8. Actitud
Estoy sentado en el escenario del bar, probando unos acordes en mi bajo. Eric le hace una seña a Lucas para que se siente en el sofá, a su lado.
Siempre fue su favorito, incluso cuando yo también era su yerno.
¿Puedo culparlo? Claro que no.
Nos había enviado un mensaje al mediodía porque hay algo que quiere hablar con nosotros. Así que los tres estamos esperando que lleguen Francis y Tadeo. Este último lleva unos días viviendo en casa de Stacy, bueno... desde que el loco de su viejo lo echó.
Como es miércoles y son las seis de la tarde, el bar sigue cerrado. Así que apenas se abre la puerta, sabemos que han llegado los demás.
Brenda lleva a Tadeo de la mano. Si continúa tratándolo como si fuera un bebé, nunca vamos a poder hacer de él un músico de verdad.
Stacy entra tras ellos. Eso no lo esperaba. La rubia se aproxima y se ubica a mi lado, mientras los otros dos se acomodan en los sillones. Brenda pregunta por Francis, pero el pelirrojo va retrasado como de costumbre, él simplemente no sabe llegar temprano a ningún lado.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Stacy.
Ella frunce levemente el ceño, pero no se deja molestar por mi tosquedad.
—Ya sé cuál es la noticia que va a darles Eric... —explica—. Y quería ver tu reacción.
¿La mía?
No puedo evitar sonreír como idiota y parece percatarse.
—Y la de Lucas —agrega, rápidamente—. La de todos. —Lleva la vista abajo, avergonzada, pero la vuelve a levantar apenas parece recordar algo, y la fija en mi labio inferior—. ¿Te ha pasado el dolor? —pregunta y, al hacerlo, coloca un dedo sobre la zona en la que tengo una costra finita en la piel.
—No —miento—. Creo que necesito un beso.
Esto de ser cursi no es lo mío, pero a ella le encantaban las pocas veces que le decía algo así, cuando estábamos juntos.
Sus mejillas se enrojecen al instante y sus ojos adquieren un brillo especial.
No puede ser. Todavía le gusto.
—Bruno... —Agacha de nuevo la cabeza, dudosa. Estoy por acercarme a robarle un beso, cuando su expresión cambia a una de molestia—. Parece que ya no tendrás problema con eso —me acusa y, sin darme lugar a entender, se levanta.
Miro rápido hacia abajo, buscando entender el motivo de su enojo. En mi celular brilla un mensaje nuevo de Chiara. "Brunito, me contaron lo del contrato. Felicidades". Un corazón se dibuja al final.
Diablos, solo es una compañera de curso. ¿Por qué las mujeres le tienen que poner un maldito corazón a todo?
—Stacy —la llamo, intentando explicarme, pero el pelirrojo acaba de llegar y abre la puerta de par en par como si fuera una estrella de cine.
—¡Ya llegué, señoras! —saluda.
Eric se pone de pie y me hace una seña con la mano, para que me acerque.
—Genial, chicos, vengan todos aquí.
Destapa una botella de champagne y acerca varias copas que estaban en una repisa, lo que nos hace sonreír a todos, menos a Tadeo.
—Sea lo que sea que vayamos a festejar, yo me limitaré a brindar con refresco —aclara, sacándonos unas risas.
—Quiero volver a decirles lo orgulloso que estoy de que el grupo esté pasando por tantos cambios importantes —inicia Eric—. La incorporación de Tadeo, la firma del contrato con MTE... —Todos comenzamos a asentir, mientras se encarga de ir llenando las copas, una a una—. Y estoy seguro de que vienen muchos más.
—No estaríamos aquí de no ser por tu apoyo, Eric —le aclara Lucas—. Tú nos diste la oportunidad de tocar en el bar y, si no hubiera sido así, Melania no nos habría descubierto.
Él le coloca una mano tras la nuca y le hace una caricia paternal.
—Es fácil confiar en ustedes porque tienen mucho talento, nunca duden de eso. Y tengo una noticia que darles hoy, algo que llevo preparando desde hace un tiempo.
