los dos botes soy yo el que nos lleva en el recorrido. El motor es prácticamente antiguo, pero funciona de maravilla y tiene una potencia envidiable, y me lo confirmo al jalar de la cuerda y este responder con un grave ronroneo. Prakash y Harry se acomodan en las dos tablas que recorren la pequeña embarcación y el empleado del barco nos hace descender hasta la superficie del negro mar. Oprimo un botón y la hélice comienza a girar.
—¡Qué hermosa vista de Esfera II! —grita Prakash, intentando que su voz no se ahogue por el ruido del motor.
Volteo hacia el objeto flotante y entorno los ojos. Podría acercarme, observarla de cerca, hacer que su luz me absorba, y tocarla.
Ahora caigo en cuenta de lo que quiero.
Deseo tocarla.
Sería tan fácil como dirigir el bote hacia ella y alargar mi mano para tocar su lisa superficie. Solo la Esfera y yo. Nadie más sentiría el deseo de tocarla, porque todos le tienen miedo.
¿Por qué yo no le temo? Porque es simplemente perfecta.
Sacudo mi cabeza cuando veo que acerco impulsivamente el bote hacia Esfera II y mis compañeros me miran extrañados. Con un rápido movimiento de brazo, redirijo el bote hacia el gran buque de metal plateado brillante, anclado en su superficie.
Desembarcamos rápidamente y corrimos hacia la estación de telecomunicaciones, una pequeña sala con varios elementos de comunicación en lo que se encontraban un televisor, un teléfono satelital, varias computadoras y hasta un telégrafo moderno. Ahí estaba el encargado de la sala: Un joven menudo y con anteojos, sentado en una silla frente a un computador. Suspiro con tristeza, pero sigo a mis compañeros hasta el televisor.
Observamos la noticia nuevamente, solo que ahora tenía mejor calidad y no rehuía a verlo. Lo vimos una cantidad desmesurada de veces. Prakash con cada reproducción aumentaba su emoción, yo solo estaba ahí, con una mano en el pantalón y apoyado de la pared observando el círculo blanco en la pantalla.
Prakash se acercó al teléfono satelital y Harry lo siguió. Yo me quedé observando sus movimientos, a la vez que ponía atención en el encargado de la sala, el cual no despegaba sus ojos de la pantalla, con fugaces vistazos hacia mí. Le dedico una sonrisa pobre y él vuelve a su concentración.
—Dijo que nos quedáramos acá —la expectativa que tenía Prakash de ir a Chile había sido destruida y se notaba a leguas su reacción—, ya están conformando otro grupo de investigación para llevarlo a Esfera III.
—Ya me había cansado de viajar de todos modos —respondí.
—Yo estoy bien donde sea. Vamos Prakash, al menos tienes a Esfera II para estudiar.
—Tenemos —corrigió, intentando unirnos como grupo.
Salió después de decirlo y se dirigió a la derecha del pasillo, hacia el cuarto de investigación principal, supongo. Harry enciende un computador y se sienta al lado del encargado. Yo solo dejo la sala y subo a la cubierta del buque.
El sol brilla con poca intensidad mientras desciende por el cielo, pintando las nubes de anaranjado y rosa. Parece una gran Esfera, amarilla e hirviente; solo situada a ciento cincuenta millones de kilómetros, flotando en un vacío infinito. Poco a poco sigue descendiendo y en el horizonte se forma un gigante semicírculo que me observa, poco a poco, hasta ocultarse bajo el mar.
Respiro el aire conforme empieza a enfriarse y cierro los ojos, con un pequeño resplandor que proviene de Esfera II. Vuelvo a respirar y olfateo el pescado. Doy un paso, dos, tres.
Quizá, solo quizá, pueda tocarla.
Doy otro paso.
Sigo avanzando.
Ahí está el bote.
El motor me responde juguetón, él también quiere tocarla.
El agua empieza a salpicar en mi cara.
Vuelvo a cerrar los ojos, los abro.
Ahí está
Que hermosa es.
Perfecta.
Mis dedos se estiran poco a poco, como serpientes buscando su presa, o unas sogas intentando apresar a alguien.
La toco.
Su superficie es perfecta, lisa, sin relieve.
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