capitulo 18

A la mañana siguiente, el doctor fue temprano a hablar con Cora para informarle que recibiría el alta ese mismo día.

—Buenos días, Cora.

—Buenos días.

—He venido temprano para decirte que hoy recibirás el alta. Los papeles estarán listos antes de la hora de la comida, pero no te preocupes, puedes comer aquí si lo prefieres. Tendrás toda la tarde para organizarte. Una cosa más: ¿quieres que alguien entre a verte hoy? Sé que es temprano, pero hay alguien que siempre está fuera esperando.

—Sí, dile que puede entrar.

—Perfecto. Que te vaya muy bien, Cora.

—Gracias.

El doctor salió de la habitación y avisó:
—Buenos días, Dylan, puedes entrar.

Dylan lo miró sorprendido, agradecido, y entró.
—Buenos días —dijo acercándose para darle un beso.

—Buenos días —respondió ella, ladeando la cabeza para que el beso se lo diera en la mejilla.

—Lo siento, es la costumbre. Espero que no te haya molestado.

—No te preocupes, es que necesito hacerme a la idea y asimilarlo todo —dijo Cora bajando la mirada—. Oye, ¿me puedes sacar de aquí y llevarme a comer algo en condiciones? —preguntó, con tono ligero.

—Estaré encantado.

—Así podremos hablar más tranquilos. Aquí todo parece tan frío, y yo metida en esta cama... No lo soporto. Ah, y necesito un móvil nuevo, el mío está destrozado.

—Vale. Si quieres, espero fuera mientras te cambias.

—No hace falta. Quédate aquí. Yo entro al baño y me cambio.

—Está bien, entonces me quedo.

Cora cogió sus cosas y se dirigió al baño. Ya se había duchado esa mañana temprano, así que solo se quitó la bata del hospital, que encontraba horrible después de tantos días. Mientras se cambiaba, dejó la puerta del baño un poco entreabierta. Dylan, al desviar la mirada, vio su espalda reflejada en el espejo. Rápidamente apartó la vista, intentando no sentirse mal al recordar los días que pasaron juntos y lo difícil que debía ser para ella no recordar nada.

—Bueno, ya estoy lista. Voy a avisar para que me traigan el alta. No quiero esperar hasta la tarde. También abriré para avisar a todos que me voy en un momento.

—¿Cora, cómo estás? —le preguntaron sus familiares al entrar.

—Muy bien. Pasad si queréis. Ya he avisado para que me traigan el alta. Me voy a comer con Dylan, necesito despejarme. Esta noche estaremos todos juntos.

—Vale, hija. Dame un abrazo antes de irte.

Estuvieron charlando unos veinte minutos, hasta que la enfermera llegó con los papeles del alta. Cora bajó acompañada de todos, se despidió de sus padres y su hermano, y se dispuso a marcharse con Dylan. Justo en ese momento apareció Sam.

—¿Dónde vais? ¿Ya te han dado el alta?

—Hola, sí, ya me iba.

—¿Podemos comer juntos?

—Es que voy a comer con él.

—Bueno, pero vais a comer, ¿no?

—Sí, claro.

—¿Y os molesta si me uno?

Cora y Dylan se miraron. Ella estaba desconcertada y algo confusa. Aunque Sam le había sido infiel, no sentía rencor porque había olvidado muchas cosas, pero el daño seguía presente. Dylan, por su parte, no disfrutaba de su compañía, pero prefirió mantenerse neutral para no tensar más la situación.

—Pues no sé, Sam…

—Venga, algo rápido. Podríamos comer aquí mismo, en el centro comercial.

—En fin, está bien. Algo rápido.

El almuerzo, que prometía ser tranquilo, se convirtió en algo incómodo. Cora iba en medio de los dos hombres, con pensamientos encontrados: por un lado, Sam, quien la había traicionado, y por otro Dylan, el chico al que había amado en su adolescencia y con quien ahora compartía momentos que no podía recordar.

—Bueno, ya estamos aquí.

—Sí, por fin —dijo Cora—. Comamos aquí mismo. Me apetece algo ligero.

—Bueno, contadme. ¿Cómo os va? —preguntó Sam.

—¿A qué te refieres? —dijo Dylan, serio.

—A vuestra relación.

Dylan no respondió, pero Cora no tardó en reaccionar.

—Eso es problema nuestro. ¿Por qué no me cuentas tú lo que pasó entre nosotros? Aunque ya lo sepa, no estaría mal que dieras la cara. Si no hubiera sido por Vicky, jamás me habría enterado, ¿verdad?

De repente, un fuerte dolor de cabeza golpeó a Cora, y una imagen fugaz cruzó su mente.

—Ese fue mi mayor error, pero para mí es agua pasada. Ella no significa nada en mi vida.

—Me da igual si ella fue o no importante. El problema es que alguien que ama no es infiel. Los problemas se hablan, pero buscar fuera lo que te gusta… No puedo perdonarlo, y si piensas que por ser agradable estos días te va a servir de algo, te equivocas.

—Vaya, y yo pensando que podíamos volver a estar como antes.

—Pues no. ¿De verdad crees que no recuperaré la memoria algún día? ¿Crees que mi familia no ha hablado conmigo?

Sam intentó justificarse, pero Cora lo interrumpió, dejando claro que no habría vuelta atrás. Tras su marcha, Cora miró a Dylan.

—Siento lo que acabas de presenciar.

—No es la primera vez.

—¿Ah, no?

—No. En la boda de la amiga de mi hermana, pasó algo similar. Allí fue más sutil, pero también hubo tensión.

De pronto, Cora recordó breves imágenes: su entusiasmo al visitar una pastelería y la figura de Dylan tumbado en la cama del hotel. Intentó despejar su mente con un gesto de la mano.

—¿Te sucede algo?

—Creo que estoy empezando a recordar cosas.

—¿En serio? Eso es bueno.

—La verdad es que sí.

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