Todos lo escuchamos con atención, sosteniendo nuestras copas en las manos.
—Dime que es una buena —le pide Tadeo—. Necesito una noticia positiva luego de lo que ocurrió el fin de semana con Julio.
—Yo también —expreso, sin pensar—, para compensar toda la mierda que hay últimamente.
Me limito a beber de un trago todo el contenido de mi copa. Brenda me lanza una mirada, porque ni siquiera hemos brindado todavía. Me da igual. Le hago un gesto de indiferencia, encogiéndome de hombros, y vuelvo a llenar mi copa.
Eric me mira con extrañeza, luego lleva la vista a Stacy y, por último, suelta un suspiro.
—Entender los sentimientos de los demás puede ser difícil... —concluye Eric, y todos nos mantenemos en un silencio incómodo como el demonio. Entonces, me veo obligado a decir algo, para romper el hielo.
—¿A quién le importa? ¡Vamos a ser exitosos!
Todos empiezan a reír, menos la rubia que se cruza de brazos y mira hacia un costado. No entiendo su molestia, pero al menos se ha dispersado ese ambiente tenso que había y todos se ponen de pie para brindar.
—¡Mi mamá está orgullosa de mí! —Tadeo levanta su copa con refresco de cola—. ¡Mi padre y Julio se pueden ir a... a donde quieran! ¡Son malos!
¿Son malos? ¿Qué clase de ofensa de niño de Kínder es esa?
Las carcajadas aumentan y hasta le hacemos vítores. Lucas es el tercero en unirse al brindis:
—¡Voy a conocer a Oliver Sorja!
—Y yo a muchas chicas —le sigue Francis. Mi mejor amigo le lanza una mirada de reojo y se apresura en corregirse: —¡Aunque solo quiero a Sam! ¡Sí, a Samantha! A nadie más.
Estoy a punto de beber de nuevo, cuando Eric toma la palabra:
—Voy a remodelar el bar, chicos —anuncia—. Va a quedar increíble.
Todos llevamos la vista a él, sin poder creerlo.
—¿De verdad? —le pregunta Lucas.
Él asiente, con intensa emoción.
—Es algo que llevo un tiempo pensando. Cada fin de semana aumenta el número de personas y falta espacio —nos explica y procede a levantar su copa, juntándola con las nuestras—. Los trabajos empiezan la semana que viene, así que lo tendré cerrado durante un tiempo.
El tintineo de los vidrios se une al sonido de nuestras voces y todos empezamos a festejar, contentos con esta noticia.
Volvemos a sentarnos y Eric nos cuenta que pensaba esperar unos meses más, para tener el dinero suficiente, pero que ahora que hemos firmado el contrato está seguro de que nuestra fama atraerá más personas, así que decidió pedir un préstamo al banco.
Esto es justo lo que necesitaba.
Mi mirada se encuentra durante un segundo con la de Stacy. Mi sonrisa la ha hecho sonreír y no deja de mirarme a pesar de percatarse de que la he descubierto. Le hago un guiño y finge resistencia, negando con la cabeza.
Si todavía tengo alguna oportunidad con ella, por muy pequeña que sea, voy a aferrarme con mi vida.
"¿Quieres salir conmigo esta noche?" tecleo en el chat con Stacy, en el que ninguno de los dos escribe desde hace un buen tiempo. Algo me detiene de enviarlo, pero no sé qué es.
La profesora está explicando un mismo tema desde hace dos horas y ya nadie le da pelota. Los compañeros de atrás no han parado de burlarse de la única chica que está prestando atención a la clase, como lo habría hecho yo el año pasado.
Son tan idiotas.
Chiara, la chica que se sienta a mi lado, se arrima un poco para hablarme, por lo que bajo mi celular y lo oculto en el cajón.
—Ayer te escribí —me recuerda—. ¿Te llegó mi mensaje?
Balbuceo algo inentendible. No le puedo decir que ignoré su maldito mensaje porque me puso en problemas con Stacy. Ella inclina la cabeza porque obviamente no me entendió una sola palabra, y vuelve a hablar:
—Me contaron que tu grupo firmó un contrato muy importante, y solo quería felicitarte.
—Gracias —contesto, cortante.
—Algunos de los chicos estuvimos hablando sobre ir a ver una de sus presentaciones, tal vez este fin de semana.
—No se podrá —la interrumpo—. El bar se reformará.
—Ah... —parece desilusionada.
Se queda en silencio durante unos segundos, en los que finjo prestar atención a la vieja, a pesar de que su voz de silbato me retumba los oídos. Chiara se arrima un poco más, tanto que siento que empieza a invadir mi espacio personal.
—Entonces, eso significa que estás libre este fin de semana. ¿Te gustaría... hacer algo?
Mierda. ¿Le gusto? ¿En serio? ¿Con lo amargado que soy?
Ella no está mal. No es mala persona, un poco chismosa y siempre se entera de todo. A veces incluso pienso que es quien empieza rumores sobre los demás, por el puro gusto de tener algo de qué hablar. Pero fuera de eso, es atenta, estudiosa, graciosa, linda...
—Tengo novia —contesto, como siempre que alguien intenta ligar conmigo.
Sus ojos se abren en sorpresa.
—No sabía.
—Pues ya lo sabes —le aclaro, para que no se haga ilusiones.
No dice nada más en lo que resta de la hora. Apenas suena el timbre y puedo sacarme de encima su mirada acosadora, desbloqueo mi celular y le envío a Stacy el mensaje que le había escrito. Ella lo revisa unos minutos después y me deja en visto.
Mierda de vida.
Intento convencerme de que debe estar ocupada en el colegio y que no está ignorándome de nuevo, pero pasan las horas y su respuesta nunca llega.
Voy por casa a buscar ropa. Sé que a esta hora es muy probable que me encuentre con el imbécil de Jerry, pero no tengo opción. Apenas abro la puerta principal, mamá se levanta y se acerca a saludarme.
—No contestaste a mis llamadas. —No me está reclamando, sino más bien, luce preocupada. Su miedo se incrementa cuando ve el pequeño tajo que tengo en el labio—. ¿Te ocurrió algo? ¿Estás bien?
—Sí —la saludo con un corto abrazo—. Ya te he dicho que estoy en casa de Lucas. En vez de preocuparte por mí, hazlo por ti y por Ivanna que viven con este hijo de puta.
—Jerry me cuida mucho. —Se molesta debido a mi comentario. Continúa siguiéndome hasta que ingreso en mi habitación—. Y tu hermana tampoco viene desde hace días.
¿Qué?
Me detengo y volteo de inmediato.
—¿De qué hablas? ¿Al menos sabes dónde está?
Ella se encoje de hombros y niega con tristeza.
—Los vecinos rumorean que anda con un hombre un tanto extraño—me cuenta preocupada—. Ayer se los vio hacia el centro.
¿Extraño? ¿Qué se supone que significa eso?
Me aprieto los ojos con fuerza, intentando calmarme. Giro hacia mi placar, lo abro y comienzo a sacar unos cuantos jeans, remeras y un calzado deportivo. Ella da unos pasos más y me observa sin decir nada.
Como siempre, lo único que hace es sufrir en silencio. Aguantar todo, mirar cómo su mundo se derrumba y sin mover un maldito dedo.
—Voy a encontrarla —le prometo—. Pero no te aseguro traerla de vuelta, no hasta que dejes a ese tipo.
Escucho que empieza a sollozar y, cada vez que llora, me dan ganas de romper todo.
—Vuelve a casa —me pide en un susurro.
Me armo de valor y volteo a encararla, a pesar de que me tiemblan las manos de la rabia.
—Esta no es mi casa, ni tuya —la tomo de ambos antebrazos y la atraigo un poco, para hablarle bajo—. Puedo sacarte de esto, solo tienes que aceptar mi ayuda.
Niega, rotundamente y con los ojos húmedos.
—Aquí estoy bien —me asegura, aunque ni ella misma parece creerse sus palabras.
Lo ha dicho en voz alta, a pesar de mi discreción. Eso parece haber alertado al imbécil que, evidentemente, anda por ahí.
—¡Estela! —la llama con autoridad.
—Si no vas a pedirle disculpas, vete ya —me ruega ella y, sin perder ni un solo segundo, se escabulle de nuevo por la puerta, acudiendo a su llamado.
Termino de juntar mis cosas y salgo de ahí, para evitar cruzarme con él.
Me revienta que esté tan ciega, que sea tan apática y se deje manipular. Como si fuera poco, ahora debo ocuparme de encontrar a Ivanna y asegurarme de que está bien y no tengo una maldita idea de dónde empezar a buscarla.
Subo a mi auto y comienzo a manejar. Aprovecho el primer semáforo para desbloquear mi celular, que estaba en silencio. Tengo una llamada perdida de mi mejor amigo, pero la ignoro y me ocupo de intentar contactar a mi hermana. La llamo una vez, luego otra y una tercera, pero no contesta.
Llego a casa de Lucas muy intranquilo. Me siento impotente y enojado conmigo por no poder hacer nada por la gente que quiero.
—Oye, ya era hora —mi amigo me llama la atención.
—No me jodas que no estoy de humor.
Dejo mi bolso en una esquina y me meto al baño a lavarme la cara, para evitar ver su reacción. Él no dice nada por un instante, hasta que empieza a sonar rock que seguro puso para calmarme.
—Tenemos reunión con Melania en cuarenta minutos, ¿acaso lo olvidaste?
Me seco el rostro con la toalla de mano y la tiro con fuerza en el cesto de ropa sucia.
—Claro que lo olvidé. ¡No soy como tú, que tiene a esa tipa en la cabeza todo el día como si te la estuvieras tirando!
Él suspira sonoramente. Se mueve hasta recostarse contra el marco de la puerta.
—¿Ya vas a decirme qué te ocurre?
Aprieto las manos en el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. No veo nada más que una porquería de persona y eso solo me hace peor.
—No me da la gana.
—¿Se trata de Stacy?
—No.
Mentira. Se trata de todo, ella incluida.
Lucas se acerca con cuidado, como si yo fuera un perro rabioso al que hay que apaciguar con comida.
—Ven aquí —me pide con calma. Coloca sus manos en mis hombros e intenta voltearme—. Ven —insiste.
¿Me va a abrazar?
Volteo hacia él y lo empujo levemente.
—¿Eres gay o qué mierda?
Deja extendidos sus brazos hacia mí e inclina un poco la cabeza. No dice nada, solo me espera y, a pesar de que jamás haría algo así en un día normal, me dejo derrotar por esta angustia y me abrazo a su torso, apretando su espalda con mis puños.
—Mi madre, Stacy, y ahora mi hermana... Todas las mujeres en mi vida —lo resumo, incapaz de decir nada más.
—Todo va a estar bien —susurra.
No, Lucas. Tu vida está bien, la mía se derrumba.
Él se aparta un poco y toma mi cabeza entre sus manos, casi juntando nuestras frentes.
—¿Me oíste? Va a estar bien —insiste—. Repítelo conmigo, pero tienes que creerlo.
Su estupidez me hace reír.
—¿Qué eres, un puto coach?
Él sonríe también y, aunque me dé por las bolas que tenga esa capacidad de devolverme un poco la esperanza, me levanta los ánimos.
—Tal vez no sea una rubia hermosa ni tenga unas curvas de envidia —bromea, llevándose las manos al pecho—, pero yo te quiero.
—Me das un poco de miedo y una vergüenza ajena terrible —me burlo.
Ambos reímos y salimos del baño, apresurándonos para llegar a tiempo a la reunión en MT Entertainment. Primero paramos en casa de Stacy, para recoger a Tadeo, pero tenemos que bajarnos porque todavía no está listo.
Lo encontramos delante del espejo de su nueva habitación, la de invitados, tan nervioso como si estuviera por asistir a una gala de cine con Scarlett Johanson como cita.
—¡Lucas, Bruno! Me alegra que estén aquí —sonríe—. ¿Este gorro me queda bien o se ve muy sofisticado?
Ni lo uno ni lo otro.
—Lleva media hora probándose atuendos para impresionar a Melania —nos explica Brenda.
Ella y Stacy tienen en sus manos un montón de remeras de bandas de rock que seguro pertenecen a Eric.
—Es que el otro día dijo que necesito mejorar mi aspecto —se excusa Tadeo.
Por suerte, Lucas se acerca a él y comienza a aconsejarle de buena manera que no necesita ponerse un lente de sol ni una chaqueta de cuero que le queda enorme.
La rubia se mueve hasta mí y me muestra una remera de Los Rolling Stones.
—Esta te quedaría muy bien. —La extiende a la altura de mi torso, como probándomela.
—No respondiste mi mensaje.
Sus ojos claros se agrandan en sorpresa y se posan sobre los míos.
—No sabía qué decir...
—"Sí" o "no" hubiera estado bien.
Le estoy reclamando algo que tal vez no debería, pero ya estaba bastante tranquilo y ahora me molesta que venga a hablarme como si nada hubiera pasado. No la entiendo.
—No es tan sencillo, Bruno. —Está buscando explicarse, pero no encuentra las palabras. Duda unos segundos y luego me toma de la mano y me saca al pasillo, para estar a solas—. Sabes que hace tiempo me he rendido contigo, solo quiero ser tu amiga.
—Está bien, seamos amigos entonces —me encojo de hombros, fingiendo que me da igual.
Mentira, no es eso lo que quiero.
Ella asiente, pero podría jurar que no está convencida. No deja de mirar mis ojos como si intentara averiguar qué es lo que siento.
—Si salimos, ¿no vas a intentar besarme?
—No.
Claro que lo haré.
—No te creo, siempre me mientes.
La tomo por los hombros y la acerco más.
—¿Podrías confiar en mí una vez en tu vida?
Sus ojos se enrojecen por unos segundos, pero endurece la mirada al instante. Su mandíbula se tiesa y sus labios tiemblan levemente. Su mirada me recuerda a la vez que terminó conmigo. Esa primera vez, cuando se enteró de lo que tenía con Priscila.
—¿Acaso no me has decepcionado mil veces? Apuesto que incluso ahora acabas de mentirme.
—Sí —acepto—, pero...
¿Qué espera que le diga?
¿Acaso no se da cuenta de que la necesito, la echo de menos y que ya no soy la misma persona que la lastimó?
—Si salimos el fin de semana, ¿vas a intentar besarme otra vez? —repite la pregunta, esperando que le diga la verdad.
—Sí, lo haré —contesto.
—Me mentiste Bruno, es obvio que no has cambiado —me da un fuerte pisotón en el pie, que hace que la suelte—. No intentes hacerme creer lo contrario.
Voltea para irse y, en mi desesperación, la tomo de la muñeca y la giro de nuevo hacia mí, incapaz de controlarme.
—Te extraño demasiado —confieso. Ella se queda helada ante mis palabras, tan sorprendida como yo mismo lo estoy. Su mirada está clavada en mi mano, pero sus pensamientos están en lo que acabo de decirle. Siento su pulso acelerarse bajo mis dedos, que la sostienen con firmeza, y continúo—: Te mentí porque fingir que puedo ser tu amigo es mejor que perderme la oportunidad de salir contigo. La verdad es que me muero por darte un beso y lo único que quiero es recuperarte.
Su mirada se levanta y se posa en mis labios. Su boca intenta pronunciar algo, pero la puerta se abre y los demás salen a nuestro encuentro. Brenda piensa que la estoy forzando y se abalanza contra mi brazo.
—¿Qué demonios le haces a mi hermana?
La dejo libre al instante y, por suerte, ella interviene.
—Todo está bien —le asegura, colocándole una mano en el hombro—. Solo hablábamos, pero ya está todo dicho.
¿Cómo?
—¿O sea que no tienes nada que responderme? —la miro a los ojos y veo en ellos la misma frialdad de antes.
—Lo que dijiste no cambia nada.
Sí que cambia. Debería hacerlo porque, si no, estoy jodido.
—¿Estás segura? —hago un último intento.
Ella se acerca lo suficiente como para dejar claro su punto. Con tanto enojo se parece incluso más a su hermana que a ella misma.
—Lo estoy —afirma—. Y yo no soy una mentirosa.
Melania nos está esperando en el salón de reuniones que está repleto de elementos musicales en las paredes. Incluso el vago de Francis ya está adentro cuando ingresamos.
—Nenas, por favor, cuánta demora. —El pelirrojo finge regañarnos, pero nos muestra un guiño.
—Lo lamento —Lucas se disculpa y nos sentamos en los sillones de cuero que hay a un lado.
La mujer está cruzada de brazos, con un folio en su regazo.
—La próxima vez que lleguen más de diez minutos tarde, mejor ni lleguen.
Con la cara de culo que tiene ahora, casi podría olvidar que en realidad es una mujer hermosa y genial como ninguna de su edad.
—Fue culpa mía. —Tadeo empieza a temblar apenas toma la palabra y Brenda le agarra la mano con rapidez, intentando disimularlo, aunque estoy seguro de que todos nos dimos cuenta. Él insistió en que su mejor amiga nos acompañara y ahora entiendo por qué: el pobre está extremadamente nervioso.
—Da igual, se supone que trabajo con adultos.
Bueno, en realidad él sigue siendo menor de edad, pero entiendo su punto.
—No volverá a ocurrir —le aseguro.
Ella asiente y levanta las hojas entre sus manos, lo que me hace pensar que lo peor ya ha pasado.
—Aquí tengo un desglose de cada una de las canciones que han formado parte del repertorio de Musageta en estos años. Las propias, no los covers, por supuesto —explica—. Lo que Jonny y yo estuvimos haciendo en estos días fue marcar cada aspecto que pensamos que se podría mejorar, de manera que podamos ir trabajando en eso en las siguientes semanas. Debemos definir primero un repertorio base antes de avanzar en otros temas como la promoción o los recitales futuros.
¿Recitales? No jodas, me casaría con esta mujer.
Nuestros ojos se iluminan mientras la escuchamos hablar. Podría jurar que Lucas se está meando encima y no lo culpo. Incluso yo, con lo pesimista que soy, veo esperanzas de triunfar guiados por ella.
—Claro, vamos a revisarlo cuanto antes. —Mi mejor amigo estira la mano para tomar el folleto, pero Melania sonríe de forma pícara y lo eleva en el aire, lejos de su alcance.
—Alto ahí, vaquero. No te tires al ruedo sin caballo.
Francis y Tadeo ríen, mientras ella se pone de pie y comienza a deambular por la habitación. Transmite una seguridad envidiable, sabe lo que hace y ni siquiera tiene que esforzarse por resaltar, parece la clase de persona que se llevaría el mundo por delante. Y sí que lo ha hecho, por algo ha fundado una empresa tan exitosa como esta.
—Primero, vamos a definir un calendario de trabajo. Los quiero a todos, dos días a la semana, en el mismo horario y lugar, para que nos enfoquemos en darle forma a esto. —Señala con una mano los papeles, como si fueran lo único a lo que deberíamos estar prestándole atención en nuestras vidas. Estoy seguro de que ella cree que así es y eso me motiva como el demonio. Entonces, prosigue—: Tienen quince minutos para definir todo. No les dejaré cambiar después, aunque su vida dependa de ello. Yo, mientras tanto, iré a traer unas cervezas, ya que hoy se trabaja ligero.
Acompaña su sonrisa con un guiño y se aleja por la puerta, dejándonos a solas.
Los siguientes diez minutos nos pasamos eligiendo los días y horarios que mejor nos quedan a todos. Francis no tiene idea de sus horarios en la universidad, así que eso nos complica un poco. Lucas insiste en que no debemos olvidar dejar tiempo para estudiar y yo creo que es mejor que fijemos también un tercer día de reunión en el que los cuatro podamos dedicarnos a hacer de Tadeo un músico decente, a menos que queramos que Melania nos dé la patada antes de los seis meses.
Esta mujer no tendría problemas en romper el contrato en nuestras caras, si le seguimos dando un tipo que se comporta como si tuviera miedo hasta de su sombra.
Ella vuelve pasado el tiempo que nos impuso. Nos arroja una cerveza a cada uno, incluso a Tadeo, le importa un bledo que sea menor.
—Cuéntenme qué definieron. —Se sienta en el sillón al lado del mío y espera una respuesta.
Yo junto mi botella con la suya en un pequeño brindis y no tardo en abrirla e inundar mi garganta con su contenido, mientras Lucas comienza:
—Los miércoles podemos iniciar desde las diecinueve, lo que nos daría unas cuatro horas para trabajar. Y los viernes a las veinte, porque no tenemos límite de horario ese día. ¿Te parece bien?
Ella se pone un poco seria. Podría jurar que está analizándolo con suma cautela. Hace una mueca frunciendo los labios, como si no estuviera convencida.
—Lo que no me parece bien, Lucas, es que te pongas nervioso por conseguir mi aprobación. —Su declaración nos extraña a todos, pero ella se levanta de nuevo y se aproxima a él, lo toma con firmeza de la mandíbula y la sacude levemente—. Mírate, nene. Eres guapo, talentoso, genial, pero te falta confianza para resolver las cosas. Eres el líder de este grupo y quiero que te muestres como tal. No me hables como si necesitaras que yo apruebe todo lo que haces, como si no pudieras tomar decisiones sin una mujer que las respalde —esboza una leve sonrisa engreída, a pesar de lo molesta que se ve—. Háblame como si tú mismo te lo creyeras. ¿Te lo crees?
Él la mira sorprendido, con sus ojos clavados en ella. Comienza a asentir levemente, como si no supiera qué responder.
Oh, vamos, viejo. No le demuestres tus debilidades.
—Sí, tienes razón —susurra.
—¿La tengo?
Mierda, ahora lo puso en jaque.
Lucas se queda con la boca abierta, ella rueda los ojos y se gira hacia mí, de improvisto.
—¿Tengo razón, Bruno? —insiste.
—No. —No dudo en contradecirla y eso le gusta. No, le encanta.
—¿Por qué no? —Sonríe con una mirada gatuna.
—Porque somos amateurs —contesto, sin miedo, y le doy un golpe al respaldo de mi asiento—. No tenemos la menor idea de dónde estamos parados y se supone que tú tienes que guiarnos. ¡Es obvio que vamos a querer tu aprobación!
Ella se ríe con tantas ganas que cualquiera diría que quiere abrazarme.
—¡Ahí está! —aclama—. Eso es lo que necesito de ustedes, chicos: ¡Actitud! —Se acerca con ánimos y me pone una mano en el hombro—. ¡Que se hagan oír! ¿A quién le importa cuál de los dos tenía razón? Da igual si no tienen idea de qué hacer, ustedes actúen como si se las supieran todas. Porque eso es lo que tienen que demostrar en un escenario... ¡Que son los dueños del mundo! —Se queda con ambos brazos extendidos hacia los lados.
Su cerveza se está derramando sobre una alfombra que debe valer más que mi auto, pero ella ni siquiera lo nota. Lucas comienza a pasearse por el salón. Lo conozco lo suficiente como para saber que está molesto por la trampa que Melania usó para humillarlo. Ninguno de nosotros es capaz de responder, hasta unos segundos después, cuando mi amigo vuelve a hablar. A pesar de su enojo, se nota que cuida sus palabras para no faltarle al respeto.
—Bien, todos tenemos mucho que aprender y sé que lo haremos —se detiene delante de ella, observándola con firmeza—. Pero deberías ser consciente de que tú misma nos pusiste una carga al decir varias veces que no podemos equivocarnos. Y claro que podemos. Somos humanos, tuvimos unos días difíciles y estamos con los ánimos bajos.
Tiene razón y me alegra que la ponga en su lugar.
Ella finge entristecerse. Estoy seguro de que está actuando.
—¿Qué ocurrió, quieres contarme? ¿A tu novia no le gustó el helado que le compraste ayer?
Brenda hace una mueca de disgusto ante esa burla, pero yo no puedo evitar reír. Lucas hace como si no hubiera oído la última frase y empieza a explicarle, aunque no sé para qué, a ella no le interesa y eso está clarísimo.
—Hubo una pelea el fin de semana y a Tadeo lo echaron de su casa. Bruno tampoco tiene donde vivir.
—Pobrecitos —la mujer coloca ambas manos a cada lado de sus mejillas y finge un puchero. Ahora ya es más que obvio que está ironizando—. ¿Saben qué, chicos? No me importa —se encoje de hombros—. Y a su público también le va a dar reverendamente igual. —Se levanta y comienza a hablar con lentitud, como dándonos una lección y buscando dejar claro su punto—. Ellos solo quieren verlos cantar y que lo hagan bien, el resto es problema de ustedes.
Nos señala a todos cuando dice la última palabra y se queda esperando que hablemos, así que Lucas lo hace.
—Eso lo sabemos.
—No, no lo saben —lo interrumpe sin piedad—. Pero lo van a hacer, te lo aseguro. Por ahora dejemos que hable otro, que ya me estás molestando. —Mi mejor amigo aprieta los puños y estoy seguro de que se está conteniendo para no responderle. Melania mueve la mirada al pelirrojo y le habla—: ¿Qué lugar eligieron para las reuniones? No las vamos a poder hacer acá porque todos están trabajando en la próxima gira de "Whatever" y nadie le va a dar espacio a unos bebés que todavía andan en pañales.
—Eso no lo habías dicho, así que no lo pensamos —él se recuesta contra el sofá y pasa un brazo sobre el respaldo, despreocupado.
—Pues piénsalo ahora, muñeco. Vamos, ¿qué se te ocurre?
—Bueno... Normalmente lo haríamos en el Bar Polzoni donde siempre ensayamos, pero va a estar un tiempo en refacción así que no podrá ser. Además, ni Tadeo ni Bruno tienen casa ahora y la mía es pequeña. Solo nos queda la de Lucas, aunque no creo que le agrade a su padre.
—No hay problema con eso. —Lucas se apresura en aclararlo—. Yo me encargo de convencer a papá.
—No. —Melania lo interrumpe de nuevo, con altanería y poniendo otra vez esa expresión de estar oliendo mierda.
Evidentemente sigue molesta con él, pero mi amigo insiste, probablemente para no dejarse pisotear de nuevo.
—Podemos usar el patio trasero o adecuar la sala, al menos hasta que el bar vuelva a habilitarse.
La mujer se cruza de brazos, nos da la espalda y se aleja unos metros hasta detenerse delante de un póster de Oliver Sorja, quien sostiene un micrófono en una mano y lo que tiene entre las piernas en la otra. Ella se queda unos segundos ahí, pensando. O, al menos creo que lo está haciendo. Nadie se quedaría tanto tiempo mirando de cerca una imagen como esa. Luego, voltea con una expresión completamente distinta a la anterior. Está sonriendo, orgullosa de sí misma. Se acerca de nuevo y coloca ambas manos en sus caderas, antes de anunciar:
—Vamos a tener las reuniones en el mismo lugar que van a usar para ensayar de ahora en más: El departamento pagado por mi agencia, al que los cuatro se van a mudar a vivir la semana que viene.
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Hace varios capítulos que no escuchamos a Bruno, ¿lo extrañaban?
Cada vez que escribo desde su punto de vista, debo censurar las malas palabras que salen por sí solas, porque no sé hasta qué punto la plataforma las tolera 😂
Cuéntenme, ¿qué esperan a partir de ahora que los chicos van a vivir juntos? 😏
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